“He venido a traer fuego sobre la tierra”
Jeremías, como profeta que es,
comunica al pueblo la Palabra que Dios le inspira. Pero esta Palabra es una
palabra incómoda y molesta. El pueblo, comenzando por el Rey y las autoridades,
deberá convertirse de su mala vida y ser fiel a la Alianza que tiene con Dios.
De lo contrario, debe atenerse a las consecuencias. En ese momento, la ciudad
está sitiada por las fuerzas enemigas. Todos sus habitantes pueden ser
deportados. Los príncipes dicen que esas palabras minan la moral de las tropas,
y deciden acabar con él. El rey, que se llama Sedecías, les da permiso para que
hagan con él lo que quieran, y deciden arrojarlo a un aljibe sin agua. Pero el
aljibe tiene un sedimento de lodo bastante alto. Dejan al profeta enfangado
hasta la cintura. Un eunuco etíope, que vive en palacio al servicio del Rey,
avisa al Rey de lo que han hecho con Jeremías, y que si no se le saca pronto de
allí, morirá. El rey entonces autoriza al etíope para que rescate a Jeremías
valiéndose de algunos hombres.
El autor de la Carta a los hebreos
escribe a los judíos animándoles para que se conviertan a la nueva fe. Una nube
ingente de testigos nos rodea, dice él. O sea, que son muchísimos los judíos
que se han convertido ya, y esto debe despejarles las dudas de la decisión
definitiva. Les invita a quitarse lo que les estorba, que no es otra cosa que
la observancia de la ley, y a que se arrepientan de sus pecados para entrar en
el camino de la salvación, que es Cristo. De nada les serviría dejar de
observar la ley si no se convirtieran de sus pecados. Pero les anuncia también
la Cruz para que no se llamen a engaño. Porque la conversión abrirá las puertas
a la difamación y a la calumnia. El ejemplo de Cristo, que soportó la ignominia
de los pecadores, es el espejo en el que se tienen que mirar. Todavía no han
llegado a la sangre en su lucha contra el pecado.
Las palabras de Jesús en el
Evangelio son tan claras a veces que se entienden sin esfuerzo, y hasta se
podría decir que todo comentario es innecesario. Otras veces, sin embargo, son
tan oscuras que necesitan alguna aclaración. Este Evangelio pertenece a las
segundas. Será necesario aclarar a qué fuego se refiere Jesús cuando dice que
ha venido a traer fuego a la tierra, cual es el bautismo que tiene que recibir,
y qué sentido tienen aquí las palabras paz y guerra cuando dice que no ha
venido a traer la paz, sino la guerra.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
I
LECTURA
La
palabra del profeta molesta porque obliga a todos, pueblo y autoridades, a
confrontar la realidad. Y son muchos los que preferirán no escucharla ni verla.
Pero el profeta no fue llamado ni para adular a alguien ni para pronunciar
palabras complacientes, sino para anunciar y denunciar.
Lectura
del libro de Jeremías 38, 3-6. 8-10
El profeta Jeremías decía al
pueblo: "Así habla el Señor: 'Esta ciudad será entregada al ejército del
rey de Babilonia, y éste la tomará'". Los jefes dijeron al rey: "Que
este hombre sea condenado a muerte, porque con semejantes discursos desmoraliza
a los hombres de guerra que aún quedan en esta ciudad, y a todo el pueblo. No,
este hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia". El rey
Sedecías respondió: "Ahí lo tienen en sus manos, porque el rey ya no puede
nada contra ustedes". Entonces ellos tomaron a Jeremías y lo arrojaron al
aljibe de Malquías, hijo del rey, que estaba en el patio de la guardia,
descolgándolo con cuerdas. En el aljibe no había agua sino sólo barro, y
Jeremías se hundió en el barro. Ebed Mélec salió de la casa del rey y le dijo:
"Rey, mi señor, esos hombres han obrado mal tratando así a Jeremías; lo
han arrojado al aljibe, y allí abajo morirá de hambre, porque ya no hay pan en
la ciudad". El rey dio esta orden a Ebed Mélec, el hombre de Cusa:
"Toma de aquí a tres hombres contigo, y saca del aljibe a Jeremías, el
profeta, antes de que muera".
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
39, 2-4. 18
R.
¡Señor, ven pronto a socorrerme!
Esperé confiadamente en el Señor:
Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. R.
Me sacó de la fosa infernal, del
barro cenagoso; afianzó mis pies sobre la roca y afirmó mis pasos. R.
Puso en mi boca un canto nuevo, un
himno a nuestro Dios. Muchos, al ver esto, temerán y confiarán en el Señor. R.
Yo soy pobre y miserable, pero el
Señor piensa en mí; tú eres mi ayuda y mi libertador, ¡no tardes, Dios mío! R.
SEGUNDA
LECTURA
La
exhortación es sacudir el lastre y mirar a lo alto, andar ligeros de carga y
fijar los ojos en Jesús. Así se hace más ágil el camino y más directo, porque
sabemos hacia dónde vamos.
Lectura
de la carta a los Hebreos 12, 1-4
Hermanos: Ya que estamos rodeados
de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en
especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al
combate que se nos presenta. Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de
nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la
cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora "está sentado a la
derecha" del trono de Dios. Piensen en Aquél que sufrió semejante
hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el
desaliento. Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han
resistido todavía hasta derramar su sangre.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Jesús
continúa la tradición de los profetas, que, con palabras encendidas, transmiten
la voluntad de Dios. Esa palabra que Jesús pronuncia, exige una determinación,
porque no da lo mismo cualquier cosa. La confrontación es inevitable porque hay
decisiones vitales que están en juego. Para quien elige seguir a Jesús y
participar del reino de Dios, hay una postura clara con respecto al amor al
prójimo, especialmente al más débil y necesitado. Y en ese punto no se pueden
hacer concesiones ni aguar el mensaje para quedar bien con todos. Ese fuego que
Jesús trae debe expandirse hasta los confines del mundo.
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 49-53
Jesús dijo a sus discípulos: Yo he
venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!
Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla
plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les
digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de
una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre
contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija
contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
En lo referente al fuego,
evidentemente Jesús no es ningún incendiario o uno de esos pirómanos que
pululan por los campos en el tiempo estival. El fuego que Jesús ha venido a
traer a la tierra es el fuego del conocimiento y del amor del Padre, el fuego de
la caridad y del amor de los unos con los otros, el fuego del Espíritu Santo
que extienda el conocimiento de su nombre hasta todos los confines de la
tierra.
Cuando dice que tiene que recibir
un bautismo, por supuesto que no se refiere al bautismo de Juan que había
recibido ya al comienzo de su predicación, sino al trance de su muerte. Es un
bautismo de sangre, el bautismo de su pasión y muerte, por la que nosotros
habíamos de ser regenerados para la vida eterna. Por eso precisamente desea
recibirlo.
Y cuando dice que no ha venido a
traer la paz, sino la guerra y la desunión en las familias ¿qué quiere decir
Jesús? ¿Cómo es posible que Jesús haya podido decir tal cosa, cuando en las
últimas horas de su vida, rodeado de sus apóstoles en la última cena, dijo: La
paz os dejos mi paz os doy; Padre, que todos sean uno como tú y yo somos uno?
Evidentemente, no viene a traer la
paz del rey Sedecías, de la primera lectura, una marioneta en las manos de los
poderosos corruptos de su gobierno. Un hombre sin personalidad, sin carácter y
sin autoridad que accede cobardemente a entregar a Jeremías para que lo maten
diciendo: Ahí lo tenéis en vuestro poder, el rey no puede hacer nada contra
vosotros. Y cuando un hombre compasivo, un extranjero, le pide su liberación, la
concede a toda prisa porque está lleno de miedo y no sabe qué hacer.
Gobernantes así son la ruina de los pueblos.
La paz a la que alude Jesús en el
contexto de la última cena es una paz interior, una paz del Espíritu, un gozo
del alma. Y es el resultado de la armonía entre Dios y el hombre interior, algo
tan hermoso que probablemente será necesario experimentarlo alguna vez para
saber lo que es, y para comprender también que es algo que el mundo no puede
dar.
Ahora bien, la paz a la que alude
Jesús en este texto que estamos comentando no tiene ese sentido. Mejor dicho,
tiene un sentido peyorativo. Es una paz externa, la paz de la pereza, del
conformismo, de la cobardía. La paz que existe entre las personas que están
juntas, pero que no tienen ningún lazo interior para estar unidas. No hay nada
fuerte y vigoroso que una a las personas que viven en esa paz. Y en cuanto
surge el menor conflicto, eso será la chispa que haga saltar la paz en que
viven en mil pedazos para dar paso a la guerra y a la división.
Esto es precisamente lo que ocurre
cuando Jesús entra con fuerza en el corazón de una persona. Se adueña de ella y
la condiciona de tal manera que esta persona será una persona distinta, se
sentirá movida a hacer cosas distintas y a renunciar a cosas que antes hacía
con normalidad. Y el impacto puede ser tan fuerte, incluso entre los miembros
de una misma familia, que provocará la desunión entre ellos. La historia se ha
encargado de acreditar esta realidad con la abundancia de casos que se quiera.
Esa es la división que Cristo ha venido a traer. La división de los que no
tenían ninguna razón sólida y fuerte para estar unidos. Y la división de los
que aceptan y rechazan a Cristo en sus vidas.
ESTUDIO
BÍBLICO
Primera
lectura: (Jeremías 38, 4-6.8-10)
Marco: El contexto es la situación
de Jerusalén en el tiempo inmediato anterior a su destrucción el año 587 a.C.
Se subraya la situación de carencia: el pueblo esta desanimado, el rey no tiene
poder, no hay agua en las cisternas, no hay pan en la ciudad. La lectura forma
parte de la así llamada “pasión de Jeremías”.
Reflexiones
1ª) ¡La resistencia a la palabra
del profeta repercute en su persona!
Ese hombre no busca el bien del
pueblo sino su desgracia. La situación era delicada. Jeremías ha de llevar
adelante su ministerio profético en circunstancias difíciles. Nos han quedado
algunos fragmentos dramáticos que hemos convenido en llamar las “confesiones de
Jeremías”, que revelan muy bien la intimidad del alma de este profeta
caracterizado por una exquisita sensibilidad, un amor entrañable a su pueblo y
una fidelidad a Dios inquebrantable (Jr 11,18ss; Jr 15,10ss; Jr 18,18-21).
También los profetas interpretaron la situación política (recuérdese la misión
de Elías y, sobre todo, de Eliseo y otros muchos profetas como Natán, Isaías,
Amós, etc.), porque son los intérpretes autorizados de las exigencias de la
alianza que alcanza a todos los aspectos de la vida personal y nacional. El
profeta tuvo que tomar parte en aquellas circunstancias y aconsejar que se
rindieran al rey de Babilonia, como única salida posible y viable. Su consejo y
su postura no fueron aceptados y le causaron dura oposición y persecución.
Segunda
lectura: (Hebreos 12,1-4)
Marco: El contexto es la
exhortación a la constancia y fortaleza en medio de las dificultades,
contrariedades y persecuciones resistiendo activamente. El autor invita a los
lectores a fijar la mirada en el ejemplo de Jesús que es quien abre camino
Reflexiones
1ª) ¡Dejemos de lado lo que
obstaculiza y corramos en la carrera que nos toca!
Corramos en la carrera que nos
toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe.
Toda la historia de la salvación está orientada hacia la consecución de una
gran esperanza. Esa esperanza iba tomando formas y expresiones diferentes,
aunque siempre continuadas y complementarias, a lo largo de los siglos de
preparación. Realizada la presencia del Salvador en el mundo, esta esperanza se
expresa de una manera cristológica, es decir, el motivo y la meta de la
esperanza es participar en la misma historia y destino de Jesús. El discípulo
debe tener los ojos fijos en Jesús. Es necesario seguir adelante siempre y sin
claudicaciones y, como sabemos, en medio de persecuciones a muerte: Olvidando
lo que he dejado atrás me lanzo hacia delante en busca de la meta y del trofeo
al que Dios, por medio de Cristo Jesús, nos llama desde lo alto... De todos
modos, sigamos adelante siendo consecuentes con lo que ya hemos alcanzado (Flp
3,12-16). Son exhortaciones, en ambos casos, que tratan de dar respuesta a una
situación real y dolorosa. Todo es posible por el poder de Dios y la
contribución de las virtualidades de todo orden que tenemos a nuestro alcance.
La oferta que el cristianismo hace a los hombres es valiosa como el oro y
conlleva que sea estimada como tal. Hoy como ayer hay que presentar el
cristianismo como una respuesta que alcanza a lo más valioso del hombre y le
promete la realidad que le proporciona su sentido.
Evangelio:
(Lucas 12,49-53)
Marco: Proseguimos el viaje a
Jerusalén. El fragmento podría titularse: el Reino no admite rivales; su
prioridad es indiscutible en los planes y actuación de Jesús. El evangelio es
una noticia inquietante, que puede engendrar la división.
Reflexiones
1ª) ¡Encender el fuego en el mundo,
tarea principal de Jesús!
La imagen del fuego está
relacionada con la espera escatológica*. Es una imagen que acompaña en las
descripciones habituales que presentan los signos del fin. El propio Bautista
recurre a ella en su predicación de marcado sabor escatológico también (Lc
3,16-17). La predicación de Jesús estaba intensamente coloreada por la espera y
realización escatológica. Se trata de un fuego purificador en primer lugar: es
necesario que la humanidad sea acrisolada al fuego para entrar en la gloria. También
tiene el aspecto destructor. La relación de fuego y bautismo sugiere igualmente
la idea de la regeneración total. No olvidemos que en este itinerario hacia
Jerusalén, Jesús quiere instruir de modo peculiar a sus discípulos. Esta
enseñanza va dirigida especialmente a ellos: el destino de Jesús es pasar por
el fuego y el bautismo de su muerte y resurrección para hacer presente en el
mundo el fuego purificador para siempre y ofrecer un bautismo que transforme a
la humanidad. Estas imágenes, por tanto, nos invitan a comprender el mensaje de
Jesús a sus discípulos de forma y que alcance a todo el ser del hombre.
2ª) ¡Jesús es un signo de
contradicción, una bandera discutida y un valor absoluto!
¿Pensáis que he venido a traer al
mundo paz? No, sino división. Hemos de habituarnos al estilo paradójico de
Jesús. Una lectura precipitada de estas expresiones podría conducir a una
comprensión desviada de sus palabras. Jesús proclamó dichosos a los promotores
de la paz; se opuso a la violencia. La sangre de su cruz establece la
reconciliación y la paz entre todas las cosas y entre los hombres y Dios. La
paz es uno de los bienes fundamentales que se esperan para la etapa central de
la salvación, porque la paz sintetiza todos los bienes de la salvación. El Dios
de Jesús es un Dios de paz y no de aflicción o de guerra. ¿Cómo entender
entonces estas palabras? En la Biblia hay diversos géneros literarios y uno de
ellos es el uso de la paradoja. Jesús, que es el Príncipe de la paz, afirma que
no ha venido a traer la paz. Cuando Jesús pide, como condición para seguirle,
que hay que negarse incluso a sí mismo, o cuando dice que no es digno de él
quien no le prefiere, incluso a los seres familiares más queridos, está
suscitando una elección radical. En una misma familia puede haber miembros que
se deciden por el seguimiento y otros no. ¿Qué ocurre entonces? Que se produce
una criba, una división, no querida directamente por Jesús, sino resultado de
la opción tomada por el discípulo que decide seguirle. Es decir, el seguimiento
de Jesús provoca muchas oposiciones. Jesús es una bandera discutida. Simeón lo
había afirmado en la presentación del templo (relato de la infancia, Lc 2),
donde leemos una página entendida retrospectivamente*. La prueba definitiva de
que Jesús fue rechazado por su pueblo es que fue condenado a muerte en cruz
(cf. Jn 7 y 8: en ambos capítulos aparece por once veces que la vida de Jesús
estaba en grave peligro de muerte; en ellos se subraya la labor de juicio y de
criba que provoca la palabra y los gestos de Jesús).
Es, por tanto, una verdad extendida
por todo el evangelio que la persona, las palabras y los gestos de Jesús, que
vino a establecer la definitiva paz entre los hombres, y entre Dios y los
hombres, de hecho lleva consigo la división por la exigencia de la opción
tomada frente a él. División no querida, pero inevitablemente producida. Jesús
es un valor absoluto que está incluso por encima de la sagrada institución de
la familia.. Este evangelio sigue siendo vivo hoy, pero encuentra no pocas
dificultades. No es fácil compaginar la seriedad del seguimiento de Jesús, así
presentado y planteado, y la cultura de los hombres de hoy. ¿Hablaría de la
misma manera, propondría las mismas exigencias, se arriesgaría de la misma
manera si Jesús viniese hoy al mundo como lo hizo entonces?... La respuesta es
que el Evangelio es único y para siempre y que, por tanto, Jesús es único y
para siempre: Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre (Hb 13,8).
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