“El Espíritu
Santo vendrá sobre ti,”
La novedad del Adviento es una
invitación a correr el riesgo de cambiar las viejas formas de evangelización y
aventurarse por lo que nos abre rutas nuevas en una sociedad que está
cambiando, pero que requiere de nuestra escucha y nuestra implicación en esa
tarea. Estamos asistiendo a una nueva forma de expresar la libertad de la fe en
estos tiempos duros, cuyo final proclamado por algunos, no se compadece con los
crecientes abismos de exclusión e indiferencia frente al drama de la
desigualdad y la falta de expectativas para tantas personas.
La actitud de María ante el anuncio del
ángel no es una promesa de un inmediato cambio institucional, sino una
invitación a asumir la dificultad de este momento pero con la convicción y la
confianza de que Jesús encontramos la realización del plan de Dios.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA
I
LECTURA
La
profecía hace un juego de palabras con el término “casa”. El rey quiere hacer
una casa para Dios, un templo. Y Dios le responde diciendo que él mismo
construirá su casa: la casa real de la cual vendrá el rey para el pueblo.
Finalmente, los dos sentidos de la palabra “casa” se unen en María: ella es el
Arca que lleva al Dios vivo, ella es la que recibe al rey.
Lectura
del segundo libro de Samuel 7, 1-5. 8b-12. 14a. 16
Cuando David se estableció en su casa y
el Señor le dio paz, librándolo de todos sus enemigos de alrededor, el rey dijo
al profeta Natán: “Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de
Dios está en una tienda de campaña”. Natán respondió al rey: “Ve a hacer todo
lo que tienes pensado, porque el Señor está contigo”. Pero aquella misma noche,
la palabra del Señor llegó a Natán en estos términos: “Ve a decirle a mi
servidor David: Así habla el Señor: ¿Eres tú el que me va a edificar una casa
para que yo la habite? Yo te saqué del campo de pastoreo, de detrás del rebaño,
para que fueras el jefe de mi pueblo Israel. Estuve contigo dondequiera que
fuiste y exterminé a todos tus enemigos delante de ti. Yo haré que tu nombre
sea tan grande como el de los grandes de la tierra. Fijaré un lugar para mi
pueblo Israel y lo plantaré para que tenga allí su morada. Ya no será
perturbado, ni los malhechores seguirán oprimiéndolo como lo hacían antes,
desde el día en que establecí Jueces sobre mi pueblo Israel. Yo te he dado paz,
librándote de todos tus enemigos. Y el Señor te ha anunciado que él mismo te
hará una casa. Sí, cuando hayas llegado al término de tus días y vayas a
descansar con tus padres, yo elevaré después de ti a uno de tus
descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su realeza. Seré
un padre para él, y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino durarán
eternamente delante de mí, y tu trono será estable para siempre”.
Palabra de Dios.
Salmo
88, 2-5. 27. 29
R.
Cantaré eternamente el amor del Señor.
Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones. Porque tú has dicho: “Mi
amor se mantendrá eternamente, mi fidelidad está afianzada en el cielo”. R.
Yo sellé una alianza con mi elegido,
hice este juramento a David, mi servidor: “Estableceré tu descendencia para
siempre, mantendré tu trono por todas las generaciones”. R.
Él me dirá: “Tú eres mi padre, mi Dios,
mi Roca salvadora”. Le aseguraré mi amor eternamente, y mi alianza será estable
para él. R.
II
LECTURA
Ponemos
en nuestros labios esta alabanza que hace san Pablo. El misterio se nos ha
manifestado: en Jesús, Dios nos anuncia cuánto nos ama. Este anuncio debe
llegar hasta el último confín de la tierra. Esta es la noticia que debe ser
proclamada por todos los medios.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 16, 25-27
Hermanos: ¡Gloria a Dios, que tiene el
poder de afianzarlos, según la Buena Noticia que yo anuncio, proclamando a
Jesucristo, y revelando un misterio que fue guardado en secreto desde la
eternidad y que ahora se ha manifestado! Este es el misterio que, por medio de
los escritos proféticos y según el designio del Dios eterno, fue dado a conocer
a todas las naciones para llevarlas a la obediencia de la fe. ¡A Dios, el único
sabio, por Jesucristo, sea la gloria eternamente! Amén.
Palabra de Dios.
ALELUYA,
Lc
1, 38
Aleluya. Yo soy la servidora del Señor,
que se haga en mí según tu Palabra. Aleluya.
EVANGELIO
“María,
como cualquier otra mujer, es madre no solo del cuerpo de su Hijo, sino de la
persona entera de su Hijo. En Jesucristo no se puede separar la humanidad de la
divinidad, como tampoco el cuerpo del espíritu. El misterio de la encarnación de
Jesús en la carne de la simple mujer de Nazaret también nos enseña que en la
fragilidad, en la pobreza y los límites de la carne humana se puede
experimentar y adorar la grandeza inefable del Espíritu”.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Lucas 1, 26-38
El ángel Gabriel fue enviado por Dios a
una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida
con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de
la virgen era María. El ángel entró en su casa y la saludó, diciendo:
“¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras,
ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero
el ángel le dijo: “No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y
darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será
llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. María
dijo al ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún
hombre?”. El ángel le respondió: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el
poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será
llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su
vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,
porque no hay nada imposible para Dios”. María dijo entonces: “Yo soy la
servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra”. Y el ángel se alejó.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS
“El ángel Gabriel fue enviado por Dios a
una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David”.
El Adviento es tiempo de preparación y
de esperanza. Hay gran expectativa con respecto a lo que viene. Lo conocemos
bien, pero no sabemos como nos va a sorprender esta vez. Cada año se renueva en
nosotros la necesidad de un cambio y, sin duda, poco a poco experimentamos el
deseo, siempre insuficiente, de ahondar la fe y la confianza en Jesús. Éstos
están siendo años difíciles y duros para confiar, por eso, más que nunca, las
preguntas se nos amontonan. No tienen respuesta fácil ni tampoco inmediata,
pero deseamos y esperamos tener la creatividad suficiente para descubrir nuevos
caminos con una renovada apertura a la Vida.
El adviento es comienzo esperanzado, por
ello no es extraño que sea una virgen, una mujer en su pubertad, quien encarne
el inicio de esa historia de la vida nueva. Nacemos inmaduros y dependientes,
tenemos que aprenderlo todo, pero por esa misma razón somos potencia y
posibilidad. Un anatomista holandés, Ludwig Bolk, decía que las personas son
animales que se quedan en una condición fetal, y es esa permanente infantilidad
el fundamento de nuestra cultura y nuestra creatividad. No se entienda por esto
que nuestra situación ha de ser emocionalmente inmadura, sino, más bien,
abiertos a lo nuevo, libres del prejuicio de lo que condiciona y cierra nuestra
confianza. María nos enseña que no siempre somos dueños de nuestra vida, pero si
coautores de nuestro destino. Hay un factor que depende de nosotros: hacer de
nosotros una creación en la que haya lugar para otros; pero esta revelación se
nos desvela caminando. ¿Hacia dónde?, no lo sabemos, pero tenemos que descubrir
nuestros pasos. Si no confiamos en nosotros, ¿cómo vamos a confiar en los
otros?
La imagen de María escuchando al ángel
nos sugiere algo fundamental: nos hacemos a fuerza de aceptar, de fecundar. Es
una actitud más que una voluntad: hay que abrir los ojos y descubrir donde hay
que mirar para aprender a ver y escuchar la Vida. Dios no es la respuesta a una
pregunta, es Aquel que nos abre y nos toma. La actitud frente al plan de Dios
es más (¿femenina?) de escucha y de cuidado. En este sentido, la Verdad es la
que nos busca.
María se deja fecundar, sobrecoger; dejó
que la experiencia de Dios la encontrase. A partir de aquí, fue apertura y
aceptación. Por eso, es la fuerza vital, el impulso que crece y hace crecer, la
juventud, la madre, lo nuevo, la potencialidad y la fuerza donde arraiga la
Vida.
ESTUDIO
BÍBLICO
Iª
Lectura: IIº Samuel (7,1-5.8b-12.14a.16 ): Dios no quiere ser
"encerrado"
I.1. Se toma hoy la primera lectura del
IIº Samuel, que está centrada en la profecía de Natán, el profeta que aconsejó
al rey David durante gran parte de su vida; el que le prometió una casa, una
dinastía, pero el que también se opone a él cuando sus acciones no eran justas
y no las consideraba en el plan de Dios. David había trasladado el Arca de la
Alianza hasta Jerusalén, pero quería rematar esta acción religioso-política con
la construcción de una «casa» (bayit) para Yahvé. Pero Dios no se lo habría de
permitir, según el profeta, quizás porque su proceder no fue digno, como en el
caso de Betsabé y de censo del pueblo. No obstante, Dios le promete una
dinastía (bayit), que habría de servir, con el tiempo, como resorte ideológico
para la teología mesiánica que los profetas elevarían a la categoría más alta,
en cuanto el Mesías que habría de venir traería la justicia, la paz y la
concordia. Lo que David quería, pero sus caminos eran distintos de lo que Dios
quería.
I.2. Sabemos, pues, que este texto de
hoy es uno de los hitos de esa teología mesiánica que recorre todo el AT. Una
teología que no tiene que ver nada con los planteamientos socio-políticos de la
monarquía sagrada y su descendencia, ya que Dios no elige, ni se compromete,
con un sistema de gobierno, sino que los profetas se valieron de ello como
símbolo del «Reino de Dios», acontecimiento de justicia y de paz. En el texto,
a pesar de todo, hay una crítica de Dios a estar “encerrado” en una “casa”
construida por intereses político-religiosos. Dios quiere y desea algo más
humano y más digno. La respuesta, para nosotros los cristianos, la tenemos en
el texto del evangelio: Dios se construye una morada en el seno materno de
María.
IIª
Lectura: Romanos (16,25-27): El evangelio, misterio de salvación de Dios
II.1. La segunda lectura es de Romanos,
concretamente la “doxología” final, un himno en definitiva, que presenta varias
dificultades textuales: algunos manuscritos la sitúan en otro momento (v.g. Rom
14, 23; o Rom 15,33). Incluso, hay autores que piensan que es un remate extraño
a la carta a los Romanos, propio de la tradición paulina. Se recurre al
«evangelio que proclama», que es el punto focal de toda la carta. Pero el
evangelio no es de Pablo, no se lo ha inventado él, sino que se le ha
manifestado para darlo a conocer. El evangelio es Jesucristo que revela el
misterio de Dios para que todos los pueblos, no solamente el pueblo judío o la
Iglesia, sean beneficiarios de los dones divinos. El evangelio debe ser la
buena noticia que impregne todos los corazones de los hombres.
II.2. En realidad, para entender la
densidad de lo que se quiere decir aquí, habría que considerar toda la carta a
los Romanos, que es el escrito paulino más consistente de su pensamiento
teológico y de su predicación de la gracia salvadora de Dios. En Cristo se
revela el misterio de Dios ¿Qué misterio? el de la salvación de todos los
hombres, judíos o paganos. Este es el tema fundamental de la carta a los
Romanos, y por eso esta doxología o himno final tiene en cuenta toda la
teología de la carta a los Romanos, expresada ya desde 1,16-17. En este
sentido, pues, el evangelio, que es Jesucristo, nos revela el misterio de la
salvación de Dios. Y este evangelio comienza desde que es “hijo de David” (Rom
1,3), es decir, desde la Encarnación y nacimiento de Jesús para lo que nos
preparamos en Adviento.
Evangelio:
Lucas (1,26-38): María, en manos de Dios
III.1. El evangelio de la “anunciación”
viene a llenar una laguna, algo que muchos echan de menos en el evangelio de
Marcos. Por eso, en el último domingo de Adviento se recurre al tercer
evangelio, que es el único que nos habla de María como la auténtica mujer
profética que va perfilando, con sus gestos y palabras, lo que posteriormente
llevará a cabo su hijo, el Hijo del Altísimo con que se le presenta en la
anunciación. Esto ocurre así, en la liturgia de hoy, previa a la Navidad,
porque si Juan el Bautista es una figura iniciadora de este tiempo litúrgico,
es María la figura que lleva a plenitud el misterio y la actitud del Adviento.
El relato de la anunciación de Lucas no se agota en una sola lectura, sino que
siempre implica una novedad inagotable. Esta mujer de Nazaret (aldea
desconocida hasta entonces en la historia) será llamada por Dios, precisamente
para que ese Dios sea el Enmanuel, el Dios con nosotros, el Dios humano. (cf
también el comentario a este texto en la Fiesta de la Inmaculada).
III.2. No obstante, Dios no ha querido
avasallar desde su grandeza; y, para ser uno de nosotros, ha querido ser
aceptado por esta mujer que, en nombre de toda la humanidad, expresa la
necesidad de que Dios sea nuestra ayuda desde nuestra propia sensibilidad. El
papel de María en esta acción salvadora de Dios no solamente es discreto, sino
misterioso. Ella debe entregar todo su ser, toda su feminidad, toda su fama,
toda su maternidad al Dios de los hombres. No se le pide un imposible, porque
todo es posible para Dios, sino una actitud confiada para que Dios pueda actuar
por nosotros, para nosotros. No ha elegido Dios lo grande de este mundo, sino
lo pequeño, para estar con nosotros. María es la que hace sensible y humano el
Adviento y la Navidad.
III.3. En este texto de la “anunciación”
vemos que a diferencia de David, piadosillo, pero interesado, es Dios quien
lleva la iniciativa de construirse una “morada”, una casa (bayit), una
dinastía, en la casa de María de Nazaret, una mujer del pueblo, de los sin
nombre, de los sin historia. El ángel Gabriel que antes había sido “rechazado”
de alguna manera en la liturgia solemne del templo por el padre de Juan el
Bautista, que era sacerdote, es ahora acogido sencilla y humildemente por una
mujer sin título y sin nada. Aquí sí hay respuesta y acogida y aquí Dios se
siente como en su casa, porque esta mujer le ha entregado no solamente su fama
y su honra, no solamente su seno materno, sino todo su vida y todo su futuro.
Es ahora cuando se cumple la profecía de Natán (“Dios le dará el trono de
David, su padre”), pero sabemos que será sin dinastía ni títulos reales. (Fray Miguel de Burgos Núñez O.P.)
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