“dejan de lado el
mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres"
Aun más que los conflictos sobre el sábado, se
considera como prueba de que Jesús había roto con la ley judía lo dicho en el
evangelio de hoy sobre la pureza: Mc 7, 15: «Nada que entra de fuera puede
manchar al hombre; lo que sale de dentro es lo que mancha al hombre». En
ninguna otra parte puso Jesús en entredicho de manera tan radical la ley judía
como en este pasaje del evangelista Marcos. Ahora bien, Jesús no se opone
porque sí a las leyes que entonces estaban vigentes. Para Jesús, las leyes, las
normas o las reglas están al servicio de valores, y no al revés. Cuando no hay
un valor detrás de una norma, hay que suprimir dicha norma. Jesús predicó una
imagen nueva de Dios, y este era un nuevo valor que requería unas leyes nuevas.
La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre, dice hoy la carta de
Santiago, es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones. Para Jesús,
culto a Dios y amor a los seres humanos son inseparables. Todas las leyes que
broten de este supremo valor, el amor al hombre como criterio del auténtico
amor de Dios, son puras; las demás, no.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
PRIMERA
LECTURA
"No
añadas nada a lo que yo mando, ni quites nada". Se entiende que esto
estaba dirigido a los líderes de la comunidad, que debían cuidarse de no
introducir sus decretos como similares a la Ley, y debían hacer saber a la gente,
en cada ocasión, si lo que enseñaban se originaba en los maestros o en el texto
de la Ley (W. G. Plaut, The Torah, a modern commentary).
Lectura
del libro del Deuteronomio 4, 1-2. 6-8
Moisés
habló al pueblo, diciendo: Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes
que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y
entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus
padres. No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los
mandamientos del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo. Obsérvenlos y
pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los
pueblos, que al oír todas estas leyes, dirán: "¡Realmente es un pueblo
sabio y prudente esta gran nación!" ¿Existe acaso una nación tan grande
que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de
nosotros siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran nación tiene preceptos y
costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
14, 2-5
R.
Señor, ¿quién habitará en tu Casa?
El que
procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y
no calumnia con su lengua. R.
El que
no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino, el que no estima a quien Dios
reprueba y honra a los que temen al Señor. R.
El que
no se retracta de lo que juró, aunque salga perjudicado. El que no presta su
dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que procede así, nunca
vacilará. R.
SEGUNDA
LECTURA
El
mensaje de esta carta sigue claramente una enseñanza básica de Jesús. El amor
al prójimo no se declama con palabras, sino que se realiza con las obras
concretas. Y esas obras deben tener como destinatarios especialmente a los más
necesitados.
Lectura
de la carta de Santiago 1, 17-18. 21-22. 27
Queridos
hermanos: Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del
Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación.
Él ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las
primicias de su creación. Reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes,
que es capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo
con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos. La religiosidad pura y
sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los
huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el
mundo.
Palabra
de Dios.
EL
EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY
"Las
autoridades religiosas criticaban a Jesús. Decían que él era infiel a la
tradición. Jesús, a su vez, a través de palabras y de gestos, mostraba que no
todo lo que se enseñaba en nombre de la tradición pertenecía a la verdadera
tradición. Jesús fue fiel a la tradición de su pueblo. Ayudó a su pueblo a ser
más judío, más fiel a sí mismo. Quería que la tradición fuese nuevamente un
camino abierto para descubrir el sentido de la vida humana" (Carlos
Mesters, Con Jesús a contramano, Ed. C. Bíblico Ecuménico).
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 7, 1-8. 14-15.
21-23
Los
fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y
vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir,
sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin
lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus
antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las
abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por
tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras, de la vajilla de bronce
y de las camas. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús:
"¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de
nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?" Él les
respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de
la Escritura que dice: "Este pueblo me honra con los labios, pero su
corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no
son sino preceptos humanos". Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios,
por seguir la tradición de los hombres". Y Jesús, llamando otra vez a la
gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa
externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es
aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los
hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los
robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las
deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas
estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
Según nos dice la primera lectura, Moisés dio a su pueblo leyes que
hicieron de él una nación sabia e inteligente. Como aquel pueblo de Israel
organizó su vida en torno a Yavé, todas las leyes civiles se vivieron como
leyes religiosas. Y así, comer sin lavarse las manos no era simplemente la
infracción a una norma de higiene, sino a una ley religiosa: apartaba de Dios
o, lo que es lo mismo, hacía impuro a quien no la cumplía.
Las normas, las leyes y las reglas sirven para
conseguir valores
¿Por qué desde el inicio de la humanidad tuvieron y
tienen tanta importancia las normas, las leyes, las reglas? Porque son el
camino necesario para conseguir valores de calidad. Sin ellas, sería casi
imposible alcanzar para el ser humano algo valioso que mereciera la pena. La
comida que nos alimenta, la ciencia que nos instruye, el arte que nos deleita,
la economía que regula nuestra producción, las comunidades a las que
pertenecemos, etc., –todos valores importantísimos– están llenos de normas o
reglas en su origen y en su desarrollo. Y como los valores son el alimento de
la vida humana, no podemos vivir sin valores y sin sus respectivas normas. Pero
ha de que quedar una cosa muy clara: las normas, las leyes, las reglas reciben
toda su entidad e importancia de los valores, no al revés. Las normas por sí
mismas no tienen valor.
También contravalores necesitan reglas
A lo dicho anteriormente hay que poner un añadido:
las normas, las reglas, las leyes también son necesarias para alcanzar
contravalores: uno que roba ha de cumplir una serie de pautas para que no le
pillen en la fechoría; los mafiosos necesitan de la comunidad de los mafiosos
para llevar a cabo sus proyectos, y por eso todos respetan escrupulosamente las
reglas establecidas. Las normas, en este caso, sirven para fortalecer la maldad
de la comunidad de los mafiosos, para hacer que éstos sean cada vez peores. Así
pues, las normas son ambiguas: valen tanto para conseguir valores como contravalores.
Por consiguiente, es esencial determinar cuándo una norma o regla se está
utilizando para alcanzar un valor y cuándo para conseguir un contravalor. La
norma no es buena ni mala en sí misma; lo son el valor o el contravalor al que
sirven.
El Reino de Dios es un conjunto de valores que
requiere para alcanzarlo normas muy específicas de conducta
Supongamos que el punto central de la sección del
evangelio que hoy nos presenta la liturgia es la auténtica veneración de Dios.
¿De qué Dios se trata? nos preguntamos. ¿Son el mismo el Dios de Moisés y el
Dios que nos fue revelado por Jesús de Nazaret? Seguro que no. De ahí que las
leyes para conseguir el nuevo valor –el Dios de Jesús– sean diferentes de las
que sirvieron para llegar a Yavé, el Dios de Moisés. Por eso Jesús pondrá en
entredicho partes de la ley veterotestamentaria, aquellas que no servían para
alcanzar los valores del Reino de Dios. La pureza de lavarse las manos no es
camino para llegar al Dios que por medio de Jesús convocaba en Galilea a comidas
de fraternidad, a las que estaban invitados en primer lugar los considerados
“impuros” en aquella sociedad profundamente clasista: pobres, enfermos,
leprosos, mujeres, etc. De este Dios, dice en evangelio de hoy, lo único que
nos separa –nos hace impuros– son las ofensas que brotan de nuestro corazón
contra los demás. En ninguna otra parte puso Jesús en entredicho de manera tan
radical la ley como en este pasaje del evangelista Marcos. Es de suponer que
esta crítica que Jesús hizo de la ley de Moisés fuera el motivo que llevó a las
autoridades judías a actuar contra él y a procesarlo.
El servilismo a las reglas
A veces se les da más importancia a las normas y a
las leyes que a los valores que las originan. Eso es legalismo. El “legalismo”
ha sido un peligro en el que los cristianos hemos sucumbido no pocas veces.
Para los legalistas, las normas eclesiásticas, una vez establecidas, son
respetadas con más seriedad que la mismísima Palabra de Dios. Somos hipócritas
porque hemos colocado la norma en el lugar que debía ocupar el valor Dios.
Jesús demostró una gran responsabilidad, una total libertad y una enorme
valentía para suprimir normas que no iban encaminadas al desarrollo del Reino
de Dios entre los humanos. Quizás a los cristianos nos falte coraje para hacer
lo mismo que hizo el Señor, y estemos empecinados en cumplir unas normas que no
llevan aparejadas más que contravalores. Por ejemplo, las leyes que rigen la
participación de la mujer en la vida de la iglesia.
Las normas económicas
Las leyes o normas económicas abundan hoy y están
por encima de todas las demás. No podía ser de otro modo, ya que lo económico y
lo referente a nuestro organismo son los valores fundamentales de nuestra
cultura. Pero vemos que esas leyes no traen vida, sino muerte a una parte
importante de la humanidad. Incluso los que pertenecemos al mundo rico nos
vemos amenazados por leyes que nos hacen perder los mismísimos valores
económicos. Tales leyes no brotan del Reino de Dios, sino de Satanás, porque
sólo sirven a los valores de la producción, al provecho de los más ricos. No
están al servicio también de los valores éticos, de la justicia sobre todo, que
ha sido expulsada de nuestra cultura; sino para defender intereses turbios e
inconfesables de hombres sin escrúpulos.
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª Lectura: Deuteronomio (4,1-8): La grandeza de
los mandamientos
I.1. El libro del Deuteronomio, que es uno de
los más famosos de la Torá judía, el Pentateuco cristiano, nos ofrece una bella
lectura que nos habla de la grandeza de los mandamientos de Dios. Este libro
tuvo una historia muy movida, ya que parece que estuvo escondido (al menos una
parte) en el Templo de Jerusalén por miedo a las actitudes antiproféticas de
algún rey de Judá, hasta que Josías (s. VII a. C), un gran rey, abrió las
puertas de la reforma religiosa. Entonces, los círculos proféticos volvieron
sus ojos a este libro, que recogía tradiciones religiosas muy importantes.
I.2. La lectura de hoy era el comienzo del
libro en aquella época y se invita al pueblo a considerar con sabiduría los
mandamientos de Dios. Porque los mandamientos no deben ser considerados como
prohibiciones, sino como la forma en que Dios está cerca de su pueblo y por
ello éste debe escucharlo, servirlo y buscarlo. La lectura nos invita, pues, a
no avergonzarnos de los mandamientos cuando en ellos se expresa su voluntad
salvífica. Es verdad que los mandamientos se entienden, a veces, en sentido
demasiado legalista y, entonces, a algunos, les parecen insoportables. Y será
Jesús quien libere los mandamientos de Dios de ser una carga pesada, con objeto
de acercar a Dios a todos nosotros.
IIª Lectura: Santiago (1,17-27): Abrirse a los
dones divinos
II.1. La carta de Santiago recoge la enseñanza
de los dones de Dios. Su comparación con los astros del cielo que se eclipsan
en momentos determinados, no afecta al Padre de las luces. Es un texto lleno de
claves sapienciales en la mejor tradición de la teología judía. Dios ha querido
darnos los dones verdaderos y se revelan, para el autor de la carta, en la
palabra de Dios.
II.2. Valoramos aquí una legítima teológica de
la palabra, ya que en ella está la salvación. Es una palabra que opera la
salvación de nuestro corazón y de nuestras mentes. Es verdad que pide, para que
pueda salvarnos, ponerla en práctica. Sabemos que la carta de Santiago es de
una efectividad incomparable, como sucede en su discusión sobre la fe y las
obras. ¿Cómo es posible ponerla en práctica? Atendiendo a los que nos
necesitan: a los huérfanos, viudas y los que no tienen nada. Y eso, por otra
parte, es la verdadera religión, es decir, la verdadera adoración de Dios.
Evangelio: Marcos (7,1-23): La voluntad de Dios
humaniza
III.1. El evangelio, después de cinco domingos
en que hemos estado guiados por Jn 6, retoma la lectura continua del segundo
evangelio. El tema es la oposición entre mandamientos de Dios y tradiciones
humanas. La cuestión es muy importante para definir la verdadera religión, como
se ha puesto de manifiesto en la carta de Santiago. El pasaje se refiere a la pregunta
que los fariseos (cumplidores estrictos de la tradiciones de los padres)
plantean a Jesús, porque algunos seguidores suyos no se lavan las manos antes
de comer. La verdad es que esta es una buena tradición sanitaria, pero
convertida en precepto religioso, como otras, puede llegar a ser alarmante. Es
el conflicto entre lo esencial y lo que no lo es; entre lo que es voluntad de
Dios y lo que es voluntad de los hombres en situaciones religiosas y sociales
distintas.
III.2. Este conjunto de Mc 7,1-23 es bastante
complejo y apunta claramente a una redacción y unificación de tradiciones
distintas: unas del tiempo de Jesús y otras posteriores. Son dos cuestiones las
que se plantean: 1) la fidelidad a las tradiciones antiguas; 2) el lavarse las
manos. En realidad es lo primero más importante que lo segundo. El ejemplo que
mejor viene al caso es el de Qorbán (vv.9-13): el voto que se hace a Dios de
una cosa, por medio del culto, lo cual ya es sagrado e intocable, si no
irreemplazable. Si esto se aplica a algo necesario a los hombres, a necesidades
humanas y perentorias, parece un “contra-dios” que nadie pueda dispensar de
ello. Si alguien promete algo a Dios que nos ha de ser necesario para nosotros
y los nuestros en tiempos posteriores no tendría sentido que se mantenga bajo
la tradición del Qorbán. Los mismos rabinos discutían a fondo esta cuestión. La
respuesta de Jesús pone de manifiesto la contradicción entre el Qorbán del
culto y el Decálogo (voluntad de Dios), citando textos de la Ley: Ex
20,12;21,17; Dt5,16; Lv 20,9). Dios, el Dios de Jesús, no es un ser inhumano
que quiera para sí algo necesario a los hombres. Dios no necesita nada de esas
cosas que se ponen bajo imperativos tradicionales. La religión puede ser una
fábrica inhumana de lo que Dios no quiere, pero si lo quieren los que
reemplazan la voluntad de Dios para imponer la suya.
III.3. Los mandamientos de Dios hay que
amarlos, porque los verdaderos mandamientos de Dios son los que liberan
nuestras conciencias oprimidas. Pero toda religión que no lleva consigo una
dimensión de felicidad, liberadora, de equilibrio, no podrá prevalecer. Si la
religión, de alguna manera, nos ofrece una imagen de Dios, y si en ella no
aparece el Dios salvador, entonces los hombres no podrán buscar a ese Dios con
todo el corazón y con toda el alma. La especulación de adjudicar cosas que se
presentan como de Dios, cuando responden a intereses humanos de clases, de
ghettos, es todo un reto para discernir la cuestión que se plantea en el
evangelio de hoy. Esta es una constante cuando la religión no es bien
comprendida. Jesús lo deja claro: lo que mancha es lo que sale de un corazón
pervertido, egoísta y absurdo. La verdadera religión nace de un corazón abierto
y misericordioso con todos los hermanos.