Dios es el autor
de las dos grandes acciones que afectan a todo ser humano e incluso a todo ser:
la de la creación y la de la salvación. Los seres humanos participamos por
deseo de Dios en esas dos tareas. No participamos en crear, pero sí en mantener
la creación para hacerla más humana. La creación sigue siendo un proyecto no
ultimado, en el que nosotros tenemos responsabilidades de “creadores”. Hemos de
evitar el mal uso de la Naturaleza, su deterioro y su aprovechamiento egoísta
por unos pocos o por una generación a costa de las generaciones futuras.
Participamos con
capacidad de decisión en la salvación. Podemos incluso oponernos a la acción
de Dios y prescindir de esa salvación que nos brinda. Si la aceptamos, nuestra
salvación necesita de nuestra cooperación. Cooperamos ante todo para la propia
salvación; pero también en la de los demás, como los demás cooperan en la
nuestra.
Enviar de dos en
dos como Jesús envía a sus discípulos alude a que participar en la misión que
Dios nos ha encargado siempre tiene dimensión comunitaria: ha de superar el
individualismo del que se cree el único que tiene la palabra, el gesto la
acción adecuada.
DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
El
profeta no habla por cuenta propia ni ejerce su tarea por interés personal. Es
una persona llamada por Dios para esa misión específica, y la coherencia de su
vida se juega en ser fiel a esa vocación. Del mismo modo en que Dios llamó a
los profetas del Antiguo Testamento, también envió a los apóstoles. Y aún
continúa invitando a otras personas para extender su reino.
Lectura
de la profecía de Amós 7, 12-15
Amasías, el sacerdote de Betel, dijo a
Amós: “Vete de aquí, vidente, refúgiate en el país de Judá, gánate allí la vida
y profetiza allí. Pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque este es un
santuario del rey, un templo del reino”. Amós respondió a Amasías: “Yo no soy
profeta, ni hijo de profetas, sino pastor y cultivador de sicómoros; pero el
Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: ‘Ve a profetizar a mi pueblo
Israel’”.
Palabra de Dios.
Salmo
84, 9ab. 10-14
R.
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Voy a proclamar lo que dice el Señor: el
Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos. Su salvación está muy cerca
de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra tierra. R.
El Amor y la Verdad se encontrarán, la
Justicia y la Paz se abrazarán; la Verdad brotará de la tierra y la Justicia
mirará desde el Cielo. R.
El mismo Señor nos dará sus bienes y
nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia irá delante de él, y la Paz,
sobre la huella de sus pasos. R.
II
LECTURA
Todos
recibimos el perdón de Dios que nos santifica, como también “toda clase de
bendición”. En un momento de silencio, pensemos en esas bendiciones
particulares que cada uno de nosotros ha recibido en su vida, y demos gracias a
Dios por ellas.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 1, 3-14
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes
espirituales en el Cielo, y nos ha elegido en él, antes de la creación del
mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor.
Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme
al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos
dio en su Hijo muy querido. En él hemos sido redimidos por su sangre y hemos
recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios
derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento. Él nos hizo
conocer el misterio de su voluntad, conforme al designio misericordioso que
estableció de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los
tiempos: reunir todas las cosas, las del Cielo y las de la Tierra, bajo una
sola Cabeza, que es Cristo. En él hemos sido constituidos herederos, y
destinados de antemano –según el previo designio del que realiza todas las
cosas conforme a su voluntad– a ser aquellos que han puesto su esperanza en
Cristo, para alabanza de su gloria. En él, ustedes, los que escucharon la
Palabra de la verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella,
también han sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido. Ese
Espíritu es el anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo
que Dios adquirió para sí, para alabanza de su gloria.
Palabra de Dios.
ALELUYA
cf. Ef 1, 17-18
Aleluya. El Padre de nuestro Señor
Jesucristo ilumine nuestros corazones, para que podamos valorar la esperanza a
la que hemos sido llamados. Aleluya.
EVANGELIO
“Las
advertencias de Jesús en el sentido de proveerse con mucha sencillez, con
sobriedad y pobreza, exige a los mensajeros no buscar el propio provecho, ni
pretender dinero ni bienes, ni abusar de la autoridad que Dios les ha dado. Los
mensajeros de Jesús, además, deben correr el riesgo del rechazo y aceptarlo con
buena voluntad”.
✚
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos 6, 7-13
Jesús llamó a los Doce y los envió de
dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no
llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero;
que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo:
“Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir.
Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí,
sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos”. Entonces
fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y
sanaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Profetas y apóstoles: los
enviados por Dios
Los profetas y los apóstoles son
encargados de Dios de ofrecer a los hombres y mujeres el mensaje de salvación,
y, por ello, están encargados de avisar del peligro que corremos ante los
enemigos de un ser humano salvado. No es ésta una misión fácil, pues la
salvación exige renuncias a intereses que están muy arraigados en nuestra
naturaleza, como el interés por dominar al otro, el interés por las riquezas,
el interés por una vida cómoda en la que no haya que hacer renunciar a nada de
lo que nos agrada...etc. Por eso los profetas y los apóstoles con frecuencia se
encuentran con la oposición de aquellos a los que son enviados. Son con
frecuencia considerados como seres molestos.
Profetas, apóstoles y
“profesionales” de la religión
La fuerza de profetas y apóstoles es
exclusivamente la fuerza de su palabra y la fuerza que Dios les da. Su misión
no se apoya en el poder político o económico o en una gran preparación
cultural. Basta, junto a la fuerza de la Palabra que proclaman, el testimonio
de su pobreza y del hecho de asumir el riesgo del desprecio y de la
persecución.
Vemos que en la primera lectura cómo un
“profesional de la religión”, el sacerdote del templo de Betel, rechaza a Amós,
un pobre pastor y agricultor, como indigno de hacerse oír en el templo “Casa de
Dios”, santuario real. Amós no se considera profeta “profesional”. Es un laico,
al que le ha llegado la Palabra de Dios y la orden de profetizar.
El sacerdote no acepta a un Dios que
habla a través de un pobre hombre, que no está investido de ningún poder
religioso, como lo está él. Eso mismo sucedió con Jesús ante sus paisanos de
Nazaret, como vimos en el evangelio del domingo anterior.
¿Cómo son recibidos los profetas,
los enviados?
Jesús en el evangelio previene a los
discípulos que envía de que no van a ser siempre bien recibidos. Les advierte
que les va a pasar lo que le pasa a él: en unos sitios puede que sean bien
recibidos, pero en otros les prestarán oídos sordos. Ellos tienen que ir a
predicar nada menos que la conversión, el cambio de vida, a quien se encuentra
quizás muy a gusto con la que lleva. Y eso nunca merece una acogida calurosa.
Deben limitarse a proponer la conversión, no imponerla; y a hacer el bien que
está en sus manos: atender a los enfermos, a los necesitados. Palabra y
misericordia, compasión y compromiso con el necesitado esas son las armas del
profeta y del apóstol. Las mismas armas de Cristo.
Profetas, enviados, hoy
Los profetas siguen presentes en nuestro
tiempo, en nuestra sociedad, son simples personas de nuestro entorno que no
brillan por cualidades extraordinarias, ni tienen que ser los “profesionales”
de la religión, como el sacerdote de Betel; pero sí son capaces de pronunciar
una palabra que nos invite a la conversión, o actúan de modo que son real
proclamación del estilo de vida que los cristianos hemos de llevar al que hemos
de convertirnos. Responsabilidad de cada uno es descubrir en ellos lo que nos
proclaman y acoger su palabra y a ellos mismos en nuestra casa, es decir: en
nuestro interior, en nuestro corazón y en nuestra mente.
Hemos de descubrir los medios de los que
Dios se sirve en su proyecto de salvación. Esos medios no son únicamente los
instituidos como tales, como los sacerdotes, profesionales de la pastoral…,
puede ser cualquier persona con la que nos encontramos en nuestro convivir
diario. Se exige inteligencia que capte, e interés en descubrir desde la
humildad lo que los demás, al margen de su relevancia, social, intelectual,
religiosa nos pueden decir. Por encima de la tentación a ver lo negativo del
otro, que nos lleva a creernos superiores, ser capaces de llegar a lo positivo
que nos ofrecen aquellos con los que encontramos en nuestra convivencia, más
allá de las apariencias. Es cuestión tanto de inteligencia, como de actitud
humilde y decidida a aprender de los demás.
Y, ¿por qué no?, también estar
dispuestos a sentirnos enviados, desde nuestras pobreza y limitaciones, a
atraer a la vida cristiana a los alejados de ella. Dios cuenta con nosotros
para su obra creadora y de salvación.
ESTUDIO BÍBLICO
Tema general de este domingo: llamada de
Dios a la fe en Cristo, en el que somos abundantemente bendecidos, y la llamada
al ministerio profético y apostólico.
Primera Lectura: Amós 7,12-15
Marco: Los capítulo 7-9
se centran en visiones de Amós, con algunas prolongaciones. El fragmento que
hoy proclamamos es la prolongación de las tres primeras visiones: la langosta,
el fuego y la destrucción de la ciudad. Las tres visiones van acompañadas de
una plegaria del profeta a Dios y la respuesta que Dios le da. El fragmento de
hoy es un enfrentamiento entre Amasías, que representa el culto oficial de la
corte y el frescor y libertad del profeta que no está sometido a estas ataduras
y habla con libertad lo que Dios le ordena.
Reflexiones:
1ª: ¿Enfrentamiento entre el culto
oficial y el carisma profético!
Vete y refúgiate en tierra de Judá: come
allí tu pan y profetiza allí: No vuelvas a profetizar en “Casa de Dios”, porque
es el santuario real. A lo largo de la historia de la salvación encontramos
escenas parecidas de enfrentamiento entre el culto oficial y la presencia profética.
Amós procede de Técoa en Judá. No tiene licencia “oficial” para predicar en el
reino del norte. En el fondo se debate una cuestión esencial: la institución
oficial que corre siempre el peligro del anquilosamiento o incluso la
adulteración por motivos interesados representados por Amasías, sacerdote de
Betel, sacerdote en nombre del rey y que defiende los intereses reales en el
santuario, frente a Amós que representa al profetismo como llamada carismática.
El profeta es llamado para recordar la alianza de Dios con su pueblo. El
profeta lo es en contra de su voluntad. El profeta no puede adular. Amós es un
representante muy genuino de lo que es la función profética: voceros y
portavoces de Dios para interpretar el devenir histórico del pueblo a la luz de
las cláusulas de la alianza del Sinaí. Hoy como ayer en el pueblo de Dios son
necesarios aquellos que movidos especialmente por el Espíritu, con las
garantías adecuadas, denuncian los excesos de lo siempre establecido para
renovar y recrear la vida, lo nuevo pero en autenticidad y fidelidad. Esto lo
necesita siempre el pueblo de Dios inmerso en la historia humana. El mensaje de
Amós es para hoy con especial fuerza y compromiso.
Segunda lectura: Efesios 1,3-14.
Marco: La lectura de
hoy es un himno profundo teológicamente hablando y hermoso literariamente
considerado. Se cimienta en algunas grandes realidades del plan salvador de
Dios: bendición, elección, adopción-filiación, redención y esperanza. En estos
términos sintetiza el autor /de la carta toda la acción de Dios por medio de
Jesucristo. Están comprometidas en esta tarea las tres Personas divinas.
Reflexiones:
1ª: ¡Elegidos antes de la creación del
mundo en cristo Jesús!
Nos ha bendecido por medio de Cristo.
Nos ha elegido antes de la creación del mundo. En esta admirable síntesis de la
teología paulina de la salvación sobresale con fuerza la gratuidad de Dios en
su plan sobre el hombre. Se recalca con especial fuerza que esta gratuidad se
debe a que todo pasa por Cristo Jesús y todo es movido por el amor. Y el
conjunto es una “bendición”. La “berakáh”, a lo largo de toda la historia de la
salvación, es lo mejor que Dios puede ofrecer al hombres; es la quintaesencia
de su presencia bienhechora y salvadora; es una fuerza especial, porque para
los hebreos la palabra es eficaz por sí misma. Los creyentes están en medio del
mundo, comparten las alegrías y las dificultades de los hombres, viven lo
cotidiano desde esta mirada del Dios Bendito que les ha bendecido, es decir,
que sigue presente en su quehacer cotidiano. Pablo lo recuerda para entonces y
para ahora. Es necesario volver a esta experiencia de la bendición para
testimoniar en medio del mundo el verdadero rostro de nuestro Dios y de Jesús.
Dios quiere la plena realización del hombre en todos los planos porque esa es
la vocación a que han sido llamados: elección para ser su pueblo signo de
salvación en medio de las realidades de este mundo y explotándolas con
responsabilidad humana.
Tercera lectura: Marcos 6,7-13.
Marco: el fragmento es
el primer paso del camino que conducirá a Jesús y a sus discípulos hasta
Cesarea de Felipe, después del rechazo en su propia patria y entre sus
familiares, lugar en que se expresará la gran confesión de Pedro. En realidad
este fragmento hay que leerlo teniendo en cuanta la vocación de los apóstoles
(Mc 3,13-19). Jesús elige a los que quiere para enviarlos a evangelizar siendo
sus testigos.
Reflexiones:
1ª: ¡Jesús eligió a los que quiso!
Llamó a los que quiso y se acercaron a
él... y comenzó a enviarlos de dos en dos. Es significativo que Marcos recuerde
esta soberana libertad de Jesús para elegir a los que él quiso y cuando él
quiso. La vocación profética es un impulso que procede del Espíritu y lo da al
que él quiere (caso de Amós y de los otros profetas). Jesús acude a su soberana
decisión. El apostolado es la vocación más alta y más profunda en la Iglesia.
Son los cimientos sobre los que se construye la Iglesia teniendo como roca viva
y piedra angular al mismo Cristo Jesús. Nuestro acceso a Dios pasa por la fe y
por el testimonio apostólico. Y esa decisión la ha previsto Jesús mismo
eligiendo a los que quiso. Ayer como hoy la vocación es una iniciativa generosa
y libre de Dios. Y Dios sigue llamando a quienes quiere para realizar la misión.
En un mundo, como el nuestro, en que parece que Dios guarda silencio en sus
llamadas, es necesario recuperar la seguridad de que Dios sigue llamando a cada
uno para la tarea que él le asigne. Hay crisis de respuestas no de vocaciones.
Urge despertar, abrir los oídos en cada momento. Todos somos llamados para
vivir y experimentar la fe apostólica en medio de nuestro mundo.
2ª: ¡Una llamada que urge a la
evangelización!
Ellos marcharon y predicaron la
conversión. Dios llama para una tarea concreta. A los apóstoles los llamó para
que estuvieran con él y luego se dedicaran a la evangelización. Pablo recordará
en su carta a los Romanos: Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
Ahora bien ¿cómo van a invocar a aquél en quien no creen? ¿Y cómo van a creer
en él, si no les ha sido anunciado? ¿Y cómo va a ser anunciado, si nadie es
enviado? Por eso dice la Escritura: ¡Qué hermosos son los pies de los que
anuncian buenas noticias” (Rm 10,13-15). Y Jesús mismo Resucitado: Vosotros
recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la
tierra. Es necesario evangelizar con un testimonio más convincente en medio del
mundo, con una palabra más eficaz y creadora de libertad. La evangelización es
llevar al hombre al ámbito de la salvación integral. Esa es la buena noticia:
la vida del hombre sobre la tierra tiene profundo sentido. Hay caminos abiertos
para la verdadera humanización que consiste en restaurar el plan original de
Dios: que el hombre sea realmente una imagen suya destinado a vivir en
comunión, en la vida y feliz. Y esto comienza ya en este mundo. La tarea urge.
La llamada es un signo de confianza del Maestro. Es necesario, hoy como ayer,
evangelizar para que el hombre encuentre su sentido pleno y su libertad:
expulsaban muchos demonios. (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O. P.)
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