domingo, 22 de enero de 2017

DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Vengan y síganme, y yo los haré pescadores de hombres”

Los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía; ¿Porque cuántos bautismos han recibido ustedes?

Un solo bautismo y un solo Señor. Estamos en la semana de la Unidad de los Cristianos. La palabra de Dios de la primera carta a los Corintios que leemos en la segunda lectura de la misa de hoy pone al rojo vivo las discordias que hay entre nosotros, los discípulos de Jesús, los cristianos, los que nos reclamamos de aquél que quiere todos seamos Uno. Para ello es necesaria la conversión. No basta con una simple vuelta a la unidad. Hemos de romper con el pasado, hemos de cambiar de orientación, conducirnos con otros criterios. San Pablo pone el dedo en la llaga cuando pregunta a los Corintios ¿en nombre de quién han sido bautizados? ¿cuántos bautismos han recibido para estar enfrentados?

No hay que evitar la palabra conversión para hablar hoy de vuelta a la unidad. Al contrario, conversión es quizás la palabra más adecuada. Porque tenemos que romper con muchas ataduras, con malas costumbres muy arraigadas, con falsas interpretaciones, con cómodas formas de vivir, con modos seculares de organizar la vida eclesial, con prácticas que anteponen los intereses propios y del grupo al anuncio del Evangelio. La ruptura eclesial rompe también con el Evangelio. Por eso tenemos que convertirnos, desentendernos de muchas cosas, con las que estamos familiarizados y tal vez disfrutamos, para poder volver a la unidad querida por Cristo, “con un mismo pensar y sentir”, como pide san Pablo a los Corintios.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

En medio de tantas noches, personales y comunitarias, hay una luz. Dios se abre paso en medio de la oscuridad, como lo hizo en el primer instante de la creación, cuando dijo “que exista la luz”. Su presencia, lo sabemos por experiencia personal seguramente, ilumina todo. Y cuando nos dejamos llenar por esta luz, nos volvemos también radiantes.

Lectura del libro de Isaías 8, 23b—9, 3

En un primer tiempo, el Señor humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en el futuro llenará de gloria la ruta del mar, el otro lado del Jordán, el distrito de los paganos. El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.
Palabra de Dios.

Salmo 26, 1. 4. 13-14

R. El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R.

Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo. R.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor. R.

II LECTURA

 “Pablo no parece enfrentar –no al menos en esta parte– a este o aquel grupo, sino al hecho de que los haya. Es posible que el tema del bautismo se introduzca al comienzo del debate precisamente por ser este el que provoca la ‘unidad en Cristo’, pero Pablo afirma claramente que Cristo no lo envió a bautizar sino a evangelizar (1, 17), y no cualquier predicación, sino una que no haga ‘nada’ la cruz, palabra que es locura para los que no acceden a la fe”.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 1, 10-14. 16-17

Hermanos: En el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir. Porque los de la familia de Cloe me han contado que hay discordias entre ustedes. Me refiero a que cada uno afirma: “Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo”. ¿Acaso Cristo está dividido? ¿O es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O será que ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo? Felizmente yo no he bautizado a ninguno de ustedes, excepto a Crispo y a Gayo. Sí, también he bautizado a la familia de Estéfanas, pero no recuerdo haber bautizado a nadie más. Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia.
Palabra de Dios.

ALELUYA        cf. Mt 4, 23

Aleluya. Jesús proclamaba la Buena Noticia del Reino y sanaba todas las dolencias de la gente. Aleluya.

EVANGELIO

El Evangelio nos hace relacionar la predicación de Jesús con la luz que inunda las tinieblas. Su palabra, su vida, sus gestos, se transforman en luz para los pueblos y corazones que atraviesan muchas noches.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 4, 12-23

Cuando Jesús se enteró de que Juan Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: “¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz”. A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”. Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron. Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Inicio de la predicación de Jesús en Galilea

Ya desde el principio de su ministerio, la predicación de Jesús no es sólo para los judíos. Mateo presenta el mensaje salvador de Jesús en el contexto de la profecía de Isaías: “País de Zabulón y país de Neftalí… Galilea de los gentiles… a los que habitaban en tierra y sombra de muerte, una luz les brilló”. Con la predicación de Jesús la luz de las naciones anunciada por el profeta Isaías sobrepasa los límites de Judea. El reino de Dios será anunciado al mundo entero. Pero lo que aquí nos cuenta hoy Mateo es solo el inicio de la proyección universal de la predicación de Jesús.

Los datos que señala Mateo sobre la situación de la acción misionera de Jesús parecen relevantes para entender la relevancia que le da: Jesús se retira a Galilea cuando se entera de que Juan el Bautista ha sido arrestado por Herodes, deja también Nazaret (en Galilea, donde había vivido con su familia desde su adolescencia) y se establece en Cafarnaúm, junto al lago de Galilea. La residencia en Cafarnaún es todo un símbolo de su proyecto evangelizador. Cafarnaún, ciudad fronteriza entre el pueblo de Israel y el pueblo pagano, era un centro de comunicaciones y de movimiento económico.

Eso sucede en los términos de Zabulón y Neftalí, es decir, en las regiones habitadas antiguamente por esas tribus. El evangelista ve cumplida en este hecho de la predicación de Jesús en Cafarnaúm y en Galilea,  una de las más celebres profecías de Isaías (9,1.2), en la cual predice que precisamente en esta región, entonces humillada y despreciada, había de lucir, antes que en otros sitios, la luz mesiánica. Las regiones habitadas por las tribus de Neftalí y Zabulón, y toda la Galilea, habían sido devastadas durante la guerra con los asirios y entregadas en gran parte a manos de los gentiles. Allí precisamente comenzará a resplandecer la luz mesiánica, confirmada con los milagros y vida de Jesús.

Conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos

Pero ni la conversión que predica Jesús es circunstancial, del momento en que estamos y de los problemas que tenemos ahora, ni su paso de Judea a Galilea, solo una avanzadilla, en su proyecto evangelizador.

2.1 Porque la estancia en Cafarnaúm no será estable y cerrada, Jesús va adoptar una forma nueva de proclamación de la Palabra: la itinerancia. Será una itinerancia permanente durante todo su ministerio, que le liberará de todas las limitaciones de lugar, de vinculaciones familiares y de  sujeciones políticas. Jesús no va a vivir atado a los lazos de familia ni de los orígenes políticos de la familia de José en Nazaret ni de las referencias a Belén de Judá (donde nació). Esa libertad espacial le permitirá llegar a pueblos y aldeas para anunciarles la buena nueva. Su familia es quien le escucha y cumple su palabra, y su pueblo, donde predica, sin distinción.

2.2 Pero, sobre todo, la conversión que predica Jesús va mucho más allá de lo circunstancial. Es una urgencia que no permite el aplazamiento. La inminencia del Reino de Dios  no puede dar largas a la respuesta, a la conversión. Supone volverse ya a Dios con toda la profundidad y radicalidad del arrepentimiento. Si en la predicación de Juan el Bautista la urgencia se debe a la proximidad del reino anunciada por el precursor, en la predicación de Jesús se transforma en la presencia de la misma persona de Jesús: Él que constituye el reino de Dios. Por eso el mensaje de  conversión que anuncia Jesús es una auténtica provocación: el reino de Dios está ya allí mismo, quien no lo acepta, quien no se convierte, quien no cambia de mente, de voluntad, de vida,  menosprecia el encuentro con Jesús: porque Él es el reino de Dios que se le ofrece.

Vengan y síganme, yo los haré pescadores de hombres

Si la urgencia de la conversión es tal y no admite aplazamiento alguno, en la primera llamada de Jesús, según Mateo,  lo que llama la atención es que Jesús pide que le sigan a Él personalmente y la generosa obediencia de los llamados.

Según el modelo evangélico, cuando el Señor llama, no hay tiempo para los retrasos y los condicionamientos. Hay que responder inmediatamente. Así lo hicieron aquellos primeros seguidores de Jesús. Esperemos que también nosotros seamos igual de diligentes.

Mateo narra la llamada de dos parejas de hermanos: Pedro y Andrés, Santiago y Juan. La llamada de Jesús tiene dos partes: primera, vengan y síganme –la comunidad-, y, segunda, yo los haré pescadores de hombres –la misión-. Ya desde el primer momento, Jesús hace una comunidad a su alrededor, que la forman sus  seguidores. A esta comunidad él  mismo le marca la misión, la de “anunciar” el Evangelio a tiempo completo, diríamos hoy. Dejarán la profesión de pescadores en el lago de Galilea por la de  “pescadores de hombres”.

Tal como lo narra el evangelista Mateo, los jóvenes galileos entendieron bien la llamada de Jesús. Dejaron la barca y a su padre, y siguieron a Jesús. Lo que les ofreció no parece, pues,  un trabajo a tiempo parcial o temporal. Lo dejan todo, inmediatamente y sin retorno. Pasaron de “pescadores de peces “ a “pescadores de hombres”. Les dio una definición nueva a su vida.

Cafarnaúm tampoco marcó un límite a la proclamación de Evangelio de Jesús. Mateo señala,  al contrario, que recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas, y curando las enfermedades y dolencias de las gentes.  

ESTUDIO BÍBLICO.

Iª Lectura: Isaías (8,23-9,3): Poema de la paz

I.1. Esta lectura, forma parte de uno de los poemas más sobresalientes del libro del gran maestro del s. VIII. En realidad, se trata solamente de la introducción de un poema a la paz (8,23-9,6), como lo ha descrito brillantemente un gran especialista español. Diríamos que la lectura no es completa porque falta la descripción de por qué llega la luz a Galilea, al territorio antes desolado y en tinieblas; es decir, aquello de “un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado...”. Es un poema que muchos estudiosos atribuyen a la escuela de Isaías, no al maestro directamente, y que vendría a descifrar un momento determinante de la historia de Judá, concretamente un siglo después, cuando el gran rey Josías (640-609 a. C.), un muchacho todavía, sube al trono, a causa del asesinato de su padre Amón, con el propósito de liberar el norte, la Galilea de los gentiles, de la opresión de los asirios.

I.2. Así vivieron durante mucho tiempo, caminando en tinieblas y habitando tierra de sombras, todo el tiempo de su bisabuelo Manasés (cf 2 Re, 21-3-9), unos cincuenta años, que estuvo en manos de la política y las influencias religiosas de Asiria. De repente, se produce el cambio prodigioso e inesperado: brilla una luz que lo inunda todo de alegría, semejante a lo que se experimenta cuando llega la siega o se reparte el botín, en razón del final de la opresión o del final de la guerra. En este contexto histórico, pues, se explica mejor este poema de la paz, que la tradición cristiana lo entendía como mesiánico y lo aplicó a Jesús, como vemos, en el evangelio del día de hoy en Mateo.

I.3. Pero como sucede casi siempre con los oráculos proféticos, no todo se explica por el acierto del momento en que se pronuncian (aunque es importante), sino por el futuro que llevan esos oráculos en sus entrañas. Los profetas, a veces, ni siquiera pueden controlar sus imágenes, sus símbolos o su eficacia. En realidad este oráculo no puede extinguirse en un presente que pronto terminó… sino que encienden en las palabras del profeta los dones divinos que son el futuro de la humanidad. El Dios de la paz, de la justicia se ha de hacer presente en la historia de una forma eficaz y concreta. Y esto lo percibieron los cristianos al identificar a Jesús con el Mesías.

IIª Lectura: Iª Corintios (1,10-17): Exhortación a la comunión de la comunidad

II.1. La segunda lectura viene a ser una exhortación a la unidad de la comunidad de Corinto. Las gentes de Cloe, una familia, o una comunidad, se han llegado hasta Éfeso, donde estaba Pablo, y le han informado que la comunidad estaba dividida en “partidos”, en grupos, que se atenían a personajes influyentes: Pedro, Pablo, Apolo; se discute si “yo de Cristo” revela un grupo más, o es una expresión de Pablo para dejar claro que todos los cristianos, al único a quien deben seguir, es a Jesucristo. Pablo, además, protesta porque no se ha dedicado a bautizar a muchos en la comunidad, lo han hecho otros. Pero él no quiere ser el maestro de un grupo específico; él ha engendrado a esta comunidad para que viva en el Señor un misterio de comunión, y como él, todos aquellos que hayan recibido el evangelio de uno u otro predicador. La comunión en la Iglesia es más importante que depender de un maestro de doctrina o espiritual.

II.2. Una palabra clave que se ha discutido mucho de esta exhortación es “divisiones” (schísmata) y que muchos identifican con los “partidos” de la Iglesia de Corinto. Se trataría de tendencias ideológicas, claro, no en sentido social propiamente hablando. Existen diversidad de opiniones al respecto, incluso que el grupo de Pablo fuera el de aquellos que se sienten, como el apóstol, libres del yugo de la ley y de las tradiciones judías; como matiz para diferenciarlo de los de Pedro. Aunque, en realidad, el grupo más delicado de enmarcar sería el de Apolo (¿algo así como un grupo de carismáticos de tendencia helenista con tintes de sabiduría? ¡no está claro!). La diversidad de opiniones teológicas no están condenadas en estas pocas palabras de Pablo, pero no se podría decir los mismo cuando esa diversidad teológica rompe la comunión de la ekklesía. ¿Cómo lo soluciona Pablo? Mediante su hermosa y decisiva “theologia crucis” que seguirá a partir del v. 18.

Evangelio: Mateo (4,12-23): El Reino y el Evangelio de Dios

III.1. El evangelio de Mateo está centrado, específicamente, en actualizar el texto de Isaías que se ha leído en la primera lectura, en una aplicación radical a Jesús de las palabras sobre la luz nueva en Galilea. En la tradición de Marcos ya se había dejado bien sentado que Jesús comienza su actividad una vez que Juan el Bautista ha sido encarcelado. Esto obedece, más probablemente, a planteamientos teológicos que históricos, ya que ambos pudieron coincidir en su actividad. En realidad, Juan y Jesús actuaban con criterios distintos. Jesús es la novedad, la buena noticia, para los que durante siglos habían caminado en tinieblas y en sombras de muerte. Si el texto de Is 8,23ss se refería a una época muy concreta que precedió al rey Josías, en la tradición cristiana primitiva se entendió esto como consecuencia del oscurantismo del judaísmo que había hecho callar durante mucho tiempo la profecía, la verdadera palabra de Dios, que interpretaba la historia con criterios liberadores.

III.2. Y hay más; esta luz no viene de Jerusalén, sino que aparece en Galilea, en los territorios de las tribus de Zabulón y Neftalí, que siempre habían tenido fama de ser una región abierta al paganismo. Más concretamente, Jesús, dejando Nazaret, se establece en una ciudad del lago de Galilea, en Cafarnaún. Es aquí donde comienza a oírse la novedad de la predicación del Reino de Dios, de los cielos, como le gusta decir al evangelio de Mateo. La otra parte del texto evangélico de hoy, la llamada de los primeros discípulos, Pedro y Andrés, Santiago y Juan, -que puede omitirse-, es una consecuencia de la predicación del evangelio, que siempre, donde se predique, tendrá seguidores. En realidad está siguiendo el texto de Marcos 1,14ss.

III.3. Mateo, pues, ha leído el texto de Marcos sobre el programa de Jesús: el tiempo que se acerca es el tiempo del evangelio, de la buena nueva, que exige un cambio de mentalidad (¡convertirse!) y una confianza absoluta (creer) en el evangelio. Los dos elementos fundamentales de este programa, ya han sido puestos de manifiestos por todos: el reinado de Dios (el reino de los cielos le llama Mateo) y la buena noticia que este reino supone como acontecimiento para el mundo y la para la historia. El evangelista, al apoyar este programa en el texto de Is. 8,23ss, está poniendo de manifiesto que esto es el “cumplimiento” de una promesa de Dios por medio de sus profetas antiguos, en este caso Isaías. La “escuela de Mateo” es muy reflexiva al respecto, dando a entender lo que sucede con la actuación de Jesús, desde el principio: llevar adelante el “proyecto de Dios”.

III.4. Sabemos que ese reino, (malkut, en hebreo) no debe entenderse en sentido político directamente. Pero tampoco es algo abstracto como pudiera parecer en primera instancia. Si bien es verdad que no se trata de un concepto espacial ni estático, sino dinámico, entonces debemos deducir que lo que Jesús quiere anunciar con este tiempo nuevo que se acerca es la soberanía de la voluntad salvífica y amorosa de Dios con su pueblo y con todos los hombres. Por eso basileia (griego) o malkut (hebreo) no debería traducirse directamente por “reino”, sino por “reinado”: es algo nuevo que acontece precisamente porque alguien está dispuesto a que sea así. Este es Jesús mismo, el profeta de Nazaret de Galilea, que se siente inspirado y fortalecido para poner a servicio de la soberanía o la voluntad de Dios, todo su ser y todo su vida.

III.5. Si Jesús anuncia que Dios va a reinar (lo cual no es desconocido en la mentalidad judía) es que está proclamando o defendiendo algo verdaderamente decisivo. Si antes no ha sido así es porque es necesario un nuevo giro en la historia y en la religión de este pueblo que tiene a Dios por rey. No se trata, pues, simplemente de aplicarle a Dios el título de rey o de atribuirle un reino espacial, sino del acontecimiento que pone patas arriba todo lo que hasta ahora se ha pensado en la práctica sobre Dios y sobre su voluntad. Dios no será un Dios sin corazón, sin entrañas; o un Dios que no se compadezca de los pobres y afligidos, sino que estará con los que sufren y lloran, aunque no sean cumplidores de los preceptos de la ley y de las tradiciones religiosas ancestrales inhumanas. En definitiva, Dios quiere “reinar” y lo hará como ya los profetas lo habían anunciado, pero incluso con más valentía si cabe. Esa es la novedad y por eso lo que acontece ahora, unido al concepto “reino de Dios” o “de los cielos”, es el evangelio. Con razón se ha dicho que estamos ante el verdadero “programa” de Jesús, el profeta de Nazaret: anunciar el reinado de Dios como buena noticia para la gente.


III.6. El acierto de la escuela cristiana de Mateo fue precisamente leer las Escrituras, Is. 8,23ss precisamente, a la luz de la vida de Jesús. Ahora se están cumpliendo esas palabras de Isaías, cuando el profeta de Galilea anuncia el evangelio del Reino. Siendo esto así, no se podría entender que el cristianismo no sea siempre una religión que aporte al mundo “buenas noticias” de salvación. Siendo esto así, la Iglesia no puede cerrarse en un mensaje contra-evangélico, porque sería repetir, por agotamiento, la experiencia caduca del judaísmo oficial del tiempo de Jesús. Este es el gran reto, pues, para todos los cristianos. Porque Dios quiere “reinar” salvando, haciendo posible la paz y la concordia. De ahí que el reino de Dios, tal como Jesús lo exterioriza, representa la transformación más radical de valores que jamás se haya podido anunciar. Porque es la negación y el cambio, desde sus cimientos, del sistema social establecido. Este sistema, como sabemos bien, se asienta en la competitividad, la lucha del más fuerte contra el más débil y la dominación del poderoso sobre el que no tiene poder. Y esto no se reduce simplemente a una visión social, sino que es también, y más si cabe, religiosa, porque Jesús proclama que Dios es padre de todos por igual. Y si es padre, eso quiere decir obviamente que todos somos hermanos. Y si hermanos, por consiguiente iguales y solidarios los unos de los otros. Además, en toda familia bien nacida, si a alguien se privilegia, es precisamente al menos favorecido, al despreciado y al indefenso. He ahí el ideal de lo que representa el reinado de Dios en la predicación de Jesús; estas son las buenas noticias que le dan identidad al cristianismo. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).

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