“Nuestros caminos… y sus caminos…”
Las lecturas de hoy nos cuestionan el
concepto de camino, de tránsito de vida. Nos alertan acerca de una concepción
raquítica y limitada de lo que significa definirnos y presentar nuestras
opciones. Tratando de desentrañar y comprender esta invitación a identificar
nuestros caminos y a desear que los últimos sean los primeros, compartimos hoy
con ustedes este domingo.
DIOS
NOS HABLA. COMPARTIMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
No
alcanza con creer, o con saber dónde está Dios. Es necesario dejarse tocar por
él, y cambiar de vida. Porque cuando en verdad nos encontramos con él,
reconocemos nuestra pequeñez y su grandeza. Y ante esto, nos deberíamos sentir
unos tontos por habernos creído tan grandes o más importantes que el mismo
Dios.
Lectura
del libro de Isaías 55, 6-9
¡Busquen al Señor mientras se deja
encontrar, llámenlo mientras está cerca! Que el malvado abandone su camino y el
hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva al Señor, y él le tendrá
compasión; a nuestro Dios, que es generoso en perdonar. Porque los pensamientos
de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo
del Señor-. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis
caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
144, 2-3. 8-9. 17-18
R.
El Señor está cerca de aquellos que lo invocan.
Día tras día te bendeciré, y alabaré tu
Nombre sin cesar. ¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza: su grandeza es
insondable! R.
El Señor es bondadoso y compasivo, lento
para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene
compasión de todas sus criaturas. R.
El Señor es justo en todos sus caminos y
bondadoso en todas sus acciones; está cerca de aquellos que lo invocan, de
aquellos que lo invocan de verdad. R.
II
LECTURA
San
Pablo no espera la muerte, ni la desea como un “escape” de los problemas de la
vida. Simplemente reconoce que el destino humano es estar eternamente junto al
Padre. Y lo desea, porque está enamorado de Dios.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 1, 20b-26
Hermanos: Estoy completamente seguro de
que ahora, como siempre, sea que viva, sea que muera, Cristo será glorificado
en mi cuerpo. Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero
si la vida en este cuerpo me permite seguir trabajando fructuosamente, ya no sé
qué elegir. Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo,
porque es mucho mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que permanezca
en este cuerpo. Tengo la plena convicción de que me quedaré y permaneceré junto
a todos ustedes, para que progresen y se alegren en la fe. De este modo, mi regreso
y mi presencia entre ustedes les proporcionarán un nuevo motivo de orgullo en
Cristo Jesús.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Es
muy importante que atendamos a lo que exigen estos primeros contratos. Porque,
a simple vista, su pedido es justo: cobrar proporcionalmente las horas
trabajadas. Pero el Reino tiene otros criterios. Ya sea que se esté poco o
mucho, la recompensa siempre es Dios, porque nuestra ganancia no está en la
proporción del trabajo, sino en el trabajo mismo, sin importar cuánto esfuerzo
material entreguemos en esta empresa.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo 19, 30-20, 16
Jesús dijo a sus discípulos: “Muchos de
los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros,
porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de
madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un
denario por día y los envió a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver
a otros desocupados en la plaza, les dijo: ‘Vayan ustedes también a mi viña y
les pagaré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a
media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando
todavía a otros, les dijo: ‘¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer
nada?’. Ellos les respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Entonces les dijo:
‘Vayan también ustedes a mi viña’. Al terminar el día, el propietario llamó a
su mayordomo y le dijo: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando
por los últimos y terminando por los primeros’. Fueron entonces los que habían
llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los
primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un
denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: ‘Estos
últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros,
que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada’. El
propietario respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no
habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este
que llega último lo mismo que a ti. ¿O no tengo derecho a disponer de mis
bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?’. Así, los
últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”.
Palabra
del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA
Como entre el cielo y la tierra, así es
la distancia de nuestras aspiraciones raquíticas con la mente de Dios. ¿Quién
podrá salvar este abismo del egoísmo humano hasta la bondad divina? Pero Dios
es pronto al perdón y la compasión habita su corazón. Él pasa por su corazón
nuestra debilidad, se pone en nuestro lugar, siente por nosotros y salva ese
abismo en cuanto nos volvemos a sus ojos.
Una mirada de arrepentimiento por
nuestra parte y su misericordia -que está ahí siempre ofrecida- salta en un
abrazo. Isaías el profeta lo ve claro. De esta confianza vive el Pueblo de Dios
de ayer y de hoy, de la esperanza en la bondad infinita de Dios. ¿Cómo nos
vamos a cansar de repetirlo, si decir bondad y compasión es decir Dios mismo?
San Pablo ha gustado tan hondamente de
esa experiencia de la bondad de Dios en Jesucristo, que se debate en un
sinvivir entre la prisa por estar ya con Cristo en la gloria -sin temor alguno
por la muerte, al contrario, sintiéndola la puerta de la mayor dicha para el
creyente- y el gozo comparable de anunciar a Jesucristo entre quienes lo están
haciendo ya carne de su propia carne. ¿Cuál no ha de ser la fe del apóstol que
morir lo siente un gozo, y cuál no será su celo apostólico, que vivir solo lo
entiende por causa del anuncio del Evangelio? Una fe al borde de la locura la
de Pablo; una fe que cuestiona en qué sentido este creer tan calmoso nuestro,
ha perdido la pasión por evangelizar que nos reclama.
Y ¿cómo recuperar ese sueño paulino por
gustar ya de la gloria, sin perder el sentido de la realidad o queriendo llegar
al cielo sin pasar la tierra? Tenemos que hacer la historia justa de cada día
con el empeño de algo que va a durar, por más que el cielo nos atraiga,
y con la paciencia de los ciudadanos del
mundo. La historia justa para todos, de eso se trata cada día.
El evangelio de Mateo recupera la santidad
de Dios en la forma otra vez de bondad interpelante. Al ser una bondad la suya
incondicional, envía a los obreros a su viña a distintas horas de la jornada -según
se va dando la vida- y a todos les abona un salario justo. Pero es el mismo
salario. Dios en su bondad incondicional y gratuita, a todos hace justicia, y a
todos trata con bondad según su particular necesidad. Dios lleva la justicia
hasta el terreno del don, a partir de los últimos de la vida. Nos cuesta aceptar
este proceder, y los obreros de las primeras horas nos rebelamos. ¿Por qué?
Hemos trabajado interesadamente para nosotros, no para Dios; hemos pensado su
relación como en un contrato; no somos buenos, somos tratantes de derechos y
deberes; tú me das, yo te doy; aquello del amor y el perdón al enemigo, o el
dar al necesitado más de lo que te pide o en “derecho” le corresponde, o el
reconciliarnos con alguien antes de presentar la ofrenda en el altar…, casi
está olvidado. Pienso en el Padrenuestro, y donde decía “perdónanos nuestras
deudas”, ahora hay que decir, “nuestras ofensas”… Hemos suavizado nuestro orar;
lo hemos desmaterializado. Con buenas razones, pero ahí está. No decaigamos. Dios
se pone en nuestro lugar, pasa por su corazón nuestro sufrimiento y debilidad
-misericordia- y nos hace dar lo mejor de nosotros mismos. Cuando tocamos esta
experiencia de compasión –sin duda, en algún caído del camino que nos pide
ayuda- todo cambia y entendemos a Dios de otro modo. Por eso decimos que “los
pobres nos evangelizan”; por ellos accedemos con sinceridad inigualable al Evangelio
de Jesús. Nunca más te reprocharemos que seas bueno, Señor. Gracias. (Fidel
Aizpurúa Donázar).
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª
Lectura: Isaías 55,6-9: A Dios siempre se le puede encontrar
I.1. Esta lectura pertenece al
«Deuteroisaías», un profeta anónimo del destierro que interpreta con mucho
acierto la acción de Dios en la historia del pueblo y de los hombres.
Probablemente el texto de la liturgia de hoy sea uno de los más bellos,
asombrosos y conocidos, por aquello de «mis caminos no son vuestros
caminos...». Es, en cierta manera, el resumen final de los cc. 40-55 en que se
recogen los oráculos y exhortaciones de ese profeta anónimo del destierro que
tiene que levantar el ánimo del pueblo.
I.2. Estamos ante una llamada
verdaderamente materna para buscar a Dios en nuestra vida, porque Él no es como
lo imaginamos; actúa ciertamente con misericordia. Es verdad que no siempre se
ha presentado así a Dios en la teología del Antiguo Testamento, sino más bien,
negativamente. Pero este texto profético debe poner en evidencia ese tipo de
teología. En este caso, el profeta quiere ser escandaloso para sus
contemporáneos que piensan que Dios es terrible, alejado y justiciero. Los
caminos del Señor, es verdad, no son los de los hombres; ni sus planes son como
los nuestros. De ahí que el profeta exhorte a buscar al Señor para salir de la
situación de opresión en el destierro. Un nuevo "éxodo" está por
llegar, es decir, un nuevo camino de liberación.
I.3. El Deuteroisaías es el que mejor ha
formulado este carácter específico del Dios de la Alianza, del que nos hablará
Jesús en su evangelio y en la parábola de hoy. Se trata, pues, de poner de
manifiesto el proyecto salvífico de Dios por el que nunca se han fascinado
verdaderamente los hombres. Es como si desearan, algunos, que Dios siguiera
siendo duro e imposible de comprender. Pero el profeta expresa todo lo
contrario y todos estamos llamados a buscarlo y a convertirnos a Él, porque
está cercano y, sin duda, se deja encontrar. Dios no huye, ni se esconde, ni
"pasa" de su pueblo o de cada uno de nosotros. Porque usa la raham,
la compasión. Por eso merece la pena buscar al Señor.
IIª
Lectura: Filipenses (1,20-27): «Vivir en Cristo», o la victoria sobre la muerte
II.1. La IIª Lectura del día es un
pasaje de una gran densidad paulina. Pablo, muy probablemente, está prisionero
en Éfeso y se confidencia con su comunidad de Filipos a donde piensa ir. Lo ha
pasado muy mal; ha podido estar a las puertas de la muerte, en la cárcel o a
causa de una persecución y les habla de lo que significa para él «vivir en
Cristo», estar con él, orar con él. Ha sentido su presencia salvífica hasta lo
más profundo y no le teme ya a la muerte. Es uno de los puntos álgidos de la
"escatología" paulina porque, ante la muerte, todo adquiere una
dimensión más personal e inevitable.
II.2. Incluso Pablo ya no espera una
«parusía» o venida del fin del mundo, como en otros momentos de sus cartas
primeras. Sabe que la muerte está ahí al lado, en cualquier momento. Es como si
quisiera afirmar, en realidad lo expresa rotundamente, que no le teme a la
muerte porque tiene la confianza de Cristo, su Señor. Ha tenido y tiene la
experiencia de lo que es "vivir en Cristo", y la muerte le abre una
puerta a la vida que nadie le podrá arrebatar.
II.3. Solamente desearía quedarse en
este mundo, entre los suyos, por servir a las comunidades a las que ha
predicado el evangelio. Es uno de los pasajes de Pablo que más importancia
tienen para la teología de la muerte y la resurrección. Y especialmente de lo
que es Cristo Jesús para Pablo y de lo que significa para la vida y la muerte
de todos nosotros. Podríamos, incluso, ilustrar esta opción cristológica
paulina con unos versos de Miguel de Unamuno, en su "Cristo de Velázquez",
que expresan mejor que nada la hondura y profundidad logradas por Pablo en esta
expresión del "vivir en Cristo". Porque en Cristo y con Cristo ya no
somos víctimas de un destino fatal, al contrario, como expresa maravillosamente
Unamuno: "Sin ti Jesús, nacemos solamente para morir; contigo morimos para
nacer, y así nos engendraste". Esto es todo un mundo de poesía, pero más
aún, un kerygma unamuniano que bien podía ser ciertamente paulino.
Evangelio:
Mateo (20,1-16): La salvación misterio “contracultural” del amor
III.1. El evangelio de Mateo nos ofrece
la parábola de los obreros de la viña, una de las más significativas en el
ámbito de la exposición que Jesús hacía para exponer el misterio del Reino de
Dios, cómo debía hacerse presente, cómo participaba Dios mismo en este
acontecimiento que afecta a la historia y a cada una de las personas que acogen
su mensaje. Es una parábola que recuerda, en su resultado final, algunos
aspectos a la conocida en Lc 15 como la del hijo pródigo. En realidad, se
quiere hablar de la misma persona, de Dios, bien como un padre que espera a su
hijo y le ofrece misericordia, bien como patrón de una viña que busca obreros
durante todo el día. Los elementos intermedios, las horas, no deben distraernos
del momento culminante en el que se quiere poner de manifiesto que,
precisamente en el Reino de Dios, lo decisivo, como es la salvación de los
hombres, no funciona con los criterios de este mundo. La narración comienza con
un gár (pues, en griego), que sin duda pretende enlazar con el dicho de Jesús
de Mt 19,30: “muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros”. Es un
dicho de gran alcance y la parábola de nuestra narración viene a ilustrar eso
que es tan desproporcionado o tan “contracultural” como hoy gusta decir en
círculos exegéticos sobre cómo era y como pensaba Jesús de Nazaret.
III.2. Habría que tener en cuenta las
palabras de Is 55 «mis caminos no son vuestros caminos...». No sería lógico que
contrastáramos la justicia estricta que usa con los llamados a la primera hora
y la misericordia o la generosidad que aplica con los últimos, pero es ahí
donde está el centro del escándalo, de lo contracultural: así no se pensaba en
tiempos de Jesús, ni ahora tampoco. Se piensa que es una parábola que se
pronuncia a causa de las críticas de los fariseos, religiosos de toda la vida,
que al final reciben lo mismo que los otros. Podría pensarse que un gran
agricultor, en tiempos de cosecha, tenía necesidad de jornaleros hasta última
hora para dar salida a la uva y paga bien. Pero no es eso lo que cuenta; lo que
se impone es que el dueño de la viña también es generoso con los últimos que ha
podido contratar. En realidad no parece que la narración exija contratar hasta
última hora; es un plus que se permite el dueño de la viña, y ahí es donde se
cargan las tintas. Así funciona el Reino, no el mundo, y así se hace justicia
de una forma absolutamente distinta a la de cualquier otra institución. Por
ello, cuando echamos mano de esta parábola para iluminar teológicamente la justicia
social y la productividad, no cometemos un error, pero tampoco es lo más
acertado en la lectura e interpretación de la misma.
III.3. Para entender mejor la parábola,
hay que tener en cuenta que el trabajo “de sol a sol” eran doce horas, que se
dividían habitualmente de tres en tres. Supongamos que de 6 de la mañana a 6 de
la tarde. Los primeros jornaleros fueron contratados a las 6 de la mañana, y
los últimos, a las 5 de la tarde, la undécima hora. Por eso a ellos les dice el
dueño de la viña: “¿Por qué estáis aquí todo el día parados?”. Podemos
imaginarnos el contexto histórico de esta parábola de Jesús en su actitud de
recibir y acoger a los pecadores contra la mentalidad legalista y puritana de
los controladores de las leyes de pureza y santidad. Y de la misma manera
podemos suponer un contexto eclesial de la comunidad de Mateo, quien quiere
explicar a algunos judeo-cristianos, que la llamada de los paganos y su
respuesta generosa les ha situado en el mismo plano de la salvación que a
ellos. Todo en la parábola es desconcertante y a la vez original. El gran
maestro en la interpretación de las parábolas, J. Jeremías, pone de manifiesto
el contraste que existe entre ésta de Jesús y una que se nos trasmite en el
Talmud de Jerusalén sobre Rabí Bun bar Hiyya, quien murió joven, y el que hizo
su elogio fúnebre, lo alabó porque en pocos años había hecho lo que otros en
100 años. Pero no es este el caso de la parábola de los obreros de la viña que
son llamados a última hora: de éstos no se dice nada de su eficacia y
dedicación.
III.4. La parábola quiere enseñar una
única cosa, decisiva: «Así es Dios con respecto a la salvación». Todo lo demás
no sobra, sino que viene a servir a esta idea que es verdaderamente
escandalosa. Este es el Dios de Jesús; este es el mensaje radical del evangelio
del reino de los cielos. En la parábola rabínica que se conoce del Talmud, el
obrero es uno sólo, que llega a última hora, ha trabajado tanto como los otros
que han estado más tiempo empeñados en su quehacer; en la parábola evangélica,
los obreros, en plural, que han llegado a última hora, no tienen mérito alguno,
pero se les ha dado lo que sin duda necesitaban para su familia y para sus
vidas. Es muy posible que no merecieran ese jornal, desde el punto de vista de
la justicia simple o productiva, pero desde la bondad de Dios han recibido
"gratuitamente" lo que necesitaban. Así es el Dios de Jesús, así es
el Dios de la salvación, así es el Dios de «mis planes no son vuestros planes,
mis caminos no son vuestros caminos». Todos los jornaleros pudieron llevar a
sus casas el pan de cada día, unos por justicia y otros por generosidad. Pero
eso no acontece más que en el Reino de Dios, de la vida, de la salvación, del
perdón, de la misericordia, de la solidaridad. He aquí lo contracultural del
Dios de Jesús.
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