“… Aun en
medio de la abundancia,
la vida de
un hombre no está asegurada por sus riquezas.”
Las lecturas de este domingo
sintetizan en tres modos de vivir y estar en el mundo las distintas maneras de
tomarse la vida y darle sentido.
"Vaciedad sin sentido, todo es
vaciedad" (Ecl 1,2). (Primera lectura)
Esta frase bíblica es de un judío
pesimista que, al repasar todos los aspectos de la vida humana, siempre
encuentra limitación, engaño o desgracia. ¿De qué sirve todo lo que hacemos?,
¿no es la vida humana un intento inútil?, ¿se puede conseguir la felicidad?
Descansa, come, bebe y diviértete.
(Evangelio)
La parábola del hombre rico nos
presenta la actitud de la persona segura de sí misma, que cree que su felicidad
se identifica con lo que hace y tiene; cifra todo en el tener, y atesora
riquezas para sí pensando que así tiene el futuro asegurado en sus manos.
El hombre nuevo que busca las cosas
de arriba (Segunda lectura)
El hombre nuevo sintetiza la
realización de la vida humana orientada a una nueva plenitud. El hombre nuevo,
es una realidad dinámica: es la existencia humana que se realiza bajo la acción
del Espíritu, que “se va renovando a imagen de su Creador”. Una vida que está,
“escondida con Cristo en Dios” (Col 3,3), pues pertenece al orden de la fe y
del misterio.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
PRIMERA
LECTURA
El
autor de este texto parece ser un hombre desilusionado, que no encuentra
sentido en las cosas de la vida. Sin embargo, este libro pertenece al grupo de
los libros de sabiduría. Y en realidad, cualquier sabio estaría de acuerdo con
lo que dice este hombre: las cosas de la vida pueden transformarse en
banalidad, superficialidad, si no están proyectadas desde el corazón humano y
dependen solamente de las circunstancias. Seamos más sabios, veamos más allá de
lo que se ve.
Lectura
del libro del Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23
¡Vanidad, pura vanidad!, dice el
sabio Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! Porque un hombre
que ha trabajado con sabiduría, con ciencia y eficacia, tiene que dejar su
parte a otro que no hizo ningún esfuerzo. También esto es vanidad y una grave
desgracia. ¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca
afanosamente bajo el sol? Porque todos sus días son penosos, y su ocupación, un
sufrimiento; ni siquiera de noche descansa su corazón. También esto es vanidad.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
89, 3-6. 12-14. 17
R.
Señor, tú has sido nuestro refugio.
Tú haces que los hombres vuelvan al
polvo, con sólo decirles: "Vuelvan, seres humanos". Porque mil años
son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó, como una vigilia de la
noche. R.
Tú los arrebatas, y son como un sueño,
como la hierba que brota de mañana: por la mañana brota y florece, y por la
tarde se seca y se marchita. R.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta
cuándo...? Ten compasión de tus servidores. R.
Sácianos en seguida con tu amor, y
cantaremos felices toda nuestra vida. Que descienda hasta nosotros la bondad
del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras
manos. R.
SEGUNDA
LECTURA
En
la misma línea de la lectura anterior, san Pablo enseña que no podemos
quedarnos en ver las cosas como si Cristo no hubiese resucitado. Lo que ha
ocurrido con la resurrección de Cristo debe transformar nuestro modo de obrar,
pero también nuestro modo de evaluar, de juzgar la realidad. De esa manera
vemos, también como el sabio, "más allá de lo que se ve".
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas 3, 1-5. 9-11
Hermanos: Ya que ustedes han
resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a
la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no
en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora
oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es la esperanza de
ustedes, entonces también aparecerán ustedes con él, llenos de gloria. Por lo
tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la
impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es
una forma de idolatría. Tampoco se engañen los unos a los otros. Porque ustedes
se despojaron del hombre viejo y de sus obras y se revistieron del hombre
nuevo, aquél que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose
constantemente según la imagen de su Creador. Por eso, ya no hay pagano ni
judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre
libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
El
problema no está en la riqueza, sino en la codicia. El evangelio ve los bienes materiales
como un camino para desarrollarse, para crecer, para vivir de aquello que
necesitamos. Pero el corazón humano muchas veces desea más y no siempre del
modo correcto o evangélico. Hasta que se da cuenta de que ha sido una búsqueda
sin sentido, y que le quitó el sentido a todo lo que ha vivido hasta el
momento.
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 13-21
Uno de la multitud dijo al Señor:
"Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia". Jesús
le respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre
ustedes?". Después les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aun
en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus
riquezas". Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas
tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a
hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha". Después pensó: "Voy a
hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré
allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes
almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida".
Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién
será lo que has amontonado?". Esto es lo que sucede al que acumula riquezas
para sí, y no es rico a los ojos de Dios".
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
La
plenitud humana
La Palabra de Dios hoy nos
interroga: El centro de la vida humana, ¿está en la tierra?, ¿se limita al
tiempo presente?, ¿se realiza en el disfrute de los bienes materiales?
Interrogantes a los que damos respuesta, con nuestra forma de vivir.
Una de las respuestas que está
extendida en nuestra sociedad, es la convicción de que lo importante para vivir
bien es ganar, gastar, disfrutar y satisfacer nuestros deseos, que muchas veces
los disfrazamos de necesidades.
La parábola del evangelio recoge
esta mentalidad del hombre que trabaja acumulando bienes y pensando que luego
tiene la vida por delante para disfrutar de sus riquezas.
No se censura la preocupación por
disponer de los bienes necesarios para la vida, sino que se censura la
acumulación, para luego despreocuparte de los demás. El deseo de acaparar,
fruto de la más feroz insolidaridad, del más salvaje egoísmo. Es el: “Vivir
para sí mismo” cuyo punto de referencia de todo es el yo.
Este modo de vida es calificado en
el Evangelio de “necio”.
Necio ¿cómo debemos entender esta
palabra? Podemos entenderla cómo un juicio áspero. Podemos oírla cómo la
condenación de la maldad de una persona. Pero hay otra manera de oír. La
podemos oír como si Jesús suavemente estuviera liberando a este hombre, al ser
humano, de su pequeño y falso sueño.
El está atrapado en el diminuto
mundo de sí mismo. Los pronombres yo y mi / me, aparecen 10 veces en esta pequeña
parábola. Y cuando dice tú, todavía está hablándose a sí mismo. Está totalmente
solo. Este es un mundo donde no puede ser feliz. Y cuando Dios le dice “necio”,
lo está liberando de esa pequeña cárcel que él se ha construido.
El juicio de Dios no es su
condenación. Es nuestra liberación de los pequeños mundos que nos hemos
construido.
Es liberarnos de nuestro egoísmo y
de la visión materialista de la vida. Es invitación a guardarnos de toda clase
de codicia, porque nuestra vida no depende de nuestros bienes.
Esta liberación posibilita la
realización del hombre nuevo; el hombre en su plenitud; el que desarrolla una
nueva vida en Cristo. Es situarnos en otro horizonte para construir un nuevo
ser humano liberado de toda clase de codicia, de la injusticia, del egoísmo y
edificado sobre el misterio Pascual.
Es construir en Cristo el valor de
la fraternidad y la justicia, de la solidaridad con los más pobres, es también
abrir los ojos ante la ambigüedad que se esconde en un desarrollo económico
mundial y en una técnica que desconoce la dignidad del hombre y la miseria en
la que vive la gran mayoría de la humanidad.
En palabras de San Pablo es 'buscar
los bienes de allá arriba', 'buscad un nuevo orden', 'desterrad la vieja
condición'.
Los bienes de allá arriba empiezan
en esta vida. Los “bienes de arriba” indican los valores de la vida nueva en
Cristo; que nos hacen ser ricos ante Dios, por entregar la vida, nuestras
capacidades o dones en el bienestar y la felicidad de los demás. Es invertir
nuestra vida en los valores del reino de Dios. Esta vida nueva que irrumpe en
nosotros es Cristo mismo; “vida vuestra” (Col 3,4).
ESTUDIO
BÍBLICO
La
solidaridad como exigencia del Reino de Dios
Iª Lecturas: Eclesiastés
(1,1.2.23): La sabiduría de la vida
I.1. ¿Quién no conoce la célebre
reflexión del libro del Eclesiastés, el sabio llamado Qohélet, de ese
superlativo expresado en “vanidad de vanidades”? Esa es la primera lectura de
hoy. Es toda una filosofía la que está a la base de este juicio; un
escepticismo ante tantos afanes y tantas angustias. ¿Qué actitud tomar? ¿Pasar
de todo? Posturas como las de Qohélet las ha habido siempre y no son negativas
radicalmente, sino que expresan, a veces, una actitud “sabia” en la que se
intuye que debemos tomarnos la vida de otra manera: sin envidias, afanes,
comparaciones con las riquezas de los otros.
I.2. Pero eso parece una actitud
burguesa del que nada le falta. La de aquellos que no tienen para comer ni
vestir no sería exactamente así. Hay una razón más profunda por la que debemos
no afanarnos por tantas cosas, una razón más radical y humana. No se trata
simplemente de llevar una vida más cómoda y menos tensa. Por eso al juicio de
Qohélet le falta una dimensión, la que Jesús nos ofrece en la parábola
evangélica.
IIª Lectura: Colosenses (3,1-11):
Personas nuevas por el bautismo
La segunda lectura apunta de nuevo
a las claves bautismales de la vida cristiana, a lo que significa haber
resucitado con Cristo por el bautismo, y a lo que nos obliga vivir en
cristiano. El bautismo es un compromiso de vida o muerte. ¿Qué significa que
nuestra vida está escondida en Cristo? Pues que es El quien nos inspira, quien
nos va liberando de todo aquello que en la tierra nos enfrenta los unos a los
otros. El bautismo nos hace personas nuevas, porque nos situamos ante los
horizontes de lo que Jesús vivió.
Evangelio. Lucas (12,13-21):
Acumular riquezas: ¡el anti-evangelio!
III.1. El relato del evangelio de
Lucas es como la respuesta a los planteamientos de Qohélet. Efectivamente,
Lucas es un evangelista que ha marcado la diferencia en el Nuevo Testamento
como juicio de la riqueza y sus peligros para la verdadera vida cristiana.
Lucas es defensor de los pobres, aunque no de la pobreza. Jesús, el profeta, no
ha venido para ser juez de causas familiares, o empresariales, o sociales, ya
que esas leyes de herencia, de impuestos, de salarios justos, se establecen a
niveles distintos. Y no quiere ello decir que en las exigencias del Reino de
Dios se excluya la justicia, especialmente para los pobres y oprimidos.
III.2. La parábola del rico que
acumula la gran cosecha y engrandece sus graneros, en vez de distribuirlo entre
los que no tienen para comer, es toda una lección de cómo Jesús ve las cosas de
esta vida, aunque él persiga objetivos más grandes. El que acumula riquezas,
pues, no entiende nada de lo que Jesús propone al mundo. Los que siguen a
Jesús, pues, tienen que sacar, según Lucas, las conclusiones de este
seguimiento. Si no se desprenden de las riquezas, si se preocupan de amasarlas
constantemente, además de cometer injusticia con los que no tienen, se
encontrarán, al final, con las manos vacías ante Dios, porque todo su corazón
estará puesto en tener un tesoro en la tierra. No tendrán tiempo para vivir,
para ser sabios… para entregarse a los demás como se entregan a la producción
de riquezas. Este criterio de sabiduría va más allá de lo que propone el mismo
Qohélet.
III.3. Con referencia a la actitud
de Qohélet, Jesús nos dice que quien se afana por las cosas de este mundo y no
por lo que Dios quiere, al final, ¿cómo podrá llenar su vida? ¿cómo se
presentará ante Dios? La acumulación de riquezas, pues, es una injusticia y la
injusticia es contraria al Reino de Dios. Por lo tanto, este evangelio es una
llamada clara a la solidaridad con los pobres y despreciados del mundo; una
llamada a compartir con los que no tienen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario