"Maestro, que yo pueda ver"
Nuestro mundo, plural y globalizado, con un avance
en las ciencias como nunca antes y con reconocimientos de derechos e igualdades
cada día en ascenso, muestra la grandeza del ser humano capaz de modificar su
entorno y de crear herramientas para vivir y conocer. Este avance, que es
propio de la naturaleza humana siempre en desarrollo, no ha podido dar
respuestas a las interrogantes más profundas de la humanidad.
Generación tras generación, el sentido de la vida,
la búsqueda de la salud y de la felicidad han sido un reto a conquistar.
¿Existe ya alguna respuesta o habrá que seguir buscando?
Las lecturas de este XXX domingo del Tiempo
Ordinario nos ayudan a descubrir en Jesús una fuente inagotable de luz y salud,
y una respuesta a la condición humana de vulnerabilidad y de búsqueda de
sentido.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
I LECTURA
Dios quiere derramar sobre nosotros toda su
ternura paternal. Su cuidado es el que nos restablece las fuerzas, nos pone de
pie y nos permite caminar. Quien reconoce su propia flaqueza y debilidad, puede
alegrarse con este obrar de Dios, y expresar con alegría la salvación.
Lectura del libro de
Jeremías 31, 7-9
Así habla el Señor: ¡Griten
jubilosos por Jacob, aclamen a la primera de las naciones! Háganse oír, alaben
y digan: "¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel!". Yo
los hago venir del país del Norte y los reúno desde los extremos de la tierra;
hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una
gran asamblea la que vuelve aquí! Habían partido llorando, pero yo los traigo
llenos de consuelo; los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano,
donde ellos no tropezarán. Porque yo soy un padre para Israel y Efraím es mi
primogénito.
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo 125, 1-6
R. ¡Grandes
cosas hizo el Señor por nosotros!
Cuando el Señor cambió la suerte de
Sión, nos parecía que soñábamos: nuestra boca se llenó de risas y nuestros
labios, de canciones. R.
Hasta los mismos paganos decían:
"¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!". ¡Grandes cosas hizo el
Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! R.
¡Cambia, Señor, nuestra suerte como
los torrentes del Négueb! Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre
canciones. R.
El sembrador va llorando cuando
esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas. R.
SEGUNDA LECTURA
Los sacerdotes del antiguo Israel se casaban y
formaban una familia. El cargo de sacerdote se transmitía en forma hereditaria,
y solo podían ejercerlo los descendientes de Aarón. Jesús no pertenecía a ese
linaje, pero fue hecho sacerdote para siempre porque consagra toda su vida como
ofrenda a Dios.
Lectura de la carta a los
Hebreos 5, 1-6
Hermanos: Todo Sumo Sacerdote del
culto antiguo es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor
de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de
ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede mostrarse indulgente con
los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está
sujeto a la debilidad humana. Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente
por los pecados del pueblo, sino también por sus propios pecados. Y nadie se
arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón. Por eso,
Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la
recibió de Aquél que le dijo: "Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado
hoy". Como también dice en otro lugar: "Tú eres sacerdote para
siempre, según el orden de Melquisedec".
Palabra de Dios.
EL EVANGELIO PARA EL DÍA DE
HOY
En los últimos domingos, el evangelio de Marcos
nos ha presentado diversas escenas que relatan lo que pasaba entre Jesús y los
discípulos mientras iba camino a Jerusalén. En esta ocasión, el texto nos
presenta a alguien que estaba "al borde del camino". Hoy lo
llamaríamos un marginal, un excluido. Desde su marginalidad, Bartimeo reconoce
a este que pasa y confía en él. Aunque los discípulos, en su incomprensión,
quieren callarlo, él no deja de gritar. Para él, sanación y liberación llegan
juntas, en la visión y en ese decidido "lo seguía por el camino", que
expresa lo que es su nueva vida.
Ì Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 46-52
Cuando Jesús salía de Jericó,
acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo
-Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de
que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David,
ten piedad de mí!". Muchos lo reprendían para que se callara, pero él
gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!". Jesús se
detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron:
"¡Ánimo, levántate! Él te llama". Y el ciego, arrojando su manto, se
puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: "¿Qué quieres
que haga por ti?". Él le respondió: "Maestro, que yo pueda ver".
Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver
y lo siguió por el camino.
Palabra del Señor.
COMPARTIMOS LA PALABRA
El conocido grito de Bartimeo: “Hijo de David,
Jesús, ten compasión de mí”, expresa no únicamente el anhelo de recibir por
parte de Jesús la salud visual, sino principalmente la necesidad humana de
hallar el faro de luz al cual dirigir la existencia. Por esta razón, luego de
Jesús devolverle la vista al ciego, Bartimeo, decide seguirle por el camino.
Promesas de restauración con trasfondo mesiánico
En el fragmento del capítulo 31 del libro del
profeta Jeremías, que forma parte del conjunto conocido como el “Libro de la
consolación”, se anuncia el regreso del resto del Reino de Israel (norte) que
había sido deportado durante la invasión Asiria. El profeta, que realiza su
ministerio en el Reino de Judá (sur), ante la inminente invasión Babilónica,
profetiza primero en favor del reino del norte, prometiendo de parte de Dios la
llegada del tiempo de la restauración.
Este tiempo prometido destacará por peculiaridades
mesiánicas: restauración del reino unificado bajo el rey David (la casa de
David), alegría y gozo en Yahvé consecuencia del final de las miserias humanas
y de amenazas extranjeras, e implantación de la justicia y el derecho, donde
los débiles y marginados gozarán de pleno reconocimiento de su dignidad y
reintegración social.
Partiendo de estas promesas de Dios a su pueblo, se
puede presentar a Jesús como el cumplimiento de las mismas desde su mensaje y
su praxis, en la predicación e instauración del Reino de Dios.
Jesús, Luz y Salud del mundo
Ante la visión cristiana de reconocer a Jesús como
“el esperado de los tiempos”, las profecías veterotestamentarias alcanzan en él
su cumplimiento: unidad de todos los pueblos entorno a un centro, Alianza
renovada y presencia restauradora del poder de Dios.
La persona de Jesús puede presentarse, por tanto,
como la Luz y la Salud del mundo. Luz, como fue para Bartimeo, tanto al
recobrar el sentido de la vista como al reconocer en Jesús algo más que un
curandero itinerante. Sus palabras atestiguan el trasfondo mesiánico de su
proceder: “Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”. Recibe, pues, al mismo
tiempo la capacidad de poder poner rostros a las personas, colores y contornos
a la vida, como la capacidad de poder ver un camino, un senda, un sentido
vital. Por esto, luego, decide seguir a Jesús.
También, desde la convergencia de la perspectiva
mesiánica con la praxis de Jesús, podemos ver en él la Salud del mundo. Jesús
ciertamente le devuelve la vista a un ciego, signo patente de la llegada del
Reino de Dios, pero al mismo tiempo le restaura su dignidad socialmente
reducida. Bartimeo ya no tendrá que vivir de la limosna como lo hacía, podrá
insertarse en la sociedad y gozará del reconocimiento de todos, principalmente
dentro de un mundo en el cual los discapacitados eran excluídos sociales y
religiosos.
Cristo sigue otorgando Luz y Salud en y a través de
su Iglesia
En la predicación del Evangelio, la vida
litúrgico-sacramental y el ejercicio de la caridad de la comunidad de
discípulos de Jesucristo, él sigue obrando de la misma manera que lo realizó
con Bartimeo: el Evangelio es fuente de luz y salud liberadora de la condición
humana y de los pueblos, la caridad es reflejo del ser luminoso de Dios y de la
realidad salvadora a la que estamos vocacionados, la vida sacramental es el
ejercicio de la comunicación divino-humana tendente hacia la plenitud en
Cristo, nuestra Luz y Salud.
La nueva vida a la que nace Bartimeo puede
presentarse de manera análoga con la vida del bautizado. Se nace a la luz de
Dios, se recibe la salud moral-espiritual y se comienza un camino de sentido
existencial hacia un fin determinado. Durante este camino, acompañado de la
gracia de los demás sacramentos, principalmente en la eucaristía, Dios sigue
comunicando su luz y su salvación a todos; desde el sacerdocio de Cristo, como
símbolo de Dios.
La fe es necesaria para poder decir: “Maestro, que yo
pueda ver”
Si bien es cierto que la frase más famosa de
Bartimeo es la que gritaba a toda voz y la que permitió que Jesús le recibiera,
la frase que fue el fundamento de todo su actuar en busca de la salud fue la
que le debió susurrar a Jesús cuando ya le tuvo en frente: “Maestro, que pueda
ver”. Esta expresión, llena de esperanza y confianza en Jesús, fue la que
“produjo” el Milagro. Por eso, Jesús le responde: “anda, tu fe te ha curado”.
Desde este presupuesto se puede hacer una conexión
con el Año de la fe. Sólo desde la fe podemos recibir la Luz y la Salud de
Dios. Únicamente desde este don de Dios es que se hace posible la comunicación
divino-humana. Y finalmente, hacer una invitación a crecer y fortalecer la fe,
desde la práctica sacramental, el anuncio de la Buena Noticia de Jesús y el
ejercicio del amor.
ESTUDIO BÍBLICO
El milagro de la fe
Iª Lectura: Jeremías (31,7-9): En las manos de
Dios, que es Padre
I.1. Esta lectura, de profeta Jeremías, nos
ofrece un mensaje de salvación que es digno de resaltar, ya que a este profeta
le tocó vivir la tragedia más grande de su pueblo: el destierro de Babilonia.
El destierro y su vuelta es semejante al éxodo. El destierro ha marcado a
Israel casi como el éxodo. En realidad estos veros que hoy leemos no los
podríamos clasificar de fáciles. Se habla ¿a Israel o a Judá? ¿son de Jeremías
o de sus discípulos? La vuelta se describe no solamente como posesión de de la
tierra, sino también como nueve hermanamiento de los del norte y los del sur,
de Israel y Judá. Es un retorno idílico, utópico que solamente está en las
manos de Dios. Para un profeta verdadero toda la historia está en las manos de
Dios y el pueblo debe estar abierto a las mejores sorpresas.
I.2. Jeremías fue un profeta crítico, radical,
pero en este caso saca de su corazón la mejor inspiración para poner de
manifiesto que de un «resto», de lo que es insignificante, puede resurgir la
esperanza, e incluso el antiguo pueblo del norte, Israel, volverá a unirse al
del sur, Judá, para juntos emprender un marcha hacia la fuente de agua viva,
que es Dios. Desde los cuatro puntos cardinales afluirán hacia una gran
asamblea (que no se dice dónde), en la que caben ciegos, cojos, mujeres
encinta; es decir, todos están llamados a la esperanza. ¿Por qué? La razón de
este oráculo la encontramos al final: porque Dios es un Padre. Esta será
también la teología de Jesús. Dios está cerca de los suyos como un padre, algo
a lo que no se había atrevido la teología oficial judía. Y la verdad es que
mientras no experimentemos a Dios como un padre y como una madre, no
entenderemos que creer en Dios tiene sentido eterno.
IIª Lectura: Hebreos (5,1-6): Solidaridad
sacerdotal de Jesús
II.1. La carta a los Hebreos sigue
ofreciéndonos la teología de Jesucristo como sumo sacerdote, que es uno de los
temas claves de esta carta. Como sacerdote debe ser sacado de entre los
hombres. No comienza siendo sacerdote “desde el cielo”, sino desde la tierra,
desde lo humano. Y además, este sacerdote “humano”, para introducirnos en lo
“divino”, no ofrece cosas extrañas o externas a él, sino su propia vida como
“expiación” porque se siente compasivo con sus hermanos y los pecados del
pueblo. Es un lenguaje sacrificial, imprescindible para aquella mentalidad,
pero que va más allá de lo puramente sacrificial o ritual. En su vida
sacerdotal, Jesús, no necesito más que su propia vida para ofrecerla a Dios.
Esta es la verdadera solidaridad con sus hermanos los hombres.
II.2. En la lectura de hoy, pues, se resalta
especialmente que este sacerdote está «entre los hombres», no está alejado de
nosotros. Y aquí es donde Jesús es único, porque sabemos que entre los hombres
se viven las miserias de pecado. Y está ahí, justamente, para intervenir en
favor nuestro, nunca estará contra nosotros. Está ahí para disculparnos, para
explicar nuestras debilidades, para defendernos contra toda arrogancia. Estando
entre nosotros, percibe mejor que nadie que muchas veces nos equivocamos por
ignorancia o por debilidad. Esta tarea de Cristo como Sumo Sacerdote viene a
poner de manifiesto que no era así en las instituciones del pueblo judío y que
los sacerdotes hicieron todo más difícil para el pueblo alejándose de él.
Sabemos que los sacrificios son signos y símbolos de lo que se busca y de lo
que se tiene en el corazón, y es ello lo que Jesús (que recibe esta misión de
Dios) realiza ante Dios por nosotros.
III. Evangelio: Marcos (10,46-52): El seguimiento y
la fe de un ciego
III.1. En el evangelio de hoy, Marcos nos
relata la última escena de Jesús en su camino hacia Jerusalén. Se sitúa en
Jericó, la ciudad desde la que se subía a la ciudad santa en el peregrinar de
los que venían desde Galilea. Jesús se encuentra al borde del camino a un
ciego. Por razones que se explican, incluso ecológicamente, los ciegos
abundaban en aquella zona. Está al borde del camino, marginado de la sociedad,
como correspondía a todos los que padecían alguna tara física. Pero su ceguera
representa, a la vez, una ceguera más profunda que afectaba a muchos de los que
estaban e iban tras Jesús porque realizaba cosas extraordinarias. El camino de
Jesús hasta Jerusalén es muy importante en todos los evangelios (más en Lucas).
En ese camino encontrará mucho gente. Los ciegos no tienen camino, sino que
están fuera de él. Jesús, pues, le ofrecerá esa alternativa: un camino, una
salida, un cambio de situación social y espiritual.
III.2. El gesto del ciego que abandona su
manto y su bastón, donde se apoyaba hasta entonces su vida, contrasta con la
fuerza que le impulsa a “ir a Jesús” que le llama. ¿Por qué le “llamó” Jesús y
no se acerca él hasta el ciego? La misma gente vuelve a repetirle: él te llama.
Las palabras y los gestos simbólicos de la narración hay que valorarlos en su
justa medida. Diríamos que hoy en el texto son más importantes de lo que parece
a primera vista. Jesús “le llama”. La llamada de Jesús, al que el ciego interpela
como “hijo de David” tiene mucho trasfondo. Jesús ha llamado a seguirle a
varias personas; ahora “llama” a un ciego para que se acerque. No le llama
aparentemente para seguirle, sino para curarle, pero la curación verdadera será
el “seguirle” camino de Jerusalén, en una actitud distinta de los mismos
discípulos que habían discutido por el camino “quién es el mayor”. El ciego no
estará preocupado por ello. De ahí que la escena del ciego Bartimeo en este
momento, antes de subir a Jerusalén, donde se juega su vida, es muy
significativa.
III.3. La insistencia del ciego en llamar a
Jesús muestra que lo necesita de verdad y lo quiere seguir desde una
profundidad que no es normal entre la multitud. Jesús le pide que se acerque,
le toca, lo trata con benevolencia; entonces su ceguera se enciende a un mundo
de fe y de esperanza. Después no se queda al margen, ni se marcha a Jericó, ni
se encierra en su alegría de haber recuperado la vista, sino que se decide a
seguir a Jesús; esto es lo decisivo del relato. En el evangelio de Marcos el
camino que le lleva a Jerusalén le conducirá necesariamente hasta la muerte. La
vista recuperada le hace ver un Dios nuevo, capaz de iluminar su corazón y
seguir a Jesús hasta donde sea necesario. Vemos, pues, que un relato de milagro
no queda solamente en eso, sino que se convierte en una narración que nos
introduce en el momento más importante de la vida de Jesús: su pasión y muerte
en Jerusalén.