“Yo
he venido para que tengan vida, y la tengan abundante”
Para Halík, la paciencia es la principal
diferencia entre la fe y el ateísmo. La fe, la esperanza y la caridad son las
tres formas que asume la paciencia con Dios, tres modos de hacer frente a la
experiencia del silencio y el ocultamiento de Dios, que los ateos interpretan
como «muerte de Dios» y los fundamentalistas religiosos no lo toman
suficientemente en serio.
No pocas ocasiones se han tenido diálogos
más intensos y enriquecedores con personas que no creen en Dios, que con las
que creen, quizás por la novedad que el tema suscita en unos, y la rutina que
provoca en otros. Sin duda unos y otros están en medio de una búsqueda
constante.
La clave será averiguar en qué momento de
esa búsqueda están las generaciones jóvenes actuales, porque de ellos depende
el perfil vocacional del futuro ¿quiénes responderán a la llamada de Dios? ¿a
través de qué medios le vendrá la Palabra? Quizá, con la misma clave de la
paciencia hemos de concluir que: eso depende sólo de Dios; a nosotros nos toca
insistir a tiempo y a destiempo.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Con
la predicación se quiere inducir cambios hacia una vida nueva. Los que se
acercan se hacen bautizar en el nombre de Jesús y se arrepienten de sus
pecados. Allí, Dios mismo se hace don: el Espíritu Santo habita en cada fiel y lo
mueve al amor. Esta es la transformación plena que trae la fe en Jesucristo.
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 2, 14a. 36-41
El día de Pentecostés, Pedro poniéndose de
pie con los Once, levantó la voz y dijo: “Todo el pueblo de Israel debe reconocer
que a ese Jesús que ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías”. Al
oír estas cosas, todos se conmovieron profundamente, y dijeron a Pedro y a los
otros Apóstoles: “Hermanos, ¿qué debemos hacer?”. Pedro les respondió: “Que
cada uno se convierta y se haga bautizar en el nombre de Jesucristo para que
les sean perdonados los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo.
Porque la promesa ha sido hecha a ustedes y a sus hijos, y a todos aquellos que
están lejos: a cuantos el Señor, nuestro Dios, quiera llamar”. Y con muchos
otros argumentos les daba testimonio y los exhortaba a que se pusieran a salvo
de esta generación perversa. Los que recibieron su palabra se hicieron
bautizar; y ese día se unieron a ellos alrededor de tres mil.
Palabra de Dios.
Salmo
22, 1-6
R.
El Señor es mi pastor; nada me puede faltar.
El Señor es mi pastor, nada me puede
faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas
tranquilas y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el recto sendero, por amor de
su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú
estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.
Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis
enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo
largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R.
II
LECTURA
“Ustedes eran como ovejas descarriadas...”.
Originalmente, estas palabras fueron escritas para un grupo de paganos
politeístas que creyeron en Jesús. Sin embargo, podemos aplicarlas también a
nuestra situación. Cuántas veces hemos estado lejos del Pastor, buscando en
otras voces o en otros líderes a alguien que condujera nuestra vida. Volvamos a
Jesús, y dejemos que sea él quien encamine nuestros pasos y guarde nuestra
vida.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 20b-25
Queridos hermanos: Si a pesar de hacer el
bien, ustedes soportan el sufrimiento, esto sí es una gracia delante de Dios. A
esto han sido llamados, porque también Cristo padeció por ustedes, y les dejó
un ejemplo a fin de que sigan sus huellas. Él no cometió pecado y nadie pudo
encontrar una mentira en su boca. Cuando era insultado, no devolvía el insulto,
y mientras padecía no profería amenazas; al contrario, confiaba su causa al que
juzga rectamente. Él llevó sobre la cruz nuestros pecados, cargándolos en su
cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Gracias a
sus llagas, ustedes fueron sanados. Porque antes andaban como ovejas perdidas,
pero ahora han vuelto al Pastor y Guardián de ustedes.
Palabra de Dios.
ALELUYA
Jn 10, 14
Aleluya. “Yo soy el buen Pastor: conozco a
mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mi”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
Entre
tantas voces que suenan en nuestro alrededor, está la de nuestro pastor. Es
necesario agudizar el oído para distinguirla y escucharla. El buen pastor le
habla a cada uno en lo personal y a nivel comunitario, como rebaño. No dejemos
pasar en vano los momentos de oración y de lectura de la Palabra, en que la voz
de nuestro buen Pastor nos nombra para que estemos junto a él.
✚ Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Juan 10, 1-10
Jesús dijo a los fariseos: “Les aseguro
que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino trepando por
otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor
de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a las
suyas por su nombre y las hace salir. Cuando ha sacado todas las suyas, va
delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán
a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz”. Jesús les hizo
esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces
Jesús prosiguió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos
aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas
no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá
entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar,
matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la
tengan en abundancia”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS
¿Qué tenemos que hacer hermanos?
Con el corazón traspasado tras el anuncio
de que a Jesús el crucificado Dios lo ha constituido Señor y Mesías, la
multitud de los que escuchaban a Pedro se hacían esta pregunta: ¿qué tenemos
que hacer después de haber enviado a un inocente a la muerte? ¿Qué tenemos que
hacer después de haber gritado con la efervescencia de la multitud que lo
crucificaran? ¿Qué tenemos que hacer tras haberlo pisoteado, insultado y
ultrajado? ¿Cómo íbamos a saber que era el Señor y el Mesías?
Es una pregunta que no pierde actualidad
¿ante el anuncio de Cristo resucitado qué tenemos que hacer?
La respuesta para Pedro está clara:
Convertíos y bautizaos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los
pecados. Porque la promesa vale para vosotros y vuestros hijos, y para todos
los que llame el Señor, aunque estén lejos.
La promesa de salvación no queda encerrada
en el tiempo, ni tampoco en la historia abarca también nuestros días, Dios
sigue llamando a la fe, y sigue llamando a una vida comprometida con el
Evangelio a nuevas generaciones. El Reino de Dios se ha establecido con
Jesucristo resucitado de entre los muertos, y es en el ahora cuando hemos de
dar una respuesta clara a su llamada.
Pero ¿cómo ir aquellos que están lejos, a
los jóvenes, educados en la indiferencia y en el desconocimiento de Dios? ¿Cómo
hacer atractiva la vida de una vocación? El mensaje está ahí para aquellos que
quieran aceptarlo, pero han de escapar de esta generación perversa. Escapar de
toda corrupción, escapar también de toda actitud beligerante que confunda a
Dios con todos los pecados de la Iglesia, escapar de las nuevas corrientes
antirreligiosas que impiden acercarse a Dios.
Si obrando el bien soportáis el
sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios
Hacer el bien a veces, está ligado a la
persecución. Muchos son los cristianos en países de oriente, y no tan lejanos que
son humillados, cristianos que incluso llegan a dar su vida, comprometidos por
su fe. Existen países en los que se está alimentando el odio a la Iglesia por
sus pecados (nuestro país es un buen ejemplo de ello).
Sin embargo, no hemos de tener miedo ante
estas injusticias, para esto hemos sido llamados, a padecer los mismos
sufrimientos de Cristo. No devolver el insulto, y no proferir amenazas es la
clave para no caer en el lenguaje del odio y la venganza, no dejar que mi
corazón sea arrastrado por la agresividad del ambiente en el que vivimos.
Ponerse en manos del que juzga justamente, en manos de Dios es lo adecuado.
El ladrón solo entra para robar y hacer
estragos
Con una simbología pastoril, Jesús habla a
los fariseos para decir que quien accede a Dios y no lo hace por la vía más
directa, por la puerta del aprisco, sino que saltan las vallas que lo
circundan, ese no es limpio, ese viene con intención de robar y crear estragos,
para crear confusión.
La vía más directa no son las leyes, ni el
templo, sino Jesús mismo, su palabra y su encuentro con él son la puerta para
acceder a Dios más directa y más limpia que cualquiera puede encontrar. No son
la puerta los pastores que invitan a que accedas a Cristo, que a veces se
quedan en un encuentro superficial y ritualista. Cristo es quien da la vida y
la da en abundancia. Por esa puerta puedes entrar y salir con libertad.
Cuando muchos hablan de que no creen en
Cristo por cómo han sido los cristianos, hemos de preguntarle si nuestros
errores no son una justificación para que su negación a Dios sea desde un
planteamiento más profundo. Nosotros podemos ser un escaparate más bello o más
feo, un maniquí que imita la sombra de un Dios, con mayor o menor acierto, y
como tal una sombra imperfecta, pero con el suficiente coraje para no
justificar la negación de la fe en errores pretéritos de los hombres de
Iglesia.
La búsqueda de Dios se encierra en el
acierto o desacierto de tu propia comprensión de un encuentro personal con
Dios. El tiempo dedicado a un encuentro con su palabra y la comprensión de sus
gestos para con los más pobres. Decir que Cristo es mi vida, y la puerta de mi
salvación implica a los otros, pero no tanto como para que los otros sean el
motivo o la razón para mostrarle mi adhesión a Dios o mi desafecto.
ESTUDIO BÍBLICO
I
Lectura: Hechos 2,14a.36-41: Dios ha constituido a Jesús Señor y Mesías
I.1. La lectura de los Hechos de los
Apóstoles (2,36-41) quiere mostrar las consecuencias del discurso de Pedro, que
era el centro de esta lectura en el domingo anterior. El mensaje debe resonar
con fuerza, como resuena en el v.36: el crucificado, es el Señor y Mesías. Y es
Dios quien lo ha constituido como tal. Esta afirmación kerygmática de los
primeros cristianos debía resonar a herejía en aquel ambiente, porque en el
libro del Dt 21,23 estaba escrito: ”maldito el que cuelga de un madero”. Y
Pablo, en Gal 3,13, lo deja bien claro. Pero la cruz se la han dado los
hombres. Ni la ha buscado Jesús, ni se la ha impuesto Dios (“Jesús a quien
vosotros habéis crucificado”); han sido los hombres poderosos de este mundo los
que condenan a muerte. Entonces, ¿no debería haberse cumplido el dogma judío de
la maldición del madero? En el caso de Jesús, no. Dios nunca puede maldecir a
un crucificado, y menos al que ha sido crucificado por lo que fue Jesús.
I.2. La Pascua, pues, contradice muchas
cosas religiosas que los hombres han dado por buenas e incluso divinas.
Asimismo, la Pascua es el comienzo de la afirmación paulina de que “Cristo es
el final de la ley” (Rom 10,3), porque si este crucificado ha sido constituido
Señor y Mesías, entonces ya está anulado el dogma de la maldición del madero de
Dt 21,23. Cristo, pues, es el final de la ley y el final de toda maldición
divina sobre nadie.
I.3. La respuesta, desde el corazón de los
oyentes, ante el anuncio de la Pascua, ofrece a Lucas la oportunidad de mostrar
un itinerario bautismal. Nos encontramos, seguramente, con un texto bautismal
en el proceso que se describe: a) conversión (metánoia), un cambio de
mentalidad; b) el bautismo en el nombre del Señor Jesús implica aceptar su
vida, su muerte y su resurrección; c) el perdón de los pecados es el efecto de
la conversión y el bautismo, es la experiencia de salvación; d) el don del
Espíritu significa cómo se hace presente todo ello en la vida del creyente.
I.4. Por consiguiente, cuando se predicaba
el misterio de la Pascua, la muerte y la resurrección de Jesús, no se hace por
estética, sino para provocar cambios de vida, de actitud y de mentalidad.
Porque ese misterio de Pascua es tan radical, tan profundo, que el hombre que
oye hablar de lo que el Señor ha hecho por nosotros debe preguntarse por el
sentido de su vida. Por ello, pues, el mensaje de esta lectura es el de la
«conversión». Y la conversión es un cambio de rumbo muy importante en lo que
sentimos, en lo que pensamos y en lo que hacemos. No es algo externo, ni cultual,
ni cultural. Si Dios ha constituido a Jesús crucificado como Señor y Mesías, es
porque no hay otro camino para la salvación. El bautismo en el nombre del Señor
Jesús es una propuesta para vivir su vida, morir de amor y abrirse a su
resurrección.
II Lectura:
II Carta de Pedro (2,20-25): Sus heridas nos han curado
II.1. La IIª Lectura es como una especie
de himno bautismal; porque el bautismo es una participación en el misterio de
su muerte, tal como lo expresaba Pablo en la carta a los Romanos (Rom 6). El
autor de la 2ª de Pedro lo expresa maravillosamente con «sus heridas nos han
curado». Se propone el sentido del “dolor solidario” que Jesús ha vivido en su
vida. Es una expresión que por sí mismo merece toda una teología y una
reflexión de alcance en la línea de la “teología crucis” de Pablo. Decir que
sus heridas nos han curado es poner de manifiesto que su entrega nos ha salvado
de un mundo sin piedad y sin corazón.
II.2. Pero debemos hacer notar que esta
participación en la muerte de Cristo, por medio del bautismo, no es una
participación en sufrimientos sin sentido, sino una participación en la muerte
que lleva a la vida, a la resurrección. De lo contrario romperíamos en mil
pedazos la teología del bautismo cristiano que se nos presenta en este himno de
hoy. Su muerte es una muerte por nosotros, es decir, para que nosotros vivamos.
Evangelio:
Juan (10,1-10): Yo he venido para que tengan vida en plenitud
III.1. El evangelio de Juan (10,1-10), nos
habla del «buen pastor» que es la imagen del día en la liturgia de este cuarto
domingo de Pascua. Comienza el evangelio con una especie de discurso
enigmático, que es así para los oyentes, ya que este texto es bien claro: en el
redil de las ovejas, el pastor entra por la puerta, los ladrones saltan por la
tapia. Es una especie de introducción para las afirmaciones cristológicas de
Juan. Esas afirmaciones, con toda su carga teológica, se expresan con
afirmaciones de revelación bíblica, con el «yo soy».
III.2. En el AT Dios se reveló a Moisés
con ese nombre enigmático de Yahvé (algunos piensan que significa “yo soy el
que soy”, aunque no está claro). Ahora, Jesús, el Señor, no tiene recato en
establecer lo sustancial de lo que es y de lo que siente. Y de la misma manera
que ha dicho en otros momentos que es la verdad, la vida, la resurrección, la
luz, ahora se nos presenta con la imagen del pastor, cuya tradición
veterotestamentaria es proverbial, como nos muestra el Salmo 23. En realidad,
la imagen de este texto joánico es la de Jesús como «puerta», aunque en el
conjunto de Jn 10 se juega precisamente con las dos imágenes: puerta y pastor.
III.3. La imagen de la puerta es la imagen
de la libertad, de la confianza: no se entra por las azoteas, por las ventanas,
a hurtadillas, a escondidas. Es la imagen, pues, de la confianza. En el Antiguo
Testamento se habla de las puertas del templo: "Abridme las puertas del
triunfo y entraré para dar gracias al Señor. Esta es la puerta del Señor, los
vencedores entrarán por ella" (Sal 118,19-20). Las puertas del templo o de
la ciudad eran ya el mismo conjunto del templo o de la ciudad santa (es una
especie de metonimia, con lo que se expresa el todo por una parte). Por eso
dice el Sal 122,2: "ya están pisando nuestros pies tus puertas
Jerusalén"; cf. Sal 87,1-2; 118,21; etc.). Pasar por la puerta era ¡el no
va más! para los peregrinos. Ahora Jesús es como la nueva ciudad y el nuevo
templo para encontrarse con Dios. Porque a eso iban los peregrinos a la ciudad
santa a encontrarse con Dios.
III.4. Jesús en este evangelio se propone,
según la teología joánica, como la persona en la que podemos confiar; por Él
podemos entrar y salir para encontrar a Dios y para encontrar la vida. Quien
esté fuera de esa puerta, quien pretenda construir un mundo al margen de Jesús
lo puede hacer, pero no hay otro camino para encontrarse con el Dios de vida y
con la verdad de nuestra existencia. No es una pretensión altisonante, aunque
la afirmación cristológica de Juan sea fuerte. Eso no quita que debamos
mantener un respeto y una comprensión para quien no quiera o no pueda entrar
por esa puerta, Jesús, para encontrar a Dios. Nosotros, no obstante, los que
nos fiamos de su palabra sabemos que él nos otorga una confianza llena de vida.
III.5. Se habla de un “entrar y salir” que
son dos verbos significativos de la vida, como el nacer y el morir. En Jesús,
puerta verdadera de la vida, ésta adquiere una dimensión inigualable. Por la
fórmula de revelación, del “yo”, se quiere mostrar a Jesús que hace lo
contrario de los ladrones que entran de cualquier manera en la casa, para
robar, para matar, para llevarse todo lo que pueden. Jesús, puerta, “viene”
para dar, para ofrecer la vida en plenitud (v. 10). Pero en este domingo
pascual, el símbolo de la puerta debemos enhebrarlo a la significación del
misterio de la resurrección de Jesús. Es verdad que en el texto joánico este
significado no cuenta, pero sí debemos tenerlo presente en la predicación, ya
que la resurrección de Jesús es la “puerta” de la vida nueva para El y para
todos nosotros. Y solamente es desde la resurrección cómo podría expresarse el
Cristo de Juan esas expresiones de revelación del “yo soy” la vida, la
resurrección, el buen pastor, la luz… (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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