"Señor,
tú lo sabes todo; sabes que te quiero".
¿Hemos visto al Señor Resucitado?
La Iglesia cuando anuncia el
evangelio de la resurrección de Cristo, y no simplemente mantiene un
voluntariado de ayuda social, no puede convencer a la gente con argumentos;
necesita ser creíble; necesita ejemplos atrayentes, como el Papa Francisco.
El cristiano antes de predicar
debiera preguntarse, ¿qué credibilidad tengo yo ante este auditorio para
poderles hablar de Jesucristo y de la nueva vida que ha venido a traernos
mediante el perdón de nuestros pecados? Sólo quien se ha librado de las
ataduras del pecado y goza de la alegría de la vida pascual puede hablar con
pasión y abrir las puertas a la esperanza.
En consecuencia, el ministro, antes
de predicar, debiera rezar en la presencia de Dios para ver el rostro vivo de
Dios y examinar su propia vida, de manera que pueda hablar al corazón de las
personas con el fuego de la caridad; porque cuando se habla sólo con la
inteligencia se corre el peligro de agradar, deslumbrar o cansar. Y hay
demasiadas homilías que sólo aburren.
Parece que ha llegado el momento de
abandonar la plaza y retirarse al desierto, pues es tiempo más de autenticidad
que de oratoria. La lección de Benedicto XVI ha sido convincente. Ha llegado el
momento de la verdad; ya no hay tiempo para los juegos de atracción. O somos
testigos que hemos visto al Señor Resucitado o de lo contrario sería mejor
realizar una cura de silencio.
O hemos muerto al pecado durante la
cuaresma para poder resucitar con Cristo en la Pascua, o todo ha sido un
teatro, quizá bello: la aspersión del agua bendita y otros signos
sacramentales. Pero la paciencia de Dios es grande y ahora nos da el tiempo de
Pascua para invocar al Espíritu y poder recobrar la vida en Cristo Jesús. El
papa Francisco, evangelio sin ropajes, es un ejemplo a seguir por todos,
especialmente por los sacerdotes.
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
I
LECTURA
La
comunidad crece ante el conflicto social cuando vive con fidelidad el
evangelio. No hay renuncias a la verdad, no hay pactos ocultos ni miedos a
perder poder. El mismo conflicto impulsa y fortalece.
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 5, 27-32. 40b-41
Cuando los Apóstoles fueron
llevados al Sanedrín, el Sumo Sacerdote les dijo: "Nosotros les habíamos
prohibido expresamente predicar en ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén
con su doctrina. ¡Así quieren hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese
hombre!". Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: "Hay que
obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres ha
resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir suspendiéndolo del patíbulo.
A él, Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo Jefe y Salvador, a fin de
conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos
testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los
que le obedecen". Después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar en el
nombre de Jesús y los soltaron. Los Apóstoles, por su parte, salieron del
Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el Nombre
de Jesús.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
29, 2. 4-6. 11-12a. 13b
R.
Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste. O bien: Aleluya.
Yo te glorifico, Señor, porque tú
me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me
levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan
al sepulcro. R.
Canten al Señor, sus fieles; den
gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda
la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría.
R.
"Escucha, Señor, ten piedad de
mí; ven a ayudarme, Señor". Tú convertiste mi lamento en júbilo. ¡Señor,
Dios mío, te daré gracias eternamente! R.
SEGUNDA
LECTURA
Muchos
poderes, muchos hombres y mujeres, pueden exigirnos que nos postremos ante
ellos, para adularlos o mostrarles nuestra sumisión. Sin embargo, solo Cristo,
muerto y resucitado, debe recibir alabanzas y adoración.
Lectura
del libro del Apocalipsis 5, 11-14
Yo, Juan, oí la voz de una multitud
de Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los
Ancianos. Su número se contaba por miles y millones, y exclamaban con voz
potente: "El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y
la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza".
También oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra,
debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían: "Al que
está sentado sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por
los siglos de los siglos". Los cuatro Seres Vivientes decían:
"¡Amén!", y los Ancianos se postraron en actitud de adoración.
Palabra
de Dios.
EL
EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY
"Tú
lo sabes todo, tú sabes que te amo"; ¿y si repetimos esta frase varias
veces ante el Señor, en una actitud de oración? ¿Y si nos arrodillamos ante él
reconociendo que a él nada se le puede ocultar? "Señor, tú sabes que te
amo", con mi limitación, con mi pecado, con mis egoísmos y mis
incoherencias, pero aún así, tú sabes que te amo.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Juan 21, 1-19
Jesús resucitado se apareció otra
vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban
juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea,
los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a
pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros".
Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer,
Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús
les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron:
"No". Él les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y
encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían
arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el
Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que
era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron
en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien
metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un
pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos de los
pescados que acaban de sacar". Simón Pedro subió a la barca y sacó la red
a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de
ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: "Vengan a comer".
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres?",
porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e
hizo lo mismo con el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús resucitado se
apareció a sus discípulos. Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro:
"Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?". Él le respondió:
"Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta
mis corderos". Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de
Juan, ¿me amas?". Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te
quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". Le preguntó por
tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se
entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo:
"Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo:
"Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te
vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos,
y otro te atará y te llevará a donde no quieras". De esta manera, indicaba
con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo:
"Sígueme".
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
¡Pascua es haber visto al Señor
Resucitado! (Evangelio)
Los apóstoles habían vuelto a
pescar; era lo que sabían hacer. Al final, Cristo había muerto; es verdad que
se decía había resucitado, pero el futuro era incierto y había que pensar en
comer. Mas Jesús nunca se cansa de nosotros y por tercera vez se manifestó a
sus discípulos; ahora a la orilla del Lago de Tiberíades.
¿Qué hizo Jesús? Sorprenderlos en
su mismo trabajo. ¿Qué tenemos que hacer nosotros? Hacer lo que Él nos diga,
como dijo la Virgen María en las bodas de Caná. Si echamos la red, porque
Cristo lo ha dicho, no podremos arrastrarla por la cantidad de peces. Pero no basta
la obediencia a Jesús, es necesario haber visto al Señor, es decir, en la Santa
Misa no basta la palabra, se necesita también el sacramento, partir el pan,
para poder ver al Señor.
Entonces, fue Juan quien dijo a
Pedro ¡Es el Señor! Y todos se acercaron a Jesús; estaban viendo al Señor,
quien tomó el pan y se lo dio.
Lo mismo hizo con el pescado.
Ahora, durante el misterio de la Santa Misa debemos decir con fe: ¡Señor mío y
Dios mío!, advirtiendo la presencia del Señor en medio de nosotros; nosotros,
todo, está bajo la providencia divina.
Éste es el fruto de la Eucaristía
Después de la experiencia de ver al
Señor Jesús, viene la manifestación de nuestra vocación. Jesús dijo a Pedro:
Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Cierto, Señor, tú sabes que te
amo. Apacienta mis ovejas. Y por tres veces se repite el mismo diálogo. Pedro
se inquieta, y le dice: Señor, tú lo sabes todo, y sabes que te amo. Y, al
final, Jesús le promete: Cuando eras joven…, cuando seas viejo…, Cristo le
estaba indicando con qué clase de muerte le glorificaría.
En la primera parte del evangelio,
Jesús nos da una obediencia; en la segunda parte se manifiesta a sus discípulos
en su cuerpo y en su sangre; en la última parte, Jesús señala a Pedro su
vocación: amar de tal modo a Jesús, que pueda cuidar del mundo. Recemos por el
Papa, sucesor de San Pedro, y contemplemos todos al Señor, que nos dice:
Sígueme.
Es preciso obedecer a Dios antes
que a los hombres (1ª Lectura)
Los apóstoles hablan claro,
diciendo lo que hizo el pueblo con Jesús y lo que hizo Dios con Jesús. Vosotros
matasteis a Jesús, pero Dios lo ensalzó como jefe y salvador para dar a Israel
la conversión y el perdón de los pecados. Los flagelaron y los dejaron en
libertad, prohibiéndoles de hablar de Jesús. Y ellos se fueron contentos , pues
habían testimoniado a Jesús, sufriendo por él.
Sólo los testigos hablan al corazón
de las personas y entregan la vida por el otro, porque hablan de lo que
previamente han escuchado a Dios.
De la oración contemplativa brota
la palabra de vida.
¡Entremos en el misterio! (2ª
Lectura)
El cielo proclamaba: “El Cordero
que ha sido inmolado es digno de recibir la potencia, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la bendición”. Y la tierra confirmaba: “A
aquél que está sentado en el trono y al Cordero alabanza, honor, gloria y
potencia por los siglos de los siglos”. Amén, respondieron los cuatro seres
vivientes, y los ancianos se postraron.
El Apocalipsis nos presenta una
liturgia del cielo, invitándonos a participar en su misterio, mas para ello es
preciso tener un corazón limpio y una mente ordenada. Sin estar evangelizados y
convertidos no hay posibilidad de participación litúrgica.
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª Lectura: Hechos (5,27-32.40-41):
Testigos: El Espíritu y la Comunidad
I.1. La primera lectura nos
presenta el discurso de defensa que Pedro hace ante el Sanedrín judío, que ha
comenzado a perseguir a los primeros cristianos, después que los saduceos y las
clases sacerdotales (los verdaderos responsables también de la condena de
Jesús) se han percatado de que lo que el Nazareno trajo al pueblo no lo habían
logrado hacer desaparecer con su muerte. Los discípulos, que comenzaron
tímidamente a anunciar el evangelio, van perdiendo el miedo y están dispuestos
a dar razón de su fe y de su nuevo modo de vida. Fueron encarcelados y lograron
su libertad misteriosamente.
I.2. Para dar razón de su fe, de
nuevo, recurren al kerygma que anuncia con valentía la muerte y la resurrección
de Jesús, con las consecuencias que ello supone para los responsables judíos
que quisieron oponerse a los planes de Dios. La resurrección, pues, no es ya
solamente que Jesús ha resucitado y ha sido constituido Salvador de los
hombres, sino que “implica” también que su causa continúa adelante por medio de
sus discípulos que van comprendiendo mucho mejor lo que el Maestro les enseñó.
Esta es una expresión que ha marcado algunas de las interpretaciones sobre el
acontecimiento y que no ha sido admitida. Pero en realidad se debe tomar en
consideración.
I.3. No podemos centrarnos
solamente en el “hecho” de la resurrección en la persona de Jesús, sino que
también debemos considerar que la resurrección de Jesús cambia la vida y el
horizonte de sus discípulos. Y esto es muy importante igualmente, ya que sin
ello, si bien se proclame muchas veces que “Jesús ha sido resucitado” no se
hubiera ido muy lejos. Es decir, la resurrección de Jesús también da una
identidad definitiva a la comunidad cristiana. Ahora la causa de Jesús les
apasiona, les fascina, y logran dar un sentido a su vida, que es,
fundamentalmente, “anunciar el evangelio”.
IIª Lectura: Apocalipsis (5,11-14):
Liturgia pascual en el cielo
II.1. La segunda lectura nos narra
una segunda visión del iluminado de Patmos, en la que se adentra en el
santuario celeste (una forma de hablar de una experiencia intensa de lo divino
y de la salvación) donde está Dios y donde aparece una figura clave del
Apocalipsis: el cordero degollado, que es el Señor crucificado, aunque ya
resucitado. Con él estaba toda la plenitud de la vida y del poder divino, como
lo muestra el número siete: siete cuernos y siete espíritus.
II.2. La visión, pues, es la
liturgia cósmica (en realidad todo el libro del Apocalipsis es una liturgia)
del misterio pascual, la celebración y aclamación del misterio de la muerte y
resurrección del Señor. Toda la liturgia cristiana celebra ese misterio pascual
y por medio de la liturgia los hombres nos trasladamos a aquello que no se puede
expresar más que en símbolos. Pero para celebrar y vivir lo que se ha hecho por
nosotros.
Evangelio: Juan (21,1-19): La
Resurrección, experiencia de amor
III.1. El evangelio de este
domingo, como todo Jn 21, es muy probablemente un añadido a la obra cuando ya
estaba terminada. Pero procede de la misma comunidad joánica, pues contiene su
mismo estilo, lenguaje y las mismas claves teológicas. El desplazamiento de
Jerusalén al mar de Tiberíades nos sitúa en un clima anterior al que les obligó
a volver a Jerusalén después de los acontecimientos de la resurrección. Quiere
ser una forma de resarcir a Pedro, el primero de los apóstoles, de sus
negaciones en el momento de la Pasión. Es muy importante que el “discípulo
amado”, prototipo del seguidor de Jesús hasta el final en este evangelio,
detecte la presencia de Jesús el Señor y se lo indique así a los demás. Es un
detalle que no se debe escapar, porque como muchos especialistas leen e
interpretan, no se trata de una figura histórica, ni del autor del evangelio,
sino de esa figura prototipo de fe y confianza para aceptar todo lo que el
Jesús de San Juan dice en este escrito maravilloso.
III.2. Pedro, al contrario que en
la Pasión, se tira al agua, “a su encuentro”, para arrepentirse por lo que
había oscurecido con sus negaciones. Parece como si todo Jn 21 hubiera sido
escrito para reivindicar a Pedro; es el gran protagonista, hasta el punto de
que él sólo tira de la red llena de lo que habían pescado para dar a entender
cómo está dispuesto ahora a seguir hasta el final al Señor. Pero no debemos
olvidar que es el “discípulo amado” (v. 7) el que delata o revela situación. Si
antes se ha hablado de los Zebedeos, no quiere decir que en el texto “el
discípulo amado” sea uno de ellos. Es el discípulo que casi siempre acierta con
una palabra de fe y de confianza. Es el que señala el camino, el que descubre
que “es el Señor”. Y entonces Pedro… se arroja.
III.3. El relato nos muestra un
cierto itinerario de la resurrección, como Lucas 24,13-35 con los discípulos de
Emaús. Ahora las experiencias de la resurrección van calando poco a poco en
ellos; por eso no se les ocurrió preguntar quién era Jesús: reconocieron
enseguida que era el Señor que quería reconducir sus vidas. De nuevo tendrían
que abandonar, como al principio, las redes y las barcas, para anunciar a este
Señor a todos los hombres. También hay una “comida”, como en el caso de Lc
24,13ss, que tiene una simbología muy determinada: la cena, la eucaristía,
aunque aquí parezca que es una comida de “verificación” de que verdaderamente
era el Señor resucitado. Probablemente el relato de Lc 24 es más conseguido a
nivel literario y teológico. En todo caso los discípulos descubrieron al Señor
como el resucitado por ciertos signos que habían compartido con El.
III.4. Todo lo anterior, pues,
prepara el momento en que el Señor le pide a Pedro el testimonio de su amor y
su fidelidad, porque a él le debe encomendar la responsabilidad de la primera
comunidad de discípulos. Pedro, pues, se nos presenta como el primero, pero
entendido su “primado” desde la experiencia del amor, que es la experiencia
base de la teología del evangelio de Juan. Las preguntas sobre el amor, con el
juego encadenado entre los verbos griegos fileô y agapaô (amar, en ambos casos)
han dado mucho que hablar. Pero por encima de todo, estas tres interpelaciones
a Pedro sobre su amor recuerdan necesariamente las tres negaciones de la Pasión
(Jn 18,17ss). Con esto reivindica la tradición joánica al pescador de Galilea.
Sus negaciones, sus miserias, su debilidad, no impiden que pueda ser el guía de
la comunidad de los discípulos. No es el discípulo perfecto (eso para el
evangelio joánico es el “discípulos amado”), pero su amor al Señor ha curado su
pasado, sus negaciones. En realidad, en el evangelio de Juan todo se cura con
el amor. Y esta, pues, es una experiencia fundamental de la resurrección,
porque en Tiberíades, quien se hacen presente con sus signos y pidiendo amor y
dando amor, es el Señor resucitado.
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