“Todos serán instruidos por Dios”
La presencia de Dios en
el mundo no es una presencia pasiva. Nuestro Dios no es un puro espectador. Se
trata de una actividad incesante, a manera de fermento, es vital, oculta,
transformante en el día a día, y que nos robustece en nuestro peregrinar.
Esta actividad oculta de
Dios se va expresando a través de las virtualidades del alimento con fuerza
espiritual.
Elías es confortado con
el pan del ángel (1ª lectura): «pan bajado del cielo» (otro símbolo de la
Eucaristía).
El cristiano ha sido
marcado con el Espíritu y en la imitación de Jesús por amor, encuentra soporte
espiritual para la lucha. Y sobre todo, en el pan que El da, que es su propio
cuerpo (Evangelio).
Este pan que se da a la
sociedad de los creyentes les facilita el camino en el amor (2ª lectura).
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
I LECTURA
Pan para el Camino: Cansado de ser la voz
de Dios para un pueblo que no escucha, Elías está al borde de una
crisis de nervios. Por medio de un ángel, Dios le da alimento para aguantar
marchando durante cuarenta días -símbolo del tiempo de una vida-
para encontrar a Dios, y para recibir de él nueva fuerza para su
misión como profeta.
Lectura del primer libro de
los Reyes 19, 1-8
El rey Ajab contó a Jezabel todo lo
que había hecho Elías y cómo había pasado a todos los profetas al filo de la
espada. Jezabel envió entonces un mensajero a Elías para decirle: "Que los
dioses me castiguen si mañana, a la misma hora, yo no hago con tu vida lo que tú
hiciste con la de ellos". Él tuvo miedo, y partió en seguida para salvar
su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su sirviente. Luego Elías caminó
un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una retama. Entonces se
deseó la muerte y exclamó: "¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo
no valgo más que mis padres!". Se acostó y se quedó dormido bajo la
retama. Pero un ángel lo tocó y le dijo: "¡Levántate, come!". Él miró
y vio que había a su cabecera una galleta cocida sobre piedras calientes y un
jarro de agua. Comió, bebió y se acostó de nuevo. Pero el Ángel del Señor
volvió otra vez, lo tocó y le dijo: "¡Levántate, come, porque todavía te
queda mucho por caminar!". Elías se levantó, comió y bebió, y fortalecido
por ese alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de
Dios, el Horeb.
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo 33, 2-9
R. ¡Gusten y
vean qué bueno es el Señor!
Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo
oigan los humildes y se alegren. R.
Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos. Busqué al Señor: Él me respondió y me libró de
todos mis temores. R.
Miren hacia él y quedarán
resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. Este pobre hombre invocó al
Señor: Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.
El Ángel del Señor acampa en torno
de sus fieles, y los libra. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los
que en él se refugian! R.
SEGUNDA LECTURA
Sigue el Ejemplo de Amor
de Cristo: Un cristiano debe amar y perdonar como Cristo,
que se sacrificó a sí mismo por nosotros. En la eucaristía él nos puede dar la
fuerza para seguirle.
Lectura de la carta del
apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 4, 30-5, 2
Hermanos: No entristezcan al
Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello para el día de la
redención. Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y
toda clase de maldad. Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos,
perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo. Traten
de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos. Practiquen el amor, a ejemplo
de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio
agradable a Dios.
Palabra de Dios.
EL EVANGELIO PARA EL DÍA DE
HOY
Pan para la Vida del
Mundo: Lo mismo que necesitamos pan y alimento para
vivir, así también nos es necesario el pan espiritual para la vida eterna.
Jesús es ese pan para la vida del mundo.
Ì Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 41-51
Los judíos murmuraban de Jesús,
porque había dicho: "Yo soy el pan bajado del cielo". Y decían:
"¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y
a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: 'Yo he bajado del cielo?'". Jesús
tomó la palabra y les dijo: "No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir
a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último
día. Está escrito en el libro de los Profetas: 'Todos serán instruidos por
Dios'. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha
visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. Les
aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres,
en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero éste es el pan que desciende
del cielo, para que aquél que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del
cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi
carne para la Vida del mundo".
Palabra del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
El profeta Elías cede a
un sentimiento de temor y huye. Muchos profetas antes que él, habían sido
asesinados. En el camino nace el desaliento y este cede al cansancio. El que
era todo un campeón, se siente desfallecer, y un ángel del Señor le trae comida
y bebida y se siente reconfortado con ese pan bajado del cielo, recuperando las
fuerzas y el gusto por la vida. Así sigue su camino hasta el Horeb donde le
espera Dios.
Como Elías, también
nosotros podemos sentir desaliento en la lucha diaria. Se dice que el
cristianismo es religión para valientes. El mal, en sus muchas formas, se nos
puede cruzar en el camino; nuestro compromiso cristiano nos puede, en
determinados momentos, pesarnos, y nuestra vida cristiana que comenzaba un día
luminoso se nos convierte en rutina cansina. Sentimos entonces la tentación del
cansancio. Un sentimiento de fracaso y de perdida de tiempo nos atenaza. Es el
momento de una segunda vocación o de nuestra segunda conversión. Recibimos
entonces la confianza interior que nos hace fuertes y seguimos el camino…
El que cree en mí tendrá
vida eterna
Los judíos no comprenden
y murmuran. Buscando argumentos contra Jesús recurren a su propia historia que
ellos conocen bien como vecinos y conocidas: ¿No es este el hijo de José?
Entonces ¿cómo puede decir que ha bajado del cielo?
Esta razón de la sin
razón convertida en ataque personal, es una actitud muy vigente entre nosotros
cuando nos cuesta reconocer en un hombre al mensajero de Dios.
Jesús se reafirma con
nuevos argumentos: ¡No critiquéis!.. El que cree en mí tendrá vida eterna, Yo
soy el pan vivo, El que come este pan vivirá eternamente.
No se refiere a un
alimento material para el tiempo como el pan de Elías, si no a aquel que nos da
para la Eternidad. Cristo se parte y se reparte en la Eucaristía para ser
comido y asimilado como alimento verdadero que sacie todas nuestras ansias
espirituales. El pan material, nos insinuaba Jesús hace unos domingos, hemos de
compartirlo con quién carece de él, comportamiento humano y cristiano pero,
tantas veces, asignatura pendiente en nuestra sociedad.
Por nuestra
participación en la Eucaristía, mediante su comunión, entramos en su voluntad:
sumisión, renuncia, amor, aceptación de la cruz y vida gloriosa.
Sociedad de creyentes
Las palabras del Señor
dividen opiniones y voluntades. Unos le seguirán. Otros le abandonan desde
aquel momento. Cada uno seguirá su camino por distintas rutas, todos vamos
avanzando hacia la eternidad.
Los creyentes formamos
parte de una sociedad privilegiada que se alimenta con el pan que da la vida
eterna, Cristo es su cuerpo y nosotros sus miembros capaces, por la acción del
Espíritu, de continuar su vida.
La Eucaristía establece
una sociedad cimentada en el amor, porque convierte en hermanos a todos los que
participan en ella, y nos invita a unas relaciones en que se respete la
justicia y la caridad.
Personalmente la
Eucaristía es el motor que me pone en marcha cada mañana para recorrer el
camino de mi vida mirando con amor a compañeros de ruta y confiar en la
misericordia de un Dios amor que perdona todas mis culpas y me invita a la
felicidad.
ESTUDIO BÍBLICO
De la sabiduría a la
Eucaristía
Iª Lectura: 1Reyes
(19,4-8): La fuerza de Dios en el corazón del profeta
I.1. La primera
lectura nos narra una de las escenas más maravillosas y excepcionales del
profeta Elías, el prototipo del profetismo del Antiguo Testamento, quien en
tiempo de Ajaz y la reina fenicia Jezabel, su esposa (en el reino del norte,
Israel), luchó a muerte por el yahvismo (la religión judía) que la reina quería
“sincretizar” con sus creencias paganas. El profeta Elías, un defensor a ultranza
del monoteísmo (sólo existe un Dios, Yahvé, y ninguno más) y de sus exigencias
éticas, se enfrenta con la reina y sus lacayos. Sabemos que, en el fondo, es
una guerra de religión, un enfrentamiento de culturas, donde el profeta Elías
había derrotado a espada a los profetas de Baal (dios cananeo-fenicio) y eso le
hace huir hacia el Horeb, que es el monte Sinaí en una tradición bíblica.
I.2. Elías va al
encuentro de las verdaderas raíces del yahvismo, como podemos encontrar en Ex
19. El ángel de Dios le anima, le pone un pan y agua para que prosiga en esta
huida, como Moisés, hacia el monte de Dios (en el Horeb), para beber en la
verdadera fuente del yahvismo. Hay mucho de simbólico en esta narración, como
se ha reconocido en la interpretación de los expertos. No todo lo que hay en la
historia de Elías y su lucha por el yahvismo es hoy aceptable desde el punto de
vista teológico, aunque defender los principios de una religión que se
fundamenta en la justicia, como hace Elías en otras ocasiones, sí es ejemplo de
radicalidad. Dios viene en ayuda del profeta, porque la lucha es “a muerte”.
Defender una causa justa en nombre de Dios, no es apologética o
fundamentalismo, o no debe serlo al menos, sino que es humanizar la religión.
IIª Lectura: Efesios
(4,30-5,2): Dios, inspirador de nuestra vida
II.1. La segunda
lectura prosigue con la exhortación a la vida nueva que lleva consigo el sello
del Espíritu que deben poseer los cristianos. Lo que el autor pide, como
consecuencia de esta identidad cristiana en el Espíritu, es determinante para
conocer lo que hay que hacer como cristianos; es lo que se llama la praxis:
evitar la agresividad, el rencor, la ira, la indignación, las injurias, y toda
esa serie de maldades o miserias.
II.2. La
alternativa es ser imitadores de Dios, es decir, bondadosos, compasivos y
perdonadores. No es un imposible lo que se propone en el sentido de que Él sea
nuestra vara de medir, sino tener los mismos sentimientos que Dios, como Padre,
tiene con todos nosotros; así los debemos tener los unos con los otros. Nos
recuerda algunos aspectos del Cristo joánico: como el Padre me ha amado, así os
amo yo.
Evangelio: Juan
(6,41-51): “Yo soy” el pan de vida
III.1. El contraste
entre la Ley del AT y la persona de Jesús es una constante en el evangelio de
Juan. Frente a la Ley y su mundo, y especialmente frente a la interpretación y
manipulación que hacían los judíos, el evangelio propone a Jesús como verdadera
“verdad” de la vida. Por eso mismo, los autores de San Juan se inspiran en la
Sabiduría divina a la hora de interpretar el AT y de lo que Jesús ha venido
hacer como Palabra encarnada. En el AT se hablaba de la Sabiduría divina que
habría de venir a este mundo (cf Pro 1,20ss; 8; 9,1ss; Eclo 24,3ss.22ss; Sab
7,22-8,8; 9,10.17) como Palabra para iluminar en enseñar la forma de llevar a
cabo el proyecto salvífico de Dios. Por eso mismo, en este discurso de Jn 6 se
tienen muy en cuenta estas tradiciones sapienciales como de más alto valor que
el mismo cumplimiento de los preceptos de la Ley. Y en Jn 6 se está pensando
que Jesús, la Palabra encarnada, es la realización de ese proyecto sapiencial
de Dios.
III.2. El evangelio
de hoy nos introduce en un segundo momento del discurso del pan de vida. Como
es lógico, Juan está discutiendo con los «judíos» que no aceptan el
cristianismo, y el evangelista les propone las diferencias que existen, no
solamente ideológicas, sino también prácticas. Su cristología pone de
manifiesto quién fue Jesús: un hombre de Galilea, de Nazaret, hijo de José
según se creía ¿cómo puede venir del cielo? Es la misma oposición que Jesús
encuentra cuando fue a Nazaret y sus paisanos no lo aceptaron (Mc 6,1ss). Las
protestas de los oyentes le da ocasión al Jesús joánico, no de responder
directamente a las objeciones, sino de profundizar más en el significado del
pan de vida (que al final se definirá como la eucaristía). Pero ahí aparece una
de las fórmulas teológicas joánicas de más densidad: yo soy el pan de vida. Y
así, el discurso sapiencial se hace discurso eucarístico.
III.3. La presencia
personal de Jesús en la eucaristía, pues, es la forma de ir a Jesús, de vivir
con El y de El, y que nos resucite en el último día. El pan de vida nos
alimenta, pues, de la vida que Jesús tiene ahora, que es una vida donde ya no
cabe la muerte. Y aunque se use una terminología que nos parece inadecuada,
como la carne, la «carne» representa toda la historia de Jesús, una historia de
amor entregada por nosotros. Y es en esa historia donde Dios se ha mostrado al
hombre y les ha entregado todo lo que tiene. Por eso Jesús es el pan de vida.
Harían falta muchas más páginas para poder exponer todo lo que el texto del
evangelio de hoy proclama como “discurso de revelación”. El pan de vida, hace
vivir. Esta es la consecuencia lógica. Casi todos los autores reconocen que
estamos ya ante la parte eucarística de Jn 6.
III.4. Aparece
aquí, además, uno de los puntos más discutidos de la teología joánica: la
escatología, que es presentista y futura a la vez. La vida ya se da, ya se ha
adelantado para los que escuchan y “comen” la “carne” (participación
eucarística”). Pero se dice, a la vez, que será “en el último día”. Esto ha
traído de cabeza a muchos a la hora de definir qué criterios escatológicos se
usan. Pero podemos, simplificando, proponiendo una cosa que es muy importante.
La vida que se nos da en la eucaristía como participación en la vida, muerte y
resurrección de Jesús no es un simulacro de vida eterna, sino un adelanto real
y verdadero. Nosotros no podemos gustarla en toda su radicalidad por muchas
circunstancias de nuestra vida histórica. La eucaristía, como presencia de la
vida nueva que Jesús tiene como resucitado, es un adelanto sacramental en la
vida eterna. Tendremos que pasar por la muerte biológica, pero, desde la fe,
consideramos que esta muerte es el paso a la vida eterna. Y en la eucaristía se
puede “gustar” este misterio.
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