“los envió
de dos en dos… en todas las ciudades”
Las lecturas del 14º domingo del
Tiempo Ordinario expresan la tensión entre la cercanía del Reino de Dios y la
labor del seguidor de Cristo. Este Reino es una realidad consumada en
Jesucristo, pero al mismo tiempo es una promesa a consumarse. Dios nos asocia a
su obra salvífica y nos constituye como sujetos portadores de su promesa y
presencia en el mundo. El evangelio de Lucas da mucha importancia a la predicación
a todas las gentes y, en el fragmento de este domingo, presenta a Jesús explicando
cómo debe hacerse.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
I
LECTURA
Reemplacemos
"Jerusalén" por el nombre de nuestro barrio o nuestra ciudad y, con
el profeta, anunciemos la paz y seamos constructores de esta. En la misa, al
saludarnos mutuamente con el beso de la paz, dejemos correr al Espíritu Santo
para que derrame su don en forma abundante.
Lectura
del libro de Isaías 66, 10-14
¡Alégrense con Jerusalén y
regocíjense a causa de ella, todos los que la aman! ¡Compartan su mismo gozo
los que estaban de duelo por ella, para ser amamantados y saciarse en sus
pechos consoladores, para gustar las delicias de sus senos gloriosos! Porque
así habla el Señor: Yo haré correr hacia ella la prosperidad como un río, y la
riqueza de las naciones como un torrente que se desborda. Sus niños de pecho
serán llevados en brazos y acariciados sobre las rodillas. Como un hombre es
consolado por su madre, así yo los consolaré a ustedes, y ustedes serán
consolados en Jerusalén. Al ver esto, se llenarán de gozo, y sus huesos
florecerán como la hierba. La mano del Señor se manifestará a sus servidores, y
a sus enemigos, su indignación.
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo
65, 1-3a. 4-7a. 16. 20
R.
¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Canten la gloria de su Nombre! Tribútenle una alabanza gloriosa, digan al
Señor: "¡Qué admirables son tus obras!". R.
Toda la tierra se postra ante ti, y
canta en tu honor, en honor de tu Nombre. Vengan a ver las obras del Señor, las
cosas admirables que hizo por los hombres. R.
Él convirtió el mar en tierra
firme, a pie atravesaron el Río. Por eso, alegrémonos en él, que gobierna
eternamente con su fuerza. R.
Los que temen al Señor, vengan a
escuchar, yo les contaré lo que hizo por mí. Bendito sea Dios, que no rechazó
mi oración ni apartó de mí su misericordia. R.
SEGUNDA
LECTURA
A
lo largo de la carta, Pablo polemiza sobre la vigencia de las prácticas
religiosas antiguas. En el final de este escrito, sentencia que nada de eso es
determinante en la vida de fe, porque somos criaturas nuevas. Así, como
criaturas de Dios, salidos de sus manos e infundidos por su amor, vivamos en
paz.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 6, 14-18
Hermanos: Yo sólo me gloriaré en la
cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí,
como yo lo estoy para el mundo. Estar circuncidado o no estarlo, no tiene
ninguna importancia: lo que importa es ser una nueva criatura. Que todos los
que practican esta norma tengan paz y misericordia, lo mismo que el Israel de
Dios. Que nadie me moleste en adelante: yo llevo en mi cuerpo las cicatrices de
Jesús. Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con
ustedes. Amén.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Jesús
nos envía en una hermosa misión: anunciar que el Reino de Dios está cerca. El
Reino trae todo aquello que los hombres y mujeres de bien anhelamos: salud,
bienestar, paz, comunión. Por eso los setenta y dos discípulos vuelven alegres
de la misión; porque cuando se anuncia el Reino, el amor de Dios llega a los
corazones y el mal es vencido. Y éste es el anuncio que tanta gente está
esperando.
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 10, 1-12. 17-20
El Señor designó a otros setenta y
dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en
todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: "La cosecha es
abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados
que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en
medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan
a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero:
"¡Que descienda la paz sobre esta casa!". Y si hay allí alguien digno
de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el
que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde
entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; sanen a sus enfermos y digan
a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes". Pero en todas
las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan:
"¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo
sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está
cerca". Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos
rigurosamente que esa ciudad". Los setenta y dos volvieron y le dijeron
llenos de gozo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu
Nombre". Él les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer
todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin
embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus
nombres estén escritos en el cielo".
Palabra del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
El
Reino de Dios: profecía y promesa
En el final del libro de Isaías,
culmen del libro de la consolación, la Jerusalén celestial, que resplandece por
la gloria de Dios, será el lugar de la morada definitiva de la humanidad. Dios
promete consolarla en su presencia como una madre a sus hijos, pero sobre todo
promete la paz, como don escatológico de reconciliación de la humanidad con
Dios, consigo misma y con todo lo creado.
Asociados
a la obra de salvación
Como cristianos, reconocemos que en
Jesús se hace presente el Reino de Dios, pero al mismo tiempo sabemos que su
consumación está en proceso. La invitación de Dios a la plenitud de su gloria
incluye primero la invitación a colaborar en su plan salvador: Dios nos hace
sujetos portadores de su presencia y de su promesa. En la carta a los Gálatas,
Pablo reconoce que su vida misma es expresión de la salvación ofrecida por
Cristo: “llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús”. Ser discípulo es también ser
apóstol (enviado).
Simbolismo del Evangelio
El evangelio narrado por Lucas nos
habla del apostolado cristiano: la misión es la predicación. La misión de los
setenta y dos discípulos es un universo simbólico de la misión cristiana. La
cifra 72, que se opone a los 12, hace referencia a que el mensaje de salvación
traspasa las fronteras de las tribus de Israel. Debe ser llevado a todas la
gentes de dos en dos, es decir, de manera dialogada, compartida y tendente a la
comunión. No es un envío para imponer una doctrina, sino para compartir lo que
en Cristo se vive. Por esto, Jesús les envía por delante, para que al ser sus
testigos él se haga presente. La predicación del Reino utiliza de plataforma
toda la realidad humana y su eficacia está en la sencillez de la vida
compartida.
Contexto
de la predicación
Lucas, además de presentar cómo es
la misión del cristiano, explicita los elementos a tener en cuenta: la oración
es indispensable para el diálogo con el que envía, hay mucha necesidad de Dios
(la mies es abundante) y hay pocos que hacen del Reino su proyecto, muchas
veces el mensaje no será acogido, habrá muchas dificultades (como corderos en
medio de lobos), es menester no precisar seguridades (bolsa, alforja,
sandalias) ni distraerse en el camino (no saludéis a nadie), la eficacia
dependerá de la cercanía y la convivencia (permaneced en la misma casa, comed y
bebed lo que tengan), la paz constatará la acogida de la palabra de Dios (de la
que el enviado es portador), y la alegría del enviado es fruto de ya estar
gozando de la cercanía el Reino, realidad que le impulsa a compartirlo con
todas las gentes, siendo el compartir su anuncio.
ESTUDIO
BÍBLICO
La
alegría de la misión evangelizadora
Iª Lectura: Isaías (66,10-14): Una
Jerusalén nueva
I.1. La primera lectura del libro
de Isaías nos habla de una restauración de Jerusalén, después del luto que implica un designio de catástrofe y de
muerte. Dios mismo, bajo la fuerza de Jerusalén como madre que da a luz un
pueblo nuevo, se compromete a traer la paz, la justicia y, especialmente el
amor, como la forma de engendrar ese pueblo nuevo. Toda la alegría de un parto
se encadena en una serie de afirmaciones teológicas sobre la ciudad de
Jerusalén. Desde ella hablará Dios, desde ella se podrá experimentar la misma
“maternidad de Dios” con sus hijos. Porque Dios, lo que quiere, lo que busca,
es la felicidad de sus hijos.
I.2. Pero esa Jerusalén no existe,
hay que crearla en todas partes, allí donde cada comunidad sea capaz de sentir
la acción liberadora del proyecto divino. El profeta desconocido para nosotros
(la lectura de hoy pertenece al tercer Isaías, alguien de la escuela que dejó
el gran profeta y maestro del siglo VIII), siente lo más íntimo de Dios y así
quiere animar a la comunidad post-exílica para crear una Jerusalén nueva.
IIª
Lectura: Gálatas (6,14-18): La fuerza de la cruz
II.1. La segunda lectura viene a
ser el colofón a la carta más polémica de San Pablo. Una polémica que se hace
en nombre de la cruz de Cristo, por la que hemos ganado la libertad cristiana,
como se ponía de manifiesto el domingo pasado. Pablo se despacha ahora, con su
propia mano, para firmar la carta con una verdadera “periautología”, una
confidencia personal de su vida, de su amor por Cristo y por lo que le ha
llevado a ser apóstol de los paganos. La cruz, aquello que antes de su
conversión era una vergüenza, como para cualquier judío, se convierte en el
signo de identidad del verdadero mensaje cristiano. Los cristianos debemos
“gloriarnos” en esa cruz, que no es la cruz del “sacrificio” sin sentido, sino
el patíbulo del amor consumado. Allí es donde los hombres de este mundo han
condenado al Señor, y allí se revela más que en ninguna otra cosa ese amor de
Dios y de Jesús.
II.2. Por eso Pablo no puede
permitir que se oculte o se disimule la cruz del evangelio. Es más, la cruz se
hace evangelio, se hace buena noticia, se hace agradable noticia, porque en
ella triunfa el amor sobre el odio, la libertad sobre las esclavitudes de la
Ley y de los intereses del este mundo; en ella reina la armonía del amor que
todo lo entrega, que todo lo tolera, que todo lo excusa, que todo lo pasa.
Pablo, pues, habla desde lo que significa la cruz como fuerza de amor y de
perdón. Aquí se marca el punto álgido que acredita la verdadera identidad
cristiana. El que vive de la Ley, en el fondo, se encuentra solo consigo mismo;
el que vive en el ámbito del evangelio, deja de estar solo para vivir "con Cristo" o
"Cristo en mí". Y ¿quién es Cristo? Pablo lo revela al principio de
la carta: "el que se entregó a sí mismo por nosotros, por nuestros
pecados" para darnos la gracia de la salvación.
Evangelio:
Lucas (10, 1-12.17-20): La alegría de anunciar el evangelio
III.1. El evangelio (Lucas 10,1ss)
es todo un programa simbólico de aquello que les espera a los seguidores de
Jesús: ir por pueblos, aldeas y ciudades para anunciar el evangelio. Lucas ha
querido adelantar aquí lo que será la misión de la Iglesia. El “viaje” a
Jerusalén es el marco adecuado para iniciar a algunos seguidores en esta tarea
que Él no podrá llevar a cabo cuando llegue a Jerusalén. El evangelista lo ha
interpretado muy bien, recogiendo varias tradiciones sobre la misión que en los otros evangelistas están
dispersas. El número de enviados (70 ó 72) es toda una magnitud incontable, un
número que expresa plenitud, porque todos los cristianos están llamados a
evangelizar. Se recurre a Num 11,24-30, los setenta ancianos de Israel que
ayudan a Moisés con el don del Espíritu; o también a la lista de Gn 10 sobre
los pueblos de la tierra. No se debe olvidar que Jesús está atravesando el
territorio de los samaritanos, un pueblo que, tan religioso como el judío, no
podía ver con buenos ojos a los seguidores de un judío galileo, como era Jesús.
III.2. El conjunto de Lc 19,2-12 es
de la fuente Q; sus expresiones, además, lo delatan. Eso significa que las
palabras de Jesús sobre los discípulos que han de ir a anunciar el evangelio
fueron vividas con radicalidad por profetas itinerantes judeocristianos, antes
que Lucas lo enseñase y aplicase a su comunidad helenista. Las dificultades, en
todo caso, son las mismas para unos que para otros. El evangelio, buena
noticia, no es percibido de la misma manera por todos los hombres, porque es
una provocación para los intereses de este mundo. El sentido de estas palabras,
con su radicalidad pertinente, se muestra a los mensajeros con el saludo de la
paz (Shalom). Y además debe ser desinteresado. No se puede pagar un precio por
el anuncio del Reino: ¡sería un escándalo!, aunque los mensajeros deban vivir y
subsistir. Y, además, se obligan a arrostrar el rechazo… sin por ello sembrar
discordias u odio.
III.3. Advirtamos que no se trata
de la misión de los Doce, sino de otros muchos (72). Lo que se describe en Lc
10,1 es propio de su redacción; la intencionalidad es poner de manifiesto que
toda la comunidad, todos los cristianos deben ser evangelizadores. No puede ser
de otra manera, debemos insistir mucho en ese aspecto del texto de hoy. El
evangelio nos libera, nos salva personalmente; por eso nos obligamos a
anunciarlo a nuestros hermanos, como clave de solidaridad. Resaltemos un matiz,
sobre cualquier otro, en este envío de discípulos desconocidos: volvieron
llenos de alegría (v. 20), “porque se le sometían los demonios”. Esta expresión
quiere decir sencillamente que el mal del mundo se vence con la bondad radical
del evangelio. Es uno de los temas claves del evangelio de Lucas, y nos lo hace
ver con precisión en momentos bien determinados de su obra. Los discípulos de
Jesús no solamente están llamados a seguirle a Él, sino a ser anunciadores del
mensaje a otros. Cuando se anuncia el evangelio liberador del Señor siempre se
percibe un cierto éxito, porque son muchos los hombres y mujeres que quieren
ser liberados de sus angustias y de sus soledades. ¡Debemos confiar en la
fuerza del evangelio!
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