“Eres
un empleado fiel y cumplidor”
A propósito de la parábola de hoy de los
talentos, nos podemos preguntar qué estamos haciendo con todo lo que Dios nos
ha regalado. ¿Qué estamos haciendo con nuestros dones naturales? ¿Qué estamos
haciendo con Jesús y todo lo que él nos ha regalado? ¿Cómo y dónde estamos
invirtiendo todos estos bienes?
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
“El libro que nos ha presentado a la mujer
modelo es una reflexión de la sabiduría del pueblo de Israel que vivía esta
filosofía como pueblo, era su sabiduría popular, era su creencia, en que no es
la vanidad de la mujer lo que cuenta, sino su temor de Dios, su interioridad”.
Lectura
del libro de los Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31
Una buena ama de casa, ¿quién la
encontrará? Es mucho más valiosa que las perlas. El corazón de su marido confía
en ella y no le faltará compensación. Ella le hace el bien, y nunca el mal,
todos los días de su vida. Se procura la lana y el lino, y trabaja de buena
gana con sus manos. Aplica sus manos a la rueca y sus dedos manejan el huso.
Abre su mano al desvalido y tiende sus brazos al indigente. Engañoso es el
encanto y vana la hermosura: la mujer que teme al Señor merece ser alabada.
Entréguenle el fruto de sus manos y que sus obras la alaben públicamente.
Palabra de Dios.
Salmo
127, 1-5
R.
¡Feliz quien ama al Señor!
¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus
caminos! Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y todo te irá bien. R.
Tu esposa será como una vid fecunda en
el seno de tu hogar; tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa. R.
¡Así será bendecido el hombre que teme
al Señor! ¡Que el Señor te bendiga desde Sión todos los días de tu vida: que
contemples la paz de Jerusalén! R.
II
LECTURA
San
Pablo nos ayuda a considerar que debemos asumir la vida presente con atención,
vigilando nuestros actos y elecciones. No simplemente porque pueda llegar
pronto “el Día del Señor”, sino porque somos hijos de la luz y, por lo tanto,
responsables de iluminar un mundo en el que parece dominar la oscuridad.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 5, 1-6
Hermanos: En cuanto al tiempo y al
momento, no es necesario que les escriba. Ustedes saben perfectamente que el
Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche. Cuando la gente afirme que
hay paz y seguridad, la destrucción caerá sobre ellos repentinamente, como los
dolores del parto sobre una mujer embarazada, y nadie podrá escapar. Pero
ustedes, hermanos, no viven en las tinieblas para que ese Día los sorprenda
como un ladrón: todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no
pertenecemos a la noche ni a las tinieblas. No nos durmamos, entonces, como
hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios.
Palabra de Dios.
ALELUYA Jn 15, 4-5
Aleluya. “Permanezcan en mí, como yo
permanezco en ustedes. El que permanece en mí da mucho fruto”, dice el Señor.
Aleluya.
EVANGELIO
Con
un extraño ejemplo económico, Jesús nos enfrenta a una realidad: Dios nos ha
dado “algo” que debemos multiplicar. Ahora bien, será necesario hacer un camino
de búsqueda muy sincero para descubrir qué nos ha dado el Señor, luego
agradecerlo (¡es un don!) y, por fin, ponerlo a disposición del Reino con
absoluta sinceridad y coraje. Debemos saber que tenemos “algo” que solo
nosotros podemos dar a los demás. Y Dios espera que así lo hagamos.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo 25, 14-30
Jesús dijo a sus discípulos esta
parábola: El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje,
llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a
otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después
partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con
ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros
dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su
señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus
servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó
otros cinco. “Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los
otros cinco que he ganado”. “Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su
señor; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más:
entra a participar del gozo de tu señor”. Llegó luego el que había recibido dos
talentos y le dijo: “Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros
dos que he ganado”. “Está bien, servidor bueno y fiel; ya que respondiste
fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de
tu señor”. Llegó luego el que había recibido un solo talento. “Señor, le dijo,
sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde
no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes
lo tuyo!”. Pero el señor le respondió: “Servidor malo y perezoso, si sabías que
cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber
colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con
intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien
tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo
que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá
llanto y rechinar de dientes”.
Palabra del Señor.
O
bien, más breve:
Ì Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 25, 14-15. 19-21
Jesús dijo a sus discípulos esta
parábola: El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje,
llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a
otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después
partió. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con
sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le
presentó otros cinco. “Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí
están los otros cinco que he ganado”. “Está bien, servidor bueno y fiel, le
dijo su señor; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho
más: entra a participar del gozo de tu señor”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Desterrar
el miedo
En un primer momento, nos vamos a
centrar en el tercer empleado de la parábola de este domingo. Cuando su señor
le pidió cuentas del talento recibido, se defendió con la disculpa del miedo.
Tenía miedo de su señor porque era exigente, severo y, al parecer, un tanto
injusto porque quiere “segar y recoger donde no ha sembrado”.
Desde luego, el señor de esta parábola
no se parece en nada a Cristo Jesús, nuestro Maestro y Señor. Vemos que son muy
distintos. Nunca podemos tener miedo a Jesús sus seguidores.
Cómo vamos a tenerle miedo, si sabemos
que ha sido capaz hasta de lavarnos los pies.
Cómo vamos a tenerle miedo, si sabemos
que sigue siendo capaz en cada eucaristía de entregarnos su persona, hecha
alimento, para caminar con fuerza e ilusión por las, a veces, empinadas cuestas
de nuestra vida. “Tomad y comed esto es mi cuerpo. Tomad y bebed esta es mi
sangre”.
Cómo vamos a tenerle miedo, si sabemos
que cada día nos sigue ofreciendo eso que tanto nos gusta a los hombres que es
la amistad. “A vosotros os llamo amigos”.
Cómo vamos a tenerle miedo, si sabemos
que nunca nos dejará huérfanos, que, si le dejamos, se adentra en nuestro
corazón, y allí mora, y desde allí nos anima, nos fortalece, nos guía, nos
consuela. Por eso, nos exhorta san Pablo: “¿No lográis descubrir a Cristo en
vosotros”? “Ya no soy yo quien vive es Cristo quien vive en mí”.
Cómo vamos a tenerle miedo, si sabemos
que cuando le damos la espalda y le negamos como Pedro, vuelve a salir a
nuestro encuentro para perdonarnos y preguntarnos “Pedro, ¿me amas?
Cómo vamos a tenerle miedo, si sabemos
que cuando nos llegue “el día y la hora” nos ha prometido que saldrá a nuestro
encuentro, para recibirnos con los brazos abiertos e invitarnos al banquete de
su Reino: “Venid, benditos de mi Padre, a disfrutar del reino preparado para
vosotros desde la creación del mundo”.
Por
todo lo dicho, hemos de desterrar para siempre el miedo ante Cristo
Jesús y ante Dios nuestro Padre. La confianza y el amor es lo que debe reinar
ante ellos.
Desterrar
la vagancia
Jesús, en esta parábola, también nos
pide que no seamos holgazanes. “Negociad mientras vuelvo”. Nos pide que
trabajemos con los talentos recibidos. Todos y cada uno de nosotros, además de
los talentos naturales que nos han sido dados, hemos recibido una inmensa
fortuna, un gran talento, llamado Jesús de Nazaret. Es el gran regalo que Dios
Padre ha hecho a toda la humanidad y a cada uno de nosotros. Desde luego, lo
que no podemos hacer es enterrar a Jesús, como hizo el tercer empleado con su
talento.
Porque con Él nos han llovido más
talentos y más regalos. Cristo nos ha regalado su palabra, su luz, nos ha
indicado dónde tenemos que poner el acento en la vida y en dónde no, qué cosas
son las que llenan nuestro corazón para que las vivamos y qué cosas le dejan
vacío y helado para que las rechacemos.
Jesús también nos habla de cómo debemos
invertir nuestra vida, nuestra persona para hacerla rentable, pero no para
hacerla rentable en dinero, sino para hacerla rentable en alegría, en
satisfacción, en esperanza, en ilusión, en felicidad…
Y nos los dice principalmente a través
del testimonio de su vida. Por eso, nos debemos preguntar en qué invirtió Jesús
su vida. La invirtió en el amor, el talento de más valor que tenemos los
humanos. Invirtió su vida en amarnos a nosotros, para asegurarnos que es la
única manera de hacer rentable nuestra vida. Por eso, rompiendo todos los
esquemas económicos de los bancos de cualquier época, nos certificó que la
mejor manera de ganar la vida es perdiéndola. En la lógica de Jesús, en la
lógica del amor, el que gana pierde y el que pierde gana. Eso es el amor y eso
fue lo que hizo Jesús: entregó su vida en favor nuestro. Nos amó hasta el
extremo.
La lección de la parábola es bien
sencilla: No tengamos nunca miedo a los que nos aman, a Jesús y a nuestro Padre
Dios; y no seamos holgazanes, invirtamos nuestra vida en el amor, amando a Dios
y a nuestros hermanos y hermanas, la única manera de sacar rendimiento a
nuestra existencia.
ESTUDIO BÍBLICO.
Este “penúltimo” domingo del año
litúrgico nos mete de lleno en la esfera religiosa escatológica; nos instruye y
nos motiva a pensar en las últimas cosas de la vida, esas sobre las que no
queremos hablar casi nunca, porque nos parece que no forman parte de nosotros
mismos; como si fueran de otro mundo. Sin embargo, la liturgia nos recuerda que
son del nuestro, de nuestra intimidad más profunda a la que debemos asomarnos
con fe y esperanza. Existen las últimas cosas, que llegan cuando nuestra vida,
aquí, ya se ha agotado. Por ello, nos permitimos una reflexión de más alcance
sobre el concepto bíblico de “parusía” que impregna el sentido de las lecturas
de este día:
1) La palabra griega que sustenta este
concepto no es directamente bíblica, sino que está tomada del helenismo donde
significaba la «visita» o la «presencia» del rey en una ciudad. Si un rey o un
gran mandatario visitaba una ciudad, se hacían grandes obras para el momento,
se preparaban fiestas con alabanzas y sacrificios en los templos; a esto se le
llamaba «parusía». E incluso viene a simbolizar una nueva era para la ciudad o
para la provincia o territorio. De ahí la tomaron los cristianos, sin duda, ya
que aparece muy poco en el AT (cuatro veces en la Biblia griega de los LXX). Su
sentido técnico es manifiesto, pero mucho más su sentido religioso. De esa
manera se aplicó a la venida de Cristo, a su vuelta al final de los tiempos,
para llevar a cabo el triunfo sobre este mundo y manifestar la grandeza y el
poderío del reinado de Dios. Esta vuelta, tal como creían los primeros
cristianos, no estaba lejos (así en 1Tes 2,19; 3,13; 4,15; 5,23; 2Tes 2,9; 1Cor
15,23). Sin embargo, un cambio de actitud se va imponiendo poco a poco hasta ir
desapareciendo paulatinamente de la visión escatológica y de las ideas del
cristianismo. En los evangelios, ni el mismo Hijo del hombre conoce la fecha
(Mc 13,32; Mt 24,36); y en la 2Tes se intenta justificar el retraso de la
parusía por algo que escapa a los cristianos. En realidad era una forma de
curar cierta fiebre apocalíptica ante dificultades y persecuciones. Ello fue
beneficioso para valorar mucho más la transformación que el Reino de Dios debía
tener en la historia actual, según el mensaje del mismo Jesús.
2) Sin embargo, hay que decir que el
cristianismo no bebe exclusivamente en el helenismo su visión de lo que
conocemos técnicamente como «parusía», sino que en el fondo es más fuerte un
concepto bíblico de carácter profético que se conoce como el «día de Yahvé», el
«día del Señor» y así lo usa también San Pablo (1Tes 4,18). Eso supone que los
cristianos han reinterpretado un antiguo concepto bíblico de carácter
escatológico y apocalíptico.
3) ¿Qué es el día del Señor? Como en
casi todas las culturas religiosas, el día del Señor tiene dos aspectos: uno
positivo, de salvación, de liberación, de triunfo de Dios sobre el mal y sobre
los enemigos; por otra, desde la perspectiva de la predicación profética
monoteísta, es el día del juicio, por ejemplo, contra todo orgullo humano (Is
2,6-22). Numerosos textos proféticos y apocalípticos apoyarían este doble
sentido (cf Am 5,18-20; Jl 4,12ss; Sof 1,7-14 de donde se toman la expresión
«dies irae, dies illa»; Ez 7,7-27).
4) ¿Qué sentido, pues, tiene la parusía?
Reinterpretando todo lo que el AT y el NT nos sugieren, debemos tratar de
entender que el día del Señor, el día de la parusía, no es un tiempo
cronológico de un momento, o una fecha del calendario. Es una nueva situación
que hay que aceptar por la fe y la esperanza en Dios. Es un concepto de
excelencia en el que la salvación de Dios anunciada por los profetas y
manifestada en la vida de Jesucristo es una realidad sin vuelta atrás. Por eso
no es cuestión de ajustar el día de la parusía, o el día del Señor, o el día de
la salvación, a un momento, a una hora, a un día, a un año. Se trata de
reconocer la acción de Dios por los hombres. E incluso podemos afirmar que, desde
la fe cristiana, supone reconocer la acción por la que Dios transformará la
historia. De ahí que debamos entender y aceptar que la parusía ha comenzado en
la Resurrección de Jesús y no terminará hasta que todos los hombres que existen
y existirán serán resucitados como Jesús (así lo ve ya Pablo en 1Tes 4,13 y en
1Cor 15). Y eso será el signo definitivo, el día por excelencia, en el que la
historia, es decir, la creación de Dios habrá llegado a su plenitud.
I
Lectura: Proverbios (31,10…31): La sabiduría de las grandes decisiones
I.1. El ejemplo del libro de los
Proverbios (31, 10...31) nos presenta precisamente a una mujer, la “mujer
fuerte”, hija, hermana o madre en la que se puede confiar. Como la Biblia no es
antifeminista, aunque su cultura esté impregnada por una mentalidad patriarcal,
sí acierta en ver a la mujer como más abierta a lo escatológico, a lo
espiritual, al amor por los pobres. Por eso, esta lectura, justamente, propone
desde dónde se deben afrontar las últimas cosas de la vida. No conviene, de
ninguna manera, hacer una lectura “contracultural”. La mujer no está reducida
al hogar, a la casa, a los hijos… Lo importante en esta lectura es la gran
capacidad de “decisión”.
I.2. La mujer judía, encargada de
mantener el fuego en el hogar, y de encender las luces del shabat, experimentó
desde muy pronto lo que significó su llamado al Reino. Ella encarnaba en Israel
la sofía de Dios y, por lo tanto, debe enseñarla, iniciar a sus hijos en su
camino. En el hebreo bíblico espíritu (ruah) y sabiduría, (hokma), son términos
femeninos. Sofía, como una niña que danza ante Dios, (Prov 8,22ss), es el
rostro humano del pensamiento divino y por lo tanto es a la madre a quien
corresponde la iniciación de sus hijos en la prudencia. Israel valoró a la
mujer como a una perla, desde su escondimiento e invisibilidad, pero también la
apreció como profetisa, guerrera y reina. A pesar del patriarcalismo de la
Biblia, sus autores no callaron totalmente nombres como el de Myriam, Débora,
Judith, Ester, Ana... Ellas y muchas otras mujeres encarnaron el ideal de
Israel, quien llegó a identificarse como nación con la "amada" del
Cantar. La amada de Yahvé a quien profetas y sabios dieron nombres y destinos
femeninos, al reprender en sus desvíos la respuesta del pueblo a un amor de
Alianza. Israel fue la elegida, la virgen, la esposa, la ramera... Oseas,
Jeremías y Ezequiel vituperaron las infidelidades de Israel con nombres
femeninos.
I.3. La mujer es más religiosa que el
hombre; siempre lo ha sido. Y el elogio de la mujer en el capítulo último de
los Proverbios es toda una analogía (y subrayo “analogía) para que demos
importancia a lo que no queremos darle, como si eso fuera cosa de mujeres. Las
cosas que merecen la pena, y especialmente las cosas de Dios, deben tener en
nosotros la gran oportunidad que “la mujer”, la madre, la hija, la hermana, da
a los suyos. Y todos, varones o mujeres, tenemos que tomar grandes decisiones.
En realidad aquí se habla de la mujer como si se tratara de la “sabiduría”. Esa
sabiduría bíblica, que es una sabiduría práctica, es la que se propone aquí en
la imagen de la mujer.
II
Lectura: Tesalonicenses (5,1-6): Esperar en la luz, sin miedo
II.1. La segunda lectura, en
continuación con la del domingo pasado, nos muestra al Pablo primitivo al que
la comunidad de Tesalónica le plantea grandes cuestiones y, concretamente, en
lo que se refiere a la venida del Señor. Los primeros cristianos estuvieron
obsesionados con ello. Esta es la segunda instrucción del apóstol sobre dicho
acontecimiento. Para su enseñanza se vale del lenguaje profético
veterotestamentario, de la literatura apocalíptica (mucho de ello lo
encontramos en los textos de Qumrán): vendrá como cuando una mujer da a luz,
que casi siempre es un momento inoportuno, entre la luz y las tinieblas, entre
el velar y el dormir.
II.2. Pero el objetivo de Pablo es
liberar la tensión que pesa sobre el momento y la hora de la venida e incidir
en la actitud que hay que tener, como lo más importante: ese debe ser un
instante de luz porque es evento de salvación, para lo cual se debe estar
preparado. Por eso, el falso problema de cuándo, con su angustia e incerteza,
se cambia por el cómo: desde la luz, desde la praxis del amor, la justicia, la
solidaridad y el perdón. Así viviremos con Cristo.
Evangelio:
Mateo (25,14-30): No «enterrar» el futuro
III.1. El evangelio de Mateo (25,14-30)
nos muestra, tal como lo ha entendido el evangelista, una parábola de
"parusía" sobre la venida del Señor. Es la continuación inmediata del
evangelio que se leía el domingo pasado y debemos entenderlo en el mismo
contexto sobre las cosas que forman parte de la escatología cristiana. La
parábola es un tanto conflictiva en los personajes y en la reacciones. Los dos
primeros están contentos porque “han ganado”; el último, que es el que debe
interesar (por eso de las narraciones de tres), ¿qué ha hecho? :“enterrar”.
III.2. Los hombres que han recibido los
talentos deben prepararse para esa venida. Dos los han invertido y han recibido
recompensa, pero el tercero los ha cegado y la reacción del señor es casi
sanguinaria. El siervo último había recibido menos que los otros y obró así por
miedo, según su propia justificación. ¿Cómo entendieron estas palabras los
oyentes de Jesús? ¿Pensaron en los dirigentes judíos, en los saduceos, en los
fariseos que no respondieron al proyecto que Dios les había confiado? ¿Qué
sentido tiene esta parábola hoy para nosotros? Es claro que el señor de esta
parábola no quiere que lo entierren, ni a él, ni lo que ha dado a los siervos.
El siervo que “entierra” los talentos, pues, es el que interesa.
III.3. Parece que la recompensa divina,
tal como la Iglesia primitiva pudo entender esta parábola, es injusta: al que
tiene se le dará, y al que tiene poco se le quitará. Pero se le quitará si no
ha dado de sí lo que tiene. Y es que no vale pensar que en el planteamiento de
la salvación, que es el fondo de la cuestión, se tiene más o menos; se es rico
o pobre; sino que la respuesta a la gracia es algo personal que no permite
excusas. La diferencia de talentos no es una diferencia de oportunidades. Cada
uno, desde lo que es, debe esperar la salvación como la mujer fuerte de los
Proverbios que se ha leído en primer lugar. Tampoco el señor de la parábola es
una imagen de Dios, ni de Cristo, porque Dios no es así con sus hijos y Cristo
es el salvador de todos. Es una parábola, pues, sobre la espera y la esperanza
de nuestra propia salvación. No basta asegurarse que Dios nos va a salvar; o
aunque fuera suficiente: ¿es que no tiene sentido estar comprometido con ese
proyecto? La salvación llega de verdad si la esperamos y si estamos abiertos a
ella. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
No hay comentarios:
Publicar un comentario