“Jesús tomó la decisión de ir a
Jerusalén”.
Estamos leyendo, en este ciclo C,
el Evangelio de San Lucas, y desde hace varios domingos, (domingo 13, día 30 de
junio) nos está diciendo que estamos realizando un camino: “Jesús tomó la
decisión de ir a Jerusalén”. San Lucas quiere ejemplificar, mediante su
narración evangélica, que el largo camino de Jesús a Jerusalén es cómo debe ser
nuestra vida cristiana: un seguir a Jesús, un caminar con él, también nosotros
hacia la Pascua.
En ese camino nos va presentando
las diversas actitudes que debemos tener en el seguimiento de Jesús para
realizarlo, a través del evangelio:
-sin poner condiciones (“déjame ir
a enterrar a mi padre…”);
-disponible para ir a predicar
(“designó a setenta y dos y los envió por delante a predicar”);
-amando al prójimo (un hombre
bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos…”);
-recibiendo a Jesús (como Marta y
María, cada uno con su estilo);
-orando (“Señor, enséñanos a orar”)
-cuidado con la avaricia… (“lo que
has acumulado ¿de quién será?”)
El amor verdadero, el amor
cristiano, el amor que comparte, es el que deben tener los discípulos de Jesús.
Y hoy nos lo pide Él con el compartir… Es la llamada al amor cristiano eficaz
hacia el hermano necesitado, compartiendo con él lo nuestro…
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
I
LECTURA
La
lectura hace referencia a la noche de la liberación, al éxodo del pueblo, que,
saliendo de Egipto, fue dirigido por Moisés hacia la tierra prometida. Y
rescata algo que ocurre en cada situación de opresión: la solidaridad en los
peligros y los bienes. El pueblo ha de vivir en fraternidad compartiendo la
vida y el dolor.
Lectura
del libro de la Sabiduría 18, 5-9
Como los egipcios habían resuelto hacer
perecer a los hijos pequeños de los santos y de los niños expuestos al peligro,
uno solo se salvó para castigarlos, tú les arrebataste un gran número de sus
hijos y los hiciste perecer a todos juntos en las aguas impetuosas. Aquella
noche fue dada a conocer de antemano a nuestros padres, para que, sabiendo con
seguridad en qué juramentos habían creído, se sintieran reconfortados. Tu
pueblo esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la perdición de sus
enemigos; porque con el castigo que infligiste a nuestros adversarios, tú nos
cubriste de gloria, llamándonos a ti. Por eso, los santos hijos de los justos
ofrecieron sacrificios en secreto, y establecieron de común acuerdo esta ley
divina: que los santos compartirían igualmente los mismos bienes y los mismos
peligros; y ya entonces entonaron los cantos de los Padres.
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal
32, 1. 12. 18-20. 22
R.
¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia!
Aclamen, justos, al Señor: es propio de
los buenos alabarlo. ¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él
se eligió como herencia! R.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus
fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la
muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.
Nuestra alma espera en el Señor: Él es
nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.
SEGUNDA
LECTURA
Abrahám
es capaz de una fe en la que se puede poner en juego todo, toda la vida,
incluso la misma promesa de Dios, porque justamente ve en Dios a quien tiene
que obedecer. Deberá discernir un cambio en su vida: lo que Dios le dio, lo que
Dios bendijo, lo que Dios le entregó. Ahora será sacrificado por fidelidad a
Dios. Solo Dios es absoluto, nada más lo es. No se puede retener ni lo que él
dio.
Lectura
de la carta a los Hebreos 11, 1-2. 8-19
Hermanos: La fe es la garantía de los
bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven. Por
ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación. Por la fe,
Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a
recibir en herencia, sin saber adonde iba. Por la fe, vivió como extranjero en
la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos
con él de la misma promesa. Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos
cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. También por la fe, Sara
recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno
de fe al que se lo prometía. Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya
cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del
cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar. Todos ellos
murieron en la fe, sin alcanzar el cumplimiento de las promesas: las vieron y
las saludaron de lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos en la
tierra. Los que hablan así demuestran claramente que buscan una patria; y si
hubieran pensado en aquélla de la que habían salido, habrían tenido oportunidad
de regresar. Pero aspiraban a una patria mejor, nada menos que la celestial.
Por eso, Dios no se avergüenza de llamarse "su Dios" y, de hecho, les
ha preparado una Ciudad. Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba,
presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las
promesas, a aquél de quien se había anunciado: "De Isaac nacerá la
descendencia que llevará tu nombre". Y lo ofreció, porque pensaba que Dios
tenía poder, aún para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y
esto fue como un símbolo.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
"Son bellas las cosas de la tierra;
es precioso el dinero, el oro. Esa ambición, la autoridad, el poder, todo eso
vale mucho. Pero san Lucas dice: sí, vale mucho. Manéjenlo, pero como quien espera
a quien tiene que darle cuenta'. Es lo que dice el Concilio, que ha aprendido a
dialogar con este mundo presente y le dice al mundo: sí, todas las cosas de la
tierra son preciosas. Todo es hermoso, pero cuando se tiene el sentido de su
trascendencia, de un Dios que las ha creado y de un Dios que ha de pedir cuenta
en el uso de esas cosas".
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 32-48
Jesús dijo a sus discípulos: "No
temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.
Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y
acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni
destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su
corazón. Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas
encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a
una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los
servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que
él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra
así! Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el
ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén
preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada".
Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o
para todos?". El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y
previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la
ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquél a quien su señor, al
llegar, encuentra ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará
administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: 'Mi señor
tardará en llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas,
y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora
menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas
preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo
severo. Pero aquél que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado
menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le
confió mucho, se le reclamará mucho más".
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
Hoy el evangelio pide dos cosas:
vigilancia y desprendimiento. Es continuación de lo que se nos leía el domingo
pasado en el evangelio: “no atesoréis bienes terrenales… vuestro corazón se
encadenaría a ellos”
Jesús lo pide todo esto dulcemente,
y aunque lo hace con insistencia, también da tranquilidad. Hoy no utiliza
anatemas que reserva para otro tipo de personas: los ricos y los hipócritas:
-¡Ay de vosotros los ricos! Porque
ya recibisteis vuestro consuelo.
-¡Ay de vosotros, los que estáis
hartos! Porque tendréis hambre.
-¡Ay de vosotros los que reís
ahora! Porque lloraréis.
Pero Jesús distingue bien y no se
mete con los ricos por ser ricos, sino por el hecho de vivir, cordial y
afectivamente, apegados a las riquezas, haciendo del dinero un absoluto.
En teoría sabemos que es más
importante Dios y las cosas de Dios que el dinero, pero no sé qué pasa que, en
cuanto nos descuidamos, en cuanto no vigilamos… el dinero se acaba convirtiendo
en lo importante… No tenemos más que mirar a nuestro alrededor: instituciones,
personas y personajes… Hasta el joven rico se quedó triste, porque tenía muchos
bienes, nos dice el evangelio… Y los cristianos mediocres entendemos esto de
maravilla.
Y además de pedirnos que seamos
desprendidos, nos pide “estar en vela”, porque hay que tener cuidado de todo y
con todo. Dios nos quiere alerta y en situación de éxodo, de marcha,
convencidos de que no somos dueños de nuestra vida, sino administradores… “al
que mucho se le dio mucho se le pedirá… “
Quizás el problema real está en
discernir cuál es el mayor bien para nosotros y qué medios hemos de poner para
conseguirlo. Y por eso Jesús pregunta ¿dónde está tu tesoro…?
¿Qué tesoro tienes tú y qué puedes
compartir con los demás? Esa es la fuerza transformadora del amor, que nos
transforma a nosotros y transforma nuestra relación con los demás. Es la
afirmación, con otras palabras, de que el amor permanece para siempre, que
diría el apóstol Pablo.
Y la carta a los Hebreos recuerda
“la fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de los que no se ve…” Y
cuántas cosas se nos recuerda que suceden por esa fe.
Quien ha descubierto este tesoro
del amor desprendido y lo comparte pone en él todo su corazón y se mantiene
vigilante. Es la mirada atenta y continua de la fe y del amor que adivinan el
paso y la llamada del Señor para servirle en los hermanos.
La vigilancia a la que nos invita
hoy el Señor ayuda a superar los miedos que solapadamente nos inspira el
egoísmo y es garantía de que el Reino de Dios está llegando a nosotros, de que
es verdadero nuestro amor a Dios y a los hermanos. Una de las cosas que más
anulan el ánimo y disminuyen la vigilancia es el apego a las riquezas, “porque
allí estará el corazón”.
Quienes se encontraban solos y
marginados en el mundo, entonces y ahora, tienen que depositar su fe y
confianza en aquel que había comprometido su palabra de no abandonar a quienes
había dejado todo por seguirle a él. “No temas pequeño rebaño; porque vuestro
Padre ha tenido a bien daros el Reino”.
Nosotros ¿confiamos en él? ¿Hemos
puesto en él nuestro tesoro?
ESTUDIO
BÍBLICO
Estad
preparados
Iª
Lectura: Sabiduría (18,6-8): Memoria de la pascua liberadora
I.1. La lectura de este día quiere
describir la noche de salvación para Israel, la noche pascual, que se ha
convertido en el paradigma nostálgico de un pueblo que siempre ha recurrido a
su Dios para que lo liberara de todas las esclavitudes; que anhela salvación y
que encuentra en el Dios comprometido con la historia la razón de ser de su
identidad. Es, probablemente, un texto cultual, es decir, nacido en la
liturgia. El c. 18 de este libro escrito en griego, para la comunidad judía de
Egipto, es una memoria litúrgica de la noche pascual, de la noche de la
libertad y de la noche de la luz. Nada hay tan celebrado en Israel como la
noche pascual.
I.2. “Memoria” es mirar al pasado.
Pero es más que eso, es tener presente que Dios siempre puede encender la luz
de la salvación para su pueblo en cualquier momento que lo necesite. Se hace
memoria para actualizar y para “sentir” la misma presencia liberadora de Dios,
porque el pueblo, la comunidad, las personas siempre pueden estar amenazadas de
esclavitud. Sólo en Dios es posible poner la esperanza, porque en sus manos
está la luz.
IIª
Lectura: Hebreos (11,1-2.8-19): La fe, por encima de la muerte
II.1. Hoy, la segunda lectura,
tomada de Hebreos 11, llena de contenido esta parte de la celebración, con su
visión práctica de la fe evocada a la luz de las grandes figuras de la
“historia de la salvación” y de todos aquellos que, por amor de lo que
esperaban y de las realidades invisibles, renunciaron a los honores terrenos.
Se dice que con este capítulo, el autor de la carta a los Hebreos, que no es
San Pablo desde luego, sino un maestro desconocido, compuso este sermón para
mover a la fe a la comunidad, al igual que los padres del pueblo, pero ahora
con la esperanza que procura Jesús y su obra. Él es el ejemplo de nuestra fe en
Dios y de nuestra entrega a los hombres al comprender todas las flaquezas. Por
esto es Sumo Sacerdote, porque siendo Dios, superior a los ángeles, a Moisés y
a Aarón ,comprendió más que nadie los pecados de los hombres.
II.2. En nuestra peregrinación
hacia Dios, en la tipología hacia el santuario celeste, tenemos un mediador y
una seguridad que no tuvieron los padres del pueblo: al mismo Jesús. Por eso,
creer, según lo que se propone en Hebreos 11, no es mirar al pasado, ni
conservarlo, sino avanzar hacia el futuro. Quiere decir que debemos estar en
camino, que no hay puntos muertos en la historia de la salvación. Como es
lógico, la lectura de hoy solamente toma algunos aspectos de ese capítulo, y se
debe leer el mismo en su totalidad. La figura de Abrahán, el padre del pueblo
al que se le pidió todo, es el ejemplo. Si fuéramos realistas diríamos que Dios
no pide la muerte de un hijo, el de las promesas. Eso es un “género simbólico”
para decir que todo está en manos de Dios. Pero precisamente es en las manos de
Dios donde está la resurrección, y ésa es la gran cuestión de la fe en Dios y
una de las afirmaciones de más alcance de este texto de la carta a los Hebreos.
Evangelio:
Lucas (12,32-48): La sabiduría de la vigilancia
III.1. El evangelio de Lucas nos
ofrece aquí una serie de elementos que están en el Sermón de la Montaña, en
Mateo, y un conjunto de parábolas (los criados que esperan a que su amo vuelva
de unas bodas, el amo que vigila su casa por si llega un ladrón, y el
administrador fiel al que se le ha confiado repartir el trigo) sobre la
vigilancia y la fidelidad al Señor. La exhortación primera, que concluye con el
dicho “donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”, es toda una
llamada a la comunidad sobre el comportamiento en este mundo con respecto a las
riquezas. Lucas es un evangelista que cuida, más que ningún otro, este aspecto
tan determinante de la vida social y económica, porque escribía en una ciudad
(Éfeso o Corinto) donde los cristianos debían tomar postura frente a la
injusticia y la división de clases.
III.2. El dicho del tesoro y el
corazón es un dicho popular que encierra mucha sabiduría de siglos. Pero es
propio de estos dichos (el llamado “Evangelio Q” como algunos lo llaman
actualmente) poner de manifiesto la radicalidad sapiencial y escatológica que
se vivió en aquellos momentos. Si bien es verdad que el rigor apocalíptico ya
no es determinante, sí lo es el sentido que mantienen estas palabras. Vigilar,
ahora, ya no es estar preocupados por el fin del mundo, sino estar preocupados
por no poner nuestro corazón en los poderes y las riquezas. Son dichos para
comprometerse en nuestro mundo, aunque sin perder la perspectiva del mundo
futuro.
III.3. Lucas sitúa esto en el
programa de buscar el Reino de Dios, pidiendo y exigiendo al cristiano no
desear las mismas cosas que desean y tienen los poderosos de este mundo. El
Reino exige otros comportamientos. Así, pues, las parábolas sobre la vigilancia
y la fidelidad vienen a ser como el comentario a esa actitud. Es una llamada a
la responsabilidad en todos los órdenes, pero especialmente la responsabilidad
de saberse en la línea de que la vida tiene una dimensión espiritual,
trascendente, sabiendo que hay que ponerse en las manos de Dios. Eso no es una
huida de lo que hay que hacer en este mundo; pero, por otra parte, tampoco
ignorando que nos espera Alguien que un día se ceñirá para servirnos si le
hemos sido fieles. Ése de quien habla Jesús en la parábola, es Dios. Nosotros,
mientras, administramos, trabajamos, ayudamos a los más pobres y necesitados,
como una responsabilidad muy importante que se nos ha otorgado.