“Alégrense
y regocíjense entonces,
porque
ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo”
Los primeros cristianos quisieron
reservar un día para la celebración de tantos mártires anónimos, que habían
sido acogidos en el cielo por Aquel por quien dieron su vida. Surge así la
fiesta de Todos los santos. Hoy recordamos no sólo aquellos primeros mártires,
sino tantos y tantas hijos e hijas de Dios a lo largo de la historia Dios les
ha premiado con el cielo. Es la fiesta de la Iglesia triunfante.
CONTEMPLAMOS
LA PALABRA
PRIMERA
LECTURA
Todo
el pueblo de Dios es pueblo santo. El número 12 -que evoca a las 12 tribus y a
los 12 apóstoles- indica que la comunidad está completa, no falta nadie. La
muchedumbre de los elegidos está formada por israelitas y por gente de todas
las naciones. Ellos gozan de la perfecta alegría de estar con Dios, y la
expresan en un canto de alabanza.
Lectura
del libro del Apocalipsis 7, 2-4. 9-14
Yo, Juan, vi a un Ángel que subía
del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz
potente a los cuatro Ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra
y al mar: “No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que
marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios”. Oí
entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144.000,
pertenecientes a todas las tribus de Israel. Después de esto, vi una enorme
muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones,
familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del
Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban
con voz potente: “¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el
trono, y del Cordero!”. Y todos los Ángeles que estaban alrededor del trono, de
los Ancianos y de los cuatro Seres Vivientes, se postraron con el rostro en
tierra delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: “¡Amén! ¡Alabanza,
gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios
para siempre! ¡Amén!”. Y uno de los Ancianos me preguntó: “¿Quiénes son y de
dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?”. Yo le respondí: “Tú
lo sabes, señor”. Y él me dijo: “Estos son los que vienen de la gran
tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre
del Cordero”.
Palabra
de Dios.
SALMO
Salmo
23, 1-6
R.
¡Benditos los que buscan al Señor!
Del Señor es la tierra y todo lo
que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes, porque él la fundó sobre los
mares, él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.
¿Quién podrá subir a la Montaña del
Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro
el corazón; el que no rinde culto a los ídolos ni jura falsamente. R.
Él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su Salvador. Así son los que buscan al Señor, los que
buscan su rostro, Dios de Jacob. R.
SEGUNDA
LECTURA
¿Cómo
podremos, desde nuestra pequeñez, llegar a “ver” cómo es Dios? Él ha querido
que esto sea posible, por eso nos ha hecho semejantes a él. Mientras caminamos
por este mundo, nos sostiene la esperanza de encontrarnos con Dios y de verlo
cara a cara.
Lectura
de la carta de san Juan 3, 1-3
Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos
amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos
realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él.
Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha
manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él,
porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en él, se purifica,
así como él es puro.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
El
mundo puede ver como debilidades las condiciones que nos presentan las
bienaventuranzas: ser manso, llorar con los que sufren, no tomar venganza,
apostar a la paz… Pero en estas está la fortaleza del Espíritu Santo. Solamente
sostenidos por él podremos vivir esa santidad que es transformadora del mundo,
porque por ella nos animamos valientemente a emprender un camino diferente.
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 4, 25—5, 12
Seguían a Jesús grandes multitudes,
que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la
Transjordania. Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus
discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles,
diciendo: “Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece
el Reino de los Cielos. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices
los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen
hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos,
porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque
verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos
de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a
ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean
insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en
el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”.
Palabra
del Señor.
COMPARTIMOS
LA PALABRA
Los primeros cristianos quisieron
reservar un día para la celebración de tantos mártires anónimos, que habían
sido acogidos en el cielo por Aquel por quien dieron su vida. Surge así la
fiesta de Todos los santos. Hoy recordamos no sólo aquellos primeros mártires,
sino tantos y tantas hijos e hijas de Dios a lo largo de la historia Dios les
ha premiado con el cielo. Es la fiesta de la Iglesia triunfante.
En estos días ha avanzado de manera
insospechada la celebración de origen sajón y carácter pagano del “Halloween”.
Con esas celebraciones paganas parece que se quisiera huir por una parte de la
llamada a ser lo que hemos de ser como personas humanas, que no otra cosa es la
santidad; y por otra trivializar la muerte a base de esconder su honda realidad
disfrazándose para no afrontarla cara a cara.
La santidad no tiene buena prensa.
Para muchos un santo es un tipo
aburrido que sólo hace que sufrir y orar. En realidad un santo no es otra cosa
que una buena persona. Porque ser santo no es más que ser lo que tenemos que
ser, buenos; y serlo cada uno de nosotros, con nuestras propias
características, psicológicas, familiares, sociales, económicas. ¿Quién no
quiere ser persona decente, acogedora, generosa, agradecidas como cristianos
ante todo a Dios y también a los demás. Eso es más importante que ser ricos o
valorados por encima de los demás. Sólo quien apaga la voz de su conciencia, y
por ello pierde la dignidad humana, se olvidará de caminar en la línea de la
santidad.
Surge, sin embargo una objeción: lo
que queremos no es ser santos, sino felices. Es fácil de entender la objeción,
pues el deseo de felicidad es irrenunciable, está puesto por Dios en la
naturaleza humana, como dice el Catecismo de la Iglesia. La respuesta a la
objeción la encontramos en el texto evangélico de hoy: las bienaventuranzas.
Santos y por ello felices,
bienaventurados.
Las bienaventuranzas son un
proyecto a la vez de santidad y de felicidad. Ambas poseídas, limitadamente, en
esta tierra. La felicidad de ahora anuncia la definitiva. No se trata de
pasarlo mal ahora y así conseguir pasarlo bien en el cielo. Incluso en la
bienaventuranza de los perseguidos por la causa de Cristo Lucas dice “alegraos
ese día”, en medio de la persecución, porque se anuncia la alegría definitiva.
Ahora bien la felicidad que
busquemos ha de ser humana, por eso ha de ir unida a la santidad, o sea a lo
que responda a nuestra dignidad humana.. No puede ser la felicidad del animal
en la selva que disfruta matando a su víctima, ni la del que aplasta al prójimo
o la del que reduce su vida a acumular bienes materiales o la de quien endurece
su corazón para no tener que ver nada con el necesitado, con el sufriente; o la
del ingenuo que cree que puede haber existencia humana aquí sin dolor y no sabe
reaccionar ante él.. Nada de eso es humano, por el contrario atenta contra la
verdad de la condición humana y / o de su dignidad.
Por eso las bienaventuranzas son un
proyecto de felicidad y a la vez un programa de cómo ser lo que debemos ser, de
cómo ser santos. Con deficiencias, es decir, con pecado, muchos han buscado la
felicidad en la santidad o sea en el modo de ser que expresan las bienaventuranzas.
Valedores nuestros son, a la vez que estímulo para imitarles. Celebramos su
triunfo en la esperanza de alcanzarlo nosotros.
ESTUDIO
BÍBLICO
Saber ser hijos de Dios como
programa de santidad
La liturgia de este día nos brinda
la celebración de una de las fiestas más populares y entrañables: la festividad
de todos los Santos y , a la vez, la ocasión para reconsiderar nuestra vida
cristiana mirando hacia adelante, hacia el final de la historia de cada uno y
de la humanidad.
Iª
Lectura: Apocalipsis (7,2-4.9-14):El canto de los redimidos
I.1. En la primera lectura, en dos
visiones, se nos muestra la apertura del misterio de la historia con la visión
del ángel que trae el sello para guardar a aquellos que deben ser liberados de
la destrucción. El libro del Apocalipsis, como sucede en la literatura de este
tipo, literatura religiosa por excelencia, pero radicalmente mítica, necesita
ser interpretado con la riqueza de los símbolos. Este tipo de literatura se
produce en tiempos de crisis y debemos estar atentos a no confundir simbolismo
con realidad. El sello sobre los siervos de Dios sella su pertenencia a El y,
por lo mismo, la garantía de ser salvados.- La visión de la multitud inmensa,
incontable, es un paso más en este simbolismo y probablemente propone algo que
se relaciona con las diferencias entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre
la antigua y la nueva Alianza. Por eso se dice que, si en la primera visión se
habla 144.000, era para hablar del pueblo de la Antigua Alianza, mientras que
el “número incontable” representa al nuevo pueblo de Dios que ha ganado Cristo,
el Cordero sacrificado, con su sangre. Los ángeles, los mensajeros de Dios,
realizan sus planes del juicio y de salvación. Por eso, cuatro de ellos están
en los cuatro puntos cardinales, dispuestos a desencadenar los vientos que
destruyan el mal de la historia; pero de Oriente llega otro mensajero (donde
nace el Sol: Dios), que trae la gran noticia, de que antes deben poner un señal
en las puertas como sucedió a los israelitas en el momento de la Pascua de
Egipto. Estamos, pues, ante una famosa liturgia Pascual, del día del Señor, en
la que el autor nos ha querido situar al principio de su obra.
I.2. En el texto se nos quiere
hablar de mártires, pero también de todos aquellos que han pasado por la
tribulación de la historia, se han lavado en el bautismo, en nombre de
Jesucristo, en el misterio Pascual...y están ante el trono de Dios. Las palmas,
en la antigüedad, son signo de los vencedores. Y, aunque pudiera centrarse en
los que han sido martirizados y han vencido por el martirio, no se puede pensar
que todos son mártires. Por eso, más bien se trata de una palma para alabar a
Dios y a Cristo que son los auténticos vencedores de la historia. El tema que
se propone es el de la salvación (aparece aquí y en Ap 12,10 y 19,1). Se
insinúa algo de los Salmos 118,25, 3,9. El sentido es que Dios ha liberado a
los hombres del poder del mal, representado en el Imperio, como Satanás y como
la gran prostituta en las otras dos citas que hemos mencionado. La victoria,
pues, de los hombres y de los mártires pertenece muy especialmente al Cordero,
quien ha dado su vida precisamente para que sea vencido el poder de los hombres
que engendra el odio y la muerte.
I.3. Pero la “palma” se la lleva el
himno que es una confesión de fe: la salvación se debe a Dios y al Cordero. La
salvación, la liberación... no dependen de los hombres, sino que es una gracia
de Dios que ellos han acogido y se han mantenido fieles a la fuerza salvífica
del amor crucificado, de la Pascua. Por eso lo proclaman en la liturgia
celeste. Y entonces, toda la asamblea celeste (ángeles, ancianos y vivientes),
se prosternan ante Dios y lo adoran cantando: Amen… Bendición y gloria,
sabiduría y acción de gracias, honor, poder y fortaleza a nuestro Dios por los
siglos de los siglos. Amen (v. 12). Los que han muerto fieles a Dios y a
Cristo, bien en el martirio, bien en su fidelidad a la fe cristiana centrada en
el misterio Pascual, han pasado por la tribulación de la historia, donde reina
el poder del mal. Pero ahora gozan de la fidelidad eterna, aunque hayan pasado
por la muerte. Lavar sus vestiduras en la sangre del Cordero es una teología
bautismal, también eucarística, inspirada en algunos textos del AT (Ex
19,10.14).
I.4. La muerte y la resurrección de
Cristo son el punto clave de la teología del bautismo y de la eucaristía. La
imagen que se ha escogido para expresar la felicidad es que están ante el
trono: y Dios los cobija en su tienda, la shekiná, la presencia de Dios, como
Jn 1,14 había escogido para expresar el misterio de la encarnación. Ahora es
cuando se cumple la profecía del Enmanuel verdaderamente, porque Dios estará
con los resucitados para siempre. No tendrán más hambre, ni tendrán más sed:
expresiones de debilidad, de necesidad; ni caerá sobre ellos el sol, como si
estuvieran en el desierto, porque Dios mismo es la razón de su existencia. Y
Cristo, el Cordero, será el que apaciente a su pueblo, será pastor siendo
Cordero, para llevarlos a las fuentes de agua viva. Efectivamente, los vv.
15-17 son las imágenes escogidas por el autor del Ap para hablar de la vida futura,
escatológica, de la victoria sobre la muerte según muchas expresiones que
podemos encontrar en los textos del AT (v.g. Is 25, 8) y de la teología joánica
(Jn 4,14; 7,38), que son las fuentes de la revelación.
IIª
Lectura: Iª de Juan (3,1-3): La imagen de hijos de Dios
II.1. Este texto es una teología
sobre la vida cristiana que se representa bajo la imagen y la experiencia de
“ser hijos de Dios”. Se trata de una alta teología como corresponde al círculo
de las comunidades cristianas de Juan, tanto del evangelio como de las cartas.
Y en este marco teológico deberíamos pensar que, precisamente el misterio de la
santidad que hoy se celebra hace referencia directa a que lo más importante de
la vida cristiana es ser, y no perder, la imagen de hijos de Dios.
II.2. Si el título cristológico más
coherente de la teología joánica, justamente, es lo que afecta a la filiación
divina de Jesús, también para sus seguidores debe existir una posibilidad de
vivir en el ámbito de las relaciones entre el Padre y el Hijo. Por ello se dice
que seremos semejantes a Él. Muchos santos ,desconocidos para nosotros, lo son
porque han sabido guardar sencillamente la imagen de hijos de Dios en sus
vidas. Por eso, la expresión “veremos a Dios tal cual es” viene a ser una de las
afirmaciones más teológicas. El misterio de Dios se hará luz y “hijos de Dios”
no tendremos miedo de contemplar el “rostro” de Dios, la intimidad de Dios, la
misericordia de Dios. Para eso se nos ha creado y para eso hemos nacido.
¡Vivamos con esperanza!
Evangelio:
Mateo (5,1-12): Las opciones del Reino
III.1. El evangelio de esta fiesta
es ya proverbial; se trata de las bienaventuranzas de Mateo, cuyo texto,
además, tiene la solemnidad de una proclamación, sobre un monte (de ahí el
Sermón de la Montaña en que está contextualizado), y para toda la multitud,
como sería la multitud incontable del texto de Apocalipsis ( primera lectura).
Es la carta magna del discipulado, de la vida cristiana, del seguimiento de
Jesús, de la salvación futura. Las bienaventuranzas son creativas, no
cuantitativas. Son los puntos más determinantes con los cuales Jesús ha
pretendido una nueva humanidad, un nuevo pueblo. No se trata de proponer algo
exótico, mágico o taumatúrgico, sino algo bien humano. No obstante, es verdad
que se plantea un auténtico esfuerzo por conquistar la gloria, la libertad y la
paz. Se propone la pobreza que libera el corazón de muchas ataduras, la
misericordia que introduce en las relaciones humanas la benevolencia y el
perdón, la limpieza de corazón para juzgar y ser juzgados, la lucha por la
justicia, porque Dios es justo. Se proclaman bienaventurados por haber elegido
lo que el mundo no elige, simplemente porque odia; por haberse decidido por el
sentido mejor de la vida. Se trata de una posibilidad de santidad que se debe
vivir ya desde ahora, aquí en nuestra historia; no queda para después de que
todo haya acabado.
III.2. Se ha insistido mucho en los
aspectos literarios y exegéticos de las bienaventuranzas de Mateo (5,1-12) y de
Lucas (6,20-22) sobre el tenor original, es decir, aquellas que están más cerca
de las palabras de Jesús. Sin duda, todo tiene su sentido, pero quedan muchas
preguntas sobre la mesa, porque se permiten diferentes interpretaciones. El
texto original que se tomó del texto de Q (sea simplemente Documento o
Evangelio como algunos defienden hoy) podría estar bien representado en Lucas,
pero no es algo absoluto. Sabemos que las bienaventuranzas tienen un ámbito muy
coherente en la literatura sapiencial, la que enseña a vivir, a comportarse, a
elegir lo que da o no da sentido a la vida. La propuesta de Jesús, por lo
tanto, no está lejos de este contexto sapiencial: con las bienaventuranzas
Jesús quiere proclamar el Reino de Dios y quiere enseñar a vivir en ese Reino
al que dedica su vida. Son expresiones que nos muestran a un Jesús “profeta
escatológico” (no necesariamente apocalíptico), que quería anunciar lo que
debería cambiar esta historia.
III.3. Algunos especialistas han
hecho una traducción sobre las bienaventuranzas en las que siempre es
determinante el verbo “elegir”. Considero que puede ser discutible, pero es
esclarecedor. Eso significa que proclamar bienaventurado (makários) a alguien
no es porque sí, por su cara bonita, porque es un desgraciado o porque es o ha
nacido en esta o aquella situación. En las bienaventuranzas, por su tono
sapiencial, son muy importante las opciones: elegir ser pobre y no rico en este
mundo; elegir la justicia y no otra cosa; elegir la paz. Aquí están
representados los valores del reino, los valores de la vida ante Dios. Esto,
independientemente de las bienaventuranzas auténticas de Jesús o las añadidas
por la tradición catequética de la comunidad de Mateo. Es verdad que el término
“elegir” no está en el texto, pero lo implica necesariamente. ¿Por qué? Porque
no se trata de una proclamación sin contar con la voluntad soberana del hombre
que vive y hace la historia.
III.4. Un factor muy importante de
lectura e interpretación sería hacer el intento de traducir a un lenguaje de
hoy el texto de las bienaventuranzas; teniendo en cuenta ese sentido sapiencial
del que hemos hablado y esa “opción” o “elección” que hemos planteado como
necesaria. Debemos conservar las palabras del evangelio, de Mateo o de Lucas,
si es posible en su tenor y en su sentido original. Pero hoy debemos enriquecer
nuestra comprensión de las mismas con el “espíritu” que emana de ellas. Es como
cuando hemos vivido y atravesado un puente romano durante todo la vida, pero
ahora, sin destruir ese puente, porque la ciudad ha crecido, hacemos uno nuevo,
con tecnología punta. Subsisten los dos, pero quizás por el romano no pueden
pasar todos los vehículos pesados de hoy. Los limpios de corazón, por ejemplo,
son dichosos porque están abiertos a los demás y los valoran como hijos de
Dios. Es decir, seamos creativos y proféticos al interpretar las
bienaventuranzas del Reino.
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