“Tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios vivo.”
Necesariamente tenemos que
preguntarnos qué nos dice a nosotros el texto del evangelio de Mateo que leemos
hoy. Podemos seguir interpretándolo como nos enseñaron hasta ahora: que es la
confirmación de que el Papa es el sucesor de Pedro, y de que éste recibe de
Jesús todos los poderes; mejor dicho, todo el poder. Pero nada más ajeno al
texto de Mateo y, desde luego, nada más inconveniente para el Reino de Dios y
para los cristianos de hoy. Esos aparentes privilegios que se conceden a Pedro,
en realidad no son tales. El servicio a Jesús Mesías, Hijo de Dios, que el
apóstol acaba de confesar, conlleva preocuparse de los pobres, de las viudas
que no tienen protección, de los enfermos, de los niños –totalmente desvalidos
en aquella época–, de los huérfanos, de los excluidos. Y esta preocupación,
además de compasión, era una crítica contra los poderosos de entonces, y,
lógicamente, también contra los de ahora. Por eso, ser servidores de ese reino
de Dios que Jesús implantó, lleva a estar expuesto continuamente a persecuciones
de todo tipo. Pedro, que es alabado por confesar a Jesús como Mesías, a renglón
seguido es tildado como un Satanás porque el mesianismo que él creía y esperaba
era el del poder, no el del servicio y del consiguiente sufrimiento. Y Jesús de
ninguna manera pasaba por eso.
DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU
PALABRA
I LECTURA
Lectura del libro de Isaías 22,
19-23
Así dice el Señor a Sobná,
mayordomo de palacio:
«Te echaré de tu puesto, te
destituiré de tu cargo.
Aquel día, llamaré a mi siervo, a
Eliacín, hijo de Elcías:
le vestiré tu túnica, le ceñiré tu
banda, le daré tus poderes;
será padre para los habitantes de
Jerusalén, para el pueblo de Judá.
Colgaré de su hombro la llave del
palacio de David:
lo que él abra nadie lo cerrará, lo
que él cierre nadie lo abrirá.
Lo hincaré como un clavo en sitio
firme,
dará un trono glorioso a la casa
paterna.»
Palabra
de Dios
SALMO
Salmo
137, 1-2a. 2bc-3. 6 y 8bc
R.
Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.
Te doy gracias, Señor, de todo
corazón;
delante de los ángeles tañeré para
ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre. R.
Por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
Acreciste el valor en mi alma. R.
El Señor es sublime, se fija en el
humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.
R.
II LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los Romanos 11, 33-36
¡Qué abismo de generosidad, de
sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué
irrastreables sus caminos!
¿Quién conoció la mente del Señor?
¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva?
Él es el origen, gula y meta del
universo. A él la gloria por los siglos. Amén.
Palabra de
Dios
EVANGELIO
Ì
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-20
En aquel tiempo, al llegar a la
región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
- «¿Quién dice la gente que es el
Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
- «Unos que Juan Bautista, otros
que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó:
- «Y vosotros, ¿quién decís que soy
yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
- «Tú eres el Mesías, el Hijo de
Dios vivo.»
Jesús le respondió:
-«¡Dichoso tú, Simón, hijo de
Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre
que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los
cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates
en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Y les mandó a los discípulos que no
dijesen a nadie que él era el Mesías.
Palabra
del Señor
MEDITAMOS LA PALABRA
Cesarea de Filipo está íntimamente
ligada al poder imperial de Roma.
La localización de la escena en la
región de Cesarea de Filipo no es un dato intrascendente para ver el alcance de
lo que se nos narra en el texto evangélico. Todo en Cesarea, empezando por el
hombre, hablaba del poderío militar, económico, político e ideológico de Roma y
de su emperador. El César de Roma ostentaba los títulos de Divino, Hijo de
Dios, Dios, Dios de Dios, Señor, Redentor, Liberador y Salvador del mundo. De
ahí que, cuando Pedro confiesa y aplica eso mismo a Jesús, está cometiendo una
alta traición al emperador; para el evangelista, es claramente una sustitución
del reino de Roma por el reino de Dios. Si la actuación romana dirigida por el
divino Augusto traía la paz mediante la guerra, la violencia y la victoria, la
actuación cristiana encarnada en el divino Jesús traía la paz mediante la
justicia.
¿Quién dice la gente y quién decís
vosotros que soy yo?
Los discípulos enumeran los
personajes que la gente asocia con Jesús. Los cuatro señalados sitúan a Jesús
en la tradición profética, que se caracterizó por el rechazo al sufrimiento del
pueblo y a los poderes que lo originaban. Los profetas, al hablar de un mundo
alternativo al que su pueblo vivía, siempre resultaban incómodos para las
elites. Jesús era visto por la gente en esa línea profética de rechazo al
poder, que en aquellos momentos venía de Roma.
Pedro es portavoz porque tiene una
vinculación especial con Jesús.
Pedro reitera la confe¬sión que
todos los discípulos hicieron ya en la barca después del milagro de Jesús
caminando sobre el agua. De igual modo, no sólo Pedro, sino todos los
discípulos habían sido felicitados ya antes por Jesús. Pedro es portavoz de los
discípulos. Pero, además, la figura histórica singular de Pedro viene a
concretar al¬go que, para Mateo, debe ser un rasgo permanente de la Iglesia: su
vinculación a Jesús. Pedro es fundamental para la Iglesia porque está unido a
Jesús, que sí es el fundamental. Vinculación ciertamente ambivalente, porque
Pedro confiesa a Jesús como Mesías e Hijo de Dios, pero lo entiende como
poderoso, no como sufriente; como otros discípulos, no es capaz de velar en
Getsemaní; reniega de Jesús con un juramento y, arrepentido, llora amargamente.
Este es Pedro al que Jesús sostiene, y que se nos aparece como el prototipo de
discípulo de Jesús.
No se puede entender el diálogo
entre Jesús y Pedro sin la conexión que tiene con la profecía de la pasión que
le sigue.
Los tres evangelios sinópticos
sitúan inmediatamente después de la confesión de Pedro el primer anuncio de la
pasión. La predicción que hace Jesús de su pasión señala el verdadero alcance
del tipo de Mesías que Pedro acaba de confesar. La protesta de Pedro ante las
palabras de Jesús sobre la necesidad de su pasión es una prueba de que, al
confesar la mesianidad de Jesús, Pedro deja ver que su idea del Mesías es más
bien como la de todos los demás discípulos: totalmente judía, de poder, motivo
que le vale una dura repulsa de labios de Jesús.
Pedro es una roca en tanto que esta
roca encarna la fe y no el poder.
Jesús edificará su Iglesia sobre
Pedro en cuanto que ha confesado públicamente a Jesús de Nazaret. Así pues, en
las palabras de Jesús hacia Pedro hay una alabanza y una promesa referidas, no
tanto a su persona, como a su actitud de fe. Dice santo Tomás que Cristo es el
fundamento de la iglesia por sí mismo, y que Pedro lo es sólo en tanto que
confesó a Cristo. La exigencia para ser congregado en la iglesia de Jesús, por
tanto, no es otra que el tener la misma fe que confesó Simón en Cesarea. Y esta
comunidad de Jesús prevalecerá mientras sea inquebrantable nuestra fe en él.
Pedro, que es felicitado por su fe, inmediatamente pasa a ser llamado Satanás
por Jesús, porque entendía el mesianismo como poder. A este Pedro–Satanás,
Jesús no lo hubiera considerado como una roca para fundamentar su Iglesia.
El atar y el desatar del buen
pastor.
La expresión atar y desatar
designaba entre los judíos de la época la potestad para interpretar la ley de
Moisés con autoridad. Según eso, Jesús confiere a Pedro la autoridad para
interpretar las exigencias del Reino de Dios según las palabras y actuaciones
de Jesús –buen pastor–, y adaptarlas a nuevas necesidades y situaciones. Pedro
no está recibiendo de Jesús un poder absoluto sobre la disciplina, como si
fuera un emperador romano o un rey. La misión que reciben él y los apóstoles es
exponer la voluntad de Dios a la luz de Jesús para conducir a los hombres al
reino de los cielos. Y en estas enseñanzas de Jesús no cabe la autoridad
monárquica para Pedro, que si quiere ser el primero, ha de ser el servidor.
Las puertas del Hades no podrán
contra una comunidad empeñada en dar vida.
El Hades –o el infierno– es el
reino de la muerte. Hay una interpretación que ve en la frase de Jesús una
promesa a los miembros de la Iglesia de su futura resurrección. Pero aquí, más
que una promesa, posiblemente se trate de un encargo que hace Jesús a los
discípulos de luchar y vencer a los destructivos poderes del reino de la
muerte. Como lo hizo él. La muerte es la destrucción de todo lo que tiene vida.
Pero la vida humana no es monolítica y uniforme, sino que se ramifica en muchos
y diferenciados ámbitos vitales. Lo mismo hay que decir de la muerte: no existe
la muerte en general, sino muchas muertes: en cada ámbito vital se produce un
tipo de muerte específico y apropiado. Hay muerte en la negación de la vida
biológica, pero también en la destrucción o deterioro de la vida psíquica, la
vida sensitiva, la vida económica, la vida del conocimiento, la vida de la
justicia, la vida de las relaciones con Dios, la vida de la belleza, la vida
del juego y la vida de las relaciones sociales. La pobreza es muerte; la
ignorancia, también; las injusticias y el odio entre hermanos, entre vecinos o
entre razas, también. ¡Vaya si el creyente en el Reino de vida de Jesús de
Nazaret tiene variedad de campos de muerte humana donde luchar para
erradicarlos! Entonces sí que las puertas de la muerte no podrán contra una
comunidad de Jesús que esté empeñada en poner vida allí donde haya muerte.
La interpretación de este texto por el papado
romano.
El Obispo de Roma se autodenomina
el sucesor de Pedro. En la cúpula de la basílica de San Pedro de Roma pueden
leerse, sobre fondo dorado, las palabras de Mateo: «Yo te digo que tú eres
Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella». Es todo un símbolo. Sin embargo, hoy gran parte de
los exégetas más prestigiosos –también los católicos– está de acuerdo en que
«del Pedro de la Biblia al papa de la ciudad eterna sólo se puede pasar dando
un salto cualitativo». Mateo no está pensando en la escena de Cesarea en una
sucesión explícita en el ministerio de Pedro. Los factores que llevaron, entre
los siglos II-IV, a la formación de la primacía romana en la Iglesia fueron muy
diversos: Roma era capital del imperio; la comunidad era numerosa y relevante
por su actividad caritativa; era un centro importante de la ortodoxia; contaba
con unos fundadores apostólicos y con sepulcros de apóstoles, en particular el
sepulcro de Pedro. Más tarde, la estructura política del imperio favoreció en
la Iglesia, y demandó de ella unas estructuras jerárquicas y una cúspide monárquica.
Por eso el camino del papado desde un ministerio de soberanía a un ministerio
de servicio es, dada su historia, especialmente arduo.
Cualquiera que sea el ministerio
conferido a Pedro, lo que sí está fuera de toda duda es que ha de entenderse y
ejercerse según el Evangelio, y que hay que medirlo con este Evangelio. Remite
siempre al mensaje de Jesús, que, con su palabra y con su obrar, se dirigió de
manera preferente a los pobres, y estuvo entre aquellas gentes no como el que
manda, sino como quien sirve.
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª
Lectura: Isaías (22,19-23): La autoridad de la justicia
I.1. La Iª Lectura se refiere
probablemente a una serie de acontecimientos políticos y de la corte del rey
Ezequías, que tienen conexión, de alguna manera, con el momento en que
Senaquerib, emperador de Asiria, invadió la tierra santa (701 a. C.). Jerusalén
estuvo a punto de caer, pero algo sucedió que impidió la conquista de la ciudad
de Sión. Se han dado distintas opiniones al respecto, siendo la más probable
una rebelión de Babilonia… y esto era más urgente que la caída de Jerusalén. El
profeta Isaías siempre entendió que eso se debía a la acción de Dios que
conduce todos los momentos de la historia. El pueblo, sin embargo, parece que
se lo agradeció más al rey que a Dios. Todo esto se cuenta en 2Re 18-20. El
reino quedó totalmente destruido, aunque Jerusalén no cayera en manos asirias.
I.2. En este oráculo de hoy, bajo
el simbolismo de las llaves, que aparecerá en el evangelio, se quiere mostrar
la actuación de Dios con el secretario Sobná, hombre rico y ambicioso, que se
estaba construyendo un mausoleo que escandaliza al profeta frente a la
situación de tributos, injusticias y pobreza que vive el pueblo. El profeta
anuncia su destitución por Eliaquín, el mayordomo, que debía ser un hombre más
consecuente con la situación posbélica.
I.3. El oráculo lo dice todo: un
padre para el pueblo y en sus manos estarán las llaves del reino de David; era
el hombre de confianza que necesitaba Ezequías en aquellos momentos, quien fue
un rey reformador. Con las llaves se cierra y se abre. Será un administrador de
justicia para un pueblo destrozado, donde los pobres son más pobres y los ricos
más ricos. Esa es la situación que debe cambiar. Quien tiene las llaves, debe
saber que es el administrador de Dios. Y que no tiene derecho a coartar
libertades ni a permitir miserias.
II.ª
Lectura: Romanos (11,33-36): Himno a la Sabiduría
II.1. El c. 11 de Romanos termina
con un maravilloso himno a la sabiduría divina. Viene a cerrar los cc. 9-11, en
los que el apóstol se ha planteado en profundidad el misterio del pueblo de
Israel, su destino, su futuro. Y esto lo hace porque a través de toda la carta
ha venido hablando de un pueblo nuevo, de una comunidad nueva, que no se
fundamenta en otra cosa que en la fe en Jesucristo, quien ha dado su vida por
toda la humanidad. Pero Pablo era judío, su raza no era determinante, pero en
la lectura que hace del Antiguo Testamento lo ve como el pueblo que recibió las
promesas de Dios, con un papel histórico y teológico que no se puede olvidar.
Con este himno, Pablo concluye la parte doctrinal de la carta a los Romanos, y
deja en manos del misterio de Dios, de su divina sabiduría, el destino de su
pueblo por el que siente una cierta fascinación.
II.2. Algunos apuntan a que Rom
11,33-36 sería el himno conclusivo de la parte doctrinal de la carta (Rom
1-11). Pero no debemos olvidar la famosa y discutida doxología de Rom 16,25-27,
también en forma de himno, que algunos manuscritos desplazan a Rom 14,23 o a
Rom 15,33 y que ha dado lugar a la polémica sobre la autenticidad de Rom 16.
¿Pertenece Rom 16 a la carta dirigida a los Romanos? No es necesario entrar en
esa discusión crítica de manuscritos. Podemos suponer, pues, que piezas como
éstas se creaban o recreaban en las comunidades paulinas, para la liturgia, en
las que no falta cierta influencia del judaísmo helenista. Pablo, por su parte,
las aprovecha en momentos bien señalados para cerrar o rematar ciertas ideas
decisivas. Este es uno de ellos, porque debemos estar de acuerdo que Rom 9-11
es una sección reflexionada y de largo alcance.
II.3. El himno pone de manifiesto
algo que debemos tener muy presente. Desde luego, es un himno a Dios y nos
recuerda mucho lo que podemos leer en el libro de Job (35,7;41,1-3), es decir,
la impotencia del hombre frente al misterioso designio de la historia que no la
podemos abarcar en profundidad, por muy alto que haya volado la humanidad.
Encontrarse con Dios es “un misterio” y nadie puede exigirle algo, porque nadie
le ha dado nada. Al contrario, todo lo hemos recibido de Él. Y resuena
explícitamente la grandeza de la fidelidad de Dios al hombre, a la humanidad
entera, no solamente a Israel.
II.4. En Rom 9-11 ni Israel ni los
paganos, que ahora forman parte del proyecto salvador, son los verdaderos
protagonistas de las afirmaciones y de los argumentos que se ponen sobre la
mesa. Consideramos que el verdadero protagonista es Dios que quiere salvar a
todos los hombres sin que eso sea faltar a su fidelidad a la alianza con
Israel. Pero su fidelidad salvadora con Israel forma parte de este mismo
proyecto. De ahí que este himno final venga a ponerse en el centro de todo esta
acción salvadora de Dios como una decisión de su sabiduría. Tanto los paganos
como Israel deben admirar la sabiduría divina. Las preguntas sapienciales de
los vv. 34-35, inspiradas en dos textos de la Escritura (Is 40,13; Job 41,3)
son suficientemente elocuentes al respecto. Nadie puede ni debe discutir la
soberana libertad de Dios para salvar a todos los hombres y a Israel. Los
pueblos han sido llamados a la salvación porque Dios lo quiere así. Israel será
salvado, porque Dios así lo ha decidido.
Evangelio:
Mateo (16,13-20): Confesión de fe viva y verdadera
III.1. El evangelio de hoy es uno
de los textos más específicos de la teología de este evangelista. El simbolismo
de las llaves, de atar y desatar, se aplica ahora a Pedro, el apóstol que
habría de negar a Jesús. ¿De dónde nacen estas palabras, cuyo fondo arameo es
innegable? Mc 8,27-29 no contiene las palabras sobre las llaves, lo cual
resulta ciertamente extraño. Mateo nos ofrece una verdadera confesión de fe de
Pedro en sentido pospascual y unas palabras de Jesús otorgándole un poder
precisamente por esa confesión de fe. Por lo tanto, ese poder, en lo que se
refiere a la comunidad de Mateo, tiene que ver con una promesa y función en la
Iglesia. Este es uno de los textos más discutidos en torno al «primado» de
Pedro y sus sucesores.
III.2. El texto de la confesión
mesiánica de Pedro nos ofrece una de las lecturas más discutidas de la exégesis
de Mateo. En su probable fuente, Mc 8,27ss, la confesión es de otro tono y,
además, no están presentes las palabras sobre el “primado”. Es evidente que la
tradición “católica” ha hecho un tipo de lectura que viene marcada por la
sucesión apostólica de Pedro. Es, desde luego, de valor histórico que Simón,
uno de los Doce, recibió el sobrenombre o apodo de Kefa (en arameo; kephas, en
griego) y que sería traducido como Petros en griego, que significa “roca”. El
que haya sido en este momento o en otro todo lo que se explica del sobrenombre
en Mateo, no es relevante históricamente (pudo ser en otro momento cf Jn 1,42;
Mt 4,18; 10,2), pero sí es significativo. Pedro pudo recibir este sobrenombre
del mismo Jesús y haber sido llamado de esa manera durante su ministerio. Se
seguirá discutiendo si las palabras de Jesús sobre la “piedra” se refieren a la
persona de Pedro, o a la confesión que Pedro proclama (no olvidemos que es una
confesión pospascual en toda regla). Pero aquí se funda, en la tradición
católica, el primado y la misma “infalibilidad” papal. Pero ¿de qué valdría la
"infalibilidad" si solamente se tiene en cuenta lo doctrinal?, porque
la doctrina cambia con el tiempo en expresiones y en comprensión. Esta "vexata
quaestio" no debería ser el fondo del texto de Mateo, sino precisamente la
necesidad que tenemos de vivir en la "comunión" de la fe que nos
salva, más que en la afinidad doctrinal. La Iglesia, pues, no se fundamenta
sobre la doctrina, sino sobre la fe de Pedro, que es un misterio de confianza
(emunah) en la palabra de Jesús, quien nos ha revelado la salvación de Dios. Ni
el mismo Pedro sería nada sin la confesión de su fe en Cristo e Hijo de Dios
(con todo lo que ello implica), ni la Iglesia tendría sentido sin el Cristo e
Hijo de Dios confesado por Pedro. Pedro, por ello, no está situado por encima
de la Iglesia, sino que recibe esa misión y lleva a cabo ese servicio en el
seno de la misma comunidad a la que sirve con la confesión de su fe.
III.3. El texto de Mt 16,13-20 es
campo de batalla entre católicos y protestantes y no lo debemos ignorar.
Todavía en ello debemos tener grandes expectativas ecuménicas, con la esperanza
de los pasos que hemos de dar con las respectivas interpretaciones que corresponden
a las “tradiciones” cristianas de unos y de otros. Los católicos siempre
interpretarán que “piedra” (petra) se refiere a Pedro (petros); los
protestantes afirmarán que petra, por ser femenino, no se refiere a Pedro, sino
a la confesión anterior: “tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. ¿Qué nos
está permitido interpretar exegéticamente? La verdad es que las dos cosas son
posibles. Pero hay muchos problemas por medio: ¿es una tradición unitaria? ¿son
dos tradiciones unidas por el redactor de Mateo? Todas estas cosas quedan para
un análisis crítico-literario-exegético de envergadura. En principio, nos
parece más razonable interpretar que “sobre esta roca” ha de referirse a la
confesión que Pedro acaba de pronunciar. Vendría a ser como decir que Simón recibe
un nombre nuevo Petros, porque ha hecho una confesión decisiva y fundamental
sobre la que ha de construirse (petra) la Iglesia.
III.4. Cada evangelista ha
redactado la confesión de Pedro según sus preocupaciones teológicas y
eclesiales. Las de Mateo están bien claras por el conjunto del texto de hoy. El
problema, pues, sería si las palabras laudatorias de Jesús, después de la
confesión de Pedro, son del mismo Jesús o de la Iglesia primitiva. Esto, desde
luego, tiene divididos a los especialistas, aunque es más coherente pensar que
la Iglesia posterior necesitó reivindicar la figura de Pedro como testigo
cualificado y como “primero” entre los Doce. No deberíamos exagerar, como se
hace frecuentemente, sobre los arameismos de las palabras laudatorias de Jesús,
como si estas nos llevaran directamente a las mismas palabras de Jesús. De
hecho, otros autores dan a entender que la construcción griega de estas
palabras es más armónica de lo que parece; que no hay tanto arameismo en las
mismas y que estamos ante la teología de un autor (en este caso Mateo) más que
ante una “profecía” del Jesús histórico. Y eso sin entrar en la discusión, hoy
no tan relevante, de si las palabras del “tu es petrus” son una interpolación
posterior como defienden algunos especialistas.
III.5. Estas palabras, pues,
significan que Pedro ha de ser el defensor de la Iglesia contra todas las
asechanzas a las que está y estará sometida. La pregunta es ¿dónde está
fundamentada la Iglesia, en Pedro o en Cristo? En Cristo, claro está (cf 1Cor
3,11; Ef 2,20), y es eso lo que confiesa Pedro en el evangelio de Mateo. Por lo
mismo, no se puede echar sobre las espaldas del pescador de Galilea todo el
peso de la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios que ha ganado Cristo con su vida,
con su entrega y su resurrección. Y otro tanto habría que decir de los
sucesores de Pedro. De la misma manera, pues, la metáfora de “atar y desatar”
se ha de interpretar en este tenor de defensa de la comunidad, del nuevo
pueblo, de la Iglesia. Porque no debemos olvidar que esa misma metáfora la
usará después Mt 18,15-20 para aplicarla a los responsables de la comunidad
ante el pecado de los que son recalcitrantes y rompen la comunión.
III.6. En definitiva, el texto de
Mateo, la fuerza del “tu es petrus” no debe hacernos olvidar que Pedro fue
elegido por Jesús no para ser Papa, que es una institución posterior,
reafirmada con la “infalibilidad” doctrinal, sino al servicio de la salvación
de los hombres; aunque será inevitable tenerlo en cuenta en la historia de la
interpretación del papado. Pero no podemos echar encima del texto de Mateo más
de lo que dice y de lo que afirma; sin olvidar, además, la Iglesia o comunidad
en la que aparece, una comunidad judeo-cristiana que necesitó de
transformaciones muy radicales en confrontación con el judaísmo tradicional.
Desde luego, los seguidores de Jesús que aceptamos el evangelio tenemos como
“roca” de salvación la confesión de fe que hace Pedro. Pero no es la confesión
de un hombre solitario y cargado de responsabilidad personal para “atar y
desatar”, porque tiene las “llaves” del Reino de los cielos. Es la confesión de
una Iglesia a la que él representa. Porque la salvación de cada uno de los
cristianos o de cualquier hombre o mujer, no dependen de Pedro tampoco, sino de
la gracia y la misericordia de Dios, revelada en Jesucristo, y a quien Pedro
confiesa.
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