¡Bendito
el que viene en nombre del Señor!
A lo largo del día cruzamos muchas
puertas. La mayoría las cruzamos casi sin darnos cuenta. Pero otras las
descubrimos especialmente presentes, ya sea porque las encontramos cerradas y
tenemos que esperar a que nos abran, o bien porque abren paso a algo especial,
a un lugar significativo, a un encuentro especial. Las puertas de Jerusalén se
abren para que Jesús entre en la Ciudad Santa, para que pueda cumplir allí su
Pascua, la Pascua que nos salva. Este Domingo de Ramos se convierte, para los
cristianos, en la puerta de entrada a la Semana más Santa de todas, aquella en
la que rememoramos los gestos y las palabras de Jesús en su acto definitivo de
dar su vida para darnos la Vida Nueva.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Como
dice el profeta, hoy también nosotros debemos confesar que el Señor nos invita
no solo a escuchar con nuestros oídos, sino a recibir en nuestro corazón la
Palabra que será también sanación para nuestros hermanos.
Lectura
del libro de Isaías 50, 4-7
El mismo Señor me ha dado una lengua de
discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento.
Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El
Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a
los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no
retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi
ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el
pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Palabra de Dios.
Salmo
21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí, hacen una
mueca y mueven la cabeza, diciendo: “Confió en el Señor, que él lo libre; que
lo salve, si lo quiere tanto”. R.
Me rodea una jauría de perros, me asalta
una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos
mis huesos. R.
Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi
túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a
socorrerme. R.
Yo anunciaré tu nombre a mis hermanos, te
alabaré en medio de la asamblea: “Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel”. R.
II
LECTURA
Este
himno, que sin dudas se cantaba en alguna de las tantas comunidades cristianas
del siglo I, ha sido recogido por Pablo, y al difundirlo desde su carta se ha
transformado en un canto para toda la Iglesia. Pablo ha sabido tomar una
expresión de fe particular para que todos podamos asumirla como propia.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 2, 6-11
Jesucristo, que era de condición divina,
no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al
contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose
semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta
aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le
dio el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble
toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame
para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es el Señor”.
Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN Flp 2, 8-9
Cristo se humilló por nosotros hasta
aceptar por obediencia la muerte, y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y
le dio el Nombre que está sobre todo nombre.
EVANGELIO
(Texto completo de la Pasión)
“Roma crucificaba a los pueblos que dependían
de su imperio; y como Palestina dependía de Roma –Pilato era el representante
de Roma en aquel pueblo oprimido– Cristo tiene que ser humillado como un ser
que no merece ni siquiera ciudadanía, muerto, humillado. Hasta allá lo llevó la
encarnación, pero desde allí comienza a levantarse su exaltación. Y en la
lectura de hoy hemos escuchado: ‘Por eso Dios le dio un nombre sobre todo
nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la
tierra y en el abismo y todos proclamen: ¡Cristo es el Señor!’. Esta es la
gloria de nuestro Redentor. Cuando en estas jornadas de Semana Santa lo miremos
humillado bajo el peso de la cruz, no lo olvidemos, digamos desde el fondo
nuestra fe: aunque se parece a mí, que va sufriendo, es el Señor, y aunque yo
me parezco a él llevando la cruz, participaré de su gloria; él no ha pasado
sólo el túnel doloroso de la tortura y de la muerte, con él va pasando todo un
pueblo y resucitaremos con él. Y hemos leído la pasión, el relato más tremendo
de un hombre que ha sufrido como Cristo. No hay otro”.
╋ Pasión
de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo 26, 3-5. 14-27, 66
¿Cuánto me darán si lo
entrego?
R. Unos días antes de la
fiesta de Pascua, los Sumos Sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron
en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y se pusieron de acuerdo para
detener a Jesús con astucia y darle muerte. Pero decían:
S. «No lo hagamos durante
la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo».
R. Entonces, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:
R. Entonces, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:
J. «¿Cuánto me darán si se
lo entrego?»
R. Y resolvieron darle
treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión
favorable para entregarlo.
¿Dónde quieres que te
preparemos la comida pascual?
R. El primer día de los
Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús:
D. «¿Dónde quieres que te
preparemos la comida pascual?»
R. El respondió:
+ «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: "El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos".»
R. Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
R. El respondió:
+ «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: "El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos".»
R. Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
Uno de ustedes me
entregará
R. Al atardecer, estaba a la mesa con
los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo:
+ «Les aseguro que uno de ustedes me entregará.»
R. Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno:
D. «¿Seré yo, Señor?»
R. El respondió:
+ «El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!»
R. Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó:
+ «Les aseguro que uno de ustedes me entregará.»
R. Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno:
D. «¿Seré yo, Señor?»
R. El respondió:
+ «El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!»
R. Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó:
J. «¿Seré yo, Maestro?»
R. Le respondió Jesús.
+ «Tú lo has dicho.»
Esto es mi cuerpo. Esta
es mi sangre.
R. Mientras comían, Jesús
tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos,
diciendo:
+ «Tomen y coman, esto es
mi Cuerpo.»
R. Después tomó una copa,
dio gracias y se la entregó, diciendo:
+ «Beban todos de ella,
porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos
para la remisión de los pecados. Les aseguro que desde ahora no beberé más de
este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el
Reino de mi Padre.»
R. Después del canto de
los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Heriré al pastor, y se
dispersarán las ovejas del rebaño
R. Entonces Jesús les
dijo:
+ «Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar a causa de mí. Porque dice la Escritura: Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea.»
R. Pedro, tomando la palabra, le dijo:
P. «Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizaré jamás.»
R. Jesús le respondió:
+ «Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces.»
R. Pedro le dijo:
P. «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré.»
R. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
+ «Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar a causa de mí. Porque dice la Escritura: Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea.»
R. Pedro, tomando la palabra, le dijo:
P. «Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizaré jamás.»
R. Jesús le respondió:
+ «Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces.»
R. Pedro le dijo:
P. «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré.»
R. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
Comenzó a entristecerse y
a angustiarse
R. Cuando Jesús llegó con
sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo:
+ «Quédense aquí, mientras yo voy allí a orar.»
R. Y llevando con él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo:
+ «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo.»
R. Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así:
+ «Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
R. Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro:
+ «¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora? Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.»
R. Se alejó por segunda vez y suplicó:
+ «Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad.»
R. Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño. Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo:
+ «Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar.»
+ «Quédense aquí, mientras yo voy allí a orar.»
R. Y llevando con él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo:
+ «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo.»
R. Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así:
+ «Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
R. Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro:
+ «¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora? Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.»
R. Se alejó por segunda vez y suplicó:
+ «Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad.»
R. Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño. Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo:
+ «Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar.»
Se abalanzaron sobre Él y
lo detuvieron
R. Jesús estaba hablando
todavía, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de una multitud con
espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El
traidor les había dado esta señal:
J. «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo.»
R. Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole:
J. «Salud, Maestro.»
R. Y lo besó. Jesús le dijo:
+ «Amigo, ¡cumple tu cometido!»
R. Entonces se abalanzaron sobre él y lo detuvieron. Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús le dijo:
+ «Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere. ¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? El pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles. Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder así?»
R. Y en ese momento dijo Jesús a la multitud:
+ «¿Soy acaso un ladrón, para que salgan a arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y ustedes no me detuvieron.»
R. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
J. «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo.»
R. Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole:
J. «Salud, Maestro.»
R. Y lo besó. Jesús le dijo:
+ «Amigo, ¡cumple tu cometido!»
R. Entonces se abalanzaron sobre él y lo detuvieron. Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús le dijo:
+ «Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere. ¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? El pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles. Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder así?»
R. Y en ese momento dijo Jesús a la multitud:
+ «¿Soy acaso un ladrón, para que salgan a arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y ustedes no me detuvieron.»
R. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Verán al Hijo del hombre
sentarse a la derecha del Todopoderoso
R. Los que habían arrestado a Jesús lo
condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los
escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del Sumo
Sacerdote; entró y se sentó con los servidores, para ver cómo terminaba todo.
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraron, a pesar de haberse presentado numerosos testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos que declararon:
S. «Este hombre dijo: "Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días".»
R. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús:
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraron, a pesar de haberse presentado numerosos testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos que declararon:
S. «Este hombre dijo: "Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días".»
R. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús:
S. «¿No
respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran contra ti?»
R. Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió:
S. «Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.»
R. Jesús le respondió:
+ «Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo.»
R. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?»
R. Ellos respondieron:
S. «Merece la muerte.»
R. Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban, diciéndole:
S. «Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó.»
R. Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió:
S. «Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.»
R. Jesús le respondió:
+ «Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo.»
R. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?»
R. Ellos respondieron:
S. «Merece la muerte.»
R. Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban, diciéndole:
S. «Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó.»
Antes que cante el gallo,
me negarás tres veces
R. Mientras tanto, Pedro
estaba sentado afuera, en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo:
M. «Tú también estabas con Jesús, el Galileo.»
R. Pero él lo negó delante de todos, diciendo:
P. «No sé lo que quieres decir.»
R. Al retirarse hacia la puerta, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí:
M. «Este es uno de los que acompañaban a Jesús, el Nazareno.»
R. Y nuevamente Pedro negó con juramento:
P. «Yo no conozco a ese hombre.»
R. Un poco más tarde, los que estaban allí se acercaron a Pedro y le dijeron:
S. «Seguro que tú también eres uno de ellos; hasta tu acento te traiciona.»
R. Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. En seguida cantó el gallo, y Pedro recordó las palabras que Jesús había dicho: «Antes que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y saliendo, lloró amargamente.
M. «Tú también estabas con Jesús, el Galileo.»
R. Pero él lo negó delante de todos, diciendo:
P. «No sé lo que quieres decir.»
R. Al retirarse hacia la puerta, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí:
M. «Este es uno de los que acompañaban a Jesús, el Nazareno.»
R. Y nuevamente Pedro negó con juramento:
P. «Yo no conozco a ese hombre.»
R. Un poco más tarde, los que estaban allí se acercaron a Pedro y le dijeron:
S. «Seguro que tú también eres uno de ellos; hasta tu acento te traiciona.»
R. Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. En seguida cantó el gallo, y Pedro recordó las palabras que Jesús había dicho: «Antes que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y saliendo, lloró amargamente.
Entregaron a Jesús a
Pilato, el gobernador
R. Cuando amaneció, todos
los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer
ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el
gobernador, y se lo entregaron.
No está permitido ponerlo
en el tesoro, porque es precio de sangre
R. Judas, el que lo
entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento,
devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos,
diciendo:
J. «He pecado, entregando sangre inocente.»
R. Ellos respondieron:
S. «¿Qué nos importa? Es asunto tuyo.»
R. Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, salió y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron:
S. «No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre.»
R. Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado «del alfarero», para sepultar a los extranjeros. Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy «Campo de sangre.» Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: Y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas. Con el dinero se compró el «Campo del alfarero», como el Señor me lo había ordenado.
J. «He pecado, entregando sangre inocente.»
R. Ellos respondieron:
S. «¿Qué nos importa? Es asunto tuyo.»
R. Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, salió y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron:
S. «No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre.»
R. Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado «del alfarero», para sepultar a los extranjeros. Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy «Campo de sangre.» Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: Y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas. Con el dinero se compró el «Campo del alfarero», como el Señor me lo había ordenado.
¿Tú eres el rey de los
judíos?
R. Jesús compareció ante
el gobernador, y este le preguntó:
G. «¿Tú eres el rey de los judíos?»
R. El respondió:
+ «Tú lo dices.»
R. Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo:
G. «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?»
R. Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido:
G. «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?»
R. El sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir:
M. «No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho.»
R. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó:
G. «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?»
R. Ellos respondieron:
T. «A Barrabás.»
R. Pilato continuó:
G. «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?»
R. Todos respondieron:
T. «¡Que sea crucificado!»
R. El insistió:
G. «¿Qué mal ha hecho?»
R. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:
T. «¡Que sea crucificado!»
R. Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo:
G. «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes.»
R. Y todo el pueblo respondió:
T. «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos.»
R. Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
G. «¿Tú eres el rey de los judíos?»
R. El respondió:
+ «Tú lo dices.»
R. Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo:
G. «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?»
R. Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido:
G. «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?»
R. El sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir:
M. «No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho.»
R. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó:
G. «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?»
R. Ellos respondieron:
T. «A Barrabás.»
R. Pilato continuó:
G. «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?»
R. Todos respondieron:
T. «¡Que sea crucificado!»
R. El insistió:
G. «¿Qué mal ha hecho?»
R. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:
T. «¡Que sea crucificado!»
R. Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo:
G. «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes.»
R. Y todo el pueblo respondió:
T. «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos.»
R. Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
Salud, rey de los judíos
R. Los soldados del
gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor
de él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una
corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano
derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo:
S. «Salud, rey de los judíos.»
R. Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
S. «Salud, rey de los judíos.»
R. Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
Fueron crucificados con
Él dos bandidos
R. Al salir, se
encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la
cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del
Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. El lo probó, pero no quiso tomarlo.
Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las
repartieron; y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su
cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de
los judíos.» Al mismo tiempo, fueron crucificados con Él dos bandidos, uno a su
derecha y el otro a su izquierda.
Si eres Hijo de Dios,
baja de la cruz
R. Los que pasaban, lo insultaban
y, moviendo la cabeza, decían:
S. «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»
R. De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:
S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: "Yo soy Hijo de Dios".»
R. También lo insultaban los ladrones crucificados con Él.
S. «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»
R. De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:
S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: "Yo soy Hijo de Dios".»
R. También lo insultaban los ladrones crucificados con Él.
Elí, Elí, ¿lemá
sabactani?
R. Desde el mediodía hasta las tres de
la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde,
Jesús exclamó en alta voz:
+ «Elí, Elí, lemá sabactani.»
R. Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
R. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:
S. «Está llamando a Elías.»
+ «Elí, Elí, lemá sabactani.»
R. Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
R. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:
S. «Está llamando a Elías.»
R. En seguida, uno de ellos corrió a
tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña,
le dio de beber. Pero los otros le decían:
S. «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo.»
R. Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.
S. «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo.»
R. Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.
(Breve pausa)
R. Inmediatamente, el velo
del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se
partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto
resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en
la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que
custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de
miedo y dijeron:
S. «¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!»
S. «¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!»
R. Había allí muchas
mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde
Galilea para servirlo. Entre ellas estaban María Magdalena, María -la madre de
Santiago y de José- y la madre de los hijos de Zebedeo.
El amigo José depositó el
cuerpo de Jesús en un sepulcro nuevo.
R. Al atardecer, llegó un
hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de
Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que
se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia
y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después
hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. María Magdalena
y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro.
Ahí tienen la guardia,
vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente.
vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente.
R. A la mañana siguiente, es decir,
después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se
reunieron y se presentaron ante Pilato, diciéndole:
S. «Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: "A los tres días resucitaré". Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: "¡Ha resucitado!" Este último engaño sería peor que el primero.»
R. Pilato les respondió:
G. «Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente.»
R. Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.
S. «Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: "A los tres días resucitaré". Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: "¡Ha resucitado!" Este último engaño sería peor que el primero.»
R. Pilato les respondió:
G. «Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente.»
R. Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.
¡Palabra del Señor!
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Historia
de amores y desamores
El relato de la Pasión de Jesús, que
acabamos de escuchar tomado del Evangelio según San Mateo, es una historia de
amores y desamores, de fidelidades e infidelidades, y su muerte es la mejor
expresión de un amor total, prolongado hasta el final de su vida.
Es un relato denso, con diferentes
escenas, personajes, fragilidades humanas; y, en contraposición, con una
fortísima figura de Jesús, persistente en su voluntad de fidelidad a Dios,
entendida como servicio total a la gente más débil y pecadora, con amargura,
con dolor, con sufrimiento extremo; cosas todas que nos van llevando hacia el
acto central de todo lo acontecido: el injusto ajusticiamiento, la muerte de
Jesús en la cruz, al estilo de las personas ajusticiadas por marginales, por
indeseables, por rebeldes, por oponerse al sistema de poder romano. En ese
hombre así ajusticiado, en ese Jesús de Nazaret, está para nosotros, el rostro
y la llamada de Dios.
La muerte de Jesús no es algo querido ni
por Dios ni por el mismo Jesús; es aceptada, eso sí, como punto final de un
proceso de compromiso con un estilo de vida entregado a la causa de anuncio y
presencialización del Reino de los Cielos, de servicio, que los poderes del momento,
como los de todos los tiempos, vivieron como una verdadera amenaza. Esta muerte
así vivida abrirá caminos de vida para el mismo Jesús y para quienes a él se
quieran asociar. ¿Lo haremos nosotros?
La
puerta a los días grandes de la Semana Santa
El Domingo de Ramos señala el inicio de la
Semana Santa que culminarán con los días grandes de la Pasión del Señor. En la
homilía se puede hacer referencia a ello haciendo un pequeño resumen de cada
día:
En la liturgia del Jueves Santo el amor
surge espontáneo a borbotones. Por eso, celebramos también el Día del Amor
Fraterno. Hemos de despertar la conciencia en tiempos de dualización social y
de pobreza intensa y cronificada. El amor de Jesucristo nos sobrevuela a tal
altura y rebosa de tantísima sublime dignidad que nuestros gestos más generosos
parecen una nadería. Se condensa en el banquete de la Eucaristía, grandiosa
novedad y memorial de su infinito Amor. Es la rotunda respuesta del Dios Amor a
esa necesidad de sentido que experimentamos los humanos. Sólo un Amor que nos
sobrepase nos puede devolver el sosiego. Esta vez sin parábolas, casi sin
palabras, sin signos prodigiosos que causen admiración. Un mandil a la cintura,
de rodillas a los pies de los Apóstoles, lavándoselos a todos, sin saltarse a
Judas. El Señor, se hace servidor de traidores, renegados, cobardes y
pusilánimes, de todos. Ninguno es descartado de su Mesa Santa.
Pero todo el que ama de veras sabe que
junto al gozo del amor está la Cruz del Viernes Santo. Nuestro mundo está
plagado de millones de cruces, de multitud de víctimas de la injusticia, de la
violencia, de las fronteras físicas y mentales, de la falta de amor... El que
ama sufre y el que no ama hace sufrir y maquinar calvarios e infiernos. Pero en
la Cruz de Jesús hay una fuerza salvadora más poderosa que el mal y la muerte.
Desde esa bendita Cruz, ninguna esquina del alma humana, ningún recoveco de las
estructuras sociales queda sin visitar y redimir. Los dos maderos cruzados
expresan la más inseparable solidaridad entre el Cielo y la Tierra, el abrazo
con toda la Humanidad sin exclusiones.
Tras el silencio espeso del sábado, mezcla
de nostalgia y pálpito de esperanza, llegará por fin la Pascua. La Noche Santa
en que todos los hombres y mujeres podemos levantar la cabeza y dejar la vergüenza
y el miedo. Todo es gracia, todo es explosión de vida y desmesura. Esta es la
fiesta más importante e imponente del calendario litúrgico. La Noche de las
noches. Las causas perdidas empiezan a estarlo menos. Es el rescate de los
perdedores, la historia de los vencidos, la memoria perpetua de los humillados
y las víctimas. El amor del Dios resucitador de muertos que rompe el tiempo
cruel de la intrahistoria y nos introduce en el tiempo infinito y amable del
buen Dios.
Conclusión
En nuestras comunidades cristianas los
próximos días muy probablemente serán de trasiego de personas: algunas que
marcharán unos días fuera, y quizá otras que se añadirán procedentes de otros
lugares. Que la necesidad de descanso y desconexión no haga que se deje de lado
la celebración de estos días centrales de nuestra fe. Invitemos a todos a vivir
con sentido, allí donde estén, lo que celebramos: la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesús.
ESTUDIO BÍBLICO.
Hoy comienza la gran semana litúrgica que
nos conduce a la Pascua, la muerte y resurrección del Señor, centro de nuestra
fe cristiana. La Semana Santa, pues, es un tiempo de profundas vivencias
religiosas; el misterio del Dios «entregado por nosotros» y la fuerza de su
resurrección, como se expresaba San Pablo, nos convocan ante la Cruz que es el
triunfo del amor sobre el odio, la esperanza frente a toda desesperación.
El evangelio de la entrada en Jerusalén
(Mt 21,1-11), con la procesión de la comunidad y los ramos, debe servir para
inaugurar la gran semana del cristianismo. Toda la “tradición” y hermosura de
los ramos y palmas, no obstante, nos invita a introducirnos en aquella
experiencia de ir a Jerusalén que el profeta de Galilea no podía eludir. Jesús,
sin duda, ya sabía lo que le esperaba: el juicio, la condena y la muerte. Todo
eso se ha representado y se representa estéticamente muchas veces, pero en
torno a aquella Pascua del año 30 no había nada teatral, sino la dura realidad
de “alguien” que sabe lo que quiere. Jesús no se deja ilusionar por los gritos
de “Hosanna”, porque no se sentía Mesías, y menos como algunos lo
interpretaron. Estas aclamaciones justificarían más su juicio y su condena ante
los poderosos que estaban esperando que llegara el profeta de Galilea a
Jerusalén. Y llegó…
Iª
Lectura: Isaías (50,4-7): El siervo de Yavé: a sus espaldas el futuro
I.1. Los cuatro cantos del Deutero-Isaías
(42,1-4.7.9; 49,1-6.9.13; 50,4-9.11; 52,13-53,12) abren la Pasión de Jesús en
este día de Domingo de Ramos. Estamos ante el tercer cántico del “Siervo de Yahvé”,
donde se subraya el sufrimiento, una figura que ha dado mucho que hablar en la
teología veterotestamentaria, sin que se haya llegado a una identificación
precisa. Que los cristianos se atrevieran a identificar al Jesús crucificado
con el Siervo, era la única lógica teológica para poder defender que era el
Mesías. La teología oficial del judaísmo no podía aceptar de ninguna manera el
sufrimiento como algo posible en el futuro Mesías. Por eso al cristianismo se
le abrieron las puertas de par en par para poder afirmar que si Jesús fue
juzgado, condenado y crucificado… se cumplían casi al pie de la letra las
“revelaciones” o manifestaciones del Siervo de Yahvé. Esta fue la “biblia
básica” de los primeros cristianos, aunque sin descartar la lectura de La Ley y
los Profetas. De esa “biblia básica” pasaron poco a poco a redactar el primer
relato de la pasión que leían en las celebraciones como memoria de la muerte de
su Señor.
I.2. ¿Cuál es su mensaje?: nos abre a la
ignominia de este mundo violento, cruel, frente a la fuerza de la mansedumbre
del discípulo, del siervo de Dios porque, en su «pasión», Dios siempre estará
con él. Es una lectura muy adecuada de preparación a la proclamación de la
pasión del domingo de Ramos, ya que fueron los primeros cristianos los que
descubrieron en estos cantos que el Mesías habría de sufrir si quería que su
propuesta de salvación tuviera fuerza.
IIª
Lectura: Filipenses: (2,6-11): El Himno del "abajamiento" divino
II.1. El himno de la carta a los
Filipenses pone de manifiesto la fuerza de la fe con que los primeros
cristianos se expresaban en la liturgia y que Pablo recoge para las
generaciones futuras como evangelio vivo del proceso de Dios, de Cristo, el
Hijo: El que quiso compartir con nosotros la vida; es más, el que quiso llegar
más allá de nuestra propia debilidad, hasta la debilidad de la muerte en cruz
(añadiría Pablo), que es la muerte más escandalosa de la historia de la
humanidad, para que quedara patente que nuestro Dios, al acompañarnos, no lo
hace estéticamente, sino radicalmente. No es hoy el día de profundizar en este
texto inaudito de Pablo. La Pasión de Mateo debe servir de referencia de cómo
el Hijo llegó hasta el final: la muerte en la cruz.
II.2. El himno tiene dos partes. La
primera subraya la autohumillación de Cristo que, siendo de condición divina,
se convierte en esclavo. La segunda se refiere a la exaltación de Jesús por
parte de Dios a la categoría de Señor. Establece, además, una relación de causa
a efecto entre humillación y exaltación: «Precisamente por eso» (Flp 2, 9). Y
aquí radica la gran paradoja: que quien no destacó en vida por gesta heroica
alguna, quien no fue soberano ni tuvo el título de Señor, quien termina sus
días crucificado por vil y subversivo a los ojos del Imperio y de su propia religión,
es considerado «Señor» y Mesías. Y, paradoja todavía mayor: el anuncio del
Mesías crucificado se convierte en el núcleo de la predicación de Pablo y en el
centro de la fe cristiana. Esto no podía por menos que chocar a la mentalidad
helenista que, en sus cultos, aclamaba a los «señores» que habían tenido una
existencia gloriosa. Tenía que sorprender igualmente al mundo judío, para quien
el Mesías debía tener una existencia gloriosa, que ciertamente Jesús no tuvo.
Por eso, dirá Pablo que el anuncio de un Mesías crucificado es «escándalo para
los judíos, locura para los griegos» (1Cor 1, 23).
Evangelio:
Mateo (26-27): Pasión según San Mateo
III.1. Hoy la lectura de la Pasión según
san Mateo debe ser valorada en su justa medida. La lectura, en sí, debe ser
“evangelio”, buena noticia, y nosotros, como las primeras comunidades para las
que se escribió, debemos poner los cinco sentidos y personalizarla. La pasión
según San Marcos es el relato más primitivo que tenemos de los evangelios,
aunque no quiere decir que antes no hubiera otras tradiciones de las que él se
ha valido, esa es la fuente de nuestro relato de Mateo. Debemos saber que no
podemos explicar el texto de la Pasión en una “homilía”, sino que debemos
invitar a todos para que cada uno se sienta protagonista de este hermoso relato
y considere dónde podía estar él presente, en qué personaje, cómo hubiera
actuado en ese caso. Precisamente porque es un relato que ha nacido casi con
toda seguridad para la liturgia, es la liturgia el momento adecuado para
experimentar su fuerza teológica y espiritual
III.2. No es, pues, el momento de entrar
en profundidades históricas y exegéticas sobre este relato, sobre el que se
podían decir muchas cosas. Desde el primer momento, en los vv. 1-2 nos vamos a
encontrar con los personajes protagonistas. El marco es las fiestas de Pascua
que se estaban preparando en Jerusalén (faltaban dos días) y los sumos
sacerdotes no querían que Jesús muriera durante la “fiesta”; tenía que ser
antes; el relato, no obstante, arreglará las cosas para que todo ocurra en la
gran fiesta de la Pascua de los judíos ¡nada más y nada menos! Los
responsables, dice el texto, “buscaban cómo arrestar a Jesús para darle
muerte!. Era lo lógico, porque era un profeta que no se dejaba intimidar por la
teología oficial. Era un profeta que estaba en las manos de Dios. Esto era lo
que no soportaban.
III.3. Mateo, como se ha dicho, sigue de
cerca el texto de Marcos, pero algunas claves particulares se deben hacer
notar:
A) Lo que da unidad y coherencia a las
distintas secciones (algunos hablan de tres) es la perspectiva cristológica en
que todo se presenta. Mateo es el que mejor ha tratado de respaldar el misterio
de la pasión del Mesías con el cumplimiento de las Escrituras. Esto era muy
explicable para una comunidad que, procedente del judaísmo, debía asumir que la
pasión y muerte, coronada por la resurrección, entraba en el plan de Dios y así
era asumido libremente por Jesús.
B) Hay algunos particulares del relato que
Mateo que llaman la atención. La diferencia con respecto a Marco se halla en el
episodio de Barrabás y se convierte en uno de los elementos claves de su visión
de la pasión y las consecuencias para Israel. Hace unos años se escribía una
obra sobre la redacción de Mateo y su teología que se fundamentaba en la en Mt
27,25: “caiga su sangre…”. Consta de dos elementos: intervención de la mujer de
Pilato y escena en que Pilato se lava las manos. No se trata de simples
agregados. Mateo retoma todo el conjunto y nos presenta una nueva composición
óptimamente construida, donde la intención doctrinal y eclesial aparece
claramente. Quedan definidos los lazos de Cristo con el pueblo de Israel.
Cuando la mujer del pagano intercede por el “justo”, la hija de Sión exige a
gritos la muerte de su Mesías, de su Cristo (en vez de “rey de los judíos”,
Mateo utiliza dos veces este título). “Todo el pueblo” toma sobre sí la
responsabilidad que Pilato rehúsa (27,-2425).Esta toma de posición del pueblo de
la antigua alianza marca un vuelco en la historia de la salvación. La
perspectiva cristológica de todo esto es manifiesta. Es el rechazo del judaísmo
al Mesías que ha elegido libremente la pasión. Pero ello no debe incitar -¡de
ninguna manera!- al antisemitismo, como ha ocurrido en lecturas apologéticas
que no entienden que el pueblo de Israel no es el responsable de la muerte del
“profeta”, sino unos dirigentes ciegos e inmisericordes. Es verdad que el
Evangelio de Mateo mantiene una constante de “antijudaísmo” como problema
histórico y teología, pero no es “antijudío” por naturaleza.
C) No deberíamos decir que Jesús “eligió”
la muerte porque Dios así lo quería o así lo necesitaba. No es el sufrimiento
el camino que Dios quiere para redimir y salvar a los hombres. Pero Dios, en
este caso por medio de la opción decisiva del profeta, del Mesías verdadero de
Israel, (según la teología de Mateo) sabe asumir todo lo que los hombres
“construyen” religiosamente, precisamente para destruir esta “construcción religiosa”
antihumana y antidivina. La construcción eclesiológica de Mateo del relato de
pasión es la misma que la que han mantenido en toda su obra. A este respecto se
podría decir que el relato de Marcos sobre la pasión es más kerygmático y el de
mateo más eclesiológico. Pero los dos aspectos deben ir unidos en nuestra
reflexión de lo que significa leer la “pasión” en la liturgia del Domingo de
Ramos. No incidamos demasiado en el sufrimiento, porque esa no es la clave de
Mateo, sino en cómo una comunidad se identifica con su Señor para hacer posible
que el proyecto salvador de Dios se viva de verdad por encima de las decisiones
absurdas de los dirigentes del pueblo que no pudieron asumir el que el profeta
desmontara la concepción que ellos tenían sobre Dios y sobre la religión de
Israel. Y eso iba en beneficio de toda la humanidad.
D) La Pasión, los cristianos, no la
deberíamos leer como un tema “gore” (de sangre y sufrimiento cruel). No es esa
la concepción del relato primitivo que cada uno de los evangelistas ha
redactado de acuerdo con su comunidad. Es el misterio de la identificación con
su causa, con el proyecto del Reino que había anunciado hasta llegar a sus
últimas consecuencias. No sufrió Jesús más que los crucificados de los caminos
que el Imperio romano prodigaba, ni derramó más sangre que ellos, pero sí
estuvo identificado con el sufrimiento de todos esos crucificados. Es verdad
que en su juicio concurren una serie de circunstancias religiosas que lo hacen
diferente, y por ello a un juicio y una condena diferente, contemplamos una
condena diferente. Es más hermoso el poema musical de la Pasión según San Mateo
de Bach que películas que solamente señalan –sin poesía ni religiosidad alguna-
el sufrimiento por el sufrimiento. No olvidemos que nuestros relatos se
confeccionan con la perspectiva de la resurrección como victoria de Dios sobre
los proyectos de los poderosos o del amor sobre el odio. (Fray Miguel de Burgos
Núñez, O. P.).
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