“Si no sois
mejores que los fariseos,
no entraréis en el Reino”
El Evangelio de hoy es una llamada
a la madurez moral. Ésta, desde el punto de vista cristiano, implica dos cosas.
En primer lugar, actuar guiados por un amor sincero, y no por el voluntarismo
de cumplir ciertas normas ni por miedo a posibles penas o castigos. Y en
segundo lugar, aceptar nuestras propias limitaciones: para alcanzar este ideal
no nos bastan nuestras propias fuerzas, necesitamos la ayuda de Dios.
Queda claro en lo que Jesús nos
plantea que lo que él quiere no es simplemente un mundo mejor, sino un mundo
nuevo. No pide sólo un mundo más justo, sino que las personas se conviertan de
corazón. Para que el bien sea verdadero no basta con evitar que haya mal en el
mundo, también hay que desterrarlo del fondo de nuestro corazón.
Es un ideal muy elevado. Es lo que
en su predicación llama "Reino de Dios" (o "Reino de los
cielos", como prefiere Mateo probablemente por evitar la referencia
directa a Dios, ya que su evangelio es el más próximo al contexto judío). Éste
no se alcanza a través del cumplimiento de unos mandamientos, sino dejando que
Dios nos dé una vida nueva.
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Eclesiástico
15, 15-20
Si quieres, puedes observar los
mandamientos y cumplir fielmente lo que agrada al Señor. Él puso ante ti el
fuego y el agua: hacia lo que quieras, extenderás tu mano. Ante los hombres
están la vida y la muerte: a cada uno se le dará lo que prefiera. Porque grande
es la sabiduría del Señor, él es fuerte y poderoso, y ve todas las cosas. Sus
ojos están fijos en aquellos que lo temen y él conoce todas las obras del
hombre. A nadie le ordenó ser impío ni dio a nadie autorización para pecar.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
118, 1-2. 4-5. 17-18. 33-34
R.
Felices los que siguen la ley del Señor:
Felices los que van por un camino
intachable, los que siguen la ley del Señor. Felices los que cumplen sus
prescripciones y lo buscan de todo corazón. R.
Tú promulgaste tus mandamientos para
que se cumplieran íntegramente. ¡Ojalá yo me mantenga firme en la observancia
de tus preceptos! R.
Sé bueno con tu servidor, para que
yo viva y pueda cumplir tu palabra. Abre mis ojos, para que contemple las
maravillas de tu ley. R.
Muéstrame, Señor, el camino de tus
preceptos, y yo los cumpliré a la perfección. Instrúyeme, para que observe tu
ley y la cumpla de todo corazón. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del
Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 2, 6-10
Hermanos: Es verdad que anunciamos
una sabiduría entre aquellos que son personas espiritualmente maduras, pero no
la sabiduría de este mundo ni la que ostentan los dominadores de este mundo,
condenados a la destrucción. Lo que anunciamos es una sabiduría de Dios, misteriosa
y secreta, que él preparó para nuestra gloria antes que existiera el mundo;
aquélla que ninguno de los dominadores de este mundo alcanzó a conocer, porque
si la hubieran conocido no habrían crucificado al Señor de la gloria. Nosotros
anunciamos, como dice la Escritura, "lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera
pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman?. Dios nos reveló
todo esto por medio del Espíritu, porque el Espíritu lo penetra todo, hasta lo
más íntimo de Dios.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 17-37
Jesús dijo a sus discípulos: No
piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: Yo no he venido a abolir,
sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no quedarán ni una i ni una coma de la
Ley sin cumplirse, antes que desaparezcan el cielo y la tierra. El que no
cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo
mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que
los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos. Les
aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y
fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a
los antepasados: "No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el
tribunal". Pero yo les digo que todo aquél que se irrita contra su
hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquél que lo insulta,
merece ser castigado por el Tribunal. Y el que lo maldice, merece el infierno.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu
hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a
reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas
caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al
guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas
pagado el último centavo. Ustedes han oído que se dijo: "No cometerás
adulterio". Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya
cometió adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho es para ti una
ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se
pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al
infierno. Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y
arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y
no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. También se dijo: "El que
se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio". Pero yo
les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la
expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su
marido, comete adulterio. Ustedes han oído también que se dijo a los
antepasados: "No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al
Señor". Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo,
porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies;
ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures tampoco por tu
cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.
Cuando ustedes digan "sí", que sea sí, y cuando digan "no, que sea
no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS LA PALABRA
El
Espíritu (Santo) y la letra.
Las palabras de Jesús del Evangelio
de hoy se enmarcan en el sermón de la montaña, sermón que también recoge el
capítulo 6 del evangelio de Lucas. Sin embargo, Mateo presta especial atención
a la cuestión de la Ley y los mandamientos. Jesús se nos presenta como alguien
que está por encima de Moisés, máxima autoridad para los judíos, pues matiza y
corrige en parte los mandamientos que se dieron “a los antiguos”.
No debemos olvidar que Mateo
escribe para cristianos de procedencia judía. Por este motivo, muestra un
especial interés por mostrar, por un lado, el cumplimiento de las promesas del
Antiguo Testamento en Jesús y, por otro lado, la superación definitiva de la
antigua religión judía. También esto le lleva a querer dejar claro que los
mandamientos de la Ley no están siendo abolidos por Jesús, sino perfeccionados.
La comparación entre la “ley
antigua” y la “ley nueva” es una cuestión relevante en la Biblia, especialmente
presente en Mateo (por lo que acabamos de señalar) y también en San Pablo (que
las presenta en oposición aunque más bien como recurso argumentativo). Tal es
así, que los teólogos más importantes han reflexionado sobre este tema. Santo
Tomás de Aquino lo hace en su “Suma Teológica”. Podríamos resumir su
planteamiento de la siguiente forma: la diferencia entre la ley del Antiguo
Testamento y la ley del Nuevo Testamento no está tanto en la letra como en el
Espíritu, en el Espíritu Santo que se nos da por Jesús. El Espíritu Santo nos
pide que aspiremos a la caridad perfecta y nos capacita para ir caminando hacia
ella.
De
la perfección del cumplimiento a la perfección de la caridad.
La persona de Jesucristo es la
realización en plenitud de una vida totalmente orientada desde Dios, desde el
amor. Él encarna la ley nueva que nace con el Evangelio: “Amaos como yo os he
amado” (Jn 13, 34).
Tradicionalmente se decía,
siguiendo a San Agustín, que mientras la ley antigua era la ley del temor, la
ley nueva es la ley del amor. Santo Tomás explica esta distinción advirtiendo
de que todos los mandamientos, ya sean los que encontramos en el Antiguo
Testamento como en el Nuevo, tienen como fin conducirnos hacia el reinado de
Dios. La diferencia está en que la ley nueva nos introduce definitivamente en
ese Reino que a los antiguos se les había prometido. ¿Por qué? Porque la ley
nueva supone, ante todo, obrar movidos por el amor.
La caridad perfecta, a la que
debemos aspirar, la ejemplifica Jesús afirmando su autoridad sobre la ley
antigua al perfeccionar algunos mandamientos concretos. Pero lo fundamental de
la ley nueva no es el cumplimiento externo de los mandamientos, como lo era en
la antigua, sino la aceptación interior de la gracia transformadora, del amor
de Dios. Por eso nos advierte: “Si no sois mejores que los escribas y fariseos,
no entraréis en el reino de los cielos”. Como “sepulcros blanqueados” (Mt 23,
27), ellos cumplían los preceptos, pero en su interior no había amor.
3. Dejarse transformar por el
Espíritu. La ley nueva nos pide, antes que nada, pureza de corazón. Es más
exigente en lo interior, pero más liviana en lo exterior, que la ley antigua.
Dicha pureza de corazón -insistimos una vez más- es un don que viene de Dios, no
de la voluntad del ser humano al cumplir esta o aquella norma. Un don que
recibimos por la fe.
Se trata de “una sabiduría que no
es de este mundo”, “Dios nos lo ha revelado por el Espíritu”, dice San Pablo.
Estas palabras de la primera carta a los Corintios están dirigidas,
especialmente, a aquellos que en su época defendían que los seres humanos
pueden llegar por sí mismos al conocimiento de lo divino y, de este modo, a la
perfección. Eran los llamados gnósticos. Vana presunción, advierte San Pablo.
Sólo quien acoge al Espíritu, que viene de Dios, podrá comprender y vivir según
la ley nueva, que es Cristo.
La ley nueva: ley del Reino de Dios.
Resulta muy interesante otra
consideración que hace Santo Tomás: la diferencia entre la ley antigua y la
nueva no es -aunque su denominación pueda hacernos pensar lo contrario-
estrictamente cronológica. Hubo personas en la época del Antiguo Testamento que
quisieron vivieron desde el amor, como Moisés. “Amarás al prójimo como a ti
mismo”, leemos ya en Lv 19, 18. Éstos recibieron el don del Espíritu Santo
también por mediación de Cristo.
Esto supone, consecuentemente, que
ha habido, hay y habrá personas que contribuyen a que el Reino de Dios continúe
desarrollándose aun no siendo cristianas. La acción del Espíritu de Cristo no
se da sólo en una época o en un grupo determinado. Puede estar presente
implícitamente en la vida de muchas personas sin que ellas sean conscientes de
ello.
Las palabras del libro del
Eclesiástico, a la luz del Evangelio, parecen invitarnos hoy a no quedarnos en
la ley antigua y aspirar a la nueva, a que nuestra voluntad se aúne y coopere
con la gracia. Nos invita a pedirle a Dios que nos ayude a vivir como Jesús
vivió.
ESTUDIO BÍBLICO
I.
Lectura (Eclesiástico 15,20): Libertad, interioridad y decisión
Este texto del libro de Jesús Ben
Sirac, conocido cristianamente como Eclesiástico, está enmarcada en un contexto
sobre el misterio del pecado y la libertad humana. El problema se plantea como
una respuesta al famoso origen del pecado o del mal; ¿acaso Dios es responsable
del mal que experimentamos? El hecho de que el ser humano sea débil no es una
desgracia, ni una limitación creacional. La respuesta del autor de este libro,
en este caso, es precisamente de que tenemos toda la libertad para elegir entre
el agua y el fuego, entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. Esta
tesis bíblica, que ya arranca desde Gn 2-3, la tenemos a la orden del día en la
antropología y la psicología
Es verdad que muchas situaciones
configuran nuestra sensibilidad: historia familiar, de amistad, de fracasos. La
psicología moderna tiene en ello mucho que enseñarnos, incluso frente a
actitudes éticas y morales que debemos valorar. La afirmación de Ben Sirac es
que Dios no obliga, no obstante, a pecar; es decir, lo sabio es que el hombre
tiene en su interior una naturaleza buena, don divino, para elegir el bien y no
el mal. Debemos, pues, elegir la integridad de la totalidad de nuestra
existencia y de nuestras posibilidades y, desde ellas, valorar con sabiduría
que hemos sido creados, no para el mal, sino para el bien, porque eso es lo que
Dios ha puesto en nuestros corazones.
II.
Lectura (1Corintios 2,6-10): La sabiduría escondida es oro
La segunda lectura, de la carta
ICor (2,6-10), prosigue con el mensaje de la sabiduría cristiana. La sabiduría
del "misterio de Dios" (1Cor 2,1) no puede imponerse con la palabra
fácil, ni siquiera con el raciocinio helenista que es algo muy apreciado
todavía en el ámbito de la ciudad de Corinto. Esa sabiduría, además, se explica
desde la cruz, desde el fracaso de quien más nos ha hecho admirar el
"misterio de Dios". Pero en este mundo domina el triunfo a costa de
lo que sea, el buen vivir, aunque al final todos los que así piensan se
encuentren con las manos vacías. Pablo sabía que tenía en contra todo ese mundo
de sabios y entendidos al anunciar el misterio de Dios, pero se atreve con ello
y así se lo hace ver a su comunidad. Sabe que lo que anuncia tiene su peso en
oro, pero no reluce ante el mundo.
Pablo siente que los sabios de este
mundo —bien paganos o bien religiosos—, le podían reprochar a los cristianos,
de hecho le increparon: ¿qué sabiduría es la vuestra que os fiáis de un hombre
crucificado? ¿Qué sabiduría es esa que niega al hombre ser libre y hacer lo que
le plazca? Pero el apóstol no se avergüenza por ello; está convencido de que el
cristianismo tiene una sabiduría, la de su Dios, que es misteriosa, escondida,
contradictoria: aquella que sabe perdonar y amar; que construye un mundo de
relaciones, no en el poder, en el dinero, en la fuerza, sino en dar a los que
no tienen posibilidad, ser algo, ser personas, tener una dignidad aunque no
tengan muchos conocimientos. No es una sabiduría que se fundamenta en
especulaciones, sino aquella que hace posible el Espíritu de Dios, para el que
están dotados todos los hijos de Dios.
Evangelio
(Mateo 5,17-37): La alternativa de Jesús a la ley
Con el evangelio de hoy nos
introducimos en la dinámica de las antítesis, que quieren poner de manifiesto
la justicia cristiana frente a la justicia del judaísmo que Jesús combate con
la pretensión de dejar muchas cosas obsoletas. El próximo domingo culminará
este conjunto, uno de los más difíciles del Sermón de la Montaña. Estamos ante
una de las partes más significativas del Sermón de la Montaña, que tiene su
correspondencia en el Sermón del Llano de Lucas (6,20-49). Sabemos que Jesús no
pronuncia este conjunto así, sino que es una composición de la "escuela
judeo-cristiana" con que se designa, a veces, el resultado final de la
redacción de nuestro evangelio de Mateo. Son distintas fuentes las que le
suministran, pero hay que resaltar muy especialmente la fuente de
"dichos" (los logia, del famoso documento o evangelio Q). En el caso
que nos ocupa nos encontramos con un material muy específico como son las
famosas "antítesis", de las que en este caso se nos ofrecen cuatro.
Estas de hoy no las encontraremos en el texto de Lucas, por lo que se piensa en
un material que no podemos identificar. En este evangelio, pues se apunta
claramente a la praxis cristiana, tal como lo necesita o lo entiende la misma
comunidad mateana, que no puede desprenderse de su "judaísmo", aunque
éste sea ya un judaísmo verdaderamente cristiano.
Todo comienza a ser difícil en
nuestro evangelio si no acertamos a leer bien Mt 5,17; con los elementos de que
se compone (los verbos "llevar a plenitud" —pléróó— y
"anular" —katalvó—; e incluso la significación exacta de
"nomos" —ley— y de sus "preceptos"). La discusión es del
todo proverbial, inacabada e incluso patológica, tanto en la reforma como en el
catolicismo en su confrontación con el mismo judaísmo rabínico. Los comentarios
a nuestro texto y contexto nos llevarían muy lejos y debemos renunciar a ello.
La distinción de los rabinos entre preceptos leves y preceptos graves no es
significativa directamente en la lectura, pero de alguna manera las
"antítesis" irán poco a poco subiendo un peldaño hasta la último
sobre el amor a los enemigos (Mt 5,43-48) que es lo más radical; no obstante
las cinco anteriores son también, en su exigencia, un órdago a la grande. Por
ello no es una buena hermenéutica esa distinción entre lo grave y lo menos
grave, sino que todo apunta a una propuesta de radicalidad y de exigencia que
Mateo asume con decisión para su comunidad judeo-cristiana. Es ahí donde
debemos centrar la plenitud de la ley y los profetas.
El Sermón de Jesús, para Mateo, es
un imperativo y una exigencia, que no queda simplemente en una praxis jurídica,
ritual, ni incluso moral, aunque no esté descartado por principio. Esta
exigencia se inserta en la historia del pueblo, que es un pueblo que debe ser
fiel a Dios, y por ello se habla de "plenitud". La "Ley y los
Profetas" no son simplemente las dos partes esenciales de la Biblia, sino
que debemos entenderla como la "historia de Dios con su pueblo" que
debe llegar a la plenitud de la justicia y, más concretamente, de la gracia.
Las "iotas" y las "tildes" (cosas mínimas) de la Ley no
pueden quedar para nosotros en simples exigencias rituales o morales; si fuera
así volveríamos a caer en un judaísmo que tendría poco que ver con la
alternativa de la misma ética de Jesús, que es la ética revolucionaria del amor
y de la gracia. Es decir, para Mateo, las "iotas" y las
"tildes", símbolos de lo pequeño, forman parte de una plenitud que
exigía la misma ley que todavía se venera y se asume en la comunidad mateana.
Pero se está dando un giro decisivo, porque en la reflexión mateana, ya se sabe
que Jesús no se queda simplemente en los preceptos veterotestamentarios. Ni la
Torá judía, ni los Profetas, dejan de tener sentido, porque Jesús era un judío
y no cambia de Dios ni de exigencias fundamentales frente a la maldad y al
sinsentido de la vida y la religión. Es lo que deberíamos entender por encima
de todo: la religión de la ley y los profetas llega a su "plenitud"
(plerósai) si pensamos y sentimos como Jesús pensó y actuó como profeta de
Galilea. Si se nos ocurriera interpretar en sentido fundamentalista que la ley
y los profetas tienen vigencia para Jesús en sus pormenores, entonces deberíamos
"desleer" el evangelio mismo y la historia de Jesús de Nazaret. Por
tanto "plenitud" ética, pero más que eso plenitud en la fidelidad al
Dios de la ley y los profetas que Jesús realiza con su vida y su entrega, con
su mensaje radical sobre el Reino que ha llegado, o mejor, está ya presente.
Si nos fijamos concretamente en las
antítesis, la primera (5, 21-26) nos habla de "matar", pero en
realidad, desde el punto de vista formal, son tres elementos es uno: matar,
encolerizarse contra el hermano, adversario-juicio. La radicalidad, pues, se da
en que matar a alguien es un infierno. Pero se comienza a matar de muchas
formas y de muchas maneras, aunque no nos sea permitido establecer una
coordinación de los tres momentos del conjunto. Consideramos, pues, que lo
pequeño y lo grande, las iotas y las tildes de la vida, forman un tejido en el
comportamiento de la sociedad, que la moral o la religión no pueden desatender.
En ese caso, "plenitud" es no hacer real a nadie, ni dejar espacio en
nuestro corazón a la ira, ni tener adversarios en tribunales ni a la hora de
practicar la religión, porque todo eso nos aparta de las bienaventuranzas que
han abierto el Sermón de la Montaña.
La segunda de las antítesis
(5,27-30) nos habla del adulterio. Sabemos que este tema tiene su paralelo en
Mt 9,43-47 y 18,8s. ¿Es tan importante este propósito como para que forme parte
de las antítesis o del Sermón de la montaña? También aquí se concatenan tres
elementos formales: adulterio-concupiscencia, el ojo que se escandaliza y la
mano. Estamos hablando de algo que afecta al matrimonio y a la familia, como
base fundamental de la sociedad y de la sociedad judía. Entre otras razones
porque el matrimonio es casi una obligación para un judío y eso que Jesús, con
absoluta seguridad, no decidió casarse por dedicar su vida al "anuncio del
Reino de Dios". En una sociedad de relaciones familiares, pues, el
adulterio es un atentado a lo más esencial de la familia judía. Cosa que no
hubiera sucedido para culturas "polígamas". ¿Fue eso esencial para
Jesús de Nazaret? ¿Es una defensa de la santidad del matrimonio en la escuela
de Mateo? Desde la antropología cultural debemos decir que sí, porque la moral
tiene mucho de antropología cultural. Por lo mismo la radicalidad debemos
aplicarla con el mismo criterio que hemos señalado en "matar", aunque
la diferencia sea abismal para una ética simplemente natural. Se trata pues, de
radicalizar algo sagrado en el mundo familiar judío. Pero hay más desde el
punto de vista de Jesús: su amor por los pequeños, por la mujer, por los que no
cuentan. En la praxis judía, los que habían sido cazados en adulterio podrían
ser condenados a muerte por lapidación (cf Dt 12,21-24;Jn 8,lss), pero se
encontraban, a veces, razones e interpretaciones para no aplicarlo, quizás
porque los varones siempre encuentran sus privilegios. ¿No intentaría Jesús
defender a la mujer, casada o no, con esta radicalidad? Podríamos aplicar aquí
una hermenéutica en la que se pide que la mujer no sea solamente objeto de
deseo, sino persona que es igual que los varones, madre de sus hijos, como lo
es el varón padre de sus hijos. Es una radicalidad de mente y de corazón lo que
se pide, pues, para el hombre y para la mujer; una radicalidad de relaciones no
simplemente sexuales, sino de respeto mutuo, de integración social y religiosa
a todos los efectos. Por ello "sacar", "arrojar,
"cortar" ojos y manos no es más que un simbolismo para exigir la
purificación del corazón, por la llegada del Reino de Dios, donde el hombre y
la mujer se deben amar de verdad más allá de lo erótico.
La tercera antítesis (5,31-32), es
sobre el divorcio. Es toda una consecuencia de lo anterior. El tema lo
encontramos en el mismo Mt 19,9 (=Mc 10,11) y Lc 16,18. Desde luego que hay
diferencias de formulación y no está clara la fuente que ha usado nuestro
evangelista, aunque muchos se inclinan por el Documento Q ¿Por qué prohibe esta
antítesis que nadie se case con una repudiada? Si la mujer ha obtenido el
libelo de repudio se debería entender que está libre. El tema del divorcio de
Dt 24,1 viene aquí como regulado o justificado por el caso famoso de la
"pomeía" (fornicación=adulterio), aunque algunos autores piensan que
el término "parektós" no se debe entender como una excepción, sino en
sentido inclusivo ("incluso por fornicación" se debería traducir),
pero no es lo más aceptado. Esta antítesis no parece estar en la línea radical
de las dos anteriores; ¿Es una concesión de la escuela de Mateo por respeto a
la tradición del judaísmo rabínico? El tema ha sido muy discutido, por activa y
por pasiva, con planteamientos distintos entre protestantes y católicos. En
síntesis, debemos afirmar que la radicalidad existe; que el divorcio no puede
quedar como algo trivial, sino que es un atentado contra el amor. Pero el texto
nos quiere decir más (salvo la excepción de porneía): el divorcio no es
permitido porque es un atentado a la mujer, ya que las escuelas rabínicas
dejaban claro su pretensión de que el hombre era quien tenía el privilegio del
acta de divorcio. Aunque está formulado de forma un tanto jurídica, la
exigencia de exponer a un varón al adulterio por casarse con una mujer
repudiada está en la línea radical de cómo han sido construidas las antítesis.
En todo caso, en ésta se da una crítica contra el derecho de divorcio porque el
divorcio es romper el amor familiar. Pero si nos fijamos bien, no es la mujer
la causante de adulterio, sino el hombre que repudia y el hombre que se casa
con una repudiada. Son los varones los que han hecho la ley de Dt 24,1 en su
favor y por eso el Sermón no acepta esa ruptura del amor familiar de los
fuertes en contra de la voluntad de Dios. Pero si nos atreviéramos a darle un
sentido concreto, aunque no inclusivo, al término "porneía",
entendido como una imposibilidad de seguir manteniendo el matrimonio cuando es
un "infierno de desamor", entonces seguiríamos la excepción de la
escuela de Mateo y podríamos, incluso, defender que la porneía puede ser
"el maltrato" a uno de los cónyuges, o a los hijos. Eso no
contradice, creo, el pensamiento de Jesús según tenemos en Mc 19,11 y Lc 16,18.
El pensamiento de Jesús o de la comunidad cristiana primitiva era: el divorcio,
el repudio de la mujer, es un atentado contra el amor verdadero que no puede
sostenerse ni siquiera en el precepto de la Torá de Dt 24,1, porque ese precepto
va en contra del amor matrimonial en el que el varón (el fuerte) despide y
degrada al débil (la mujer). Jesús no acepta esa ley de los fuertes frente a
los débiles. No es posible decir más al respecto, siendo un tema tan definido y
de influencias tan señalas en las distintas confesiones cristianas; cada
matrimonio cristiano debe leer esta antítesis y las consecuencias pertinentes
desde su conciencia personal y familiar.
La cuarta antítesis nos habla del
juramento (5,33-37). Debemos reconocer que se trata de un texto espinoso y
sorprendente hasta el punto de que el análisis literario distingue entre
elementos secundarios y añadidos de la redacción mateana. Simplificando se
podría entender que jurar en falso no es propio de los seguidores de Jesús.
Encontramos un texto sobre ello en St 5,12. No se debe jurar, ni por Dios, ni
por los hombres, ni por uno mismo, ni en nombre de lo más sagrado ¿Por qué?
Porque no se jura para apoyar nuestra verdad o para reafirmar nuestra mentira o
nuestra maldad. La verdad o la mentira resplandecen por sí solas. Es verdad que
se quiere subrayar que la justicia cristiana no puede estar engolfada en la
mentira. Pero como la antítesis tiene varios circunloquios respecto a Dios (el
cielo y el templo como presencia de Dios), lo que se condena es apoyar la
mentira en Dios. Es una antítesis por la que se intenta poner de manifiesto que
Jesús exige la veracidad humana, pero va mucho más allá. Con ello se quiere
poner en evidencia una costumbre muy extendida en la antigüedad sobre el
juramento, especialmente ante tribunales. Pero en realidad esto debe entenderse
como un "no" absoluto a la mentira con la cual se construye en este
mundo el poder, la fama, la riqueza, el honor... La radicalidad de esta
antítesis, desde luego, llega a rozar lo irreal, porque eso llevaría consigo no
confiar en la palabra de inocencia en muchos casos de la vida. Es verdad.
Muchas personas no tienen más que su palabra para proclamar su inocencia ante
la sociedad y la ley, y no les quedaría más que apoyarse en su Dios para
fundamentar su verdad. Pero podríamos entender que lo que la antítesis enseña
es que le basta al ser humano su verdad, porque la verdad es el juramento mismo
de su inocencia. Se entiende que por muy compleja que haya sido la praxis de
esto en la comunidad primitiva y el que un precepto como este se exprese de
esta manera para formar parte de las antítesis o programa del "reino"
predicado por Jesús, se resuelve en la misma vida de Jesús de Nazaret que no
tuvo que jurar ni por el cielo ni por la tierra. Este sería el derecho del
reino de Dios que se enraíza en la verdad y no en la mentira del mundo. Y por
ello, abusar del juramento podría estar en contra del planteamiento liberador
de Jesús en su proclamación del reino.
Entre las muchas posibilidades de
puntos diferentes de las antítesis y entre las posibles interpretaciones que
tenemos, debemos señalar que existe un planteamiento bien determinado: "si
vuestra justicia no es más grande que la de los escribas y fariseos, no
entraréis en el reino de los cielos". Es toda una provocación, porque no
se trata de una justicia más complicada en preceptos y en exigencias, sino
cabalmente más perfecta en cuanto a que sea más simple, generosa y entregada.
Lo más perfecto no es aquello que cumple los requisitos legales
pormenorizadamente, sino lo que renueva verdaderamente la vida, la felicidad.
Precisamente, en el caso del evangelio de hoy, lo que va más allá de la ley es
lo que supera todo tipo de venganza, odio o el desamor; se propone la justicia
que emana de unas nuevas relaciones entre Dios y el hombre, y de ahí de los
hombres entre ellos mismos. Esa es la propuesta catequética de Mateo a su
comunidad, en la que se intuye, claramente, que no se pueden justificar
actitudes porque estén legalizadas. Sucede, a veces, que lo que está legalizado
es injusto. Y contra ello está la justicia del Reino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario