"¡Qué
difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!"
Dos mensajes contundentes.
La palabra, eficaz, tajante, nos coloca contra la
pared. Incide en nuestra última entraña. No tengo más remedio que responder.
Cuando me descuido, o cierro mis oídos, o me busco excusas, estoy respondiendo
ya y estoy diciendo no. Lo sé bien: no me es fácil decir no directamente; hay
que interpretar y conseguir, como sea, mis inútiles coartadas.
Mi mejor engaño: los tiempos han cambiado, mi
sociedad no es la de Jesús. No podemos ser extremistas. Me digo que ha cambiado
la percepción de la riqueza. Me digo que el discurso de los pobres está
agotado. Me digo que mi fe y mi reflexión reclaman hoy otras experiencias,
otras palabras. Me digo y me digo. Pero no hay vuelta de hoja. La propuesta del
Evangelio es radical. Así. Sin más.
No soy decente si trato de echar agua al vino. Es
mejor reconocer que no puedo, que me es demasiado trabajoso seguir a Jesús
hasta el final.
Pero, ¿de verdad, de verdad, no puedo seguir el
camino de Jesús?
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
I LECTURA
Sabios con la Sabiduría de Dios. Más preciosa que el
poder, las riquezas, la salud y la belleza es la sabiduría que viene de Dios.
Nos hace vivir en el amor de Dios.
Lectura del libro de la
Sabiduría 7, 7-11
Oré, y me fue dada la prudencia,
supliqué, y descendió sobre mí el espíritu de la Sabiduría. La preferí a los
cetros y a los tronos, y tuve por nada las riquezas en comparación con ella. No
la igualé a la piedra más preciosa, porque todo el oro, comparado con ella, es
un poco de arena; y la plata, a su lado, será considerada como barro. La amé
más que a la salud y a la hermosura, y la quise más que a la luz del día,
porque su resplandor no tiene ocaso. Junto con ella me vinieron todos los
bienes, y ella tenía en sus manos una riqueza incalculable.
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo 89, 12-17
R. Señor,
sácianos con tu amor.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta
cuándo...? Ten compasión de tus servidores. R.
Sácianos en seguida con tu amor, y
cantaremos felices toda nuestra vida. Alégranos por los días en que nos
afligiste, por los años en que soportamos la desgracia. R.
Que tu obra se manifieste a tus
servidores, y que tu esplendor esté sobre tus hijos. Que descienda hasta
nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la
obra de nuestras manos. R.
SEGUNDA LECTURA
La Palabra de Dios es Viva y es Eficaz La Palabra de
Dios es inquietante. Nos fuerza a confrontarnos a nosotros mismos y a tomar una
opción, o a favor o en contra de Dios. Es decisiva para el resultado de
nuestras vidas.
Lectura de la carta a los
Hebreos 4, 12-13
Hermanos: La Palabra de Dios es
viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra
hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Ninguna cosa creada
escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de Aquél
a quien debemos rendir cuentas.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Ven, Sígueme sin Equipaje Inútil. Como el joven
rico, en realidad no hemos dado nada a Dios si no respondemos a su invitación
de seguirle por el camino que él quiere que sigamos.
Ì Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 17-30
Jesús se puso en camino. Un hombre
corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo
hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Por qué me
llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no
cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a
nadie, honra a tu padre y a tu madre". El hombre le respondió:
"Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud". Jesús lo miró
con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y
dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y
sígueme". Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado,
porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus
discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de
Dios!". Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús
continuó diciendo: "Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de
Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico
entre en el Reino de Dios". Los discípulos se asombraron aún más y se
preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?". Jesús,
fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero
no para Dios, porque para él todo es posible". Pedro le dijo: "Tú
sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Jesús
respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas,
madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en
este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres,
hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la
Vida eterna".
Palabra del Señor.
Es conveniente conjugar la lectura del Nuevo Testamento
y el Evangelio.
En la carta a los hebreos el eje es la palabra:
tajante, alcanza la entraña y es eficaz. Eficaz, pero hay que responder. La
eficacia se comprueba en mi respuesta. Siempre libre, siempre aplazable,
siempre rechazada. Quiero dejarme vencer por la palabra, abrir los pulmones de
mi espíritu, que me llegue, que arribe a mi vida esa palabra.
Tanto si miramos el mundo que nos envuelve como si
giramos hacia nuestra vida diaria más concreta, aparentemente más trivial,
parece que muchas veces andamos perdidos, sin saber qué hacer, sin encontrar un
sendero de fiar. Cuando me oriento en la vida, encuentro sentido. Esa
orientación sólo puede venir del encuentro de la palabra acogida con la
realidad que me rodea o con la mía propia. Y aquí tropezamos, siempre
tropezamos, con Jesús y el Evangelio.
Hay que insistir en la radicalidad de la llamada
evangélica. No podemos echar agua al vino. Es mejor decir no puedo, que
traicionar el Evangelio. Lo cierto es que en nuestra conciencia no nos engañamos,
pero nos buscamos dispensas. Nos enredamos en interpretaciones cómodas. Y, al
final, se nos escapa el Evangelio mismo y nuestra vida se vuelve
irremediablemente confusa.
La llamada a compartir los bienes de este mundo se
sostiene en una actitud última. Nadie es el dueño de la tierra. Sólo Dios es el
Señor. Quien se considera amo es un ladrón. Y nunca hay que pensar que los
poderes de este mundo son una fatalidad que debemos aceptar y que no puede
cambiarse. La afirmación de Dios es también la negación de la fatalidad.
A veces, al leer el texto evangélico, se nos invita
a llevar un comportamiento “recto”, “honesto”. ¿Lo llamaremos prudente? ¿Lo
llamaremos equilibrado? Ante tanta desgracia, hay que calificar sin cautela:
esa “prudencia” es mendaz.
También podemos recoger algo que se dice: ¿a qué
tanta historia con los pobres? ¿No van las cosas por otro lado? Hay que
aclararlo sin cansarse. No se trata de que el pobre sea un santo o esté dotado
de cualidades que le hacen más relevante. Al contrario. Es el que no cuenta. No
son sus maravillosas cualidades, es aquél ante quien se vuelve el rostro.
Compartir el pan con quien tiene hambre, aliarse
con el pobre, el huérfano, el extranjero, aliarse con esa nada de mundo: ahí
está el sello de la fraternidad, emblema de la trascendencia humilde, tímida,
de Dios.
La fraternidad está inscrita en la humanidad. La
marca que distingue a la humanidad, que la eleva, es la fraternidad. Es el
trazo que Dios deja al sustentar a la humanidad y la huella de su recuerdo que,
tantas veces, queda en suspenso. Fraternidad de cada uno con cada uno, hacerse
cargo de cada uno. Sólo siendo responsable de cada uno de los otros, sólo
entonces, soy fraterno. Sólo cuando ayudo al caído a ponerse en pie, estoy
haciendo, y digo haciendo, que todos somos hermano.
No se trata sólo de renunciar a los bienes de este
mundo. Hay que compartir. Y compartir con el pobre. El único modo de vivir una
vida fraterna, de construir una sociedad fraterna, de trabajar por el Reino, es
comprometiéndonos con los que realmente, en su vida, están desmintiendo esa
fraternidad ficticia. El pobre, el extranjero…, nada en este mundo en crisis,
pero implacable. Fuera los no rentables, los demás a marcar el paso. Bien por
los fuertes. ¡Ay del que no tiene!
Sin cansancio hemos de alzar la voz en esta crisis
que lastima a la mayoría y que está llevando al desaliento y a la desesperanza
a tantos y tantos. ¿Dónde estamos nosotros?
¿Cómo se deja notar Dios? La pobreza tiene mucho
que ver. Hay que hablar sin miedo de la debilidad de Dios. Ni el pobre ni Dios
entran en los juegos brillantes de luz y de poder que se imponen en este mundo.
La verdad de Dios es una verdad desplazada. O exiliada. Ese exilio nos está
diciendo que este mundo no es suficiente, que estamos llamados siempre a otra
cosa a respirar un aire distinto.
Ser pobre nos lleva tan hacia dentro como hacia
fuera. Extirpar el deseo de posesión o de dominio, permite la libertad de
dentro. Despeja las fantasías y las ansiedades interiores, abre el espíritu,
sereno, libre, sin crispación, lo ahueca y lo ahonda. Ahí, en esa serenidad de
dentro, apagados los ruidos compulsivos, despierta el alma a la presencia de un
Dios que no deja de darse y cuidar de nuestra vida. Ser pobre es remontar hacia
la desnudez de una vida que para sí misma sólo quiere a Dios. Así camina una
vida desnuda y sin complejos. Ser pobre es vivir y hacer de otra manera. Una
perspectiva distinta. Las cosas, los otros, se nos presentan en su verdad
esencial, sin ropaje y sin máscara. Y una mirada compasiva nos devuelve la
ternura que nos reconcilia con todo.
Y algo que nunca debemos olvidar: la realidad. Aquí
no valen las batallas mentales ni las historias imaginadas ni mañana haré ni el
quizá podría hacer… Hay que afirmar la inserción real y sin sueños de la opción
evangélica. Tan adentro vivimos que, al cabo, estamos en la plena luz de la
plaza pública, jugándonosla con los caídos de este mundo, diciendo y haciendo
que las vidas humanas estén en pie. Con gratitud.
Por los pobres… Es el proyecto del Reino, es la
marca de la comunidad seguidora de Jesús, es… Es la verdad. La verdad más
directa: compartir el pan con quien tiene hambre, justamente porque tiene
hambre. Las otras consideraciones vienen después. Nada hay más blasfemo que
protegernos en esa especie de solidaridad “espiritual” que sólo es cinismo. Y
al final, al final, estar con los débiles de este mundo nos hace ganar un
cierto derecho a llaméanos seguidores de Jesús.
ESTUDIO BÍBLICO
La sabiduría del seguimiento de Jesús
Iª Lectura: Sabiduría (7,7-11): La sabiduría nos
hace "divinos"
I.1. Esta lectura nos ofrece uno de los
pensamientos más bellos sobre la sabiduría. Forma parte de una reflexión más
amplia sobre la igualdad de los hombres en su naturaleza, y cómo esta nos perfecciona
humanamente. Se supone que el autor es como un rey (algunos han pensado que era
Salomón, pero no es así). Y este rey se considera igual a todos los hombres,
porque los reyes y cualquier ser humano nacen lo mismo que todos y mueren lo
mismo que todos, como le sucede a los animales. Pero lo que hace a los seres
humanos distintos en la vida y en la muerte es la sabiduría, por la que
compartimos la vida misma de Dios.
I.2. Este don no solamente enseña a gobernar a
los reyes, sino a ser divinos a los hombres, porque es la riqueza más alta. Con
ello se aprende a discernir lo que vale y lo que no vale en la existencia. Las
personas sin «adentros» prefieren el oro, la plata y las piedras preciosas; el
dinero y el poder. Pero quien elija la sabiduría habrá aprendido un sentido
distinto de la vida y de la muerte; del dolor y del hambre; del sufrimiento y
la desesperación. Con ella vienen riquezas, valoraciones y sentimientos que no
se pueden comprar con todo el oro del mundo. Porque la verdadera sabiduría enseña
a tener y vivir con dignidad.
IIª Lectura: Hebreos (4,12-13): La fuerza de la
palabra de Dios
La lectura de Hebreos nos ofrece una reflexión
sobre la Palabra de Dios que se entiende como el anuncio de las promesas del AT
y, en nuestro caso, la predicación cristiana. El autor está exhortando a la
comunidad a peregrinar, sabiendo que nos acompaña Cristo, el Sumo Sacerdote.
Por lo mismo, es con la Palabra del Señor con la que podemos caminar por la
vida. Esa Palabra es como una espada de dos filos que llega hasta lo más
profundo del corazón humano; descubre nuestros sentimientos, nuestras
debilidades, y por impulso de la misma podemos confiarnos a nuestro Dios. Pues
esa palabra no es ideología, ni algo vacío. En este caso, debemos decir que
nuestro texto tiene mucho que ver con el pasaje de la Sabiduría (Sab 7,22-8,1).
La Palabra de Dios, pues, es para el cristiano la fuente de la sabiduría.
Evangelio: Marcos (10,17-30): El seguimiento,
sabiduría frente a las riquezas
III.1. El evangelio nos ofrece una escena muy
conocida: el joven rico y su pretensión de obtener la salvación (“heredar la
vida eterna”). Es verdad que este texto es un conjunto no demasiado homogéneo.
Los grandes maestros han pensado, no sin razón, que son varios textos en torno
a palabras de Jesús sobre el peligro de las riquezas y sobre la vida eterna,
las que se han conjuntado en esta pequeña historia. Es muy razonable distinguir
tres partes: a) la escena del joven rico (vv.17-22); b) la dificultad para
entrar en el Reino de Dios (vv. 23-27); c) las renuncias de los verdaderos
discípulos (vv.28-30). Todo rematado sobre el dicho “los últimos serán los
primeros y los primeros los últimos” (v. 31). Las dos primeras tienen una
conexión más fuerte que la tercera. Es verdad que todo el conjunto gira en
torno a las claves del verdadero seguimiento. No se trata de una enseñanza
sobre el voto de pobreza de los monjes, sino de algo que afecta a la salvación
para todos.
III.2. Entre las muchas lecturas que se pueden
hacer, señalemos que no podemos olvidar como decisivo para entender este pasaje
la llamada al "seguimiento" y tener un tesoro en el cielo. Se ha
comentado en alguna parte que este joven está buscando la sabiduría. Jesús le
propone otro camino distinto, un camino de radicalidad, que implica sin duda
renunciar a sus riquezas, que están sustentadas, incluso, en la praxis y en la
forma de entender los mandamientos que siempre ha cumplido. Es una llamada a
hacerlo todo de otra manera, con sabiduría. No es una llamada a una vida de
pobreza absoluta entendida materialmente, sino de pobreza que no se apoye en la
seguridad del cumplimiento formal de la ley. De hecho, la escena nos muestra
que si el joven cumplía los mandamientos y además era rico, no debería haberse
preocupado de nada más. Pero no las tiene todas consigo. Por ello pregunta a
Jesús… y encontrará un camino nuevo.
III.3. Las riquezas, poseerlas, amarlas,
buscarlas es un modo de vida que define una actitud contraria a la praxis del
Reino de Dios y a la vida eterna: es poder, seguridad, placer... todo eso no es
la felicidad. La alternativa, en este caso, es seguir a Jesús en vez de los
preceptos de la ley, que le han permitido ser un hombre rico. En la mentalidad
judía, ser un hombre de riquezas y ser justo iban muy unidos. Es eso, por lo
mismo, lo que desbarata Jesús para este joven con su planteamiento del
seguimiento como radicalidad. Pensar que el seguimiento de Jesús es una opción
de miseria sería una forma equivocada de entender lo que nos propone esta
historia evangélica. Este joven es rico en bienes materiales, pero también
morales, porque cumple los mandamientos. ¿Es eso inmoral? ¡No! Pero esa riqueza
moral no le permite ver que sus riquezas le están robando la verdadera
sabiduría y el corazón. No tiene la sabiduría que busca, porque debe estar
todavía muy pendiente de “sus riquezas”. Siguiendo a Jesús aprenderá otra
manera de ver la vida, de vez las riquezas y de ver la misma religión.
III.4. Por eso tiene sentido lo que después le
preguntarán los discípulos cuando Jesús hable de que es muy difícil que los
ricos entre en el Reino de los Cielos; porque no son capaces de descodificarse
de su seguridad personal, de su justicia, de su concepción de Dios y de los
hombres. No es solamente por sus riquezas materiales (que siguen siendo un
peligro para el seguimiento), sino por todo su mundo de poder y de seguridad. Y
reciben la aclaración, por otra parte definitiva, de que "lo que es
imposible para el hombre, en cambio es posible para Dios" (v. 27). Por
consiguiente, la respuesta de Jesús al joven rico es una llamada a este hombre
concreto a que le siga de una manera especial; pero, a su vez, un criterio para
todos desde la radicalidad y la sabiduría del seguimiento.
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