“Escuchan
mi voz, yo las conozco”
No siempre mostramos una apertura
de mente y corazón hacia lo nuevo que nace.
También rechazamos la luz que se
nos brinda de Dios, de los hermanos, de la palabra, del consuelo. No permitimos
que se nos ayude. Cerramos puertas a Dios, a la humanidad, y optamos por cerrar
los ojos a la vida que nace y se nos ofrece como oportunidad de salvación.
Pero siempre hay destinatarios e
interlocutores válidos, donde la Palabra de Dios se recibe con alegría. Aunque
no sean de nuestra raza, cultura, generación, pueblo o nación. Aquellos, para
quienes Dios no se ha vuelto una costumbre inamovible.
La experiencia de los que lavaron
su túnica en la sangre del Cordero, serán calmados en su llanto, enjugados en
sus lágrimas por el Cristo Resucitado. Por la fe vivida, por la vida entregada,
por los miedos superados. Aquellos que no guardaron su vida por la fe.
Aquellos conocieron y amaron la
vida con coraje, reconocieron una verdad, y fueron reconocidos por el Hijo,
ante el Padre. Un reconocimiento mutuo de Dios y su semejanza. Han procurado
conocer su voz, su palabra, su camino, su verdad. Identificar su propia persona
con todo lo que Jesús, el Hijo, nos ofreció con su vida. Han procurado seguirte
y reconocer el lugar donde habitas. Se han ofrecido para que pueda Dios
acampar, cultivar y cuidar su campo sagrado, para que el ser, la existencia, la
historia personal, el camino, sean un lugar posible donde Dios pueda habitar.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
I
LECTURA
No
tenemos asegurado el "éxito", ni por predicar bien ni por preparar
mucho nuestras catequesis o reuniones. Nos corresponde esparcir la semilla, y
los resultados dependerán de lo que haya en el corazón del otro. Los
"fracasos", como el que narra este pasaje, pueden ser la señal de que
hay que buscar nuevos horizontes y reencausar los esfuerzos, pues muchos de los
que están lejos siguen esperando una buena noticia.
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 13, 14. 43-52
En aquellos días: Pablo y Bernabé
continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia. El sábado
entraron en la sinagoga y se sentaron. Cuando se disolvió la asamblea, muchos
judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé. Éstos
conversaban con ellos, exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios.
Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra de
Dios. Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias
contradecían las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza,
dijeron: "A ustedes debíamos anunciar en primer lugar la Palabra del
Señor, pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la Vida eterna, nos
dirigimos ahora a los paganos. Así nos ha ordenado el Señor: 'Yo te he
establecido para ser la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los
confines de la tierra'". Al oír esto, los paganos, llenos de alegría,
alabaron la Palabra de Dios, y todos los que estaban destinados a la Vida
eterna abrazaron la fe. Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la
región. Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la
aristocracia y a los principales de la ciudad, provocando una persecución
contra Pablo y Bernabé, y los echaron de su territorio. Estos, sacudiendo el
polvo de sus pies en señal de protesta contra ellos, se dirigieron a Iconio.
Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
99, 1b-3. 5
R.
Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Aclame al Señor toda la tierra,
sirvan al Señor con alegría, lleguen hasta él con cantos jubilosos. R.
Reconozcan que el Señor es Dios: Él
nos hizo y a él pertenecemos; somos su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
¡Qué bueno es el Señor! Su
misericordia permanece para siempre, y su fidelidad por todas las generaciones.
R.
SEGUNDA
LECTURA
El
Apocalipsis nos presenta el triunfo sobre el mal y la muerte. Triunfo de
Jesucristo que se comunica a todos los que han seguido sus pasos en la tierra.
Se trata de todos esos hombres y mujeres que ahora descansan en los verdes
prados, donde los ha conducido el Pastor.
Lectura
del libro del Apocalipsis 7, 9. 14b-17
Yo, Juan, vi una enorme
muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones,
familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del
Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano. Y uno de los
Ancianos me dijo: "Éstos son los que vienen de la gran tribulación; ellos
han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por
eso están delante del trono de Dios y le rinden culto día y noche en su Templo.
El que está sentado en el trono extenderá su carpa sobre ellos: nunca más
padecerán hambre ni sed, ni serán agobiados por el sol o el calor. Porque el
Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los conducirá hacia los
manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos".
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Jesús
usa una imagen con hondo simbolismo: el pastor va delante, como guía, y las
ovejas lo siguen en un grupo que camina detrás de él, todas para el mismo lado.
Eso es lo que él hace por nosotros, y eso es lo que espera de nosotros: que lo
sigamos, pero no con una espiritualidad o práctica individualista, sino en
comunidad, como rebaño, todos unidos. En ese grupo, él nos distingue y nos
conoce uno por uno.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Juan 10, 27-30
Jesús dijo: "Mis ovejas
escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna:
ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me
las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de
mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa".
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
Luz
y alegría de los gentiles (Hch. 13, 14. 43-52):
Los Hechos de los Apóstoles sitúan
a Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia. Su predicación era envidiada por los
judíos, ya que congregaban a mucha gente que deseaban escucharlos. Su predicación
y anuncio, fue ofrecido a los judíos, pero despertó insultos en lugar de
interrogantes, escucha o adhesión. Rechazaron el mensaje. No había acogida en
su corazón.
Pablo y Bernabé, no se detuvieron
en contemplaciones, hablaron con claridad ante la actitud de rechazo, por no
considerarse dignos de recibir la vida eterna, nosotros nos dedicaremos a los
gentiles. Y lo asumen, como un mandato del Señor: “Te hago luz de los gentiles,
para que seas la salvación hasta el extremo de la tierra”. Estas palabras
colmaron de alegría a los gentiles, a los despreciados porque no eran como los
judíos, a los pueblos extranjeros, desconocedores de Dios, de Jesús y de su
propuesta de vida eterna.
El rechazo, la no aceptación, el
insulto conduce a un abrir caminos de dignidad. Dignidad para la escucha,
dignidad para la acogida, dignidad donde el respeto sea un camino transitable.
Donde la alegría pueda compartirse, donde la persecución se transforme en una
actitud de acogida y reconocimiento mutuos.
La Salvación y la Luz de Cristo
Resucitado son ofrecidas, pero no impuestas. Es la libertad humana la que
reconoce, acepta y acoge, y es también la que rechaza, insulta, persigue y
amenaza. Aunque estos últimos viven cegados por la envidia. Son los dos polos
opuestos de las consecuencias de la libertad.
Los conocedores de Dios muchas
veces se muestran rechazando la novedad de Dios, la nueva promesa, la nueva
alianza. El lenguaje nuevo, la vida nueva propuesta por Dios. Aunque sea el
mismo contenido, siempre habrá una resistencia al cambio. Una resistencia
porque ese cambio no cubre mis expectativas. Podemos entrar en el desaliento,
pero también podemos dirigir nuestra voz y nuestra mirada a quien sepa amarnos
y acogernos, que no siempre son los de casa, los de nuestro pueblo, los
creyentes, los hombres y mujeres de Iglesia.
A veces, la Palabra de vida,
resuena como novedad a quien nunca se ha sentado a escuchar. Cercano o lejano.
La prueba y la satisfacción de predicar será la alegría que experimenten otros,
cuando supieron sentarse a escuchar, comprendiendo la luz, la vida, y la verdad
que se les ofrecía. Si Pablo y Bernabé cambiaron el rumbo, dejaron a los judíos
y dirigieron sus esfuerzos a los gentiles; nosotros hoy tendríamos que
descubrir cuáles son nuestros gentiles del siglo XXI, y tener el coraje y la
valentía, primero de denunciar el rechazo, y segundo de abrir un camino hacia
otro interlocutor válido, capaz de acoger y escuchar la bondad de la vida que
se propone. Por eso, hemos de estar convencidos en que la promesa de vida, que
parte de Jesucristo, no está ni permanece restringida a ningún pueblo, ni a
ninguna generación. Es oferta común y universal.
Y
Dios enjugará las lágrimas de sus ojos (Ap 7,9. 14-17)
Más allá de los límites que la
historia humana nos imponga, hemos de vivir el mensaje del resucitado como una
experiencia no sólo personal, sino sobre todo, como una experiencia de
identidad, conocedores de pertenecer a un nuevo pueblo, una comunidad nueva de
creyentes. La resurrección, lo mismo que el compartir el pan tiene esa
dimensión comunitaria, eclesial, no acontece en la soledad, sino en un caminar
juntos.
Aquellos que lavaron sus túnicas en
la sangre del Cordero, la muchedumbre que dio la vida por la fe en Jesús - el
Cordero que quita el pecado del mundo, el que nos reconcilia con la vida y con
el amor- son los que vienen de la gran tribulación. Por eso, el que se sienta
en el trono, el Hijo de Dios, el que reina en nuestros corazones con humildad,
bondad, paz, amor y reconciliación, ese habitará entre ellos. Los cuidará,
cultivará sus corazones, permanecerá a su lado, conduciéndolos como pastor
hacia fuentes de aguas vivas, donde Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.
Recibirá nuestras lágrimas, y nos
consolará una vez vencidos los miedos de la vida, los avatares de nuestra
historia: soledad, persecución, rechazo, insulto, abandono, acusaciones; todos
aquellos avatares que provocan sufrimiento por la violencia humana, porque han
pretendido impedir la felicidad, los sueños, la vivencia de la esperanza, la
libertad de amar y creer.
Conocen
mi voz y yo las conozco (Jn 10, 27-30):
Jesús admite y reconoce a quienes
les siguen. Usando un símil pastoril, con la excelencia de un buen pastor,
conoce a cada uno de sus ovejas, y ellas saben, intuyen y conocen, cómo es su
voz. Yo les doy la vida eterna, nadie podrá arrebatársela de su mano, ni de la
mano de Dios Padre, porque hay una unidad en el cuidado del Padre y del Hijo.
Podemos situarnos en la experiencia
de nuestros seres queridos. Cómo los hemos visto nacer, crecer, y cómo siempre
hay una mirada de reconocimiento del recién nacido ante su madre, o ante su
padre, por el que se siente cuidado, protegido, alimentado, y animado para la
vida. Su llanto sólo se calma cuando reconocen la seguridad de aquellos que identifica
como a sus padres: los reconoce por el cuidado diario recibido. Así es la
actitud de Jesús, el Buen Pastor y así se muestra la actitud confiada de
cuantos creyeron en él, y le siguen. Un reconocimiento mutuo por el camino
andado y la vida compartida.
En este domingo, en que también
oramos por las vocaciones, a la vida consagrada, a quienes se sienten llamados
a ser dominicos, hemos de preguntarnos sobre cómo nos conocen, y si realmente
reconocen nuestra voz. ¿Hemos puesto demasiadas fronteras generacionales?
¿Demasiadas exigencias o criterios evaluativos de orientación vocacional?
¿Éstos están dirigidos más a cómo deben ser entre nosotros? Y ¿nos hemos
olvidado de cómo se nos ha de conocer? de ¿cómo hemos de cuidarlos,
alimentarlos y animarlos para que ellos reconozcan nuestra vida y nuestra voz?
¿Qué esperanza ofrecemos? ¿Qué llanto enjugamos? ¿Qué tribulación calmamos para
que ellos sientan la experiencia de que Dios habita en ellos, acampa y
permanece en ellos?
¿Qué palabra y qué gesto les impulsará
a seguirnos y a quedarse con nosotros? ¿Qué vida le ofrecemos? Si no asumimos
la actitud de cultivar, de cuidar, de enjugar los llantos ¿cómo se va a
regenerar nuestra vida con savia nueva? ¿Hemos dado por perdida nuestra vida,
porque la hemos dejado envejecer, y la libertad y verdad de los jóvenes nos
molesta? ¿Será que también hemos olvidado el cómo enjugar el llanto de quien
vive a nuestro lado? ¿Le hemos quitado el protagonismo de su historia
vocacional, y cortado las alas antes de andar?
Los jóvenes de hoy han vivido
muchas experiencias en su vida de dolor, y mucha experiencia precoz de
libertad: ¿estamos preparados para acoger y orientar con una pedagogía
liberadora esa libertad para encaminarla a la docilidad y a la obediencia?
¿Buscamos amoldarlos a nuestra vida? ¿Pero esta vida que proponemos como verdad
y sentido de nuestra vocación, contiene palabras de salvación que enamoren?
No busquemos poner en un molde
personalidades, ni voluntades, ni libertades, cuando se ha optado dejar casa,
familia, trabajo, y un futuro para estar con nosotros, cuando nosotros hemos
olvidado tantas cosas. Más que rezar por las vocaciones, tendríamos que rezar
por nuestra vida, para que esa vida que postulamos regrese del olvido, de la
desesperanza, de los corazones viejos. El mundo les abrió fronteras, y nosotros
se las hemos cerrado: quizás buscando tener discípulos clonados a nuestra
individualidad, a nuestro parecer, a nuestra voluntad. Nos falta resucitar,
volver abrir nuestros corazones antes que nuestras casas, y escuchar y acoger
la voz de Dios y contemplar la luz que nos ofrece. Ellos podrán tener el mismo
coraje de Pablo y Bernabé, para decir con valentía: os hemos ofrecido la vida,
y no se sintieron dignos de merecerla. La rechazasteis, por eso, nos vamos a
los gentiles, donde nos sepan aceptar, acoger y querer.
Algunos pensadores nos muestran
señales de una auténtica acogida, que nos pueden ayudar a reflexionar:
• Nos
volvemos sabios cuando sabemos que el amor es la respuesta a todas las
preguntas.
• Con
la gratitud, tu mente se convierte en el mejor lugar para pasar el tiempo.
• El
trabajo es amor hecho visible. Y si no podéis trabajar con amor sino sólo con
disgusto, es mejor que abandonéis el trabajo y que os sentéis a la puerta del
templo a recibir la limosna de quienes trabajan con alegría (Khalil Gibran).
• Se
ha de ser un gran hombre para saber escuchar.
• La
gratitud nos abre a la plenitud de la vida. Convierte lo que tenemos en
suficiente y más. Convierte la negación en aceptación, el caos en orden, la
confusión en claridad… Transforma los problemas en dones, los fracasos en
éxitos, lo inesperado en lo que llega en el momento perfecto y los errores en
acontecimientos importantes. La gratitud da sentido a nuestro pasado, nos da
paz en el presente y crea una visión del mañana (Melodie BEATTIE).
• Lo
único que vemos de una persona en cualquier momento es una instantánea de su
vida, ya sea de su riqueza o pobreza, felicidad o desesperación. Las
instantáneas no muestran el millón de decisiones que la condujeron a ese
momento (RICHARD BACH).
• Si
juzgas a las personas, no tienes tiempo para amarlas (Madre Teresa).
• Cuando
mires atrás, te darás cuenta de que: cuando realmente has vivido, ha sido en
aquellos momentos en que has hecho cosas con el espíritu del amor (Henry
Drummond).
La gratitud con amor, es una
escucha esperanzada, y una actitud de acogida mutua, donde el respeto hace
posible el convivir atrayente de la verdad que contemplamos, y predicamos.
ESTUDIO
BÍBLICO
El Buen Pastor es quien da la vida
Iª Lectura: Hechos (13,43-52): La
gracia de Dios es para todos los hombres
I.1. La primera lectura de este
cuarto domingo de Pascua es la consecuencia de otro discurso axial,
kerygmático, de los que aparecen frecuentemente en el libro de los Hechos. Pero
esta vez es Pablo su artífice y ante un auditorio judío, pero con presencia de
paganos que se habían hecho prosélitos o temerosos de Dios. Ya se han rotos las
barreras fundamentales entre cristianismo y judaísmo. Los seguidores de Jesús
han recibido un nombre nuevo, el de “cristianos”, en la gran ciudad de
Antioquía de Siria, y esta comunidad ha delegado a Bernabé y Pablo para
anunciar el evangelio entre los paganos.
I.2. Todavía son tímidas estas
iniciativas, pero resultarán concluyentes. Ahora, en la otra Antioquía, en la
de Pisidia, se nos ofrece un discurso típico (independientemente del de Pedro
en casa de Cornelio, c. 10). El sábado siguiente, el número de paganos directos
se acrecienta, y los judíos de la ciudad no lo podrán soportar. Sobre el texto
de Is 49,6 se justifica que los cristianos proclamen el evangelio de la vida a
aquellos que la buscan con sincero corazón. El evangelio es ese juicio crítico
contra nuestras posturas enquistadas en privilegios que son signos de muerte
más que caminos de vida. La consecuencia del primer discurso de Pablo en los
Hechos de los Apóstoles no se hará esperar. El autor, Lucas, le ha reservado
este momento en que ya se dejan claras ciertas posturas que han de confirmarse
en Hch 15, sobre la aceptación definitiva de los paganos en el seno de la
comunidad judeo-cristiana.
IIª Lectura: Apocalipsis
(7,9.14-17): Dios enjugará las lágrimas de la muerte
II.1. La visión de este domingo,
siguiendo el libro de Apocalipsis, no es elitista, es litúrgica, como
corresponde al mundo simbólico, pero se reúnen todos los hombres de toda raza,
lengua y lugar: son todos los que han vivido y han luchado por un mundo mejor,
como hizo Jesucristo. Los vestidos blancos y la palma de la mano denotan vida
tras las muerte violenta, como la victoria del mismo Señor resucitado.
II.2. Si en su vida cada uno pudo
luchar por una causa, el iluminado de Patmos ve que ahora todos viven en
comunión proclamando y alabando la causa del Señor Jesús como la suya propia.
No habrá más hambre, ni sed, y todos beberán de la fuente de agua viva. Es toda
una revelación de resurrección. Eso es lo que nos espera tras la muerte, por
eso merece la pena luchar aquí por la causa de Jesús.
Evangelio: Juan (10,27-30): Dios da
su vida a los hombres en Jesús
III.1. Siempre se ha considerado
éste el domingo del Buen Pastor a causa del evangelio del día que habla de las
ovejas, retomando el comienzo de Jn 10,1-10.. El texto del Apocalipsis que se
ha leído como segunda lectura también apunta a este simbolismo. Está situado en
el marco de la fiesta de la dedicación del Templo de Jerusalén y le acosan a
preguntas sobre si es verdaderamente el Mesías. Jesús, aparentemente, no quiere
contestar a esa pregunta intencionada, pero en realidad no desvía la cuestión,
sino que les habla con un lenguaje más vivo, más radical y en consonancia con
una forma de entender el mesianismo en clave distinta de los judíos.
III.2. No viene para ser un
personaje nacionalista, sino aquél que sabe bien la necesidad que tienen los
hombres de vida y de vida verdadera; de una forma nueva de comprender a Dios, y
por ello va a dar la vida. Los judíos nunca esperaron un Mesías que sufriera y
que fuera, por tanto, capaz de dar la vida como Jesús se empeña en hacer. El
evangelio de Juan, pues, pretende desmontar una concepción equivocada de
mesianismo y nos descubre la opción radical tomada por Jesús. El verdadero
Mesías es el que sabe dar “la vida por las ovejas”, es decir, por el pueblo.
III.3. Esta polémica, pues, de
Jesús con los judíos, revela el sentido ejemplar, global, del buen pastor,
símbolo de la gracia y del juicio que se opera en el seno de su pueblo. La
altura desde la que Juan nos presenta a Jesús, “uno con el Padre”, es una
provocación teológica, sin duda; pero es una realidad incuestionable. Tenemos
que reconocer que el Jesús histórico no habló así, de la forma que lo hace en
Juan; ni siquiera hablaba de sí mismo, pero siempre de Dios y del Reino de
Dios. Pero el evangelio de Juan tiene otro tono, menos histórico, aunque más
teológico. No entramos en la cuestión de la conciencia personal de Jesús, no es
el caso. Decir que “el Padre y yo somos uno” es alta cristología, sin duda.
Pero es verdad que Jesús nos reveló al verdadero Dios, y es eso lo que le
discuten los adversarios.
III.4. Es un escándalo, porque toda
la vida de Jesús es un juicio contra los que pensaban que el mismo Dios debía
ajustarse a su dogmática. Así, pues, lo que decide de un modo definitivo el
sentido de este evangelio es la actitud que tenemos ante la verdad que Jesús propone:
quien se encuentra de verdad con Él, se encuentra con Dios. Si Él escucha
nuestras súplicas, Dios hace lo mismo. Si Él da la vida por nosotros, eso es lo
que hace Dios por nosotros. No estamos ante una ficción teológica con estas
palabras de Jesús, sino que estamos ante el “dador de vida”.
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