Yo soy el pan vivo bajado del cielo
La liturgia de este domingo permite
que nos fijemos en la propuesta de Jesús, que es la preparación e invitación a
compartir el banquete del cordero pascual. Este banquete sellará por completo
la alianza que Dios estableció con su pueblo. Ahora ese pacto queda cumplido en
Jesucristo y está abierto a toda la humanidad, sin ninguna excepción.
Compartir el cuerpo y sangre de
Cristo es la verdadera Eucaristía y es el compendio de su entrega al plan de
Dios, que conocemos como Reino de Dios. Este dato puede abrirnos a una dinámica
nueva de vida, basada en la alegría de compartir junto a Cristo y los hermanos,
nuestra condición de ser hijos de Dios.
La mesa de la Palabra y de la
Comida, como signos específicos cristianos, y fuente de la fe que profesamos.
La Palabra es fuente de revelación, es donde Dios se comunica con el hombre y
es el inicio de una relación y una alianza. El pan y el vino son alimentos
sencillos, imprescindibles, que van a tomar un significado más profundo en
Jesús a través de su entrega para dar la vida al mundo, es un mensaje que está
abierto a la humanidad.
Saber reconocer al Señor como
fuente de vida y de alegría es identificar a un Dios que apuesta por la vida,
por la alegría de vivir el encuentro con Jesucristo que es nuestro fundamento.
Así nuestra fe hay que vivirla en clave celebrativa, con entusiasmo e ilusión.
Pero no de forma ilusoria, pues en el caminar humano existen momentos alegres y
otros que más bien son tristes, pero integrando todo tipo de vivencias en Dios,
como garantía de cercanía y de entrega total.
Demos
Gracias al Señor por la Eucaristía
¡Qué afortunados somos, teniendo la eucaristía! Aquí está Jesús asegurándonos: “Yo estoy con ustedes y vivo en medio de ustedes, y les doy no un regalo cualquiera, sino me doy a mismo como alimento para el viaje de la vida. Coman mi pan de vida y beban mi vino de alegría y de redención. Esto es yo mismo que me doy por ustedes.” De esta manera Jesús nos hace también a nosotros capaces de entregarnos a Dios y a los hermanos.
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
I LECTURA
El texto nos invita a "saber
vivir", a ser sabios, a beber de la experiencia y a enfrentar lo que
tenemos que vivir cada día. Y esa invitación exige que nos movamos, que
busquemos aprender a vivir, que decidamos acercarnos a una vida seria y sana.
En definitiva, la vida será siempre un aprendizaje si nos atrevemos a vivirla
en serio.
Lectura del libro de los Proverbios 9, 1-6
La Sabiduría edificó su casa, talló sus siete columnas, inmoló sus víctimas,
mezcló su vino, y también preparó su mesa. Ella envió a sus servidoras a
proclamar sobre los sitios más altos de la ciudad: "El que sea incauto,
que venga aquí". Y al falto de entendimiento, le dice: "Vengan, coman
de mi pan, y beban del vino que yo mezclé. Abandonen la ingenuidad, y vivirán,
y sigan derecho por el camino de la inteligencia".
Palabra de Dios.
SALMO
Sal
33, 2-3. 10-15
R. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
Bendeciré
al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se
gloría en el Señor; que lo oigan los humildes y se alegren. R.
Teman al
Señor, todos sus santos, porque nada faltará a los que lo temen. Los ricos se
empobrecen y sufren hambre, pero los que buscan al Señor no carecen de
nada. R.
Vengan,
hijos, escuchen: voy a enseñarles el temor del Señor. ¿Quién es el hombre que
ama la vida y desea gozar de días felices? R.
Guarda
tu lengua del mal, y tus labios de palabras mentirosas. Apártate del mal y
practica el bien, busca la paz y sigue tras ella. R.
II LECTURA
San Pablo nos aconseja que ante
las tormentas y oscuridades de esta vida, el camino inicial es la oración. Ella
nos sostiene en la voluntad de Dios, cuando seguimos sus caminos. De otra
manera, caminaremos errantes, perdidos y sin rumbo.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 5,
15-20
Hermanos: Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como
personas sensatas que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos
tiempos son malos. No sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la
voluntad del Señor. No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien,
llénense del Espíritu Santo. Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos
espirituales, cantando y celebrando al Señor de todo corazón. Siempre y por
cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor
Jesucristo.
Palabra de Dios.
Aleluya.
"El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él",
dice el Señor. Aleluya.
EL
EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY
¿Sentimos
que, al participar de la eucaristía, Jesús mismo quiere darnos una nueva vida?
¿O es una rutina semanal el acercarnos a recibir al Señor? Dejemos que el Señor
nos transforme y nos haga siempre nuevos.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Juan 6, 51-59
Jesús
dijo a los judíos: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de
este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del
mundo". Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre
puede darnos a comer su carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro
que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán
Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo
lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi
sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en
mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida,
vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el
pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que
coma de este pan vivirá eternamente". Jesús enseñaba todo esto en la
sinagoga de Cafarnaúm.
Palabra del Señor.
COMPARTIMOS LA PALABRA
El pan y
el cuerpo
La
Palabra de Dios viene enmarcada este domingo por el tema de la sabiduría. A
primera vista no parece tener una relación directa con el evangelio, en el que
seguimos leyendo el discurso del pan de vida. El único vínculo visible es que
la sabiduría divina se propone a sí misma por medio de un banquete. Para
adquirir sabiduría hay que aceptar la invitación que ella misma cursa a todos
los que la desean a participar de la mesa que ha preparado, a comer de su pan y
beber de su vino. Una buena aclaración del sentido cristiano de esta sabiduría
nos la ofrece Pablo en el texto de la carta a los Efesios. La sabiduría
cristiana consiste en la sensatez y la sobriedad de vida, especialmente ante
situaciones negativas. Ante los “malos tiempos”, como los que vivimos ahora,
existe siempre la tentación no sólo de maldecir y poner mala cara, sino también
de huir embotando nuestra conciencia, alienándonos del dolor que esa situación
nos produce (y que puede ser global, social o estrictamente personal), por
medio de la borrachera de vino, o de otras cosas: las drogas, los programas de
televisión o el internet…
Pablo
nos propone otra forma de embriaguez: no la de las bebidas espiritosas (y sus
otros sucedáneos), sino la del Espíritu Santo, que, en vez de aturdir nuestra
conciencia, la despierta y nos abre los ojos y el corazón para ver los bienes
que, pese a todo, recibimos continuamente de Dios; así aprendemos a usarlos
adecuadamente, de manera que no vivimos compulsivamente para ellos, sino que,
sirviéndonos de ellos con sensatez y sobriedad, los convertimos en ocasión para
alabar y dar gracias a Dios. Pablo nos exhorta a dar gracias “por todo”, luego
también por esos bienes necesarios para vivir, en los que la sabiduría nos
descubre los signos y la prenda de otros bienes más elevados y definitivos, a
los que aspiramos mientras usamos con libertad y generosidad los de este mundo.
Como vemos, y contra lo que con frecuencia se afirma, la experiencia religiosa
guiada por el Espíritu de Jesús, no sólo no nos aliena de este mundo, sino que
nos da la sabiduría para valorar y usar sus bienes con justicia.
La
síntesis y la vinculación armónica de estos dos tipos de bienes la vemos
realizada precisamente en el discurso del pan de vida de Jesús: el pan que
alimenta nuestro cuerpo y el vino que alegra nuestro espíritu se hacen en
Cristo sacramentos de su cuerpo y de su sangre, prenda de salvación, alimento
de vida eterna. Ya decíamos hace dos semanas que no hay contradicción entre el
pan material y el pan que da la vida eterna.
En el
diálogo sobre el pan de vida, Jesús hace una equiparación que no puede no
causar extrañeza y escándalo. No sólo habla provocadoramente de sí mismo como
el pan bajado del cielo, como el verdadero maná, sino que afirma con toda
crudeza que ese pan es su carne, y que para alcanzar la vida eterna tenemos que
comer su carne y beber su sangre. No debemos pensar que el escándalo se produce
por una pretendida antropofagia. Se trata en realidad del escándalo de la cruz.
La carne de los animales ofrecidos en sacrificio era destruida y, en parte,
también era comida en un banquete ritual. Si Jesús habla de que su carne y su
sangre han de ser comida y bebida, es porque está hablando de que su propio
cuerpo tiene que ser ofrecido en sacrificio; y si él es el verdadero maná, quiere
decir que su cuerpo es el objeto del verdadero y definitivo sacrificio
agradable a Dios.
En el
episodio de las tentaciones en el desierto, Jesús responde al diablo citando un
texto del Deuteronomio (cf. Dt 8, 3) que habla precisamente del maná: “no sólo
de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt
4,4; Lc 4, 4). Pues bien, esa Palabra hecha carne (cf. Jn 1, 14), se ha
entregado en sacrificio hasta la muerte. Y el pan y el vino de la Eucaristía
son el memorial de esa pasión; no un mero recuerdo, sino actualización y
presencia real de la muerte de Cristo en la cruz. El que come ese pan y bebe
ese vino entra en comunión profunda con el Cristo que ha ofrecido su cuerpo y
derramado su sangre en el altar de la cruz, de modo que Cristo habita en él y
él en Cristo, y así como participa de su muerte, participa también de su
resurrección.
Pero
igual que en los discípulos de aquel tiempo, la perspectiva de la cruz suscita
en nosotros rechazo y escándalo. Nos echamos atrás ante una carne comida, es
decir, destrozada, destruida. No debemos olvidar que en la antropología
unitaria de la Biblia la carne expresa no “una parte”, sino el ser entero del
hombre desde el lado de su corporalidad, esto es de su presencia física, que en
él es una presencia ofrecida y entregada; no sólo un ser-ahí (sum), sino un
ser-para (adsum).
Jesús,
llegados a este punto del discurso del pan de vida, nos está introduciendo en
la sabiduría de la cruz. Entendemos ahora el marco ofrecido por la primera
lectura y también por la segunda. Se trata de una sabiduría superior, que no es
de este mundo (cf. 1 Cor 2, 6-8), que a los ojos de este mundo, tanto de las
mentes piadosas, como la de judíos, como de los espíritus críticos, el de los
griegos, es locura y necedad (cf. 1 Cor 1, 23).
Pero es
precisamente esta sabiduría la que nos instruye en el uso armónico de los
bienes de la tierra como prenda de los bienes futuros y nos enseña que, en caso
de que surja entre ellos oposición o conflicto (lo que no está excluido), hay
que saber renunciar con libertad de espíritu a los primeros, para poder
adquirir los segundos. Una renuncia que puede llevar, como en el caso de
Cristo, incluso a la de la propia vida. Esta es la esencia de la sabiduría
cristiana: vivir con sensatez en este mundo, disfrutando con gratitud de los
bienes que Dios nos ha concedido, pero aspirando a los bienes de arriba (cf.
Col 3, 1-4), y siendo libres, capaces de renunciar como Cristo a aquellos
cuando lo exigen la fe y el amor, la coherencia de vida y el bien de los
hermanos.
ORAMOS CON LA PALABRA
Demos
Gracias al Señor por la Eucaristía
Demos
gracias al Padre por darnos a Jesús en la eucaristía.
Oh
Padre, lleno de amor,
¿cómo
podríamos conocer la profundidad de tu amor
si tu
Hijo no se hubiera hecho carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre?
¿Cómo
podríamos tener nunca el valor de vivir los unos para los otros
y, si
fuere necesario, morir por ellos
si Jesús
no hubiera entregado su cuerpo
y
derramado su sangre por nosotros?
Gracias,
Padre, por hacer posible
que
Jesús permanezca con nosotros en la eucaristía
y que se
convierta aquí para nosotros
en
nuestro “pan de cada día”.
En
nuestro viaje a través de la vida
haz que
este pan vivo sea el alimento que nos dé fuerza
para,
como él, vivir y morir por nuestro prójimo
y por
ti, nuestro Dios de vida, por los siglos de los siglos.
ESTUDIO
BÍBLICO
Tema general: el banquete de la
Sabiduría y el banquete eucarístico que ofrece Jesús.
Primera
lectura: Proverbios 9,1-6.
Marco: El c. 9 pertenece a una
amplia colección de proverbios que constituyen el prólogo. El fragmento que
proclamamos hoy podría titularse o la Sabiduría prepara su banquete que ofrece
a los hombres o la Sabiduría se presenta como hospitalaria para los hombres.
Reflexiones:
1ª: ¡La Sabiduría se presenta como
una anfitriona que prepara un banquete!
La Sabiduría ha preparado el
banquete... mezclado el vino y puesto la mesa. Es frecuente en la Escritura
presentar literariamente a la Sabiduría en términos domésticos y familiares.
Preparar el vino es la prima preocupación y tarea de un buen anfitrión. Si
ahora ocurre algo parecido, en el medio ambiente hebreo el vino es un elemento
fundamental para celebrar cualquier acontecimiento familiar o nacional. De ahí
que se entienda por qué en la cena pascual judía sea obligatorio beber, aunque
sólo fuera un poco, de cuatro diferentes copas rituales que expresan la
solemnidad de la celebración. La Sabiduría prepara el vino quiere decir que
invita a los hombres a acercarse a ella como a una fiesta para ser felices,
para conseguir el bienestar y la comunión entre los comensales. En la misma
línea habría que entender la frase “prepara la mesa”. Anteriormente nos ha
dicho el autor que la Sabiduría “se ha construido una casa”. Todo respira
ambiente de comunión, de intimidad, de bienestar. Sería conveniente insistir en
toda esta simbología que rodea la presentación y actividad de la Sabiduría.
Segunda
lectura: Efesios 5,15-20.
Marco: Seguimos la proclamación del
capítulo 5, como en el domingo anterior, de tal manera que el fragmento que
proclamamos hoy pertenece también a la exhortación con el tema de la vida nueva
en Cristo. El autor de esta carta desciende a la vida concreta del creyente en
medio del mundo.
Reflexiones:
1ª: ¡Observar e interpretar los
signos de los tiempos!
Fijaos bien cómo andáis... Sabed
comprar la ocasión, porque vienen días malos. En todos los momentos de la
historia ha sido necesario estar capacitados para la comprensión y la
interpretación de lo que acontece alrededor. Pero el autor de esta carta piensa
en la situación de la comunidad y de los creyentes en general. La situación es
preocupante tanto mirando a la comunidad en sí misma como mirándola frente al
exterior. En sí misma porque se han infiltrado maestros que discuten la
primacía de Cristo. Y la consecuencia inmediata es el riesgo de la unidad y de
la comunión entre los hermanos, de la que ha hablado en el capítulo anterior.
La unidad es un valor imprescindible para vivir el evangelio y para anunciarlo
con unas garantías mínimas de que va a ser aceptado. Desde el exterior, la
comunidad cristiana es, sociológicamente hablando, todavía una realidad
minúscula en medio de la gran ciudad. Es necesario todo tacto y toda prudencia
en el comportamiento. La Iglesia de hoy debe estar atenta también a los signos
de los tiempos para realizar su misión en medio de este mundo en el que está
inmersa y para el que es sacramento de salvación. Es necesario que el Evangelio
sea presentado de una manera inteligible para los hombres de nuestro tiempo.
Los creyentes poseen la clave interpretativa de los acontecimientos que suceden
en la historia recurriendo a la Escritura meditada y saboreada constantemente.
Y pueden ofrecer a sus hermanos los hombres otras perspectivas que sólo
aparecen implícitamente en los hechos. Y estos hechos con frecuencia abruman a
nuestros hermanos los hombres y a nosotros mismos. Ofrecer la clave en que nos
apoyamos para entenderlos es una obligación y una excelente prueba de solidaridad
verdadera y genuina. Y también hoy la comunión y la unidad son imprescindibles
para una adecuada evangelización.
Evangelio:
Juan 6,51-59.
Marco: seguimos en el capítulo 6
del evangelio según san Juan. El fragmento que proclamamos hoy está centrado
plenamente en Jesús ofrecido al mundo como Pan-Eucaristía.
Reflexiones:
1ª: ¿Pide Jesús lo irracional?
Disputaban entonces los judíos entre
sí: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Hemos recordado repetidamente que
en la presentación del evangelio de Jesús Juan utiliza dos elementos
fundamentales, pero el uno supeditado al otro, como son los signos realizados
por Jesús y los discursos que tienen lugar a continuación del signo. Pues bien,
el lector no puede perder de vista que en el capítulo 6 de Juan se narran dos
signos: la multiplicación de los panes y Jesús caminando sobre las aguas
venciendo las leyes de la gravedad. Este signo está presentado por Juan para
que se pueda comprender lo que aparentemente es irracional. Esa es su dinámica
y solo teniéndola en cuenta en su globalidad podemos entender su mensaje. Si
Jesús puede caminar sobre las aguas sin hundirse (signo) prepara para la afirmación
de que es necesario comer su carne y beber su sangre. De nuevo aparece el
malentendido entre sus oyentes. Bien es cierto que nosotros leemos un texto
redactado a finales del s. I de nuestra era. ¿Cómo se planteó este asunto
directamente con sus primeros oyentes? Es un asunto difícil de determinar. En
todo caso, lo que nos interesa es que Jesús tiene previsto un modo de que ello
sea posible. Todo menos que Jesús invite a la antropofagia. El es la Sabiduría
que prepara la mesa, que ofrece un espléndido banquete. Él hace realidad lo que
la primera lectura ofrecía como anuncio preparatorio. Sabemos que ha querido
ocultarse en el pan y el vino que son alimentos básicos para la humanidad y que
expresan fuertemente la comunión y solidaridad entre los hebreos.
2ª: ¡La participación en la carne y
en la sangre necesaria para disfrutar de la presencia de Jesús en el hombre y
entre los hombres!
El que come mi carne y bebe mi
sangre, habita en mí y yo en él. Estas afirmaciones de Jesús se entenderán un
poco mejor si recordamos lo que significa para los hebreos comer del mismo pan
o beber de la misma copa. Entre ellos, más que entre nosotros, el comer un
bocado del mismo pan establece una corriente vital muy intensamente
experimentada. El proceso es relativamente sencillo: el pan se convierte en el
cuerpo del que lo come en sangre; han comido del mismo pan, por tanto esa
sangre es idéntica entre los dos que comieron el mismo pan. Y como la sangre es
la expresión de la vida, comparten profunda y realmente la misma vida.
Entendidas así las expresiones de Jesús tienen otro sentido más comprensible.
La solidaridad entre los hebreos es muy fuerte por el sentido familiar y tribal
que tienen. Las palabras de Jesús son, de este modo, elocuentes. Me atrevo a
recordar una anécdota entre los árabes. Ellos significan, en cierto modo,
también la continuidad de esta mentalidad. Y tienen muy fuerte el sentido de
clan y tribu y la venganza ante algún agravio a un miembro de la propia tribu.
Pues bien, si alguien comete un agravio grave contra algún miembro de un
determinado clan o familia que merece la muerte como reivindicación pero logra
entrar en una tienda perteneciente al mismo clan y probar bocado o sólo un poco
de sal con ellos, ya no lo ejecutarán la reivindicación sometiéndolo a la
muerte reparadora. Ese bocado les ha hermanado a todos y a un hermano no se le
mata como reivindicación del agravio cometido. Sólo es posible la comunión con
los demás si se realiza esta comunión interpersonal con Jesús a través del
Sacramento. Es necesario recuperar entre nosotros algunos aspectos de este modo
de ver las cosas para revitalizar, en nuestra Iglesia, el sentido profundo de
auténtica comunión y sincera y comprometida solidaridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario