domingo, 6 de octubre de 2013

DOMINGO 27ª DEL TIEMPO ORDINARIO


“El justo vivirá por su fidelidad”

 “El Señor no nos dio un espíritu de timidez sino de fortaleza” (2 Tm). ¿Dónde se sustenta ese espíritu? Nos responde la carta a los Hebreos: “Mi justo vivirá por la fe; mas, si es cobarde, mi alma no se complacerá en él. Pero nosotros no somos cobardes para perdición, sino hombres de fe para la salvación del alma” (10, 38-39). El espíritu de fortaleza le viene al cristiano de la fe, de su plena confianza en Dios.

Esto es en síntesis lo que nos vienen a decir las dos primeras lecturas. El evangelio retoma el tema desarrollando las implicaciones que comporta la fe dentro del dinamismo de la vida cristiana. La fe entraña un estilo de vida que no encaja con la actitud pasiva de quien espera que todo le llegue de lo alto. El don gratuito de la fe se hace operativo en la versión radical y generosa del perdón y del servicio humilde y desinteresado al prójimo: “solo hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

Así es la historia de Dios con el hombre. Los mandamientos del Sinaí no se entienden sin la experiencia previa de la gran liberación ofrecida por Yahvé a su pueblo; el Sermón del Monte viene precedido a su vez por la gozosa proclamación de las Bienaventuranzas, tarjeta de presentación de Jesús. El verdadero creyente no puede menos que corresponder agradecidamente, con frutos de buenas obras, a la dadivosa e irrenunciable iniciativa de Dios en Cristo Jesús.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

"Hermanos, este es el mensaje que yo quisiera que se clavara en cada corazón. El justo vive por su fe. La fe es la única que puede darnos una respuesta adecuada a tantas injusticias. Donde parece que reina la injusticia, el atropello, la fuerza bruta, el justo como que se siente inerme. Qué poco podemos, desde la Iglesia, débil, rebatir los atropellos de la dignidad del hombre. Sin embargo, tenemos la fuerza vigorosa de Dios, la fe. El justo vive de fe. Esta es la vida que yo quisiera para todos los corazones" (Mons. Romero, 2/10/1977).

Lectura de la profecía de Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4

¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que tú escuches, clamaré hacia ti: "¡Violencia!", sin que tú salves? ¿Por qué me haces ver la iniquidad y te quedas mirando la opresión? No veo más que saqueo y violencia, hay contiendas y aumenta la discordia. El Señor me respondió y dijo: "Escribe la visión, grábala sobre unas tablas para que se la pueda leer de corrido. Porque la visión aguarda el momento fijado, ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque vendrá seguramente, y no tardará. El que no tiene el alma recta, sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad".
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 94, 1-2. 6-9

R. ¡Ojalá hoy escuchen la voz del Señor!

¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta él dándole gracias, aclamemos con música al Señor! R.

¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. R.

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: "No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras". R.

SEGUNDA LECTURA

Dios nos ha regalado mucho. Y lo recibido debe ser puesto en favor de la comunidad. Pero también debe ser cuidado, protegido y acrecentado. La fidelidad al don es hacerlo crecer.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 6-8. 13-14

Querido hijo: Te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos. Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad. No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios. Toma como norma las saludables lecciones de fe y de amor a Cristo Jesús que has escuchado de mí. Conserva lo que se te ha confiado, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Palabra de Dios.
EVANGELIO

La imagen de mover una montaña es muy clara: nada debe quedar afuera de nuestra fe. Por eso, la fe nos lleva a mover, a generar movimiento y a que las cosas no queden como estaban. Y cuando todo parece imposible, cuando parece que no hay salida ni fuerzas, la fe será la fuerza de nuestra debilidad, y la fragilidad de nuestra condición humana será más inconmovible que los obstáculos.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 17, 3-10

Dijo el Señor a sus discípulos: "Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: 'Me arrepiento', perdónalo". Los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe". Él respondió: "Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', ella les obedecería. Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando éste regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'? ¿No le dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después'? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

En el marco comunitario de la fraternidad

El evangelio de hoy es continuación del pasaje lucano sobre los escándalos (17, 1-4), contexto en el que se enmarca el sentido del mismo. Presupone un claro marco comunitario, pues quien escandaliza provoca la caída de otro. De ahí la prevención y cuidado con los escándalos, mayormente con los “pequeños”, sin duda los más débiles y afectados en la fe dentro de la comunidad cristiana. ¡Ay sobre todo si quienes escandalizan son los constituidos en autoridad!

El evangelista es consciente de que los escándalos son inevitables dada la endeble condición humana y que, por lo mismo, afectan también a la vida de la comunidad cristiana. De ahí que haga una llamada a la responsabilidad personal: “tened cuidado con vosotros mismos”, al mismo tiempo que reclama la reintegración del pecador arrepentido mediante la práctica de la corrección fraterna. Una doble exhortación que radica en la convicción irrenunciable de todo cristiano: no pueden existir límites ni fronteras para el perdón allí donde brota el arrepentimiento.

El poder omnímodo de la fe

Solo desde la fe, que nos sumerge en el ámbito de Dios, es posible embarcarse en semejante empresa, pues para Dios nada hay imposible. La fe, aunque sea como un grano de mostaza, puede remover montañas. Los discípulos, representados ahora por los apóstoles, reconocen la endeblez de su fe como responsables de las comunidades a la hora de administrar con generosidad el perdón entre sus hermanos. ¿Es posible perdonar siempre? Inermes ante la magnitud de la tarea, piden ayuda a Jesús. Saben por experiencia propia que la comprensión y el perdón dentro del delicado entramado de las relaciones comunitarias solo es posible desde una relación de plena confianza y comunión con Dios, fuente de toda bondad y misericordia.

Con un lenguaje eclesial (apóstoles, Señor, servir, pastorear, comer y beber), Lucas quiere llevar las palabras de Jesús al terreno práctico de la vida cotidiana de sus comunidades. Si, a pesar de sus debilidades, Dios es el primero que ha confiado en ellos como apóstoles, ¿qué otra puede ser su misión apostólica? Han de ser, por la fe, testigos veraces del poder misericordioso de Dios administrando generosamente el perdón a sus hermanos. Si basta un poco de fe para arrancar el árbol y plantarlo en el mar, quiere decir que, a pesar de su pobre y debilitada fe, Dios les garantiza el respaldo suficiente para ejercer con solvencia su misión apostólica.

Una fe viva y operante

Ahora bien, las palabras de Jesús gozaban de credibilidad, puesto que fue el primero en ceñirse como un esclavo cualquiera para servir a la mesa: “¿Quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27). Esta es la razón cristológica de fondo que sustenta el servicio evangélico en sus múltiples ramificaciones y manifestaciones a lo largo de la historia del cristianismo.

La parábola del siervo, fiel reflejo costumbrista del medio en el que Jesús vivió, es una invitación a confiar plenamente en las funciones serviciales que cada uno tiene encomendadas. Más allá del modelo social en que se apoyan, estas palabras adquieren pleno sentido y relevancia para quien ha volcado por la fe su confianza en Dios. Se espera por consiguiente de todo cristiano, y con mayor razón de los guías de la comunidad, que cumpla su tarea con celo y fidelidad sin esperar felicitación o recompensa especial alguna: “Hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

Dios requiere de los suyos “la obediencia de la fe” (Rm 1,5), no entendida como sumisión sino como adhesión libre y agradecida a su propuesta de salvación. Más que como tarea, el creyente acoge su misión como una verdadera bendición de Dios. Quien a Él obedece, aun en medio de las situaciones más adversas, se hará respetar por sus hermanos en la fe. Sólo le queda implorar cada mañana: “Señor, aumenta mi fe”.


ESTUDIO BÍBLICO

La fe como don y gracia

Iª Lectura: Habacuc (1,2-3; 2,2-4): El justo vivirá por su fe

I.1. La primera lectura de este domingo está tomada del profeta Habacuc (1,2-3;2,2-4). Es una lectura reconstruida sobre el texto del profeta en la que aparece primeramente una lamentación, una queja por la opresión y la violación del derecho en Judá. Habacuc es un profeta de los siglos VII-VI a. C. Pero es un profeta que no habla al pueblo, sino que habla con Dios; le pregunta, le interpela ante lo que ven sus ojos. Así es todo el libro. ¿Hay respuestas para el hombre de Dios que quiere defender los valores radicales de la vida? La respuesta de Dios, según la experiencia teológica y espiritual del profeta, el hombre de Dios, es que, quien sepa mantenerse fiel en medio de la injusticia y la violación de los derechos, vivirá. La promesa de vida es la síntesis más completa de toda la predicación del profeta. Es una promesa a Israel, pero es una promesa que incumbe a todos los cristianos: el mal nunca se apoderará de la historia definitivamente.

I.2. El texto de Hab 2,4 tendrá un carácter germinal en el planteamiento decisivo de la teología paulina, tanto en Gal 3,11, como en Rom 1,17 cuando se enuncia el tema que ha de desarrollar en toda la epístola: el evangelio de la salvación por la fe y no por las obras. La fe en la Biblia (emunah) no es defender una doctrina, sino tener una experiencia radical de “confianza” en Dios. Eso es lo que propone el profeta, y en ese sentido es como lo entendió Pablo para lanzar al judaísmo o al judeo-cristianismo de su tiempo el reto que habría de darle la identidad religiosa verdadera.

IIª Lectura: IIª Timoteo (1,6-14): El depósito evangélico de la libertad

La segunda lectura de este domingo es el comienzo de la 2ª carta a Timoteo en la que se ponen de manifiesto los elementos pastorales del que, según la tradición, ha recibido el encargo de Pablo para dirigir una comunidad cristiana. Se habla del don de Dios que ha recibido, y que nos es un don para temer, sino para luchar con fuerza y energía por los valores del evangelio frente a este mundo. Defender los valores éticos en nombre del Señor Jesús debe ser una tarea decisiva para quien es responsable de una comunidad cristiana. Existe un “depósito de la fe”. Ese depósito, no obstante, no es una doctrina extraña al Evangelio; es el Evangelio de Jesucristo liberador. Es eso lo que hay que defender con energía frente a otros evangelios mundanos que no liberan.

Evangelio: Lucas (17,5-10): La fe, reto de la “confianza” en Dios

III.1. El evangelio de este domingo se toma de Lucas: un conjunto literario con dos partes: 1) el diálogo sobre la petición de los apóstoles para que aumente la fe de los mismos y la comparación con un pequeño grano de mostaza; 2) la parábola del siervo inútil. Lo primero que debemos considerar en este aspecto es que la fe no es una experiencia que se pueda medir en cantidad, en todo caso en calidad. La fe es el misterio por el que nos fiamos de Dios como Padre, ahí está la calidad de la fe; ponemos nuestra vida en sus manos sencillamente porque su palabra, revelada en Jesús y en su evangelio, llena el corazón. Por eso, la fe se la compara aquí con un grano de mostaza, pequeño, muy pequeño, porque en esa pequeñez hay mucha calidad en la que puede encerrarse, sin duda, el fiarse verdaderamente de Dios. Puede que objetivamente no se presenten razones evidentes para ello. No es que la fe sea ilógica, o simplemente ciega, es una opción inquebrantable de confianza. Es como el que ama, que no puede explicarse muchas veces por qué se ama a alguien. Por tanto, existe una razón secreta que nos impulsa a amar, como a creer.

III.2. La fe que mueve montañas debe cambiar muchas cosas. La comparación del que, por la fe, arranca una morera o un sicómoro y lo planta en el mar, da que pensar. ¿Qué sentido puede tener? Un sicómoro no puede crecer en el mar. En realidad es un símbolo de Israel y este no es un pueblo del mar; no hay tradición de ello. La frondosidad que tiene, como la de la higuera que protege con su sombra, es como un reto: son árboles de secano, de estío, protectores… pero no pueden estar en el mar, se pudrirían. Es un imposible, como un “imposible” es el misterio de la fe, de la confianza en Dios. Cuando todo está perdido, cuando lo imposible nos avasalla, “confiar en Dios” pone en entredicho una religiosidad de oropel, de cosas, de ritos, de ceremonias, de purificación. La fe es algo del corazón, donde está la sede de lo mejor y de lo peor en la Biblia. Por ello, tener fe, confianza (emunah), y pensar que una morera puede ser trasladada al mar y crecer allí es poner en entredicho la religión vacía. Sin la fe, la religión no lleva a ninguna parte. Y muy frecuentemente sucede que se tiene “una religión”, pero en ella no habita la fe.

III.3. La parábola conocida como del “siervo inútil” no es una narración absurda. No es propiamente la parábola del siervo inútil, porque no es ese su sentido, sino del que acepta simplemente en su vida que es un siervo y no pretende otra cosa. El amo que llega cansado del trabajo es servido por su criado; el criado tiene la conciencia de haber cumplido su oficio; esas eran las reglas de contratación social. ¿Qué sentido puede tener esto en el planteamiento de la fe y la recompensa? No podemos aplicar aquí la lógica reivindicativamente social de que el patrón y el siervo no pueden relacionarse tal como se propone en esta lectura. El juicio moral sobre la servitud o la misma esclavitud de aquellos tiempos, está demás a la hora de la interpretación. Se parte de la costumbre de aquella época para mostrar que el siervo, lo que tenía que hacer era servir (se usa el verbo diakoneô), porque era su oficio, y el amo ser servido.

III.4. Jesús quería partir de esta experiencia cotidiana para mostrar al final algo inusual: por ello, la vida cristiana no se puede plantear con afán de recompensa; no podemos servir a Dios y seguir a Jesús por lo que podamos conseguir, sino que debemos hacernos un planteamiento de gracia. El buen discípulo se fía de Jesús y de su Dios. Cuando se da esa razón secreta para seguir a Jesús, no se vive pendiente de recompensas; se hace lo que se debe hacer y entonces se es feliz en ello. Existe, sin duda, la secreta esperanza e incluso la promesa de que Dios nos sentará a su mesa (símbolo de compartir sus dones), pero sin que tengamos que presentar méritos; sin que sea un salario que se nos paga, sino por pura gracia, por puro amor. Así es como Lucas ha entendido este conjunto en que pone en conexión el diálogo sobre la fe con la parábola del siervo (que no es inútil). Con Dios no vale do ut des, sino lo que cuenta es abrirse a Él como lo que somos y con lo que somos… y se nos invita, por gracia, a sentarnos a su mesa, lo que no ocurre precisamente en las relaciones sociales de este mundo de clases.


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