“Vengan y síganme, y yo los haré pescadores de hombres”
Los exhorto a que se pongan de acuerdo:
que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía; ¿Porque cuántos
bautismos han recibido ustedes?
Un solo bautismo y un solo Señor.
Estamos en la semana de la Unidad de los Cristianos. La palabra de Dios de la primera
carta a los Corintios que leemos en la segunda lectura de la misa de hoy pone
al rojo vivo las discordias que hay entre nosotros, los discípulos de Jesús,
los cristianos, los que nos reclamamos de aquél que quiere todos seamos Uno.
Para ello es necesaria la conversión. No basta con una simple vuelta a la
unidad. Hemos de romper con el pasado, hemos de cambiar de orientación,
conducirnos con otros criterios. San Pablo pone el dedo en la llaga cuando
pregunta a los Corintios ¿en nombre de quién han sido bautizados? ¿cuántos
bautismos han recibido para estar enfrentados?
No hay que evitar la palabra conversión
para hablar hoy de vuelta a la unidad. Al contrario, conversión es quizás la
palabra más adecuada. Porque tenemos que romper con muchas ataduras, con malas
costumbres muy arraigadas, con falsas interpretaciones, con cómodas formas de
vivir, con modos seculares de organizar la vida eclesial, con prácticas que
anteponen los intereses propios y del grupo al anuncio del Evangelio. La
ruptura eclesial rompe también con el Evangelio. Por eso tenemos que
convertirnos, desentendernos de muchas cosas, con las que estamos
familiarizados y tal vez disfrutamos, para poder volver a la unidad querida por
Cristo, “con un mismo pensar y sentir”, como pide san Pablo a los Corintios.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
En
medio de tantas noches, personales y comunitarias, hay una luz. Dios se abre
paso en medio de la oscuridad, como lo hizo en el primer instante de la
creación, cuando dijo “que exista la luz”. Su presencia, lo sabemos por
experiencia personal seguramente, ilumina todo. Y cuando nos dejamos llenar por
esta luz, nos volvemos también radiantes.
Lectura
del libro de Isaías 8, 23b—9, 3
En un primer tiempo, el Señor humilló al
país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en el futuro llenará de gloria la
ruta del mar, el otro lado del Jordán, el distrito de los paganos. El pueblo
que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en
el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría,
has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la
cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo
que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo
eso lo has destrozado como en el día de Madián.
Palabra de Dios.
Salmo
26, 1. 4. 13-14
R.
El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a
quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R.
Una sola cosa he pedido al Señor, y esto
es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida, para
gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo. R.
Yo creo que contemplaré la bondad del
Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor
y espera en el Señor. R.
II
LECTURA
“Pablo no parece enfrentar –no al menos en
esta parte– a este o aquel grupo, sino al hecho de que los haya. Es posible que
el tema del bautismo se introduzca al comienzo del debate precisamente por ser
este el que provoca la ‘unidad en Cristo’, pero Pablo afirma claramente que Cristo
no lo envió a bautizar sino a evangelizar (1, 17), y no cualquier predicación,
sino una que no haga ‘nada’ la cruz, palabra que es locura para los que no
acceden a la fe”.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 1, 10-14.
16-17
Hermanos: En el Nombre de nuestro Señor
Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones
entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y
de sentir. Porque los de la familia de Cloe me han contado que hay discordias
entre ustedes. Me refiero a que cada uno afirma: “Yo soy de Pablo, yo de Apolo,
yo de Cefas, yo de Cristo”. ¿Acaso Cristo está dividido? ¿O es que Pablo fue
crucificado por ustedes? ¿O será que ustedes fueron bautizados en el nombre de
Pablo? Felizmente yo no he bautizado a ninguno de ustedes, excepto a Crispo y a
Gayo. Sí, también he bautizado a la familia de Estéfanas, pero no recuerdo
haber bautizado a nadie más. Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a
anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que
la cruz de Cristo no pierda su eficacia.
Palabra de Dios.
ALELUYA
cf. Mt 4, 23
Aleluya. Jesús proclamaba la Buena
Noticia del Reino y sanaba todas las dolencias de la gente. Aleluya.
EVANGELIO
El
Evangelio nos hace relacionar la predicación de Jesús con la luz que inunda las
tinieblas. Su palabra, su vida, sus gestos, se transforman en luz para los
pueblos y corazones que atraviesan muchas noches.
✜ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 4, 12-23
Cuando Jesús se enteró de que Juan
Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se
estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y
Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta
Isaías: “¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania,
Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran
luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una
luz”. A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: “Conviértanse, porque
el Reino de los Cielos está cerca”. Mientras caminaba a orillas del mar de
Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano
Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo:
“Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, ellos dejaron
las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a
Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con
Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente,
ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron. Jesús recorría toda la
Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la Buena Noticia del
Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Inicio
de la predicación de Jesús en Galilea
Ya desde el principio de su ministerio,
la predicación de Jesús no es sólo para los judíos. Mateo presenta el mensaje
salvador de Jesús en el contexto de la profecía de Isaías: “País de Zabulón y
país de Neftalí… Galilea de los gentiles… a los que habitaban en tierra y
sombra de muerte, una luz les brilló”. Con la predicación de Jesús la luz de
las naciones anunciada por el profeta Isaías sobrepasa los límites de Judea. El
reino de Dios será anunciado al mundo entero. Pero lo que aquí nos cuenta hoy
Mateo es solo el inicio de la proyección universal de la predicación de Jesús.
Los datos que señala Mateo sobre la
situación de la acción misionera de Jesús parecen relevantes para entender la
relevancia que le da: Jesús se retira a Galilea cuando se entera de que Juan el
Bautista ha sido arrestado por Herodes, deja también Nazaret (en Galilea, donde
había vivido con su familia desde su adolescencia) y se establece en Cafarnaúm,
junto al lago de Galilea. La residencia en Cafarnaún es todo un símbolo de su
proyecto evangelizador. Cafarnaún, ciudad fronteriza entre el pueblo de Israel
y el pueblo pagano, era un centro de comunicaciones y de movimiento económico.
Eso sucede en los términos de Zabulón y
Neftalí, es decir, en las regiones habitadas antiguamente por esas tribus. El
evangelista ve cumplida en este hecho de la predicación de Jesús en Cafarnaúm y
en Galilea, una de las más celebres
profecías de Isaías (9,1.2), en la cual predice que precisamente en esta
región, entonces humillada y despreciada, había de lucir, antes que en otros
sitios, la luz mesiánica. Las regiones habitadas por las tribus de Neftalí y
Zabulón, y toda la Galilea, habían sido devastadas durante la guerra con los
asirios y entregadas en gran parte a manos de los gentiles. Allí precisamente
comenzará a resplandecer la luz mesiánica, confirmada con los milagros y vida
de Jesús.
Conviértanse,
porque está cerca el reino de los cielos
Pero ni la conversión que predica Jesús
es circunstancial, del momento en que estamos y de los problemas que tenemos
ahora, ni su paso de Judea a Galilea, solo una avanzadilla, en su proyecto
evangelizador.
2.1 Porque la estancia en Cafarnaúm no
será estable y cerrada, Jesús va adoptar una forma nueva de proclamación de la
Palabra: la itinerancia. Será una itinerancia permanente durante todo su
ministerio, que le liberará de todas las limitaciones de lugar, de
vinculaciones familiares y de sujeciones
políticas. Jesús no va a vivir atado a los lazos de familia ni de los orígenes
políticos de la familia de José en Nazaret ni de las referencias a Belén de
Judá (donde nació). Esa libertad espacial le permitirá llegar a pueblos y
aldeas para anunciarles la buena nueva. Su familia es quien le escucha y cumple
su palabra, y su pueblo, donde predica, sin distinción.
2.2 Pero, sobre todo, la conversión que
predica Jesús va mucho más allá de lo circunstancial. Es una urgencia que no
permite el aplazamiento. La inminencia del Reino de Dios no puede dar largas a la respuesta, a la conversión.
Supone volverse ya a Dios con toda la profundidad y radicalidad del
arrepentimiento. Si en la predicación de Juan el Bautista la urgencia se debe a
la proximidad del reino anunciada por el precursor, en la predicación de Jesús
se transforma en la presencia de la misma persona de Jesús: Él que constituye
el reino de Dios. Por eso el mensaje de
conversión que anuncia Jesús es una auténtica provocación: el reino de
Dios está ya allí mismo, quien no lo acepta, quien no se convierte, quien no
cambia de mente, de voluntad, de vida,
menosprecia el encuentro con Jesús: porque Él es el reino de Dios que se
le ofrece.
Vengan
y síganme, yo los haré pescadores de hombres
Si la urgencia de la conversión es tal y
no admite aplazamiento alguno, en la primera llamada de Jesús, según
Mateo, lo que llama la atención es que
Jesús pide que le sigan a Él personalmente y la generosa obediencia de los
llamados.
Según el modelo evangélico, cuando el
Señor llama, no hay tiempo para los retrasos y los condicionamientos. Hay que
responder inmediatamente. Así lo hicieron aquellos primeros seguidores de
Jesús. Esperemos que también nosotros seamos igual de diligentes.
Mateo narra la llamada de dos parejas de
hermanos: Pedro y Andrés, Santiago y Juan. La llamada de Jesús tiene dos
partes: primera, vengan y síganme –la comunidad-, y, segunda, yo los haré
pescadores de hombres –la misión-. Ya desde el primer momento, Jesús hace una
comunidad a su alrededor, que la forman sus
seguidores. A esta comunidad él
mismo le marca la misión, la de “anunciar” el Evangelio a tiempo
completo, diríamos hoy. Dejarán la profesión de pescadores en el lago de
Galilea por la de “pescadores de
hombres”.
Tal como lo narra el evangelista Mateo,
los jóvenes galileos entendieron bien la llamada de Jesús. Dejaron la barca y a
su padre, y siguieron a Jesús. Lo que les ofreció no parece, pues, un trabajo a tiempo parcial o temporal. Lo
dejan todo, inmediatamente y sin retorno. Pasaron de “pescadores de peces “ a
“pescadores de hombres”. Les dio una definición nueva a su vida.
Cafarnaúm tampoco marcó un límite a la
proclamación de Evangelio de Jesús. Mateo señala, al contrario, que recorría toda Galilea,
enseñando en las sinagogas, y curando las enfermedades y dolencias de las
gentes.
ESTUDIO BÍBLICO.
Iª
Lectura: Isaías (8,23-9,3): Poema de la paz
I.1. Esta lectura, forma parte de uno de
los poemas más sobresalientes del libro del gran maestro del s. VIII. En
realidad, se trata solamente de la introducción de un poema a la paz
(8,23-9,6), como lo ha descrito brillantemente un gran especialista español.
Diríamos que la lectura no es completa porque falta la descripción de por qué
llega la luz a Galilea, al territorio antes desolado y en tinieblas; es decir,
aquello de “un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado...”. Es un poema que
muchos estudiosos atribuyen a la escuela de Isaías, no al maestro directamente,
y que vendría a descifrar un momento determinante de la historia de Judá,
concretamente un siglo después, cuando el gran rey Josías (640-609 a. C.), un
muchacho todavía, sube al trono, a causa del asesinato de su padre Amón, con el
propósito de liberar el norte, la Galilea de los gentiles, de la opresión de
los asirios.
I.2. Así vivieron durante mucho tiempo,
caminando en tinieblas y habitando tierra de sombras, todo el tiempo de su
bisabuelo Manasés (cf 2 Re, 21-3-9), unos cincuenta años, que estuvo en manos
de la política y las influencias religiosas de Asiria. De repente, se produce
el cambio prodigioso e inesperado: brilla una luz que lo inunda todo de
alegría, semejante a lo que se experimenta cuando llega la siega o se reparte
el botín, en razón del final de la opresión o del final de la guerra. En este
contexto histórico, pues, se explica mejor este poema de la paz, que la
tradición cristiana lo entendía como mesiánico y lo aplicó a Jesús, como vemos,
en el evangelio del día de hoy en Mateo.
I.3. Pero como sucede casi siempre con
los oráculos proféticos, no todo se explica por el acierto del momento en que
se pronuncian (aunque es importante), sino por el futuro que llevan esos
oráculos en sus entrañas. Los profetas, a veces, ni siquiera pueden controlar
sus imágenes, sus símbolos o su eficacia. En realidad este oráculo no puede
extinguirse en un presente que pronto terminó… sino que encienden en las
palabras del profeta los dones divinos que son el futuro de la humanidad. El
Dios de la paz, de la justicia se ha de hacer presente en la historia de una
forma eficaz y concreta. Y esto lo percibieron los cristianos al identificar a
Jesús con el Mesías.
IIª
Lectura: Iª Corintios (1,10-17): Exhortación a la comunión de la comunidad
II.1. La segunda lectura viene a ser una
exhortación a la unidad de la comunidad de Corinto. Las gentes de Cloe, una
familia, o una comunidad, se han llegado hasta Éfeso, donde estaba Pablo, y le
han informado que la comunidad estaba dividida en “partidos”, en grupos, que se
atenían a personajes influyentes: Pedro, Pablo, Apolo; se discute si “yo de
Cristo” revela un grupo más, o es una expresión de Pablo para dejar claro que
todos los cristianos, al único a quien deben seguir, es a Jesucristo. Pablo,
además, protesta porque no se ha dedicado a bautizar a muchos en la comunidad,
lo han hecho otros. Pero él no quiere ser el maestro de un grupo específico; él
ha engendrado a esta comunidad para que viva en el Señor un misterio de
comunión, y como él, todos aquellos que hayan recibido el evangelio de uno u
otro predicador. La comunión en la Iglesia es más importante que depender de un
maestro de doctrina o espiritual.
II.2. Una palabra clave que se ha
discutido mucho de esta exhortación es “divisiones” (schísmata) y que muchos
identifican con los “partidos” de la Iglesia de Corinto. Se trataría de
tendencias ideológicas, claro, no en sentido social propiamente hablando.
Existen diversidad de opiniones al respecto, incluso que el grupo de Pablo
fuera el de aquellos que se sienten, como el apóstol, libres del yugo de la ley
y de las tradiciones judías; como matiz para diferenciarlo de los de Pedro.
Aunque, en realidad, el grupo más delicado de enmarcar sería el de Apolo (¿algo
así como un grupo de carismáticos de tendencia helenista con tintes de
sabiduría? ¡no está claro!). La diversidad de opiniones teológicas no están
condenadas en estas pocas palabras de Pablo, pero no se podría decir los mismo
cuando esa diversidad teológica rompe la comunión de la ekklesía. ¿Cómo lo
soluciona Pablo? Mediante su hermosa y decisiva “theologia crucis” que seguirá
a partir del v. 18.
Evangelio:
Mateo (4,12-23): El Reino y el Evangelio de Dios
III.1. El evangelio de Mateo está
centrado, específicamente, en actualizar el texto de Isaías que se ha leído en
la primera lectura, en una aplicación radical a Jesús de las palabras sobre la
luz nueva en Galilea. En la tradición de Marcos ya se había dejado bien sentado
que Jesús comienza su actividad una vez que Juan el Bautista ha sido encarcelado.
Esto obedece, más probablemente, a planteamientos teológicos que históricos, ya
que ambos pudieron coincidir en su actividad. En realidad, Juan y Jesús
actuaban con criterios distintos. Jesús es la novedad, la buena noticia, para
los que durante siglos habían caminado en tinieblas y en sombras de muerte. Si
el texto de Is 8,23ss se refería a una época muy concreta que precedió al rey
Josías, en la tradición cristiana primitiva se entendió esto como consecuencia
del oscurantismo del judaísmo que había hecho callar durante mucho tiempo la
profecía, la verdadera palabra de Dios, que interpretaba la historia con
criterios liberadores.
III.2. Y hay más; esta luz no viene de
Jerusalén, sino que aparece en Galilea, en los territorios de las tribus de Zabulón
y Neftalí, que siempre habían tenido fama de ser una región abierta al
paganismo. Más concretamente, Jesús, dejando Nazaret, se establece en una
ciudad del lago de Galilea, en Cafarnaún. Es aquí donde comienza a oírse la
novedad de la predicación del Reino de Dios, de los cielos, como le gusta decir
al evangelio de Mateo. La otra parte del texto evangélico de hoy, la llamada de
los primeros discípulos, Pedro y Andrés, Santiago y Juan, -que puede omitirse-,
es una consecuencia de la predicación del evangelio, que siempre, donde se
predique, tendrá seguidores. En realidad está siguiendo el texto de Marcos
1,14ss.
III.3. Mateo, pues, ha leído el texto de
Marcos sobre el programa de Jesús: el tiempo que se acerca es el tiempo del
evangelio, de la buena nueva, que exige un cambio de mentalidad (¡convertirse!)
y una confianza absoluta (creer) en el evangelio. Los dos elementos
fundamentales de este programa, ya han sido puestos de manifiestos por todos:
el reinado de Dios (el reino de los cielos le llama Mateo) y la buena noticia
que este reino supone como acontecimiento para el mundo y la para la historia.
El evangelista, al apoyar este programa en el texto de Is. 8,23ss, está
poniendo de manifiesto que esto es el “cumplimiento” de una promesa de Dios por
medio de sus profetas antiguos, en este caso Isaías. La “escuela de Mateo” es
muy reflexiva al respecto, dando a entender lo que sucede con la actuación de
Jesús, desde el principio: llevar adelante el “proyecto de Dios”.
III.4. Sabemos que ese reino, (malkut,
en hebreo) no debe entenderse en sentido político directamente. Pero tampoco es
algo abstracto como pudiera parecer en primera instancia. Si bien es verdad que
no se trata de un concepto espacial ni estático, sino dinámico, entonces
debemos deducir que lo que Jesús quiere anunciar con este tiempo nuevo que se
acerca es la soberanía de la voluntad salvífica y amorosa de Dios con su pueblo
y con todos los hombres. Por eso basileia (griego) o malkut (hebreo) no debería
traducirse directamente por “reino”, sino por “reinado”: es algo nuevo que
acontece precisamente porque alguien está dispuesto a que sea así. Este es
Jesús mismo, el profeta de Nazaret de Galilea, que se siente inspirado y
fortalecido para poner a servicio de la soberanía o la voluntad de Dios, todo
su ser y todo su vida.
III.5. Si Jesús anuncia que Dios va a
reinar (lo cual no es desconocido en la mentalidad judía) es que está
proclamando o defendiendo algo verdaderamente decisivo. Si antes no ha sido así
es porque es necesario un nuevo giro en la historia y en la religión de este
pueblo que tiene a Dios por rey. No se trata, pues, simplemente de aplicarle a
Dios el título de rey o de atribuirle un reino espacial, sino del
acontecimiento que pone patas arriba todo lo que hasta ahora se ha pensado en
la práctica sobre Dios y sobre su voluntad. Dios no será un Dios sin corazón,
sin entrañas; o un Dios que no se compadezca de los pobres y afligidos, sino
que estará con los que sufren y lloran, aunque no sean cumplidores de los
preceptos de la ley y de las tradiciones religiosas ancestrales inhumanas. En
definitiva, Dios quiere “reinar” y lo hará como ya los profetas lo habían
anunciado, pero incluso con más valentía si cabe. Esa es la novedad y por eso
lo que acontece ahora, unido al concepto “reino de Dios” o “de los cielos”, es
el evangelio. Con razón se ha dicho que estamos ante el verdadero “programa” de
Jesús, el profeta de Nazaret: anunciar el reinado de Dios como buena noticia
para la gente.
III.6. El acierto de la escuela
cristiana de Mateo fue precisamente leer las Escrituras, Is. 8,23ss
precisamente, a la luz de la vida de Jesús. Ahora se están cumpliendo esas
palabras de Isaías, cuando el profeta de Galilea anuncia el evangelio del
Reino. Siendo esto así, no se podría entender que el cristianismo no sea
siempre una religión que aporte al mundo “buenas noticias” de salvación. Siendo
esto así, la Iglesia no puede cerrarse en un mensaje contra-evangélico, porque
sería repetir, por agotamiento, la experiencia caduca del judaísmo oficial del
tiempo de Jesús. Este es el gran reto, pues, para todos los cristianos. Porque
Dios quiere “reinar” salvando, haciendo posible la paz y la concordia. De ahí
que el reino de Dios, tal como Jesús lo exterioriza, representa la
transformación más radical de valores que jamás se haya podido anunciar. Porque
es la negación y el cambio, desde sus cimientos, del sistema social
establecido. Este sistema, como sabemos bien, se asienta en la competitividad,
la lucha del más fuerte contra el más débil y la dominación del poderoso sobre
el que no tiene poder. Y esto no se reduce simplemente a una visión social,
sino que es también, y más si cabe, religiosa, porque Jesús proclama que Dios
es padre de todos por igual. Y si es padre, eso quiere decir obviamente que
todos somos hermanos. Y si hermanos, por consiguiente iguales y solidarios los
unos de los otros. Además, en toda familia bien nacida, si a alguien se
privilegia, es precisamente al menos favorecido, al despreciado y al indefenso.
He ahí el ideal de lo que representa el reinado de Dios en la predicación de
Jesús; estas son las buenas noticias que le dan identidad al cristianismo. (Fray
Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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