“El que
quiera venir detrás de mí…, que cargue con su cruz y me siga”
A la hora de preparar
nuestra reflexión sobre las riquísimas aportaciones de la Palabra de Dios en
este domingo, necesariamente tenemos que mirar a nuestro alrededor y descubrir
el enorme sufrimiento de una gran población mundial que si antes situábamos en
“el sur” hoy llega ya a las puertas de las casas del “norte”, a las puertas de Europa. De una parecida situación histórica de sufrimiento partieron
las comunidades que redactaron, en diferentes épocas históricas, los textos que
leemos en este domingo. Textos que invitan no solo a no evadirnos de la
realidad sino a comprometernos en su transformación.
“El Señor me abrió el
oído y no me eché atrás…”
“La fe si no tiene obras por si sola está muerta…”
“El que pierda su vida por mi y por el Evangelio la salvará”….
Son testimonios de personas y comunidades “proféticas” de distintas épocas que no dieron su espalda a los problemas de su entorno sino que desde una “no-violencia-activa” se propusieron hacer su aportación para que su pueblo y todo el mundo tuviera acceso a los derechos humanos: pan, salud, vivienda, educación, trabajo… Son testimonios que, amplificados por el de nuestro Maestro –Jesús--, dan sentido a nuestra vida y a la de nuestras comunidades. Entregar nuestra vida a Jesús es entregarla a su proyecto de fraternidad y salvarla dándole un sentido liberador.
“La fe si no tiene obras por si sola está muerta…”
“El que pierda su vida por mi y por el Evangelio la salvará”….
Son testimonios de personas y comunidades “proféticas” de distintas épocas que no dieron su espalda a los problemas de su entorno sino que desde una “no-violencia-activa” se propusieron hacer su aportación para que su pueblo y todo el mundo tuviera acceso a los derechos humanos: pan, salud, vivienda, educación, trabajo… Son testimonios que, amplificados por el de nuestro Maestro –Jesús--, dan sentido a nuestra vida y a la de nuestras comunidades. Entregar nuestra vida a Jesús es entregarla a su proyecto de fraternidad y salvarla dándole un sentido liberador.
Quizá este momento
histórico no sea el del miedo, el de la depresión, el de la fuga, sino el
tiempo oportuno para desenmascarar a los causantes del sufrimiento de las
personas y de todo el planeta y de poner los cimientos de una nueva
civilización unidos a todas las personas de buena voluntad.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
I LECTURA
El texto corresponde a uno de los cuatro cantos
del servidor de Dios que se encuentran en el libro de Isaías. Este tercer canto
expresa la confianza de alguien que sabe, desde el fondo de su corazón, que
Dios nunca lo abandonará. Nada de lo que ocurre es indiferente al Señor, que
defiende a quien se encuentra humillado y aplastado por poderes que atentan
contra la vida y la justicia.
Lectura del libro de Isaías 50,
5-9a
El Señor abrió mi oído y yo no me
resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis
mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me
ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé
confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no
seré defraudado. Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar?
¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se
acerque hasta mí! Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo 114, 1-6. 8-9
R. Caminaré en
la presencia del Señor. O bien: Aleluya.
Amo al Señor, porque él escucha el
clamor de mi súplica, porque inclina su oído hacia mí, cuando yo lo invoco. R.
Los lazos de la muerte me
envolvieron, me alcanzaron las redes del Abismo, caí en la angustia y la
tristeza; entonces invoqué al Señor: "¡Por favor, sálvamela vida!". R.
El Señor es justo y bondadoso,
nuestro Dios es compasivo; el Señor protege a los sencillos: yo estaba en la
miseria y me salvó. R.
Él libró mi vida de la muerte, mis
ojos de las lágrimas y mis pies de la caída. Yo caminaré en la presencia del
Señor, en la tierra de los vivientes. R.
SEGUNDA LECTURA
El autor hace una denuncia muy fuerte: no se
puede confesar la fe si no hay una atención a los más pobres. El cuidado del
hermano es el modo en que se expresa la coherencia con lo que se cree. Es la
continuidad del camino vivido por Jesús, y por el cual entregó su vida, tal
como se muestra en el evangelio de este domingo.
Lectura de la carta de
Santiago 2, 14-18
¿De qué le sirve a uno, hermanos
míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De
qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin
el alimento necesario, les dice: "Vayan en paz, caliéntense y coman",
y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va
acompañada de las obras, está completamente muerta. Sin embargo, alguien puede
objetar: "Uno tiene la fe y otro, las obras". A éste habría que
responderle: "Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio,
por medio de las obras, te demostraré mi fe".
Palabra de Dios.
EL EVANGELIO PARA EL DÍA DE
HOY
"El mesianismo sin cruz está muy de moda
entre nosotros. Mesianismos sin compromisos, mesianismos facilones, mesianismos
que, aun a los que están trabajando quieren hacerlos retroceder. ¡Déjenlos! Si
ustedes son cobardes, dejen a los valientes que sigan adelante.
Ì Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 8, 27-35
Jesús salió con sus discípulos
hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó:
"¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron:
"Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de
los profetas". "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro
respondió: "Tú eres el Mesías". Jesús les ordenó terminantemente que
no dijeran nada acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre
debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los
escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y
les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a
reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo
reprendió, diciendo: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus
pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Entonces Jesús,
llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El que quiera
venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí
y por la Buena Noticia, la salvará".
Palabra del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
El Señor me abrió el
oído y no me eché atrás
Los relatos de Isaías
del “siervo de Yahvé” son unos preciosos textos que esbozan el perfil del
profeta y de las comunidades proféticas de todos los tiempos. Profetas
comprometidos en una “no-violencia-activa” para la consecución de un mundo
mejor para todos y prioritariamente para los más oprimidos. La tradición
cristiana ha atribuido a Jesús este perfil. El mismo Jesús en su bautismo, en
su presentación en la Sinagoga de Nazaret, y en textos como el evangelio de hoy
hace suyo este perfil del “siervo de Yahvé”.
Los teólogos de la
liberación han atribuido este perfil con Jesús a los pueblos crucificados del
“sur” desde el expolio de las conquistas hasta hoy. Monseñor Oscar Romero decía
a los campesinos sobrevivientes de las masacres: “sois la imagen del divino
traspasado”. Pues bien, una de las características del “siervo” es la de estar
atento a los sufrimientos del pueblo crucificado. Pero también al
descubrimiento de sus verdugos. Y por supuesto a un compromiso de cambio de esa
realidad. Hay teólogos –como Julio Lois- que han descubierto en esos tres
rasgos –conocer la realidad, cargar con la realidad y cambiar la realidad- la
auténtica espiritualidad cristiana. Dios Padre y Madre llamó a Jesús y nos
llama a nosotros desde la realidad de los empobrecidos y el sentido de nuestra
vida se juega en el no echarnos atrás sino en comprometernos con todas nuestras
fuerzas en “bajar de la cruz a los crucificados”. Podríamos decir que en eso
consiste nuestra “salvación”.
La fe, si no tiene
obras, por si sola está muerta
Tanto la carta de
Santiago como el Evangelio de hoy nos ponen en guardia contra tentaciones de la
espiritualidad de todos los tiempos: el intimismo, la adhesión intelectual a
unos dogmas, la privatización de la fe, la rutina o costumbre, la búsqueda del
poder o el dinero, la defensa a ultranza de situaciones de cristiandad… Y no.
La fe es el encuentro personal con Jesús, compartido con otros creyentes en
comunidad, que nos lleva a vivir en relación filial con el Dios del Reino y con
los hermanos; y que nos hace apasionados luchadores por un mundo más justo, en
igualdad de condiciones con otros grupos religiosos y sociales. Cito a
continuación algunas propuestas de un teólogo amigo y compañero en la pastoral
–Julio Lois- con respecto al compromiso temporal de los cristianos, tema
reiterativo en sus conversaciones y artículos:
1. “La fe cristiana
puede y debe activar el recuerdo del Crucificado y con él el de todas las
víctimas de la injusticia ejerciendo una función crítica en una sociedad
vinculada a los intereses de los más fuertes o de los vencedores, rehén de la
economía y del desarrollo incontrolado de la ciencia y de la técnica”
2. “El cristianismo
tiene que recordar a esta humanidad, que parece deslumbrada por un crecimiento
cuantitativo indefinido, el deterioro o expolio ecológico que se está
produciendo”.
3. “La fe cristiana
puede ofrecer hoy un horizonte insospechado e ineludible de esperanza que, sin
dejar de remitir a un destino final de plenitud prometido, demande en el aquí y
ahora una praxis de transformación social”.
Pero las parroquias y
comunidades cristianas, toda la Iglesia, si queremos que de verdad cunda
nuestro compromiso en el mundo de hoy tenemos que vivir esos compromisos dentro
de la misma comunidad y dentro de la misma Iglesia. Es evidente que hay
derechos humanos que no se cumplen. Pongamos el ejemplo de la igualdad de la
mujer, o la libertad de investigación de los teólogos, o la participación de
los laicos en las comunidades. “Una iglesia que no sirve, no sirve para nada”
titula Monseñor Gaillot un libro publicado hace años. Una iglesia que no es
comunidad de comunidades, compromiso de fraternidad hacia dentro y hacia afuera
no sirve para nada.
El que quiera venirse
conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga
Me vienen a la memoria
unas palabras del mártir Ignacio Ellacuría: “Ese pueblo crucificado es la
continuación histórica del Siervo de Yahvé, al que el pecado del mundo sigue
quitándole toda figura humana, al que los poderes de este mundo siguen
despojando de todo, le siguen arrebatando hasta la vida, sobre todo la vida”.
Jesús no cogió la cruz como holocausto para aplacar a un Dios justiciero. Jesús
fue cargado con la cruz. Y fue cargado con la cruz como consecuencia de su
compromiso con los pobres. Jesús fue cargado con la cruz por desenmascarar el
“pecado del mundo” patente en los poderes religiosos, económicos y políticos de
su tiempo. Jesús no escapó de la detención, de la tortura y de la muerte porque
sabía que “si el grano de trigo no cae en la tierra y muere no da mucho
fruto”(Jn 12, 24-26). Confiaba en que el Reino del Padre y Madre Dios a través
de su compromiso iba a ir adelante y que el destino del crucificado era ser
resucitado.
La palabra “cargar con
la cruz” es muy frecuente en la espiritualidad cristiana. No tenemos más que
ver los espectáculos de las costumbres de la Semana Santa española. O las
invitaciones que en virtud de esa frase se hacen al aguante y a la paciencia.
Es la religión como droga. No fue esa la espiritualidad de Jesús, ni la de los
primeros cristianos, ni la de las comunidades de base de América Latina, África
o España. Su espiritualidad es la de “cargar con la realidad” resistiendo a
través de una “no-violencia-activa” e ir construyendo pequeñitas parcelas de
utopía: “solidaridad, servicio, sencillez y disponibilidad para acoger el don
de Dios” (Sínodo de Puebla) . Esa es también nuestra espiritualidad, la
espiritualidad que se desprende de las preciosas lecturas de este domingo.
ESTUDIO
BÍBLICO
El discipulado de la
cruz como identidad cristiana
Iª Lectura: Isaías
(50,5-9): Entrega y decisión a Dios y a los suyos
I.1. Estamos ante
es uno de los famosos cantos del Siervo de Yahvé (cf Is 42; 49; 52-53), una de
las cumbres teológicas del Antiguo Testamento desde todos los puntos de vista.
Pertenecen a la segunda parte del libro de Isaías, al llamado Deutero-Isaías
(40-55), en que aparece este misterioso personaje que encuentra el sentido a su
misión apoyándose en la palabra de Dios. Si en la primera parte del libro de la
consolación se pensaba que el emperador Ciro (emperador persa) sería el elegido
de Dios para liberar a su pueblo (pues él dio el decreto del retorno desde
Babilonia), a partir del momento en que aparece la figura del Siervo, ya no
será necesario apoyarse en un rey o emperador humano para la libertad que Dios
ofrece a su pueblo. Las resonancias de estos famosos “cantos del Siervo” son
evidentes en pasajes del NT
I.2. Por eso mismo
la fidelidad a Dios, a la escucha atenta de su palabra, por encima de las
afrentas que debe sufrir, ponen de manifiesto el misterio del dolor como la
capacidad que se debe tener frente a toda violencia. Los perfiles de este
personaje no están definidos, ni está claro si se habla de un individuo o del
pueblo mismo que debe mantenerse atento a la palabra de Dios. Pero los
cristianos supieron aplicarlo a Cristo, porque encontraron en esta descripción
del Siervo una semejanza inigualable con la vida de Jesús. Lo que para el
judaísmo oficial y su teología no podía ser mesiánico, para los cristianos,
después de la pasión y la resurrección, preanuncia al Mesías que pude llevar
sobre sus hombres los sufrimientos del pueblo y del mundo entero.
IIª Lectura: Santiago
(2,14-18): Fe verdadera y compromiso cristiano
II.1. La segunda
lectura (Santiago 2,14-18) nos enfrenta de nuevo con la parenesis, o la praxis
de la vida cristiana. Nos encontramos con uno de los pasajes más determinantes
de este escrito en el que se ha visto una polémica con la teología de la fe de
Pablo. Se ha dicho que es la parte más importante de la carta, porque se quiere
poner de manifiesto que la fe sin obras no lleva a ninguna parte en la vida
cristiana. Esto es absolutamente irrenunciable, y a nadie, y menos a Pablo se
le podría pasar por la mente algo así como “cree y peca mucho”. Esa falacia no
es de Lutero, sino la leyenda de los malpensantes. Creer es confiar
verdaderamente en el Dios de la gracia. Pero es posible que algunos quisieran
poner a Pablo a prueba en alguna comunidad cristiana y este escrito posterior quiere
poner las cosas en su sitio.
II.2. El
enfrentamiento no es entre Santiago y Pablo, sino entre interpretaciones que
provocan equívocos. Pablo, es verdad, ha puesto la fe en Jesucristo como
principio de salvación, y eso es axiomático (elemental y decisivo) en el
cristianismo frente a la Ley judía; porque la salvación no puede venir sino de
Jesucristo, en ningún caso de la Ley y sus preceptos (esto también es
elementalmente cristiano). Pero la fe lleva a los compromisos más radicales, en
razón de la gracia de la salvación. De lo contrario el cristianismo sería
absurdo, porque el cristianismo no es una ideología, sino una praxis verdadera
para cambiar los corazones de los hombres.
Evangelio: Marcos
(8,27-35): Seguir a Jesús desde nuestra cruz
III.1. El evangelio
nos presenta un momento determinante de la vida de Jesús en que debe plantear a
los suyos, a los que le han quedado, las razones de su identidad para el
seguimiento: ¿a dónde van? ¿a quién siguen? El texto, pues, del evangelio,
tiene cuatro momentos muy precisos: la intención de Jesús y la confesión
mesiánica de Pedro en nombre de los discípulos (vv.27-30); el primer anuncio de
la pasión (v. 31); el reproche de Jesús a Pedro y a los discípulos por
pretender un mesianismo que no entran en el proyecto de Dios (vv.32-33), que
Jesús asume hasta las últimas consecuencias, como el mismo Siervo de Yahvé. Y,
finalmente, los dichos sobre el seguimiento (vv.34-37). Este es uno de los
momentos estelares de la narración del evangelio de Marcos. La crisis en
Galilea se ha consumado y el seguimiento de Jesús se revela abiertamente en sus
radicalidades. Galilea ha sido un crisol… ahora están a prueba los que le han
quedado, cuyas carencias son manifiestas en este confesión mesiánica. Por eso
las palabras sobre el seguimiento de Jesús son para toda la gente, no solamente
para sus discípulos. Es el momento de comenzar al camino a Jerusalén, con todo
lo que ello significa para Jesús en su proyecto del anuncio del Reino.
III.2. Pedro
considera que confesarlo como Mesías sería lo más acertado, pero el Jesús de
Marcos no acepta un título que puede prestarse a equívocos. El Mesías era
esperado por todos los grupos, y todos creían que sería el liberador político
del pueblo. Jesús sabe que ni su camino ni sus opciones son políticas, porque
no es ahí donde están los fundamentos del Reino de Dios que ha predicado. Por
eso, para aclarar el asunto viene el primer anuncio de la pasión; de esa manera
dejaría claro que su mesianismo, al menos, no sería como lo esperaban los
judíos y, a la vez, sus discípulos debían aprender a esperar otra cosa. Ya
Jesús veía claro que su vida en Dios debía pasar por la muerte. No porque Dios
quisiera o deseara esa muerte. El Dios Abbá no podía querer eso. Pero los
hombres no dejarían otra alternativa a Jesús, en nombre de su Dios.
III.3. El reproche
de Jesús a Pedro, uno de los más duros del evangelio, porque su mentalidad es
como la de todos los hombres y no como la voluntad de Dios, es bastante
significativo. Jesús les enseña que su papel mesiánico es dar la vida por los
otros; perderla en la cruz. Eso es lo que pide a los que le siguen, porque en
este mundo, triunfar es una obsesión; pero perder la vida para que los otros
vivan solamente se aprende de Dios que se entrega sin medida. El triunfo
cristiano es saber entregarse a los demás. No sabemos si Jesús pudo hablar
directamente de cruz o estos dichos están un poco retocados en razón de lo que
ocurrió en Jerusalén con la muerte histórica de Jesús siendo crucificado bajo
Poncio Pilato, quien decidió esa clase de muerte. Pero Jesús sí que contaba ya
con la muerte, no veía otra salida.
III.4. Por eso, la
cruz, en los dichos, es la misma vida. Nuestra propia vida, nuestra manera de
sentir el amor y la gracia, el perdón y la misericordia, la ternura y la
confianza en la verdad y en Dios como Padre. Eso es “una cruz” en este mundo de
poder y de ignominia. La cruz no es un madero, aunque para los cristianos sea
un signo muy sagrado. La cruz está en la vida: en amar frente a los que odian;
en perdonar frente a la venganza. Esa es una cruz porque el mundo quiere que
sea una cruz; no simplemente un madero. La cruz de nuestra vida, nuestra cruz
(“tome su cruz”, dice el dicho de Jesús), sin pretender ser lo que no debemos; sin
vanagloriarnos en nosotros mismos. La cruz es la vida para los que saben
perder, para los que saben apostar. Por eso se puede hablar con sentido
cristiano de “llevar nuestra cruz” y no debemos avergonzarnos de ello. No
porque nuestro Dios quiera el sufrimiento… pero el sufrimiento de los que dan
sentido a su vida frente al mundo, viene a ser el signo de identidad del
verdadero seguimiento de Jesús.
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