domingo, 14 de febrero de 2016

DOMINGO 1º DE CUARESMA


Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto

El Papa Francisco nos invita a vivir esta Cuaresma en el horizonte de la misericordia. La misericordia no es un atributo más de Dios. Es su nombre propio. El que mejor expresa su misteriosa condición divina, que consiste en ese abismo de bondad y de amor infinito, volcado hacia la debilidad, la miseria y el pecado de los humanos, siempre dispuesto a sanarlos y perdonarlos.

Este misterio, insondable para nosotros, se nos ha manifestado en-por-con Jesucristo con los rasgos de una vida humana que reacciona al sufrimiento de los hombres con la compasión y el consuelo entrañables; nuestra condición pecadora, con la entrega de su propia vida ha destruido el poder del pecado y de la muerte, abriéndonos el camino a la vida eterna. De Jesús hemos aprendido además los humanos a ser misericordiosos como lo es el Padre celestial; a ver en la práctica de la misericordia el ideal de la perfección a la que estamos llamados; y a llenar nuestra vida y el mundo de esa bienaventuranza que procuran el amor mutuo y la esperanza de que nuestra vida termina en los brazos del Padre misericordioso.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA

Hoy nos sentimos parte de un pueblo que camina, que se encuentra con Dios, que ofrece sus dones. Hoy elegimos ser consagrados para vivir una vida en la que Dios es el único ante el cual nos postramos.

Lectura del libro del Deuteronomio 26, 1-2. 4-10

Moisés habló al pueblo diciendo: "Cuando entres en la tierra que el Señor, tu Dios, te da en herencia, cuando tomes posesión de ella y te establezcas allí, recogerás las primicias de todos los frutos que extraigas de la tierra que te da el Señor, tu Dios, las pondrás en una canasta, y las llevarás al lugar elegido por el Señor, tu Dios, para constituirlo morada de su Nombre. El sacerdote tomará la canasta que tú le entregues, la depositará ante el altar, y tú pronunciarás estas palabras en presencia del Señor, tu Dios: 'Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y se refugió allí con unos pocos hombres, pero luego se convirtió en una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura servidumbre. Entonces pedimos auxilio al Señor, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestra voz. Él vio nuestra miseria, nuestro cansancio y nuestra opresión, y nos hizo salir de Egipto con el poder de su mano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos y prodigios. Él nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra que mana leche y miel. Por eso ofrezco ahora las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me diste'. Tú depositarás las primicias ante el Señor, tu Dios, y te postrarás delante de él".
Palabra de Dios.

Sal 90, 1-2. 10-15

R. En el peligro, Señor, estás conmigo.

Tú que vives al amparo del Altísimo y resides a la sombra del Todopoderoso, di al Señor: “Mi refugio y mi baluarte, mi Dios, en quien confío”. R.

No te alcanzará ningún mal, ninguna plaga se acercará a tu carpa, porque él te encomendó a sus ángeles para que te cuiden en todos tus caminos. R.

Ellos te llevarán en sus manos para que no tropieces contra ninguna piedra; caminarás sobre leones y víboras, pisotearás cachorros de león y serpientes. R.

“Él se entregó a mí, por eso, yo lo libraré; lo protegeré, porque conoce mi Nombre; me invocará, y yo le responderé. Estaré con él en el peligro, lo defenderé y lo glorificaré”. R.

II LECTURA

San Pablo quiere que lleguemos a un punto esencial de nuestra fe y de la salvación. La proclamación del nombre de Señor, que surge de lo más profundo de nuestro ser, con la más sincera convicción, nos llevará a la salvación.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 10, 5-13 

Hermanos: Moisés escribe acerca de la justicia que proviene de la Ley: “El hombre que la practique, vivirá por ella”. En cambio, la justicia que proviene de la fe habla así: “No digas en tu corazón: ¿quién subirá al cielo?”, esto es, para hacer descender a Cristo. O bien: “¿quién descenderá al Abismo?”, esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos. Pero, ¿qué es lo que dice acerca de la justicia de la fe? “La palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón”, es decir, la palabra de la fe que nosotros predicamos. Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación. Así lo afirma la Escritura: “El que cree en él, no quedará confundido”. Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan. Ya que “todo el que invoque el nombre del Señor se salvará”.
Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN      Mt 4, 4b

El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

EVANGELIO

Cuando el demonio le propone a Jesús convertir las piedras en pan está proponiéndole a Jesús que resuelva la situación mágicamente. Y Jesús se rehúsa a eso. “Así también podríamos decir hoy: no busquemos soluciones inmediatas, no queramos organizar de un golpe una sociedad tan injustamente organizada durante tanto tiempo; organicemos, sí, la conversión de los corazones. 

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 4, 1-13

Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: “Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan”. Pero Jesús le respondió: “Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan”. Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: “Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá”. Pero Jesús le respondió: “Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto”. Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: Él dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden. Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra”. Pero Jesús le respondió: “Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”. Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

El relato de las tentaciones de Jesús (Lc 4,1-13) no tiene sólo ese sentido moralizante que tantas veces se le ha atribuido. El Tentador no le propone que se aparte de su fin, es decir del Proyecto de Salvación con el cual se identificaba y por el cual había optado al bautizarse en el Jordán, sino que le ofrece unos medios determinados para realizarlo. Medios que, humanamente hablando, son los más eficaces que alguien imaginar pueda: nadie ni nada podría resistirse a alguien que tiene en sus manos el poder total y el dominio absoluto.

En la primera tentación, Jesús se rechaza «convertir» la piedra en pan. Efectivamente, lo primero que necesita una persona es comer, pero «no sólo de pan vive el hombre». Y es que el Reino de Dios no reduce al hombre a un mero consumidor de pan; el hombre necesita también una palabra de Dios que le llame por su nombre, le devuelva su dignidad de interlocutor suyo, ponga en pie toda su persona, lo conduzca a asumir él mismo el trabajo de hacer el pan y compartirlo con todos. El Reino no se construye con el paternalismo asistencialista ni con la seducción de lo espectacular y maravilloso. El camino de presencialización del Reino es el tú a tú, en la limitación y cercanía de los encuentros humanos, en el servicio a todos.

En la segunda escena, Jesús está mirando el mundo desde una montaña alta. A sus pies se le presentan «todos los reinos de la tierra» con sus conflictos, guerras e injusticias. Ahí quiere Jesús introducir el Reino de la paz y la justicia de Dios. El Tentador, por el contrario, le ofrece «el poder y la gloria de estos reinos» si se le somete. Pero dicho Reino no se construye basándose en un prestigio que brota de la renuncia explícita o implícita de Dios.

Por último, en lo alto del templo, el diablo le sugiere a Jesús buscar a Dios en la falsa seguridad. Podrá vivir tranquilo, «sostenido por sus manos» y caminar sin tropiezos ni riesgos de ningún tipo, dominando a todos. Y Jesús reacciona: «No tentarás al Señor tu Dios». Es necesario asumir a veces compromisos arriesgados, confiando en Dios como Jesús.

Así, pues, el Tentador no pretende que Jesús abandone su Causa -el Reino de Dios-, sino que intente lograrla con unos medios -poder, prestigio y dominación- que son exactamente el polo opuesto del único camino y procedimiento señalado por el Padre: la solidaridad con todos los pecadores y oprimidos de la Tierra, vivida hasta las últimas consecuencias, como el Siervo de Yavé (Lc 3,22).

En nuestra vida también encontramos muchas tentaciones: materialismo; egoísmo; orgullo; vanagloria; etc. Ellas son momentos de nuestra lucha contra el mal y contra todo lo que nos aleja de Dios y de su Reino. Son pruebas en las que podemos discernir la profundidad y solidez de nuestra fe. Purificar y fortalecerla, pues a veces está algo floja o se deja llevar por el ambiente, asumiendo sus criterios y opciones. Siempre será tentador buscar reputación, renombre y prestigio. Pero pocas cosas son más ridículas en el seguimiento a Jesús que la ostentación y la búsqueda de honores. Le hacen daño y lo vacían de verdad tanto a nivel personal como eclesial.

Nos señala el mismo relato según San Mateo (4,11) que, tomada la decisión, "lo dejó el diablo... Se acercaron unos ángeles y le sirvieron"; expresando con ello la cercanía del Padre confirmando el camino elegido y toda la armonía y paz de su espíritu que ello conllevaba.

Y todo esto se nos propone en este tiempo cuaresmal que iniciamos, aunque no sea únicamente para él. Esta Cuaresma podría ser:

- un tiempo para revisar a nivel personal cómo vivo personalmente mi ser cristiano, si he caído en las tentaciones que señala el relato evangélico, y si lo hago en coherencia con mi fe. (Hemos escuchado la profesión de fe del pueblo escogido en la primera lectura y la profesión de fe del que cree en Jesucristo en la segunda). Y pedir perdón a Dios y al prójimo por nuestras incoherencias.
- un tiempo para revisar a nivel eclesial cómo vivimos nuestro testimonio cristiano, si hemos caído en esas mismas tentaciones, si lo hacemos en coherencia con nuestra fe. Y pedir perdón a Dios y al prójimo por nuestros fallos.

El Papa Francisco en su Misericordiae Vultus (n. 17) nos invita a vivir la Cuaresma de este Año Jubilar "con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios. ¡Cuántas páginas de la Sagrada Escritura pueden ser meditadas en las semanas de Cuaresma para redescubrir el rostro misericordioso del Padre! Con las palabras del profeta Miqueas también nosotros podemos repetir: Tú, oh Señor, eres un Dios que cancelas la iniquidad y perdonas el pecado, que no mantienes para siempre tu cólera, pues amas la misericordia. Tú, Señor, volverás a compadecerte de nosotros y a tener piedad de tu pueblo. Destruirás nuestras culpas y arrojarás en el fondo del mar todos nuestros pecados (cf. 7,18-19)."


ESTUDIO BÍBLICO

La fidelidad a Dios nos otorga la liberación de la Pascua

La Cuaresma es uno de los tiempos litúrgicos más determinantes de la vida cristiana porque nos prepara para celebrar la Pascua: es decir, la muerte y la resurrección del Señor. Alguna vez hemos oído que se llama “cuaresma” porque recuerda el número cuarenta, bien los cuarenta años del pueblo en el desierto antes de entrar en la tierra prometida y gustar definitivamente la liberación de Egipto; o bien los cuarenta días en que Jesús se nos presenta en el desierto preparándose, como el pueblo, para su gran misión.

Iª Lectura: Deuteronomio (26,4-10): Dios libera a su pueblo

I.1. En este primer domingo de Cuaresma nos encontramos, primeramente, con una lectura muy significativa, porque es uno de los textos más primitivos del Antiguo Testamento. En esa lectura se nos da un “confesión de fe”, lo que el pueblo creía y repetía frecuentemente: que ellos son descendientes de un arameo errante, un hombre oriental, nuestro padre Abrahán, que lo dejó todo por el Dios que se acercó a los hombres para reconducir la historia de la humanidad, que había perdido su rumbo. La confesión de fe, aparentemente, es pobre, porque es un fórmula y como tal no ofrece detalles; pero tiene la fuerza de la experiencia vital, de los que consideran que su vida tiene una orientación determinada y determinante. El pueblo descendiente de Abrahán ha pasado por numerosas vicisitudes hasta ser un pueblo, una nación.

I.2. Importante es poner de manifiesto también que todo se lo deben a Dios. No a un dios innominado, sino a un Dios que se compromete en la historia de un pueblo concreto y de una comunidad concreta. Ese pueblo es Israel, quien ha dado a la humanidad una de las experiencias religiosas más radicales: porque es un pueblo que ha sentido la liberación de Dios. Ha sido Dios quien se ha hecho notar primero, quien buscó a este pueblo, no ha sido el pueblo quien buscó a Dios. Es verdad que éste no es un privilegio de elección para encerrarse en él mismo, ni para presumir orgullosamente, ya que debe abrirse a todos los demás pueblos y naciones para que conozcan a ese Dios: Yahvé, liberador de Israel y liberador de todos los hombres. Todo lo expresa el Deuteronomio en esa formulación de su fe más radical.

IIª Lectura. Romanos (10,8-13): Toda la humanidad, en Cristo

La segunda lectura es muy expresiva, es confesión de fe también, pero va mucho más allá de lo que Dios puede hacer por nosotros. Lo que hizo con Israel es solamente una pequeña manifestación de lo que ha proyectado sobre todos los hombres. Y eso que piensa hacer con nosotros, lo ha hecho con Jesucristo, su Hijo, a quien ha resucitado, lo ha liberado de la muerte. Es eso lo que nos espera a todos de parte del Dios de Israel y del Dios de Jesucristo. Todos, judíos y paganos, deben encontrarse en ese Dios resucitador, porque hemos sido llamados a la vida verdadera. Ese es el sentido de la Pascua cristiana que marca todo el horizonte de este tiempo cuaresmal.

Evangelio: Lucas (4,1-13): En las manos de Dios

III.1. La lectura del evangelio de Lucas nos expone el relato de las tentaciones, una de las narraciones más expresivas, aunque bien es verdad que no exenta de dificultades. Podemos resumir así el significado del evangelio: Jesús afronta tres tentaciones. Esto viene de la tradición. No es que el número tres sea determinante y no se explica solamente recurriendo al pueblo en el desierto, aunque es posible que esa es la inspiración de este relato. Pero en definitiva son el simbolismo de toda la lucha entre el bien y el mal, entre la elección de uno mismo y la opción por Dios. Todas las tentaciones tienen como objetivo, en definitiva, romper la "comunión" con Dios. Para Lucas, Jesús es el nuevo Adán, como se expresa por su genealogía (Lc 3,1ss), por eso no tiene otro proyecto de vida que el vivir la comunión con Dios, que el primer Adán había perdido.

III.2. Lucas ha leído esta escena de la tradición según su perspectiva personal. Para él no se trata especialmente de releer en Jesús las pruebas del desierto (como en el caso muy evidente de Mateo) y ni siquiera de contemplar a Jesús vencedor sobre Satanás como el Mesías que rechaza el mesianismo glorioso y político. Lo que él considera en Jesús en el desierto es esencialmente el designio del Padre que está cumpliéndose. Y esto lo interpreta según la mentalidad de que no puede suceder sin que se encuentre en su camino al adversario, el que trabaja para que la humanidad se pierda en sí misma.

III.3. Este encuentro es solamente la anticipación de otro que será definitivo: en la Pasión y la Cruz, que es la consecuencia de su vida. De ahí que haya reorganizado la tradición primitiva para que todo acabe en Jerusalén, donde Jesús vivirá su Pasión. En el caso de Mateo el orden de las tentaciones es distinto y termina en un monte muy alto, que es toda una figuración. Ambos han leído este episodio en el evangelio galileo de Q (algunos prefieren llamarlo así). En Lucas todo termina  en Jerusalén porque para este evangelista Jerusalén es el final y el comienzo de la vida de de Jesús y de la comunidad cristiana primitiva. Es en Jerusalén, además, donde han de tener lugar las experiencias del Resucitado a los discípulos y, por lo mismo, este triunfo de Jesús en lo más alto del Templo es todo un apunte de la victoria sobre la muerte que ha de anunciarse desde Jerusalén hasta los confines de la tierra.

III.4. Si Lucas ha querido presentar la filiación divina de Jesús en la dimensión del nuevo Adán (como en la genealogía), su relato de las tentaciones debe leerse en esa clave. De ahí que su cristología, con sus intereses parenéticos, no es descriptiva, sino que busca llevar a la comunidad las posibilidades de vivir una experiencia como la de Jesús. La Iglesia que escucha este relato, la comunidad, vive también bajo el Espíritu, como Jesús, y es conducida por El. Por eso, bajo esa experiencia, los poderes del mal también quieren envolverla en una carrera ciega hacia una desobediencia radical a Dios. En definitiva: Lucas quiere que aprendamos a ser personas libres, como Jesús, en nuestra fidelidad a Dios. Porque Dios es para el hombre, como para Jesús, el que garantiza nuestra libertad y nuestra realización. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).



domingo, 7 de febrero de 2016

DOMINGO 5º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Dejándolo todo, le siguieron”

Con este Domingo del Tiempo Ordinario concluimos el corto intervalo litúrgico entre el Ciclo de Navidad y el inicio de la Cuaresma. Un tiempo “fuerte” en el que la Iglesia nos va a invitar a realizar el camino que nos conduce hacia la Pascua. Un camino de conversión que exige hacer un verdadero proceso que nos ayude a descubrir el misterio de salvación que se realiza en nosotros por el bautismo y nos impulsa a tomar conciencia de que estamos comprometidos a ser “Profetas, Sacerdotes y Reyes”. Como Profetas tenemos que darnos cuenta de lo que significa seguir la voluntad de Dios sobre cada uno de nosotros. A ello nos ayuda nuestro encuentro personal con Jesús de Nazaret que nos invita a “remar mar adentro” para que veamos nuestras limitaciones, pero nos fiamos de “su palabra” que es la fuerza que necesitamos para ser de verdad “pescadores de hombres”. Lo somos cuando no nos negamos a trabajar por el Reino, por la Iglesia, desde nuestra propia realidad allí donde estamos.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El relato de la vocación de Isaías puede parecerse al llamado que Dios hizo a cualquiera de nosotros. Dios nos llama, desde su Gloria se abaja a nuestra humanidad, y eso mismo nos hace sentir una distancia infinita entre nuestro pecado y su santidad. Y aun así, nos envía. Porque el pueblo necesita palabras, voces, y gritos, que anuncien la salvación que Dios regala.

Lectura del libro de Isaías 6, 1-2a. 3-8

El año de la muerte del rey Ozías, yo vi al Señor sentado en un trono elevado y excelso, y las orlas de su manto llenaban el Templo. Unos serafines estaban de pie por encima de él. Cada uno tenía seis alas. Y uno gritaba hacia el otro: “¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos! Toda la tierra está llena de su gloria”. Los fundamentos de los umbrales temblaron al clamor de su voz, y la Casa se llenó de humo. Yo dije: “¡Ay de mí, estoy perdido! Porque soy un hombre de labios impuros, y habito en medio de un pueblo de labios impuros; ¡y mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos!”. Uno de los serafines voló hacia mí, llevando en su mano una brasa que había tomado con unas tenazas de encima del altar. Él le hizo tocar mi boca, y dijo: “Mira: esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido borrada y tu pecado ha sido expiado”. Yo oí la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?”. Yo respondí: “¡Aquí estoy: envíame!”.
Palabra de Dios.

Salmo 137, 1-5. 7c-8

R. Te cantaré, Señor, en presencia de los ángeles.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque has oído las palabras de mi boca. Te cantaré en presencia de los ángeles y me postraré ante tu santo Templo. R.

Daré gracias a tu nombre por tu amor y tu fidelidad. Me respondiste cada vez que te invoqué y aumentaste la fuerza de mi alma. R.

Que los reyes de la tierra te bendigan al oír las palabras de tu boca, y canten los designios del Señor, porque la gloria del Señor es grande. R.

Tu derecha me salva. El Señor lo hará todo por mí. Tu amor es eterno, Señor, ¡no abandones la obra de tus manos! R.

II LECTURA

“La evangelización debe contener siempre –como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo– una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios. No una salvación puramente inmanente, a medida de las necesidades materiales o incluso espirituales pero que se agotan en el cuadro de la existencia temporal y se identifican totalmente con los deseos, las esperanzas, los asuntos y las luchas temporales, sino una salvación que desborda todos estos límites para realizarse en una comunión con el único Absoluto, Dios, salvación trascendente, escatalógica, que comienza ciertamente en esta vida, pero que tiene su cumplimiento en la eternidad” (Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, n. 27).
      
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 15, 1-11

Hermanos, les recuerdo la Buena Noticia que yo les he predicado, que ustedes han recibido y a la cual permanecen fieles. Por ella son salvados, si la conservan tal como yo se la anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano. Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Cefas y después a los Doce. Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto. Además, se apareció a Santiago y a todos los apóstoles. Por último, se me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto. Porque yo soy el último de los apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado apóstol, ya que he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. En resumen, tanto ellos como yo, predicamos lo mismo, y esto es lo que ustedes han creído.
Palabra de Dios.
O bien, más breve:

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 15, 3-8. 11

Hermanos: Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Cefas y después a los Doce. Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto. Además, se apareció a Santiago y a todos los apóstoles. Por último, se me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto. En resumen, tanto ellos como yo, predicamos lo mismo, y esto es lo que ustedes han creído.
Palabra de Dios.

ALELUYA           Mt 4, 19

Aleluya. “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Jesús asombra a la gente, pero también a sus discípulos. Con Pedro pasó algo especial. Su espontaneidad y hasta su ingenuidad debieron llenar de ternura al Señor. Y justamente esa sinceridad es lo que ha transformado al pescador en pescador de hombres.

✜ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 5, 1-11

En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Navega mar adentro, y echen las redes”. Simón le respondió: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes”. Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador. El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”. Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Aquí estoy, envíame

Las tres lecturas que se proclaman hoy en la Liturgia de la Palabra nos hablan de cómo actúa Dios cuando quiere dar una misión a un ser humano. Isaías en el templo ve la gloria de Dios, el tres veces Santo. Descubre su pequeñez y que es un hombre de labios impuros. No es digno de dar un mensaje en nombre de Dios. Pero cuando descubre que la fuerza de Dios, el “tizón encendido”, purifica sus labios, contesta lleno de confianza: “Aquí estoy, Señor, envíame”. Pablo, en la segunda lectura, explicita su fe en la resurrección e invita a los Corintios a descubrir lo que significa creer en Cristo Resucitado, según las Escritura y según el testimonio de Cefas, de los hermanos y de él mismo. Descubre a Cristo en el camino de Damasco como una experiencia personal, y desde entonces sabe de quien se ha fiado. Pedro descubre también su pequeñez al ver la pesca milagrosa, él que había estado “toda la noche bregando, pero en tu palabra lanzo las redes”. Con este “signo” se introdujo Jesús en el corazón de Pedro para transformarlo. Esto le capacita para que pueda ejercer su misión “ser pescador de hombres”

Dejándolo todo lo siguieron

Los tres, Isaías, Pablo, Pedro ante el “signo” que el Señor hace con ellos, descubren su indignidad, pero se fían de su palabra y “dejándolo todo” cumplen con su misión.

Con este relato de Lucas, iluminado también por Isaías y Pablo, se nos está invitando a los cristianos de todos los tiempos a la “misión”, a sentirnos enviados a pesar de nuestra limitaciones humanas (somos pecadores). Necesitamos hoy, más que nunca, ser una Iglesia, una comunidad “en salida”, para poder llegar a tantos hombres y mujeres que caminan por la vida sin ninguna esperanza. Los primeros cristianos no tenían medios y se encontraron con una cultura hostil y un ambiente lleno de dificultades, pero fiándose de Jesús se lanzaron por todo el mundo conocido y extendieron el evangelio por todo el Imperio Romano.

Nosotros, tal vez no queremos dejar nuestras redes y nuestras cosas y eso nos impide un verdadero seguimiento de Jesús. Nos da miedo todo (“hemos remado toda la noche y no conseguimos nada”), no nos fiamos de Jesús y no lanzamos las redes impulsados “por su palabra”.

Mensaje actual

Para ser miembros activos como creyentes comprometidos en la actualidad, no hace falta especial talento, ni cualidades brillantes, ni sobresalir por el prestigio. Nada de eso. Hace falta ser como aparece Pedro en el relato evangélico de hoy. Hemos de ser hombres y mujeres capaces de:

Fiarnos de Jesús. Esto no es nada fácil. A Pedro le costó creer, como avezado pescador, que en pleno día iban a poder pescar algo. ¿Cómo nos cuesta fiarnos de Dios? ¿Qué rebeldía nos nace ante ciertas situaciones que nosotros no dominamos y nos parecen una perfecta sin razón? Fiarse es necesario para seguir adelante.

Hacer autocrítica. Algo que está de moda decirlo, pero no hacerlo de verdad. Es importante como hizo Pedro reconocer “apártate de mí, que soy un pecador”. Esto es algo difícil de aceptar y confesar. ¿Por qué no lo hacemos nosotros? Nosotros que somos tan buenos, tan religiosos, tan generosos... ¿pecadores? Claro que pecadores. Impresiona cuando el Papa Francisco en repetidas ocasiones se declara pecador. Este es un sentimiento de lo más sano. Ayuda mucho a no juzgar, a comprender y, sobre todo, a comprenderse y a soportarse.

Darse a los demás. Hemos de vivir en función de…Pedro recibió la misión de ser “pescador de hombres”. Los otros serán para Pedro lo importante. Por ellos sufrirá, por ellos se alegrará. Los hombres serán, en adelante, la explicación de su vida. ¿Cuántos cristianos somos capaces de salir de nosotros mismos y de vivir para los demás? No “bogamos mar adentro” porque estamos muy ocupados en nuestras cosas y no tenemos tiempo para los otros. Nuestro “yo” es lo que más nos preocupa.

Estas tres cualidades del discípulo de Jesús nos tienen que ayudar a vivir nuestra fe de una manera más comprometida. Dejándolo todo, le siguieron”.


ESTUDIO BÍBLICO

Todos somos llamados a ser profetas y pescadores de hombres

En el centro de las lecturas de este domingo aparece como mensaje fundamental la fuerza de la Palabra de Dios para cambiar la vida de aquellos que la escuchan, la acogen y la siguen. Esto es bien manifiesto en el evangelio y en la primera lectura profética; pero no lo es menos en el “credo” que Pablo propone a la comunidad de Corinto, recordándoles que si ellos son una comunidad de creyentes, se debe a que han acogido el mensaje, que él, a su vez, había recibido de los testigos de Jesús: que Cristo murió por nosotros y ha resucitado para darnos a todos la vida.

Iª Lectura: Isaías (6,1-2ª.3-8): La palabra de Dios que transforma

I.1. En la lectura profética se nos describe la experiencia de Isaías en el templo de Jerusalén cuando es llamado para ser enviado y hablar al pueblo en nombre de Dios. El profeta se siente indigno, porque ha tenido una experiencia tan intensa de lo que es Dios, de lo que es su Palabra, que no se atreve a hablar a un pueblo infiel, ya que él mismo se considera parte de ese mismo pueblo. Pero con un simbolismo de purificación de uno de los serafines (serafín tiene una raíz hebrea que significa “arder”), en definitiva de la acción curativa y purificadora de la Palabra de Dios, se siente impulsado a hablar a los hombres de Dios. La Biblia sabe muy bien expresar la transformación de la situación de pecado del hombre por medio de la intervención salvífica de Dios.

I.2. Lo que se quiere poner de manifiesto en esta experiencia del propio profeta, no es algo que solo vivirá él, sino todo el pueblo a causa de su palabra profética, que es Palabra de Dios. Quien es llamado a ser profeta siente que le arde el alma y el corazón. ¡Da miedo, claro! Pero la misma Palabra transforma el miedo en valentía y audacia. Cuando ruge el león (como dice Amós 3,8 “Ruge el león, ¿quién no temerá?   Habla el Señor Yahvé, ¿quién no profetizará?). Dios tiene esas intervenciones extraordinarias, a base de experiencia personales, que arranca de la indolencia y la trivialidad. El profeta que tiene la “suerte” no dormirá tranquilo. Ya verá la vida y la religión de otra manera. A cada uno le ocurre en su “status”. Es probable que Isaías fuera de familia distinguida, quizás sacerdotal. Ahí llega también la palabra de Dios para purificar y transformar.

IIª Lectura: Iª Corintios (15,1-11): El credo fundamental del cristianismo primitivo

II.1. En el contexto de 1Cor 15, estos versos iniciales marcan una pauta determinante porque están construidos en torno a la fe primitiva de los cristianos que se resumen, con solemnidad, anunciando la muerte y resurrección de Jesús. ¿En que se apoyan? En la experiencia que tienen de Él después de su muerte. La muerte no ha sido para Él una derrota; no es necesaria, ni lo será para nadie una segunda muerte. No sería justo ni para Dios, ni para ningún hombre. Por tanto, tampoco para Jesús. La resurrección se impone en sus vidas como una experiencia de vida. Esto es una revelación de Dios, que tienen que aceptar por la fe. Así fue y así lo recibió Pablo, y de la misma manera se lo trasmitió a su querida comunidad de Corinto en el mismo momento de la fundación. A eso le llama Pablo, concretamente, el Evangelio.

II.2. Como ya hemos dicho es un "credo", una confesión de fe trasmitida por Pablo. Es verdad que Pablo pretende legitimar su papel de Apóstol para combatir a algunos que niegan la necesidad de la resurrección, y por lo mismo, el hecho fundamental de que Jesucristo hubiera resucitado de entre los muertos. Él, Pablo, se considera como un apóstol abortivo (significa que la experiencia del Señor resucitado para él es como un nacimiento imprevisto, inesperado, casi imposible, ya que él estaba bien convencido de su judaísmo y del valor de la ley, e incluso había perseguido a la comunidad que confesaba a Jesús resucitado), no lo merecía. Pero ahí está dando a conocer en el mundo entero la gran noticia de la resurrección de Jesús y de todos los hombres.

II.3. Pablo les recuerda esto, porque está poniendo unas premisas indiscutibles, ya que intenta responder a una noticia que le ha llegado: que algunos no ven necesario hablar de la resurrección con lo que esto significa desde la mentalidad antropológica de un judío, pero en confrontación con la mentalidad griega. Si comienza así, con esa solemnidad, es porque este “Evangelio” es el principio y la base de toda su argumentación posterior. Debemos reconocer que esta es una de las piezas maestras de los textos de Pablo. Si no se acepta que Cristo ha sido resucitado por Dios, el cristianismo que ellos han aceptado, el evangelio, no tiene sentido. Si Cristo no vive con una vida nueva entonces… el cristianismo no tiene nada que ofrecer a los hombres. ¡Pero no! Cristo ha resucitado… y él mismo ha tenido experiencia de ello, de la misma manera que los otros apóstoles la tuvieron antes que él.

Evangelio: Lucas (5,1-11): La palabra de Dios que cambia la vida de los hombres

III.1. El evangelio nos relata la vocación de Pedro en un pasaje propio de Lucas, distinto de la vocación de los primeros discípulos narrada por Mc 1,16-20; está más próximo de Jn 21,1-11 sobre el momento de las experiencias que tuvieron los apóstoles después de la resurrección de Jesús. Los inconvenientes que Pedro pone a salir a pescar con Jesús y echar las redes en el agua tienen cierto parecido con la objeción de Isaías para desempeñar la misión de profeta. Han estado toda la noche y no han encontrado nada; ahora, casi de día, es más difícil aún, los peces no acuden. Pero en este caso van con Jesús, con el Señor que trae la Palabra viva de Dios. Es eso lo que les hará dejarlo todo para seguirle; dejarán incluso la pesca milagrosa que han recogido para emprender una misión nueva, para pescar a los hombres en el mar de la vida y anunciarles la salvación de Dios.

III.2. Ciertos detalles del texto son dignos de mención: Jesús está en el lago, y la muchedumbre acude para escuchar la “palabra de Dios” (logos tou theou, que es una expresión que es frecuente en la obra de Lucas: 8,11.21; 11,28, Hch 4,31; 6,2.7; 8,14; 11,1; 13,5.7.44.46; 16,32; 17,13; 18,11). Pero esa palabra de Dios, se va a convertir es una fuerza transformadora que haga que Simón y los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, tengan que dejar de ser pescadores, que estaban asociados (koinoi) en el lago, para seguir a Jesús como “pescadores de hombres”. Lo extraordinario de la pesca también tiene su significado, especialmente porque no era la hora de pescar, por la noche, sino a la luz del día. La orden de Jesús, su palabra, hace posible lo que no es normal. Así sucede, pues, con el evangelio que trasforma el miedo en alegría. Pedro se confiesa pecador, indigno, como los profetas. Pero eso no importa… lo importante es seguir a Jesús.


III.3. Por lo mismo, en todas las lecturas, vemos cómo se impone la Palabra de Dios, Dios mismo, Jesucristo resucitado, en la vida de todos aquellos que deben colaborar en el proyecto salvífico sobre este mundo y transforma la existencia de cada uno. La Palabra de Dios tiene una eficacia que motiva la respuesta de Isaías, de Pedro y los apóstoles y de Pablo. No eran santos, sino pecadores y alejados de la “santidad divina”. La Palabra, Jesucristo, su evangelio, se impone en nuestra vida, pero no nos agrede: nos interpela, nos envuelve misteriosamente, nos renueva, cambia los horizontes de nuestra existencia y nos lleva a colaborar en la misión profética del evangelio, que es la misión fundamental de la Iglesia en el mundo. Si al principio dan un poco de miedo las respuestas, estas se hacen radicales, porque no es necesario ser santo o perfecto para colaborar con Dios. Hace falta prestarle nuestra voz, nuestro trabajo y todo será distinto. Se nos propone una vida nueva, en perspectiva de futuro, sin cálculos...y todo cambiará, como cambiaron Isaías y como cambiaron Pedro y Pablo. No somos santos, no somos perfectos ¿cómo podremos? Cuando aprendemos a fiarnos de Jesús y de su evangelio; cuando queremos salir de nuestros límites, la Palabra de Dios es más eficaz que nuestras propias razones para no echar las redes en el agua, en la vida, en la familia, entre los amigos, en el trabajo... y seremos profetas, y seremos pescadores. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).