domingo, 25 de diciembre de 2016
domingo, 18 de diciembre de 2016
DOMINGO 4º DE ADVIENTO
“Dará
a luz un hijo
y
le pondrá por nombre Emmanuel, Dios-con-nosotros”
Estamos en la última semana de Adviento,
tiempo de preparación ante la llegada del Señor. “Portones, alzad las antiguas
compuertas, que va a entrar el Rey de la gloria”, nos dirá el salmo
interleccional.
Las lecturas de hoy no tienen el acento
ascético de los anteriores domingos, llamándonos a la conversión, ni nos
presentan a Juan señalando un tiempo nuevo ante la llegada del mesías esperado,
sino que ante la inminencia del nacimiento de Jesús nos introducen de lleno en
el Misterio de la Encarnación, eso sí, llevados de la mano de María, y José
mostrándonos su papel en este Misterio que es obra del Espíritu del Señor,
nuestro Dios. María la virgen madre y José su esposo nos hacen también
partícipes de sus sentimientos más íntimos, de sus dudas ante los planes de
Dios, que también como a nosotros a veces nos descolocan, sin saber cómo
resolver unos interrogantes que nos sobrepasan. María y José se enfrentan al
misterio y lo meditan en el silencio, con humildad, escuchando en su interior
la voz de Dios. Son por eso un ejemplo para todos los creyentes, ellos
fortalecen nuestra fe y nos indican el camino a seguir acogiendo en su vida al
Emmanuel, el Dios-con-nosotros.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I LECTURA
Estas
palabras fueron dirigidas en primer lugar al rey Ajaz, descendiente de David,
que reinó sobre Judá entre los años 736 y 716 a.C. Todo rey terrenal quiere que
su dinastía se perpetúe. En esta profecía, Dios mismo es quien promete estar
siempre presente en la persona de este niño. El nombre Emmanuel -Dios con
nosotros- expresa el deseo de Dios de perpetuar su presencia en medio de la
humanidad.
Lectura
del libro de Isaías 7, 10-14
El Señor habló a
Ajaz en estos términos: “Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo
profundo del Abismo, o arriba, en las alturas”. Pero Ajaz respondió: “No lo
pediré ni tentaré al Señor”. Isaías dijo: “Escuchen, entonces, casa de David:
¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios? Por eso
el Señor mismo les dará un signo. Miren: la joven está embarazada y dará a luz
un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel”.
Palabra de Dios.
Salmo 23, 1-6
R. Va
a entrar el Señor, el rey de la gloria.
Del Señor es la
tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes porque él la
fundó sobre los mares, él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.
¿Quién podrá
subir a la montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene
las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos. R.
Él recibirá la
bendición del Señor, la recompensa de Dios, su salvador. Así son los que buscan
al Señor, los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.
II LECTURA
En este
domingo en que las lecturas están fuertemente ligadas a las expectativas
mesiánicas de la casa de David y del pueblo judío, las palabras del apóstol san
Pablo nos traen el aspecto de universalidad del Evangelio. Jesús es el mesías
del linaje de David que trae la buena noticia a todos los pueblos, en esta
carta representados por los cristianos de Roma que provenían del mundo pagano.
Todos los que recibimos a Jesús como nuestro rey formamos esta comunidad de los
somos llamados a ser santos.
Lectura
de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 1, 1-7
Carta de Pablo,
servidor de Jesucristo, llamado para ser apóstol, y elegido para anunciar la
Buena Noticia de Dios, que él había prometido por medio de sus profetas en las
Sagradas Escrituras, acerca de su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, nacido de la
estirpe de David según la carne, y constituido Hijo de Dios con poder según el
Espíritu santificador, por su resurrección de entre los muertos. Por él hemos
recibido la gracia y la misión apostólica, a fin de conducir a la obediencia de
la fe, para gloria de su nombre, a todos los pueblos paganos, entre los cuales
se encuentran también ustedes, que han sido llamados por Jesucristo. A todos
los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos, lleguen la gracia
y la paz, que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.
ALELUYA
Mt 1, 23
Aleluya. La
virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel,
Dios con nosotros. Aleluya.
EVANGELIO
El sí de
José a la voluntad de Dios hace que Jesús tenga un padre, una familia, un
pueblo y una historia. José es de la familia de David, y al aceptar a Jesús
como su hijo, lo hace heredero de la casa de David. José es el varón justo que
obra para que se cumpla el plan de Dios sobre todo el pueblo y sobre toda la
humanidad.
✜ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 1, 18-24
Este fue el
origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando
todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente,
resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor
se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a
María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella, proviene del
Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús,
porque él salvará a su pueblo de todos sus pecados”. Todo esto sucedió para que
se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: “La Virgen
concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que
traducido significa: “Dios con nosotros”. Al despertar, José hizo lo que el
Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Este último domingo de adviento quiere
ser algo así como el “pregón” de las fiestas que se avecinan, la liturgia en
esta semana que empieza nos recuerda cual ha de ser el motivo de nuestra
meditación, porque el Señor ya está cerca. Estamos en un tiempo de espera ante
su venida, una espera que sostiene nuestra esperanza en alguien que viene a dar
sentido a nuestra vida brindando nuevos horizontes. No podemos dejarnos llevar
por la inercia del caminar monótono de un mundo donde todo parece que tiene
otro lenguaje, nos invade, y a veces acabamos cayendo en aquello que en otros
momentos hemos criticado. En una palabra, hemos de hacer un esfuerzo, nadar
contra corriente, para no olvidar cual es el motivo de nuestra alegría y avivar
nuestra fe como cristianos seguidores de Jesus de Nazaret. Pero todo esto hemos
de llevarlo a cabo en el ambiente en que vivimos con nuestras exigencias
sociales y circunstancias concretas.
La iglesia, que nos invita a seguir la
liturgia de estos días, nos recuerda algo importante, no somos meros
espectadores de un hecho histórico o herederos de una tradición que puede
parecer desfasada o molesta, sino protagonistas del misterio cristiano que se
reproduce ante nosotros con todos sus matices, para recordarnos que el auténtico
sentido de la celebración es el nacimiento de Jesús, que nos compromete
personalmente a un nuevo nacimiento en nosotros.
A través de las lecturas bíblicas vamos
a meditar hoy lo más nuclear del misterio navideño, el nacimiento de Jesús en
nosotros mismos-, que nos llevará a reafirmar nuestra actitud de creyentes. En
esta tarea o ejercicio interior destaca la presencia de los protagonistas de
aquella primera Navidad, son los padres de Jesús, María y José, el relato
evangélico nos va a llevar a pensar en sus sentimientos tan humanos, en sus
vivencias, y sobre todo en sus actitudes y respuesta, al encontrarse con un
misterio comprometido y difícil de entender.
El
nacimiento de Jesús fue de esta manera. (Mateo 1, 18)
Así empieza el evangelio de Mateo que
hoy leemos. Nos presenta lo que podíamos llamar la identidad de Jesús, y lo
hace mostrándonos su genealogía hasta llegar a José, de la estirpe de David,
para relatarnos después de forma sencilla y directa como fue el nacimiento de
Jesús. Nos habla de María, la virgen madre que concibe a su hijo por obra del
Espíritu Santo. Sigue después mostrándonos las dudas de José con quien estaba
desposada, señalando que era un hombre justo y no quería denunciarla, está
confuso, por lo que decide repudiarla en secreto.
Pero el ángel del Seños en sueños
despeja sus dudas, “la criatura que ha concebido María viene del Espíritu
Santo”. De esta forma Dios le hace entender que debe ser el padre protector de
una nueva familia formada por María y Jesús, y le dice: “María dará a luz un
hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los
pecados “. Todo esto es muy importante en la tradición de aquella sociedad
judía, el padre era el que al dar el nombre al hijo hacía oficial su
paternidad, así José se convierte en el padre de Jesús. Este nombre que se le
da tiene un significado, Jesús quiere decir Salvador, el que libra al pueblo
del pecado. Es también el Emmanuel anunciado por el profeta, palabra bíblica
que significa Dios-con-nosotros, porque Dios es el que salva.
María y José, de una forma sencilla
supieron acoger los planes de Dios que en principio no eran sus planes. Por eso
son un modelo para todos los que nos consideramos creyentes que tantas veces
actuamos llevados por nuestros intereses, sin preguntarnos si son conformes a
la voluntad de Dios.
Este relato evangélico sobre el origen
de Jesús contiene un fundamento teológico que solamente podemos entender
nosotros a través de la fe. Nos explica su identidad, Jesús es el mismo Dios
hecho hombre. Es lo que la teología llama el Misterio de la Encarnación, porque
hay que dejar bien sentado que para nosotros es un “misterio”, algo que solo
conocemos porque se nos ha revelado y no tiene una explicación humana.
Pero, partiendo de la aceptación de este
dogma que los creyentes recitamos en el Credo y recordaremos hoy en la misa
dominical, un principio básico en el que se cimienta nuestra fe, hoy nos
interesa analizar nuestra actitud ante el hecho de la presencia de Jesús en
nuestra vida. La Navidad no es sólo la conmemoración de una fecha sino la
invitación a preparar una trasformación interior necesaria en todos nosotros,
porque al aceptar a Dios hecho hombre descubrimos el camino de nuestra
perfección nos hacemos más humanos y la presencia de Dios, nos hace más
“divinos”, es un maravilloso intercambio como nos dice el pregón solemne de la
Nochebuena, porque podemos decir que cada uno de nosotros somos el sitio donde
ese Niño que esperamos nace cada día.
Su
nombre significa “Dios-con-nosotros.”
Por eso es muy importante descubrir lo
que representa esa especie de consigna en la que se centra el misterio de la
natividad del Señor, el “Dios-con-nosotros”, pues en ella esta resumida la
acción liberadora que nos trae Jesús como un auténtico camino de salvación.
Cosa difícil vivir la presencia de Dios
tan cercano en un mundo mediatizado por tantos incentivos materialistas que nos
encadenan, que son opuestos a la llamada del espíritu, que intenta re-vitalizar
nuestra vida. Estamos, en realidad, ante un camino personal que cada uno de
nosotros ha de descubrir. Recordemos la frase conocida de S. Agustín “Dios que
te creó sin ti no te salvará sin ti”.
Hemos de preguntarnos como acogemos a
Dios. Estábamos acostumbrados a tener una imagen de la divinidad como
todopoderosa, transcendente, la imagen de un Dios que se impone, que da
consistencia y que sostiene el universo, un Superhéroe diríamos hoy día… pero
de pronto, el hecho de hacerse hombre nos enseña a interpretar a Dios de una
forma más personal, más cercana, nace un estilo nuevo de relación Dios-Hombre.
Es un Dios que está decididamente con nosotros, Jesús (el Niño-Dios) comienza
su andadura en la tierra haciéndose niño, indefenso y no poderoso, rompiendo
así barreras al hacerse cercano, débil, identificándose con nuestras necesidades
y carencias. Un niño, una nueva esperanza.
Pero esta experiencia de Dios con
nosotros solo la podemos descubrir en la intimidad del silencio, en la
“oración”, donde nos vaciamos de nuestros afanes, inquietudes y ansias de
dominio, para dar cabida a un niño que se presenta pobre y humilde.
María
la madre de Jesús
Al plantearnos la preparación para
celebrar nuestra navidad es preciso que nos fijemos en María la madre de Jesús.
María ha estado siempre presente en medio de la iglesia. Desde su silencio supo
recoger el proyecto de Dios para con nosotros entregándose a él de una forma
responsable y adulta. Son pocos los datos que tenemos sobre la vida de María,
pero son suficientes y muy expresivos. María en todo momento se muestra como
mujer que se entrega a los planes de Dios en una actitud de silencio y
humildad, acogiendo su Palabra y meditándola en su corazón. Desde esta postura,
es el auxilio de los cristianos que han sabido ver en María no solo a la madre
de Jesucristo sino también a la mujer madre nuestra. María con su entrega a
Dios y al prójimo es el modelo de mujer comprometida por el “reino de Dios”
predicado por su hijo. Por eso no es exagerado ni está fuera de lugar la
devoción que los cristianos de todos los tiempos sentimos hacia María, porque
en todo momento han sabido ver en ella a la madre de todos los creyentes que
nos acerca y ayuda a descubrir al Emmanuel: el Dios-con-nosotros.
ESTUDIO BÍBLICO.
En este cuarto Domingo de Adviento las
lecturas nos hacen descubrir verdaderamente al Esperado de los pueblos, a
Jesucristo. Son tres lecturas de densidad cristológica inigualable que nos
hacen tocar con las manos y vivir con corazón sincero la densidad de lo que
significa el que Dios "esté con nosotros" para siempre, es decir, que
sea "Enmanuel".
Iª
Lectura: Isaías (7,10-16): Dios está en nuestra historia
I.1. La primera lectura es probablemente
el más famoso y conocido oráculo del profeta; el que más veces se he
reinterpretado en la historia del pueblo judío, y de las comunidades
cristianas. Es un oráculo que tiene un contexto histórico bien definido: cuando
el rey Acaz buscaba apoyos para su monarquía en los poderosos de este mundo, en
Asiria concretamente, un imperio terrible, ante las amenazas de los reyes de
Damasco y Samaría por quitarle el trono. Entonces el profeta lo afronta con la
gallardía que siempre tienen los profetas que saben leer en la vida las cosas
de Dios. Precisamente lo que busca el rey será su condena; solamente cuando se
es capaz de confiar en Dios, Jerusalén será liberada: "si no creéis, no
subsistiréis".
I.2. Una muchacha muy joven (almah), ha
concebido y dará a luz. Es el signo, el símbolo entrañable de lo que Dios
promete por medio del hombre más lucido en la Jerusalén de aquellos días. Puede
parecer irrisorio para el momento dramático y decisivo que se está viviendo.
Está en juego el trono de Judá y, sin duda, el templo de Dios. si Dios mismo no
tiene la respuesta; y desde el realismo socio-político eso no vale para nada.
Pero Dios no es inmune a lo que está sucediendo. Pide paz y sosiego, confianza
y experiencia divina. Porque Dios puede sacar de la nada lo que los hombres son
incapaces. Ahí queda el símbolo y, si queremos, la leyenda o el mito de lo
religioso. Pero cuando se rehace la historia de las personas, de las familias o
de los pueblos. comprobamos que lo que no tenía sentido sí lo tiene. Estas
palabras de Isaías se cumplirían por medio de la madre joven que habría de dar
un descendiente a Ajaz, Ezequías. Los ejércitos de Israel y Damasco fueron
derrotados por los asirios en el 732 a. C. La guerra sirio-efraimita fue un fracaso,
incluso para Judá, que tuvo que pagar tributo a Asiria; pero la palabra
profética se cumplió: un descendiente davídico seguiría ocupando el trono.
I.3. Es muy importante el contexto
histórico de este oráculo de Isaías, pues de lo contrario perderíamos su
perspectiva verdadera de palabra de luz de un profeta en medio de los miedos y
desajustes que conmocionan al pueblo. El profeta es el único que tiene la luz
necesaria para poner de manifiesto el disparate de Ajaz para echarse en manos
de Asiria y de sus dioses implacables; tiene una mirada más alta para confiar
en el Dios vivo y verdadero que libera de verdad. Es lógico que para un
político esto fuera una ignominia: confiar en Dios cuando Jerusalén puede ser
destruida. Su postura es muy crítica frente al rey de Judá, pero del alma le
sale una promesa que es una oferta para un pueblo nuevo. Porque Dios no
abandonará a su pueblo; y le dará un Mesías, el esperado, aunque éste no venga
como se le esperaba. Con ello se pone en juicio toda la tradición anterior. Es
verdad que esto no está directa e inmediatamente en el texto; serán los
cristianos quien lo acomoden en sentido mesiánico a lo que dijo e hizo Jesús.
IIª
Lectura: Romanos (1,1-7): El evangelio de Dios
II.1. La segunda lectura es el comienzo,
exactamente, de la carta más impresionante de Pablo, lo que se conoce
técnicamente como el preescrito. El Apóstol de los gentiles les anuncia la
buena nueva de Jesucristo: nacido de David según la carne y establecido en su
poder por el Espíritu de Dios. Las formulaciones de fe que Pablo recoge de la
tradición anterior a él no obstan para poner de manifiesto la pasión verdadera
por el evangelio de Dios; precisamente este hombre que antes fue perseguidor de
los que confesaban a Jesús como el salvador. Ahora, en el cristianismo, Pablo
entiende que en Jesucristo se han realizado las promesas de sus profetas, los
que él había intentado conocer en profundidad en las escuelas rabínicas en las
que se había formado en Damasco o en Jerusalén. Y se atreve a más: Dios le ha
llamado precisamente para que este nombre sea conocido hasta los confines de la
tierra. Él ha dejado su antigua pertenencia a la fe judía, precisamente para
que los paganos oyeran hablar de un Dios que siempre está con los hombres, y
que los paganos, los ateos, los apóstatas, los que son dioses de ellos mismos,
puedan escuchar la bondad y la generosidad de este Dios verdadero. Por eso no
se avergüenza del evangelio.
II.2. Llama la atención la expresión de
"evangelio de Dios" que verdaderamente señala a Jesucristo, nacido de
la línea de David y constituido Señor por la resurrección de entre los muertos.
Precisamente el "evangelio de Dios" es lo que Pablo va a desarrollar
en esta carta prodigiosa a los Romanos. Evangelio que, como buena noticia, no
consiste solamente en proclamar que Jesús es el Señor, sino que es el Señor
porque ha dado su vida para que nosotros seamos libres y vivamos de verdad. Es
una gracia esto del evangelio para el apóstol de los gentiles. Efectivamente
"una gracia" que le llega por el evangelio de Dios; una gracia no
solamente para él, sino para todos los hombres. Y como es una gracia, no puede
mantenerla egoístamente para sí, sino que debe proclamarla a todos.
Evangelio:
Mateo (1,18-24): Dios está con nosotros, en Jesús
III.1. El evangelio del evangelista que
mejor ha tratado las profecías del Antiguo Testamento, aunque, por razones
propias de la mentalidad judeo-cristiana, aparezca la figura de José como
introductora de cumplimiento. En el sueño, José -una forma bíblica de hablar de
experiencias religiosas-, tiene encomendado dar un nombre al hijo que dará a
luz su prometida María; le pondrá por nombre Jesús. En Is 7 el nombre era
Enmanuel: ¿Acaso no es lo mismo? Semánticamente no, pero teológicamente sí. Su
nombre simbólico será una realidad eterna: Enmanuel, Dios con nosotros. El
nombre de Jesús significa: Dios salva. Es posible que este relato de Mateo no
alcance las cimas del relato de la anunciación de Lucas (1,26-38), entre otras
cosas porque se ha debido atener a su mentalidad más judía, acorde con su
comunidad y sus búsquedas. No deja de ser, no obstante, un relato prodigioso
como el de Lucas
III.2. Dicen los especialistas, con
razón, que estos relatos han sido escritos en una forma muy peculiar. Le llaman
midrash , en este caso haggada , porque es narrativo, ya que intenta actualizar
un texto del AT y aplicarlo a una situación nueva. Esto es verdad y muy
significativo. No estaban "relatando" en el sentido más estricto,
sino actualizando. No podemos tomar al pie de la letra lo del sueño, pero sí
debemos tomar en consideración su mensaje. José no está herido de infamia por
haber sido engañado por su prometida. Lo importante para Mateo es que él debe
desempeñar una misión, la de ponerle el nombre, ya que el nombre tiene una importancia
decisiva en el lenguaje bíblico. Y el nombre, en este caso, no es el nombre
histórico con el que Jesús ha saltado a la fama. Es el oráculo de Is 7 el que
se quiere actualizar y por ello se le pondrá - ¡que extraño! - Jesús, cuando en
el oráculo era Enmanuel (Dios con nosotros), aunque también en las palabras de
Isaías no hay relación directa entre Enmanuel y el hijo de Ajaz, Ezequías. El
hecho real es que José puso nombre a "su" hijo: Jesús. Con ese
nombre, según el relato midrashico , se estaba cumpliendo la profecía del
Enmanuel.
III.3. No deberíamos pasar por alto cómo
Mateo ha querido responder a una objeción que se le plantea en la genealogía
(1,16) cuando, dejando de lado a los varones (que Jacob engendró a José), debe
introducir a María como la madre de Jesús. En su genealogía de Jesús, Mateo
intenta poner de manifiesto que Cristo desciende realmente de David. Pero, de
hecho, no consigue probarlo porque, en el momento decisivo, en lugar de decir
que Jacob engendró a José, y éste a Jesús, interrumpe la sucesión y afirma:
«Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado
Cristo» (1, 16). Intenta decir lo que intenta decir: que Jesús tiene un origen
divino. Según el derecho judío, la mujer no cuenta en el alcance genealógico.
Por consiguiente, a través de María no puede Cristo insertarse en la casa de
David. Sin embargo, para Mateo es evidente que Jesús es hijo de María y del
Espíritu Santo (1,18). Y entonces surge un problema: ¿Cómo insertar a Jesús, a
través del árbol genealógico masculino, dentro de la genealogía davídica si no
tiene un padre humano? Para resolver el problema, Mateo hace una especie de
acotación o glosa (explicación de una dificultad) y narra la concepción y el
origen de Jesús (1,18-25).
III.4. Su intención no consiste en
narrar la concepción de Jesús, ni en describir, como hace Lucas de forma
extraodinaria (2,1-20), el nacimiento de Jesús. El centro del relato lo
constituye José, el cual, al considerar la situación embarazosa de María,
pretende abandonarla en secreto. ¿Qué ha pretendido Mateo en 1,18-25? Sin duda,
solucionar el problema que se ha suscitado; y el esclarecimiento lo tenemos en
el versículo 25: José, pone al niño el nombre de Jesús ( Yeshúa ), un nombre
teofórico, eminentemente bíblico (Josué/ Yehoshúa ). José, descendiente de
David y esposo legal de María, al imponer el nombre a Jesús se convierte
legalmente en su padre, con lo cual lo inserta en su genealogía davídica. De
este modo, Jesús es hijo de David a través de José, y es también el Mesías. Así
se cumple igualmente la profecía de Isaías (7, 14) de que el Mesías nacería de
una virgen (en realidad almah no es virgen, sino doncella en edad de casarse,
aunque los LXX tradujeron por parqenoV - parthenos, virgen - , y así ha pasado
a la tradición cristiana), y el plan de Dios se realiza de modo pleno. En el
fondo, teológicamente hablando, uno y otro nombre vienen a significar lo mismo:
Dios está con nosotros cuando salva y cuando libera Jesús (porque Yeshúa
significa "Dios es mi salvador" o "Dios salva". Por tanto,
decir Enmanuel y decir Jesús , para el evangelista, es correspondiente, porque
no está Dios con los hombres de otra manera que salvándolos y liberándolos. La
comunidad de Mateo, pues, ha entendido ajustadamente el texto del profeta Isaías.
Porque el oráculo del profeta le trasciende, va más allá de lo que él mismo
podía presuponer. El oráculo se le escapa al profeta porque es Dios quien lleva
a cabo los oráculos de los profetas verdaderos. Esto lo ha sabido recoger muy
bien la comunidad de Mateo y lo ha plasmado en esta escena llena de contenido
teológico. Así, pues, con este evangelio se nos abren las puertas de la
Navidad; termina el Adviento y la esperanza que genera se debe hacer realidad
experimentando de verdad la salvación que nos llega ya. (Fray Miguel de Burgos
Núñez, O. P.).
domingo, 11 de diciembre de 2016
DOMINGO 3º DE ADVIENTO
“Él
mismo viene a salvarnos”
El tiempo del Adviento es la invitación
permanente que Dios nos hace para poder ahondar en la verdadera esperanza, es
decir, en el encuentro cara a cara con Él. La inminencia de la venida de Jesús
nos invita a “ser fuertes y no temer” (cf. Is 35, 4) para poder contemplar los
signos del Reino, con esa misma paciencia con la cual “el sembrador espera el
fruto precioso de la tierra” (Sant. 5, 7).
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
La
lectura de hoy nos insta a ver a Dios y esperar su llegada. ¿Estamos en verdad
seguros que él se acerca a nosotros, que somos vacilantes, limitados en nuestro
caminar, débiles y pobres? Él se acerca, ¿nos acercamos nosotros para encontrar
en él la verdadera fuerza?
Lectura
del libro de Isaías 35, 1-6a. 10
¡Regocíjense el desierto y la tierra
reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca como el narciso, que se
alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano,
el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el
esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las
rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: “¡Sean fuertes, no
teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: Él mismo
viene a salvarlos”. Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán
los oídos de los sordos, entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua
de los mudos gritará de júbilo. Volverán los rescatados por el Señor; y
entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los
acompañarán el gozo y la alegría; la tristeza y los gemidos se alejarán.
Palabra de Dios.
Salmo
145, 6-10
R.
Señor, ven a salvarnos.
El Señor mantiene su fidelidad para
siempre, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor
libera a los cautivos. R.
El Señor abre los ojos de los ciegos y
endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos, y protege a los
extranjeros. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda; y
entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios,
Sión, a lo largo de las generaciones. R.
II
LECTURA
La
paciencia nos fortalece en la esperanza, nos quita la ansiedad de querer que
Dios intervenga ya, ahora, aquí, como si nosotros supiéramos cuál es el mejor y
más propicio momento para la intervención de Dios.
Lectura
de la carta de Santiago 5, 7-10
Tengan paciencia, hermanos, hasta que
llegue el Señor. Miren cómo el sembrador espera el fruto precioso de la tierra,
aguardando pacientemente hasta que caigan las lluvias del otoño y de la
primavera. Tengan paciencia y anímense, porque la venida del Señor está
próxima. Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados. Miren
que el juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia
a los profetas que hablaron en nombre del Señor.
Palabra de Dios.
ALELUYA
Is 61, 1
Aleluya. El Espíritu del Señor está
sobre mí; él me envió a llevar la buena noticia a los pobres. Aleluya.
EVANGELIO
Juan
hubiera esperado una respuesta más simple y directa de parte de Jesús: “Si, yo
soy el Mesías que tenía que venir”. Sin embargo la respuesta que da Jesús deja
siempre espacio para el discernimiento y la fe. Juan tendrá que interpretar si
las obras de Jesús son en verdad signos de la era mesiánica.
✜ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11, 2-11
Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel
de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle:
“¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”. Jesús les respondió:
“Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los
paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los
muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel
para quien yo no sea motivo de tropiezo!”. Mientras los enviados de Juan se
retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: “¿Qué fueron a
ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre
vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios
de los reyes. ¿Qué fueron a ver, entonces? ¿A un profeta? Les aseguro que sí, y
más que un profeta. Él es aquél de quien está escrito: ‘Yo envío a mi mensajero
delante de ti, para prepararte el camino’. Les aseguro que no ha nacido ningún
hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el
Reino de los Cielos es más grande que él”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
La identidad profética de Juan Bautista
El único de los profetas
veterotestamentarios que tendrá la posibilidad de contemplar y señalar al
Mesías será Juan el Bautista. Él es la voz profética que anuncia la inminencia
del Reino y el advenimiento del Señor. Su expectativa mesiánica se centra en la
liberación política y cultual que el Ungido del Señor va a realizar en el
pueblo. Su conciencia de ser mensajero y portavoz lo hace asumir aquella
esperanza en Yavhé que los anawin vivieron con fidelidad. Su compromiso con la
esperanza de Israel lo llevó al desierto para predicar la conversión del
corazón y, en consecuencia, de las estructuras. Como consecuencia de esta
predicación y de una vivencia radical de la esperanza, fue encarcelado por
quienes no quisieron abrir ni dejar transformar el corazón.
La identidad profética de Jesús
La persona de Jesús, su predicación, sus
gestos y sus opciones, provocaron desconcierto en el Bautista. Su postura ante
el poder político y ante el poder religioso era desafiantes. La expectativa
mesiánica de Juan comenzó a ser confusa. ¿Se habría equivocado señalando a
Jesús como el Cordero de Dios? ¿No era necesario que el Mesías mostrara su
poder acabando con aquellas situaciones de injusticia que oprimían a Israel?
Ante esta situación era necesario que Juan envíe a sus discípulos para
clarificar la identidad de Jesús.
Si la identidad profética de Juan
radicaba en ser una “voz profética”, la identidad profética de Jesús radicaba
en ser “Palabra profética”. Son los signos que Jesús realiza los que confirman
su identidad mesiánica. El encuentro con aquellas situaciones de miseria,
enfermedad, pecado y exclusión, desde la misericordia y la compasión, confirman
lo anunciado por el profeta Isaías: “Él mismo viene a salvarnos” (cf. Is 35,
4). Jesús de Nazaret es el rostro íntimo y personal de un Dios que no permanece
indiferente ante el sufrimiento y el dolor humano.
La identidad profética del cristiano
La vida cristiana es profética por
esencia. Donde hay un cristiano se tiene que notar la diferencia en la vivencia
de su fe, de sus palabras y de sus gestos. Se trata de una forma de presencia
cualitativa (no proselitista ni fundamentalista) que nos invita a ser
portadores de esperanza y de buenas nuevas en medio de una sociedad que
sutilmente va apostando por la instauración de un anti-Reino marcado por la
marginación, la autorreferencialidad y la indiferencia.
La identidad profética del Bautista,
confirmada por el mismo Jesús (cf. Mt 11, 9), nos recuerda que somos portavoces
de Dios y que estamos llamados a preparar corazones y caminos de encuentro con
el Señor. Nuestras palabras nos exponen hasta el riesgo de ser perseguidos por
predicar a Jesús como “Verdad que nos hace libres” (cf. Jn 8,32). Callar
implicará sacrificar la felicidad del prójimo.
La identidad profética de Jesús, nos
invita a una predicación con palabras y gestos concretos que acorten distancias
entre las vivencias radicalmente más complejas de las personas que sufren y el
amor incondicional de un Dios que no permanece indiferente ante el misterio del
dolor humano. Ser cristiano es asumir el desafío de convertirse en puente entre
Dios y la humanidad. Ser canales de gracia con palabras que sanen, curen,
perdonen; y gestos históricos concretos que recuerden a otros su vocación y su
dignidad de ser imagen de Dios.
ESTUDIO BÍBLICO.
Iª
Lectura: Isaías (35,1-10): A la búsqueda de la alegría
I.1. La lectura de Isaías evoca una
escena de imágenes creativas y creadoras: es como una caravana de repatriados
que atraviesa un desierto que se transforma en soto y cañaveral por la
abundancia de agua; sanan los mutilados, se alejan los fieras, la caravana se
convierte en procesión que lleva a la ciudad ideal del mundo, Sión, Jerusalén:
con cánticos. Es una procesión que está encabezada por la personificación de
una de las cosas más necesaria para nuestro corazón: La Alegría. Pero no se
trata de cualquier alegría, sino de una Alegría con mayúsculas, de una alegría
perpetua. Y de nuevo termina la procesión (v. 10), se corta de raíz para que
queden alejados la pena y la aflicción (que son el desierto, la infelicidad, la
opresión y la injusticia). Es decir, la procesión a la ciudad de Sión la abre
la alegría y la cierran la alegría y el gozo.
I.2. El Adviento, pues, es un tiempo
para anunciar estas cosas cuando las previsiones, a todos los niveles, son
desastrosas, como puede ser el exilio o el desierto. Quien tiene esperanza en
el Señor comprenderá estos valores que son distintos de los valores con los que
se construye este mundo de producción económica e interesada; porque el Adviento
es una caravana viva a la búsqueda del Dios con nosotros, del Enmanuel . Es un
oráculo, pues, el de Isaías 35, que no puede quedar solamente en metáforas.
Estas cosas se han vivido de verdad en la historia del pueblo de Israel y es
necesario revivirlas como comunidad cristiana, especialmente en Adviento.
IIª
Lectura: Santiago (5,7-10): A la espera del Señor, con entereza
II.1. Dos elementos resuenan con fuerza
en este texto de la carta de Santiago: la venida (parousía ) del Señor y la
paciencia ( makrothymía ). Para ello se pone el ejemplo del labrador, pues no
hay nada como la paciencia del labrador esperando las gotas de agua que vienen
sobre la tierra. hasta que una día llega y ve que se salva su cosecha. De nada
vale desesperarse. porque llegará, a pesar de las épocas de larga sequía. Pero
la paciencia de que todo cambiará un día es sinónimo de entereza y de ánimo.
II.2. El texto, pues, de la carta
Santiago pretende llamar la atención sobre la venida del Señor. El autor
hablaba de una venida que se consideraba próxima, como sucedía en los ámbitos
apocalípticos del judaísmo y el cristianismo primitivo. Pero recomienda la
paciencia para que el juicio no fuera esperado como un obstáculo o un
despropósito. Es verdad que no tiene sentido esperar lo que no merece la pena.
Hoy no nos valen esas imágenes que se apoyaban en elementos críticos de una
época. Pero sí la recomendación de que en la paciencia hay que escuchar a los
profetas que son los que han sabido dar a la historia visiones nuevas. No debemos
escuchar a los catastrofistas que destruyen, sino a los profetas que
construyen.
Evangelio:
Mateo (11,2-11): El reino es salvación, ¡no condenación!
III.1. El texto de hoy del evangelio
viene a ser como el colofón de todos estos planteamientos proféticos que se nos
piden. Sabemos que Jesús era especialmente aficionado al profeta Isaías; sus
oráculos le gustaban y, sin duda, los usaba en sus imágenes para hablar de la
llegada del Reino de Dios. Mateo (que es el que más cita el Antiguo
Testamento), en el texto de hoy nos ofrece una cita de Is. 35,5s (primera
lectura de hoy) para describir lo que Jesús hace, como especificación de su
praxis y su compromiso ante los enviados de Juan. Es muy posible que en esta
escena se refleje una historia real, no de enfrentamiento entre Juan y Jesús,
pero sí de puntos de vista distintos. El reino de Dios no llega avasallando,
sino que, como se refleja en numerosas parábolas, es como una semilla que crece
misteriosamente. pero está ahí creciendo misteriosamente. El labrador lo sabe.
y Jesús es como el "labrador" del reino que anuncia. El evangelista
Mateo ha resaltado que Juan, en la cárcel, fue informado de las obras de Mesías
(no dice sencillamente Jesús, ni el término más narrativo del Señor, como hace
Lucas 7,24). Y por eso recibe una respuesta propia del Mesías.
III.2. El Bautista, hombre de Antiguo
Testamento, está desconcertado porque tenía puestas sus esperanzas en Jesús,
pero parece como si las cosas no fueran lo deprisa que los apocalípticos
desean. Jesús le dice que está llevando a cabo lo que se anuncia en Is 35, y
asimismo en Is 61,1ss. Jesús está movilizando esa caravana por el desierto de
la vida para llegar a la ciudad de Sión; está haciendo todo lo posible para que
los ciegos de todas las cegueras vean; que todos los enfermos de todas las
enfermedades contagiosas del cuerpo y el alma queden limpios y no destruidos y
abandonados a su suerte. El reino que anuncia, y al que dedica su vida, tiene
unas connotaciones muy particulares, algunas de las cuales van más allá de lo
que los profetas pidieron y anunciaron.
III.3. Finalmente añade una cosa
decisiva: ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí! (v.6). Esta expresión ha
sido muy discutida, pero gran mayoría de intérpretes opina que se refiere
concretamente al Bautista. Ésa es la diferencia con Juan, por muy extraña que
nos parezca; porque entre Jesús y Juan se dan diferencias radicales, a pesar
del elogio tan manifiesto de nuestro texto (vv.9-10): uno anuncia el juicio que
destruye el mal (como los buenos apocalípticos) y el otro (como buen profeta)
propone soluciones. Ésa es la verdad de la vida religiosa: los apocalípticos
tiene un sentido especial para detectar la crisis de valores, pero no saben
proponer soluciones. Los profetas verdaderos, y Jesús es el modelo, no
solamente detectan los males, sino que ofrecen remedios: curan, sanan, ayudan a
los desgraciados (culpables o no), dan oportunidades de salvación. Nosotros
hemos tenido la suerte de nacer después de Juan y haber escuchado las palabras
liberadoras del profeta Jesús. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
jueves, 8 de diciembre de 2016
SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA
¡Mantengamos viva la esperanza!
El Papa Pío IX, en la bula
Ineffabilis Deus del 8 diciembre de 1854, declaró: “la Virgen María en el
primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios
Omnipotente y en previsión de los méritos de Jesucristo, Salvador del género
humano, fue preservada inmune de toda mancha de pecado original”. Por tanto,
María fue también redimida por Cristo, pero de manera única, al ser librada de
la culpa original de forma preventiva y de toda experiencia de pecado. Nosotros
fuimos sacados fuera del fango del pecado; ella no cayó en él.
La Virgen del Adviento, Virgen de
la Esperanza o de la O, nos señala el modo de acoger a Jesús que viene a
nuestro encuentro como Salvador. Durante este tiempo de esperanza es Ella quien
mejor nos enseña a recorrer este camino, preparando nuestra mente y corazón
para que el que viene tenga dónde hospedarse.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
PRIMERA
LECTURA
La
Virgen María es la “mujer” destinada por Dios a ser Madre de Aquel que
aplastará la cabeza del maligno.
Lectura
del libro del Génesis 3, 9-15. 20
Después que el hombre y la mujer
comieron del árbol que Dios les había prohibido, el Señor Dios llamó al hombre
y le dijo: "¿Dónde estás?". "Oí tus pasos por el jardín",
respondió él, "y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me
escondí". Él replicó: "¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso
has comido del árbol que yo te prohibí?". El hombre respondió: "La
mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él". El Señor
Dios dijo a la mujer: "¿Cómo hiciste semejante cosa?". La mujer
respondió: "La serpiente me sedujo y comí". Y el Señor Dios dijo a la
serpiente: "Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales
domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu
vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y
la mujer, entre tu descendencia y la suya. Él te aplastará la cabeza y tú le
acecharás el talón". El hombre dio a su mujer el nombre de Eva, por ser
ella la madre de todos los vivientes.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
97, 1-4
R.
Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas.
Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la
victoria. R.
El Señor manifestó su victoria, reveló
su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad en
favor del pueblo de Israel. R.
Los confines de la tierra han
contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos. R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 15, 4-9
Hermanos: Todo lo que ha sido
escrito en el pasado, ha sido escrito para nuestra instrucción, a fin de que
por la constancia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la
esperanza. Que el Dios de la constancia y del consuelo les conceda tener los
mismos sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús, para que, con
un solo corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios, el Padre de nuestro Señor
Jesucristo. Sean mutuamente acogedores, como Cristo los acogió a ustedes para
la gloria de Dios. Porque les aseguro que Cristo se hizo servidor de los judíos
para confirmar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas que él había hecho
a nuestros padres, y para que los paganos glorifiquen a Dios por su
misericordia. Así lo enseña la Escritura cuando dice: "Yo te alabaré en
medio de las naciones, Señor, y cantaré en honor de tu nombre".
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
El
relato de Lucas, rico en detalles significativos, nos muestra a María, a la
escucha atenta de la Palabra de Dios y dispuesta a su plena realización.
✜ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 26-38
El ángel Gabriel fue enviado por
Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba
comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José.
El nombre de la virgen era María. El ángel entró en su casa y la saludó,
diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al
oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía
significar ese saludo. Pero el ángel le dijo: "No temas, María, porque
Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le
dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y
su reino no tendrá fin". María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso,
si yo no tengo relación con ningún hombre?". El ángel le respondió:
"El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También
tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era
considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada
imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del
Señor, que se haga en mí según tu Palabra". Y el ángel se alejó.
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
Mientras contemplamos la belleza de
la Virgen Inmaculada y alabamos a Dios por la excelsa misión a ella confiada en
la vida de Cristo y en la Iglesia, nace en nuestras mentes y corazones una gran
esperanza: Dios está cerca, Dios nunca abandona al hombre y nosotros podemos
seguir confiando en Dios y enfrentarnos a las diversas dificultades en medio a
las cuales nos encontramos. Son muchos los fundamentos de nuestra esperanza.
La primera Lectura, del libro del
Génesis, relata la historia del pecado original, una de las mayores
contribuciones de la fe católica a la cultura humana. La ruptura de relaciones
entre el hombre y Dios, la lucha interior entre el bien y el mal, y los
enfrentamientos familiares, sociales y políticos tienen la explicación en este
acontecimiento nefasto, que pesa sobre la especie humana.
El hombre tiene miedo a Dios; no se
fía de Dios. Los hombres seguimos echándonos la culpa los unos a los otros y
pensamos que los conflictos se solucionan declarando la guerra. Las
consecuencias del pecado original son devastadoras. Todos nacemos con el pecado
original. Todos hemos nacido deteriorados, aunque no incapacitados para el
bien.
La gracia redentora de Cristo, que
llega a nosotros mediante la Palabra y los Sacramentos, restaura nuestra
relación con Dios en la confianza, restablece las relaciones interpersonales en
el amor de benevolencia, que perdona y hace el bien, y crea puentes de
entendimiento en la sociedad en vistas a la paz, pues estamos de paso para la
vida eterna.
La segunda Lectura, de la Carta de
San Pablo a los Romanos, nos presenta la Escritura como fuente de viva
esperanza, gracias a la instrucción y, sobre todo, al consuelo y perseverancia,
que nos regala la Palabra de Dios en medio de una sociedad hostil, que busca el
interés individual, olvidando los derechos de los demás.
Sabemos que Dios es fiel y cumple
sus promesas dadas a los Padres. Tengamos nosotros los mismos sentimientos de
Cristo, para acogernos unos a otros, sembrando la confianza en Dios
especialmente en los más necesitados. De este modo, también los gentiles
proclamarán las misericordias de Dios, cuando a través nuestro conozcan y amen
a Dios.
El Evangelio de San Lucas es la
historia de la anunciación a la Virgen María, la llena de gracia. En este
cuadro se entrecruza el cielo y la tierra; se revela el plan de Dios para
salvar a la humanidad en la intimidad de una familia, sencilla en lo social y
grandiosa en lo sobrenatural. El arcángel San Gabriel anuncia a María la
elección divina sobre ella, quien acepta: He aquí la sierva del Señor, hágase
en mí según tu palabra.
El adviento de María, esperando el
nacimiento de su Hijo, es para nosotros escuela donde aprendemos a disponer
nuestro espíritu y nuestro cuerpo a la venida del Salvador; escuela donde
contemplamos la belleza de María, proclamando las maravillas que Dios ha hecho
en ella; escuela donde aprendemos a respetar la figura de la esposa, de la
madre, de la mujer en el matrimonio, en la familia, en la vida.
Hoy muchos hombres y mujeres,
incluso a veces cristianos y católicos, pasan por las tinieblas y la confusión,
consecuencia de tantos pecados personales y sociales, por ejemplo, quienes no
santifican el domingo y quienes no respetan la vida del niño no nacido. Que la
Virgen Inmaculada, gracias a tantas vigilias de oración como se han vivido en
esta última noche, despierte las conciencias, ilumine las mentes, enfervorice
los corazones para que sean muchos los que vuelvan su mirada a la Virgen María
y vuelvan a caminar con aquella primera ilusión, de cuando se dieron cuenta que
no estaban solos, que el cielo los acompaña y que son herederos de una misión:
transmitir la fe a la propia generación, para poder descansar en paz con los
antepasados.
Señor, tú que viniste a este mundo
tenebroso para redimirnos de nuestros pecados, haz que ahora te acojamos en
nuestros corazones recibiendo santamente la Eucaristía, para que de este modo nos
preparemos para recibirte cuando vuelvas glorioso para juzgarnos, mostrando tu
misericordia y tu justicia.
En este día grande, de la fiesta de
la Inmaculada, confiemos a la Virgen nuestras vidas, nuestras comunidades,
familias y amistades.
ESTUDIO
BÍBLICO
El Señor hizo en mí maravillas
¡Gloria al Señor!
La festividad de la Inmaculada, en
medio del Adviento, desata, religiosamente hablando, todos los resortes más
sensibles y utópicos de lo que ha perdido la humanidad. Si analizamos todo ello
psicológicamente, habría que recurrir a muchos elementos culturales,
ancestrales, pero muy reales, del pecado y de la gracia. El contraste entre la
mujer del Génesis que se carga de culpabilidad y la mujer que aparece en la
Anunciación, resuelve, desde el proyecto del Dios del amor, lo que las culturas
antifeministas o feministas no pueden resolver con discusiones estériles.
Iª Lectura: Génesis (3,9-15.20): El
egoísmo del pecado
I.1. La primera lectura de Génesis
3,9-15.20 es la exposición catequética y teológica de un autor llamado
"yahvista" (la tesis más extendida), que se limita a poner por
escrito toda la tradición religiosa de siglos, en ambientes culturales
diversos, sobre la culpabilidad de la humanidad: Adán-Eva. Lo prohibido o lo
vedado nos abruma, nos envuelve, nos fascina, nos empapa en libertad
desmesurada, hasta que vemos que estamos con las manos vacías. Entonces
empiezan las culpabilidades: la mujer, el ser débil frente al fuerte, como ha
sucedido en casi todas las culturas, carga con más culpa por parte del varón,
pero no por parte de Dios. Y por medio aparece el mito de la serpiente, como
símbolo de una inteligencia superior a nosotros mismos, que no es divina, pero
lo parece.
I.2. Es muy razonable que debamos
desmitologizar muchas cosas del relato, pero eso no quiere decir que esté falto
de sentido. Es verdad que hoy no podemos concebir que el "pecado
original" consista en comer o no comer de un árbol prohibido. Pero el
relato deja ciertas pistas que son elocuentes: el ser humano, instigado por la
serpiente, quiere absolutizar su vida, quiere absolutizarse a sí mismo y
apoderarse de lo creado como un ser divino, prescindiendo del Dios creador. A
la vez, la "experiencia de alteridad" se muestra en que el otro es
peor que yo; esto sí que explica muchos males en la historia de la humanidad.
Así comienza un camino de despropósitos, sencillamente porque el ser humano,
con su chispa divina en el corazón y en el alma, no es nada sin Dios. ¿Quién
podrá devolver a la humanidad todo su sentido? Dios mismo, pero cuando la
humanidad se abra profundamente a su creador.
I. 3. El mal siempre ha sido
descrito míticamente. Pero en realidad el mal lo hacemos nosotros y lo
proyectamos al que está frente de nosotros, especialmente si es más débil,
según la una visión cultural equivocada. ¿Quién podrá liberarnos de ello?
Siempre se ha visto en este texto una promesa de Dios; una promesa para que
podamos percibir que el mal lo podemos vencer, sin proyectarlo sobre el otro,
si sabemos amar y valorar a quien está a nuestro lado; en este caso el hombre a
la mujer y la mujer al hombre.
IIª Lectura: Romanos (15,4-9):
Perseverancia y consuelo
II.1. Nuevamente en este domingo,
en la carta a los Romanos, Pablo hace referencia a las Escrituras, en este caso
al Antiguo Testamento, para que de ellas podamos sacar unas consecuencias
inmediatas: perseverancia y consuelo. Son dones que proceden de Dios.
Perseverancia, porque hay que tener en cuenta que Dios no falta a su alianza y
a sus promesas; ha prometido un mundo mejor, nuevo, justo, (sería en este caso
la promesa de la primera lectura de Isaías) y si perseveramos en fiarnos de esa
promesa, la verán nuestro ojos.
II.2. Consuelo, porque cuando
verificamos lo lejos que estamos de ese estado ideal y casi olímpico; la
actitud cristiana no puede ser la desesperación; debemos consolarnos porque
algo absolutamente nuevo nos viene de parte de Dios. Y el Adviento es un tiempo
propicio para ello. El ejemplo que propone es Cristo, servidor de judíos y
paganos, de magnitudes irreconciliables, de mentalidades opuestas. Cristo es el
futuro de todos los hombres. Este ideal no puede perderse para los seguidores
del evangelio, para las comunidades cristianas que viven en cualquier parte del
mundo. El Adviento es un tiempo ideal, es su idiosincrasia, porque es un tiempo
de promesas que adelantan un futuro de lo que un día debe ser lo que Dios ha
querido para toda la humanidad.
Evangelio: Lucas (1,26-38): La
respuesta a la gracia, cura el pecado
III.1. El evangelio de la
"Anunciación" es, sin duda, el reverso de la página del Génesis. Así
lo han entendido muchos estudiosos de este relato maravilloso lleno de
feminismo y cargado de símbolos. Aunque aparentemente no se usen los mismos
términos, todo funciona en él para reivindicar la grandeza de lo débil, de la
mujer. Para mostrar que Dios, que había creado al hombre y a la mujer a su
imagen y semejanza, tiene que decir una palabra definitiva sobre ello. Es
verdad que hay páginas en el mundo de la Biblia que están redactadas desde una
cultura de superioridad del hombre sobre la mujer. Pero hay otras, como este
evangelio, que dejan las cosas en su sitio. Cuando Dios quiere actuar de una
forma nueva, extraordinaria e inaudita para arreglar este mundo que han
manchado los poderosos, entonces es la mujer la que se abre a Dios y a la
gracia.
III.2. Se han hecho y se pueden
hacer muchas lecturas de este relato asombroso. Puede ser considerado como la
narración de la vocación a la que Dios llama a María, una muchacha de Nazaret.
Todo en esta aldea es desconocido, el nombre, la existencia, e incluso el
personaje de María. Es claro que, desde ahora, Nazaret es punto clave de la
historia de la salvación de Dios. Es el comienzo, es verdad, no es final. Pero
los comienzos son significativos. En el Génesis, los comienzos de la
"historia" de la humanidad se manchan de orgullo y de miedo, de
acusaciones y de despropósitos. Aquí, en los comienzos del misterio de la
"encarnación", lo maternal es la respuesta a la gracia y abre el
camino a la humanización de Dios. María presta su seno materno a Dios para
engendrar una nueva humanidad desde la gracia y el amor. ¿Cómo? Entregando su
ser humano a la voluntad de Dios. Querer decir más sería entrar en una
elucubración de conceptos y afirmaciones "dogmáticas" que nos alejarían
del sentido de nuestro relato.
III.3. El relato tiene todo lo
mítico que se necesita para hablar de verdades profundas de fe (si aparece un
ángel es por algo); no debemos ser demasiado "piadosillos" en su
interpretación. En realidad todo acontece de parte de Dios, pero no en un
escenario religioso. Por eso es más asombrosa esta narración que, sin duda,
tiene de histórico lo que le sucede a María en su vida. Ella es una criatura
marginal que ha sido elegida por Dios, y esto es tan real como histórico. Su
hijo será también un judío marginal. Es un relato que no está compuesto a base
de citas bíblicas, pero sí de títulos cristológicos: grande, Hijo del Altísimo,
recibirá el trono de David su padre. Todo eso es demasiado para una muchacha de
Nazaret. Y todo ocurre de distinta manera a como ella lo había pensado; ya
estaba prometida a un hombre. Ella pensaba tener un hijo, ¡claro!, pero que
fuera grande, Hijo del Altísimo y rey (Mesías en este caso), iba más allá de
sus expectativas. Pero sucede que cuando Dios interviene, por medio del
Espíritu, lo normal puede ser extraordinario, lo marginal se hace necesario.
Esa es la diferencia entre fiarse de Dios como hace esta joven de Nazaret o
fiarse de "una serpiente" como hizo la mítica Eva.
III.4. María de Nazaret, pues, la
"llena de gracia", está frente al misterio de Dios, cubierta por su
Espíritu, para que su maternidad sea valorada como lo más hermoso del mundo.
Sin que tengamos que exagerar, es la mujer quien más siente la presencia
religiosa desde ese misterio maternal. Y es María de Nazaret, de nuestra carne
y de nuestra raza, quien nos es presentada como la mujer que se abre de verdad
al misterio del Dios salvador. Ni los sacerdotes, ni los escribas de Jerusalén,
podían entenderlo. La "llena de gracia" ( kejaritôménê ), con su
respuesta de fe, es la experiencia primigenia de la liberación del pecado y de
toda culpa. Dios se ha hecho presente, se ha revelado, a diferencia del Sinaí,
en la entraña misma de una muchacha de carne y hueso. No fue violada, ni maltratada,
ni forzada... como otras como ella lo eran por los poderosos soldados de
imperio romano que controlaban Galilea. Fue el amor divino el que la cautivo
para la humanidad. Por eso, en un himno de San Efrén (s. IV) se la compara con
el monte Sinaí, pero el fuego devorador de allí y la llama que los serafines no
pueden mirar, no la han quemado. Esta "teofanía" divina es otra cosa,
es una manifestación de la gracia materna de Dios.
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