Hijo, tú estás
siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo
Las hemos escuchado tantas veces que no
es sencillo acercarse con los oídos y, sobre todo, con el corazón nuevo a estas
"Parábolas de la Misericordia". Tampoco es fácil para esta comunidad
ni lo será para el/la predicador/a transmitir la novedad del evangelio una vez
más. Pero este año tenemos una razón poderosa para atender a los relatos de la
oveja y la moneda perdidas y el Padre misericordioso, y es que nos encontramos
en el Año que la Iglesia, por deseo expreso de Francisco, ha dedicado
precisamente a eso, a reflexionar sobre la Misericordia. Si siempre hemos de
ser "misericordiosos/as" este año, hemos de intentarlo con más
intensidad.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
En
un relato cargado de emotividad y sentimientos cruzados, Dios, dolido por el
abandono del pueblo, no desoye la oración de Moisés. Porque la oración, nacida
del corazón de cada hombre y mujer, “toca” también el corazón de Dios.
Lectura
del libro del Éxodo 32, 7-11. 13-14
El Señor dijo a Moisés: “Baja en
seguida, porque tu pueblo, ese que hiciste salir de Egipto, se ha pervertido.
Ellos se han apartado rápidamente del camino que yo les había señalado, y se
han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron delante de él,
le ofrecieron sacrificios y exclamaron: ‘Este es tu Dios, Israel, el que te
hizo salir de Egipto’”. Luego le siguió diciendo: “Ya veo que éste es un pueblo
obstinado. Por eso, déjame obrar: mi ira arderá contra ellos y los exterminaré.
De ti, en cambio, suscitaré una gran nación”. Pero Moisés trató de aplacar al
Señor con estas palabras: “¿Por qué, Señor, arderá tu ira contra tu pueblo, ese
pueblo que tú mismo hiciste salir de Egipto con gran firmeza y mano poderosa?
Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus servidores, a quienes juraste
por ti mismo diciendo: ‘Yo multiplicaré su descendencia como las estrellas del
cielo, y les daré toda esta tierra de la que hablé, para que la tengan siempre
como herencia’”. Y el Señor se arrepintió del mal con que había amenazado a su
pueblo.
Palabra del Señor.
Salmo
50, 3-4. 12-13. 17. 19
R.
Iré a la casa de mi Padre.
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y
purifícame de mi pecado! R.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y
renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni
retires de mí tu santo espíritu. R.
Abre mis labios, Señor, y mi boca
proclamará tu alabanza. Mi sacrificio es un espíritu contrito, tú no desprecias
el corazón contrito y humillado. R.
II
LECTURA
La
confesión de fe que se presenta en el texto, sincera y profunda, se transforma
en un canto de alabanza elevado al Señor. Termina con un fuerte “amén”, dando
gloria a Dios, quien ha perdonado su pecado.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 12-17
Querido hijo: Doy gracias a nuestro
Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de
confianza, llamándome a su servicio a pesar de mis blasfemias, persecuciones e
insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no
tenía fe, actuaba así por ignorancia. Y sobreabundó en mí la gracia de nuestro
Señor, junto con la fe y el amor de Cristo Jesús. Es doctrina cierta y digna de
fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor
de ellos. Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí
toda su paciencia, poniéndome como ejemplo de los que van a creer en él para
alcanzar la Vida eterna. ¡Al Rey eterno y universal, al Dios incorruptible,
invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos! Amén.
Palabra de Dios.
ALELUYA 2Cor 5, 19
Aleluya. Dios estaba en Cristo
reconciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación.
Aleluya.
EVANGELIO
Las
tres parábolas tienen el mismo esquema: plantear que lo perdido por fin ha sido
encontrado. En los tres casos “lo perdido” es el pecador, o el que no pertenece
al pueblo de Dios, que ha sido “encontrado” y es motivo de alegría tanto del
pastor, como de la mujer, y del padre, simbolizando así la alegría de Dios por
este encuentro.
É Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Lucas 15, 1-32
Todos los publicanos y pecadores se
acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban,
diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo
entonces esta parábola: “Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja
acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido,
hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de
alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice:
‘Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido’. Les
aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo
pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan
convertirse”. Y les dijo también: “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde
una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta
encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice:
‘Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido’. Les
aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo
pecador que se convierte”. Jesús dijo también: “Un hombre tenía dos hijos. El
menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de herencia que me
corresponde’. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo
menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus
bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha
miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al
servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para
cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían
los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: ‘¡Cuántos
jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de
hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el
Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de
tus jornaleros’. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía
estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su
encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: ‘Padre, pequé contra el Cielo
y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus
servidores: ‘Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en
el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo.
Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida,
estaba perdido y fue encontrado’. Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en
el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban
la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso.
Él le respondió: ‘Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero
engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo’. Él se enojó y no quiso entrar.
Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: ‘Hace tantos
años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y
nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que
ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces
matar para él el ternero engordado!’. Pero el padre le dijo: ‘Hijo mío, tú
estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y
alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba
perdido y ha sido encontrado’”.
Palabra del Señor.
O bien más breve:
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 15, 1-10
Todos los publicanos y pecadores se
acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban,
diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo
entonces esta parábola: “Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja
acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido,
hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de
alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice:
‘Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido’. Les
aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo
pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan
convertirse”. Y les dijo también: “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde
una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta
encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice:
‘Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido’. Les
aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo
pecador que se convierte”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
"Y el Señor se arrepintió de la
amenaza que había pronunciado contra su pueblo".
El Testamento judío suele mostrarnos a
este Dios poco paciente y juez que pierde los estribos ante la inmadurez e
infidelidades de su pueblo. No le quitamos la razón para mostrar esa
impaciencia ya que el pueblo de Israel, como el nuestro, como nuestra Iglesia y
las comunidades de las que formamos parte y como nosotras y nosotros mismos,
perdemos la perspectiva de la justicia y la misericordia y obramos con
criterios que son más nuestros que de Dios. No nos extraña que este, en un
arrebato más propio de seres humanos que del Creador bondadoso, quiera acabar,
de un plumazo con esta historia, y empezar de nuevo contando solo con Moisés
que parece más dispuesto a escucharle.
En este caso será la intercesión del
propio Moisés la que recuerde a Yahvé como Él mismo sacó y liberó de Egipto a
su pueblo, y la promesa de vida que hizo a sus antecesores. Y el Señor,
"se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su
pueblo"... hasta la siguiente...
Sin embargo, nosotros tenemos también la
perspectiva del Testamento cristiano y hemos conocido, gracias a la predicación
de Jesús de Nazaret y de la propia Iglesia, el nuevo rostro del Dios,
Padre-Madre que nos ama como hijos e hijas y que hará lo posible por sacar
adelante a cualquier grupo humano aunque muestre una “dura cerviz". ¡Qué
suerte contar con esta novedad del evangelio!, ¿no? A partir de ahora no
necesitamos recordarle todo el tiempo a nuestro Dios sus promesas. Ya las tiene
en cuenta en su trato diario con nosotros. Quienes nos hacemos llamar
creyentes, somos quienes debemos recordar esas promesas, su liberación y actuar
de modo coherente. ¿No es eso ser cristiano/a?
Es exactamente de ese Dios del que Pablo
habla a Timoteo. El Dios paciente y compasivo que lo escogió, lo perdonó y
"derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús".
Nos facilita mucho las cosas tener de "ejemplo" cercano y humano a un
hombre como Pablo. No tuvo unos inicios que podamos decir
"brillantes" en esto de la fe y, sin embargo, nos deja un testimonio
de vida. Pero, sobre todo, nos ha transmitido esta Palabra que libera, perdona
y que nos da la vuelta como a un calcetín, haciendo de nosotras y nosotros
seres humanos nuevos, con todas nuestras capacidades y potencialidades listas
para servir en el Reino.
"¿No enciende una lámpara y barre
la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra?"
La Palabra hoy se nos presenta cargada,
efectivamente, de paciencia, misericordia y alegría. Porque, ¿de qué si no nos
habla el evangelio de Lucas cuando se refiere al pastor que una vez que ha
encontrado a la oveja que ha perdido, reúne a los amigos y les pide que lo
feliciten por ello? O la mujer, que no encuentra la moneda, pero que se pone
manos a la obra, "enciende una lámpara y barre la casa y busca con
cuidado" y cuando la encuentra, hace lo mismo: junta a las vecinas y les
dice: "Felicitadme, que he encontrado la moneda que había perdido".
No queremos que se nos escape tampoco un
detalle. En las tres parábolas, quien actúa es siempre el mismo. Quien ha
perdido la oveja, la moneda o el hijo es quien deja a las 99 y "va tras la
descarriada"; quien "enciende la lámpara y barre la casa y busca con
cuidado"; quien "lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le
echó al cuello y se puso a besarlo". Los tres personajes buscan
"hasta que encuentran", porque en ello les va la vida y la alegría.
Sería un buen ejercicio hoy imaginarnos
a nuestro Padre-Madre Dios haciendo esto mismo. Buscándonos, llamándonos, hasta
encontrarnos. Y después, reuniendo a todos sus conocidos, montando una fiesta y
pidiendo que lo feliciten, porque su pueblo, su Iglesia, cada uno y cada una de
nosotras "estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos
encontrado".
ESTUDIO BÍBLICO.
La generosidad de Dios con los pecadores
Iª
Lectura: Éxodo (32,7-14): No nos hagamos un dios inferior a nosotros
I.1. En esta lectura podemos percibir
resonancias especiales. Moisés está en la montaña del Sinaí dialogando con Dios
y recibiendo instrucciones para desarrollar el código de la Alianza, y esas
resonancias son valoradas de forma variada en una lectura crítica del texto. En
realidad desde el c. 24 del Éxodo hasta este capítulo 32 que leemos hoy, se nos
ofrece un ciclo sobre el culto que deja al pueblo sin el apoyo del profeta
Moisés. Entonces el pueblo, alentado por Aarón, se hace un becerro de oro. Ya
es significativa esa separación, ese momento de Moisés lejos del pueblo; sin la
voz profética que le señale el camino, el pueblo se pierde.
I.2. Dios le reprocha a Moisés la
actitud del pueblo, y Moisés, sin bajar a conocer la realidad, intercede ante
Dios y éste perdona al pueblo de la Alianza. ¿Qué significa todo esto? Son
muchas las corrientes y actitudes que se quiere representar en esta lectura.
¿Quién es el Dios de Israel? ¡Un ser libre, absolutamente libre! El pueblo se
hace un dios a su antojo, recurre a un dios tangible, manipulable, como una
estatua, para poderlo manejar. Cuando no se escucha la voz de Dios cercana, el
hombre se pierde. Se hace un dios, pero un dios que ni siente ni padece. Sin
duda que todo esto está presente en esa escena famosa del becerro de oro. Este
fue el primer pecado del pueblo de la Alianza, después de ese gran
acontecimiento liberador del Éxodo. Pero el Dios de Israel sabe perdonar,
aunque exija fidelidad.
IIª
Lectura: Iª Timoteo (1,12-17): Apóstol, para predicar la gracia
La segunda lectura es una densa
presentación de la vocación apostólica de Pablo, el que persiguió a la Iglesia,
por ignorancia de que en Cristo Jesús estaba la salvación del hombre y la suya
propia. El autor de esta carta, identificándose con Pablo hasta los tuétanos,
resalta una cosa muy particular y que no debemos olvidar nunca en la
proclamación del mensaje cristiano: que Cristo vino al mundo para salvar a los
pecadores. Es lo que se ha llamado siempre, y muy especialmente en la Orden de
Predicadores y de su fundador Santo Domingo, la “predicación de la gracia”. Eso
es lo que siempre debe proclamar la Iglesia y tenemos que tener presente
continuamente los evangelizadores.
Evangelio:
Lucas (15): Jesús habla de Dios
III.1. El evangelio del día nos lleva a
lo que se ha llamado, con razón, el corazón del evangelio de Lucas (c. 15).
Tres parábolas componen este capítulo. Hoy, a elección, se puede o no leer la
última también, sin duda la más famosa y admirada, la parábola conocida como la
del “hijo pródigo”. Pero en realidad esa parábola se lee mejor en el tiempo de
Cuaresma como preparación a la Pascua. En todo caso queda de manifiesto que
Lucas 15 es un capítulo clave en la narración de este evangelista. Como
corazón, es el que impulsa la vida, el ardor, la fuerza del evangelio o de la
predicación de Jesús. Es un capítulo que se confecciona para responder a las
acusaciones críticas de los que escuchan y ven a Jesús actuar de una forma que
pone en evidencia su concepción de Dios y de la religión.
III.2. Las dos parábolas “gemelas” (de
la oveja y la dracma perdidas, respectivamente), que preceden a la del hijo
pródigo (que debería llamarse del padre misericordioso), vienen a introducir el
tema de la generosidad y misericordia de Dios con los pecadores y abandonados.
En los dos narraciones, la del pastor que busca a su oveja perdida (una frente
a noventa y nueva) y la de la mujer que por una moneda perdida (que no vale
casi nada), pone patas arriba toda la casa hasta encontrarla, se pone de
manifiesto una cosa: la alegría por el encuentro. Estas parábolas, junto a la
gran parábola del padre y sus dos hijos, intentan contradecir muchos
comportamientos que parecen legales o religiosos, e incluso lógicos, pero que
ni siquiera son humanos. El Reino de Dios llega por Jesús a todos, pero muy
especialmente a los que no tienen oportunidad de ser algo. Jesús, con su
comportamiento, y con este tipo de predicación profética en parábolas, trasmite
los criterios de Dios. Los que se escandalizan, pues, no entienden de
generosidad y misericordia.
III.3. Comienza todo con esa afirmación:
“se acercaba a él todos los publicanos y pecadores”. Es muy propio de Lucas
subrayar el “todos”, como en 14,33 cuando decía que quien no se distancia
(apotássomai) de todos los bienes… Y también merece la pena tener en cuenta
para qué: “para escucharle”. Escuchar a Jesús, para aquellos que todo lo tienen
perdido, debe ser una delicia. También se acercaban, como es lógico, los
escribas de los fariseos, pero para “espiar”. Serían éstos, según las palabras
de Is 6,9-10, los que escuchaban pero no podían entender, porque su corazón
estaba cerrado al nuevo acontecimiento del Reino que Jesús anunciaba en nombre
de su Dios, el Dios de Israel. Con esas palabras se despide Pablo del judaísmo
oficial romano de la sinagoga en Hch 28. No debemos olvidar que en las tres
parábolas de Lc 15 se quiere hablar expresamente del Dios de Jesús. Por tanto,
no solamente en la parábola del padre de los dos hijos (entre ellos el pródigo),
sino también en la del pastor y en la de la pobre mujer que pierde su dracma.
III.4. Así, pues, se acercaban a él,
para escucharlo, los publicanos y pecadores, porque Jesús les presentaba a un
Dios del que no les hablaban los escribas y doctores de la ley. Un Dios que
siente una inmensa alegría cuando recupera a los perdidos es un Dios del que
pueden fiarse todos los hombres. Un Dios que se preocupa personalmente de cada
uno (como es una oveja o una dracma) es un Dios que merece confianza. El Dios
de la religión oficial siempre ha sido un Dios sin corazón, sin entrañas, sin
misericordia, sin poder entender las razones por las cuales alguien se ha
perdido o se ha desviado. Es curioso que eso lo tengan que hacer ahora las
terapias psicológicas y no esté presente en la experiencia religiosa oficial.
No se trata de decir que Dios ama más a los malos que a los buenos. Eso sería
una infamia del un fundamentalismo religioso irracional. Lo que Dios hace,
según Jesús, según el evangelista Lucas, es comprender por qué. La terapia del
reino debería ser la clave del cristianismo. Y la mejor manera para abandonar
la vida sin sentido no es hablar de un Dios inmisericorde, sino del Dios real
de Jesús que espera siempre sentir alegría por la vuelta, por la recomposición de
la existencia y de la dignidad personal. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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