“Hoy estarás conmigo en el paraíso”
Con la celebración de esta Fiesta
de Cristo Rey del Universo culminamos el año Litúrgico, en el que celebramos el
resumen del misterio de Jesús. Es una síntesis de la nueva vida que nos trajo
Cristo muerto y resucitado para que nosotros podamos construir nuestra historia
humana según los planes de Dios.
Es verdad que esta fiesta es de
reciente creación. En 1925, Pío XI la instituyó ante unas circunstancias, un
tanto discutibles, de la vieja Europa. El contenido de esta fiesta, no
obstante, tiene sus raíces en el inicio del cristianismo. La expresión “Cristo
reina” tiene su equivalencia en la profesión de fe: “Jesús es el Señor”. Esta
afirmación era constante en la predicación apostólica.
Con la reforma litúrgica esta Fiesta
ha quedado situada como culminación del año Litúrgico y nos hace referencia a
su aspecto humano y espiritual, y no a los tintes políticos que tenía
anteriormente. Jesucristo aparece como un rey sin poder, sin espacio o nación
donde reinar. La Iglesia pretende que descubramos un Jesús que quiere que todos
los hombres sean hermanos, que los pueblos no tengan fronteras y que por todas
partes se extienda la solidaridad más universal que nos llevan a una verdadera
paz. Bonito colofón para clausurar, también, el Año de la Fe.
COMTEMPLAMOS LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Lectura del segundo libro de Samuel
5, 1-3
Todas las tribus de Israel se
presentaron a David en Hebrón y le dijeron: "¡Nosotros somos de tu misma
sangre! Hace ya mucho tiempo cuando aún teníamos como rey a Saúl, eras tú el
que conducía a Israel. Y el Señor te ha dicho: 'Tú apacentarás a mi pueblo
Israel y tú serás el jefe de Israel'". Todos los ancianos de Israel se
presentaron ante el rey en Hebrón. El rey estableció con ellos un pacto en
Hebrón delante del Señor y ellos ungieron a David como rey de Israel.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
121, 1-2. 4-5
R.
¡Vamos con alegría a la casa del Señor!
¡Qué alegría cuando me dijeron:
"Vamos a la casa del Señor!". Nuestros pies ya están pisando tus
umbrales, Jerusalén. R.
Allí suben las tribus, las tribus
del Señor, según es norma en Israel, para celebrar el nombre del Señor. Porque
allí está el trono de la justicia, el trono de la casa de David. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los cristianos de Colosas 1, 12-20
Hermanos: Demos gracias al Padre,
que nos ha hecho dignos de participar de la herencia luminosa de los santos.
Porque él nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el reino de
su Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados.
Él es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque
en él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, los
seres visibles y los invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados y
Potestades: todo fue creado por medio de él y para él. Él existe antes que
todas las cosas y todo subsiste en él. Él es también la Cabeza del Cuerpo, es
decir, de la Iglesia. Él es el Principio, el Primero que resucitó de entre los
muertos, a fin de que él tuviera la primacía en todo, porque Dios quiso que en
él residiera toda la plenitud. Por él quiso reconciliar consigo todo lo que
existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su
cruz.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 23, 35-43
Después de que Jesús fue
crucificado, el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes burlándose decían:
"Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el
Elegido!". También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle
vinagre, le decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti
mismo!". Sobre su cabeza había una inscripción: "Éste es el rey de
los judíos". Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
"¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el
otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la
misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras
culpas, pero él no ha hecho nada malo". Y decía: "Jesús, acuérdate de
mí cuando llegues a tu reino". Él le respondió: "Yo te aseguro que
hoy estarás conmigo en el paraíso".
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS LA PALABRA
Este año la fiesta de Jesucristo,
Rey del Universo, no sólo nos sirve para concluir el Año litúrgico del ciclo C,
que hemos seguido de la mano del evangelista Lucas, sino que nos sirve también
para clausurar el Año de la Fe. Sería conveniente peguntarnos ¿en qué Dios
creemos? ¿El Dios revelado por Jesús de Nazaret, es en verdad, el objeto de
nuestra fe?
Lucas nos ha ido dando las claves
durante este año del ciclo C para descubrir a un Jesús, como el Salvador de la
humanidad, que a través del Pueblo de Israel, nos ha ido dando un mensaje de
salvación universal. Alguien ha comentado que los Evangelios, y sobre todo el
de Lucas, es una lectura creyente del Antiguo Testamento. Sabemos que este
evangelista trata de poner en primer plano la misericordia de Dios con signos
visibles del actuar de Jesús de Nazaret. El se preocupó de un modo especial de
los pobres y marginados. Presenta todas estas actitudes en ese largo viaje que
hace Jesús y sus discípulos hacia la ciudad santa de Jerusalén. Allí fue
entregado a la muerte, pero Dios actuó y le resucitó glorioso como lo
anunciaban las Escrituras. El sigue estando presente en su Iglesia, que es
enviada a realizar la tarea que le había encomendado el Padre.
La fuerza del Espíritu Santo será
su nueva presencia en el mundo en medio de sus discípulos, los bautizados. Les
enseñará toda la verdad, les congregará en la unidad y les hará sus testigos
ante los hombres de toda raza y condición.
A la luz del Evangelio ¿podemos
seguir hablando de “Jesús rey del universo”?
Las lecturas que se proclaman este
día nos dan la clave para su correcta interpretación. Ya en la primera lectura
se nos habla de la unción de David como rey de Israel. Queda clara que su
misión como tal, más que regir y gobernar, consiste sobre todo, en “apacentar”
al pueblo. Jesús hereda, por su condición de Mesías, el ser el Hijo de David
proclamado por el pueblo que lo aclama como tal. Es, por tanto, heredero de un
reino que “apacienta” con cariño y lleno de misericordia. El nos ha trasladado
(2ª lectura), por su función salvifico-pascual, a ese reino que se proclama en
este himno cristológico, el reino del Hijo querido de Dios.
En el Evangelio (Lc 23, 35-43) se
nos presentan las actitudes de los que rodean la escena. El pueblo, las
autoridades, los soldados romanos y los dos crucificados con él. Unos plantean
a Jesús su “última tentación”: <Si eres el rey de los judíos sálvate a ti
mismo>. Entre esta tentación y aquellas primeras, tenidas en el desierto,
Jesús se ha mantenido fiel a los planes de Dios. No es rey para dominar.
Rechaza el prestigio, el poder, el dominico sobre los demás, y sólo busca, la
humildad, la sencillez, el servicio hasta dar la vida. Se cumple lo que El
había manifestado: que su reino no es como los de este mundo, pero está para
este mundo.
Jesús, con esta actitud suya, ha
dado origen a una nueva forma de amar y servir, creando una fraternidad
universal que da una gran dignidad a la persona humana. Por eso podemos
proclamar en el prefacio que este “nuevo reino” es: de verdad y de vida, de
santidad y de gracia, de justicia de amor y de paz. Y llegar a este Reino es
posible porque Dios Padre “nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha
trasladado al reino de su Hijo querido…” (2ª lec.)
Cada vez que rezamos el padrenuestro,
decimos “Venga a nosotros tu Reino”. Podría decirse que estamos poniendo en
nuestros labios el deseo del “buen ladrón”: “acuérdate de mí cuando estés en tu
reino” El anteriormente había reconocido que Jesús era “inocente”. De alguna
manera había hecho un acto de fe en Jesús como Mesías y luego le pide que le
lleve a su reino. ¿Profesamos así nosotros la fe?
Con frecuencia no entramos en lo
que es la verdadera dinámica del Reino de Jesús. Por mucha palabras que
digamos, por muchas doctrinas que dominemos con nuestra inteligencia, por
muchos ritos que practiquemos, si no expresamos el deseo de que en nuestra vida
este metida en los planes de Dios, que es lo que hizo Jesús, no estaremos
deseando de verdad que venga a nosotros “su reino. El actuó siempre desde el
amor, la comprensión, la tolerancia y el servicio y a eso nos invita para que
el reino sea una realidad en nuestras propias vidas.
En el Bautismo al ungirnos con el
crisma la iglesia nos hacía “profetas, sacerdote y reyes” Que este final del
año de la Fe nos ayude a comprometernos como cristianos que tratan de vivir su
fe bautismal desde la profecía, el ofrecer oraciones y sacrificios, y, sobre
todo, tratando de “servir” a nuestros hermanos desde la comprensión, la
tolerancia y el amor. Así el Reino de Cristo, que no es de este mundo, lo
haremos presente para este mundo.
ESTUDIO BÍBLICO
Jesucristo Rey del Universo
Termina el año litúrgico, el ciclo
del evangelio de Lucas, y la Iglesia lo dedica a Jesucristo, ya que en El
convergen todas las causas justas del mundo. Es una fiesta en sí reciente, pero
que poco a poco ha ido perfilándose como lo más adecuado para cerrar el tiempo
litúrgico de la Iglesia. Por encima de las catástrofes y de la destrucción,
aparece en el horizonte nuestro Señor Jesucristo, un rey sin poder, sin reino,
entendido éste como espacio o nación donde reinar. Jesús, en este momento nuevo
de nacionalismos, pretende que todos los hombres sean hermanos, que los pueblos
no tengan fronteras. Su reinado solamente se puede celebrar y entender desde la
solidaridad más universal.
Iª Lectura: 2º Samuel (5,1-3): Dios
busca un rey para la paz
I.1. La lectura se ambienta en
Hebrón, donde según la tradición, se conservan las tumbas de los Patriarcas del
pueblo de la Alianza. Los del sur, a cuya tribu de Judá pertenecía David, ya lo
había proclamado rey. Ahora vienen las tribus del norte, las de Israel, para
pedirle que lo quieren también como rey. Es muy compleja la “historia” de
David, su subida al trono, las razones por las cuales fue primeramente elegido
por Judá y después vinieron a ofrecerle el reino del norte, Israel, que había
tenido una historia distinta. Hay cosas seguras o bien aceptadas, desde luego,
pero no podemos negar que la “leyenda” de cómo David fue “ungido” rey se convierte
en una leyenda religiosa a medida de la concepción del soberano en Oriente,
como representante de los dioses. El Dios de Israel, Yahvé, no tiene
preferencias por un tipo de gobierno… pero la historia antigua no puede
prescindir de lo religioso y de suponer una intervención de Dios en casi todo.
I.2. La historia en este caso es
bien explícita: David tenía fama de buen defensor y sobre él se tejerá la
leyenda sagrada de rey justo y capaz de alcanzar la unidad. Él conquista la
paz; aunque, lógicamente, la paz de David es una paz efímera, lo mismo que la
solidaridad entre las tribus, entre el norte y el sur, se resiente de muchos
defectos. Pero es el primer apunte de una teología de pacificación y
solidaridad que solamente se encontrará con Jesús de Nazaret. Aquí, a
continuación de nuestro texto, se habla de los treinta años que tenía cuando
comenzó a reinar sobre Hebrón y de los treinta y tres sobre Israel. Quizá Lucas
haya podido tener esto en cuenta cuando en Lc 3,23 nos habla de la edad de
Jesús para enlazar con la genealogía que justificaría que Jesús era, por José,
descendiente de la línea de David.
IIª Lectura: Colosenses (1,12-20):
Cristo, como hombre, es el relato de Dios
II.1. La carta a los Colosenses nos
ofrece hoy un himno cristológico de resonancias inigualables: Cristo es la
imagen de Dios, pero es criatura como nosotros también. Lo más profundo de
Dios, lo más misterioso, se nos hace accesible por medio de Cristo. Y así, Él
es el “primogénito de entre los muerto”, lo que significa que nos espera a
nosotros lo que a Él. Si a él, criatura, Dios lo ha resucitado de entre los
muertos, también a nosotros se nos dará la vida que él tiene.
II.2. Entre las afirmaciones o
títulos sobre Cristo que podrían parecernos alejadas de nuestra cultura y de
nuestra mentalidad, podemos escuchar y cantar este “himno” como una alabanza al
“primado” de Cristo en todo: en su creaturalidad, en su papel salvífico, en su
resurrección de entre los muertos. Para los cristianos ello no debe ser
extraño, porque nuestra religión, nuestro acceso a Dios, está fundamentada en
Cristo. Puede que en el trasfondo se sugiera alguna polémica para afirmar la
“plenitud” de todas las cosas en Cristo. Pero es como un grito necesario este
canto, porque hoy, más que nunca, podemos seguir afirmando que Cristo es el
“salvador” del cosmos.
II.3. Cristo ha traído la salvación
y la liberación, no solamente para un pueblo, sino para todos los pueblos, para
todas las naciones. ¿Por qué? Porque Él es la imagen del Dios invisible. Este
concepto, siempre discutido, se carga de contenido para mostrar la diferencia
entre los reyes del pueblo del Antiguo Testamento y Cristo. Naturalmente que
nos encontramos ante una confesión de fe, cantada y vivida por las comunidades
primitivas y recogida en esta carta paulina. El primado de Jesús le viene de la
creación y de su papel en el proyecto redentor y liberador de Dios. De la
creación, porque ha vivido en profundidad la dignidad que Dios siempre ha
querido para todo ser humano. De todas las afirmaciones que sobre el particular
se nos presentan, lo más definitivo es que todo se sustenta en Él. En la
redención porque se ha sometido siempre a la voluntad de Dios y así, además de
ser el primero en la Iglesia, es el primogénito de entre los muertos: su resurrección,
pues, es el prototipo de lo que nos espera a todos nosotros.
Evangelio: Lucas (23,35-43): El
Salvador crucificado, ese es nuestro rey
III.1. El evangelio de Lucas forma
parte del relato de la crucifixión, diríamos que es el momento culminante de un
relato que encierra todo la teología lucana: Jesús salvador del hombre, y muy
especialmente de aquellos más desvalidos. Lucas, con este relato nos quiere
presentar algo más profundo y extraordinario que la simple crucifixión de un
profeta. Por ello se llama la atención de cómo el pueblo “estaba mirando” y
escuchando. Y comienza todo un diálogo y una polémica sobre la “salvación” y el
“salvarse” que es uno de los conceptos claves de la obra de Lucas. Los
adversarios se obstinan en que Jesús, el Mesías según el texto, no puede
salvarse y no puede salvar a otros. Además está crucificado y ya ello es
inconveniente excesivo para que el letrero de la cruz (“rey de los
judíos”=Mesías) pierda todo su sentido jurídico y se convierta en sarcasmo.
Está claro por qué ha sido condenado: por una razón política, acusado de ir
contra Roma, en nombre de un mesianismo que ni pretendió, ni aceptó de sus
seguidores.
III.2. Todo, en el relato, convoca
a contemplar; emplaza al “pueblo” (testigo privilegiado de la pasión en Lucas)
para que sea espectador del fracaso de este profeta que ha dedicado su vida al
reinado de Dios, sin derecho alguno, y rompiendo las normas elementales de las
tradiciones religiosas de su pueblo. Los profetas verdaderos no pueden acabar
de otra manera para las religiones oficiales. Por lo mismo está en juego, según
la teología de Lucas, toda la vida de Jesús que es una vida para la salvación
de los hombres. La psicología del evangelista se percibe a grandes rasgos. El
pueblo será “secretario” cualificado del fracaso de éste que se ha atrevido a
hablar de Dios como nadie lo ha hecho; porque se ha osado recibir a los
publicanos y pecadores, compartir su vida con hombres y mujeres que le seguían
hasta Jerusalén. Este era el momento esperado… y, de pronto, un “diálogo”
asombroso rompe, antes de la hora “tercia”, el “nudo gordiano” de la salvación.
No va a ser como Alejandro Magno con su espada a tajo, en Godion de Frigia,
para dominar el mundo por esa decisión drástica. Será con la oferta audaz y
valiente de la salvación en nombre del Dios de su vida.
III.3. El diálogo con los
malhechores (vv. 39-43), y especialmente con aquél que le pide el “paraíso”, es
un episodio propio de Lucas que ha dado al relato de la crucifixión una
fisonomía inigualable. La comparación que hemos mencionado con Alejandro Magno
y el “nudo gordiano” sigue estando en pie a todos los efectos. Quien
crucificado, la muerte más ignominiosa del imperio romano, pueda ofrecer la
salvación al mundo, podrá dominar el mundo con el amor y la paz, no con un
imperio grandioso fundamentado en la guerra, la conquista, la muerte y la
injusticia. Lucas es consciente de esta tradición que ha recogido y que ha
reinventado para este momento y en este “climax”. Cuando ya está dictada la
sentencia de impotencia y de infamia… la petición de uno de los malhechores
ofrece a Jesús la posibilidad de dar vida y salvación a quien irá a la muerte
innoble como él. No es un libertador militar… está muriendo crucificado, porque
ha sido condenado a muerte. Los valientes militares morían a espada; los
esclavos y los parias, en la “mors turpissima crucis”.
III.4. El malhechor lo invoca con
su nombre propio ¡Jesús!, no como el de Mesías o el de Rey o incluso el de Hijo
de Dios. Esto es algo que ha llamado poderosamente la atención de los
intérpretes. Es verdad que en la Biblia, en el nombre hay toda una
significación que debe ser santo y seña de quien lo lleva. “Jesús” significa:
“Dios salva” o “Dios es mi salvador”. Es una plegaria, pues, al crucificado,
pero Lucas entiende que en todo aquello está Dios por medio. Es decir, que Dios
no está al margen de lo que está aconteciendo en la cruz, en el sufrimiento de
Jesús y de los mismos malhechores. La interpelación del buen ladrón como
plegaria es para Lucas toda una enseñanza de que el crucificado es el verdadero
salvador y de que por medio de su vida y de su muerte, Dios salva. Por tanto
encontraremos salvación y salvación inmediata: “hoy estarás conmigo en el
paraíso”. Esta es una fórmula bíblica cerrada para expresar la vida después de
la muerte. No sabemos cómo ha llegado a Lucas este diálogo de la cruz, pero la
verdad es que es lo más original de todos los evangelistas sobre esta escena de
la pasión. Jesús es verdaderamente rey, aunque al margen de todas las
expectativas políticas. El “nudo gordiano” se rompe, si queremos a tajo, por la
palabra de vida que Jesús ofrece en nombre de Dios.
III.5. Este relato majestuoso tiene
muy poco de deshonor. Lucas no entiende la muerte de Jesús como un fracaso. Y
no lo es en verdad. Es el momento supremo de la entrega a una causa por la que
merece dar la vida. Cuando todos los que están al lado de la cruz le han retado
a que salve tal como ellos entienden la salvación, Jesús se niega a aceptarlo.
Cuando alguien, destrozado, aunque haya sido un bandido o malhechor, le ruega,
le pide, le suplica, ofrece todo lo que es y todo lo que tiene. Desde su
impotencia de crucificado, pero de Señor verdadero, ofrece perdón, misericordia
y salvación. Esta teología de la cruz es la clave para entender adecuadamente a
Jesucristo como Rey del universo. Es un rey sin poder, es decir, el “sin-poder”
del amor, de la verdad y del evangelio como buena nueva para todos los que
necesitan su ayuda. “Hoy estarás conmigo en el paraíso” es la afirmación más
rotunda de lo que este rey crucificado ofrece de verdad. No es la conquista del
mundo, sino de nuestra propia vida más allá de este mundo.
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