SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
DE MARÍA SANTÍSIMA
DE MARÍA SANTÍSIMA
"¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".
La fiesta de la Inmaculada
Concepción de María nos tiene que ayudar a pensar y meditar sobre nuestro
propio destino como creyentes y nuestro destino comunitario como Iglesia. Esta
fiesta no intenta sólo hacernos admirar y celebrar los “privilegios” y
“gracias” de la primera discípula, sino recordarnos a todos, tal y como leemos
en la liturgia de hoy, que Dios nos ha escogido en su querido Hijo para que
fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor. Dios nos ha escogido en
su Hijo para una nueva creación, la creación que empieza con la nueva Eva,
María, que empieza con una mujer sin pecado original que nos traerá el Salvador.
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
I
LECTURA
"Dios
no deja de buscar al hombre, y busca justamente al hombre que ha pecado. No
porque Dios no lo encuentre, sino para que sea el hombre quien se deje
encontrar por Dios que ha dado el paso de buscarlo y llamarlo. En Dios está
siempre la iniciativa, desde la creación hasta la reconciliación. El pecado
tiene ese efecto. Pensamos que Dios nos castigará y de ese modo, nuestra
'culpa' o 'sentimiento de culpa' nos aleja de él. ¡Si justamente Dios busca lo
contrario!"
Lectura
del libro del Génesis 3, 9-15. 20
Después que el hombre y la mujer
comieron del árbol que Dios les habría prohibido, el Señor Dios llamó al hombre
y le dijo: "¿Dónde estás?". "Oí tus pasos por el jardín,
respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí". Él
replicó: "¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del
árbol que yo te prohibí?". El hombre respondió: "La mujer que pusiste
a mi lado me dio el fruto y yo comí de él". El Señor Dios dijo a la mujer:
"¿Cómo hiciste semejante cosa?". La mujer respondió: "La
serpiente me sedujo y comí". Y el Señor Dios dijo a la serpiente:
"Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y
entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás
polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu
descendencia y la suya. Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el
talón". El hombre dio a su mujer el nombre de Eva, por ser ella la madre
de todos los vivientes.
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo 97, 1-4
R. ¡Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas!
Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la
victoria. R.
El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su
fidelidad en favor del pueblo de Israel. R.
Los confines de la tierra han
contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos. R.
SEGUNDA
LECTURA
El
proyecto ("destino", según este himno) de Dios es que vivamos como
sus hijos. De esta manera nuestra condición supera ampliamente la de cualquier
otra creatura. Ser hijos de Dios nos habilita para considerar a Dios como Padre
y entregarnos en sus brazos.
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los cristianos de Éfeso 1, 3-6. 11-12.
Bendito sea Dios, el Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de
bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él, antes de la creación
del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el
amor. Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo,
conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su
gracia, que nos dio en su Hijo muy querido. En él, hemos sido constituidos
herederos, y destinados de antemano para ser alabanza de su gloria, según el
previo designio del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad.
Palabra de Dios.
EL
EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY
"¿De
dónde, repito, te ha llegado tan gran bien? Eres virgen, eres santa, has hecho
un voto; pero es muy grande lo que has merecido; mejor, lo que has recibido.
¿Cómo lo has merecido? Se forma en ti quien te hizo a ti; se hace en ti aquel
por quien fuiste hecha tú; más aún, aquel por quien fue hecho el cielo y la
tierra, por quien fueron hechas todas las cosas; en ti la Palabra se hace carne
recibiendo la carne, sin perder la divinidad. Hasta la Palabra se junta y une
con la carne, y tu seno es el tálamo de tan gran matrimonio; vuelvo a
repetirlo: tu seno es el tálamo de tan gran matrimonio, es decir, de la unión
de la Palabra y de la carne" (San Agustín, Sermón 291).
Ì Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 26-38
El Ángel Gabriel fue enviado por
Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba
comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José.
El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó,
diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al
oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía
significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque
Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le
dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y
su reino no tendrá fin". María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso,
si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". El Ángel le respondió:
"El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También
tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era
considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada
imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del
Señor, que se haga en mí según tu Palabra". Y el Ángel se alejó.
Palabra del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
El primer aspecto que podemos
destacar es el paralelo entre la primera lectura y el Evangelio. Son dos
momentos transcendentales de la Historia de la Salvación, y me atrevería a
decir de nuestra historia de Salvación personal. En el primero nos situamos
tras el pecado, tras la desobediencia del hombre del mandato divino de no
creerse el centro de todas las cosas y libre de vivir sin normas. Es
interesante ver tres cosas: la primera que el hombre tiene miedo de Dios y se
esconde, la segunda que se ve a sí mismo como desnudo y la tercera que no
admite su culpa.
Que el hombre tenga miedo de Dios
nos puede parecer normal a nosotros, pero no lo era para Adán, acostumbrado a
la intimidad con Dios en el paraíso. Es una consecuencia del pecado; una
consecuencia de alejarnos de Dios es pensar que nuestro creador sólo se nos
manifiesta para condenarnos o amonestarnos, reacción que sin duda esperaba
Adán. La segunda consecuencia es verse desnudo, verse inválido, verse en
definitiva sin dignidad, porque el pecado no es una mera transgresión de las
normas establecidas, es algo que hace perder su dignidad al hombre. Y por
último es muy interesante ver como los protagonistas se van “escurriendo el
bulto”, ninguno de ellos quiere asumir su responsabilidad y todos van acusando
al siguiente: el hombre a la mujer y la mujer a la serpiente.
Muy diferente es la lectura de la
Anunciación. Con ella comienza la nueva creación a la que esta llamada el
hombre por medio de Cristo. En primer lugar María, a la que también llega un
mensaje “del cielo” mediante el Arcángel Gabriel, textualmente mensajero de
Dios, no se esconde, no huye. María, con la valentía que sólo tienen los
verdaderamente humildes, escucha el mensaje de Dios. En segundo lugar no repara
en su desnudez, en el hecho de que todos los hombres tenemos nuestra vida y
nuestros pensamientos descubiertos delante de Dios. María no repara en que Dios
la conoce y la sondea como dice el salmo porque no vive esa experiencia como
algo externo, sino como su mayor anhelo. Y por último María no intenta huir de
su responsabilidad. Pregunta cómo será ese milagro, pero no intenta en ningún
momento “culpar” a nadie. En definitiva ella libremente será la que acoja su
historia. Esta diferencia entre los dos textos ya nos marca el momento de nueva
creación que conmemoramos en la fiesta de la Inmaculada.
Detengámonos un momento en la
segunda lectura que es quizás la más importante de las de hoy. En ella se nos
dice que estamos destinados a ser “santos e irreprochables” por Cristo ante
Dios. Es nuestro destino de criaturas nuevas. Los nacidos de la nueva Eva. Pero
posteriormente, en la misma carta, podemos leer que este destino es también
compartido por la Iglesia: “Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por
ella, para santificarla, purificarla mediante el bautismo y la palabra, y
presentársela resplandeciente a sí mismo, sin que tenga mancha ni arruga ni
cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada” (Ef 5, 25-27). Es decir, María
Inmaculada se convierte así en el modelo del creyente y de la Iglesia, ambos
llamados a vivir esta ausencia de pecado y ser irreprochables ante Dios por el
Amor. El proyecto de Dios para con el hombre tras la Encarnación de Cristo está
claro tal y como dice R. Cantalamesa: “Una humanidad de santos e inmaculados:
he aquí el gran proyecto de Dios al crear la Iglesia. Una humanidad que pueda,
por fin, comparecer ante Él, que ya no tenga que huir de su presencia, con el
rostro lleno de vergüenza como Adán y Eva tras el pecado. Una humanidad, sobre
todo, que Él pueda amar y estrechar en comunión consigo, mediante Su Hijo, en
el Espíritu Santo”.
En este contexto podemos entender
nuestra fiesta de hoy, en el contexto en que San León Magno encuadra la
mariología al decir que “Lo que el Espíritu puso en María lo paso los
sacramentos” y más concretamente “concedió a la Iglesia lo que había concedido
a su Madre” (sermón 25). María Inmaculada es el faro donde el creyente ve su
vocación a la caridad perfecta; donde la Iglesia se tiene que ver como proyecto
de santidad perfecto. La liturgia nos habla de María como modelo de santidad.
Pero no podemos dejar de verla también como ayuda en este devenir, como
intercesora privilegiada, en definitiva como Virgen Inmaculada pero también
como Madre de todos los nuevos creyentes, madre del la humanidad renovada que
vive en la Iglesia.
¡Salve Virgen y Esposa! Saluda
desde hace quince siglos la oración ortodoxa del Akatistos a María. Y
precisamente con algunos de sus fragmentos que hacen referencia a todo lo que
aquí hemos dicho, a esta fiesta de la recreación del hombre gracias al Hijo de
María, podemos concluir:
Salve, por
ti resplandece la dicha;
Salve, por
ti se eclipsa la pena.
Salve,
levantas a Adán, el caído;
Salve,
rescatas el llanto de Eva.
Salve, oh
cima encumbrada a la mente del hombre;
Salve,
abismo insondable a los ojos del ángel.
Salve, tú
eres de veras el trono del Rey;
Salve, tú
llevas en ti al que todo sostiene.
Salve,
lucero que el Sol nos anuncia;
Salve,
regazo del Dios que se encarna.
Salve, por
ti la creación se renueva;
Salve, por
ti el Creador nace niño.
Salve,
¡Virgen y Esposa!
Salve,
¡Virgen y Esposa!
ESTUDIO
BÍBLICO
El Señor hizo en mí maravillas
¡Gloria al Señor!
La festividad de la Inmaculada, en
medio del Adviento, desata, religiosamente hablando, todos los resortes más
sensibles y utópicos de lo que ha perdido la humanidad. Si analizamos todo ello
psicológicamente, habría que recurrir a muchos elementos culturales,
ancestrales, pero muy reales, del pecado y de la gracia. El contraste entre la
mujer del Génesis que se carga de culpabilidad y la mujer que aparece en la
Anunciación, resuelve, desde el proyecto del Dios del amor, lo que las culturas
antifeministas o feministas no pueden resolver con discusiones estériles.
Iª Lectura: Génesis (3,9-15.20): El
egoísmo del pecado
I.1. La primera lectura de Génesis
3,9-15.20 es la exposición catequética y teológica de un autor llamado
"yahvista" (la tesis más extendida), que se limita a poner por
escrito toda la tradición religiosa de siglos, en ambientes culturales
diversos, sobre la culpabilidad de la humanidad: Adán-Eva. Lo prohibido o lo
vedado nos abruma, nos envuelve, nos fascina, nos empapa en libertad
desmesurada, hasta que vemos que estamos con las manos vacías. Entonces
empiezan las culpabilidades: la mujer, el ser débil frente al fuerte, como ha
sucedido en casi todas las culturas, carga con más culpa por parte del varón,
pero no por parte de Dios. Y por medio aparece el mito de la serpiente, como
símbolo de una inteligencia superior a nosotros mismos, que no es divina, pero
lo parece.
I.2. Es muy razonable que debamos
desmitologizar muchas cosas del relato, pero eso no quiere decir que esté falto
de sentido. Es verdad que hoy no podemos concebir que el "pecado original"
consista en comer o no comer de un árbol prohibido. Pero el relato deja ciertas
pistas que son elocuentes: el ser humano, instigado por la serpiente, quiere
absolutizar su vida, quiere absolutizarse a sí mismo y apoderarse de lo creado
como un ser divino, prescindiendo del Dios creador. A la vez, la
"experiencia de alteridad" se muestra en que el otro es peor que yo;
esto sí que explica muchos males en la historia de la humanidad. Así comienza
un camino de despropósitos, sencillamente porque el ser humano, con su chispa
divina en el corazón y en el alma, no es nada sin Dios. ¿Quién podrá devolver a
la humanidad todo su sentido? Dios mismo, pero cuando la humanidad se abra
profundamente a su creador.
I. 3. El mal siempre ha sido
descrito míticamente. Pero en realidad el mal lo hacemos nosotros y lo
proyectamos al que está frente de nosotros, especialmente si es más débil,
según la una visión cultural equivocada. ¿Quién podrá liberarnos de ello?
Siempre se ha visto en este texto una promesa de Dios; una promesa para que
podamos percibir que el mal lo podemos vencer, sin proyectarlo sobre el otro,
si sabemos amar y valorar a quien está a nuestro lado; en este caso el hombre a
la mujer y la mujer al hombre.
IIª Lectura: Efesios (1,3-6.11-12):
Dios nos ha destinado a ser hijos
II.1. La segunda lectura se toma
del himno de Efesios. Los himnos del NT se cantaban como confesiones de fe, en
alabanza al Dios salvador, que por Jesucristo se ha revelado a los hombres.
Esta carta que se atribuye a Pablo, o a uno de sus discípulos mejor, ha
recogido este himno en el que se nos presenta a Cristo ya desde los orígenes,
antes incluso de la creación el mundo y con Cristo se tiene presente a toda la
humanidad. Se alaba a Dios porque, en Cristo, nos ha elegido para ser santos y
sin tacha (diríamos sin pecado) en el amor. Como santos nos parecemos a Dios, y
por eso estamos llamados a vivir sin la culpabilidad y el miedo del pecado.
Esto lo logra Dios en nosotros por el amor. Porque Dios nos ha destinado a ser
sus hijos, no sus rivales.
II.2. Por lo mismo, esa historia de
culpabilidades entre los fuertes y los débiles, entre hombre y mujer, es
atentar contra la dignidad de la misma creación. Cristo, pues, viene para
romper definitivamente esa historia humana de negatividad, y nos descubre, por
encima de cualquier otra cosa, que todos somos hijos suyos; que los hijos de
Dios, hombre o mujer, esclavos o libres, estamos llamados a la gracia y al
amor. Esta es nuestra herencia.
Evangelio: Lucas (1,26-38): La
respuesta a la gracia, cura el pecado
III.1. El evangelio de la
"Anunciación" es, sin duda, el reverso de la página del Génesis. Así
lo han entendido muchos estudiosos de este relato maravilloso lleno de
feminismo y cargado de símbolos. Aunque aparentemente no se usen los mismos
términos, todo funciona en él para reivindicar la grandeza de lo débil, de la
mujer. Para mostrar que Dios, que había creado al hombre y a la mujer a su
imagen y semejanza, tiene que decir una palabra definitiva sobre ello. Es
verdad que hay páginas en el mundo de la Biblia que están redactadas desde una
cultura de superioridad del hombre sobre la mujer. Pero hay otras, como este
evangelio, que dejan las cosas en su sitio. Cuando Dios quiere actuar de una
forma nueva, extraordinaria e inaudita para arreglar este mundo que han
manchado los poderosos, entonces es la mujer la que se abre a Dios y a la
gracia.
III.2. Se han hecho y se pueden
hacer muchas lecturas de este relato asombroso. Puede ser considerado como la
narración de la vocación a la que Dios llama a María, una muchacha de Nazaret.
Todo en esta aldea es desconocido, el nombre, la existencia, e incluso el
personaje de María. Es claro que, desde ahora, Nazaret es punto clave de la
historia de la salvación de Dios. Es el comienzo, es verdad, no es final. Pero
los comienzos son significativos. En el Génesis, los comienzos de la
"historia" de la humanidad se manchan de orgullo y de miedo, de
acusaciones y de despropósitos. Aquí, en los comienzos del misterio de la
"encarnación", lo maternal es la respuesta a la gracia y abre el
camino a la humanización de Dios. María presta su seno materno a Dios para
engendrar una nueva humanidad desde la gracia y el amor. ¿Cómo? Entregando su
ser humano a la voluntad de Dios. Querer decir más sería entrar en una elucubración
de conceptos y afirmaciones "dogmáticas" que nos alejarían del
sentido de nuestro relato.
III.3. El relato tiene todo lo
mítico que se necesita para hablar de verdades profundas de fe (si aparece un
ángel es por algo); no debemos ser demasiado "piadosillos" en su
interpretación. En realidad todo acontece de parte de Dios, pero no en un
escenario religioso. Por eso es más asombrosa esta narración que, sin duda,
tiene de histórico lo que le sucede a María en su vida. Ella es una criatura
marginal que ha sido elegida por Dios, y esto es tan real como histórico. Su
hijo será también un judío marginal. Es un relato que no está compuesto a base
de citas bíblicas, pero sí de títulos cristológicos: grande, Hijo del Altísimo,
recibirá el trono de David su padre. Todo eso es demasiado para una muchacha de
Nazaret. Y todo ocurre de distinta manera a como ella lo había pensado; ya
estaba prometida a un hombre. Ella pensaba tener un hijo, ¡claro!, pero que
fuera grande, Hijo del Altísimo y rey (Mesías en este caso), iba más allá de
sus expectativas. Pero sucede que cuando Dios interviene, por medio del
Espíritu, lo normal puede ser extraordinario, lo marginal se hace necesario.
Esa es la diferencia entre fiarse de Dios como hace esta joven de Nazaret o
fiarse de "una serpiente" como hizo la mítica Eva.
III.4. María de Nazaret, pues, la
"llena de gracia", está frente al misterio de Dios, cubierta por su
Espíritu, para que su maternidad sea valorada como lo más hermoso del mundo.
Sin que tengamos que exagerar, es la mujer quien más siente la presencia
religiosa desde ese misterio maternal. Y es María de Nazaret, de nuestra carne
y de nuestra raza, quien nos es presentada como la mujer que se abre de verdad
al misterio del Dios salvador. Ni los sacerdotes, ni los escribas de Jerusalén,
podían entenderlo. La "llena de gracia" (kejaritôménê), con su
respuesta de fe, es la experiencia primigenia de la liberación del pecado y de
toda culpa. Dios se ha hecho presente, se ha revelado, a diferencia del Sinaí,
en la entraña misma de una muchacha de carne y hueso. No fue violada, ni
maltratada, ni forzada... como otras como ella lo eran por los poderosos
soldados de imperio romano que controlaban Galilea. Fue el amor divino el que
la cautivó para la humanidad. Por eso, en un himno de San Efrén (s. IV) se la
compara con el monte Sinaí, pero el fuego devorador de allí y la llama que los
serafines no pueden mirar, no la han quemado. Esta "teofanía" divina
es otra cosa, es una manifestación de la gracia materna de Dios.
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