“Convertíos,
porque está cerca el Reino de Dios”
Hemos dejado atrás el tiempo de
Navidad y, paso a paso, vamos caminando por lo que, en la liturgia, llamamos
tiempo ordinario, no porque no sea importante, sino porque nos va llevando de
la mano, despacio, a meditar serenamente, sin fiestas importantes, a
profundizar en las enseñanzas de Jesús.
Las lecturas de este domingo nos
conducen a Galilea, donde Jesús comienza su vida pública proclamando:
“Convertíos, porque está cerca el Reino de Dios” este es el centro del mensaje
de Jesús al mundo “El Reino de Dios” Cuando los apóstoles piden a Jesús que les
enseñe a orar, después de la primera invocación al Padre de todos, pide: “Venga
a nosotros tu Reino”.
Jesús, luz que ilumina toda la
Escritura, nos enseña de un modo nuevo la presencia de Dios en el mundo. Y cómo
nosotros tenemos que ser testigos de esa luz.
“El pueblo que andaba en tinieblas
vio una gran luz”. Es el mensaje de la lectura de Isaías.
Pablo, a su vez, nos recuerda que a
quien tenemos que Proclamar es a Cristo cuidando de no querer ser nosotros los
protagonistas del mensaje.
El Reino se hará presente, si
dejamos que Cristo irradie con su luz al mundo entero.
El contenido de la Palabra de este
domingo nos invita a:
-Dejarnos iluminar por Cristo
-Conversión personal
-Vivir unidos en la fe
-Escuchar su llamada para anunciar
el Reino de Dios
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
I
LECTURA
Dios
abrazará a todo el mundo, llenará con su luz a todas las naciones, sin
distinción. Y bajo esa luz se acabará la opresión y el despojo. Hermosa
profecía que celebramos con esperanza.
Lectura
del libro de Isaías 8, 23b - 9, 3
En un primer tiempo, el Señor
humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en el futuro llenará de
gloria la ruta del mar, el otro lado del Jordán, el distrito de los paganos. El
pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que
habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado
la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como
se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín.
Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su
carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.
Palabra
de Dios.
Salmo
26, 1. 4. 13-14
R.
El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R.
Una sola cosa he pedido al Señor, y
esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos
los días de mi vida, para gozar de
la dulzura del Señor y contemplar su Templo. R.
Yo creo que contemplaré la bondad
del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten
valor y espera en el Señor. R.
II
LECTURA
“Un
mismo pensar y un mismo sentir” no significa que todos tengan que tener la
misma opinión. Al contrario, se trata de poner al servicio de la unidad las
diferencias y las diversas potencialidades. Cada uno tiene una riqueza por
entregar para la construcción de nuestra comunidad, ya sea en el ámbito civil o
religioso.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 1, 10-14.
16-17
Hermanos: En el Nombre de nuestro
Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya
divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera
de pensar y de sentir. Porque los de la familia de Cloe me han contado que hay
discordias entre ustedes. Me refiero a que cada uno afirma: “Yo soy de Pablo,
yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo”. ¿Acaso Cristo está dividido? ¿O es que
Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O será que ustedes fueron bautizados en el
nombre de Pablo? Felizmente yo no he bautizado a ninguno de ustedes, excepto a
Crispo y a Gayo. Sí, también he bautizado a la familia de Estéfanas, pero no
recuerdo haber bautizado a nadie más. Porque Cristo no me envió a bautizar,
sino a anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana,
para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
“El
pasaje que se ha leído hoy nos cuenta las vocaciones de los primeros cuatro
apóstoles: Pedro y Andrés, hermanos; Juan y Santiago, hermanos. Junto al lago
pescando, Cristo los llama: ‘¡Vengan, déjenlo todo, los necesito! ¡Quiero hacer
de ustedes más bien pescadores de hombres!’. Y lo siguieron... Y en pos de esas
cuatro primeras vocaciones, otras, y otras, y otras más. Ha sido el llamamiento
de Cristo a todos los hombres. Dios ha dado la vida a cada persona para una
vocación; no todos a la vocación ministerial, sagrada, la que yo tengo el honor
de tener. Pero la vocación que ustedes tienen, laicos: vocación del matrimonio,
vocación de la profesión, vocación de la situación económica, política, social;
el cargo político también es un lugar desde donde se puede servir a Dios”
(Mons. Romero).
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 4, 12-23
Cuando Jesús se enteró de que Juan
Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se
estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y
Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta
Isaías: “¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la
Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas
vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se
levantó una luz”. A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar:
“Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”. Mientras caminaba a
orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y
a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.
Entonces les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”.
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino,
vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que
estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los
llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos,
proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y
dolencias de la gente.
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
Habitaban tierra de sombras, y una
luz les brilló
Esta cita está tomada del llamado
libro del Emmanuel.
Nos situamos en el contexto
histórico en el que Isaías pronuncia esta Palabra de Dios.
Desde la división del reino de
Israel en dos, los que pertenecían al reino del norte, (reino de Israel o Efraín),
se habían ido alejando de la Alianza por culpa de sus reyes que, para evitar
que acudiesen al templo de Jerusalén, construyeron templos en los altos, en
ellos ejercían el culto sacerdotes ilegítimos, que no eran de la tribu de Leví,
de este modo profanaron el culto al Dios de Israel.
Aunque el profeta Isaías pertenece
al reino de Judá, lanza su oráculo al reino de Israel.
Israel se había unido al rey de
Siria y juntos pretenden atacar al rey de Judá para apoderarse de él y poner en
su trono al hijo de Romelías, con lo cual quedaba destruida la dinastía de
David, sobre la que descansaban las promesas de Dios.
En el capítulo anterior, el profeta
ya había anunciado al rey Ajaz que no les tuviera miedo, efectivamente, los
Sirio-efrainitas, fueron derrotados por el rey de Asiria, desapareciendo para
siempre el reino de Efraín. Si la voz de los profetas se había alzado para
anunciar esta destrucción por su mala conducta, ahora, Isaías, anuncia buenas
nuevas, porque Dios nunca abandona a su pueblo.
La palabra de Dios es siempre
palabra de salvación, el profeta llama a esas ciudades del Norte “Galilea de
los gentiles”, aunque alejados de Jahweh, son amados por Él, y les anuncia: “El
pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz”, a las tinieblas de muerte,
llega la luz de la vida, haciendo alusión a la luz con la que Gedeón venció a
los enemigos de Israel (cf Jc 7). Algo grande va a suceder en esa región, Dios,
va a llenar de alegría a todos sus habitantes. En medio del caos nacerá la luz,
saldrán de la miseria y de la guerra, volviendo con gozo, como el segador que
recoge la cosecha, esto sucederá por la presencia de un niño que quebrantará la
mano del opresor y será llamado “Príncipe de la paz”. Vendrá la paz para
Israel.
Las tinieblas, símbolo de la nada,
del vacío, de la esclavitud, se transformarán en luz, alegría, liberación que
Dios otorgará a Israel.
El salmo 26 es la respuesta gozosa
a esta liberación: “El Señor es mi luz y mi salvación ¿A quién temeré?”
Si nuestra fe es firme, si
confiamos en Dios, nada podrán nuestros enemigos, Él es nuestra salvación.
“En nombre de nuestro Señor
Jesucristo os ruego: poneos de acuerdo y no estéis divididos”
Es el grito de Pablo ante la
división de los cristianos que defienden más al portavoz del Evangelio que el
mensaje de seguir a Cristo.
La Iglesia es Santa, porque Cristo,
su fundador es Santo, pero es pecadora porque cuantos la formamos somos
pecadores; por eso, a lo largo de la historia de la Iglesia se suceden rupturas
y divisiones, no precisamente por seguir a Cristo, sino, porque muchas veces
queremos imponer nuestros criterios sobre los de los demás, por soberbia y
orgullo. Esto es lo que reprocha Pablo a la primitiva comunidad de Corinto, lo
importante es seguir a Cristo que es quien ha dado la vida por todos y Cristo
no está dividido. Jesús pidió al Padre: “Que sean uno como Tu y Yo somos uno,
para que el mundo crea que Tú me has enviado”.
Pablo se encuentra con un problema
en el que él mismo está involucrado; los Corintios defienden cada uno a aquellos
de quienes han recibido la Buena Noticia de Jesús, Pablo recuerda: la fe es
adhesión a una persona, Cristo, no a sus portavoces, por eso Pablo clama:
¿Acaso ha muerto Pablo por vosotros?, ¿Está dividido Cristo?; ¿Habéis sido
bautizados en nombre de Pedro?
No cabe duda que el defender
distintas posturas para lograr acercarnos cada vez más a la Verdad es bueno,
pero lo importante es que todos converjan en el mismo centro “Cristo” único que
ha dado su vida por todos y nos ha salvado.
El mensaje debemos llevarlo con
sencillez, como Pablo que afirma haber anunciado el Evangelio, no con sabiduría
de palabras, para no hacer ineficaz la Cruz de Cristo. Así debe ser nuestro
anuncio como lo hacía Pablo no con sabiduría humana sus palabras fueron “Una
demostración del Espíritu”. Para que nuestra fe se fundamente no en la
sabiduría del hombre, sino en el poder de Dios” (cf.1 Cor 2,10ss.).
“Convertíos porque está cerca el
Reino de los cielos”.
Recordemos que el Evangelio de
Mateo tiene una intencionalidad clara, demostrar a los judíos que Jesús es el
Mesías prometido en las Escrituras.
En esta oportunidad, nos dice cómo,
Jesús, comienza su predicación llamando a la conversión porque: “Esta cerca el
Reino de los cielos”, situando a Jesús en Cafarnaúm, precisamente la zona
donde, desde la repartición de la tierra en tiempos de Josué, habitaban las
tribus de Zabulón y Neftalí, una zona marginal, la “Galilea de los gentiles”
como nos ha dicho Isaías. En esa Galilea de los gentiles está Nazaret, “¿De
Nazaret puede salir algo bueno?” dice Natanael en el Evangelio de Juan, y es
ahí donde brota la luz de Cristo para iluminar a todos los pueblos.
Su mensaje es claro: “Convertíos
porque está cerca el Reino de los cielos”. Recordemos que el reino de los
cielos, es el reino de Dios, los judíos lo nombran así, para cumplir mejor el
segundo Mandamiento de la Ley, que ordena: “no tomarás el nombre de Dios en
vano”. Así nombran al que habita en el cielo.
Jesús comienza su predicación en
las zonas marginales, anunciando que el Reino de Dios está cerca.
Para abrirle el camino, para que
llegue en plenitud, necesitamos una sincera conversión.
El contenido central del Evangelio
es que el reino de Dios está cerca.
Benedicto XVI en su libro de Jesús,
(II tomo), afirma que esta expresión: Reino de Dios, aparece 122 veces en el
Nuevo Testamento, de ellas 99 se encuentran en los evangelios sinópticos y 90
están en labios de Jesús. A pesar de ello, Jesús nunca ha dado una definición
de lo que es el Reino de Dios, generalmente habla de él en parábolas (“El Reino
de los cielos se parece a ”: El sembrador, el trigo y la cizaña, el grano de
mostaza, la perla perdida, la red barredera, la levadura en la masa, el tesoro
escondido etc.) y, sobre todo, en su primer discurso evangélico: “Las
Bienaventuranzas” que son el Sermón del Reino. A lo largo de la historia de la
Iglesia siempre ha surgido la pregunta ¿Qué es en realidad el Reino de los
cielos?: El Reino no está en un lugar concreto, “Mi reino no es de este mundo”
pero lo invade todo. Dios que, en el Antiguo Testamento ha estado siempre con
su pueblo, en el Nuevo Testamento sigue estando, lo hace de una forma nueva
actuando en la historia, con una nueva presencia más cercana: Dios se hace
hombre y habita entre nosotros, es el Dios con nosotros.
La Iglesia, ha reflexionado y sigue
reflexionando sobre que es, o en qué consiste el Reinado de Dios. Ya Orígenes,
describe a Jesús como “autobasilea”, es decir, el reino en persona, es Jesús en
persona. El mismo Orígenes, insinúa que el reino de Dios está dentro de
nosotros. Entendemos pues que en el A.T. el reino de Dios era la presencia de
Dios en la historia del pueblo de Israel en el N.T. es la presencia de Dios
hecho hombre en la historia de la humanidad, el Reino es una manera nueva de la
presencia de Dios en nuestra historia. Jesús, Dios y hombre.
El Papa Francisco en su exhortación
apostólica “Evangelium gaudium”, afirma: “la propuesta del Evangelio es el
Reino de Dios” se trata de amar a Dios que reina en el mundo en la medida que
Él logre reinar entre nosotros; la vida social será ámbito de fraternidad, de
justicia, de paz, de dignidad para todos.
El proyecto de Jesús es instaurar
el Reino de su Padre; Él pide a a sus discípulos:”Proclamad que está cerca el
Reino de los cielos” (Mt 10,7); (E.G.Nº 180). Y los llama : “Venid y os haré
pescadores de hombres”, ellos le siguieron y anunciaron el Reino.
Hoy sigue llamándonos a nosotros,
todo cristiano tiene que ser mensajero del Reino de Dios.
Hagámoslo como lo haría Pablo, con
lenguaje sencillo, para que verdaderamente sea “una demostración de su
Espíritu”.
Si el Reino de Dios es Dios mismo y
Dios es Amor, la proclamación del reino la debemos hacer en una triple
dimensión:
- Hacia Dios: Alabándolo,
Bendiciéndolo proclamándolo, como lo hicieron los profetas y dando gracias
porque vivimos la realidad plena de la salvación.
- Hacia los hermanos, imitando a
Cristo, que tomó nuestra naturaleza para elevarnos a la categoría de Dios; que
pasó por el mundo haciendo el bien y nos envía a anunciar la Buena Noticia de
la salvación a todo el mundo, acercándonos y ayudando a los pobres, enfermos,
endemoniados, curando a todos. Para hacer presente su reino, como lo hizo Él
que anunció el reino cuidando toda dolencia.
- Hacia la naturaleza,
profundizando en el conocimiento y cuidado de la obra de Dios, que ha creado la
naturaleza para bien de todos.
Seamos testigos del Reino ayudando
a cuantos nos necesitan, pero a la vez proclamando el Evangelio, de lo
contrario, como dice el Papa Francisco, seremos solamente una ONG piadosa.
De esta manera, unidos a Cristo,
único salvador llegará el momento de la plenitud del Reino, cuando se cumpla
esta esperanza “Toda la creación, espera ansiosamente esta revelación de los
hijos de Dios” (Rom 8,19).
La verdadera esperanza cristiana,
se verá colmada en la plenitud del Reino, en la escatología, que tendrá lugar
en la parusía, cuando Cristo entregue al Padre toda la creación., y sea
proclamado Señor del universo .Mientras tanto, nos toca ir construyendo este
Reino anunciando el amor con la Palabra y con la vida cristiana en servicio y
entrega a Dios y a los hermanos.
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª
Lectura: Isaías (8,23-9,3): Poema de la paz
I.1. Esta lectura, forma parte de
uno de los poemas más sobresalientes del libro del gran maestro del s. VIII. En
realidad, se trata solamente de la introducción de un poema a la paz
(8,23-9,6), como lo ha descrito brillantemente un gran especialista español.
Diríamos que la lectura no es completa porque falta la descripción de por qué
llega la luz a Galilea, al territorio antes desolado y en tinieblas; es decir,
aquello de “un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado...”. Es un poema que
muchos estudiosos atribuyen a la escuela de Isaías, no al maestro directamente,
y que vendría a descifrar un momento determinante de la historia de Judá,
concretamente un siglo después, cuando el gran rey Josías (640-609 a. C.), un
muchacho todavía, sube al trono, a causa del asesinato de su padre Amón, con el
propósito de liberar el norte, la Galilea de los gentiles, de la opresión de
los asirios.
I.2. Así vivieron durante mucho
tiempo, caminando en tinieblas y habitando tierra de sombras, todo el tiempo de
su bisabuelo Manasés (cf 2 Re, 21-3-9), unos cincuenta años, que estuvo en
manos de la política y las influencias religiosas de Asiria. De repente, se
produce el cambio prodigioso e inesperado: brilla una luz que lo inunda todo de
alegría, semejante a lo que se experimenta cuando llega la siega o se reparte
el botín, en razón del final de la opresión o del final de la guerra. En este
contexto histórico, pues, se explica mejor este poema de la paz, que la
tradición cristiana lo entendía como mesiánico y lo aplicó a Jesús, como vemos,
en el evangelio del día de hoy en Mateo.
I.3. Pero como sucede casi siempre
con los oráculos proféticos, no todo se explica por el acierto del momento en
que se pronuncian (aunque es importante), sino por el futuro que llevan esos
oráculos en sus entrañas. Los profetas, a veces, ni siquiera pueden controlar
sus imágenes, sus símbolos o su eficacia. En realidad este oráculo no puede
extinguirse en un presente que pronto terminó… sino que encienden en las
palabras del profeta los dones divinos que son el futuro de la humanidad. El
Dios de la paz, de la justicia se ha de hacer presente en la historia de una
forma eficaz y concreta. Y esto lo percibieron los cristianos al identificar a
Jesús con el Mesías.
IIª
Lectura: Iª Corintios (1,10-17): Exhortación a la comunión de la comunidad
II.1. La segunda lectura viene a
ser una exhortación a la unidad de la comunidad de Corinto. Las gentes de Cloe,
una familia, o una comunidad, se han llegado hasta Éfeso, donde estaba Pablo, y
le han informado que la comunidad estaba dividida en “partidos”, en grupos, que
se atenían a personajes influyentes: Pedro, Pablo, Apolo; se discute si “yo de
Cristo” revela un grupo más, o es una expresión de Pablo para dejar claro que
todos los cristianos, al único a quien deben seguir, es a Jesucristo. Pablo,
además, protesta porque no se ha dedicado a bautizar a muchos en la comunidad,
lo han hecho otros. Pero él no quiere ser el maestro de un grupo específico; él
ha engendrado a esta comunidad para que viva en el Señor un misterio de comunión,
y como él, todos aquellos que hayan recibido el evangelio de uno u otro
predicador. La comunión en la Iglesia es más importante que depender de un
maestro de doctrina o espiritual.
II.2. Una palabra clave que se ha
discutido mucho de esta exhortación es “divisiones” (schísmata) y que muchos
identifican con los “partidos” de la Iglesia de Corinto. Se trataría de
tendencias ideológicas, claro, no en sentido social propiamente hablando.
Existen diversidad de opiniones al respecto, incluso que el grupo de Pablo
fuera el de aquellos que se sienten, como el apóstol, libres del yugo de la ley
y de las tradiciones judías; como matiz para diferenciarlo de los de Pedro.
Aunque, en realidad, el grupo más delicado de enmarcar sería el de Apolo (¿algo
así como un grupo de carismáticos de tendencia helenista con tintes de
sabiduría? ¡no está claro!). La diversidad de opiniones teológicas no están
condenadas en estas pocas palabras de Pablo, pero no se podría decir los mismo
cuando esa diversidad teológica rompe la comunión de la ekklesía. ¿Cómo lo
soluciona Pablo? Mediante su hermosa y decisiva “theologia crucis” que seguirá
a partir del v. 18.
Evangelio:
Mateo (4,12-23): El Reino y el Evangelio de Dios
III.1. El evangelio de Mateo está
centrado, específicamente, en actualizar el texto de Isaías que se ha leído en
la primera lectura, en una aplicación radical a Jesús de las palabras sobre la
luz nueva en Galilea. En la tradición de Marcos ya se había dejado bien sentado
que Jesús comienza su actividad una vez que Juan el Bautista ha sido
encarcelado. Esto obedece, más probablemente, a planteamientos teológicos que
históricos, ya que ambos pudieron coincidir en su actividad. En realidad, Juan
y Jesús actuaban con criterios distintos. Jesús es la novedad, la buena noticia,
para los que durante siglos habían caminado en tinieblas y en sombras de
muerte. Si el texto de Is 8,23ss se refería a una época muy concreta que
precedió al rey Josías, en la tradición cristiana primitiva se entendió esto
como consecuencia del oscurantismo del judaísmo que había hecho callar durante
mucho tiempo la profecía, la verdadera palabra de Dios, que interpretaba la
historia con criterios liberadores.
III.2. Y hay más; esta luz no viene
de Jerusalén, sino que aparece en Galilea, en los territorios de las tribus de
Zabulón y Neftalí, que siempre habían tenido fama de ser una región abierta al
paganismo. Más concretamente, Jesús, dejando Nazaret, se establece en una
ciudad del lago de Galilea, en Cafarnaún. Es aquí donde comienza a oírse la
novedad de la predicación del Reino de Dios, de los cielos, como le gusta decir
al evangelio de Mateo. La otra parte del texto evangélico de hoy, la llamada de
los primeros discípulos, Pedro y Andrés, Santiago y Juan, -que puede omitirse-,
es una consecuencia de la predicación del evangelio, que siempre, donde se
predique, tendrá seguidores. En realidad está siguiendo el texto de Marcos
1,14ss.
III.3. Mateo, pues, ha leído el
texto de Marcos sobre el programa de Jesús: el tiempo que se acerca es el
tiempo del evangelio, de la buena nueva, que exige un cambio de mentalidad
(¡convertirse!) y una confianza absoluta (creer) en el evangelio. Los dos
elementos fundamentales de este programa, ya han sido puestos de manifiestos
por todos: el reinado de Dios (el reino de los cielos le llama Mateo) y la
buena noticia que este reino supone como acontecimiento para el mundo y la para
la historia. El evangelista, al apoyar este programa en el texto de Is. 8,23ss,
está poniendo de manifiesto que esto es el “cumplimiento” de una promesa de
Dios por medio de sus profetas antiguos, en este caso Isaías. La “escuela de
Mateo” es muy reflexiva al respecto, dando a entender lo que sucede con la
actuación de Jesús, desde el principio: llevar adelante el “proyecto de Dios”.
III.4. Sabemos que ese reino,
(malkut, en hebreo) no debe entenderse en sentido político directamente. Pero
tampoco es algo abstracto como pudiera parecer en primera instancia. Si bien es
verdad que no se trata de un concepto espacial ni estático, sino dinámico,
entonces debemos deducir que lo que Jesús quiere anunciar con este tiempo nuevo
que se acerca es la soberanía de la voluntad salvífica y amorosa de Dios con su
pueblo y con todos los hombres. Por eso basileia (griego) o malkut (hebreo) no
debería traducirse directamente por “reino”, sino por “reinado”: es algo nuevo
que acontece precisamente porque alguien está dispuesto a que sea así. Este es
Jesús mismo, el profeta de Nazaret de Galilea, que se siente inspirado y
fortalecido para poner a servicio de la soberanía o la voluntad de Dios, todo
su ser y todo su vida.
III.5. Si Jesús anuncia que Dios va
a reinar (lo cual no es desconocido en la mentalidad judía) es que está
proclamando o defendiendo algo verdaderamente decisivo. Si antes no ha sido así
es porque es necesario un nuevo giro en la historia y en la religión de este
pueblo que tiene a Dios por rey. No se trata, pues, simplemente de aplicarle a
Dios el título de rey o de atribuirle un reino espacial, sino del
acontecimiento que pone patas arriba todo lo que hasta ahora se ha pensado en
la práctica sobre Dios y sobre su voluntad. Dios no será un Dios sin corazón,
sin entrañas; o un Dios que no se compadezca de los pobres y afligidos, sino
que estará con los que sufren y lloran, aunque no sean cumplidores de los
preceptos de la ley y de las tradiciones religiosas ancestrales inhumanas. En
definitiva, Dios quiere “reinar” y lo hará como ya los profetas lo habían
anunciado, pero incluso con más valentía si cabe. Esa es la novedad y por eso
lo que acontece ahora, unido al concepto “reino de Dios” o “de los cielos”, es
el evangelio. Con razón se ha dicho que estamos ante el verdadero “programa” de
Jesús, el profeta de Nazaret: anunciar el reinado de Dios como buena noticia
para la gente.
III.6. El acierto de la escuela
cristiana de Mateo fue precisamente leer las Escrituras, Is. 8,23ss
precisamente, a la luz de la vida de Jesús. Ahora se están cumpliendo esas
palabras de Isaías, cuando el profeta de Galilea anuncia el evangelio del
Reino. Siendo esto así, no se podría entender que el cristianismo no sea
siempre una religión que aporte al mundo “buenas noticias” de salvación. Siendo
esto así, la Iglesia no puede cerrarse en un mensaje contra-evangélico, porque
sería repetir, por agotamiento, la experiencia caduca del judaísmo oficial del
tiempo de Jesús. Este es el gran reto, pues, para todos los cristianos. Porque
Dios quiere “reinar” salvando, haciendo posible la paz y la concordia. De ahí
que el reino de Dios, tal como Jesús lo exterioriza, representa la transformación
más radical de valores que jamás se haya podido anunciar. Porque es la negación
y el cambio, desde sus cimientos, del sistema social establecido. Este sistema,
como sabemos bien, se asienta en la competitividad, la lucha del más fuerte
contra el más débil y la dominación del poderoso sobre el que no tiene poder. Y
esto no se reduce simplemente a una visión social, sino que es también, y más
si cabe, religiosa, porque Jesús proclama que Dios es padre de todos por igual.
Y si es padre, eso quiere decir obviamente que todos somos hermanos. Y si
hermanos, por consiguiente iguales y solidarios los unos de los otros. Además,
en toda familia bien nacida, si a alguien se privilegia, es precisamente al
menos favorecido, al despreciado y al indefenso. He ahí el ideal de lo que
representa el reinado de Dios en la predicación de Jesús; estas son las buenas
noticias que le dan identidad al cristianismo.
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