“Estén
preparados,
porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada”
Estamos acostumbrados a que nos
presenten los textos de la misa de hoy como estremecedores. Parece que nos
atemorizan y nos conminan a que estemos alerta porque a la hora que menos
pensemos, “¡zas!”, vendrá el juez. Pero ¿es realmente amenazador el evangelio
de hoy? Frecuentemente se dice que en el juicio final que hará el Hijo del
hombre se decide sobre la salvación o la condenación de los seres humanos, y
esto, qué duda cabe, es algo muy trascendental. Por eso, toda la vida de los
cristianos debería ser una preparación para esta prueba decisiva. Sin embargo,
según Luz, esto plantea una pregunta para la interpretación teológica de este
evangelio. ¿Cuál es (entonces) el significado de la entrega de Dios a los
hombres en Jesús, el «Enmanuel», si al final sólo (es) el juicio según las
obras (el que) decide acerca de la vida eterna o el castigo eterno? ¿En qué
puede confiar entonces el ser humano, sino (sólo) en lo que haya hecho él
mismo? La interpretación, pues, que hagamos de los textos que hoy presenta la
liturgia debe tener muy en cuenta esta seria objeción.
A muchos cristianos de hoy les
importa muy poco o nada el fin del mundo y el posible juicio que le seguirá;
tan sólo les puede quitar el sueño la experiencia de la muerte propia, que pone
fin a la vida de cada uno. Por eso ven los textos referidos al juicio final
como pura fantasía. A ello se añade que no es fácil saber qué representaron
estas imágenes y vaticinios para las personas que los narraron en los
evangelios, y qué experiencias había detrás de ellos. Simplemente porque en el
lenguaje apocalíptico, dichas experiencias están “cifradas”. Cierto es que en
la creación de textos apocalípticos, las propias experiencias dolorosas fueron
siempre el factor decisivo, cosa que no hay que olvidar en la interpretación y
aplicación de los textos de hoy.
Lo más importante y decisivo que
hemos de tener en cuenta de estos textos es que su interpretación ha de guardar
coherencia con el estilo de actuación que llevó a cabo Jesús con su vida. Esta
vida de Jesús es la que nos da la auténtica clave del significado y del
alcance, como veremos en las pautas para la homilía.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 2, 1-5
Palabra que Isaías, hijo de Amós,
recibió en una visión, acerca de Judá y de Jerusalén: "Sucederá al fin de
los tiempos, que la montaña de la casa del Señor será afianzada sobre la cumbre
de las montañas y se elevará por encima de las colinas. Todas las naciones
afluirán hacia ella y acudirán pueblos numerosos, que dirán: '¡Vengan, subamos
a la montaña del Señor, a la casa del Dios de Jacob! Él nos instruirá en sus
caminos y caminaremos por sus sendas". Porque de Sión saldrá la Ley, y de
Jerusalén, la palabra del Señor. Él será juez entre las naciones y árbitro de
pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas.
No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la
guerra. ¡Ven, casa de Jacob, y caminemos a la luz del Señor!".
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
121, 1-2. 4-9
R.
Vamos con alegría a la casa del Señor.
¡Qué alegría cuando me dijeron:
"Vamos a la casa del Señor!". Nuestros pies ya están pisando tus
umbrales, Jerusalén. R.
Allí suben las tribus, las tribus
del Señor para celebrar el nombre del Señor. Porque allí está el trono de la
justicia, el trono de la casa de David. R.
Auguren la paz a Jerusalén:
"¡Vivan seguros los que te aman! ¡Haya paz en tus muros y seguridad en tus
palacios!". R.
Por amor a mis hermanos y amigos,
diré: "La paz esté contigo". Por amor a la casa del Señor, nuestro
Dios, buscaré tu felicidad. R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 13, 11-14
Hermanos: Ustedes saben en qué
tiempo vivimos y que ya es hora de que se despierten, porque la salvación está
ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está muy
avanzada y se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y
vistámonos con la armadura de la luz. Como en pleno día, procedamos dignamente:
basta de excesos en la comida y en la bebida; basta de lujuria y libertinaje;
no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 24, 37-44
Jesús dijo a sus discípulos:
"Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los
días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que
Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los
arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos
hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos
mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada. Estén
prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien:
si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón,
velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén
preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada".
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
¿Quién
vendrá?
Sin duda, el Hijo del hombre. Para
el evangelista y para nosotros, este Hijo del hombre es el Jesús resucitado,
que ahora vive glorioso entre nosotros. Entre él y el Jesús que vivió en
Galilea hace dos mil años y que murió en la cruz no puede haber fisura, porque
son el mismo. Por tanto, una primera conclusión es que las conductas y
enseñanzas que caracterizaron al Jesús histórico, no pueden ser ahora en el
Jesús resucitado las contrarias de aquéllas. Y las imágenes que nos narra el
texto de Mateo difícilmente cuadran con la imagen compasiva de Jesús de
Nazaret. «[Las zorras tienen] sus madrigueras y los pájaros [sus] nidos. El
Hijo del hombre no tiene sitio para reclinar su cabeza y reposar».
Evidentemente, a quienes hablaba este Hijo del hombre era a los pobres y a los
desposeídos, con quienes se identificaba en su pobreza. El Hijo del hombre no
es poderoso, sino compasivo.
Pero Dios, como sabemos los
cristianos, se manifiesta en los marginados de nuestro mundo. «Señor, ¿cuándo
te vimos hambriento o sediento o extranjero o desnudo o enfermo o en la cárcel
y no te asistimos? Cuando lo que hicisteis con uno de mis hermanos desvalidos,
conmigo lo hicisteis». La atención a los que sufren hambre, desprecio, pobreza,
ignorancia, marginación fue una constante en la vida de Jesús. Dios viene en
los que padecen. Por tanto, los que hoy vienen a nuestro encuentro (ad–ventus =
adviento) son las personas necesitadas. Ésas son, por decisión de Dios, el
verdadero Hijo del hombre para nosotros.
¿Cuándo
vendrá el Hijo del hombre?
El Hijo del Hombre viene a diario,
como decimos, porque desde su resurrección está siempre presente entre
nosotros. No hace falta esperar al fin de los tiempos. El apóstol Pablo
corrobora esto en dos frases de la carta a los Romanos que hemos leído hoy.
“Daos cuenta del momento en que vivís. Ya es hora de espabilarse, porque
nuestra salvación está más cerca”.
Ahora bien, el Hijo del hombre que
se va manifestando como salvador, sobre todo de los que no pintan nada, a lo
largo de la historia lo hace en las peculiaridades de cada momento. Eso es lo
que el concilio Vaticano II llamó “los signos de los tiempos”. Nos preguntamos
entonces: ¿cuáles son las peculiaridades humanizadoras y deshumanizadoras del
tiempo presente? El factor más profundo y el que explica a todos los demás, es
el “modelo de ser humano” que tenemos actualmente, que asimilamos desde que
nacemos y que condiciona nuestro ser y nuestro actuar. Este modo actual de ser
humano se constituye fundamentalmente de valores económicos, biológicos y
psíquicos. Éstos son el núcleo de nuestra vida y a los que todos seguimos y
buscamos con ahínco. Los demás valores (del conocimiento, lúdicos, estéticos,
sociales y políticos, religiosos y morales) están siendo transformados en su
naturaleza y convirtiéndose en económicos y biopsíquicos; es decir, son
tratados únicamente como mercancía y como gratificación biopsíquica. Tan es
así, que la Gran Crisis que seguimos padeciendo en estos momentos en Europa no
se refiere precisamente a valores cognitivos, estéticos, éticos, lúdicos,
religiosos y sociopolíticos, sino a la pésima gestión de valores biopsíquicos y
económicos (no se sabe por parte de quién). Las crisis de los otros valores, ni
se perciben ni son tenidas en cuenta. Ahora bien –y esto es lo más importante
para nosotros en este momento–, ¿cómo se manifiesta Dios en esta colonización y
transformación biopsíquica y económica de nuestro modelo humano, de nuestro
mundo? Pues en unos casos, como salvador, puesto que estos valores que forman
el núcleo de nuestro modelo humano han generado en muchas personas grandes
desarrollos humanos; en otros casos, Dios se manifiesta como juez que condena
las enormes inhumanidades que produce en tantísimas personas nuestro actual
modo de ser y de hacernos hombre.
¿Cómo
vendrá el Hijo del hombre?
Jesús se manifestó como terapeuta,
como sanador, en el caso de los pobres, los marginados, los desvalidos, los
enfermos, los presos. Y también como juez con los ricos y poderosos. Hoy el
modo en que muchos seres humanos padecen inhumanidades es diferente al que
sufrieron en tiempos de Jesús sus contemporáneos. A denunciar, a paliar o a
solucionar estas inhumanidades estamos llamados los cristianos, porque en ellas
es donde está viniendo el Hijo del hombre.
¿Qué
actitud debemos tener ante el Hijo del Hombre que viene sobre todo en los más
desfavorecidos?
Estar alerta, en vela, preparados,
vivir despiertos y vigilantes, muy atentos al Hijo del hombre que se manifiesta
en los signos de nuestra época. ¿Por qué esta advertencia a la alerta?
Seguramente porque en la comunidad a la que va dirigido el evangelio de Mateo
los seguidores de Jesús no estaban vigilantes y preparados con una vida de
discipulado fiel y activo. Eso nos puede pasar a nosotros. Uno se hace
fácilmente el olvidadizo de las miserias que hay en el mundo y en nuestro
entorno y miramos para otro lado o pasamos de largo. Los gemidos de los que
sufren se nos hacen cada día más lejanos e imperceptibles. A los cristianos se
nos apaga el fuego inicial de nuestra fe y fácilmente nos dormimos en la
despreocupación. Por otra parte, hay que estar muy atentos a esta sociedad de
consumo y al tipo de ser humano que reina en ella. No es fácil ver su enormes
injusticias, porque todo lo que ella realiza se nos va haciendo “natural”,
normal, con lo que se adormece nuestra capacidad crítica y rebelde contra las
grandes y crueles inhumanidades que ella genera.
¿Por
qué esperar al Hijo del hombre?
Porque, si queremos que las cosas
marchen de otra manera en nuestra tierra, el modelo de ser hombre que Jesús
inauguró es la solución que el Dios padre, justo y salvador nos da
gratuitamente. Ya se ha demostrado que las soluciones que nos ofrecen los ricos
y poderosos a través de nuestro modelo humano, basado en valores económicos y
biopsíquicos, es cruel con muchas personas de nuestro mundo, porque las deja
sumidas en el dolor, la pobreza y toda clase de sufrimientos. El Hijo del
hombre se presenta como el modelo alternativo de ser humano. Las espadas y las
lanzas –que eran hechas por la tecnología que había en tiempos de Isaías–
estaban llamadas por el profeta a convertirse en arados y podaderas para la
producción de alimentos. La poderosísima tecnología actual también está llamada
por el Hijo del hombre a paliar el sufrimiento de los millones de seres humanos
que ahora lo padecen, y no al enriquecimiento desorbitado de unos pocos, o a
provocar guerras crueles en zonas ricas e indefensas del planeta.
ESTUDIO BÍBLICO
Iª Lectura. Isaías (2,1-5): De las espadas,
arados; de las lanzas, podaderas
I.1. En este Primer Domingo de
Adviento, todo impresiona; no obstante, esta lectura del Profeta Isaías es uno
de los oráculos más característicos del gran maestro del siglo VIII a. C.
Isaías era un hombre de Jerusalén, de familia acomodada, sacerdotal quizás, de
cultura refinada. Su pasión por Jerusalén es, en el fondo, una pasión por Dios;
el Dios que se adora en el templo. Cuando el profeta habla del templo, de los sacrificios,
de las ofrendas. entiende que eso ante Dios no vale apenas nada.¡Y eso que no
era un irreverente, y su vocación la describe en el templo (Is 6)!. Pero Isaías
no está convencido que sus paisanos hayan entendido adecuadamente la presencia
de Dios en Sión. Su oráculo es muy parecido al de su contemporáneo Miqueas (cf.
4,1-3). Para el profeta, Jerusalén debe ser la ciudad de la paz, de la
justicia. De esa forma sí acontece una presencia viva de Dios en Sión y en
cualquier parte del mundo. De sus resortes culturales hará una profecía crítica
contra Jerusalén y contra los dirigentes políticos y los responsables
religiosos. Y por eso nos habla (sueña más bien) de una Jerusalén que debe ser
sabia: la que se atreva a hacer de las espadas arados y de las lanzas
podaderas. Esta opción por la paz y no por la guerra es, para el profeta, una
opción divina ¡no hay duda!
I.2. Probablemente éste era un
cántico que circulaba en ambientes de la escuela de Isaías (o de algún círculo
profético desconocido ahora para nosotros) y que ha venido a ser santo y seña
de este hombre que representa la edad de oro del profetismo. Jerusalén no será
la ciudad de Dios y de su presencia, sin justicia y paz, los bienes más
anhelados de la humanidad. Y éste sigue siendo el reto de la Jerusalén actual.
Esta lectura, pues, de Isaías, es una portada extraordinaria, la más adecuada
sin duda, para comenzar este Adviento: porque en el mundo de hoy,
nacionalismos, fundamentalismos religiosos, xenofobias y rencores, anidan y
reverdecen en los corazones de los hombres, ¡y eso que estamos en el tercer
milenio! No es posible que dejemos de sentir y de anhelar que necesitamos
rehacer esta "historia" de aquí, como algo nuevo y profético. Es eso
lo que cambiará el mundo ya no de espadas y lanzas, sino de cañones y
tecnología maldita a punto para aniquilar a los pueblos y a la misma humanidad.
IIª Lectura: Romanos (13,11-14): Llenarse del
evangelio, llenarse de Cristo
II.1. Dentro de la sección
parenética o exhortativa de la carta a los Romanos (12,1-15,13) no podía faltar
un apunte sustancial a la dimensión escatológica de la vida cristiana, poniendo
en guardia sobre la espera del día del Señor que fue algo imprescindible en la
experiencia de la salvación de Dios. El apóstol describe en antítesis lo que se
vive en este mundo y lo que debe ser el anhelo y la esperanza de los que,
sintiendo la salvación de Dios en Cristo, todavía deben hacer historia en este
mundo. Con las metáforas de contraste entre la noche y el día o entre la luz y
las tinieblas, se expresan esas radicalidades escatológicas. ¿Qué hay que
hacer? El apóstol lo expresa con una imagen sin precedentes: "revestirse
del Señor Jesús" (13,14). No es algo insustancial o externo como pudiera
parecer. Más bien es colmar nuestra interioridad de la vida del Señor Jesús.
Así se debe vivir en la historia.
II.2. El texto, pues, es una
llamada de Pablo a salir de la vida sin sentido que vivimos tantas veces.
Diríamos que las armas de la luz, en este caso, son la justicia y la paz. Y
revestirse del Señor Jesús es vivir en el proyecto del evangelio. La carta más
importante de Pablo, por muchos motivos, nos ofrece los elementos éticos de la
vida cristiana. Pero no es solamente una exhortación moralizante, sino una
invitación a una vida más radicalmente cristiana (revestirse de Cristo es toda
una expresión teológica): cambiar de rumbo en la existencia, de planteamientos.
Pablo pretende que los más fuertes de la comunidad busquen un tipo de
experiencia que solamente encuentra su razón de ser en Jesús, es decir, en su
evangelio. No olvidemos que éstas fueron las palabras que leyó San Agustín,
cuando tomó el libro que había en la casa, en el que se había fijado
Ponticiano, el narrador de la vida eremítica de Antonio en el desierto; pero
Agustín y Alipio todavía seguían planteándose muchas cosas y buscaban.; el
libro en cuestión no versaba sobre retórica o gramática. Finalmente Agustín
escuchó esas voces misteriosas que decían "toma y lee". Era
exactamente el texto de nuestra carta con las palabras de Pablo "revestíos
del Señor Jesús". Son palabras que bien merecen una conversión. Ni la
retórica ni los cultos mistéricos pudieron llenar su corazón. Fue Cristo Jesús,
en esa experiencia de "interioridad", quien cambió una vida sin
sentido.
Evangelio: Mateo (24,37-44): Vigilancia y
discernimiento
III.1. El evangelio del día (en el
ciclo de Mateo que comienza hoy) nos ofrece un pasaje del último discurso de
este evangelista, de los cinco que estructuran su obra (5-7; 10; 13; 18;
24-25), que en realidad es el equivalente de Mc 13, conocido como discurso
apocalíptico. De alguna manera se quiere hacer una unión con el penúltimo
domingo del año litúrgico. Y es que el Adviento parte de la experiencia de una
historia gastada, agotada, y apunta a una esperanza nueva e inaudita: la
esperanza de un salvador que traiga luz, justicia y paz a los hombres. Un
juicio sobre nuestras acciones, un discernimiento más bien, es algo que está
presente en la proclamación profética y que cobra tintes más dramáticos en los
profetas de tendencia apocalíptica. Este mundo, piensan, no puede seguir así y
Dios tiene que tomar las riendas de la historia humana, como en el tiempo de
Noé y el diluvio. Sobre esta comparación está montada la parte del discurso que
quiere trasmitir a los cristianos, en nombre de palabras de Jesús, la necesidad
de la "vigilancia".
III.2. En la prehistoria de Israel,
el diluvio universal es todo un mito simbólico que prepara adecuadamente la
aparición de un tiempo nuevo: la llamada de Abrahán, el padre del pueblo, el creyente
que confía en Dios. Los once primeros capítulos del Génesis narran cómo la
humanidad busca su identidad al margen de su creador y está a punto de perderse
por la maldad y la arrogancia. Parece como si la obra que había salido de las
manos de Dios hubiera perdido su sentido. Los hermanos no se respetan, se matan
y la humanidad se pervierte perdiendo su chispa divina. La "historia"
o narración del diluvio, no obstante, pone como símbolo un "resto"
que pueda garantizar un futuro mejor. Es evidente que la historia, nuestra
historia, necesita ser siempre renovada. Eso es lo que buscan los hombres de
todas las religiones y tendencias. Y eso es lo que se propone también con este
tipo de discurso, producto de una mentalidad apocalíptica, que no es lo más característico
de Jesús, sino más bien de una comunidad, como la de Mateo, en la que
permanecen muchas concepciones del judaísmo.
III.3. Llamada, pues, a
convertirse; llamada de recomenzar, porque siempre es posible
"recomenzar" para el ser humano. Los animales u otros seres vivientes
no pueden nunca "recomenzar", les es imposible, pero el ser humano
sí. Esa es nuestra grandeza y nuestro reto. Es algo que Dios ha puesto en la
entraña misma del ser humano que sacó de la nada, o de la tierra, si queremos
usar el símil bíblico de Gn 2. Así sucedió en tiempos de Noé después del
diluvio; así sucedió también en tiempos de Abrahán tras lo de la torre de
Babel. Esto será todo lo mítico que queramos, pero es muy elocuente para
desentrañar el sentido de estas palabras "escatológicas" del discurso
que inaugura el Adviento. "Estad preparados", en el lenguaje
apocalíptico, puede sonar a algo poco agradable; pero desde la lectura
profética de la acción y las palabras de Jesús es una llamada exhortativa a
vivir en concordia, en paz, en justicia. y en alegría. Es verdad que estas
palabras no están presentes en esta parte del discurso mateano, pero si en el
"espíritu" del Adviento. No se pueden cambiar, tienen que sonar como
están escritas, pero debemos interiorizarlas con el talante de que podemos
comenzar una etapa nueva, un momento nuevo, una actitud nueva. por la llegada
del "Hijo del Hombre". El Hijo del hombre, en la interpretación
cristiana es Jesús de Nazaret, el Señor, quien comenzó, de parte de Dios, una "historia"
radicalmente nueva para que podamos vivir con dignidad en el temor o la
confianza en Dios, sin miedo a ser destruidos, sino con discernimiento.
Discernimiento de lo que no tiene sentido y de lo que hay que arrancar, si
fuera posible de raíz; pero aún no siendo posible, siempre es maravilloso que
se nos de la ocasión o la oportunidad, si queremos la terapia, para que nuestra
historia personal no tenga por qué estar envejecida para siempre. Dios, el Dios
de Jesús, siempre tendrá un proyecto de salvación con la humanidad.
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