“Le pondrá
por nombre Emmanuel,
que significa Dios-con-nosotros”
Estamos en vísperas de la Natividad
del Señor Jesucristo. En Él los cristianos proclamamos la presencia salvífica
de Emmanuel. No cabe, hermanos, sino el gozo y la esperanza, la gratitud y
adoración, el compromiso renovado de ser expresión en nuestro cotidiano vivir
de este Misterio de Amor.
Celebramos hoy con júbilo nuestra
fe. En esta eucaristía dominical el Señor Jesús viene y hace morada entre y en
cada uno de nosotros. Es Dios ofrecido en cercanía amorosa a ti y a mí.
Acojamos este amor y vivamos en él,
pues somos hoy ciertamente, en medio de tantas preocupaciones y quebrantos,
aquellos “a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de los santos”.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
PRIMERA
LECTURA
Lectura
del libro de Isaías 7, 10-14
El Señor habló a Ajaz en estos
términos: "Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del
Abismo, o arriba, en las alturas". Pero Ajaz respondió: "No lo pediré
ni tentaré al Señor". Isaías dijo: "Escuchen, entonces, casa de
David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios?
Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren: la joven está embarazada y
dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel".
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
23, 1-6
R.
Va a entrar el Señor, el rey de la gloria.
Del Señor es la tierra y todo lo
que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes porque él la fundó sobre los
mares, él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.
¿Quién podrá subir a la montaña del
Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro
el corazón; el que no rinde culto a los ídolos. R.
Él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su salvador. Así son los que buscan al Señor, los que
buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 1, 1-7
Carta de Pablo, servidor de
Jesucristo, llamado para ser apóstol, y elegido para anunciar la Buena Noticia
de Dios, que él había prometido por medio de sus profetas en las Sagradas
Escrituras, acerca de su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, nacido de la estirpe
de David según la carne, y constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu
santificador, por su resurrección de entre los muertos. Por él hemos recibido
la gracia y la misión apostólica, a fin de conducir a la obediencia de la fe,
para gloria de su nombre, a todos los pueblos paganos, entre los cuales se encuentran
también ustedes, que han sido llamados por Jesucristo. A todos los que están en
Roma, amados de Dios, llamados a ser santos, lleguen la gracia y la paz, que
proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 1, 18-24
Éste fue el origen de Jesucristo:
María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían
vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo,
que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió
abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le
apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a
María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella, proviene del
Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús,
porque él salvará a su pueblo de todos sus pecados". Todo esto sucedió
para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: "La
Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de
Emanuel", que traducido significa: "Dios con nosotros". Al
despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María
a su casa.
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS LA PALABRA
“Le
pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros”
De vez en cuando nos sorprenden los
prodigios. Unos terminan por ser racional e intelectualmente explicados. En
otros perdura su asombroso misterio: “Ella, María, esperaba un hijo por obra
del Espíritu Santo”.
Es admirable la espera de María. Es
la suya una espera transcendente. Más allá, y más por encima, de las esperas
inmediatas e inmediatamente satisfactorias que pueblan nuestros anhelos. Ella
espera la acción de Dios; el acontecimiento discreto, profundo e íntimo, del
Misterio haciéndose vida de su vida. Y de todos estos acontecimientos
desbordantes de nuestra capacidad de entendimiento participa, confiado, José,
su esposo.
Ambos, María y José, nos animan con
su actitud a abrirnos humildes y confiados al Misterio que siempre está
viniendo a nuestras vidas, que nos envuelve y nos habita.
“Le
pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros”
Todos vamos creciendo en el
conocimiento de las grandes preocupaciones que habitan las inquietudes de la
humanidad de hoy: la violencia destructiva, la injusticia inicua, la nefasta
distribución de la riqueza, la demoledora intransigencia, las enfermedades
persistentes, la mortífera contaminación ambiental…
Pocos de la familia humana nos
detenemos a pensar la gran cuestión: “¿Estamos solos, perdidos en los
sobrecogedores espacios siderales? ¿Somos no más que un efímero resplandor
engendrado por la nada y fagocitado por ella? ¿Hay alguien que nos origine y
sostenga, que nos explique y espere?
Benedicto XVI en uno de sus
primeros escritos magisteriales hacía una personal confesión de fe: “Una
corriente de Amor, que es Alguien, atraviesa el tiempo y el espacio, y viene a
nuestro encuentro”. Ciertamente esta es nuestra fe, que hoy se hace gratitud y
adoración por esta cercanía salvífica del Misterio a nuestra vida y fragilidad.
“Le
pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros”
Esta presencia de Emmanuel entre
nosotros abre nuestra vida a una esperanza inimaginable por ser única. Gracias
a Él, a su acción entre nosotros y en nuestra historia, esperamos un cielo
nuevo y una tierra nueva en los que habite la justicia, en los que la vida sea
vida-sin-amenaza-alguna, en los que la comunión de amor sea por siempre
universal y duradera.
Hoy, en vísperas de la Natividad de
Emmanuel, quisiéramos ser testigos y ofrenda de esta esperanza para la gran
familia humana. Será necesario para ello traducir en gestos de amor verdadero
este Misterio de Encarnación y Redención. Solo un amor firme y cada día
renovado será capaz de mantener encendida la esperanza. Sin duda que encierra
verdad esta consideración que alguien nos ofrece: “Cuando uno se siente amado
no teme esperar, aunque la espera deba prolongarse a lo largo de toda la vida”.
ESTUDIO
BÍBLICO
En este cuarto Domingo de Adviento
las lecturas nos hacen descubrir verdaderamente al Esperado de los pueblos, a
Jesucristo. Son tres lecturas de densidad cristológica inigualable que nos
hacen tocar con las manos y vivir con corazón sincero la densidad de lo que
significa el que Dios "esté con nosotros" para siempre, es decir, que
sea "Enmanuel".
Iª
Lectura: Isaías (7,10-16): Dios está en nuestra historia
I.1. La primera lectura es
probablemente el más famoso y conocido oráculo del profeta; el que más veces se
he reinterpretado en la historia del pueblo judío, y de las comunidades
cristianas. Es un oráculo que tiene un contexto histórico bien definido: cuando
el rey Acaz buscaba apoyos para su monarquía en los poderosos de este mundo, en
Asiria concretamente, un imperio terrible, ante las amenazas de los reyes de
Damasco y Samaría por quitarle el trono. Entonces el profeta lo afronta con la
gallardía que siempre tienen los profetas que saben leer en la vida las cosas
de Dios. Precisamente lo que busca el rey será su condena; solamente cuando se
es capaz de confiar en Dios, Jerusalén será liberada: "si no creéis, no
subsistiréis".
I.2. Una muchacha muy joven (almah),
ha concebido y dará a luz. Es el signo, el símbolo entrañable de lo que Dios
promete por medio del hombre más lucido en la Jerusalén de aquellos días. Puede
parecer irrisorio para el momento dramático y decisivo que se está viviendo.
Está en juego el trono de Judá y, sin duda, el templo de Dios. si Dios mismo no
tiene la respuesta; y desde el realismo socio-político eso no vale para nada.
Pero Dios no es inmune a lo que está sucediendo. Pide paz y sosiego, confianza
y experiencia divina. Porque Dios puede sacar de la nada lo que los hombres son
incapaces. Ahí queda el símbolo y, si queremos, la leyenda o el mito de lo
religioso. Pero cuando se rehace la historia de las personas, de las familias o
de los pueblos, comprobamos que lo que no tenía sentido sí lo tiene. Estas
palabras de Isaías se cumplirían por medio de la madre joven que habría de dar
un descendiente a Ajaz, Ezequías. Los ejércitos de Israel y Damasco fueron
derrotados por los asirios en el 732 a. C. La guerra sirio-efraimita fue un
fracaso, incluso para Judá, que tuvo que pagar tributo a Asiria; pero la
palabra profética se cumplió: un descendiente davídico seguiría ocupando el
trono.
I.3. Es muy importante el contexto
histórico de este oráculo de Isaías, pues de lo contrario perderíamos su
perspectiva verdadera de palabra de luz de un profeta en medio de los miedos y
desajustes que conmocionan al pueblo. El profeta es el único que tiene la luz
necesaria para poner de manifiesto el disparate de Ajaz para echarse en manos
de Asiria y de sus dioses implacables; tiene una mirada más alta para confiar
en el Dios vivo y verdadero que libera de verdad. Es lógico que para un
político esto fuera una ignominia: confiar en Dios cuando Jerusalén puede ser
destruida. Su postura es muy crítica frente al rey de Judá, pero del alma le
sale una promesa que es una oferta para un pueblo nuevo. Porque Dios no
abandonará a su pueblo; y le dará un Mesías, el esperado, aunque éste no venga
como se le esperaba. Con ello se pone en juicio toda la tradición anterior. Es
verdad que esto no está directa e inmediatamente en el texto; serán los
cristianos quien lo acomoden en sentido mesiánico a lo que dijo e hizo Jesús.
IIª
Lectura: Romanos (1,1-7): El evangelio de Dios
II.1. La segunda lectura es el
comienzo, exactamente, de la carta más impresionante de Pablo, lo que se conoce
técnicamente como el preescrito. El Apóstol de los gentiles les anuncia la
buena nueva de Jesucristo: nacido de David según la carne y establecido en su
poder por el Espíritu de Dios. Las formulaciones de fe que Pablo recoge de la
tradición anterior a él no obstan para poner de manifiesto la pasión verdadera
por el evangelio de Dios; precisamente este hombre que antes fue perseguidor de
los que confesaban a Jesús como el salvador. Ahora, en el cristianismo, Pablo
entiende que en Jesucristo se han realizado las promesas de sus profetas, los
que él había intentado conocer en profundidad en las escuelas rabínicas en las
que se había formado en Damasco o en Jerusalén. Y se atreve a más: Dios le ha
llamado precisamente para que este nombre sea conocido hasta los confines de la
tierra. Él ha dejado su antigua pertenencia a la fe judía, precisamente para
que los paganos oyeran hablar de un Dios que siempre está con los hombres, y
que los paganos, los ateos, los apóstatas, los que son dioses de ellos mismos,
puedan escuchar la bondad y la generosidad de este Dios verdadero. Por eso no
se avergüenza del evangelio.
II.2. Llama la atención la
expresión de "evangelio de Dios" que verdaderamente señala a
Jesucristo, nacido de la línea de David y constituido Señor por la resurrección
de entre los muertos. Precisamente el "evangelio de Dios" es lo que
Pablo va a desarrollar en esta carta prodigiosa a los Romanos. Evangelio que,
como buena noticia, no consiste solamente en proclamar que Jesús es el Señor,
sino que es el Señor porque ha dado su vida para que nosotros seamos libres y
vivamos de verdad. Es una gracia esto del evangelio para el apóstol de los
gentiles. Efectivamente "una gracia" que le llega por el evangelio de
Dios; una gracia no solamente para él, sino para todos los hombres. Y como es
una gracia, no puede mantenerla egoístamente para sí, sino que debe proclamarla
a todos.
Evangelio:
Mateo (1,18-24): Dios está con nosotros, en Jesús.
III.1. El evangelio del evangelista
que mejor ha tratado las profecías del Antiguo Testamento, aunque, por razones
propias de la mentalidad judeo-cristiana, aparezca la figura de José como
introductora de cumplimiento. En el sueño, José -una forma bíblica de hablar de
experiencias religiosas-, tiene encomendado dar un nombre al hijo que dará a
luz su prometida María; le pondrá por nombre Jesús. En Isaías 7 el nombre era
Enmanuel: ¿Acaso no es lo mismo? Semánticamente no, pero teológicamente sí. Su
nombre simbólico será una realidad eterna: Enmanuel, Dios con nosotros. El
nombre de Jesús significa: Dios salva. Es posible que este relato de Mateo no
alcance las cimas del relato de la anunciación de Lucas (1,26-38), entre otras
cosas porque se ha debido atener a su mentalidad más judía, acorde con su
comunidad y sus búsquedas. No deja de ser, no obstante, un relato prodigioso
como el de Lucas.
III.2. Dicen los especialistas, con
razón, que estos relatos han sido escritos en una forma muy peculiar. Le llaman
midrash, en este caso haggada, porque es narrativo, ya que intenta actualizar
un texto del AT y aplicarlo a una situación nueva. Esto es verdad y muy
significativo. No estaban "relatando" en el sentido más estricto,
sino actualizando. No podemos tomar al pie de la letra lo del sueño, pero sí
debemos tomar en consideración su mensaje. José no está herido de infamia por
haber sido engañado por su prometida. Lo importante para Mateo es que él debe
desempeñar una misión, la de ponerle el nombre, ya que el nombre tiene una
importancia decisiva en el lenguaje bíblico. Y el nombre, en este caso, no es
el nombre histórico con el que Jesús ha saltado a la fama. Es el oráculo de Isaías
7 el que se quiere actualizar y por ello se le pondrá - ¡qué extraño! - Jesús,
cuando en el oráculo era Enmanuel (Dios con nosotros), aunque también en las
palabras de Isaías no hay relación directa entre Enmanuel y el hijo de Ajaz,
Ezequías. El hecho real es que José puso nombre a "su" hijo: Jesús.
Con ese nombre, según el relato midrashico, se estaba cumpliendo la profecía
del Enmanuel.
III.3. No deberíamos pasar por alto
cómo Mateo ha querido responder a una objeción que se le plantea en la
genealogía (1,16) cuando, dejando de lado a los varones (que Jacob engendró a
José), debe introducir a María como la madre de Jesús. En su genealogía de
Jesús, Mateo intenta poner de manifiesto que Cristo desciende realmente de
David. Pero, de hecho, no consigue probarlo porque, en el momento decisivo, en
lugar de decir que Jacob engendró a José, y éste a Jesús, interrumpe la
sucesión y afirma: «Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació
Jesús, llamado Cristo» (1, 16). Intenta decir lo que intenta decir: que Jesús
tiene un origen divino. Según el derecho judío, la mujer no cuenta en el
alcance genealógico. Por consiguiente, a través de María no puede Cristo
insertarse en la casa de David. Sin embargo, para Mateo es evidente que Jesús
es hijo de María y del Espíritu Santo (1,18). Y entonces surge un problema:
¿Cómo insertar a Jesús, a través del árbol genealógico masculino, dentro de la
genealogía davídica si no tiene un padre humano? Para resolver el problema,
Mateo hace una especie de acotación o glosa (explicación de una dificultad) y
narra la concepción y el origen de Jesús (1,18-25).
III.4. Su intención no consiste en
narrar la concepción de Jesús, ni en describir, como hace Lucas de forma extraordinaria
(2,1-20), el nacimiento de Jesús. El centro del relato lo constituye José, el
cual, al considerar la situación embarazosa de María, pretende abandonarla en
secreto. ¿Qué ha pretendido Mateo en 1,18-25? Sin duda, solucionar el problema
que se ha suscitado; y el esclarecimiento lo tenemos en el versículo 25: José,
pone al niño el nombre de Jesús (Yeshúa ), un nombre teofórico, eminentemente
bíblico (Josué / Yehoshúa ). José, descendiente de David y esposo legal de
María, al imponer el nombre a Jesús se convierte legalmente en su padre, con lo
cual lo inserta en su genealogía davídica. De este modo, Jesús es hijo de David
a través de José, y es también el Mesías. Así se cumple igualmente la profecía
de Isaías (7, 14) de que el Mesías nacería de una virgen (en realidad almah no
es virgen, sino doncella en edad de casarse, aunque los LXX tradujeron por parthenos,
virgen, y así ha pasado a la tradición cristiana), y el plan de Dios se realiza
de modo pleno. En el fondo, teológicamente hablando, uno y otro nombre vienen a
significar lo mismo: Dios está con nosotros cuando salva y cuando libera Jesús
(porque Yeshúa significa "Dios es mi salvador" o "Dios
salva". Por tanto, decir Enmanuel y decir Jesús, para el evangelista, es
correspondiente, porque no está Dios con los hombres de otra manera que
salvándolos y liberándolos. La comunidad de Mateo, pues, ha entendido
ajustadamente el texto del profeta Isaías. Porque el oráculo del profeta le
trasciende, va más allá de lo que él mismo podía presuponer. El oráculo se le
escapa al profeta porque es Dios quien lleva a cabo los oráculos de los
profetas verdaderos. Esto lo ha sabido recoger muy bien la comunidad de Mateo y
lo ha plasmado en esta escena llena de contenido teológico. Así, pues, con este
evangelio se nos abren las puertas de la Navidad; termina el Adviento y la
esperanza que genera se debe hacer realidad experimentando de verdad la
salvación que nos llega ya.
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