¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!
La primera lectura nos presenta a un
Elías que está viviendo una situación de miedo. La reina de Israel le busca
para matarle por haber eliminado a los falsos profetas de Israel. Ha tenido que
salir huyendo hacia el Sinaí. Está también extenuado. Cuarenta días y cuarenta
noches andando por el desierto. Se ha metido en una cueva y espera un signo de
la presencia del Señor para recibir de él su aprobación. No le encuentra ni en
el huracán ni en el terremoto ni en el fuego. Le encuentra en la brisa que
anuncia la lluvia. Al tener constancia de la presencia del Señor se tapa la
cara con el manto. Sabe que no se puede ver a Dios cara a cara y seguir
viviendo.
En la segunda lectura San Pablo lamenta
la situación de los judíos que no han querido reconocer en Jesús al Mesías
prometido. Él les hace los cargos: Han sido favorecidos como nadie por parte de
Dios, descienden de los Patriarcas, como Jesús el Mesías -Dios bendito por los
siglos-, tienen la Alianza, la Ley, los Profetas, el culto. Está visto que los
títulos no salvan. Tampoco los títulos cristianos. Lo que salva es la fe en
Jesucristo. Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe. Y ¿quién es el
que ha vencido al mundo, sino el que cree que Jesucristo es el Hijo de Dios?
En el Evangelio, a Jesús le han dado la
noticia de la muerte de Juan Bautista. Al oírlo, se ha retirado en barca a un
lugar tranquilo para meditar. Pero las gentes, tan pronto como se han dado
cuenta de que había ido a ese lugar, constantemente han estado llegando allí de
todos aquellos alrededores. Jesús ha estado hablando con ellos y ha curado a
los enfermos. Al atardecer, movido a compasión, ha multiplicado unos panes y
unos peces que había por allí y ha dado de comer con ellos a toda una multitud.
Mientras Jesús despide a la gente, apremia a los discípulos a subirse a la
barca para trasladarse a la otra orilla. Una vez que despide a la gente y se
queda solo, cumple su propósito y se sube al monte a orar. Mientras tanto, la
barca es fuertemente sacudida en el lago por las olas. Él acudirá a salvarles.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA
I
LECTURA
Lectura
del primer libro de los Reyes 19, 9a. 11-13a
En aquellos días, cuando Ellas llegó al
Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le
dijo:
«Sal y ponte de pie en el monte ante el
Señor. ¡El Señor va a pasar! »
Vino un huracán tan violento que
descuajaba los montes y hacia trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor
no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no
estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no
estaba en el fuego.
Después del fuego, se oyó una brisa
tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se
puso en pie a la entrada de la cueva.
Palabra
de Dios
SALMO
Salmo
84, 9,ib-10. 11-12. 13-14
R.
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus
amigos.»
La salvación está ya cerca de sus
fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra.
R.
La misericordia y la fidelidad se
encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R.
II
LECTURA
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 9, 1-5
Hermanos:
Digo la verdad en Cristo; mi conciencia,
iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena
y un dolor incesante, en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de
mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo.
Ellos descienden de Israel, fueron
adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto
y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el
Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.
Palabra
de Dios
EVANGELIO
Ì Lectura del santo evangelio según san Mateo 14,
22-33
Después que la gente se hubo saciado,
Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a
la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y, después de despedir a la gente, subió
al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo.
Mientras tanto, la barca iba ya muy
lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De
madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole
andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo enseguida:
- «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó:
- «Señor, si eres tú, mándame ir hacia
ti andando sobre el agua.»
Él le dijo:
- «Ven.»
Pedro bajó de la barca y echó a andar
sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le
entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
- «Señor, sálvame.»
Enseguida Jesús extendió la mano, lo
agarró y le dijo:
- «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?»
En cuanto subieron a la barca, amainó el
viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo:
- «Realmente eres Hijo de Dios.»
Palabra
del Señor
MEDITAMOS
LA PALABRA
En este Evangelio podemos distinguir
diversos planos:
1º Después de despedir Jesús a la
multitud, a la que ha dado de comer, se ha subido por la noche a la montaña a
cumplir su propósito de orar. Tenía necesidad de hablar con el Padre de la
muerte de Juan y de hacer con Él también un balance del cumplimiento de su
misión.
2º Mientras tanto, la barca de Pedro, en
una noche de borrasca, va azotada por los vientos y la tempestad del mar de
Tiberíades, con tanta fuerza que corre el peligro de zozobrar. Pero no se
hunde, porque Jesús está allá arriba en la montaña orando por ella. Ellos no lo
saben, no se dan cuenta, pero Jesús está presente en la barca. No es una
presencia física, sino espiritual. Pero es eficaz. Impide que la barca se
hunda.
3º Cuando la noche ya va de pasada y
aparecen las primeras luces del día, Jesús se hace presente físicamente para
calmar la tempestad. Viene caminando sobre las aguas. Al principio no le
reconocen, pero cuando están seguros de que es él, se hace patente el
entusiasmo de Pedro que le pide a Jesús que se prolongue en él el milagro de
andar sobre las aguas sin hundirse. Jesús se lo permite, pero a Pedro le falta
fe y confianza y tiene la sensación de que se hunde y se ahoga. Pero
seguidamente recurre a Jesús: Señor, sálvame. Ahí está la fuerza. Y Jesús le
salva al tiempo que le reprocha su poca fe. Jesús calma la tempestad, y los que
iban en la barca caen atónitos de rodillas ante él: Realmente, eres Hijo de
Dios.
4º Por supuesto que este es un
acontecimiento histórico, ocurrido en el tiempo de Cristo. Pero tiene también
un carácter profético y ejemplarizante para nosotros ¿Por qué? Porque esta
barca de Pedro, que va luchando por la noche contra las olas y el viento en el
mar de Galilea, es también la barca del sucesor de Pedro, de la Iglesia, que
lucha contra el viento y la tempestad, y los enemigos de fuera y de dentro, en
los mares procelosos de este mundo. Y podrá parecer que la barca de Pedro
zozobra y se hunde, pero tiene su pervivencia asegurada, porque allá arriba hay
alguien que vigila y ora por ella, que es nuestro Señor Jesucristo. Él ha
prometido a Pedro que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
5º Esta barca de Pedro que va surcando
el mar de Galilea y va luchando contra el viento y la tempestad, es también la
barca de todos y cada uno de nosotros, es nuestra propia barca, luchando
también contra el viento y la marea, contra los enemigos internos y externos:
el demonio, el mundo y la carne.
Y nosotros tenemos necesidad de saber
que tenemos la victoria asegurada, porque tenemos la mirada, la oración, la
protección de Jesús sobre nosotros
-No
hay tentación que no sea humana
-Fiel
es Dios que no permitirá que seamos tentados con mayor intensidad de nuestra capacidad de resistencia
-Al
que hace lo que puede, Dios no le niega su gracia
-Si
Dios está con nosotros ¿quién podrá militar contra nosotros?...
6º Oración de San Bernardo.
Si se levantan los vientos de las
tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la
Estrella, invoca a María. Si eres agitado por las olas de la soberbia, de la
calumnia, de la ambición, de la envidia, mira a la Estrella, llama a María. Si
la ira, la avaricia, el placer carnal arrastra con violencia la barquilla de tu
alma, mira a María. Si turbado por el recuerdo de la enormidad de tus crímenes,
confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado por la idea del
horror del juicio, comienzas a sumirte en la sima sin fondo de la tristeza, en
el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las
angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No perderás el camino
si la sigues, no perderás la esperanza si la ruegas. Si te tiene de su mano, no
caerás.
ESTUDIO
BÍBLICO
Primera lectura: (1Reyes 19,9a.11-13a)
Marco: Este fragmento forma parte del
así llamado ciclo de Elías. El redactor de este ciclo, valiéndose probablemente
de fuentes y tradiciones que remontan hasta le propio profeta, no ha intentado
presentar una biografía de Elías, sino relatar los hechos más relevantes y
significativos. Con ellos conseguía su objetivo de poner de manifiesto el
enfrentamiento entre profetas y reyes, y señalar con vigor y fuerza el cumplimiento
infalible de la palabra de Dios. En concreto el fragmento proclamado hoy nos
recuerda el viaje de Elías hasta el Horeb para beber de las mismas fuentes el
sentido de la alianza de Dios establecido allí con su pueblo a través de
Moisés. Elías vuelve a los orígenes que formaron y constituyen al pueblo de
Dios como tal. Esta alianza había sido rota una y otra vez y en los últimos
tiempos de forma insultante por el rey Acab, obra de la reina Jezabel
procedente del mundo gentil cananeo. Ella fue la responsable de la supresión de
los altares de Dios y la erección de altares en honor del dios cananeo Ba´al.
Esto arrastró consigo la defección y apostasía de Israel. Este es el marco
adecuado para leer este fragmento de hoy.
Reflexiones
1ª) ¡El Señor va a pasar!
En aquellos días, al llegar Elías al
monte de Dios, al Horeb, se refugió en una gruta. El Señor le dijo: Sal y
aguarda al Señor en el monte, que el Señor va a pasar. Este episodio breve está
enmarcado por el viaje de Elías al Orbe (Sinaí) y el diálogo posterior habido
entre él y el Señor. Todo el conjunto de los acontecimientos es sobrecogedor.
Elías debe huir porque es perseguido a muerte. Y se dirige solitario hacia el
monte de Dios donde tuvo lugar la más imponente revelación del Señor, según nos
narra el texto sagrado. Allí tuvo lugar la estipulación de la alianza entre
Dios y su pueblo. Allí vuelve Elías para reafirmar su llamada profética y
contrastar su misión. Terminado su itinerario Elías e oculta y refugia en una
gruta. El Señor le pregunta ¿qué haces aquí Elías? Respondió: me consume el
celo por el Señor todopoderoso, porque los israelitas han roto tu alianza...
Sólo he quedado yo, y me buscan para matarme. Recibe una respuesta del Señor:
sal y quédate de pie. El Señor va a pasar. He querido resumir los datos
esenciales para la comprensión de la lectura ahora proclamada. Se trata de un
momento central en la misión del gran profeta Elías. Su vuelta a las fuentes es
premiada con un encuentro del todo singular. El Señor pasa de manera nueva e impensable
por la vida y misión del profeta. El Señor siempre pasa y está en medio de sus
enviados para protegerlos y consolarlos en sus persecuciones y tribulaciones.
El Dios de la alianza, el Dios fiel, cumple su palabra con creces. Hoy urge
volver de nuevo a las fuentes y a los orígenes. Allí, y especialmente allí, se
encontrarán las aguas claras y el hilo conductor que luego se puede descubrir
en los avatares de la historia que siempre hay que tener en cuenta. Nuestros
hombres y mujeres de hoy necesitan que se les ofrezca una palabra de Dios
limpia, aunque garantizada también por la experiencia de la historia. Elías
sigue siendo un modelo ejemplar de la vuelta a las fuentes para todos, tanto
anunciadores y el pueblo de Dios. Nuestra comprensión de las relaciones con
Dios han de ser siempre purificadas. La Palabra de Dios expuesta con claridad
alcanza al corazón de todos los que formamos el pueblo de Dios.
2ª) ¡Dios se hace presente suavemente!
Pasó antes del Señor un viento
huracanado, que agrietaba los montes y rompía los peñascos: en el viento no
estaba el Señor. Vino después un terremoto, y en el terremoto no estaba el
Señor. Después vino un fuego, y en el fuego no estaba el Señor. Después se
escuchó un susurro. Elías al oírlos, se cubrió el rostro con el manto y salió a
la entrada de la gruta. En la tradición bíblica el viento huracanado, el
terremoto y el fuego son imágenes y signos del actuar de Dios por el Espíritu.
El conjunto de la escenificación es muy diferente del acompañamiento de la
presencia de Dios cuando se aparecía a Moisés. El profetismo ha purificado
considerablemente las representaciones de la presencia de Dios. Dios es
infinitamente suave y fuente de suavidad. Dios se encuentra, se deja escuchar y
se le escucha en el silencio. Elías se tapa el rostro con el manto. Porque se
afirma en el Antiguo Testamento que nadie puede ver a Dios y seguir viviendo.
La contemplación de Dios no es soportable en una existencia humana. El gesto significa
la autenticidad de la visión. Bien es cierto que los autores deuteronomistas,
redactores de este relato, al recoger aquella tradición antigua la
transmitieron con los términos de su teología ya purificada. Elías recibe, con
esta presencia de Dios, la reafirmación de su misión y de su tarea. Él está
solo pero está en la verdad o la búsqueda sincera de la verdad sobre Dios y
sobre el pueblo. Perseguido por el rey y la reina pero está en la verdad. Quizá
en nuestro mundo necesitemos que se nos proclame a un Dios cercano, solicito,
pero que se encuentra en la brisa suave y no en el ruido estentóreo.¡Cuán
necesarios son los espacios de silencio para el encuentro y el diálogo con
Dios! Un silencio exterior e interior. Dios requiere nuestro espacio personal
para entablar un diálogo de amistad. Somos llamados a hacer presente esta
necesidad para el encuentro con Dios.
Segunda lectura: (Romanos 9,15-5)
Marco: Con el capítulo 9 comienza una
sección de tono muy distinto de los anteriores capítulos. En los capítulos 9 al
11 el apóstol trata un grave problema que le causó profundo sufrimiento: Israel
en el plan salvador de Dios. Pablo acaba de proponer a sus lectores el programa
admirable de la nueva vida de los renacidos por el sacramento y el Espíritu y
mediante ellos han alcanzado la excelente dignidad de llamarse y ser hijos de
Dios y poder dirigirse a ese Dios como Papá bien amado. Ahora el apóstol dirige
su mirada a los miembros de su pueblo que se resisten a aceptar el evangelio de
la gracia, creer en Jesucristo y recibir la justificación gratuitamente
mediante la fe, y formar parte del verdadero y único pueblo de Dios. ¿Qué
ocurre con los que siguen resistiéndose a dar ese paso? ¿Están definitivamente
excluidos de la salvación? ¿Siguen vigentes las promesas, la alianza y su
esperanza mesiánica? Se trata de un grave problema que alcanza a los miembros
del pueblo de Dios y al corazón del apóstol Pablo que se entiende a sí mismo
como un miembro de ese pueblo al que un día alcanzó la inescrutable misericordia
de Dios. La oferta de salvación de Dios en Cristo alcanza a todos los hombres
sin excepción. Esta es una de las convicciones más profundas de Pablo. En su
reflexión hay un admirable itinerario: Dios es soberanamente libre a la hora de
conceder sus dones (9). Quien no acepta el evangelio debe asumir su propia
responsabilidad (10). Pero el Dios revelado tanto en el Antiguo como en el
Nuevo Testamento es un Dios fiel que, por tanto, mantiene su fidelidad
perpetuamente y no se desdice de sus promesas. Queda abierta una gran puerta a
la esperanza: un día Israel aceptará también la oferta hecha por el Padre en su
Hijo Jesucristo, la única puerta, el único camino que integra todas las otras
formas de acceso a Dios. Misterio, sufrimiento, esperanza. Al final saldrá victoriosa
la misericordia de Dios.
Reflexiones
1ª) ¡Pablo, el hombre apasionado por su
pueblo!
Como cristiano que soy, voy a ser
sincero; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no
miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, pues por el bien de mis
hermanos, los de mi raza y sangre, quisiera incluso ser un proscrito lejos de
Cristo. Situación del pueblo de Dios y experiencia vivida por Pablo. Quizá esta
actitud frente a esta grave realidad sea más comprensible en san Pablo. No era
de carácter fácilmente doblegable. Pablo vivía con total intensidad su
experiencia. En el judaísmo fue radical. Recordemos algún pensamiento de sus
cartas: ¿Son hebreos? También yo. ¿Israelitas? También yo. ¿Descendientes de
Abrahán? También yo. (2Cor 11,22). Y en la carta a los Filipenses, donde Pablo
abre de par en par su corazón: En lo que a mí respecta, tendría motivos para
confiar en mis títulos humanos. Nadie puede hacerlo con más razón que yo. Fui
circuncidado a los ocho días de nacer, soy del linaje de Israel, de la tribu de
Benjamín, hebreo por los cuatro costados, fariseo en cuanto al modo de entender
la ley, ardiente perseguidor de la Iglesia, e irreprochable en lo que se
refiere al cumplimiento de la ley (Flp 3,4-6). Este mismo Pablo un día fue
alcanzado por Jesús y se produjo un cambio radical en su vida. En adelante se
enamora de Jesús y sólo Jesús ocupa su vida: Pero lo que entonces consideraba
una ganancia, ahora los considero pérdida por amor a Cristo. Es más, pienso
incluso que nada vale la pena si se compara con el conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas, y todo lo tengo por
estiércol con tal de ganar a Cristo y vivir unido a él con una salvación que no
procede de la ley, sino de la fe en Cristo, una salvación que viene de Dios a
través de la fe. De esta manera conoceré a Cristo y experimentaré el poder de
su resurrección y compartiré sus padecimientos y moriré su muerte, a ver si
alcanzo así la resurrección de entre los muertos (Flp. 3,7-11). Y otros
abundantes testimonios autobiográficos de Pablo que iluminan la realidad
concreta en que vive su espíritu. Todo esto produce en su interior dos
reacciones dispares y un debate sangrante que aparecen en esta carta a los
Romanos: fiel a sus raíces, pero más fiel a Cristo que le llamó. Se trata de un
drama personal que, gracias a Dios, resolvía con la luz del Espíritu que
actuaba con fuerza en él. Estos datos autobiográficos sobrecogen al lector de
hoy como ocurrió entonces. Es necesario recuperar los grandes ideales que
atraigan. Para nuestro mundo actual este testimonio de Pablo sigue siendo
válido. Dios es fiel a sus promesas. En el diálogo interreligioso, es necesario
mantener dos actitudes fundamentales que deducimos del comportamiento de Pablo:
una fidelidad sincera al Evangelio y una apertura sincera a los valores de los
demás con el deseo de que también ellos sean iluminados por el Evangelio. El
Evangelio no destruye nada de lo válido, noble y honrado entre los hombres,
sino que, por el contrario, lo dignifica, lo valora y lo transforma.
2ª) ¡Los judíos no han perdido los dones
recibidos!
Ellos descienden de Israel, fueron
adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto
y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes según lo humano, nació el
Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Estas
palabras de Pablo leídas a la luz de las anteriores afirmaciones manifiestan
una convicción profunda: los judíos han recibido muchos dones de Dios. Y Dios
no se desdice de sus dones. Ese pueblo tiene un destino. Ciertamente es
misterioso el futuro de ese pueblo una vez se ha hecho presente en la historia
humana el Mesías prometido. El destino de ese pueblo era preparar la venida de
este Mesías. El narrador del Génesis 12 nos ha dejado un testimonio de
inapreciable valor: El Señor dijo a Abrahán: sal de tu tierra, de entre tus
parientes y de la casa de tu padre, y vete a la tierra que yo te indicaré. Yo
haré de ti un gran pueblo. Te bendeciré y haré famoso tu nombre, que será una
bendición. Bendeciré a los que bendigan, y maldeciré a los que te maldigan. Por
ti serán benditas todas las naciones de la tierra (Gn 12,1-3). Este es el
perfil de la vocación de un pueblo llamado a ser signo de salvación para todos
los pueblos. Y llegada la plenitud de los tiempos no acepta al Mesías esperado.
No es este el momento de entretenerse en los problemas teológicos, porque
estamos ofreciendo unas reflexiones para la predicación. Esta realidad sigue
siendo un interrogante hoy: ¿qué sentido tiene el pueblo judío hoy? ¿cuál ha de
ser la actitud de los discípulos de Jesús frente a los miembros del antiguo y
actual Israel? Esto supone una realidad tangible y presente entre nosotros.
Pablo orienta nuestra respuesta: él deseaba ser un proscrito por su pueblo para
que entrara en la salvación. Los discípulos de Jesús hoy han de adoptar la
misma actitud de reconocimiento y de profundo respeto: Dios tuvo la primera
palabra y tendrá la última. Mientras tanto hemos de realizar un itinerario en
el que en parte nos encontramos. Que este encuentro sea entre “hermanos” que
descienden del mismo padre de muchos pueblos, que viven del Mesías (en espera o
en cumplimiento), que vivimos en medio de un mundo para el que hemos sido
llamados a ser transmisores de una bendición sin fronteras.
Evangelio: (Mateo 14,22-33)
Marco: Seguimos leyendo y proclamando
del mismo bloque narrativo que el domingo anterior. En estos tres domingos la
liturgia ha elegido el relato de tres milagros realizados por Jesús. Hay un
paralelo en la presentación de los dos milagros con el relato joánico (6) en el
que encontramos también los mismos milagros: multiplicación de los panes y
Jesús caminando sobre las aguas. Aunque cada evangelista ofrece una
interpretación distinta de los milagros o signos como le gusta llamarlos a
Juan.
Reflexiones
1ª) ¡Jesús se entretiene para orar a
solas!
Después que se sació la gente, Jesús
apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la
otra orilla mientras él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente
subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo. Jesús
ordena a sus discípulos que se vayan por delante y le antecedan en la otra
orilla. El relato joánico de este mismo milagro insiste en que los que se
alimentaron quisieron hacerle rey y él se retiró a la soledad. Mateo indica que
lo hizo para dedicarse a la oración. Un mismo gesto permite a los evangelistas
presentarnos dos aspectos importantes con relación a Jesús. El relato evangélico
nos advierte que con frecuencia Jesús se retiraba al monte o a la soledad para
entregarse a la oración. Se resalta en algunos acontecimientos, como la
elección de los doce, pero es una tónica habitual mantenida por Jesús. También
el detalle narrativo de la referencia al monte tiene su significación: en la
tradición bíblica es el lugar privilegiado para el encuentro con Dios. La
montaña, la altura era también un elemento religioso, en el antiguo oriente, de
especial relieve. La conclusión del relato nos conduce a un acto de fe
importante por parte de los apóstoles que volverá a aparecer en el capítulo 16.
2ª) ¡El viento les era contrario!
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos
de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada
se les acercó Jesús andando sobre las aguas... Los discípulos gritaron de
miedo... ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! La riqueza de elementos narrativos
contribuye a dramatizar la situación con una clara finalidad: descubrir en
Jesús a alguien que tiene poder sobre los elementos y sobre la naturaleza.
Sabemos que en el evangelio encontramos relatos milagrosos en diversos ámbitos:
exorcismos (liberación del hombre de los padres del mal); curaciones
(liberación del hombre de toda enfermedad); resurrecciones (liberación del
hombre del dominio de la muerte el último y el peor enemigo del hombre);
milagros sobre la naturaleza (dominio de Jesús sobre todo como Señor). Todos
estos elementos narrativos tienen una finalidad: describir la gravedad de la
situación y presentar la solución que Jesús les ofrece. El viento les era
contrario y, por tanto, manifiesta una situación de gravedad. Jesús se les acerca,
caminando sobre las aguas. Y les entró miedo pensando que era un fantasma. Es
la primera reacción frente a lo misterioso, a lo sobrenatural, a lo inesperado.
El conjunto es una revelación de Jesús. El miedo y la invitación al buen ánimo
y a superar el miedo forma parte de los relatos reveladores del Antiguo
Testamento y del Nuevo. Experiencia de miedo y palabras de consuelo
tranquilizador forman parte del complejo narrativo para describir la presencia
de lo sobrenatural. “Soy yo, no tengáis miedo”. Los hombres modernos se debaten
también frente a lo inesperado y frente a lo sobrenatural. El Evangelio quiere
ofrecerles una respuesta. Pero ha de llegarles a través de los discípulos de
Jesús que comparten sus debates y han encontrado la respuesta.
3ª) ¡Asombro de los acompañantes de
Jesús!
Señor, sálvame. Enseguida Jesús extendió
la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? En cuanto
subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él
diciendo: realmente eres el Hijo de Dios. El deseo de comprobación de Pedro le
ha llevado a una situación límite. La escenificación narrativa quiere subrayar
a la vez el carácter impulsivo de Pedro arrastrado por el deseo y la oferta
generosa de Jesús: si quieres venir hacia mí échate al mar. Pero al sentir la
fuerza del viento, Pedro siente miedo y se hunde. Ciertamente todos estos
rasgos pretenden descubrir otra realidad: el encuentro de Pedro con Jesús es un
encuentro ejemplar para los lectores del evangelio. Porque, como ya sabemos,
estamos leyendo un relato que quiere enmarcarse en la historia de Jesús y un
relato presentado por el narrador mateano para la edificación de la comunidad
cristiana. La lectura en estos planos permite percibir la intención de Mateo:
seguir a Jesús implica una entrega total y sin reservas. Cuando los dos entran
en la barca, el viento amainó. Este fenómeno inesperado y sorprendente produce
una reacción en el resto de los compañeros de Pedro y les permite reconocer en
Jesús un hombre con poderes excepcionales. La expresión “se postraron”
pertenece al lenguaje peculiar de Mateo que aparece ya en el relato de los
magos “prosternándose” ante Jesús. Es una forma muy peculiar suya a través de
la cual se percibe el reconocimiento de Jesús. Y así termina el conjunto, un
relato dramatizador, con un acto de fe en Jesús como Hijo de Dios proclamado
por la comunidad mateana y que se relaciona con un acontecimiento ocurrido en
tiempos de Jesús. El milagro está al servicio de la cristología y de la fe
mesiánica. Todo el relato nos permite percibir el mensaje que quiere
transmitir: en medio de las dificultades de sus enviados, Dios se hace presente
por medio de Jesús y ofrece al hombre una respuesta adecuada. Hoy como ayer se
necesita la presentación de este modo de actuar de Dios. Tiene una palabra para
los hombres que se debaten en medio de múltiples dificultades. El evangelio
ofrece una palabra a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
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