Marcos
escribió este evangelio seguramente por el rechazo que sentía su comunidad a
predicar la pasión de Jesús y su muerte, porque todos esperaban un Mesías
triunfante, un libertador nacional político. Pero el Mesías que Jesús
contrapone al que confesó Pedro conlleva preocuparse de los pobres, de las
viudas que no tienen protección, de los enfermos, de los niños –totalmente
desvalidos en aquella época–, de los huérfanos, de los excluidos. Y esta
preocupación, además de compasión, era una crítica contra los poderosos de
entonces, y, lógicamente, también contra los de ahora. Por eso, ser servidores
de ese reino de Dios que Jesús implantó, lleva a estar expuesto continuamente a
persecuciones de todo tipo. Pedro es calificado como un Satanás, porque el
mesianismo que él creía y esperaba era el del poder, no el del servicio y del
consiguiente sufrimiento. Y Jesús de ninguna manera pasaba por eso.
DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA
I LECTURA
El servidor de Yavé no busca fuerza ni apoyo
en los poderosos del mundo, sino que confía su causa a Dios. Dios lo sostiene,
en medio del rechazo y de las burlas. Y así el servidor vive confiado,
sostenido en Dios y realizando su plan.
Lectura del libro de Isaías 50, 5-9a
El
Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a
los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no
retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi
ayuda: Por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el
pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Está cerca el que me hace
justicia: ¿Quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi
adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí! Sí, el Señor viene en mi
ayuda: ¿Quién me va a condenar?
Palabra
de Dios.
Salmo 114, 1-6. 8-9
R. Caminaré en la presencia del Señor.
Amo al
Señor, porque él escucha el clamor de mi súplica, porque inclina su oído hacia
mí, cuando yo lo invoco. R.
Los
lazos de la muerte me envolvieron, me alcanzaron las redes del Abismo, caí en
la angustia y la tristeza; entonces invoqué al Señor: “¡Por favor, sálvame la
vida!”. R.
El
Señor es justo y bondadoso, nuestro Dios es compasivo; el Señor protege a los
sencillos: Yo estaba en la miseria y me salvó. R.
Él
libró mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída. Yo
caminaré en la presencia del Señor, en la tierra de los vivientes. R.
II LECTURA
El ejemplo que pone la carta es claro y
contundente. A cada instante tenemos ocasión de hacer buenas obras. Que esas
buenas obras sean el signo de nuestra fe.
Lectura de la carta del apóstol Santiago 2,
14-18
¿De qué
le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso
esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o
una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: “Vayan en paz,
caliéntense y coman”, y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo
pasa con la fe: Si no va acompañada de las obras, está completamente muerta.
Sin embargo, alguien puede objetar: “Uno tiene la fe y otro, las obras”. A éste
habría que responderle: “Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en
cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe”.
Palabra
de Dios.
ALELUYA Gál 6, 14
Aleluya.
Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo
está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo. Aleluya.
EVANGELIO
Pedro contestó con impulsividad y convicción.
Pero aún le faltaba comprender el alcance de la palabra Mesías. Jesús era el
Ungido de Dios, pero no realizaría su mesianismo con ejércitos ni imperios,
sino desde el servicio y el sufrimiento. También nosotros, como Pedro,
necesitamos renunciar a las expectativas triunfalistas para ser una Iglesia
servidora y dispuesta a compartir el sufrimiento de los hombres.
✜ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 8, 27-35
Jesús
salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el
camino les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos le respondieron:
“Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los
profetas”. “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro respondió: “Tú eres el
Mesías”. Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él. Y
comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado
por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado
a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda
claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose
vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: “¡Retírate, ve
detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de
los hombres”. Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos,
les dijo: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que
cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá;
y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará”.
Palabra
del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS
Cesarea
de Filipo está íntimamente ligada al poder imperial de Roma
La
localización de la escena en la región de Cesarea de Filipo no es un dato
intrascendente para lo que se nos narra en el texto evangélico. Todo en
Cesarea, empezando por el nombre, hablaba del poderío militar, económico,
político e ideológico de Roma y de su emperador. El César de Roma ostentaba los
títulos de Divino, Hijo de Dios, Dios, Dios de Dios, Señor, Redentor, Liberador
y Salvador del mundo. De ahí que, cuando Pedro confiesa y aplica el
calificativo de Mesías a Jesús, está cometiendo una alta traición al emperador;
para el evangelista, es claramente una sustitución del reino de Roma por el
reino de Dios.
¿Quién
dice la gente y quién decís vosotros que soy yo?
Los
discípulos enumeran los personajes que la gente identifica con Jesús: Juan el
Bautista, Elías u otros profetas. La gente situaba a Jesús en la tradición
profética, que se caracterizó por el rechazo al sufrimiento del pueblo y a los
poderes que lo originaban. Los profetas, al hablar de un mundo alternativo al
que su pueblo vivía, siempre resultaban incómodos para las elites. Jesús era
visto por la gente en esa línea profética de rechazo al poder, que en aquellos
momentos venía de Roma.
La
imagen del tipo de Mesías que confiesa Pedro no representa a Jesús, por eso el
maestro reacciona tan fuertemente contra la interpretación equivocada de sus
discípulos
Y,
además, no quiere que se propague una imagen totalmente deformada de él: ser un
Mesías político, poderoso, triunfal. Jesús quiere evitarla en sus oyentes y
corregirla en sus discípulos. Éste es el motivo de los «mandatos de no se lo
digáis a nadie» que aparecen en Marcos (el secreto mesiánico). Jesús quiere
impedir el equívoco sobre su persona.
Jesús
condena como tentación satánica los intentos de Pedro por apartarle del camino
de la muerte
La
dureza de esta reprimenda de Jesús salta a la vista. Es significativo que la
frase «Quítate de mi presencia, Satán» se encuentre también al final del relato
de las tentaciones en Mt 4,10. Posiblemente el evangelista tomó la frase para
ambos casos de este episodio con Pedro, porque vio una gran semejanza entre la
tentación del desierto y la de Pedro a Jesús. El poder es la tentación más
peligrosa que asalta una y otra vez a los hombres (cf. Mc 14,37.42) y que
contradice los planes del Dios de Jesús.
Tampoco
la comunidad de Marcos parece haberse habituado todavía a la idea de un Mesías
que padece y muere, sino que sigue alimentando sueños de un reinado terreno
Por eso
narra Marcos este hecho de la escena de Pedro y Jesús. El evangelista debe
insistir en que la Iglesia no está llamada a un dominio político; su acción en
el mundo es el testimonio del amor y del servicio (cf. 9,50). Y ello le llevará
necesariamente a practicar el seguimiento del Señor crucificado. Jesús le dice
a Pedro –y en general a las comunidades cristianas de entonces y de ahora– de
un modo tajante: «No piensas al modo divino, sino al humano».
¿Por
qué tuvo que padecer Jesús la pasión y la muerte?
Se ha
incorporado a nuestra teología, a nuestras catequesis y a nuestras
predicaciones como lugar común e incuestionable la idea de que Jesús necesariamente
tuvo que padecer, porque ésa era la voluntad de su Padre Dios. Según esto,
forzosamente el sufrimiento es un componente de la vida del seguidor de Jesús.
Pero no hay nada más desacertado que seguir considerando los padecimientos como
un fin o como un medio inherente a ser discípulo cristiano. Los padecimientos
son únicamente una consecuencia de servir, de vivir, de comer, de curar y de
acoger como lo hizo Jesús. Esta actitud del Señor representaba un continuo
reproche, crítica, censura, acusación y protesta contra los poderosos y sus
servidores. Y está claro que, si uno vive para la justicia divina como hizo
Jesús, lo más seguro es que termine padeciendo y muriendo de muerte violenta a
manos de la injusticia humana. Casi con toda seguridad, Jesús les había
explicado a sus discípulos que su vida y la de ellos estaba en franca
contradicción con los sistemas de dominación imperantes en su sociedad; que
tendrían que cambiar de una vida de dominación, normalizada socialmente, a una
vida de servicio a los más necesitados, como hizo él. Y esto tiene el precio de
la persecución y del rechazo. Hasta de la muerte.
Cargar
con la cruz por el evangelio
Marcos
ya sabía que Jesús había sido crucificado y que sus discípulos iban corriendo
la misma suerte. Por eso pone en boca de Jesús la sentencia de que quien quiera
ser su discípulo ha de cargar con la cruz. Pero este dicho evangélico no se
refiere a la «cruz diaria» que todo el mundo sufre. Ha sido siempre muy
aconsejado por los predicadores tener conformidad con la propia suerte como
signo de estar acatando la voluntad de Dios. Esto es un error referir tal
sentido a este texto evangélico. Buenos y malos, creyentes y ateos, ricos y
pobres, dominadores y dominados, asesinos y asesinados, todos tienen su propia
cruz, sus amenazas personales, su estar expuesto y abocado a la propia muerte;
nadie está exento de “su” cruz. Es más: hay gente no creyente, que es rico y
dominador y que a lo mejor soporta su propia situación dolorosa con más
entereza que un cristiano. Repetimos: a esa “cruz diaria” no se refiere Jesús,
sino únicamente a la que proviene o se deriva de practicar y proclamar el
evangelio. Que cada uno de los que estamos aquí intente actuar y hablar como
Jesús, y a ver cuánto tiempo va a pasar sin que lo calumnien, lo difamen y
hasta lo persigan. Ésa es la cruz con la que Jesús manda cargar: la cruz por el
evangelio.
Marcos
presenta con claridad cómo no sólo en la muerte sino también en la resurrección
encuentra su explicación auténtica el mesianismo de Jesús
Si padecer
el asesinato era la suerte aplicada a los profetas, la resurrección que
atribuye Marcos a Jesús después de su pasión introduce una idea nueva que no
está recogida en el destino de los profetas justos del antiguo testamento. La
resurrección de Jesús es una palabra de victoria a favor de los perseguidos y
derrotados. Por eso también es una protesta contra los que se apropian de la
vida de esos perseguidos y fracasados.
¿Qué
indica el hecho de que a uno o a una comunidad cristiana la vida les sonría y
no tengan sufrimientos?
Pues
que a lo mejor uno no está metido en el ajo de lo que realmente es el evangelio
de Jesús. Vivir una vida de misericordia, pero también de protesta y de censura
como la que vivió Jesús, tarde o temprano acarrea sufrimientos. Si no hay estos
padecimientos, posiblemente estemos viviendo una iglesia acomodada,
contemporizadora, de privilegios y de seguridad. Todos nos inclinamos con más
gusto a estar del lado del vencedor que del vencido y fracasado. Jesús, no.
La
verdadera religión
En la
carta de Santiago parece que la fe no importa y que lo único que cuenta son las
obras. Pero no es así. Lo que realmente sucedía en aquel tiempo es que muchos
cristianos estaban influidos por la orientación puramente “espiritualista” de
las religiones orientales, y habían caído en la tentación de vivir la fe como
un mero escuchar la palabra de Dios. El autor de la carta recurre a la
tradición judía y cristiana para apoyar su principal preocupación: la de evitar
que las palabras bonitas sustituyan a los actos de solidaridad (2, 14-15).
ESTUDIO BÍBLICO
El
discipulado de la cruz como identidad cristiana
Iª Lectura: Isaías (50,5-9): Entrega y
decisión a Dios y a los suyos
I.1.
Estamos ante es uno de los famosos cantos del Siervo de Yahvé (cf Is 42; 49;
52-53), una de las cumbres teológicas del Antiguo Testamento desde todos los
puntos de vista. Pertenecen a la segunda parte del libro de Isaías, al llamado
Deutero-Isaías (40-55), en que aparece este misterioso personaje que encuentra
el sentido a su misión apoyándose en la palabra de Dios. Si en la primera parte
del libro de la consolación se pensaba que el emperador Ciro (emperador persa)
sería el elegido de Dios para liberar a su pueblo (pues él dio el decreto del
retorno desde Babilonia), a partir del momento en que aparece la figura del
Siervo, ya no será necesario apoyarse en un rey o emperador humano para la
libertad que Dios ofrece a su pueblo. Las resonancias de estos famosos “cantos
del Siervo” son evidentes en pasajes del NT
I.2.
Por eso mismo la fidelidad a Dios, a la escucha atenta de su palabra, por
encima de las afrentas que debe sufrir, ponen de manifiesto el misterio del
dolor como la capacidad que se debe tener frente a toda violencia. Los perfiles
de este personaje no están definidos, ni está claro si se habla de un individuo
o del pueblo mismo que debe mantenerse atento a la palabra de Dios. Pero los
cristianos supieron aplicarlo a Cristo, porque encontraron en esta descripción
del Siervo una semejanza inigualable con la vida de Jesús. Lo que para el
judaísmo oficial y su teología no podía ser mesiánico, para los cristianos,
después de la pasión y la resurrección, preanuncia al Mesías que pude llevar
sobre sus hombres los sufrimientos del pueblo y del mundo entero.
IIª Lectura: Santiago (2,14-18): Fe verdadera
y compromiso cristiano
II.1.
La segunda lectura (Santiago 2,14-18) nos enfrenta de nuevo con la parenesis, o
la praxis de la vida cristiana. Nos encontramos con uno de los pasajes más
determinantes de este escrito en el que se ha visto una polémica con la
teología de la fe de Pablo. Se ha dicho que es la parte más importante de la
carta, porque se quiere poner de manifiesto que la fe sin obras no lleva a
ninguna parte en la vida cristiana. Esto es absolutamente irrenunciable, y a
nadie, y menos a Pablo se le podría pasar por la mente algo así como “cree y
peca mucho”. Esa falacia no es de Lutero, sino la leyenda de los malpensantes.
Creer es confiar verdaderamente en el Dios de la gracia. Pero es posible que
algunos quisieran poner a Pablo a prueba en alguna comunidad cristiana y este
escrito posterior quiere poner las cosas en su sitio.
II.2.
El enfrentamiento no es entre Santiago y Pablo, sino entre interpretaciones que
provocan equívocos. Pablo, es verdad, ha puesto la fe en Jesucristo como
principio de salvación, y eso es axiomático (elemental y decisivo) en el
cristianismo frente a la Ley judía; porque la salvación no puede venir sino de
Jesucristo, en ningún caso de la Ley y sus preceptos (esto también es
elementalmente cristiano). Pero la fe lleva a los compromisos más radicales, en
razón de la gracia de la salvación. De lo contrario el cristianismo sería
absurdo, porque el cristianismo no es una ideología, sino una praxis verdadera
para cambiar los corazones de los hombres.
Evangelio: Marcos (8,27-35): Seguir a Jesús
desde nuestra cruz
III.1.
El evangelio nos presenta un momento determinante de la vida de Jesús en que
debe plantear a los suyos, a los que le han quedado, las razones de su
identidad para el seguimiento: ¿a dónde van? ¿a quién siguen? El texto, pues,
del evangelio, tiene cuatro momentos muy precisos: la intención de Jesús y la
confesión mesiánica de Pedro en nombre de los discípulos (vv.27-30); el primer
anuncio de la pasión (v. 31); el reproche de Jesús a Pedro y a los discípulos
por pretender un mesianismo que no entran en el proyecto de Dios (vv.32-33),
que Jesús asume hasta las últimas consecuencias, como el mismo Siervo de Yahvé.
Y, finalmente, los dichos sobre el seguimiento (vv.34-37). Este es uno de los
momentos estelares de la narración del evangelio de Marcos. La crisis en
Galilea se ha consumado y el seguimiento de Jesús se revela abiertamente en sus
radicalidades. Galilea ha sido un crisol… ahora están a prueba los que le han
quedado, cuyas carencias son manifiestas en este confesión mesiánica. Por eso
las palabras sobre el seguimiento de Jesús son para toda la gente, no solamente
para sus discípulos. Es el momento de comenzar al camino a Jerusalén, con todo
lo que ello significa para Jesús en su proyecto del anuncio del Reino.
III.2.
Pedro considera que confesarlo como Mesías sería lo más acertado, pero el Jesús
de Marcos no acepta un título que puede prestarse a equívocos. El Mesías era
esperado por todos los grupos, y todos creían que sería el liberador político
del pueblo. Jesús sabe que ni su camino ni sus opciones son políticas, porque
no es ahí donde están los fundamentos del Reino de Dios que ha predicado. Por
eso, para aclarar el asunto viene el primer anuncio de la pasión; de esa manera
dejaría claro que su mesianismo, al menos, no sería como lo esperaban los
judíos y, a la vez, sus discípulos debían aprender a esperar otra cosa. Ya
Jesús veía claro que su vida en Dios debía pasar por la muerte. No porque Dios
quisiera o deseara esa muerte. El Dios Abbá no podía querer eso. Pero los
hombres no dejarían otra alternativa a Jesús, en nombre de su Dios.
III.3.
El reproche de Jesús a Pedro, uno de los más duros del evangelio, porque su
mentalidad es como la de todos los hombres y no como la voluntad de Dios, es
bastante significativo. Jesús les enseña que su papel mesiánico es dar la vida
por los otros; perderla en la cruz. Eso es lo que pide a los que le siguen,
porque en este mundo, triunfar es una obsesión; pero perder la vida para que
los otros vivan solamente se aprende de Dios que se entrega sin medida. El
triunfo cristiano es saber entregarse a los demás. No sabemos si Jesús pudo
hablar directamente de cruz o estos dichos están un poco retocados en razón de
lo que ocurrió en Jerusalén con la muerte histórica de Jesús siendo crucificado
bajo Poncio Pilato, quien decidió esa clase de muerte. Pero Jesús sí que
contaba ya con la muerte, no veía otra salida.
III.4.
Por eso, la cruz, en los dichos, es la misma vida. Nuestra propia vida, nuestra
manera de sentir el amor y la gracia, el perdón y la misericordia, la ternura y
la confianza en la verdad y en Dios como Padre. Eso es “una cruz” en este mundo
de poder y de ignominia. La cruz no es un madero, aunque para los cristianos
sea un signo muy sagrado. La cruz está en la vida: en amar frente a los que
odian; en perdonar frente a la venganza. Esa es una cruz porque el mundo quiere
que sea una cruz; no simplemente un madero. La cruz de nuestra vida, nuestra
cruz (“tome su cruz”, dice el dicho de Jesús), sin pretender ser lo que no
debemos; sin vanagloriarnos en nosotros mismos. La cruz es la vida para los que
saben perder, para los que saben apostar. Por eso se puede hablar con sentido
cristiano de “llevar nuestra cruz” y no debemos avergonzarnos de ello. No
porque nuestro Dios quiera el sufrimiento… pero el sufrimiento de los que dan
sentido a su vida frente al mundo, viene a ser el signo de identidad del
verdadero seguimiento de Jesús. (Fray Miguel de Burgos Núñez O. P.).
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