“¡Ahí viene el novio, salgan a recibirlo!”
Revisaremos algunas claves del
acercamiento a la humanidad sufriente apoyándonos en las particulares claves de
la Sabiduría contenidas en las lecturas bíblicas de este domingo.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Este
pasaje bíblico presenta la conducta activa de quien va en busca de la
sabiduría. Esta postura es contraria a la conformista, que provoca
estancamiento en la vida espiritual. Con diversas acciones, el autor de este texto
ilustra la actitud que tiende hacia la sabiduría: anhelar, madrugar, buscar y
pensar. Quien vive en ese dinamismo, encuentra la sabiduría y se alegra en
ella.
Lectura
del libro de la Sabiduría 6, 12-16
La Sabiduría es luminosa y nunca pierde
su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por
los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El
que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su
puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela
por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas
partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los
caminos y les sale al encuentro en todos sus pensamientos.
Palabra de Dios.
Salmo
62, 2-8
R.
Mi alma tiene sed de ti, Señor.
Señor, tú eres mi Dios, yo te busco
ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra
sedienta, reseca y sin agua. R.
Sí, yo te contemplé en el Santuario para
ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te
alabarán. R.
Así te bendeciré mientras viva y alzaré
mis manos en tu Nombre. Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso, y
mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.
Mientras me acuerdo de ti en mi lecho y
en las horas de la noche medito en ti, veo que has sido mi ayuda y soy feliz a
la sombra de tus alas. R.
II
LECTURA
San
Pablo usa diversas imágenes para expresar lo que es la Resurrección como paso
de esta vida terrenal a la comunión en la vida divina: ángeles, trompeta,
fuertes voces, nubes y elevación. Con estos signos, busca señalar hacia dónde
apunta nuestra esperanza: la Vida Eterna con Dios.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 4,
13-18
No queremos, hermanos, que vivan en la
ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los
otros, que no tienen esperanza. Porque nosotros creemos que Jesús murió y
resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él.
Queremos decirles algo, fundados en la Palabra del Señor: los que vivamos, los
que quedemos cuando venga el Señor, no precederemos a los que hayan muerto.
Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de
Dios, el mismo Señor descenderá del cielo. Entonces, primero resucitarán los
que murieron en Cristo. Después nosotros, los que aún vivamos, los que
quedemos, seremos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de
Cristo, y así permaneceremos con el Señor para siempre. Consuélense mutuamente
con estos pensamientos.
Palabra de Dios.
O bien, más breve:
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 4,
13-14
No queremos, hermanos, que vivan en la
ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los
otros, que no tienen esperanza. Porque nosotros creemos que Jesús murió y
resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él.
Palabra de Dios.
ALELUYA
Mt 24, 42. 44
Aleluya. Estén prevenidos y preparados,
porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. Aleluya.
EVANGELIO
Estas
jóvenes fueron invitadas a ser parte del cortejo en un casamiento. Seguramente,
si una persona amiga nos hiciera semejante honor, no nos quedaríamos dormidos
el día de la fiesta. Esto, que sería improbable para una reunión social, nos
puede ocurrir para la gran fiesta del Reino de los Cielos. Puede ocurrir que
nuestra alma se apoltrone y se duerma, estancados en la vida espiritual y
perdiendo el entusiasmo y la atención. La parábola nos exhorta a vivir
despabilados y atentos para encontrarnos con Dios.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo 25, 1-13
Jesús dijo a sus discípulos esta
parábola: “El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con
sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco,
prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras
que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus
frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron
dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: ‘Ya viene el esposo, salgan a su
encuentro’. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las
necias dijeron a las prudentes: ‘¿Podrían darnos un poco de aceite, porque
nuestras lámparas se apagan?’. Pero éstas les respondieron: ‘No va a alcanzar
para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado’. Mientras tanto, llegó
el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se
cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor,
ábrenos’. Pero él respondió: ‘Les aseguro que no las conozco’. Estén
prevenidos, porque no saben el día ni la hora”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Salgan al encuentro con aceite en las
lámparas…
Hermanas y hermanos, la cosa tiene tela…
El mundo a nuestros ojos tiene mucha zona de vacío, mucha cuneta, mucha muerte…
Constatar esto, no nos engañemos, no es pesimismo, es realismo. La gente sufre,
se la traga una espiral de violencia establecida y una suerte de abuso
normalizado, aceptado como única alternativa. Mirar para otro lado, retraerse,
hacer análisis sesgados o tibios, no denunciarlo o justificarlo ideológicamente
supone hacer nuestra una de las traiciones más gruesas que podemos hacer a ese
buen Jesús al que decimos amar, tal que fieles esposos y esposas.
Ante este panorama, afirmar que queremos
salir al encuentro del esposo, verbalizar que sus desvelos son los nuestros,
asegurar que nos estamos movilizando, que estamos tomando nuestras lámparas y
andamos, merece análisis. No para cuestionar si es cierto o no, seguro que es
verdad que ese es nuestro impulso, faltaría más; sino para repensar una vez
más, desde dónde lo hacemos y cómo.
Salir al encuentro del esposo, que en
limpio significa interesarte decididamente por un tú, por un otro u otra, por
un tú sufriente y roto, y hacerlo a la ligera, de forma improvisada, somera,
voluntarista o ampulosa, pero sin hacer pie y sin tener claro desde dónde, es,
ya lo dice el Evangelio, una actitud insensata y necia. Bien podría ser un
movimiento bienintencionado, que aun así, en algún momento deviene virtualmente
estéril. Salías pretendiendo ser lámpara y luz, pero tarde o temprano descubres
que no llevabas aceite… Da la impresión, de que ser capaz de identificar un
cuándo (…porque no sabéis el día ni la hora…), un dónde y un cómo (…y se
pusieron a preparar sus lámparas…) supone funcionar con unas herramientas que
permiten el reconocimiento mutuo y conjuran la necedad de vivir a base de
encuentros estériles. Recordemos que Jesús dedica duras palabras a quienes que
no fueron capaces de cuidar y preparar sus lámparas para el momento “…no os
conozco…”.
Quizá las claves de este otro modo de
vivir el encuentro con el esposo -con la humanidad de forma más auténtica y
verdadera- vengan de la Sabiduría. Y aquí la primera lectura no es nada
ambigua. La sabiduría es radiante e inmarcesible, no caduca, no se acaba.
Estupendo ¡qué gran noticia!..., pero para verla “fácilmente” es necesario
amarla, buscarla y desearla. Salir al encuentro del tú, y hacerlo desde la
sabiduría que anticipa la riqueza de encontrar, quizá supone que en mi mente y
corazón tiene que existir la necesidad y el amor por ese tú. Requiere optar,
estar dispuesta a que ese tipo de presencia, muchas veces sufriente, rota y
dolorosa, entre en mi vida, tenga hueco en mí y sea mirada por mis ojos. Es
algo mucho más recio que un “buenismo” políticamente correcto, que una piedad
diligente, es “madrugar” por y para el encuentro con lo humano, es no cansarse
de buscarlo. Es no huir de las situaciones desesperadas. Es pronunciar palabras
necesarias y hacerlo sin cobardía. Es situarse dónde toca, es pensar siempre
dónde se detendría el esposo, dónde mora la Sabiduría, dónde se está más cerca
de lo verdadero, de lo que vale la pena. Es alojarse en lo que no es estéril.
Cancelar reserva en el espacio que nos traiciona…Es estar preparadas, lúcidos,
presentes.
Hermanos y hermanas: Pongámonos a tiro
de la Sabiduría que va de un lado a otro buscando. Consideremos nuestro cuándo,
nuestro cómo, nuestro desde dónde. Seamos en Verdad. Aprendamos a SER y hacerlo
en plenitud.
ESTUDIO BÍBLICO.
La
Lectura (Sabiduría 6,12-16): Abrirse a la sabiduría
La liturgia de este domingo, intenta
marcar la pauta de lo que es la apertura al último destino del hombre y de la
vida. Efectivamente, sin la sabiduría, que es la esencia de lo bueno, de la
felicidad, de lo ético y estético, la vida perdería su hermosura y su dimensión
escatológica (lo que la lleva más allá de la experiencia de la finitud y de la
muerte). Por ello, ser sabio, en la Biblia, no es estudiar una carrera para
aprender muchas cosas; no es cuestión de cantidad, sino de calidad; es
descubrir constantemente la dimensión más profunda de nosotros mismo y de Dios.
Para los hebreos, los enemigos de la fe en Dios no eran el escepticismo ni la
incredulidad sino la adoración a los dioses paganos, meros productos de la
imaginación humana descarriada.
Los hebreos no buscaban el conocimiento
teórico sino la sabiduría (hokma), es decir; el pensar correctamente para tomar
decisiones acertadas y vivir una vida justa ante Dios. En el origen de su
semántica hebrea la sabiduría no era un saber cualquiera ni puramente teórico
—a la manera griega— sino el conocimiento necesario para la acción. El que
tenían, por ejemplo, los arquitectos cananeos para construir el templo de
Salomón. Pero también y especialmente el conocimiento que tuvo Salomón para
conducir a su pueblo. Era, sobre todo, la sabiduría que transmitía Dios a
Israel para llevarlo a su plenitud, a la verdadera Felicidad, y expresada de un
modo sintético y sublime en los mandamientos.
¿Dónde está esa sabiduría? El autor de
este libro lo tiene claro: en Dios, el autor de la vida y de lo que somos. El
poema es un alarde, porque en el fondo, con la sabiduría, casi personalizada,
se está hablando de la acción de Dios que sale siempre al encuentro del hombre.
Sin Dios (en el poema es la sabiduría), pues, el ser humano no encontrará su
verdadero destino. Si no mimamos la sabiduría, no aprenderemos a vivir con
esperanza, ni a ser felices en aquello que merece la pena, ni a superar los
traumas que nos rodean, ni a esperar siempre un minuto, una hora, un día, una
eternidd mejor para todos. Pero como dice el texto de hoy, debemos ser dignos
de la sabiduría para que ella reos sonría. Tener sabiduría, en definitiva, es
buscar o descubrir constantemente lo que nunca muere; aspirar a ello como lo
más normal de la vida. Ahí se revela verdadera sabiduría divina.
II
Lectura (I Tesalonicenses 4,13-18):Nuestro destino es la vida eterna
San Pablo en uno de los textos más
conocidos de su carta I a a los Tesalonicenses establece unas analogías,
aproximaciones que se imaginaba, sobre la suerte de los que habían muerto y qué
sería de ellos cuando llegara el fin del mundo. Cuando Timoteo llega a Corinto,
donde está Pablo, con algunos acompañantes de la comunidad de Tesalónica, le
plantean la dificultad que tienen de que algunos de los suyos, que han muerto,
puedan quedan "desposeídos" de la gloria y la felicidad de Dios en la
llegada de la "parusía". Es decir, si los muertos resucitarán para
gozar de esta felicidad. Pablo lo apoya como "palabra de Dios". Esta
es la afirmación más decisiva, independientemente del momento de la parusía o
de la resurrección de los muertos para gozar de Dios. Es lógico pensar que en
el texto esta " trasformación-resurrección" se contempla desde la
perspectiva del "final de los tiempos" o de este mundo.
Porque Pablo, al comienzo de su misión
apostólica, pensaba que él mismo vería ese momento de la "parusía" o
la segunda venida del Señor, que era una actitud e incluso un convencimiento
bastante común entre los primeros cristianos, heredada de una corriente de
corte apocalíptico del judaísmo. Después evolucionaría en su pensamiento y en
su teología (cf Flp 1,20-24; 2Cor 4,10-5,8), porque el fin del mundo y la
venida del Señor no debernos entenderla como una irrupción apocalíptica, sino
como un proceso que se va consumando misteriosamente en esta historia; que por
una parte va muriendo y por otra se evoluciona hacia un mundo mejor y más
hermoso en medio de acontecimientos críticos, de ciclos desconcertantes, para
volver a resurgir la esperanza y la luz. Ya Jesús había hablado de que los
muertos, para Dios, están vivos, en una discusión que los saduceos le habían
planteado sobre el destino de los que han muerto (cf Mc 12, 18-27; Lc
20,27-38). Jesús, pues, había afrontado la cuestión desde esa clave de la
sabiduría que descubre en nosotros lo que nunca muere.
Evangelio
(Mateo 25,1-13): La actitud frente a la felicidad eterna
El evangelio, texto exclusivo de Mateo,
nos propone la parábola de las vírgenes necias y las prudentes . No siempre
hemos logrado penetrar adecuadamente en su sentido, ya que la narración está
recargada de significados específicos diversos. Se habla de "diez', quizás
porque era el número exigido para la calidez de la plegaria en la sinagoga o
fuera de ella. Por lo mismo se apunta, o precisa el autor del evangelio de
Mateo, que es una parábola de sesgo comunitario a todos los efectos. Incluso la
boda, con toda su significación bíblico-mesiánica, es útil para enmarcar el
punto final: la llegada o venida del esposo. Sin esposo no hay boda ni nada
lamento de sus amigas, en este caso vírgenes, lo que quiere decir simplemente
"no casadas" y que también un día serán desposadas. Entre tanto,
acompañan a su amiga a lo más importante de su vida pero, sin el esposo, nada
tiene sentido. Algunos autores han apuntado a las interpretaciones rabínicas
del Cantar de los Cantares que ven en el coro de las "hijas de
Jerusalén" el grupo de los discípulos que llevan en sus manos la luz de la
"Thora" y vigilan la llegada del Mesías. El aceite era en el
judaísmo, además, el signo de las buenas obras, así como de la alegría de la
acogida (Sal 23,5; 104,15; 133,2) e incluso de la unción mesiánica (Sal 45,8;
89,21).
Jesús, en ella, se vale del marco de una
fiesta de bodas para hablar de algo trascendental: la espera y la esperanza,
como cuando la novia está ardiendo de amor por la llegada de su amado, de su
esposo. Pero los protagonistas no son ni el novio (lo será al final de todo),
ni la novia, en este caso, sino las doncellas que acompañaban a la novia para
este momento. Eso quiere decir que ellas se gozaban en gran manera con este
acontecimiento, como si ellas mismas estuvieran implicadas, tanto como la
novia, y sin duda la narración da a entender que debían estarlo; pero para este
acontecimiento de amor y de gracia hay que estar preparados, o lo que es lo
mismo, deben abrirse a la sabiduría; el júbilo que se respiraba en una boda
como la que Jesús describe es lo propio de algo que alcanza su cenit en la
venida del esposo.
La iglesia primitiva ha alegorizado, sin
duda, la propuesta de Jesús en razón precisamente de la "parusía" que
no llegaba, pero que podía llegar en cualquier momento. Este es un problema muy
discutido. La frustración en la primera o segunda generación cristiana, sobre
la llegada de la "parusía" o el fin del mundo, es decir, la plenitud
del Reino de Dios, no se ha resuelto adecuadamente (solamente en Lucas tenemos
una enseñanza más acorde con el retraso de la parusía). Por ello, la diez
vírgenes son representación de una comunidad, de la comunidad cristiana.
¿Habría aceite en las lámparas para ese momento? En definitiva ¿habría
sabiduría) Así es como se enlaza con el sentido de la primera lectura, que como
dijimos, marca la pauta de la liturgia de hoy. Sabernos que esta es una
parábola de "crisis", no para atemorizar; sino para mantener abierta
la esperanza a esa dimensión tan importante de la vida.
Entonces, ¿qué es la parusía? ¿qué
significa el fin del mundo) (lo veremos mejor cl próximo domingo). Lo
importante es estar preparados para la venida del esposo, el personaje que se
hace esperar. Se habla de una "presencia" (que eso significa
"parusía) ante los que esperan. Por tanto, no es cuestión de entender el
terna en términos cósmico-físicos, sino de cómo nos enfrentamos a lo más
importante de nuestra vida: la muerte y la eternidad: ¿con sabiduría? ¿con
alegría? ¿con aceite, con luz? ¿con esperanza? Este mundo puede ser
"casi" eterno, pero nosotros aquí no lo seremos. Estamos llamados a
una "presencia de Dios" (parusía) y eso es como unas bodas: debemos
anhelar amorosamente ese momento o de lo contrario seremos unos necios y no
podremos entender unos desposorios de amor eterno, de felicidad sin límites. (Fray
Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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