"¿Eres tú el que ha de venir
o debemos esperar a otro?"
o debemos esperar a otro?"
Juan Bautista es el predicador del
Adviento, de la Venida del Señor. Las lecturas de este III Domingo de Adviento
deben ser entendidas desde la luz de Cristo, es decir, desde el Evangelio. Un
buen entendimiento del mensaje del Evangelio de este Domingo nos permite
comprender la profundidad la primera y segunda lectura. Unas simples preguntas
nos puede ayudar: ¿Qué y quién es el Mesías? ¿Qué repercusiones tiene en
nuestra vida? ¿Cómo identificarlo?
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Lectura
del libro de Isaías 35, 1-6. 10
¡Regocíjense el desierto y la
tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca como el narciso,
que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del
Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor,
el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las
rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: "¡Sean fuertes,
no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: Él mismo
viene a salvarlos". Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se
destaparán los oídos de los sordos, entonces el tullido saltará como un ciervo
y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Volverán los rescatados por el
Señor; y entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría
perpetua: los acompañarán el gozo y la alegría; la tristeza y los gemidos se
alejarán.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
145, 6-10
R.
Señor, ven a salvarnos.
El Señor mantiene su fidelidad para
siempre, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor
libera a los cautivos. R.
El Señor abre los ojos de los
ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos, y
protege a los extranjeros. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda;
y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu
Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la carta de Santiago 5, 7-10
Tengan paciencia, hermanos, hasta
que llegue el Señor. Miren cómo el sembrador espera el fruto precioso de la
tierra, aguardando pacientemente hasta que caigan las lluvias del otoño y de la
primavera. Tengan paciencia y anímense, porque la venida del Señor está
próxima. Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados.
Miren que el juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de
paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11, 2-11
Juan el Bautista oyó hablar en la
cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para
preguntarle: "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?".
Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los
ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos
oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y
feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!". Mientras los
enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud,
diciendo: "¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de
esa manera viven en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver, entonces? ¿A
un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. Él es aquél de quien está
escrito: 'Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino'.
Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y
sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que
él".
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
Un relectura del Evangelio: ¿Eres
Tú el que tiene que venir o tenemos que esperar a otro?
En el Evangelio de este III
Domingo, encontramos al personaje clásico del Adviento: Juan el Bautista. Como
su propio nombre indica, Juan, el Bautista, ya no se encuentra bautizando en el
Jordán, sino que, en este domingo, está encarcelado antes de que Salomé pida su
cabeza a Herodes. A pesar de estar encarcelado, Herodes lo trataba con mucho
respeto porque Juan era una persona con autoridad. Por esta razón, Juan el
Bautista podía recibir visitas, en concreto de sus seguidores, los cuales le
informaban de lo que estaba pasando fuera de la cárcel.
Juan, desconcertado por lo que le
contaban sus seguidores sobre a quién había bautizado, los envía hacia Jesús
con un objetivo claro: preguntarle si era o no era el Mesías. Esta pregunta de
Juan el Bautista a Jesús encierra una duda; o dicho en otras palabras, hay algo
en Jesús que a Juan el Bautista no le cuadra y que le provoca dudas.
Ahora bien, ¿qué es eso que hace o
dice Jesús que no le convence a Juan el Bautista? ¿Cuáles son esas razones que
tiene Juan el Bautista para dudar? El problema se encuentra en que Jesús está
teniendo actitudes y posicionamientos que Juan nunca se habría esperado. La
predicación y la creencia de Juan el Bautista era clara y se puede resumir en
una frase: ¡Convertíos porque el Mesías está por llegar! Era una predicación
dura, ascética, amenazante, que sacaba la luz las oscuridades de la sociedad y
que pedía la conversión de los pecadores. El problema se genera en el contrate
entre el contenido de la predicación de Juan el Bautista y el contenido de la
predicación y acciones de Jesús. Este contraste es el que provoca el problema
de fe, de dudas, de Juan el Bautista: ¿Eres el Mesías o no?
Juan ha escuchado que Jesús no sólo
no condena a los pecadores, sino que come con ellos y que, además, no tiene
problema para reconocerse como amigo de los pecadores. Estas actitudes de Jesús
no se corresponden con las actitudes que Juan el Bautista tenía en mente. Jesús
no se corresponde con la imagen del Mesías de Juan. Por esta razón, Juan el
Bautista envía a sus discípulos a preguntarle: ¿Eres tú o no, el Mesías? Esta
es nuestra experiencia: la fe en Jesús tiene momentos de duda porque se meten
en duda las certezas de nuestra vida. La actitud del Bautista no es de rechazo
porque tambalean sus certezas, sino que quiere entender.
La respuesta de Jesús es la clave:
¡Vayan a contarle lo que ven! Y Jesús aclara a los discípulos de Juan el
Bautista que es lo que tienen que contarle. Les da un elenco de 6 acciones que
hace el Mesías según los libros proféticos. Si nos fijamos con atención, no
viene puesta ninguna condena.
Lo importante es que los gestos de
Jesús son interpretados como el cambio, el nacimiento de un mundo nuevo, de una
nueva humanidad: los ciegos que antes caminaban en la oscuridad, ahora caminan
en la luz hacia la meta divina. Los sordos que no son capaces de escuchar la
Palabra de Dios, ahora escuchan la Palabra de Dios y se dejan guiar. Los
leprosos que vivían separados, ahora caminan junto con nosotros. Los muertos
que resucitan, es decir, todos aquellos que se abren al amor y al perdón, a la
Nueva Noticia: ¡También para ti hay salvación! En resumidas cuentas, allí donde
llega el Señor, la vida florece. Cuando tenemos dudas de fe, la respuesta es
clara: miremos los hechos, nuestra vida. Cada uno de nosotros deberíamos releer
y verificar lo que ha sucedido en nuestra vida, cuando nos hemos encontrado con
el Señor. De esta manera, verificamos la Verdad de la Palabra de Dios. Hemos de
releer nuestra vida a la luz del Evangelio.
Jesús termina diciendo:
¡Bienaventurado aquel que no se escandalice de mi! En otras palabras: ¡No te
asustes de que el Mesías que has predicado no es cómo creías! Este es el
escándalo: el Mesías de Juan no cuadra con Jesús: la bondad y la misericordia
de Dios que se hace ver en Jesús es muy diferente de la idea del Mesías. No es
un Dios que castiga a los malos y premia a los buenos, sino que acepta a todos.
Por tanto, quizás nuestra fe puede
tropezar con nuestra comprensión personal del Evangelio. Está aquí la razón de
la bienaventuranza: Felices aquellos que no se escandalicen de este nuevo
rostro de Dios. El Bautista es el predicador del Adviento y, en este domingo,
nos presenta su incomprensión de Jesús. Una incomprensión que nace de la
resistencias que ponemos a cambiar nuestras certezas sobre la fe.
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª
Lectura: Isaías (35,1-10): A la búsqueda de la alegría
I.1. La lectura de Isaías evoca una
escena de imágenes creativas y creadoras: es como una caravana de repatriados
que atraviesa un desierto que se transforma en soto y cañaveral por la
abundancia de agua; sanan los mutilados, se alejan los fieras, la caravana se
convierte en procesión que lleva a la ciudad ideal del mundo, Sión, Jerusalén:
con cánticos. Es una procesión que está encabezada por la personificación de
una de las cosas más necesaria para nuestro corazón: La Alegría. Pero no se
trata de cualquier alegría, sino de una Alegría con mayúsculas, de una alegría
perpetua. Y de nuevo termina la procesión (v. 10), se corta de raíz para que
queden alejados la pena y la aflicción (que son el desierto, la infelicidad, la
opresión y la injusticia). Es decir, la procesión a la ciudad de Sión la abre
la alegría y la cierran la alegría y el gozo.
I.2. El Adviento, pues, es un
tiempo para anunciar estas cosas cuando las previsiones, a todos los niveles,
son desastrosas, como puede ser el exilio o el desierto. Quien tiene esperanza
en el Señor comprenderá estos valores que son distintos de los valores con los
que se construye este mundo de producción económica e interesada; porque el
Adviento es una caravana viva a la búsqueda del Dios con nosotros, del Enmanuel
. Es un oráculo, pues, el de Isaías 35, que no puede quedar solamente en
metáforas. Estas cosas se han vivido de verdad en la historia del pueblo de
Israel y es necesario revivirlas como comunidad cristiana, especialmente en
Adviento.
IIª
Lectura: Santiago (5,7-10): A la espera del Señor, con entereza
II.1. Dos elementos resuenan con
fuerza en este texto de la carta de Santiago: la venida (parousía) del Señor y
la paciencia (makrothymía). Para ello se pone el ejemplo del labrador, pues no
hay nada como la paciencia del labrador esperando las gotas de agua que vienen
sobre la tierra. hasta que una día llega y ve que se salva su cosecha. De nada
vale desesperarse. porque llegará, a pesar de las épocas de larga sequía. Pero
la paciencia de que todo cambiará un día es sinónimo de entereza y de ánimo.
II.2. El texto, pues, de la carta
Santiago pretende llamar la atención sobre la venida del Señor. El autor
hablaba de una venida que se consideraba próxima, como sucedía en los ámbitos
apocalípticos del judaísmo y el cristianismo primitivo. Pero recomienda la
paciencia para que el juicio no fuera esperado como un obstáculo o un
despropósito. Es verdad que no tiene sentido esperar lo que no merece la pena.
Hoy no nos valen esas imágenes que se apoyaban en elementos críticos de una
época. Pero sí la recomendación de que en la paciencia hay que escuchar a los
profetas que son los que han sabido dar a la historia visiones nuevas. No
debemos escuchar a los catastrofistas que destruyen, sino a los profetas que
construyen.
Evangelio:
Mateo (11,2-11): El reino es salvación, ¡no condenación!
III.1. El texto de hoy del
evangelio viene a ser como el colofón de todos estos planteamientos proféticos
que se nos piden. Sabemos que Jesús era especialmente aficionado al profeta
Isaías; sus oráculos le gustaban y, sin duda, los usaba en sus imágenes para
hablar de la llegada del Reino de Dios. Mateo (que es el que más cita el
Antiguo Testamento), en el texto de hoy nos ofrece una cita de Is. 35,5s
(primera lectura de hoy) para describir lo que Jesús hace, como especificación
de su praxis y su compromiso ante los enviados de Juan. Es muy posible que en
esta escena se refleje una historia real, no de enfrentamiento entre Juan y
Jesús, pero sí de puntos de vista distintos. El reino de Dios no llega
avasallando, sino que, como se refleja en numerosas parábolas, es como una
semilla que crece misteriosamente. pero está ahí creciendo misteriosamente. El
labrador lo sabe. y Jesús es como el "labrador" del reino que
anuncia. El evangelista Mateo ha resaltado que Juan, en la cárcel, fue informado
de las obras de Mesías (no dice sencillamente Jesús, ni el término más
narrativo del Señor, como hace Lucas 7,24). Y por eso recibe una respuesta
propia del Mesías.
III.2. El Bautista, hombre de
Antiguo Testamento, está desconcertado porque tenía puestas sus esperanzas en
Jesús, pero parece como si las cosas no fueran lo deprisa que los apocalípticos
desean. Jesús le dice que está llevando a cabo lo que se anuncia en Is 35, y
asimismo en Is 61,1ss. Jesús está movilizando esa caravana por el desierto de
la vida para llegar a la ciudad de Sión; está haciendo todo lo posible para que
los ciegos de todas las cegueras vean; que todos los enfermos de todas las
enfermedades contagiosas del cuerpo y el alma queden limpios y no destruidos y
abandonados a su suerte. El reino que anuncia, y al que dedica su vida, tiene
unas connotaciones muy particulares, algunas de las cuales van más allá de lo
que los profetas pidieron y anunciaron.
III.3. Finalmente añade una cosa
decisiva: ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí! (v.6). Esta expresión ha
sido muy discutida, pero gran mayoría de intérpretes opina que se refiere
concretamente al Bautista. Ésa es la diferencia con Juan, por muy extraña que
nos parezca; porque entre Jesús y Juan se dan diferencias radicales, a pesar
del elogio tan manifiesto de nuestro texto (vv.9-10): uno anuncia el juicio que
destruye el mal (como los buenos apocalípticos) y el otro (como buen profeta)
propone soluciones. Ésa es la verdad de la vida religiosa: los apocalípticos
tiene un sentido especial para detectar la crisis de valores, pero no saben
proponer soluciones. Los profetas verdaderos, y Jesús es el modelo, no
solamente detectan los males, sino que ofrecen remedios: curan, sanan, ayudan a
los desgraciados (culpables o no), dan oportunidades de salvación. Nosotros
hemos tenido la suerte de nacer después de Juan y haber escuchado las palabras
liberadoras del profeta Jesús.
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