Te hago luz
de las naciones
La liturgia de este domingo nos
cuestiona el concepto de misión. Nos alerta acerca de una concepción raquítica
y limitada de lo que significa ser cristianos, siervos y seguidores. Tratando
de desentrañar y comprender esta invitación a “ser más y a ser luz” compartimos
con ustedes la alegría de intentarlo.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
I
LECTURA
Esta
palabra de Dios puede estar dirigida al pueblo o bien al mismo profeta. Pero,
al ser Palabra de Dios, está dirigida también a nosotros, que fuimos llamados
“desde el vientre de nuestra madre” y somos enviados a iluminar a todos los
hombres.
Lectura
del libro de Isaías 49, 3-6
El Señor me dijo: “Tú eres mi
Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré”. Pero yo dije: “En vano me fatigué,
para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza”. Sin embargo, mi derecho está
junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y ahora, habla el Señor, el
que me formó desde el vientre materno para que yo sea su Servidor, para hacer
que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor
y mi Dios ha sido mi fortaleza. Él dice: “Es demasiado poco que seas mi
Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los
sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que
llegue mi salvación hasta los confines de la tierra”.
Palabra
de Dios.
Salmo
39, 2. 4. 7-10
R.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Esperé confiadamente en el Señor:
Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Puso en mi boca un canto nuevo, un
himno a nuestro Dios. R.
Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, entonces
dije: “Aquí estoy”. R.
“En el libro de la Ley está escrito
lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi
corazón”. R.
Proclamé gozosamente tu justicia en
la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, tú lo sabes, Señor. R.
II
LECTURA
Pablo
entrega a sus comunidades lo más importante y fundamental: la paz y la gracia
de Dios y de Jesucristo. Siempre inicia así sus cartas, y por lo tanto, el
resto de lo que escribe se desprende de este saludo y deseo.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 1, 1-3
Pablo, llamado a ser Apóstol de
Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, saludan a la Iglesia
de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús
y llamados a ser santos, junto con todos aquellos que en cualquier parte invocan
el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro. Llegue a
ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor
Jesucristo.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
No
se trata sólo de ver a Jesús sino de ir más allá, de dejarse interpelar por él
y conocerlo. Se trata de entrar en su misterio y que él mismo nos diga quién
es. Juan no sólo lo vio, sino que además lo conoció y lo anunció.
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 1, 29-34
Juan Bautista vio acercarse a Jesús
y dijo: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me
refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque
existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para
que él fuera manifestado a Israel”. Y Juan dio este testimonio: “He visto al
Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo
conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre el que
veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que bautiza en el
Espíritu Santo’. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios”.
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
Ser
más. Ser luz.
“Es poco que seas mi siervo y
restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel;
te hago luz de las naciones.” Es poco que seas mi siervo… dice directo y claro
el lenguaje del texto de Isaías. Es algo así como si se nos preguntara ¿qué
raquítica idea tenéis de lo que significa seguirme o trabajar por mi
proyecto?... ¿creéis que se trata solo de poner un poco de orden en lo que
llamáis vuestra Iglesia, en las comunidades a las que pertenecéis, en las
catequesis que impartís, en lo que habláis y escribís, en las rutinas
familiares o cristianos circuitos? ¿Pensáis de verdad que se trata de convertir
a los “alejados/as”, de ganar adeptos, de crear afición, de ser Iglesia
relevante socialmente y políticamente, de tener buena prensa…? ¿Estáis seguros
de que luchar por hacer presente el Reino es hacerse siervos que luchan por
preservar los contornos y nociones eclesiales?... Es posible, no lo sabemos,
sin embargo, en nuestra comunidad de nos da la impresión que el texto tiene
vocación más extensa.
Querer seguir a Jesús, creer en el
Reino, en la Esperanza, no dejarse apabullar -asunto este cada vez más difícil
con la realidad socio-económico-política que nos toca vivir-, luchar por
neutralizar la opresión silenciosa que sufre la gente, por desenmascarar la
mentira, la estafa, el retroceso, y tratar de abrir paso, aunque sea a
empujones, a la justicia, a la verdad, a la convicción de que es posible el
cambio, liberar a la alegría, en definitiva: empeñarse en “ser luz de las
naciones” (y el término va en plural, no luz de una sola, de la nuestra, sino
de todas) parece una dimensión más acorde con la idea de ser verdaderos seres
cristianos que subyace en el texto de Isaías.
Bien podría tratarse de convertirse
en personas que más bien se toman en serio la libertad y sinceridad, que
comprenden que la oportunidad de seguir a Jesús es más que una actitud de un
servicio comunitario (que también lo es claro, pero no solo), que es algo así
como una manera nueva ser hombre y mujer, de ser creación y sociedad. Es una
opción integral e integradora, de actuación local, pero de proyección mundial.
Es una inmensa tarea que trasciende incluso los límites de nuestra propia
religión y que entiende que ese “ser luz” es trabajar por hacer de este mundo
un lugar más justo y solidario, menos violento y destructor, más libre y fraterno.
Más humano. Más divino, pero no “de la muerte”, sino de la vida. Una tarea que
es siempre más y no menos. Una forma de ser que habita permanentemente en
diálogo colectivo huyendo de los raquíticos apartados, por bien intencionados
que sean. Es formar parte de un colectivo de personas que no hacen distinción,
que no instauran clasificaciones, que no jerarquizan, que no priorizan… bueno,
o que priorizan, pero lo hacen al revés; empezando por abajo. Es apuntarse a
una marea de seres que se consideran entre iguales, no entre elegidos. Una
generación de seres humanos abiertos y flexibles, que no están permanentemente
a la defensiva.
Despegados del poder, del tipo que
sea, no solo el económico. Naturales, alegres, presentes, responsables.
Verdaderos. Auténticos.
Podemos ser cristianos y cristianas
que, como Juan, según nos cuenta el evangelio, han comprendido su misión y su
sentido. Podemos mirar a la vida con esa paz de conocer nuestra esencia, con la
Paz de Cristo a la que hacía mención Pablo en la solemne carta a Corintios. La
paz que no imprime pasividad y somnolencia de letanía. Si no la paz que es
fuente de sabiduría, de fuerza y de determinación. Inteligencia
cristiano/humana que genera posicionamiento que no es ni impulsivo ni postizo.
Distinto del que nace del oportunismo y la necesidad de reconocimiento. Podemos
ser personas cuya actitud sea fruto del mirar y evaluar con sinceridad lo que
ocurre, lo que le pasa a la gente. Podemos adherirnos al objetivo de despertar,
de levantar, de despegar, de poner en camino; de libertar.
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª
Lectura: Isaías (49,3-6): Misión del Siervo: luz de salvación para la humanidad
I.1. La primera lectura, del nuevo
del Deutero-Isaías, es del 2º cántico del Siervo de Yahvé. En este capítulo, la
figura del Siervo está más ceñida a la dimensión profética de este personaje
que canta el autor de los mismos. Sión, el pueblo entero, debe repensar su vida
a la luz de este personaje Siervo de Yahvé. Sabemos que estos cantos (Is
42,1-9: 49,1-7; 50,4-9) representan una de las cumbres teológicas del Antiguo
Testamento. Son poemas que han dado mucho que hablar, ya que en un momento
determinando descubrirán el valor redentor del sufrimiento, aunque no en el
texto de hoy. El papel del Siervo es reunir a Jacob e Israel, dos nombres,
epónimos, para hablar de la totalidad del pueblo. Reunir, pacificar,
consolar... siempre la humanidad ha tenido necesidad de estos valores. Y hoy,
como nunca, necesitamos a alguien como el Siervo que traiga esa luz a este
mundo dividido, en guerra, hambriento y desorientado.
I.2. Como este es un canto que
describe la vocación del “Siervo”, no hay nada comparable a la misión que el
Señor le encomienda: te haré luz de las naciones; ¿para qué?, para que “mi
salvación alcance hasta los confines de la tierra”. Pero aunque el texto de
hoy, en la lectura, ha eliminado el v. 4, no deberíamos dejarlo de lado. El
descubrimiento de la misión del siervo para ser luz de los pueblos le llega
después de una crisis, y es por la misión por lo que la vocación de este
misterioso personaje sale fortalecida; la crisis de identidad se cura
anunciando salvación. Eso es lo propio de un verdadero profeta de Dios. Estas
palabras son las que justifican verdaderamente la elección de nuestro texto
(del canto 2º) para el día de hoy, porque esa misión para el “siervo
desconocido”, la vieron los primeros cristianos realizada en la misión de Jesús
de Nazaret: luz de salvación para todos los pueblos, para la humanidad.
IIª Lectura: Iª Corintios (1,1-3): Saludo, en
Cristo y con Cristo, a la comunidad
II.1. La Primera Carta a los
Corintios inaugura hoy las lecturas de los siguientes domingos. Tendremos
ocasión de volver sobre ella, porque serán hilo conductor hasta los domingos de
Cuaresma. Esta carta de San Pablo a la comunidad de Corinto, en Grecia, en
Acaya concretamente, una de las ciudades más importantes donde el Apóstol
predica el cristianismo, es una de las más importantes de Pablo. Estamos ante
un escrito lleno de contrastes, de urgencias, de consultas, de decisiones apostólicas.
Merece la pena leerlo detenidamente, prepararse con esmero para su comprensión,
porque aparecerán temas muy decisivos.
II.2. En el encabezamiento de hoy,
señalemos la teología de la santificación del pueblo de Dios por medio de
Jesucristo. Es El, Cristo, quien lleva la iniciativa y por eso Pablo sabe que
su misión es tan importante en medio de la comunidad que él ha engendrado en su
Señor. Una comunidad que le dará mucho que hacer, pero a la que no niega el
título de salvación y santificación. Pablo era un hombre de personalidad
fuerte, incluso muy enamorado de su apostolado: pero nada es sin Cristo su
Señor y esto se debe poner de manifiesto desde el principio para todo lo que
nos trasmitirá.
Evangelio:
Juan (1,29-34): El don del bautismo en el Espíritu
III.1. Este es un domingo de
transición que, de alguna manera, se recrea un poco en el mensaje del domingo
pasado, quizás para señalar con más fuerza la importancia de lo que significan
los comienzos de la vida pública de Jesús. Es verdad que históricamente nos
hubiera gustado saber día a día lo que Jesús pudo hacer y sentir desde su
nacimiento. Pero esta es una batalla de curiosidad perdida; también el silencio
y el misterio, desde Nazaret hasta que se decide a salir de su pueblo, debe
maravillarnos como una posibilidad del proyecto de Dios en el que no ocurre
nada extraordinario, porque lo extraordinario es que Dios aprende a ser hombre.
III.2. Tampoco el evangelio de Juan
nos va a ofrecer demasiados datos; por el contrario, pone sobre la boca de Juan
el Bautista unas afirmaciones que llaman la atención: “el cordero de Dios que
quita el pecado del mundo”. ¿Es posible que un cordero (gr. amnos) se atreva
con el pecador del mundo? ¿Por qué lo saluda así Juan el Bautista? De todas
formas no debemos pasar por alto que dice “cordero de Dios” (amnos tou theou).
La opinión más extendida es que ya aquí se está apuntando a la Pascua, al
cordero Pascual que se sacrificaba en el templo para rememorar la liberación de
Egipto. Un cordero frente al poder del mundo es demasiado, pero esa es la lucha
que en la teología joánica se ha de poner de manifiesto: vida-muerte,
amor-odio, luz-tinieblas son los contrastes con las cuales se expresa la misión
de Jesús.
III.3. Este de hoy es uno de los
textos de densidad cristológica inigualable. Su lectura se puede dividir en dos
: vv. 29-31 y vv. 32-34. Sabemos que el evangelio de Juan no se anda por las
ramas en lo que respecta a las afirmaciones cristológicas, de títulos, sobre
Jesús. Por eso se ha dicho, con razón, que las afirmaciones del evangelio de
Juan responden a una época bien tardía del Nuevo Testamento. Eso no significa
que se haya desfigurado la base histórica del cristianismo primitivo;
simplemente que se dan pasos muy avanzados. Efectivamente, sabemos que el
evangelio de Juan tampoco es el resultado de una mano sola en su redacción o
confección, sino de varias manos, de varias épocas, a la vez que se perciben
polémicas y otras cosas semejantes. El texto de hoy es típico en este sentido.
III.4. El contraste entre Juan y
Jesús es tan patente como si se describiera el amanecer y el mediodía, entre
las sombras y la luz; entre el agua y el Espíritu. En el texto queda patente
que Juan actuaba por medio del bautismo de agua para la conversión; de Jesús se
quiere afirmar que trae el bautismo nuevo, radical, en el Espíritu, para la
misma conversión y para la vida. Uno es algo ritual y externo; otro es interior
y profundo: sin el Espíritu todo puede seguir igual, incluso la religión más
acendrada. Esto es lo que el testo joánico de nuestro evangelista quiere
subrayar. Y el hecho de que lo presente, al principio, como un “cordero” indica
que su fuerza estará en la debilidad e incluso en la mansedumbre de un cordero
(signo bíblico de la dulzura) dispuesto a ser “degollado”. En definitiva, el
pecado absoluto del mundo, será vencido por el poder del Espíritu que trae
Jesús. El bautismo de agua puede y tiene sentido, pero para significar el
bautismo, el sumergirse, en el Espíritu de Dios que trae Jesús.
III.5. Probablemente se quiera
combatir a algunos discípulos de Juan el Bautista que pertenecían a la
comunidad joánica y necesitaban un testimonio de esta envergadura, porque
todavía no habían comprendido verdaderamente el papel del Bautista como
anunciador del verdadero Mesías. Juan, frente a Jesús, no tiene sino agua para
purificar, pero eso es muy poca cosa para purificar corazones; así lo reconoce.
Solamente el Espíritu que ha recibido y trae Jesús es capaz de lograr ese
cambio de lo más íntimo de nuestro ser y de nuestra voluntad. Se quiere poner
de manifiesto, pues, que Juan el Bautista pide a sus discípulos que desde ahora
lo dejen a él y sigan al que se atreve a llamar (propio de la alta teología
joánica) Hijo de Dios. Su papel está cumplido: saber ser amigo del esposo, como
se dirá en otra ocasión.
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