“Yo
lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”
Terminado el tiempo de Navidad el
domingo pasado con el Bautismo del Señor e inaugurada la misión de Jesús y la
manifestación de su relación con Dios Padre bajo el impulso del Espíritu Santo,
le sigue el llamado Tiempo Ordinario en el que se recuerda el misterio de
Cristo en su plenitud. Es vivir cada domingo con la tensión propia de la
actitud devenida del Adviento y de la Navidad.
A lo largo de las lecturas de este
Tiempo Ordinario veremos a Jesús realizando su ministerio: predicando el Reino
de Dios, proclamando su voluntad amorosa y salvadora del Padre, dándonos vida y
salud, alegría y esperanza con sus gestos y milagros.
El domingo II con el que empieza, sigue
el mismo tono que el del domingo anterior, el del Bautismo del Señor, y su
manifestación por Juan Bautista.
Este Jesús, nos lo presenta Juan
Bautista como “El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” para llevar a
cumplimiento su misión en el mundo conformándose con el Siervo de Yahvé
profetizado por Isaías, en su segundo libro, y que se proclama en la Primera
Lectura de este domingo.
La Iglesia recuerda en este domingo a
los emigrantes y exiliados en la Jornada Mundial de las Migraciones bajo el
lema “Menores migrantes, vulnerables y sin voz”. También Jesús “emigró de un
lado a otro” sin tener dónde recostar su cabeza (Mt. 8 20).
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Los
poemas del servidor de Yavé presentan la figura de alguien que llega para
cumplir el plan salvífico que Dios ha proyectado. Los primeros cristianos
pudieron descubrir en estas profecías los rasgos de Jesús y de su misión: Él
llega señalado por Dios para llevar la luz de salvación a todas las naciones.
Lectura
del libro de Isaías 49, 3-6
El Señor me dijo: “Tú eres mi Servidor,
Israel, por ti yo me glorificaré”. Pero yo dije: “En vano me fatigué, para
nada, inútilmente, he gastado mi fuerza”. Sin embargo, mi derecho está junto al
Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y ahora, habla el Señor, el que me
formó desde el vientre materno para que yo sea su Servidor, para hacer que
Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y
mi Dios ha sido mi fortaleza. Él dice: “Es demasiado poco que seas mi Servidor
para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de
Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi
salvación hasta los confines de la tierra”.
Palabra de Dios.
Salmo
39, 2. 4ab. 7-10
R.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Esperé confiadamente en el Señor: Él se
inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Puso en mi boca un canto nuevo, un himno
a nuestro Dios. R.
Tú no quisiste víctima ni oblación; pero
me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, entonces dije:
“Aquí estoy”. R.
“En el libro de la Ley, está escrito lo
que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi
corazón”. R.
Proclamé gozosamente tu justicia en la
gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, tú lo sabes, Señor. R.
II
LECTURA
Observemos
los términos que san Pablo usa para denominar a los cristianos: son los santos,
los santificados. Con esto expresa que sobre todo cristiano ya ha obrado la
gracia de Dios. Somos criaturas transformadas por lo que el amor de Dios ha
hecho en cada uno de nosotros.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 1, 1-3
Pablo, llamado a ser apóstol de
Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, saludan a la Iglesia
de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús
y llamados a ser santos, junto con todos aquellos que en cualquier parte
invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro.
Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del
Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.
ALELUYA Jn 1a, 14. 12ª
Aleluya. La Palabra se hizo carne y
habitó entre nosotros. A todos los que la recibieron les dio el poder de llegar
a ser hijos de Dios. Aleluya.
EVANGELIO
¿Cómo
podemos llegar a proclamar que Jesús es el Cordero de Dios, el que tiene el
Espíritu, el Elegido de Dios? Sólo nuestra propia apertura a la obra del
Espíritu Santo nos convertirá en testigos. Es el Espíritu el que, obrando en
nosotros como lo hizo en Juan Bautista, nos permitirá llegar a este
conocimiento. Que no es un simple conocer intelectual, sino una verdadera
sabiduría que nos descubre quién es Jesús y la relación profunda que él quiere
entablar con cada uno de nosotros.
✜ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 1, 29-34
Juan Bautista vio acercarse a Jesús y
dijo: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me
refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque
existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para
que él fuera manifestado a Israel”. Y Juan dio este testimonio: “He visto al
Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo
conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre el que
veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el
Espíritu Santo”. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Yo no lo conocía
Jesús era el desconocido para Juan el
Bautista, como también hoy lo es en bastantes sitios y lugares e incluso para
algunos cristianos. Juan lo descubrió gracias al Espíritu que fue quien se lo
revela. Como cristianos, hemos de estar atentos a ese Espíritu, para ver al
Cristo que se revela en los sencillos y humildes, en el emigrante, en el
pequeño venido en patera, en la “violación de los derechos humanos” como dice
el Papa Francisco en el mensaje de esta jornada.
Si el Bautista, no lo conocía: “yo no lo
conocía”, quiere llamar con su redundancia a buscar al niño pequeño nacido hace
unos días y cuyo bautismo celebrábamos el domingo pasado.
El verdadero conocimiento del rostro de
Jesús en el mundo, se descubre por la apertura personal al Espíritu. La
liturgia del año dará pautas y momentos para que la cotidianidad se convierta
en eterna Navidad de un Dios-con-nosotros.
La actitud de búsqueda y espera de Juan
el Bautista, anima al discípulo de Cristo a seguir en constante tensión de
búsqueda esperanzada para que el sueño de Dios Padre, -“venga a nosotros tu
reino”-, sea realidad en el mundo. No ceja el precursor Juan en la tarea de
búsqueda, buen y gran ejemplo para quien aspira a ser verdadero seguidor del
Jesús. Para amar, hay que conocer.
Solo el Espíritu puede llevar al
seguidor de Cristo a proclamar, como Juan: “Éste es el Hijo de Dios. Éste es el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Si se reconoce la falta de
perfección en el ser humano, si la corrupción no se acepta como tal (llamándola
de otras maneras), si al extranjero se le ve como “extraño”, es porque en el
alma está dormido, -o no está-, el espíritu del Señor. Lo contrario obliga a decir
Él es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (pecado, palabra maldita
y que cada vez está más en desuso por molesta).
La necesidad de vivir este Tiempo
Ordinario con el espíritu del Adviento y Navidad del Dios-con-nosotros,
necesita de la pureza del ser humano, del baño purificador en el Espíritu para
confesar sin miedo que Jesús es el Hijo de Dios, nacido de María Virgen y
consecuentemente esa presencia de Dios-EN-nosotros obliga a cumplir su voluntad
cada día, como se proclama en el Salmo de este domingo: “Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad”. Proclamación que tiene implícita la filiación divina
del seguidor de Jesús vivida con el estilo de éste.
Ante el pluralismo religioso de hoy, el
cristiano de a pie ha de vivir en relación de apertura “relación positiva”, por
elección libre y personal, a la llamada del Señor, con carácter de servicio
como dice Isaías en la primera lectura en lo que se refiere al Siervo de Yahvé.
El servicio es luz que ilumina y manifiesta a Dios a los demás y hace que esté
orgulloso de sus servidores.
Ese orgullo divino se concreta cuando se
sale (Iglesia en salida) a las “periferias existenciales como dice el Papa
Francisco en esta Jornada Mundial de las Migraciones”. Identificar e
identificarse con el diferente, con el excluido, es fruto de la vivencia del
Espíritu de Dios en el ser humano y manifestación externa, que no puede
guardarse y le obliga a ser luz y testigo en un mundo necesitado de
espiritualidad profunda y manifestación de la divinización del hombre. Hambre
del Dios verdadero que nada tiene que ver con el poder, el dinero, el placer;
sino con el servicio sin acepción de personas. Si la salvación vivida
personalmente, no llega a los demás, no es verdadera salvación. El seguidor
Cristo es un misionero que no se queda en la búsqueda egoísta de la perfección
individual, sino que hace perfectible todo, y a todos, sin a orillar la
sabiduría de la Cruz y su paso por ella.
Es la llamada a la santidad y a la
apostolicidad, como dice Pablo a los Corintios, que no permite aparcarse en
esquemas favoritistas y/o oportunistas. No es tampoco esa santidad simple
práctica devocional, sino que está más cerca de la sabiduría de la cruz por el
contacto directo con el sufrimiento humano.
Como cristianos hemos de compartir la
experiencia de darlo todo por causa de la justicia. “Tocar al pobre puede
purificarnos de la hipocresía” en palabras del Papa Francisco. Tocar al
emigrante, al extranjero-extraño, al diferente, al que forzosamente ha tenido
que abandonar su tierra, es principio de purificación y verdadero conocimiento
de Dios por su espíritu en nosotros que nos permite reconocer a Dios, y a su
Hijo de ellos.
El cristiano que procure aumentar en sí
el conocimiento de Dios, vivirá, a lo largo de este año litúrgico, toda clase
de bendiciones venidas de lo Alto.
ESTUDIO BÍBLICO.
Iª
Lectura: Isaías (49,3-6): Misión del Siervo: luz de salvación para la humanidad
I.1. La primera lectura, del nuevo del
Deutero-Isaías, es del 2º cántico del Siervo de Yahvé. En este capítulo, la
figura del Siervo está más ceñida a la dimensión profética de este personaje
que canta el autor de los mismos. Sión, el pueblo entero, debe repensar su vida
a la luz de este personaje Siervo de Yahvé. Sabemos que estos cantos (Is
42,1-9: 49,1-7; 50,4-9) representan una de las cumbres teológicas del Antiguo
Testamento. Son poemas que han dado mucho que hablar, ya que en un momento
determinando descubrirán el valor redentor del sufrimiento, aunque no en el
texto de hoy. El papel del Siervo es reunir a Jacob e Israel, dos nombres,
epónimos, para hablar de la totalidad del pueblo. Reunir, pacificar,
consolar... siempre la humanidad ha tenido necesidad de estos valores. Y hoy,
como nunca, necesitamos a alguien como el Siervo que traiga esa luz a este
mundo dividido, en guerra, hambriento y desorientado.
I.2. Como este es un canto que describe
la vocación del “Siervo”, no hay nada comparable a la misión que el Señor le
encomienda: te haré luz de las naciones; ¿para qué?, para que “mi salvación
alcance hasta los confines de la tierra”. Pero aunque el texto de hoy, en la
lectura, ha eliminado el v. 4, no deberíamos dejarlo de lado. El descubrimiento
de la misión del siervo para ser luz de los pueblos le llega después de una
crisis, y es por la misión por lo que la vocación de este misterioso personaje
sale fortalecida; la crisis de identidad se cura anunciando salvación. Eso es
lo propio de un verdadero profeta de Dios. Estas palabras son las que
justifican verdaderamente la elección de nuestro texto (del canto 2º) para el
día de hoy, porque esa misión para el “siervo desconocido”, la vieron los
primeros cristianos realizada en la misión de Jesús de Nazaret: luz de
salvación para todos los pueblos, para la humanidad.
IIª Lectura: Iª Corintios (1,1-3): Saludo, en
Cristo y con Cristo, a la comunidad
II.1. La Primera Carta a los Corintios
inaugura hoy las lecturas de los siguientes domingos. Tendremos ocasión de
volver sobre ella, porque serán hilo conductor hasta los domingos de Cuaresma.
Esta carta de San Pablo a la comunidad de Corinto, en Grecia, en Acaya
concretamente, una de las ciudades más importantes donde el Apóstol predica el
cristianismo, es una de las más importantes de Pablo. Estamos ante un escrito
lleno de contrastes, de urgencias, de consultas, de decisiones apostólicas.
Merece la pena leerlo detenidamente, prepararse con esmero para su comprensión,
porque aparecerán temas muy decisivos.
II.2. En el encabezamiento de hoy,
señalemos la teología de la santificación del pueblo de Dios por medio de
Jesucristo. Es El, Cristo, quien lleva la iniciativa y por eso Pablo sabe que
su misión es tan importante en medio de la comunidad que él ha engendrado en su
Señor. Una comunidad que le dará mucho que hacer, pero a la que no niega el
título de salvación y santificación. Pablo era un hombre de personalidad
fuerte, incluso muy enamorado de su apostolado: pero nada es sin Cristo su
Señor y esto se debe poner de manifiesto desde el principio para todo lo que
nos trasmitirá.
Evangelio:
Juan (1,29-34): El don del bautismo en el Espíritu
III.1. Este es un domingo de transición
que, de alguna manera, se recrea un poco en el mensaje del domingo pasado,
quizás para señalar con más fuerza la importancia de lo que significan los
comienzos de la vida pública de Jesús. Es verdad que históricamente nos hubiera
gustado saber día a día lo que Jesús pudo hacer y sentir desde su nacimiento.
Pero esta es una batalla de curiosidad perdida; también el silencio y el
misterio, desde Nazaret hasta que se decide a salir de su pueblo, debe
maravillarnos como una posibilidad del proyecto de Dios en el que no ocurre
nada extraordinario, porque lo extraordinario es que Dios aprende a ser hombre.
III.2. Tampoco el evangelio de Juan nos
va a ofrecer demasiados datos; por el contrario, pone sobre la boca de Juan el
Bautista unas afirmaciones que llaman la atención: “el cordero de Dios que
quita el pecado del mundo”. ¿Es posible que un cordero (gr. amnos) se atreva
con el pecador del mundo? ¿Por qué lo saluda así Juan el Bautista? De todas
formas no debemos pasar por alto que dice “cordero de Dios” (amnos tou theou).
La opinión más extendida es que ya aquí se está apuntando a la Pascua, al
cordero Pascual que se sacrificaba en el templo para rememorar la liberación de
Egipto. Un cordero frente al poder del mundo es demasiado, pero esa es la lucha
que en la teología joánica se ha de poner de manifiesto: vida-muerte,
amor-odio, luz-tinieblas son los contrastes con las cuales se expresa la misión
de Jesús.
III.3. Este de hoy es uno de los textos
de densidad cristológica inigualable. Su lectura se puede dividir en dos: vv.
29-31 y vv. 32-34. Sabemos que el evangelio de Juan no se anda por las ramas en
lo que respecta a las afirmaciones cristológicas, de títulos, sobre Jesús. Por
eso se ha dicho, con razón, que las afirmaciones del evangelio de Juan
responden a una época bien tardía del Nuevo Testamento. Eso no significa que se
haya desfigurado la base histórica del cristianismo primitivo; simplemente que
se dan pasos muy avanzados. Efectivamente, sabemos que el evangelio de Juan
tampoco es el resultado de una mano sola en su redacción o confección, sino de
varias manos, de varias épocas, a la vez que se perciben polémicas y otras
cosas semejantes. El texto de hoy es típico en este sentido.
III.4. El contraste entre Juan y Jesús
es tan patente como si se describiera el amanecer y el mediodía, entre las
sombras y la luz; entre el agua y el Espíritu. En el texto queda patente que
Juan actuaba por medio del bautismo de agua para la conversión; de Jesús se
quiere afirmar que trae el bautismo nuevo, radical, en el Espíritu, para la
misma conversión y para la vida. Uno es algo ritual y externo; otro es interior
y profundo: sin el Espíritu todo puede seguir igual, incluso la religión más
acendrada. Esto es lo que el testo joánico de nuestro evangelista quiere
subrayar. Y el hecho de que lo presente, al principio, como un “cordero” indica
que su fuerza estará en la debilidad e incluso en la mansedumbre de un cordero
(signo bíblico de la dulzura) dispuesto a ser “degollado”. En definitiva, el
pecado absoluto del mundo, será vencido por el poder del Espíritu que trae
Jesús. El bautismo de agua puede y tiene sentido, pero para significar el
bautismo, el sumergirse, en el Espíritu de Dios que trae Jesús.
III.5. Probablemente se quiera combatir
a algunos discípulos de Juan el Bautista que pertenecían a la comunidad joánica
y necesitaban un testimonio de esta envergadura, porque todavía no habían
comprendido verdaderamente el papel del Bautista como anunciador del verdadero
Mesías. Juan, frente a Jesús, no tiene sino agua para purificar, pero eso es
muy poca cosa para purificar corazones; así lo reconoce. Solamente el Espíritu
que ha recibido y trae Jesús es capaz de lograr ese cambio de lo más íntimo de
nuestro ser y de nuestra voluntad. Se quiere poner de manifiesto, pues, que
Juan el Bautista pide a sus discípulos que desde ahora lo dejen a él y sigan al
que se atreve a llamar (propio de la alta teología joánica) Hijo de Dios. Su
papel está cumplido: saber ser amigo del esposo, como se dirá en otra ocasión.
(Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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