“Yo
soy el camino y la verdad y la vida”
La afirmación rotunda de Jesucristo es
excluyente: “Yo soy… y nadie más”. Estamos acostumbrados a oír estas palabras
del Señor, pero no siempre calamos en su sentido profundo, lo que nos ayudaría
a establecer una relación personal con el Señor. Jesucristo no es uno más, por
excelente que pudiera ser comparándolo con otros personajes. Jesucristo es
singular, único, y no hay otra figura que se le pueda comparar. Tal
singularidad radica en el hecho de que Jesús es el Hijo de Dios.
Que Jesucristo se presente como “el camino
y la verdad y la vida” debiera hacernos caer en la cuenta de que no hay otro
camino ni otra verdad ni otra vida que ofrezcan la seguridad y garantía que
ofrece el Señor. La triple afirmación de Jesucristo es totalmente dinámica. No
se trata de “ir tirando”, como a veces decimos, sino de vivir en plenitud y de
caminar con decisión y total seguridad, porque con Jesucristo no hay margen de
error, puesto que él es “la verdad”.
Gran desafío para el tiempo que vivimos,
donde pululan incontables voces que gritan: “yo”, “yo”, “yo”. Los cristianos
necesitamos injertarnos en Jesús (cf. Jn 15,5) y desde el Señor aprender a
relativizar todas las cosas, puesto que el único absoluto es el que nos
asegura: “Yo soy” (y nadie más).
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Eligieron
a siete hombres llenos del Espíritu Santo
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 6, 1-7
Como el número de discípulos aumentaba,
los helenistas comenzaron a murmurar contra los hebreos porque se desatendía a
sus viudas en la distribución diaria de los alimentos.
Entonces los Doce convocaron a todos los
discípulos y les dijeron: «No es justo que descuidemos el ministerio de la
Palabra de Dios para ocuparnos de servir las mesas. Es preferible, hermanos,
que busquen entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu
Santo y de sabiduría, y nosotros les encargaremos esta tarea. De esa manera,
podremos dedicarnos a la oración y al ministerio de la Palabra.»
La asamblea aprobó esta propuesta y
eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe y a
Prócoro, a Nicanor y a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía.
Los presentaron a los Apóstoles, y estos, después de orar, les impusieron las
manos.
Así la Palabra de Dios se extendía cada
vez más, el número de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén y
muchos sacerdotes abrazaban la fe.
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo
32, 1-2. 4-5. 18-19
R.
Señor, que descienda tu amor sobre nosotros.
Aclamen, justos, al Señor:
es propio de los buenos alabarlo.
Alaben al Señor con la cítara,
toquen en su honor el arpa de diez
cuerdas. R.
Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor. R.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus
fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.
R.
II
LECTURA
Ustedes
son una raza elegida, un sacerdocio real
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pedro
2, 4-10
Queridos hermanos:
Al acercarse al Señor, la piedra viva,
rechazada por los hombres pero elegida y preciosa a los ojos de Dios, también
ustedes, a manera de piedras vivas, son edificados como una casa espiritual,
para ejercer un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios espirituales, agradables
a Dios por Jesucristo.
Porque dice la Escritura: Yo pongo en Sión
una piedra angular, elegida y preciosa: el que deposita su confianza en ella,
no será confundido.
Por lo tanto, a ustedes, los que creen,
les corresponde el honor. En cambio, para los incrédulos, la piedra que los
constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: piedra de tropiezo
y roca de escándalo. Ellos tropiezan porque no creen en la Palabra: esa es la
suerte que les está reservada.
Ustedes, en cambio, son una raza elegida,
un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las
maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz.
Ustedes, que antes no eran un pueblo,
ahora son el Pueblo de Dios; ustedes, que antes no habían obtenido
misericordia, ahora la han alcanzado.
Palabra de Dios.
ALELUIA Jn 14, 6
Aleluia. Dice el Señor: Yo soy el Camino,
la Verdad y la Vida.
Nadie va al Padre, sino por mí. Aleluia.
EVANGELIO
Yo
soy el Camino, y la Verdad y la Vida
+ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
14, 1-12
Jesús dijo a sus discípulos: «No se
inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay
muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles
un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez
para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya
conocen el camino del lugar adonde voy.»
Tomás le dijo: «Señor, no sabemos adónde
vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?»
Jesús le respondió: «Yo soy el Camino, la
Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen,
conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto.»
Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre
y eso nos basta.»
Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto
tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha
visto al Padre. ¿Cómo dices: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo
estoy en el Padre y que el Padre está en mí?
Las palabras que digo no son mías: el
Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre
y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
Les aseguro que el que cree en mí hará
también las obras que yo hago, y aún mayores, porque Yo me voy al Padre.»
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Yo
soy el camino y la verdad y la vida (Jn 14,6)
La primera y la segunda lectura dan cuenta
de situaciones vividas en la comunidad cristiana. La elección de los siete diáconos
fue consecuencia de la jerarquía de valores que invocan los Doce. Hay que
atender a las necesidades de los miembros de la comunidad, pero sin descuidar
la centralidad de la Palabra de Dios, porque es la Palabra de Dios, cuyo nombre
es Jesucristo, la que nos convoca a todos para ser seguidores del Señor.
Tenemos, pues, un criterio de discernimiento a partir precisamente de la
Palabra de Dios, criterio que debiéramos usar continuamente.
De discernimiento se ocupa también la
segunda lectura. La piedra rechazada por los hombres es piedra elegida y
preciosa para Dios. El contraste es total. Necesitamos optar por el criterio de
Dios sin dejarnos arrastrar por las voces de quienes pretenden engañarnos con
sus irrealizables promesas. Jesucristo dirime las cosas: con él o contra él
(cf. Mt 12,30). Hemos sido llamados por Dios, he aquí nuestra vocación
cristiana, para que anunciemos las proezas de quien nos sacó “de las tinieblas
y nos condujo a su luz maravillosa”.
Señor,
no sabemos adónde vas
El apóstol Tomás se expresa con
sinceridad: “Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”. La
respuesta de Jesús es directa y determinante: “Yo soy el camino… Nadie va al
Padre sino por mí”. Y el Señor añade: “Si me conocierais a mí, conoceríais también
a mi Padre”. ¡Cuántas veces hemos repetido estas palabras, tratando de penetrar
en su significado! Tenemos la impresión de haber logrado nuestro propósito
colocando nuestro interés en el ámbito del conocimiento, cuando en realidad se
trata de experiencia de vida, de amor interpersonal. Algo así como si
Jesucristo dijera: Si me amarais a mí, amaríais también a mi Padre. Nosotros
somos capaces de distinguir estas dos operaciones, conocer y amar, pero para el
Señor se trata de la misma realidad. Cuando nos detenemos a contemplar estas
cosas es posible que vislumbremos la unidad que existe entre las dos cosas,
conocer y amar, como el fundamento para una verdadera relación interpersonal,
la persona de cada uno de nosotros con la del Señor.
Señor,
muéstranos al Padre y nos basta
La petición del apóstol Felipe prolonga el
diálogo iniciado por Jesús, respondiendo a Tomás. Las palabras del Señor dejan
entrever un cierto desencanto sino reproche: “Hace tanto que estoy con
vosotros, ¿y no me conoces? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre”. La
cuestión de la identidad de Jesús con el Padre es fundamental, pero no como
algo teórico, sino como la realidad en la que estamos implicados todos
nosotros, dado que lo que el Señor busca es hacernos caer en la cuenta de que
nuestra vida no sigue un camino paralelo a la suya, sino que se trata del mismo
camino, porque no hay otro camino más que Jesús, que asegura: “Yo soy el camino
y la verdad y la vida”.
El Señor se sincera con sus apóstoles, les
abre el corazón. El texto que comentamos es el comienzo del capítulo 14 del
Evangelio de san Juan. El evangelista escribió los doce primeros capítulos de
su Evangelio contando muchas cosas hechas por el Señor, a las que llama
“signos”, pero solo al comienzo del capítulo decimotercero nos ha revelado la
clave de la vida del Señor, gracias a la cual podremos adentrarnos en el
corazón de Jesús. El texto es bien conocido: “Antes de la fiesta de la Pascua,
sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre,
habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”
(Jn 13,1).
No debiéramos dar por descontadas estas
cosas, sencillamente porque aquí está la clave de la vida y de la obra del
Señor, desde su encarnación hasta su ascensión a los cielos, pasando por su
infancia y por su vida pública, hasta subir a la cruz y entregar su vida por
amor, amor hasta el extremo, un amor que no muere jamás, como queda demostrado
por el hecho de la resurrección del Señor.
Así tenemos que volver a escuchar las palabras
que Jesús dirigió a Felipe y que han llegado hasta nosotros: “¿No crees que yo
estoy en el Padre, y el Padre en mí…? “Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre
en mí”. El Señor apela a la fe de sus discípulos, pero no se trata de una fe
etérea, sino de algo concreto, porque el Señor insiste, diciendo: “Creed a las
obras”.
El tema de la fe se convierte en algo
fundamental, sin lo que no podremos adentrarnos en la vida de Jesucristo. El
evangelista san Juan afirma que “muchos otros signos”, y los que han sido
escritos lo fueron para que creamos que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y
para que, creyendo, tengamos vida en su nombre. La fe es totalmente necesaria
para celebrar la Eucaristía y acercarnos a recibir la comunión de vida y de
amor con el Señor. Ante esta sublime realidad no queda otra actitud que la que
nos ofrece la Sma. Virgen María, que declara su total disponibilidad para
asumir la obra de Dios: “Hágase en mí según tu palabra”. La Palabra del Señor
nos asegura: “Yo soy el camino y la verdad y la vida”.
ESTUDIO BÍBLICO.
I
Lectura: Hechos (6,1-7): Ministerios nuevos, según las necesidades
I.1. La I Lectura es el texto que muestra
la primera crisis de la historia del cristianismo primitivo: la elección de
siete responsables para los cristianos que se habían convertido, provenientes
de la diáspora del mundo helenista, que hablaban griego, que tenían otra
mentalidad, otra cultura y otros planteamientos sobre las tradiciones
religiosas del Israel. Se debe reconocer un cambio de rumbo, que sin duda
marcara el futuro de los cristianos frente al judaísmo. No es así como lo
presenta directamente Lucas, pero las consecuencias serán inapelables.
I.2. Se han querido ver en este relato
ciertas semejanzas con el momento del Éxodo de Egipto, cuando israelitas
“aumentan” en número y con la travesía del desierto, en que los hijos de Israel
“murmuran” por lo difícil e imposible del camino. Pero Dios va a dar su
respuesta a todo ello, dándoles la libertad, así como el maná y el agua. Los
Apóstoles piden a unos representantes de los “helenistas”, que mediante el don
de la fe y del Espíritu, puedan llevar a cabo el servicio a sus hermanos, que
no es un servicio social, sino espiritual y de predicación. También este es un
ejemplo del “compartir” en la Iglesia primitiva.
I.3. No se trata simplemente de “diáconos”
que sirven a las mesas de los pobres, aunque ésta era una de sus
responsabilidades; se trata de representantes de los Apóstoles, de responsables
directos de esta comunidad que habían tenido, sin duda, enfrentamientos con los
cristianos que eran palestinos o hebreos. No es solamente la lengua materna lo
que les diferencia, sino una mentalidad más renovada que busca una identidad
futura para el movimiento de Jesús. Comienza así a perfilarse una decisión que
posteriormente llevarán adelante Bernabé y Pablo, tras la muerte de Esteban, en
la comunidad de Antioquía de Siria, donde los discípulos de Jesús recibieron,
por primera vez, el nombre de «cristianos». Era necesaria esta respuesta,
porque los discípulos de Jesús no podían mantenerse amparados en las
tradiciones del judaísmo, de la ley y el templo, si no querían perder la
identidad que Jesús les había ganado en la Pascua.
II
Lectura: I Pedro (2,4-9): La comunidad viva en Cristo
II.1. La II Lectura (2,4-9) ofrece también
una identidad, recurriendo a la teología de que todos los cristianos somos un
pueblo de reyes, un pueblo sacerdotal, una nación consagrada. Acercarse a
Jesús, el Señor que ha muerto por nosotros y ha resucitado para darnos la vida,
significa que la religión cultual del judaísmo deja de ser elitista, para que
podamos gozar de las prerrogativas de lo más santo y sagrado. Por eso nace un
nuevo pueblo, una nueva comunidad santa y sacerdotal que entraña una plenitud
espiritual y no cultual.
II.2. Sobre la imagen de la piedra “viva”
se construye con piedras vivas una comunidad nueva que no necesita lo viejo. Es
una nueva Sión, en que no es necesario un templo y una liturgia especial. Es la
comunidad y cada uno de los bautizados como una liturgia vive de alabanza y
acción de gracias.
II. 3. Cada uno de los bautizados, pues,
recibe una herencia personal y comunitaria. No se necesita, pues, nacer de
estirpe sagrada, ni ser consagrado específicamente, para comunicarse con Dios,
para sentir su salvación. Esta es una de las propuestas más importantes de la
teología del pueblo de Dios que tenemos en el Nuevo Testamento. Ello nos lo ha
ganado Jesús, que es la piedra vida y el fundamento de esa religión del pueblo
de Dios verdadero.
Evangelio
(Juan 14,1-12): El camino de la verdad y de la vida
III.1. El evangelio de hoy de Juan, es uno
de los discursos de revelación más densos de su obra. Está inserto en el
testamento de Jesús a los discípulos en la última cena, que es un relato muy
particular de este evangelista. Es un discurso de despedida. Aquella noche,
entiende Juan, Jesús comunicó a los suyos las verdades más profundas de su
vida, de su existencia y de su proexistencia (existir para otro). Jesús se
propone, se auto-revela, como el camino que lleva a Dios; se presenta igual a
Dios, igual a Dios que es Padre. El centro del mismo es la afirmación de Jesús
como «camino, verdad y vida».
III.2. Ya sabemos que el camino es para
andar y llegar a una meta; la vida es para vivirla, gustarla y disfrutarla; la
verdad es para experimentarla como bondad frente a la mentira, que engendra desazón
e infelicidad. En el mundo bíblico la verdad (emet) no es una idea, sino una
realidad que se hace, se realiza, se lleva a la práctica. En el mundo de la
filosofía helenista puede que la verdad sea algo más ideológico. Camino, verdad
y vida, pues, son cosas concretas que se viven, que se hacen, que se
experimentan. Estas son cosas que todos buscamos en nuestra historia: queremos
caminos que nos lleven a la felicidad; amamos la verdad, porque la mentira es
la negación del ser y de los bueno; queremos vivir, no morir, vivir siempre,
eternamente.
III.3. Nadie puede llegar al Padre sino
por Jesús (“por mi”). Los hombres buscan a Dios, necesitan a Dios; pero no a
cualquier Dios, sino el Padre. Jesús lo ha revelado de esa forma y en ello ha
empeñado su palabra y su vida: ésta es su verdad. San Juan, pues, está
afirmando que no es posible experimentar a Dios sino por medio de Jesús. Muchos
han hablado del absolutismo joánico, lo que llama la atención desde le punto de
vista cristológico, ya que el Jesús de los evangelios sinópticos no se
expresaba así. Estamos de acuerdo que esta manera de hablar depende de los
catequistas y teólogos de la comunidad joánica, no de palabras o “logia” reales
de Jesús de Nazaret. Este absolutismo joánico se explica porque en este momento
de la cena, de la despedida, del testamento o última voluntad, Jesús está
revelando todo en beneficio nuestro, en beneficio de los que “son de la verdad”
(Jn 18,37), como dirá a Pilato en el momento de ser juzgado. Escuchar su voz,
es confiar en su palabra de vida.
III.4. A Jesús, lo propone San Juan, con
estos conceptos tan consistentes como el que puede liberarnos en nuestra
existencia agobiada y, a veces, no menos esquizofrénica. Podemos decir que esta
alta teología joánica sobre quién es Jesús para la comunidad cristiana, es una
propuesta de fe; pero no una propuesta de experiencias abstractas, sino de las
realidades que buscamos siempre y en todas partes. Él es el camino que nos
lleva a Dios como Padre, porque de otra forma hubiera seguido siendo un Dios
“desconocido” para nosotros. No basta con decir Dios, sino que esa intimidad
con el Padre lo hace accesible para siempre. La cristología de Juan, pues, se
“abaja” en el misterio de la paternidad de Dios para que no estemos
desamparados y sin confianza. Un Dios, padre, que también es madre, hace la
teología más humana y, desde luego, la fe más terapéutica y espiritual. Jesús
se atrevió más que nadie, y precisamente por ello es la verdad de nuestra
existencia cristiana y la vida de nuestra experiencia de fe. (Fray Miguel de
Burgos Núñez, O. P.).