domingo, 29 de enero de 2017

DOMINGO 4º DEL TIEMPO ORDINARIO


Bienaventurados los pobres en el espíritu

Este cuarto domingo del tiempo ordinario, como los demás entre el tiempo de Navidad y Epifanía y el tiempo de Cuaresma, parece domingo de transición entre tiempos privilegiados o fuertes, como si no tuviera una entidad en sí mismo. Sin embargo en este domingo la lectura evangélica presenta el texto quizás más emblemático de los evangelios sinópticos, el comienzo del Sermón de la Montaña según san Mateo, las “Bienaventuranzas”. Emblemático y original. Original porque Jesús viene a “dar plenitud”, desde este suave monte, donde la tradición coloca la escena, a la ley que en el abrupto Sinaí entre nubes y truenos Yhavé dictó a Moisés. El mensaje de Jesús no es una ley a la que someterse, que cumplir; sino un programa para ser felices; es decir para que el ser humano consiga lo que más desea, la felicidad. La originalidad está en dónde pone Jesús la felicidad. La primera lectura y la segunda nos ponen ya en alerta: está en la humildad que busca la justicia, la moderación; no en ser poderosos, ni aristócratas, ni eruditos…, y por lo tanto en algo que hoy diríamos que no es lo correcto socialmente, que no coincide con las expectativas que la persona humana suele fijarse para ser feliz.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

1ª LECTURA

El Señor reconoce la voz y la vida de los pobres. Ellos son el testimonio de una vida que no depende del consumo, ni de la ambición, ni del atropello hacia sus hermanos. Estos pobres entregan su vida a Dios, el único que podrá responder a sus clamores.

Lectura de la profecía de Sofonías 2, 3; 3, 12-13

Busquen al Señor, ustedes, todos los humildes de la tierra, los que ponen en práctica sus decretos. Busquen la justicia, busquen la humildad, tal vez así estarán protegidos en el Día de la ira del Señor. Yo dejaré en medio de ti a un pueblo pobre y humilde, que se refugiará en el nombre del Señor. El resto de Israel no cometerá injusticias ni hablará falsamente; y no se encontrarán en su boca palabras engañosas. Ellos pacerán y descansarán sin que nadie los perturbe.
Palabra de Dios.

Sal 145, 7-10

R. Felices los que tienen alma de pobres.

El Señor mantiene su fidelidad para siempre, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. R.

El Señor abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos. El Señor protege a los extranjeros. R.

Sustenta al huérfano y a la viuda; y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R.

II LECTURA

“Cristo es la fuerza de la Iglesia. Y por eso san Pablo escribiendo a los Corintios, quiere responder a lo que ha motivado las divisiones de Corinto. Las divisiones han venido, porque los cristianos ya pusieron sus ojos en la sabiduría de la tierra; yo soy de Apolo, el gran predicador; yo soy de Cefas; yo soy de Pablo, ya sólo se fijan en la elocuencia de los hombres.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 1, 26-31

Hermanos, tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados: no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles. Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale. Así, nadie podrá gloriarse delante de Dios. Por él, ustedes están unidos a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención, a fin de que, como está escrito: “El que se gloría, que se gloríe en el Señor”.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Mt 5, 12ª

Aleluya. Alégrense y regocíjense, porque tendrán una gran recompensa en el cielo. Aleluya.

EVANGELIO

“Si alguno medita de una manera piadosa y conveniente, encontrará en este sermón cuanto se refiere a las buenas costumbres y al modo perfecto de vivir cristianamente. Por ello concluye así el sermón: ‘Todo aquel que oye estas mis palabras y hace cuánto le digo, le compararé con un hombre sabio’” (san Agustín, De sermone Domini, 1, 1).

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 4, 25—5, 12

Seguían a Jesús grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania. Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: “Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Ser feliz

Quede claro, Jesús quiere para cada ser humano la felicidad. También para él. No podía ser de otra manera. Ya Aristóteles había señalado que la actividad humana, el vivir de cada hombre busca la felicidad. En esa tendencia se encaja el bien hacer y el bien ser, la ética. Santo Tomás recoge esta enseñanza, y su programa ético parte de la búsqueda de la felicidad propia de toda persona humana. El Catecismo de la Iglesia nos lo recordará, la busca de la felicidad lo ha inscrito Dios en el ser humano. Dicho de otra manera: Dios quiere que los seres humanos sean felices. Y una felicidad que no podemos reservar para el cielo. Hemos de adelantar el cielo, de manera imperfecta, por supuesto, ya aquí en la tierra. El mensaje no es, pues, ser infeliz en la tierra para ser felices en el cielo y cuanto más infelices aquí más felices allí.

Felicidad humana

La felicidad es una utopía, no una ilusión. Es ilusión, somos ilusos, nos olvidamos de cómo es nuestra condición humana, nos engañamos, si prescindimos de nuestras limitaciones, nuestras pulsiones no pocas veces inhumanas, y queremos aquí y ahora la felicidad plena, como si en vez de seres humanos fuéramos seres angélicos. Es utopía, nunca se alcanzará aquí la plenitud de la felicidad, pero vivir es caminar hacia ella, día a día, superando lo que atenta contra lo que nos hace felices.

Es humana por otra razón esencial, nunca puede consistir la felicidad en un modo de ser y actuar que contradiga lo que nos constituye como seres humanos; por eso caminar hacia la felicidad, es caminar hacia nuestra perfección humana: no podemos ser felices como lo es un león matando y comiendo a la presa. No podemos ser felices aplastando al otro o despreciándole o creyéndonos que todo tiene que estar en función de nuestros instintos, placeres a costa de lo que sea. Tiene que ser una felicidad social, que implique la felicidad del otro. El ser humano es esencialmente social, el otro pertenece a su ser, - y así es social también la libertad-, porque social es su vivir, es convivir, construyendo –realizando- su persona y construyendo comunidad humana.

Somos felices buscando más el ser que el tener

Con estas premisas es como tenemos que entender las bienaventuranzas. Somos felices buscando más el ser que el tener, la convivencia humilde y sencilla, que no el imponeros al otro. Nuestra felicidad implica tener un corazón abierto para acoger, para ofrecerlo al que nos necesita, miseri cor dare, tener misericordia. No podemos ser felices si queremos, a costa de lo que sea, que no exista el dolor en nuestra vida, de ningún tipo, y cuando llega no pretendemos procesarlo y encajarlo en ella sin que nos la destroce; ni tampoco siendo indiferentes, troncos secos, ante el dolor de los demás. Hemos de tener hambre y sed de justicia, es decir, así se entiende la justicia en los textos bíblicos, de perfección humana, de desarrollar lo que nos define como seres humanos: la búsqueda de la verdad, la dimensión afectiva, el sentir a Dios en la vida… Seremos felices en la medida que nuestro corazón esté limpio de odios, de envidias, de mentiras interesadas, de pulsiones que nos degradan. Es decir, en la medida que nuestro interior no es retorcido, sino transparente a nosotros mismos, al otro, a Dios. No podemos poner la felicidad en la victoria sobre el otro, sino en la convivencia, sin vencidos ni vencedores, en esforzarnos por la paz que nos hace seres humanos y felices, y hace a los demás. En fin, y ésta última es la más “atrevida”, aunque realista, sucedió con los verdaderos profetas: seremos felices aunque la sociedad no entienda ese programa de vida que ofrecen las bienaventuranzas, se nos desprecie por “infelices”, seres de otro mundo, no realistas; en concreto por ponernos de parte del Evangelio, de modo que nuestra causa sea la de Jesús. “Estad alegres y contentos” -dice la versión de san Mateo, “porque la recompensa será grande en el cielo”; pero Lucas, en su versión, precisa, “estad alegres ese día”.

Jesús es el primer “bienaventurado”

Todo se resume en acomodar nuestra vida al proyecto de ser humano que Jesús presenta en su Evangelio. Jesús es el primer “bienaventurado”, fue feliz de acuerdo con el programa de las “bienaventuranzas” que proclamó. Fue feliz porque realizó en sí la perfección humana, “hombre perfecto y perfecto hombre”, que nos dice Gaudium et Spes, ajustó su vida a lo que el Padre quería de él. Nosotros seremos incapaces de conseguirlo por nosotros mismos, en nosotros existe lo inhumano, es decir, el pecado; pero él lo sabe y vivió, murió y resucitó para ayudarnos a serlo.

ESTUDIO BÍBLICO.

Iª Lectura: Sofonías (2,3-3,13): El "resto" del que nace lo nuevo

I.1. La primera lectura del día está tomada, en textos cortados, del profeta Sofonías , quien actúa en tiempos del rey Josías (640-609) y nos habla de un tema bien conocido: el “resto de Israel”, de una nueva comunidad. Precisamente la reforma que comienza este rey famoso de Judá, se cree que fue promovida, entre otros, por este profeta que percibe la necesidad de insistir en la justicia, atacando el sincretismo religioso o la idolatría cultual, así como los abusos de las autoridades. Pero él prevé que tras la crisis, incluso del castigo que adivina, el pueblo debe esperar la salvación. Y esta salvación debe llegar en un pequeño “resto”, el grupo que siempre se ha mantenido fiel a Dios.

I.2. Describe este nuevo pueblo, este resto, como pobre y humilde, que no debemos entender en sentido espiritual exclusivamente, porque no podía ser esa la mente del profeta. Desde luego, el nuevo pueblo, como núcleo, no podía salir de los poderosos, de los ricos e influyentes, porque estos habían dejado a Judá en el mayor de los desastres hasta que el profeta anima al rey Josías para la reforma. Es verdad que a este pueblo pobre y humilde pueden pertenecer todos los que, con nuevos criterios, renuncien al poder y a la injusticia. Así, pues, el texto de Sofonías viene a preparar el mensaje de las bienaventuranzas, que es la clave de la Liturgia de la Palabra de este día.

IIª Lectura: Iª Corintios (1,26-31): Llamados desde la pequeñez

II.1. La lectura es de 1ª Corintios plasma la situación social y humana de la comunidad de Corinto. Para poder entender adecuadamente el texto debemos suponer lo que precede, todo aquello que dice relación a la sabiduría de la cruz, a la locura con la que Dios quiere salvar el mundo, que se leerá en otro momento (1 Cor 1,18-25): no con poder, sino con lo que no cuenta, con el escándalo de la cruz. Pablo, pues, pretende refrendar esta teología suya con lo que él sabe de la comunidad de Corinto: no se han hecho cristianos los grandes filósofos y maestros, ni la mayoría de las familias pudientes; al contrario, se han hecho cristianos los trabajadores de los puertos, los de oficios bajos. Ese es el signo del camino con el que Dios lleva adelante su proyecto.

II.2. La diatriba (1,20-25) con la que Pablo quiere enganchar a la comunidad le lleva de la mano a que esa comunidad sea capaz de enfrentarse a su propia realidad: ¿de dónde vienen? ¿quiénes son? ¿qué esperan? Y podrán constatar que no hay muchos sabios, ni entendidos, ni influyentes ciudadanos de la polis griega. En realidad la comunidad puede leer la realidad viva de su pequeñez, de lo que no cuenta en este mundo tan cruel. Por lo mismo, que no piensen desde las grandezas de este mundo. Su vocación, su llamada es lo que es y así lo ha querido el Señor. Y es eso lo que les debe enseñar que la “palabra de la cruz” es “poder de Dios” en la misma entraña de esta comunidad de origen sencillo y humilde. No se trata solamente de un planteamiento retórico, aunque este texto tiene mucho de “narratio”, sino de una realidad pura y dura. La “teología de la cruz” es lo propio del cristianismo y no puede pretender ser como otros grupos sociales en el mundo. Eso sería desvirtuar su identidad.

Evangelio: Mateo (5,1-12): Elegir el mundo de las bienaventuranzas como identidad cristiana

III.1. El primer gran discurso del evangelio de Mateo (5-7) es muy sintomático en la obra, por su estilo y por su significado, pues se trata, nada más y nada menos, que del Sermón de la Montaña. Hay una intencionalidad en presentar en esta “escuela judeo-cristiana” la predicación de Jesús en esos famosos discursos (los otros son: cc. 10; 13; 18; 24-25), que recuerdan los cinco libros del Pentateuco (la Torah judía). Pero ciñéndonos al texto de hoy, lo más relevante es el comienzo de este primer discurso por las famosas “bienaventuranzas”. Eso quiere decir –en continuidad con el texto elegido el domingo anterior-, que el reinado de Dios se asienta, pues, sobre las bienaventuranzas. No debe caber la menor duda. Son fórmulas clásicas de la tradición oriental y bíblica, como anuncio profético de cómo debe ser el futuro. Por lo mismo, como Dios quiere reinar desde su voluntad soberana, entonces debemos entender que en este texto se ha querido mostrar cuál es la voluntad de Dios en su “reinado”.

III.2. Es casi unánime la opinión de que el texto de las bienaventuranzas procede del “Evangelio Q” como a algunos gusta llamarlo hoy. No podemos entrar ahora en detalles sobre Q, que está en plena actualidad a la hora de acercarnos a las fuentes del Jesús histórico. [Quiero citar dos estudios de síntesis muy al alcance de todos. S. GUIJARRO, Dichos primitivos de Jesús. Una introducción al “proto-evangelio de dichos Q”, Salamanca, 2004; A. VARGAS-MACHUCA (Coord.), La fuente “Q” de los evangelios, Reseña Bíblica, n. 43, Otoño 2004, Verbo Divino, Estella (Navarra), en estos dos estudios podemos encontrar información y la bibliografía de los últimos años]. Esto ha de valernos como referencia puesto que hoy están casi resueltos algunos pormenores: Q tuvo que ser un documento escrito; no eran simplemente tradiciones orales que tenían a mano los profetas itinerantes; a pesar de sus arameísmos, Q se escribió en griego; casi la totalidad de Q se conserva en los evangelios de Mateo y Lucas (se deduce de los 230 versículos en común de ambos evangelios); el orden original de Q está bien reflejado en el evangelio de Lucas y es ese orden el que se usa para citar técnicamente el contenido de Q. El texto de las bienaventuranzas lo tenemos en Lucas con un tono más escueto, dialéctico, radical. No tienen ese carácter interiorista, casi de virtud a conseguir, como en el caso de Mateo (Mt 5,3-11), sino que miran a la situación externa y social de lo que se ve con los ojos y se palpa con las manos. En el fondo se trata simplemente de describir dos ámbitos bien precisos: el de los desgraciados de este mundo y el de los bien situados en este mundo a costa de los otros. Lucas nos ofrece las bienaventuranzas en el contexto del sermón de la llanura (Lc 6,17), cuando toda la gente acude a Jesús para escuchar su palabra; no es un discurso en la sinagoga, en un lugar sagrado, sino al aire libre, donde se vive, donde se trabaja, donde se sufre.

III.3. Es un discurso catequético; por lo mismo, Lucas estaría haciendo una catequesis cristiana, como Mateo lo hace con el Sermón de la Montaña (5-7). Entre uno y otro evangelista hay diferencias. La principal de todas es que Lucas nos ofrece las bienaventuranzas y a continuación las lamentaciones (no son maldiciones; viene del hebreo hôy y en latín se expresa con vae: un grito de dolor, de lamento, un grito profético) como lo contrario en lo que no hay que caer. Otra diferencia, también, es que en Mateo tenemos ocho y en Lucas solamente cuatro bienaventuranzas (Lc 6,20-23). Sobre su significado se han escrito cientos de libros y aportaciones muy técnicas. ¿Son todas inútiles? ¡No!, a pesar de que sintamos la tentación de simplificar y de ir a lo más concreto.

III.4. En definitiva, el evangelio de Mateo (5,1-12), concretamente las bienaventuranzas, es la expresión de la mentalidad de Jesús de cómo debemos entender la llegada del Reino de Dios. ¿Son una utopía que propone Jesús, sin visos de realidad? Esa sería la respuesta fácil. No obstante, las utopías (lo que está fuera de los normal), no se proponen para soñar sino para vivir con ellas y desde ellas. La ética de las bienaventuranzas, pues, requiere nuestra praxis. Jesús habla así, no solamente porque soñaba, sino porque las vivía desde su propia experiencia personal y desde ahí sentía la fuerza de Dios y del evangelio con el que se había comprometido. Lo importante es su mensaje, que no puede ser distinto de algo así: Jesús piensa y vive desde el mundo de los pobres, y piensa y vive desde ese mundo para liberarlos. Así debemos entender la primera aproximación al mensaje de hoy. Esa es una realidad social, pero a la vez es una realidad teológica. Es en el mundo de los pobres, de los que lloran, de los limpios de corazón, de los perseguidos por la justicia, de los que hacen la paz, donde Dios se revela. Y lógicamente, Dios no quiere ni puede revelarse en el mundo de los ricos, del poder, de la ignominia. El Reino que Jesús anuncia es así de escandaloso. No dice que tenemos que ser pobres y debemos vivir su miseria eternamente. Quiere decir, sencillamente, que si con alguien está Dios inequívocamente es en el mundo de aquellos que los poderosos han maltratado, perseguido, calumniado y empobrecido. Y por ello ¿dónde debemos estar los cristianos? En el mundo del no-poder, que es el de las bienaventuranzas.

III.5. Podemos añadir algo que nos parece muy pedagógico e imprescindible y que tiene que ver con la praxis misma de las bienaventuranzas. J. Mateos traducía la primera bienaventuranza de la siguiente forma “los que eligen ser pobres porque esos tienen a Dios por rey” y así lo plasma en su edición del NT. Lo justificaba (cf El Evangelio de Mateo. Lectura comentada, Cristiandad, Madrid, 1981) muy acertadamente, porque, en definitiva, no se puede ser “pobre de espíritu” o “en el espíritu” buscando simplemente una interioridad, sino que la opción por la pobreza frente a la riqueza es un reto frente a este mundo de competencia y de injusticia. Pero deberíamos decir, ya un poco fuera de la literalidad del texto y de la posibilidad de la traducción, que esta “opción” de “elegir” debe ser la tónica de todas las bienaventuranzas de Mateo. Y esto es lo que los cristianos deben “elegir” para ser solidarios con los que viven esas situaciones reales. Porque las bienaventuranzas de Jesús se inspiran en la situación inhumana que viven muchos hijos de Dios y es en ese mundo de las bienaventuranzas donde Dios se siente el Dios vivo, el Dios de verdad. Por eso los seguidores de Jesús debemos “elegir”, como opción radical, ese mundo de las bienaventuranzas para que la fuerza liberadora del evangelio cambie ese mundo. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).



domingo, 22 de enero de 2017

DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Vengan y síganme, y yo los haré pescadores de hombres”

Los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía; ¿Porque cuántos bautismos han recibido ustedes?

Un solo bautismo y un solo Señor. Estamos en la semana de la Unidad de los Cristianos. La palabra de Dios de la primera carta a los Corintios que leemos en la segunda lectura de la misa de hoy pone al rojo vivo las discordias que hay entre nosotros, los discípulos de Jesús, los cristianos, los que nos reclamamos de aquél que quiere todos seamos Uno. Para ello es necesaria la conversión. No basta con una simple vuelta a la unidad. Hemos de romper con el pasado, hemos de cambiar de orientación, conducirnos con otros criterios. San Pablo pone el dedo en la llaga cuando pregunta a los Corintios ¿en nombre de quién han sido bautizados? ¿cuántos bautismos han recibido para estar enfrentados?

No hay que evitar la palabra conversión para hablar hoy de vuelta a la unidad. Al contrario, conversión es quizás la palabra más adecuada. Porque tenemos que romper con muchas ataduras, con malas costumbres muy arraigadas, con falsas interpretaciones, con cómodas formas de vivir, con modos seculares de organizar la vida eclesial, con prácticas que anteponen los intereses propios y del grupo al anuncio del Evangelio. La ruptura eclesial rompe también con el Evangelio. Por eso tenemos que convertirnos, desentendernos de muchas cosas, con las que estamos familiarizados y tal vez disfrutamos, para poder volver a la unidad querida por Cristo, “con un mismo pensar y sentir”, como pide san Pablo a los Corintios.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

En medio de tantas noches, personales y comunitarias, hay una luz. Dios se abre paso en medio de la oscuridad, como lo hizo en el primer instante de la creación, cuando dijo “que exista la luz”. Su presencia, lo sabemos por experiencia personal seguramente, ilumina todo. Y cuando nos dejamos llenar por esta luz, nos volvemos también radiantes.

Lectura del libro de Isaías 8, 23b—9, 3

En un primer tiempo, el Señor humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en el futuro llenará de gloria la ruta del mar, el otro lado del Jordán, el distrito de los paganos. El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.
Palabra de Dios.

Salmo 26, 1. 4. 13-14

R. El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R.

Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo. R.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor. R.

II LECTURA

 “Pablo no parece enfrentar –no al menos en esta parte– a este o aquel grupo, sino al hecho de que los haya. Es posible que el tema del bautismo se introduzca al comienzo del debate precisamente por ser este el que provoca la ‘unidad en Cristo’, pero Pablo afirma claramente que Cristo no lo envió a bautizar sino a evangelizar (1, 17), y no cualquier predicación, sino una que no haga ‘nada’ la cruz, palabra que es locura para los que no acceden a la fe”.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 1, 10-14. 16-17

Hermanos: En el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir. Porque los de la familia de Cloe me han contado que hay discordias entre ustedes. Me refiero a que cada uno afirma: “Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo”. ¿Acaso Cristo está dividido? ¿O es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O será que ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo? Felizmente yo no he bautizado a ninguno de ustedes, excepto a Crispo y a Gayo. Sí, también he bautizado a la familia de Estéfanas, pero no recuerdo haber bautizado a nadie más. Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia.
Palabra de Dios.

ALELUYA        cf. Mt 4, 23

Aleluya. Jesús proclamaba la Buena Noticia del Reino y sanaba todas las dolencias de la gente. Aleluya.

EVANGELIO

El Evangelio nos hace relacionar la predicación de Jesús con la luz que inunda las tinieblas. Su palabra, su vida, sus gestos, se transforman en luz para los pueblos y corazones que atraviesan muchas noches.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 4, 12-23

Cuando Jesús se enteró de que Juan Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: “¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz”. A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”. Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron. Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Inicio de la predicación de Jesús en Galilea

Ya desde el principio de su ministerio, la predicación de Jesús no es sólo para los judíos. Mateo presenta el mensaje salvador de Jesús en el contexto de la profecía de Isaías: “País de Zabulón y país de Neftalí… Galilea de los gentiles… a los que habitaban en tierra y sombra de muerte, una luz les brilló”. Con la predicación de Jesús la luz de las naciones anunciada por el profeta Isaías sobrepasa los límites de Judea. El reino de Dios será anunciado al mundo entero. Pero lo que aquí nos cuenta hoy Mateo es solo el inicio de la proyección universal de la predicación de Jesús.

Los datos que señala Mateo sobre la situación de la acción misionera de Jesús parecen relevantes para entender la relevancia que le da: Jesús se retira a Galilea cuando se entera de que Juan el Bautista ha sido arrestado por Herodes, deja también Nazaret (en Galilea, donde había vivido con su familia desde su adolescencia) y se establece en Cafarnaúm, junto al lago de Galilea. La residencia en Cafarnaún es todo un símbolo de su proyecto evangelizador. Cafarnaún, ciudad fronteriza entre el pueblo de Israel y el pueblo pagano, era un centro de comunicaciones y de movimiento económico.

Eso sucede en los términos de Zabulón y Neftalí, es decir, en las regiones habitadas antiguamente por esas tribus. El evangelista ve cumplida en este hecho de la predicación de Jesús en Cafarnaúm y en Galilea,  una de las más celebres profecías de Isaías (9,1.2), en la cual predice que precisamente en esta región, entonces humillada y despreciada, había de lucir, antes que en otros sitios, la luz mesiánica. Las regiones habitadas por las tribus de Neftalí y Zabulón, y toda la Galilea, habían sido devastadas durante la guerra con los asirios y entregadas en gran parte a manos de los gentiles. Allí precisamente comenzará a resplandecer la luz mesiánica, confirmada con los milagros y vida de Jesús.

Conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos

Pero ni la conversión que predica Jesús es circunstancial, del momento en que estamos y de los problemas que tenemos ahora, ni su paso de Judea a Galilea, solo una avanzadilla, en su proyecto evangelizador.

2.1 Porque la estancia en Cafarnaúm no será estable y cerrada, Jesús va adoptar una forma nueva de proclamación de la Palabra: la itinerancia. Será una itinerancia permanente durante todo su ministerio, que le liberará de todas las limitaciones de lugar, de vinculaciones familiares y de  sujeciones políticas. Jesús no va a vivir atado a los lazos de familia ni de los orígenes políticos de la familia de José en Nazaret ni de las referencias a Belén de Judá (donde nació). Esa libertad espacial le permitirá llegar a pueblos y aldeas para anunciarles la buena nueva. Su familia es quien le escucha y cumple su palabra, y su pueblo, donde predica, sin distinción.

2.2 Pero, sobre todo, la conversión que predica Jesús va mucho más allá de lo circunstancial. Es una urgencia que no permite el aplazamiento. La inminencia del Reino de Dios  no puede dar largas a la respuesta, a la conversión. Supone volverse ya a Dios con toda la profundidad y radicalidad del arrepentimiento. Si en la predicación de Juan el Bautista la urgencia se debe a la proximidad del reino anunciada por el precursor, en la predicación de Jesús se transforma en la presencia de la misma persona de Jesús: Él que constituye el reino de Dios. Por eso el mensaje de  conversión que anuncia Jesús es una auténtica provocación: el reino de Dios está ya allí mismo, quien no lo acepta, quien no se convierte, quien no cambia de mente, de voluntad, de vida,  menosprecia el encuentro con Jesús: porque Él es el reino de Dios que se le ofrece.

Vengan y síganme, yo los haré pescadores de hombres

Si la urgencia de la conversión es tal y no admite aplazamiento alguno, en la primera llamada de Jesús, según Mateo,  lo que llama la atención es que Jesús pide que le sigan a Él personalmente y la generosa obediencia de los llamados.

Según el modelo evangélico, cuando el Señor llama, no hay tiempo para los retrasos y los condicionamientos. Hay que responder inmediatamente. Así lo hicieron aquellos primeros seguidores de Jesús. Esperemos que también nosotros seamos igual de diligentes.

Mateo narra la llamada de dos parejas de hermanos: Pedro y Andrés, Santiago y Juan. La llamada de Jesús tiene dos partes: primera, vengan y síganme –la comunidad-, y, segunda, yo los haré pescadores de hombres –la misión-. Ya desde el primer momento, Jesús hace una comunidad a su alrededor, que la forman sus  seguidores. A esta comunidad él  mismo le marca la misión, la de “anunciar” el Evangelio a tiempo completo, diríamos hoy. Dejarán la profesión de pescadores en el lago de Galilea por la de  “pescadores de hombres”.

Tal como lo narra el evangelista Mateo, los jóvenes galileos entendieron bien la llamada de Jesús. Dejaron la barca y a su padre, y siguieron a Jesús. Lo que les ofreció no parece, pues,  un trabajo a tiempo parcial o temporal. Lo dejan todo, inmediatamente y sin retorno. Pasaron de “pescadores de peces “ a “pescadores de hombres”. Les dio una definición nueva a su vida.

Cafarnaúm tampoco marcó un límite a la proclamación de Evangelio de Jesús. Mateo señala,  al contrario, que recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas, y curando las enfermedades y dolencias de las gentes.  

ESTUDIO BÍBLICO.

Iª Lectura: Isaías (8,23-9,3): Poema de la paz

I.1. Esta lectura, forma parte de uno de los poemas más sobresalientes del libro del gran maestro del s. VIII. En realidad, se trata solamente de la introducción de un poema a la paz (8,23-9,6), como lo ha descrito brillantemente un gran especialista español. Diríamos que la lectura no es completa porque falta la descripción de por qué llega la luz a Galilea, al territorio antes desolado y en tinieblas; es decir, aquello de “un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado...”. Es un poema que muchos estudiosos atribuyen a la escuela de Isaías, no al maestro directamente, y que vendría a descifrar un momento determinante de la historia de Judá, concretamente un siglo después, cuando el gran rey Josías (640-609 a. C.), un muchacho todavía, sube al trono, a causa del asesinato de su padre Amón, con el propósito de liberar el norte, la Galilea de los gentiles, de la opresión de los asirios.

I.2. Así vivieron durante mucho tiempo, caminando en tinieblas y habitando tierra de sombras, todo el tiempo de su bisabuelo Manasés (cf 2 Re, 21-3-9), unos cincuenta años, que estuvo en manos de la política y las influencias religiosas de Asiria. De repente, se produce el cambio prodigioso e inesperado: brilla una luz que lo inunda todo de alegría, semejante a lo que se experimenta cuando llega la siega o se reparte el botín, en razón del final de la opresión o del final de la guerra. En este contexto histórico, pues, se explica mejor este poema de la paz, que la tradición cristiana lo entendía como mesiánico y lo aplicó a Jesús, como vemos, en el evangelio del día de hoy en Mateo.

I.3. Pero como sucede casi siempre con los oráculos proféticos, no todo se explica por el acierto del momento en que se pronuncian (aunque es importante), sino por el futuro que llevan esos oráculos en sus entrañas. Los profetas, a veces, ni siquiera pueden controlar sus imágenes, sus símbolos o su eficacia. En realidad este oráculo no puede extinguirse en un presente que pronto terminó… sino que encienden en las palabras del profeta los dones divinos que son el futuro de la humanidad. El Dios de la paz, de la justicia se ha de hacer presente en la historia de una forma eficaz y concreta. Y esto lo percibieron los cristianos al identificar a Jesús con el Mesías.

IIª Lectura: Iª Corintios (1,10-17): Exhortación a la comunión de la comunidad

II.1. La segunda lectura viene a ser una exhortación a la unidad de la comunidad de Corinto. Las gentes de Cloe, una familia, o una comunidad, se han llegado hasta Éfeso, donde estaba Pablo, y le han informado que la comunidad estaba dividida en “partidos”, en grupos, que se atenían a personajes influyentes: Pedro, Pablo, Apolo; se discute si “yo de Cristo” revela un grupo más, o es una expresión de Pablo para dejar claro que todos los cristianos, al único a quien deben seguir, es a Jesucristo. Pablo, además, protesta porque no se ha dedicado a bautizar a muchos en la comunidad, lo han hecho otros. Pero él no quiere ser el maestro de un grupo específico; él ha engendrado a esta comunidad para que viva en el Señor un misterio de comunión, y como él, todos aquellos que hayan recibido el evangelio de uno u otro predicador. La comunión en la Iglesia es más importante que depender de un maestro de doctrina o espiritual.

II.2. Una palabra clave que se ha discutido mucho de esta exhortación es “divisiones” (schísmata) y que muchos identifican con los “partidos” de la Iglesia de Corinto. Se trataría de tendencias ideológicas, claro, no en sentido social propiamente hablando. Existen diversidad de opiniones al respecto, incluso que el grupo de Pablo fuera el de aquellos que se sienten, como el apóstol, libres del yugo de la ley y de las tradiciones judías; como matiz para diferenciarlo de los de Pedro. Aunque, en realidad, el grupo más delicado de enmarcar sería el de Apolo (¿algo así como un grupo de carismáticos de tendencia helenista con tintes de sabiduría? ¡no está claro!). La diversidad de opiniones teológicas no están condenadas en estas pocas palabras de Pablo, pero no se podría decir los mismo cuando esa diversidad teológica rompe la comunión de la ekklesía. ¿Cómo lo soluciona Pablo? Mediante su hermosa y decisiva “theologia crucis” que seguirá a partir del v. 18.

Evangelio: Mateo (4,12-23): El Reino y el Evangelio de Dios

III.1. El evangelio de Mateo está centrado, específicamente, en actualizar el texto de Isaías que se ha leído en la primera lectura, en una aplicación radical a Jesús de las palabras sobre la luz nueva en Galilea. En la tradición de Marcos ya se había dejado bien sentado que Jesús comienza su actividad una vez que Juan el Bautista ha sido encarcelado. Esto obedece, más probablemente, a planteamientos teológicos que históricos, ya que ambos pudieron coincidir en su actividad. En realidad, Juan y Jesús actuaban con criterios distintos. Jesús es la novedad, la buena noticia, para los que durante siglos habían caminado en tinieblas y en sombras de muerte. Si el texto de Is 8,23ss se refería a una época muy concreta que precedió al rey Josías, en la tradición cristiana primitiva se entendió esto como consecuencia del oscurantismo del judaísmo que había hecho callar durante mucho tiempo la profecía, la verdadera palabra de Dios, que interpretaba la historia con criterios liberadores.

III.2. Y hay más; esta luz no viene de Jerusalén, sino que aparece en Galilea, en los territorios de las tribus de Zabulón y Neftalí, que siempre habían tenido fama de ser una región abierta al paganismo. Más concretamente, Jesús, dejando Nazaret, se establece en una ciudad del lago de Galilea, en Cafarnaún. Es aquí donde comienza a oírse la novedad de la predicación del Reino de Dios, de los cielos, como le gusta decir al evangelio de Mateo. La otra parte del texto evangélico de hoy, la llamada de los primeros discípulos, Pedro y Andrés, Santiago y Juan, -que puede omitirse-, es una consecuencia de la predicación del evangelio, que siempre, donde se predique, tendrá seguidores. En realidad está siguiendo el texto de Marcos 1,14ss.

III.3. Mateo, pues, ha leído el texto de Marcos sobre el programa de Jesús: el tiempo que se acerca es el tiempo del evangelio, de la buena nueva, que exige un cambio de mentalidad (¡convertirse!) y una confianza absoluta (creer) en el evangelio. Los dos elementos fundamentales de este programa, ya han sido puestos de manifiestos por todos: el reinado de Dios (el reino de los cielos le llama Mateo) y la buena noticia que este reino supone como acontecimiento para el mundo y la para la historia. El evangelista, al apoyar este programa en el texto de Is. 8,23ss, está poniendo de manifiesto que esto es el “cumplimiento” de una promesa de Dios por medio de sus profetas antiguos, en este caso Isaías. La “escuela de Mateo” es muy reflexiva al respecto, dando a entender lo que sucede con la actuación de Jesús, desde el principio: llevar adelante el “proyecto de Dios”.

III.4. Sabemos que ese reino, (malkut, en hebreo) no debe entenderse en sentido político directamente. Pero tampoco es algo abstracto como pudiera parecer en primera instancia. Si bien es verdad que no se trata de un concepto espacial ni estático, sino dinámico, entonces debemos deducir que lo que Jesús quiere anunciar con este tiempo nuevo que se acerca es la soberanía de la voluntad salvífica y amorosa de Dios con su pueblo y con todos los hombres. Por eso basileia (griego) o malkut (hebreo) no debería traducirse directamente por “reino”, sino por “reinado”: es algo nuevo que acontece precisamente porque alguien está dispuesto a que sea así. Este es Jesús mismo, el profeta de Nazaret de Galilea, que se siente inspirado y fortalecido para poner a servicio de la soberanía o la voluntad de Dios, todo su ser y todo su vida.

III.5. Si Jesús anuncia que Dios va a reinar (lo cual no es desconocido en la mentalidad judía) es que está proclamando o defendiendo algo verdaderamente decisivo. Si antes no ha sido así es porque es necesario un nuevo giro en la historia y en la religión de este pueblo que tiene a Dios por rey. No se trata, pues, simplemente de aplicarle a Dios el título de rey o de atribuirle un reino espacial, sino del acontecimiento que pone patas arriba todo lo que hasta ahora se ha pensado en la práctica sobre Dios y sobre su voluntad. Dios no será un Dios sin corazón, sin entrañas; o un Dios que no se compadezca de los pobres y afligidos, sino que estará con los que sufren y lloran, aunque no sean cumplidores de los preceptos de la ley y de las tradiciones religiosas ancestrales inhumanas. En definitiva, Dios quiere “reinar” y lo hará como ya los profetas lo habían anunciado, pero incluso con más valentía si cabe. Esa es la novedad y por eso lo que acontece ahora, unido al concepto “reino de Dios” o “de los cielos”, es el evangelio. Con razón se ha dicho que estamos ante el verdadero “programa” de Jesús, el profeta de Nazaret: anunciar el reinado de Dios como buena noticia para la gente.


III.6. El acierto de la escuela cristiana de Mateo fue precisamente leer las Escrituras, Is. 8,23ss precisamente, a la luz de la vida de Jesús. Ahora se están cumpliendo esas palabras de Isaías, cuando el profeta de Galilea anuncia el evangelio del Reino. Siendo esto así, no se podría entender que el cristianismo no sea siempre una religión que aporte al mundo “buenas noticias” de salvación. Siendo esto así, la Iglesia no puede cerrarse en un mensaje contra-evangélico, porque sería repetir, por agotamiento, la experiencia caduca del judaísmo oficial del tiempo de Jesús. Este es el gran reto, pues, para todos los cristianos. Porque Dios quiere “reinar” salvando, haciendo posible la paz y la concordia. De ahí que el reino de Dios, tal como Jesús lo exterioriza, representa la transformación más radical de valores que jamás se haya podido anunciar. Porque es la negación y el cambio, desde sus cimientos, del sistema social establecido. Este sistema, como sabemos bien, se asienta en la competitividad, la lucha del más fuerte contra el más débil y la dominación del poderoso sobre el que no tiene poder. Y esto no se reduce simplemente a una visión social, sino que es también, y más si cabe, religiosa, porque Jesús proclama que Dios es padre de todos por igual. Y si es padre, eso quiere decir obviamente que todos somos hermanos. Y si hermanos, por consiguiente iguales y solidarios los unos de los otros. Además, en toda familia bien nacida, si a alguien se privilegia, es precisamente al menos favorecido, al despreciado y al indefenso. He ahí el ideal de lo que representa el reinado de Dios en la predicación de Jesús; estas son las buenas noticias que le dan identidad al cristianismo. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).

domingo, 15 de enero de 2017

DOMINGO 1º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”

Terminado el tiempo de Navidad el domingo pasado con el Bautismo del Señor e inaugurada la misión de Jesús y la manifestación de su relación con Dios Padre bajo el impulso del Espíritu Santo, le sigue el llamado Tiempo Ordinario en el que se recuerda el misterio de Cristo en su plenitud. Es vivir cada domingo con la tensión propia de la actitud devenida del Adviento y de la Navidad.

A lo largo de las lecturas de este Tiempo Ordinario veremos a Jesús realizando su ministerio: predicando el Reino de Dios, proclamando su voluntad amorosa y salvadora del Padre, dándonos vida y salud, alegría y esperanza con sus gestos y milagros.
El domingo II con el que empieza, sigue el mismo tono que el del domingo anterior, el del Bautismo del Señor, y su manifestación por Juan Bautista.

Este Jesús, nos lo presenta Juan Bautista como “El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” para llevar a cumplimiento su misión en el mundo conformándose con el Siervo de Yahvé profetizado por Isaías, en su segundo libro, y que se proclama en la Primera Lectura de este domingo.

La Iglesia recuerda en este domingo a los emigrantes y exiliados en la Jornada Mundial de las Migraciones bajo el lema “Menores migrantes, vulnerables y sin voz”. También Jesús “emigró de un lado a otro” sin tener dónde recostar su cabeza (Mt. 8 20).

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Los poemas del servidor de Yavé presentan la figura de alguien que llega para cumplir el plan salvífico que Dios ha proyectado. Los primeros cristianos pudieron descubrir en estas profecías los rasgos de Jesús y de su misión: Él llega señalado por Dios para llevar la luz de salvación a todas las naciones.

Lectura del libro de Isaías 49, 3-6

El Señor me dijo: “Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré”. Pero yo dije: “En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza”. Sin embargo, mi derecho está junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y ahora, habla el Señor, el que me formó desde el vientre materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. Él dice: “Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra”.
Palabra de Dios.

Salmo 39, 2. 4ab. 7-10

R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Esperé confiadamente en el Señor: Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Puso en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. R.

Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, entonces dije: “Aquí estoy”. R.

“En el libro de la Ley, está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón”. R.

Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, tú lo sabes, Señor. R.

II LECTURA

Observemos los términos que san Pablo usa para denominar a los cristianos: son los santos, los santificados. Con esto expresa que sobre todo cristiano ya ha obrado la gracia de Dios. Somos criaturas transformadas por lo que el amor de Dios ha hecho en cada uno de nosotros.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 1, 1-3

Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, saludan a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos aquellos que en cualquier parte invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro. Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 1a, 14. 12ª

Aleluya. La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. A todos los que la recibieron les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Aleluya.

EVANGELIO

¿Cómo podemos llegar a proclamar que Jesús es el Cordero de Dios, el que tiene el Espíritu, el Elegido de Dios? Sólo nuestra propia apertura a la obra del Espíritu Santo nos convertirá en testigos. Es el Espíritu el que, obrando en nosotros como lo hizo en Juan Bautista, nos permitirá llegar a este conocimiento. Que no es un simple conocer intelectual, sino una verdadera sabiduría que nos descubre quién es Jesús y la relación profunda que él quiere entablar con cada uno de nosotros.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 1, 29-34

Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel”. Y Juan dio este testimonio: “He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo”. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Yo no lo conocía

Jesús era el desconocido para Juan el Bautista, como también hoy lo es en bastantes sitios y lugares e incluso para algunos cristianos. Juan lo descubrió gracias al Espíritu que fue quien se lo revela. Como cristianos, hemos de estar atentos a ese Espíritu, para ver al Cristo que se revela en los sencillos y humildes, en el emigrante, en el pequeño venido en patera, en la “violación de los derechos humanos” como dice el Papa Francisco en el mensaje de esta jornada.

Si el Bautista, no lo conocía: “yo no lo conocía”, quiere llamar con su redundancia a buscar al niño pequeño nacido hace unos días y cuyo bautismo celebrábamos el domingo pasado.

El verdadero conocimiento del rostro de Jesús en el mundo, se descubre por la apertura personal al Espíritu. La liturgia del año dará pautas y momentos para que la cotidianidad se convierta en eterna Navidad de un Dios-con-nosotros.

La actitud de búsqueda y espera de Juan el Bautista, anima al discípulo de Cristo a seguir en constante tensión de búsqueda esperanzada para que el sueño de Dios Padre, -“venga a nosotros tu reino”-, sea realidad en el mundo. No ceja el precursor Juan en la tarea de búsqueda, buen y gran ejemplo para quien aspira a ser verdadero seguidor del Jesús. Para amar, hay que conocer.

Solo el Espíritu puede llevar al seguidor de Cristo a proclamar, como Juan: “Éste es el Hijo de Dios. Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Si se reconoce la falta de perfección en el ser humano, si la corrupción no se acepta como tal (llamándola de otras maneras), si al extranjero se le ve como “extraño”, es porque en el alma está dormido, -o no está-, el espíritu del Señor. Lo contrario obliga a decir Él es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (pecado, palabra maldita y que cada vez está más en desuso por molesta).

La necesidad de vivir este Tiempo Ordinario con el espíritu del Adviento y Navidad del Dios-con-nosotros, necesita de la pureza del ser humano, del baño purificador en el Espíritu para confesar sin miedo que Jesús es el Hijo de Dios, nacido de María Virgen y consecuentemente esa presencia de Dios-EN-nosotros obliga a cumplir su voluntad cada día, como se proclama en el Salmo de este domingo: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Proclamación que tiene implícita la filiación divina del seguidor de Jesús vivida con el estilo de éste.

Ante el pluralismo religioso de hoy, el cristiano de a pie ha de vivir en relación de apertura “relación positiva”, por elección libre y personal, a la llamada del Señor, con carácter de servicio como dice Isaías en la primera lectura en lo que se refiere al Siervo de Yahvé. El servicio es luz que ilumina y manifiesta a Dios a los demás y hace que esté orgulloso de sus servidores.

Ese orgullo divino se concreta cuando se sale (Iglesia en salida) a las “periferias existenciales como dice el Papa Francisco en esta Jornada Mundial de las Migraciones”. Identificar e identificarse con el diferente, con el excluido, es fruto de la vivencia del Espíritu de Dios en el ser humano y manifestación externa, que no puede guardarse y le obliga a ser luz y testigo en un mundo necesitado de espiritualidad profunda y manifestación de la divinización del hombre. Hambre del Dios verdadero que nada tiene que ver con el poder, el dinero, el placer; sino con el servicio sin acepción de personas. Si la salvación vivida personalmente, no llega a los demás, no es verdadera salvación. El seguidor Cristo es un misionero que no se queda en la búsqueda egoísta de la perfección individual, sino que hace perfectible todo, y a todos, sin a orillar la sabiduría de la Cruz y su paso por ella.

Es la llamada a la santidad y a la apostolicidad, como dice Pablo a los Corintios, que no permite aparcarse en esquemas favoritistas y/o oportunistas. No es tampoco esa santidad simple práctica devocional, sino que está más cerca de la sabiduría de la cruz por el contacto directo con el sufrimiento humano.

Como cristianos hemos de compartir la experiencia de darlo todo por causa de la justicia. “Tocar al pobre puede purificarnos de la hipocresía” en palabras del Papa Francisco. Tocar al emigrante, al extranjero-extraño, al diferente, al que forzosamente ha tenido que abandonar su tierra, es principio de purificación y verdadero conocimiento de Dios por su espíritu en nosotros que nos permite reconocer a Dios, y a su Hijo de ellos.

El cristiano que procure aumentar en sí el conocimiento de Dios, vivirá, a lo largo de este año litúrgico, toda clase de bendiciones venidas de lo Alto.

ESTUDIO BÍBLICO.

Iª Lectura: Isaías (49,3-6): Misión del Siervo: luz de salvación para la humanidad

I.1. La primera lectura, del nuevo del Deutero-Isaías, es del 2º cántico del Siervo de Yahvé. En este capítulo, la figura del Siervo está más ceñida a la dimensión profética de este personaje que canta el autor de los mismos. Sión, el pueblo entero, debe repensar su vida a la luz de este personaje Siervo de Yahvé. Sabemos que estos cantos (Is 42,1-9: 49,1-7; 50,4-9) representan una de las cumbres teológicas del Antiguo Testamento. Son poemas que han dado mucho que hablar, ya que en un momento determinando descubrirán el valor redentor del sufrimiento, aunque no en el texto de hoy. El papel del Siervo es reunir a Jacob e Israel, dos nombres, epónimos, para hablar de la totalidad del pueblo. Reunir, pacificar, consolar... siempre la humanidad ha tenido necesidad de estos valores. Y hoy, como nunca, necesitamos a alguien como el Siervo que traiga esa luz a este mundo dividido, en guerra, hambriento y desorientado.

I.2. Como este es un canto que describe la vocación del “Siervo”, no hay nada comparable a la misión que el Señor le encomienda: te haré luz de las naciones; ¿para qué?, para que “mi salvación alcance hasta los confines de la tierra”. Pero aunque el texto de hoy, en la lectura, ha eliminado el v. 4, no deberíamos dejarlo de lado. El descubrimiento de la misión del siervo para ser luz de los pueblos le llega después de una crisis, y es por la misión por lo que la vocación de este misterioso personaje sale fortalecida; la crisis de identidad se cura anunciando salvación. Eso es lo propio de un verdadero profeta de Dios. Estas palabras son las que justifican verdaderamente la elección de nuestro texto (del canto 2º) para el día de hoy, porque esa misión para el “siervo desconocido”, la vieron los primeros cristianos realizada en la misión de Jesús de Nazaret: luz de salvación para todos los pueblos, para la humanidad.

 IIª Lectura: Iª Corintios (1,1-3): Saludo, en Cristo y con Cristo, a la comunidad

II.1. La Primera Carta a los Corintios inaugura hoy las lecturas de los siguientes domingos. Tendremos ocasión de volver sobre ella, porque serán hilo conductor hasta los domingos de Cuaresma. Esta carta de San Pablo a la comunidad de Corinto, en Grecia, en Acaya concretamente, una de las ciudades más importantes donde el Apóstol predica el cristianismo, es una de las más importantes de Pablo. Estamos ante un escrito lleno de contrastes, de urgencias, de consultas, de decisiones apostólicas. Merece la pena leerlo detenidamente, prepararse con esmero para su comprensión, porque aparecerán temas muy decisivos.

II.2. En el encabezamiento de hoy, señalemos la teología de la santificación del pueblo de Dios por medio de Jesucristo. Es El, Cristo, quien lleva la iniciativa y por eso Pablo sabe que su misión es tan importante en medio de la comunidad que él ha engendrado en su Señor. Una comunidad que le dará mucho que hacer, pero a la que no niega el título de salvación y santificación. Pablo era un hombre de personalidad fuerte, incluso muy enamorado de su apostolado: pero nada es sin Cristo su Señor y esto se debe poner de manifiesto desde el principio para todo lo que nos trasmitirá.

Evangelio: Juan (1,29-34): El don del bautismo en el Espíritu

III.1. Este es un domingo de transición que, de alguna manera, se recrea un poco en el mensaje del domingo pasado, quizás para señalar con más fuerza la importancia de lo que significan los comienzos de la vida pública de Jesús. Es verdad que históricamente nos hubiera gustado saber día a día lo que Jesús pudo hacer y sentir desde su nacimiento. Pero esta es una batalla de curiosidad perdida; también el silencio y el misterio, desde Nazaret hasta que se decide a salir de su pueblo, debe maravillarnos como una posibilidad del proyecto de Dios en el que no ocurre nada extraordinario, porque lo extraordinario es que Dios aprende a ser hombre.

III.2. Tampoco el evangelio de Juan nos va a ofrecer demasiados datos; por el contrario, pone sobre la boca de Juan el Bautista unas afirmaciones que llaman la atención: “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. ¿Es posible que un cordero (gr. amnos) se atreva con el pecador del mundo? ¿Por qué lo saluda así Juan el Bautista? De todas formas no debemos pasar por alto que dice “cordero de Dios” (amnos tou theou). La opinión más extendida es que ya aquí se está apuntando a la Pascua, al cordero Pascual que se sacrificaba en el templo para rememorar la liberación de Egipto. Un cordero frente al poder del mundo es demasiado, pero esa es la lucha que en la teología joánica se ha de poner de manifiesto: vida-muerte, amor-odio, luz-tinieblas son los contrastes con las cuales se expresa la misión de Jesús.

III.3. Este de hoy es uno de los textos de densidad cristológica inigualable. Su lectura se puede dividir en dos: vv. 29-31 y vv. 32-34. Sabemos que el evangelio de Juan no se anda por las ramas en lo que respecta a las afirmaciones cristológicas, de títulos, sobre Jesús. Por eso se ha dicho, con razón, que las afirmaciones del evangelio de Juan responden a una época bien tardía del Nuevo Testamento. Eso no significa que se haya desfigurado la base histórica del cristianismo primitivo; simplemente que se dan pasos muy avanzados. Efectivamente, sabemos que el evangelio de Juan tampoco es el resultado de una mano sola en su redacción o confección, sino de varias manos, de varias épocas, a la vez que se perciben polémicas y otras cosas semejantes. El texto de hoy es típico en este sentido.

III.4. El contraste entre Juan y Jesús es tan patente como si se describiera el amanecer y el mediodía, entre las sombras y la luz; entre el agua y el Espíritu. En el texto queda patente que Juan actuaba por medio del bautismo de agua para la conversión; de Jesús se quiere afirmar que trae el bautismo nuevo, radical, en el Espíritu, para la misma conversión y para la vida. Uno es algo ritual y externo; otro es interior y profundo: sin el Espíritu todo puede seguir igual, incluso la religión más acendrada. Esto es lo que el testo joánico de nuestro evangelista quiere subrayar. Y el hecho de que lo presente, al principio, como un “cordero” indica que su fuerza estará en la debilidad e incluso en la mansedumbre de un cordero (signo bíblico de la dulzura) dispuesto a ser “degollado”. En definitiva, el pecado absoluto del mundo, será vencido por el poder del Espíritu que trae Jesús. El bautismo de agua puede y tiene sentido, pero para significar el bautismo, el sumergirse, en el Espíritu de Dios que trae Jesús.

III.5. Probablemente se quiera combatir a algunos discípulos de Juan el Bautista que pertenecían a la comunidad joánica y necesitaban un testimonio de esta envergadura, porque todavía no habían comprendido verdaderamente el papel del Bautista como anunciador del verdadero Mesías. Juan, frente a Jesús, no tiene sino agua para purificar, pero eso es muy poca cosa para purificar corazones; así lo reconoce. Solamente el Espíritu que ha recibido y trae Jesús es capaz de lograr ese cambio de lo más íntimo de nuestro ser y de nuestra voluntad. Se quiere poner de manifiesto, pues, que Juan el Bautista pide a sus discípulos que desde ahora lo dejen a él y sigan al que se atreve a llamar (propio de la alta teología joánica) Hijo de Dios. Su papel está cumplido: saber ser amigo del esposo, como se dirá en otra ocasión. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).