“Dejándolo todo,
le siguieron”
Con este Domingo del Tiempo Ordinario
concluimos el corto intervalo litúrgico entre el Ciclo de Navidad y el inicio
de la Cuaresma. Un tiempo “fuerte” en el que la Iglesia nos va a invitar a
realizar el camino que nos conduce hacia la Pascua. Un camino de conversión que
exige hacer un verdadero proceso que nos ayude a descubrir el misterio de
salvación que se realiza en nosotros por el bautismo y nos impulsa a tomar
conciencia de que estamos comprometidos a ser “Profetas, Sacerdotes y Reyes”.
Como Profetas tenemos que darnos cuenta de lo que significa seguir la voluntad
de Dios sobre cada uno de nosotros. A ello nos ayuda nuestro encuentro personal
con Jesús de Nazaret que nos invita a “remar mar adentro” para que veamos
nuestras limitaciones, pero nos fiamos de “su palabra” que es la fuerza que
necesitamos para ser de verdad “pescadores de hombres”. Lo somos cuando no nos
negamos a trabajar por el Reino, por la Iglesia, desde nuestra propia realidad
allí donde estamos.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
El
relato de la vocación de Isaías puede parecerse al llamado que Dios hizo a
cualquiera de nosotros. Dios nos llama, desde su Gloria se abaja a nuestra
humanidad, y eso mismo nos hace sentir una distancia infinita entre nuestro pecado
y su santidad. Y aun así, nos envía. Porque el pueblo necesita palabras, voces,
y gritos, que anuncien la salvación que Dios regala.
Lectura
del libro de Isaías 6, 1-2a. 3-8
El año de la muerte del rey Ozías, yo vi
al Señor sentado en un trono elevado y excelso, y las orlas de su manto
llenaban el Templo. Unos serafines estaban de pie por encima de él. Cada uno
tenía seis alas. Y uno gritaba hacia el otro: “¡Santo, santo, santo es el Señor
de los ejércitos! Toda la tierra está llena de su gloria”. Los fundamentos de
los umbrales temblaron al clamor de su voz, y la Casa se llenó de humo. Yo
dije: “¡Ay de mí, estoy perdido! Porque soy un hombre de labios impuros, y
habito en medio de un pueblo de labios impuros; ¡y mis ojos han visto al Rey,
el Señor de los ejércitos!”. Uno de los serafines voló hacia mí, llevando en su
mano una brasa que había tomado con unas tenazas de encima del altar. Él le
hizo tocar mi boca, y dijo: “Mira: esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido
borrada y tu pecado ha sido expiado”. Yo oí la voz del Señor que decía: “¿A
quién enviaré y quién irá por nosotros?”. Yo respondí: “¡Aquí estoy: envíame!”.
Palabra de Dios.
Salmo
137, 1-5. 7c-8
R.
Te cantaré, Señor, en presencia de los ángeles.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque has oído las palabras de mi boca. Te cantaré en presencia de los ángeles
y me postraré ante tu santo Templo. R.
Daré gracias a tu nombre por tu amor y
tu fidelidad. Me respondiste cada vez que te invoqué y aumentaste la fuerza de
mi alma. R.
Que los reyes de la tierra te bendigan
al oír las palabras de tu boca, y canten los designios del Señor, porque la
gloria del Señor es grande. R.
Tu derecha me salva. El Señor lo hará
todo por mí. Tu amor es eterno, Señor, ¡no abandones la obra de tus manos! R.
II
LECTURA
“La
evangelización debe contener siempre –como base, centro y a la vez culmen de su
dinamismo– una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho
hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como
don de la gracia y de la misericordia de Dios. No una salvación puramente
inmanente, a medida de las necesidades materiales o incluso espirituales pero
que se agotan en el cuadro de la existencia temporal y se identifican
totalmente con los deseos, las esperanzas, los asuntos y las luchas temporales,
sino una salvación que desborda todos estos límites para realizarse en una
comunión con el único Absoluto, Dios, salvación trascendente, escatalógica, que
comienza ciertamente en esta vida, pero que tiene su cumplimiento en la
eternidad” (Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, n. 27).
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 15, 1-11
Hermanos, les recuerdo la Buena Noticia
que yo les he predicado, que ustedes han recibido y a la cual permanecen
fieles. Por ella son salvados, si la conservan tal como yo se la anuncié; de lo
contrario, habrán creído en vano. Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo
mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado
y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Cefas y
después a los Doce. Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo
tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto. Además, se
apareció a Santiago y a todos los apóstoles. Por último, se me apareció también
a mí, que soy como el fruto de un aborto. Porque yo soy el último de los
apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado apóstol, ya que he perseguido a la
Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue
estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido
yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. En resumen, tanto ellos como yo,
predicamos lo mismo, y esto es lo que ustedes han creído.
Palabra de Dios.
O bien, más breve:
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 15, 3-8. 11
Hermanos: Les he trasmitido en primer
lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la
Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura.
Se apareció a Cefas y después a los Doce. Luego se apareció a más de quinientos
hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han
muerto. Además, se apareció a Santiago y a todos los apóstoles. Por último, se
me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto. En resumen, tanto
ellos como yo, predicamos lo mismo, y esto es lo que ustedes han creído.
Palabra de Dios.
ALELUYA Mt 4, 19
Aleluya. “Síganme, y yo los haré
pescadores de hombres”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
Jesús
asombra a la gente, pero también a sus discípulos. Con Pedro pasó algo
especial. Su espontaneidad y hasta su ingenuidad debieron llenar de ternura al
Señor. Y justamente esa sinceridad es lo que ha transformado al pescador en
pescador de hombres.
✜ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Lucas 5, 1-11
En una oportunidad, la multitud se
amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de
pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la
orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.
Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara
un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la
barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Navega mar adentro, y echen las
redes”. Simón le respondió: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no
hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes”. Así lo hicieron, y
sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse.
Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a
ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se
hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo:
“Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador. El temor se había apoderado de él
y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo
mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón.
Pero Jesús dijo a Simón: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de
hombres”. Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo
siguieron.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS.
Aquí estoy, envíame
Las tres lecturas que se proclaman hoy
en la Liturgia de la Palabra nos hablan de cómo actúa Dios cuando quiere dar
una misión a un ser humano. Isaías en el templo ve la gloria de Dios, el tres
veces Santo. Descubre su pequeñez y que es un hombre de labios impuros. No es
digno de dar un mensaje en nombre de Dios. Pero cuando descubre que la fuerza
de Dios, el “tizón encendido”, purifica sus labios, contesta lleno de
confianza: “Aquí estoy, Señor, envíame”. Pablo, en la segunda lectura,
explicita su fe en la resurrección e invita a los Corintios a descubrir lo que
significa creer en Cristo Resucitado, según las Escritura y según el testimonio
de Cefas, de los hermanos y de él mismo. Descubre a Cristo en el camino de
Damasco como una experiencia personal, y desde entonces sabe de quien se ha
fiado. Pedro descubre también su pequeñez al ver la pesca milagrosa, él que
había estado “toda la noche bregando, pero en tu palabra lanzo las redes”. Con
este “signo” se introdujo Jesús en el corazón de Pedro para transformarlo. Esto
le capacita para que pueda ejercer su misión “ser pescador de hombres”
Dejándolo todo lo siguieron
Los tres, Isaías, Pablo, Pedro ante el
“signo” que el Señor hace con ellos, descubren su indignidad, pero se fían de
su palabra y “dejándolo todo” cumplen con su misión.
Con este relato de Lucas, iluminado
también por Isaías y Pablo, se nos está invitando a los cristianos de todos los
tiempos a la “misión”, a sentirnos enviados a pesar de nuestra limitaciones
humanas (somos pecadores). Necesitamos hoy, más que nunca, ser una Iglesia, una
comunidad “en salida”, para poder llegar a tantos hombres y mujeres que caminan
por la vida sin ninguna esperanza. Los primeros cristianos no tenían medios y
se encontraron con una cultura hostil y un ambiente lleno de dificultades, pero
fiándose de Jesús se lanzaron por todo el mundo conocido y extendieron el
evangelio por todo el Imperio Romano.
Nosotros, tal vez no queremos dejar
nuestras redes y nuestras cosas y eso nos impide un verdadero seguimiento de
Jesús. Nos da miedo todo (“hemos remado toda la noche y no conseguimos nada”),
no nos fiamos de Jesús y no lanzamos las redes impulsados “por su palabra”.
Mensaje actual
Para ser miembros activos como creyentes
comprometidos en la actualidad, no hace falta especial talento, ni cualidades
brillantes, ni sobresalir por el prestigio. Nada de eso. Hace falta ser como
aparece Pedro en el relato evangélico de hoy. Hemos de ser hombres y mujeres
capaces de:
Fiarnos de Jesús. Esto no es nada fácil.
A Pedro le costó creer, como avezado pescador, que en pleno día iban a poder
pescar algo. ¿Cómo nos cuesta fiarnos de Dios? ¿Qué rebeldía nos nace ante
ciertas situaciones que nosotros no dominamos y nos parecen una perfecta sin
razón? Fiarse es necesario para seguir adelante.
Hacer autocrítica. Algo que está de moda
decirlo, pero no hacerlo de verdad. Es importante como hizo Pedro reconocer
“apártate de mí, que soy un pecador”. Esto es algo difícil de aceptar y
confesar. ¿Por qué no lo hacemos nosotros? Nosotros que somos tan buenos, tan
religiosos, tan generosos... ¿pecadores? Claro que pecadores. Impresiona cuando
el Papa Francisco en repetidas ocasiones se declara pecador. Este es un
sentimiento de lo más sano. Ayuda mucho a no juzgar, a comprender y, sobre
todo, a comprenderse y a soportarse.
Darse a los demás. Hemos de vivir en
función de…Pedro recibió la misión de ser “pescador de hombres”. Los otros
serán para Pedro lo importante. Por ellos sufrirá, por ellos se alegrará. Los
hombres serán, en adelante, la explicación de su vida. ¿Cuántos cristianos
somos capaces de salir de nosotros mismos y de vivir para los demás? No
“bogamos mar adentro” porque estamos muy ocupados en nuestras cosas y no
tenemos tiempo para los otros. Nuestro “yo” es lo que más nos preocupa.
Estas tres cualidades del discípulo de
Jesús nos tienen que ayudar a vivir nuestra fe de una manera más comprometida.
Dejándolo todo, le siguieron”.
ESTUDIO
BÍBLICO
Todos somos llamados a ser profetas y
pescadores de hombres
En el centro de las lecturas de este
domingo aparece como mensaje fundamental la fuerza de la Palabra de Dios para
cambiar la vida de aquellos que la escuchan, la acogen y la siguen. Esto es
bien manifiesto en el evangelio y en la primera lectura profética; pero no lo
es menos en el “credo” que Pablo propone a la comunidad de Corinto,
recordándoles que si ellos son una comunidad de creyentes, se debe a que han
acogido el mensaje, que él, a su vez, había recibido de los testigos de Jesús:
que Cristo murió por nosotros y ha resucitado para darnos a todos la vida.
Iª
Lectura: Isaías (6,1-2ª.3-8): La palabra de Dios que transforma
I.1. En la lectura profética se nos
describe la experiencia de Isaías en el templo de Jerusalén cuando es llamado
para ser enviado y hablar al pueblo en nombre de Dios. El profeta se siente
indigno, porque ha tenido una experiencia tan intensa de lo que es Dios, de lo
que es su Palabra, que no se atreve a hablar a un pueblo infiel, ya que él
mismo se considera parte de ese mismo pueblo. Pero con un simbolismo de
purificación de uno de los serafines (serafín tiene una raíz hebrea que
significa “arder”), en definitiva de la acción curativa y purificadora de la
Palabra de Dios, se siente impulsado a hablar a los hombres de Dios. La Biblia
sabe muy bien expresar la transformación de la situación de pecado del hombre
por medio de la intervención salvífica de Dios.
I.2. Lo que se quiere poner de
manifiesto en esta experiencia del propio profeta, no es algo que solo vivirá
él, sino todo el pueblo a causa de su palabra profética, que es Palabra de
Dios. Quien es llamado a ser profeta siente que le arde el alma y el corazón.
¡Da miedo, claro! Pero la misma Palabra transforma el miedo en valentía y
audacia. Cuando ruge el león (como dice Amós 3,8 “Ruge el león, ¿quién no
temerá? Habla el Señor Yahvé, ¿quién no
profetizará?). Dios tiene esas intervenciones extraordinarias, a base de
experiencia personales, que arranca de la indolencia y la trivialidad. El
profeta que tiene la “suerte” no dormirá tranquilo. Ya verá la vida y la
religión de otra manera. A cada uno le ocurre en su “status”. Es probable que
Isaías fuera de familia distinguida, quizás sacerdotal. Ahí llega también la
palabra de Dios para purificar y transformar.
IIª
Lectura: Iª Corintios (15,1-11): El credo fundamental del cristianismo
primitivo
II.1. En el contexto de 1Cor 15, estos
versos iniciales marcan una pauta determinante porque están construidos en
torno a la fe primitiva de los cristianos que se resumen, con solemnidad,
anunciando la muerte y resurrección de Jesús. ¿En que se apoyan? En la
experiencia que tienen de Él después de su muerte. La muerte no ha sido para Él
una derrota; no es necesaria, ni lo será para nadie una segunda muerte. No
sería justo ni para Dios, ni para ningún hombre. Por tanto, tampoco para Jesús.
La resurrección se impone en sus vidas como una experiencia de vida. Esto es
una revelación de Dios, que tienen que aceptar por la fe. Así fue y así lo
recibió Pablo, y de la misma manera se lo trasmitió a su querida comunidad de
Corinto en el mismo momento de la fundación. A eso le llama Pablo,
concretamente, el Evangelio.
II.2. Como ya hemos dicho es un
"credo", una confesión de fe trasmitida por Pablo. Es verdad que
Pablo pretende legitimar su papel de Apóstol para combatir a algunos que niegan
la necesidad de la resurrección, y por lo mismo, el hecho fundamental de que
Jesucristo hubiera resucitado de entre los muertos. Él, Pablo, se considera
como un apóstol abortivo (significa que la experiencia del Señor resucitado
para él es como un nacimiento imprevisto, inesperado, casi imposible, ya que él
estaba bien convencido de su judaísmo y del valor de la ley, e incluso había
perseguido a la comunidad que confesaba a Jesús resucitado), no lo merecía.
Pero ahí está dando a conocer en el mundo entero la gran noticia de la
resurrección de Jesús y de todos los hombres.
II.3. Pablo les recuerda esto, porque
está poniendo unas premisas indiscutibles, ya que intenta responder a una
noticia que le ha llegado: que algunos no ven necesario hablar de la
resurrección con lo que esto significa desde la mentalidad antropológica de un
judío, pero en confrontación con la mentalidad griega. Si comienza así, con esa
solemnidad, es porque este “Evangelio” es el principio y la base de toda su
argumentación posterior. Debemos reconocer que esta es una de las piezas
maestras de los textos de Pablo. Si no se acepta que Cristo ha sido resucitado
por Dios, el cristianismo que ellos han aceptado, el evangelio, no tiene
sentido. Si Cristo no vive con una vida nueva entonces… el cristianismo no
tiene nada que ofrecer a los hombres. ¡Pero no! Cristo ha resucitado… y él
mismo ha tenido experiencia de ello, de la misma manera que los otros apóstoles
la tuvieron antes que él.
Evangelio:
Lucas (5,1-11): La palabra de Dios que cambia la vida de los hombres
III.1. El evangelio nos relata la
vocación de Pedro en un pasaje propio de Lucas, distinto de la vocación de los
primeros discípulos narrada por Mc 1,16-20; está más próximo de Jn 21,1-11
sobre el momento de las experiencias que tuvieron los apóstoles después de la
resurrección de Jesús. Los inconvenientes que Pedro pone a salir a pescar con
Jesús y echar las redes en el agua tienen cierto parecido con la objeción de
Isaías para desempeñar la misión de profeta. Han estado toda la noche y no han
encontrado nada; ahora, casi de día, es más difícil aún, los peces no acuden.
Pero en este caso van con Jesús, con el Señor que trae la Palabra viva de Dios.
Es eso lo que les hará dejarlo todo para seguirle; dejarán incluso la pesca
milagrosa que han recogido para emprender una misión nueva, para pescar a los
hombres en el mar de la vida y anunciarles la salvación de Dios.
III.2. Ciertos detalles del texto son
dignos de mención: Jesús está en el lago, y la muchedumbre acude para escuchar
la “palabra de Dios” (logos tou theou, que es una expresión que es frecuente en
la obra de Lucas: 8,11.21; 11,28, Hch 4,31; 6,2.7; 8,14; 11,1; 13,5.7.44.46;
16,32; 17,13; 18,11). Pero esa palabra de Dios, se va a convertir es una fuerza
transformadora que haga que Simón y los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan,
tengan que dejar de ser pescadores, que estaban asociados (koinoi) en el lago,
para seguir a Jesús como “pescadores de hombres”. Lo extraordinario de la pesca
también tiene su significado, especialmente porque no era la hora de pescar,
por la noche, sino a la luz del día. La orden de Jesús, su palabra, hace
posible lo que no es normal. Así sucede, pues, con el evangelio que trasforma
el miedo en alegría. Pedro se confiesa pecador, indigno, como los profetas.
Pero eso no importa… lo importante es seguir a Jesús.
III.3. Por lo mismo, en todas las
lecturas, vemos cómo se impone la Palabra de Dios, Dios mismo, Jesucristo
resucitado, en la vida de todos aquellos que deben colaborar en el proyecto
salvífico sobre este mundo y transforma la existencia de cada uno. La Palabra
de Dios tiene una eficacia que motiva la respuesta de Isaías, de Pedro y los
apóstoles y de Pablo. No eran santos, sino pecadores y alejados de la “santidad
divina”. La Palabra, Jesucristo, su evangelio, se impone en nuestra vida, pero
no nos agrede: nos interpela, nos envuelve misteriosamente, nos renueva, cambia
los horizontes de nuestra existencia y nos lleva a colaborar en la misión
profética del evangelio, que es la misión fundamental de la Iglesia en el
mundo. Si al principio dan un poco de miedo las respuestas, estas se hacen
radicales, porque no es necesario ser santo o perfecto para colaborar con Dios.
Hace falta prestarle nuestra voz, nuestro trabajo y todo será distinto. Se nos
propone una vida nueva, en perspectiva de futuro, sin cálculos...y todo
cambiará, como cambiaron Isaías y como cambiaron Pedro y Pablo. No somos
santos, no somos perfectos ¿cómo podremos? Cuando aprendemos a fiarnos de Jesús
y de su evangelio; cuando queremos salir de nuestros límites, la Palabra de
Dios es más eficaz que nuestras propias razones para no echar las redes en el
agua, en la vida, en la familia, entre los amigos, en el trabajo... y seremos
profetas, y seremos pescadores. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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