Por eso, Dios lo
exaltó.”
Vivimos en un mundo violento. Y nos
cuesta admitir que "los malos" campen libremente e incluso
prevalezcan sobre "los buenos". Por eso, muchos piensan, como ya
denunciaba el profeta Ezequiel, que "no es justo el proceder del Señor",
porque no los fulmina; pretenden que su juicio es más recto que el juicio de
Dios (1ª lect.: Ez 18, 25-28).
Sin embargo, la convicción predominante
en la Escritura es que el proceder divino se muestra, desde siempre, favorable
a todo ser humano: "Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son
eternas" (Sal 24).
No obstante, ese proceder de Dios no es
indiferente a nuestra respuesta: sus designios de misericordia sólo se harán
realidad si, por nuestra parte, nos abrimos a la fe en Aquel que él nos ha
enviado (Ev.: Mt 21, 28-32).
Precisamente, al enviarnos a su Hijo en
nuestra condición humana (2ª lect.: Flp 2, 1-11), nos dio el máximo ejemplo de
una vida conforme a su voluntad, para que también nosotros podamos alcanzar,
imitándolo, su propia gloria.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
El
profeta se queja de que el pueblo le echa la culpa a Dios de sus desgracias y
fracasos. Espera que Dios, para demostrar que es justo, tenga que responder a
los caprichos de un pueblo. Y Dios responde. Y los ubica: es el pueblo el
injusto, y debe hacerse cargo de sus propios pecados.
Lectura
de la profecía de Ezequiel 18, 24-28
Esto dice el Señor: Si el justo se
aparta de su justicia y comete el mal, imitando todas las abominaciones que
comete el malvado, ¿acaso vivirá? Ninguna de las obras justas que haya hecho
será recordada: a causa de la infidelidad y del pecado que ha cometido, morirá.
Ustedes dirán: “El proceder del Señor no es correcto”. Escucha, casa de Israel:
¿Acaso no es el proceder de ustedes, y no el mío, el que no es correcto? Cuando
el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que
ha cometido. Y cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para
practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su vida. Él ha abierto
los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido: por eso,
seguramente vivirá, y no morirá.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
24, 4-9
R.
Acuérdate, Señor, de tu compasión.
Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame
tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi
Dios y mi salvador, y yo espero en ti todo el día. R.
Acuérdate, Señor, de tu compasión y de
tu amor, porque son eternos. No recuerdes los pecados ni las rebeldías mi
juventud: por tu bondad, Señor, acuérdate de mí según tu fidelidad. R.
El Señor es bondadoso y recto: por eso
muestra el camino a los extraviados; él guía a los humildes para que obren
rectamente y enseña su camino a los pobres. R.
II
LECTURA
Los
sentimientos de Jesús nos inspiran a vivir en fraternidad, y a ser servidores
de los hermanos. Jesús entregó su vida como un servicio de amor; nosotros no
podemos vivir de otra manera.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 2, 1-11
Hermanos: Si la exhortación en nombre de
Cristo tiene algún valor, si algo vale el consuelo que brota del amor o la
comunión en el Espíritu, o la ternura y la compasión, les ruego que hagan
perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos. Tengan un mismo amor, un mismo
corazón, un mismo pensamiento. No hagan nada por interés ni por vanidad, y que
la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos.
Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los
demás. Vivan con los mismos sentimientos que hay en Cristo Jesús. * Él, que era
de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía
guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición
de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto
humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por
eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al
nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es el Señor”.
Palabra
de Dios.
ALELUYA
Aleluya.
“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las
conozco y ellas me siguen”, dice el Señor. (Jn 10, 27). Aleluya.
EVANGELIO
Muchos
somos los que vemos y criticamos a quienes en primera instancia, se plantan en
un “NO”. Hay muchos tipos de negaciones. Pero quien ha dicho “NO”, no ha
cerrado definitivamente sus opciones. Siempre estará a tiempo de gritar un
“SI”, o de balbucear una vida positiva. Por eso, estemos preparados a recibir
en nuestro corazón a quienes alguna vez se nos presentaron negativamente.
Ì Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Mateo 21, 28-32
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a
los ancianos del pueblo: “¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y,
dirigiéndose al primero, le dijo: ‘Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi
viña’. Él respondió: ‘No quiero’. Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose
al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: ‘Voy, Señor’, pero no fue.
¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?”. “El primero”, le
respondieron. Jesús les dijo: “Les aseguro que los publicanos y las prostitutas
llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por
el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las
prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se
han arrepentido ni han creído en él”.
Palabra
del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA
El corazón paciente de Dios
A diferencia de la tradición
predominante en el AT, el profeta Ezequiel acentúa en varios de sus textos (Ez
14; 18; 33) la responsabilidad individual de nuestros actos. Asimismo afirma
que nadie puede juzgar nuestro destino basándose sólo en alguna etapa de
nuestra vida. Podemos cambiar a lo largo de ella, para bien o para mal.
Nosotros tendemos fácilmente a juzgar a
los demás sin tener en cuenta esa posible evolución e incluso sin creer en
ella, o sin admitir que pueda ir a mejor; sobre todo cuando pensamos en quienes
tienen una conducta deplorable que suscita la repulsa general. "Los malos
no tienen remedio y no merecen ninguna consideración".
No es esa la actitud de Dios. Él sabe
esperar. Pero no espera con los brazos cruzados. Lo suyo es ayudar de mil maneras:
sosteniendo, corrigiendo, orientando, perdonando, ofreciendo nuevas
oportunidades. Y su juicio definitivo siempre será misericordioso. "Cuando
el malvado se convierte de la maldad que hizo,... ciertamente vivirá y no
morirá" (Ez 18, 28).
Hacer el bien
¿Cómo comportarnos de tal manera que
acertemos a adoptar la conducta idónea? Jesús propone una sencilla parábola: la
de los dos hijos (Mt 21, 28-32). Lo que importa no son las apariencias de
respeto a la ley o de obediencia a lo que se nos pide con autoridad; lo
decisivo es hacer lo que Dios quiere de nosotros.
No son las convenciones sociales -o
religiosas- las que avalan la bondad de las personas, sino la conformidad con
el bien. En el caso de los creyentes, la aceptación de la voluntad de Dios. Una
voluntad que se nos ha hecho patente en la persona y en la vida de Jesús de
Nazaret.
Aceptarlo a él, acogiendo su palabra, es
el camino que nos hace gratos a los ojos de Dios, sea cual sea nuestro pasado
(aunque hayamos sido "publicanos" o "prostitutas"). Por el
contrario, cerrarnos a esa palabra nos aleja de Dios, haya sido la que haya
sido también nuestra vida anterior.
El ejemplo supremo para todo creyente
Pablo exhorta a portarse como auténticos
cristianos en el seno de la comunidad creyente. Se sentiría feliz si lo
cumplieran: sería un hermoso testimonio de verdadera fraternidad evangélica. Su
labor de apóstol habría dado un espléndido fruto.
En esa exhortación ofrece una motivación
muy poderosa. "Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida
en Cristo Jesús". Y ¿qué vida es esa? No es posible reproducirla al pie de
la letra, pero su inigualable grandeza debe motivar una conducta semejante,
aunque sea muy de lejos.
Sabemos lo que él hizo: "A pesar de
su condición divina,... tomó la condición de esclavo... y se rebajó hasta
someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz". Y lo que, a partir
de ahí, hizo Dios con él no fue menos grande: "Por eso Dios lo levantó
sobre todo..., de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble".
Tales son los "sentimientos"
que el Apóstol invita a asumir, con la certeza de que el itinerario de quien
los asuma seguirá una trayectoria semejante a la de su prototipo: primero,
tocar fondo, ocupar de buena gana un humilde lugar entre los hermanos,
"pasando por uno de tantos", y luego -ya en la patria definitiva-
compartir la gloria que él, Jesucristo el Señor, recibe de Dios Padre.
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª Lectura: Ezequiel (18,25-28):
Solidaridad, pero también responsabilidad personal
I.1. La Iª Lectura se enmarca en un
conjunto de profeta Ezequiel, que expresa uno de los puntos álgidos de su
teología después de la catástrofe del destierro de Babilonia (587 a. C.). Se ha
dicho, con razón, que en el pensamiento de este profeta hay un antes y un
después de esa fecha fatídica para Israel. En lo que respecta al después,
cuando el pueblo estaba destruido y todos pensaban que esa situación era la
consecuencia de cómo el pueblo había actuado frente a Dios, el profeta entiende
que en el futuro no se podrá hablar exclusivamente de responsabilidad colectiva
donde casi nadie se siente culpable. Por ello, aquí estamos ante la teología de
la responsabilidad personal, donde cada uno da cuenta a Dios de sus obras.
I.2. Todo el c. 18, como 33,12-20, está
en esa línea, que es un progreso con respecto a la moral anterior, según
aquello de que no pueden "pagar justos por pecadores". Es verdad que
siempre existe una responsabilidad colectiva y solidaria, y también hay que
contar con una «situación» social de injusticia y maldad que a unos afecta más
que a otros. Pero la responsabilidad personal muestra que Dios nos ha hecho
libres para decidir moralmente. Es verdad que la situación de la catástrofe del
destierro de Babilonia fue responsabilidad de los antepasados, de los que no
quisieron escuchar la palabra de Dios por medio de los profetas. Hay que asumir
esa historia pasada con todas sus consecuencias de solidaridad. Pero mirando al
presente, también cada uno de los que escuchan a Ezequiel tiene que meterse la
mano en el corazón: ahora se agudiza la responsabilidad personal. El futuro se
construye desde esa opción personal para abrirse a Dios.
II.ª Lectura: Filipenses (2,1-11): El
abajamiento "humaniza" al Señor
II.1. Después de una exhortación a la
intimidad, Pablo, propone a la comunidad de Filipos el ejemplo del Señor, de
Cristo, quien ha renunciado a su categoría para hacerse como uno de nosotros,
llegando hasta la misma muerte. Con toda probabilidad, este «himno» a los
Filipenses (vv. 5-11), Pablo lo ha tomado de una liturgia primitiva que podría
cantarse en Éfeso, desde donde escribe la carta. Ésta es la impresión que
produce, entre otras cosas, por su estructura, por su ritmo, aunque él mismo le
ha puesto un sello personal con el que se evoca la muerte en la cruz de Cristo,
ya que en la cruz es donde se revela de verdad el Señor de los cristiano:
porque sabe dar su vida por nosotros. Eso no lo hace ningún señor, ningún dios
de este mundo. En ese Señor es donde debe mirarse la comunidad como en un
espejo.
II.2. Haría falta todo el espacio del
que se dispone y mucho más para poder entrar de lleno en el "himno"
de Filipenses. Porque la IIª Lectura de hoy es una de las joyas del Nuevo
Testamento. Solamente podemos asomarnos brevemente al contraste que quieren
trazar estas dos estrofas fundamentales de que se compone esta pieza literaria
y teológica: abajamiento y exaltación. La primera nos muestra cómo el Señor
inicia un itinerario que muchos viven en su humanidad, en su indignidad, en su
nada. Él ha emprendido ese destino también, como una opción irrenunciable, ¿por
qué? Nunca se explicará suficientemente por el texto mismo, aunque usemos la
palabra más adecuada: su solidaridad con la humanidad sufriente; por eso se
despojada de sus derechos.
II.3. El camino contrario, el que muchos
quieren recorrer sin haber vivido y experimentado el primero, es en el himno un
misterio de gratuidad y de donación. Dios no puede querer la indignidad y la
nada de su suyos. Y hablando en términos de alta cristología, no puede querer
que su Hijo (y sus hijos) sea presa de lo más inhumano que existe en la
historia. "Por eso" se le dio un nombre, una dignidad que está por
encima de toda dignidad terrena. No como la de los "hombres divinizados",
que sin solidaridad y sin padecer ni sufrir quieren ser adorados como dioses.
Esos están llenos de una auto estima patológica que los aleja de los hombres.
Son insolidarios y no tienen corazón.
II.4. El himno, pues, pone de manifiesto
la fuerza de la fe con que los primeros cristianos se expresaban en la liturgia
y que Pablo recoge para las generaciones futuras como evangelio vivo del
proceso de Dios, de Cristo, el Hijo: El que quiso compartir con nosotros la
vida; es más, el que quiso llegar más allá de nuestra propia debilidad, hasta
la debilidad de la muerte en cruz (añadiría Pablo), que es la muerte más
escandalosa de la historia de la humanidad, para que quedara patente que
nuestro Dios, al acompañarnos, no lo hace estéticamente, sino radicalmente. No
es hoy el día de profundizar en este texto inaudito de Pablo. La Pasión de
Mateo debe servir de referencia de cómo el Hijo llegó hasta el final: la muerte
en la cruz.
II.5. El himno propiamente dicho
(vv.6-11), tiene dos partes. La primera subraya la auto humillación de Cristo
que, siendo de condición divina, se convierte en esclavo. La segunda se refiere
a la exaltación de Jesús por parte de Dios a la categoría de Señor. Establece,
además, una relación de causa a efecto entre humillación y exaltación:
«Precisamente por eso» (Flp 2, 9). Y aquí radica la gran paradoja: que quien no
destacó en vida por gesta heroica alguna, quien no fue soberano ni tuvo el
título de Señor, quien termina sus días crucificado por vil y subversivo a los
ojos del Imperio y de su propia religión, es considerado «Señor» y Mesías. Y,
paradoja todavía mayor: el anuncio del Mesías crucificado se convierte en el
núcleo de la predicación de Pablo y en el centro de la fe cristiana. Esto no
podía por menos que chocar a la mentalidad helenista que, en sus cultos,
aclamaba a los «señores» que habían tenido una existencia gloriosa. Tenía que
sorprender igualmente al mundo judío, para quien el Mesías debía tener una
existencia gloriosa, que ciertamente Jesús no tuvo. Por eso, dirá Pablo que el
anuncio de un Mesías crucificado es «escándalo para los judíos, locura para los
griegos» (1Cor 1, 23).
Evangelio: Mateo (21,28-32): Para Dios,
lo que cuenta es "volver"
III.1. El evangelio de Mateo (21,28-32),
con la parábola del padre y los dos hijos, es provocativo, pero sigue en la
misma tónica de los últimos domingos. Se quiere poner de manifiesto que el
Reino de Dios acontece en el ámbito de la misericordia, por eso los pecadores
pueden preceder a los beatos formalistas de siempre en lo que se refiere a la
salvación. Una parábola nos pone en la pista de esta afirmación tan
determinada, la de los dos hijos: uno dice que sí y después no va a trabajar a
la viña; el otro dice que no, pero después recapacita sobre las palabras de su
padre y va a trabajar.
III.2. Lo que cuenta, podríamos decir,
son las obras, el compromiso, recordando aquello de no basta decir ¡Señor,
Señor!. El acento, pues, se pone sobre el arrepentimiento, e incluso si la
parábola se hubiera contado de otra manera, en la que el primero hubiera dicho
que sí y hubiera ido a lo que el padre le pedía, no cambiarían mucho las cosas,
ya que lo importante para Jesús es llevar a cabo lo que se nos ha pedido.
Sabemos, no obstante, que los dos hijos corresponden a dos categorías de personas:
las que siempre están hablando de lo religioso, de Dios, de la fe y en el fondo
su corazón no cambia, no se inmutan, no se abren a la gracia. Probablemente
tienen religión, pero no auténtica fe. Por eso, por ley de contrastes, la
parábola está contada con toda intencionalidad y va dirigida, muy
especialmente, contra los primeros.
III.3. El acento está, justamente, en
aquellos que habiéndose negado a la fe primeramente, se dejan llenar al final
por la gracia de Dios, aunque esto sirve para desenmascarar a los que son como
el hijo que dice que sí y después hace su propia voluntad, no la del padre. Los
verdaderos creyentes y religiosos, aunque sean publicanos y prostitutas, son
los que tienen la iniciativa en el Reino de la salvación, porque están más abiertos
a la gracia. El evangelio ha escogido dos oficios denigrados y denigrantes
(recaudadores de impuestos y prostitutas); pero no olvidemos que el marco de
los oyentes también es explícito: los sacerdotes y ancianos, que dirigían al
pueblo. Pero para Dios no cuentan los oficios, ni lo que los otros piensen; lo
que cuenta es que son capaces de volver, de convertirse.