“Vosotros
sois sal de la tierra y Luz del mundo”
Hemos iniciado ya los domingos del
llamado “tiempo ordinario”, tiempo que se encuentra entre los dos polos de la
vida de Jesús, su nacimiento y su muerte - resurrección. Tiempo que nos permite
vivir la vida de Jesús, día tras día, para que se vaya convirtiendo en nuestra
propia vida. Y para ello comenzamos reflexionando en varios domingos sobre el
llamado “sermón de la montaña” (Mt. 5-7).
En él Jesús muestra todo su
programa de vida a sus discípulos y a la gente. Expresado ya su programa de
“felicidad” -los valores que hacen nuestra vida y la vida de la gente más feliz-,
convendrá hoy tomar conciencia de que vivir esos valores supone ser “sal” y ser
“luz”, personal y comunitariamente, en nuestro mundo tan confuso y perdido. Ser
sal y luz que ya nos sugiere el profeta Isaías como hacerlo (1ª lectura), ser
sal y ser luz que como a Pablo nos lleva a anunciar con palabras y obras a Jesús
crucificado”.
Ser sal y luz con nuestro
compromiso de fraternidad que surge de la llamada de Jesús a ser felices y
hacer un mundo más habitable.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
I
LECTURA
Las
palabras de Isaías conservan totalmente su actualidad. El cristiano comprometido
con Dios y con el hermano tiende a unir la liturgia y la vida. Es un desafío
constante donde debemos estar involucrados con el mensaje de la palabra, para
llegue a nuestro corazón y allí puedan unirse la oración y la acción. Esta es
la liturgia de la nueva alianza, que busca reconciliar la oración y la acción,
el sacrificio y la misericordia.
Lectura
del libro de Isaías 58,7-10
Así habla el Señor: Si compartes tu
pan con el hambriento y albergas a los pobres sin techo, si cubres al que ves
desnudo y no te despreocupas de tu propia carne, entonces despuntará tu luz
como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu
justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor
responderá; pedirás auxilio, y él dirá: “¡Aquí estoy!”. Si eliminas de ti todos
los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna; si ofreces tu pan al
hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las
tinieblas y tu oscuridad será como al mediodía.
Palabra
de Dios.
Salmo
111, 4-9
R.
Para los buenos brilla una luz en las tinieblas.
Para los buenos brilla una luz en
las tinieblas: es el Bondadoso, el Compasivo y el Justo. Dichoso el que se
compadece y da prestado, y administra sus negocios con rectitud. R.
El justo no vacilará jamás, su
recuerdo permanecerá para siempre. No tendrá que temer malas noticias: su
corazón está firme, confiado en el Señor. R.
Su ánimo está seguro, y no temerá.
Él da abundantemente a los pobres: su generosidad permanecerá para siempre, y
alzará su frente con dignidad. R.
II
LECTURA
“Pablo
está en Éfeso; de Corinto, donde ha trabajado más de un año, le llegan noticias
de que la comunidad está olvidando su trascendencia y está poniendo sus ojos en
la sabiduría de la tierra; que hay muchos cristianos que se glorían de seguir a
Apolo, el gran retórico de Alejandría; griegos que se escandalizan de la Cruz
de Cristo; judíos convertidos que también tienen la cruz como una locura y se
van apartando del Crucificado y van buscando apoyo en las cosas de la tierra:
en el dinero, en la política, en ser tenidos con ciertos privilegios en lo
humano. ¡Qué fácil tentación es ésta, hermanos!” (Mons. Romero, homilía del 5°
domingo del tiempo Ordinario, 5/2/1978).
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 2, 1-5
Hermanos, cuando los visité para
anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o
de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y
Jesucristo crucificado. Por eso, me presenté ante ustedes débil, temeroso y
vacilante. Mi palabra y mi predicación no tenían nada de la argumentación
persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran demostración del poder del
Espíritu, para que ustedes no basaran su fe en la sabiduría de los hombres,
sino en el poder de Dios.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Tenemos
una gran responsabilidad, y no podemos eludirla. El mundo necesita luz y
sentido. Nosotros somos enviados a iluminar y a ponerle ese sentido. De nada
vale que nos quejemos diciendo “a dónde iremos a parar” o “qué mal que está
todo”. El Señor nos envía justamente a presentarle al mundo hacia dónde tiene
que ir.
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 13-16
Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes
son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá
a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima
de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón,
sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están
en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en
ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que
está en el cielo.
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
Un mundo nuevo un proyecto común
Jesús ha presentado en las
bienaventuranzas, en los versículos anteriores del evangelio de San Mateo, los
valores que conforman el mundo nuevo. Pero no los propone solamente a sus
discípulos y gentes que le rodean. Han de extenderse a todo el mundo. Han de
convertirse en un proyecto común de todos los pueblos y de todas las naciones.
Para ello los discípulos han de salir del círculo cerrado de la comunidad al
mundo que les rodea e incluso ir más allá de las fronteras geográficas,
lingüísticas y culturales. Han de ser fermento de ese mundo nuevo animando a
otros a implicarse en ese proyecto. En esta jornada marcada por la llamada de
Manos Unidas no se nos ha de olvidar la voluntad de Jesús de extender la
fraternidad a todo el mundo hasta hacer de ella un proyecto común. Empecemos
por nuestro entorno familiar, parroquial y de barrio; pero ampliemos nuestras
fronteras a la implicación en la sociedad civil y en el espacio político. La
crisis que padecemos nos está haciendo olvidar que los pueblos del sur llevan
en crisis más fuertes muchos años más que nosotros. Y por si fuera poco los
países del Norte hemos recortado también las ayudas al desarrollo de esos
pueblos. Hasta la corrupción ha hecho mella en los fondos para el desarrollo
desviándolos a cuentas particulares como hemos sabido recientemente de alguna
comunidad autónoma. Hoy es más necesario que nunca el compromiso personal y
también el compromiso sociopolítico aunque encontremos dificultades. Jesús no
se las esconde a los suyos: “bienaventurados seréis cuando os injurien, os
persigan, y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa”
(Mt, 5,11). San Pablo tampoco oculta las dificultades en el trozo de la carta a
los Corintios que leemos hoy.
Dios
es Dios de los pobres, de los oprimidos y de los que lloran y sufren
Si algo aparece claro en los textos
proféticos del Antiguo Testamento, incluido el texto que leemos este domingo en
primer lugar, es la opción preferencial de Dios por los pobres. A su vez en los
textos proféticos aparece como una religiosidad falsa aquella que no va unida
al compromiso con los derechos humanos. Incluso aparecen ya promesas de Dios
que Jesús recogerá en el evangelio de hoy: A quien se entrega al bien de los
demás“…entonces romperá tu luz como la aurora”, “…brillará tu luz en las
tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía." Indudablemente el culto a
Dios unido a la opción por los pobres son el trasfondo profético en el que bebe
Jesús y el que le lleva a su compromiso por un mundo nuevo al que El llama el
Reino de Dios y cuya “constitución” son las ocho bienaventuranzas o felicidades
que nos recuerdan que no podemos ser felices sin hacer felices a los demás,
sobre todo a los que peor lo pasan. En la misma línea se mueven los primeros
cristianos: “La gloria de Dios es que el hombre viva” (San Ireneo) y también
los cristianos de nuestra época: “La gloria de Dios es que el pobre viva”
(Oscar Romero) “ En medio de la apatía social en la que vivimos –dice José
Antonio Pagola- se hace todavía mas significativa la fe cristiana en un Dios
amigo de los que sufren, un Dios crucificado, que ha querido sufrir junto a los
abandonados de este mundo” manifestado a través de la luz de los creyentes.
Evangelizar
es dar sabor a la vida de las personas
Cuando hablamos de evangelizar casi
siempre lo entendemos en clave doctrinal: llevar la doctrina de Jesucristo
contenida en el catecismo de la Iglesia a aquellos mirando palabras de José
Antonio Pagola- no significa solo anunciar verbalmente una doctrina, sino hacer
presente en la vida de las gentes la fuerza humanizadora, liberadora y
salvadora que se encierra en el acontecimiento y la persona de Jesucristo”.
Para ello es necesario contar con personas que sean testigos vivientes del
evangelio en su vida diaria, en su familia, en su lugar de trabajo, en su
barrio, en la sociedad civil. “Personas capaces de sanear esta sociedad
introduciendo en ella honestidad… que no se dejen corromper por la ambición del
dinero, ni por el atractivo del éxito fácil” . Personas que desarrollen “la
solidaridad responsable frente a tantos corporativismos interesados”; personas
que introduzcan compasión en una sociedad despiadada que parece reprimir cada
día más la civilización del corazón”. ¿No van por ahí los mensajes del Papa
Francisco que quiere apuntar una nueva primavera para la Iglesia, para las
religiones y para el mundo?
La
familia, la comunidad de base, la parroquia son sal y luz
Si en la familia, en la comunidad
cristiana, en la parroquia tomamos como eje los valores de Jesús contenidos en
las bienaventuranzas y en todo el “sermón del monte” no cabe duda que seremos
sal y seremos luz. Pero para ello debemos de “salir”. Una nueva evangelización
nos pide implicarnos allí donde se vive la vida de cada día mirando al mundo
como Dios lo mira: unas veces con ojos de compasión y otras veces con ojos de
indignación. Y esa implicación no ha de tener miedo a mezclarse con otros
grupos o personas de cualquier ideología que trabajan por un mundo mejor:
asociaciones de vecinos, plataformas, organizaciones no gubernamentales,
sindicatos, partidos políticos… Nuestra sal se vuelve sosa si no salamos;
nuestra luz no alumbra si queda escondida.
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª
Lectura: Isaías (58,7-10): Solidaridad y compromiso
I.1. La primera lectura de la
liturgia de hoy la encontramos en el libro de Isaías (TritoIs) que es como el
texto de Is 1,10-20, acomodado a una nuevas circunstancias por las que pasa el pueblo
de Judá, precisamente en el período postexílico. Todo está casi destruido, y
como siempre, los pobres son los que soportan lo peor. Sabemos que es un texto
de la escuela de Isaías. Se plantea en la comunidad la necesidad de un día de
ayuno, mortificación y humillación para conseguir el favor divino. Entonces el
profeta habla, dice, interpreta e interpela. Lo que Dios quiere, como ayuno,
como mortificación, es no cerrarse al prójimo, a “tu propia carne”, en el
lenguaje antropológico-semítico del AT. Con ello se revelan las causas de la
situación: la falta de identificación con el que sufre, el no sentirnos
afectados personalmente por el hambre, la desnudez o la pobreza de los otros,
considerando esos hechos como datos fríos de noticias o de encuestas sociológicas.
I.2. Pero el profeta dice que
cuando alguien pasa hambre eres tú quien la pasas; cuando te desentiendes de tu
prójimo, te desentiendes de ti mismo. Si se hace todo eso: partir el pan con el
hambriento, hospedar al pobre, vestir al desnudo, habrá justicia; y si hay
justicia allí está la gloria de Dios. No hay ayuno mejor que este para ganarse
el favor de Dios. Es un texto que Lucas tomó como programa para la lectura de
Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,14ss). Las promesas de luz, son exigencias
de justicia; esto la sabe el mundo entero.
IIª
Lectura: Iª Corintios (2,1-5): La experiencia de Cristo crucificado en Pablo
II.1. La segunda lectura,
continuando con 1 Corintios, es de una fuerza inexorable: la fuerza del poder
más pobre del mundo: la cruz, la sabiduría de la cruz, del fracaso. Pablo,
predicador, apóstol, se presentó en Corinto consciente de lo poco que podía
presumir ante los ojos del mundo, ante la sabiduría de los filósofos griegos,
del mensaje que predicaba. Incluso había tenido un fracaso grande en Atenas, la
ciudad más sabia del mundo (Hch 17), porque les había anunciado la resurrección
del un crucificado. Pero la sabiduría de Dios, está claro, no encaja con la de
este mundo. Corinto era una ciudad distinta, donde frente a los potentados
económicamente por ser una ciudad comercial, había muchos marginados, pobres,
trabajadores de sol a sol. ¿Aceptarán este mensaje del cristianismo? Corinto
fue distinta; difícil ciudad y difícil comunidad, heterogénea, pero allí
encontró Pablo a los que aceptaron el mensaje de Cristo, y éste, crucificado.
Maravilloso pasaje donde Pablo expresa la convicción de que Jesucristo, el
crucificado, es el liberador de los oprimidos.
II.2. Se trata, pues, de ponerse
como modelo para la comunidad en el mejor sentido de la palabra. En realidad
Pablo, el judío, podía haberse presentado como un buen rabino cristiano y un
buen retórico, sabio y de cultura helenista, pues lo era según los mejores
datos que tenemos. Pero como apóstol de Jesucristo, no entiende que los altos
discursos de sabiduría pudiera trasladar el mensaje de “Cristo crucificado”.
Eso hubiera sido un infidelidad a quien lo llamó y por ello la comunidad que
había sido llamada desde su experiencia de pequeñez no puede renunciar a sus
orígenes “crucificados”. Cuando la comunidad, la Iglesia, quiere vivir la
“grandeza y la gloria, el poder y la influencia incluso de su teología y de su
ética no vive en plenitud el mensaje del Crucificado. Si la Iglesia no entiende
que pueda ser perseguida e incluso rechazada… entonces no hay “theologia
crucis” en su seno. La Iglesia debe ser discutida… y sentirse por ello muy
cerca de su Señor.
Evangelio:
Mateo (5,13-16): Sal de la tierra y luz del mundo
III.1. El evangelio de Mateo, hoy,
prosigue el sermón de la montaña con dos comparaciones -no llegan a parábolas-,
sobre el papel del cristiano en la historia: la sal de la tierra y la luz del
mundo. Todos sabemos muy bien para qué es la sal y cómo se degrada si no se
usa. De la misma manera, desde las tinieblas, todos conocemos la grandeza de la
luz, del día, del sol. Probablemente son de esas expresiones más conocidas del
cristianismo y de las más logradas. En los contratos antiguos se usaba la sal
como un símbolo de “permanencia”. Ya sabemos que la sal conserva las cosas, los
alimentos… y era un signo de la Alianza en el ámbito del judaísmo por ese
sentido de la fidelidad de Dios a su pueblo y de lo que Dios pedía al pueblo.
Entonces entenderemos muy bien el final de la comparación: “si la sal se vuelve
sosa”… hay que tirarla. Pierde su esencia. No olvidemos que esta comparación
viene a continuación de las bienaventuranzas y por lo mismo debemos
interpretarla a la luz de la fuerza de las mismas. El cristiano que pierde la
sal es el que no puede resistir viviendo en la opción de las bienaventuranzas.
III.2. La luz del mundo, y la
ciudad en lo alto del monte… tienen también todo su sabor bíblico. Sobre la luz
sabemos que hay toda una teología desde la creación… Pero también se usa en
sentido religioso y se aplicaba a Jerusalén, la ciudad de la luz, porque era la
ciudad del templo, de la presencia de Dios. Por eso “no se puede ocultar una
ciudad”… hace referencia, sin duda a estos simbolismos de Jerusalén, de Sión,
de la comunidad de la Alianza. El cristiano, pues, que vive de las opciones de
las bienaventuranzas no puede vivir esto en una experiencia exclusivamente
personal.. Es una interpelación a dar testimonio de esas opciones tan radicales
del seguimiento de Jesús, de la fuerza del evangelio.
III.3. Con estos dichos del Señor
se quiere rematar adecuadamente el tema de las bienaventuranzas, que fue el
evangelio del domingo anterior. Efectivamente, esto que leemos hoy debemos
ponerlo en relación directa, no solamente con el estilo literario de las
bienaventuranzas, sino más profundamente aún con su teología. El Reino de Dios
tiene que ser proclamado y vivido y el Sermón de la Montaña es una llamada
global a llevarlo a la práctica. De la misma manera que la Alianza fue sellada
en el Sinaí, después el pueblo está llamado a vivirla en fidelidad. La nueva
comunidad que tiene su identidad de estas palabras del Sermón tiene que
iluminar como una nueva Jerusalén, como una espléndida Sión. Ella misma es el
templo vivo de la presencia de Dios, luz de luz. Y la comunidad, y el cristiano
personalmente, deben estar en lo alto del monte, de la vida, de la historia, de
los conflictos, de las catástrofes, no solamente para mostrar su fidelidad,
sino para iluminar a toda la humanidad. Como los profetas soñaban de Sión.
III.4. Los que han hecho las
opciones por el mundo de las bienaventuranzas han hecho una elección
manifiesta: ser sal de la tierra y luz del mundo. Esto quiere decir sencilla y
llanamente que las bienaventuranzas no es para vivirlas en interioridades
secretas, sino que hay que comprometerse en una misión: la de anunciar al
mundo, a todos los hombres, eso que se ha descubierto en las claves del Reino
de Dios. Las bienaventuranzas, son un compromiso, una praxis, que debe
testimoniarse. No puede ser de otra manera para quien se ha identificado con
los pobres, con la justicia, con la paz. Eso no puede quedar en el secreto del
corazón, sino que debe llevarnos a anunciarlo y a luchar por ello. Porque esto
de ser sal de la tierra y luz del mundo se ha usado muchos para “santos” especiales;
pero no deja de ser un despropósito… es sencilla y llanamente la identificación
de la verdadera vocación cristiana. Todo cristiano está llamado a ser la sal de
la tierra y la luz del mundo… aunque no llegue a esa santidad desproporcionada.
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