Este primer domingo de la Cuaresma, nos invita, a la vez, a mirar a la primera alianza con otros ojos, y también a la alianza nueva o última con nueva esperanza. Pero para conseguir esta mirada, el secreto está en un acceso más asiduo y más auténtico a la Palabra. Cuaresma, tiempo de escucha de la Palabra del Evangelio, de reflexión, de fidelidad. Y todo como una preparación para la Pascua. Porque el creyente es invitado aquí y ahora a vivir en camino hacia la Pascua, sin renunciar a su historia humana y en esa historia de la salvación.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
El
arco iris es señal de la Alianza entre Dios y la humanidad. Esta alianza
posterior al diluvio tiene una particularidad: se establece con todos los seres
vivientes que están con los seres humanos, pájaros, ganados y fieras. Esta
armonía y convivencia entre el ser humano y los animales recrea la situación
paradisíaca, ya que en el Edén todos los seres habitaban sobre la tierra
pacíficamente. Un mundo que vive en alianza con Dios es un mundo en paz.
Lectura
del libro del Génesis 9, 8-15
Dios dijo a Noé y a sus hijos: “Yo
establezco mi Alianza con ustedes, con sus descendientes, y con todos los seres
vivientes que están con ustedes: con los pájaros, el ganado y las fieras
salvajes; con todos los animales que salieron del arca, en una palabra, con
todos los seres vivientes que hay en la tierra. Yo estableceré mi Alianza con ustedes:
los mortales ya no volverán a ser exterminados por las aguas del Diluvio, ni
habrá otro Diluvio para devastar la tierra”. Dios añadió: “Este será el signo
de la Alianza que establezco con ustedes, y con todos los seres vivientes que
los acompañan, para todos los tiempos futuros: Yo pongo mi arco en las nubes,
como un signo de mi Alianza con la tierra. Cuando cubra de nubes la tierra y
aparezca mi arco entre ellas, me acordaré de mi Alianza con ustedes y con todos
los seres vivientes, y no volverán a precipitarse las aguas del Diluvio para
destruir a los mortales”.
Palabra de Dios.
Salmo
24, 4-5b. 6. 7b-9
R.
Tus senderos, Señor, son amor y fidelidad.
Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame
tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi
Dios y mi salvador. R.
Acuérdate, Señor, de tu compasión y de
tu amor, porque son eternos. Por tu bondad, Señor, acuérdate de mí según tu
fidelidad. R.
El Señor es bondadoso y recto: por eso
muestra el camino a los extraviados; él guía a los humildes para que obren
rectamente y enseña su camino a los pobres. R.
II
LECTURA
La
carta contiene una comparación entre la alianza que Dios hizo con Noé y la que
hace con nosotros en el Bautismo. En ambos casos, el símbolo es pasar por el agua
que nos renueva y no une a Cristo.
Lectura
de la primera Carta del apóstol san Pedro 3, 18-22
Queridos hermanos: Cristo padeció una
vez por los pecados –el justo por los injustos– para que, entregado a la muerte
en su carne y vivificado en el Espíritu, los llevara a ustedes a Dios. Y
entonces fue a hacer su anuncio a los espíritus que estaban prisioneros, a los
que se resistieron a creer cuando Dios esperaba pacientemente, en los días en
que Noé construía el arca. En ella, unos pocos –ocho en total– se salvaron a
través del agua. Todo esto es figura del bautismo, por el que ahora ustedes son
salvados, el cual no consiste en la supresión de una mancha corporal, sino que
es el compromiso con Dios de una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo,
que está a la derecha de Dios, después de subir al cielo y de habérsele
sometido los Ángeles, las Dominaciones y las Potestades.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
En
el desierto, Jesús “vivía entre las fieras”. Esta situación reproduce la imagen
del paraíso, donde el ser humano vivía pacíficamente en medio de los animales.
Jesús se nos presenta como el nuevo Adán, el ser humano renovado, sin pecado,
que ha vencido todas las tentaciones. También nosotros, desde nuestra
fragilidad, queremos vivir la Cuaresma como ese desierto, porque dejamos atrás
el pecado y somos conducidos a la vida nueva de la gracia.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Marcos 1, 12-15
El Espíritu llevó a Jesús al desierto,
donde fue tentado por Satanás durante cuarenta días. Vivía entre las fieras, y
los ángeles lo servían. Después que Juan Bautista fue arrestado, Jesús se
dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El
tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la
Buena Noticia”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS.
Este proyecto NO será desalojado de la
historia…
Todo lo que está ocurriendo es tremendo
¿no os parece? El eco del sufrimiento ajeno y propio está sentado en algún
lugar en nuestra mente, esperando con ansia nuestra mirada sincera y atenta.
Ciertas imágenes de dolor se han adherido a nuestras retinas y se vuelven
incluso más nítidas cuando cerramos los ojos. El horror de la violencia, el
conflicto, el hambre, la miseria, la soledad, el desempleo, la falta de
horizontes. La farsa del sainete político que dirige nuestras vidas y cuyas
decisiones invisibilizan minuto a minuto a millones de seres humanos que no
sirven a sus intereses, la codicia y voracidad del sistema de poder que generan
muerte lenta y silenciosa. Pecado Indecente…
Hundidos en esta desesperanza no siempre
es fácil localizar y elevar bien alto lo que aún queda de digno en todo ese
magma caliente e injusto, barrizal correoso, en que se convierte a veces el
mundo y nuestro interior.
Además, ante el sin sentido, aparece la
más cotidiana de las tentaciones: ojos que no ven, corazón que no siente... No
pensar para no descubrir la realidad. No leer para no deprimirse, para no
cambiar el tono, la buena onda. Liarse la manta a la cabeza. No analizar para
no darse cuenta del horror, ceder el pulso a la impotencia. No mirarnos para no
enfrentar nuestra miseria, la debilidad, nuestros recovecos. Tenemos miedo de
observar el desierto, o lo que es peor: nos hemos acostumbrado a mirarlo de
soslayo, deprisa y corriendo, en diagonal. Nos hemos acostumbrado a acercarnos
a él con ánimo tranquilizador de conciencia… pero nada más. Y con todo esto, el
que sale perdiendo es nuestro corazón, que acaba por eso, por no sentir, por no
querer saber…
Dios sabe de todo esto, lo sufre y lo
acoge, aunque le duela. Y como quiera que es tozudo y luchador y resulta que no
soporta vernos inmersos en diluvios y lodos…, nos mira a los ojos, tierno,
sereno, pero firme… presente. Nos agarra de los hombros y nos zarandea con
suavidad, nos sacude la maraña, nos aclara la mente, depura nuestros ojos y nos
abre el oído y el entendimiento: Mi Proyecto de Amor NO será desalojado de esta
historia, NO va a pasar sin más…Luchad por él!… Esta es la gran certeza, el
mayor de los gritos proféticos del mundo. Las palabras pronunciadas que nos
infunden la fuerza para poder mirar y atravesar el dolor, para poder volver
nuestros pasos al desierto y ser capaces de sopórtalo. Su presencia en nuestra
mente y alma es la que nos da el valor para romper el sufrimiento y luchar por
transformarlo, porque el dolor NO tiene la última palabra… porque Él no se
aparta, porque su esperanza está decidida a habitarnos a tejer la carne de
nuestro corazón.
Esta gran alianza duradera y universal
es recordada hoy en el Pacto con Noé. “Yo hago un pacto con vosotros y con
vuestros descendientes…”. Es recordada especialmente en el comienzo de la
Cuaresma, periodo de gracia que nos invita a la vida, que nos lanza al
encuentro con la Resurrección, sin miedo a transitar la Pascuas de nuestros
corazones. La Pascua del Mundo. Jesús desde su experiencia privilegiada de Dios
también se une al empeño, a ese grito profético de Amor revolucionario,
proclamando el mensaje a los espíritus encarcelados. Devolviéndonos la libertad
y animándonos a cultivar una conciencia radicalmente buena, preñada de ética.
Bienintencionada.
Está
cerca el reino de Dios: … creed
El evangelio de Marcos sincroniza hoy el
comienzo de nuestra Cuaresma nada más y nada menos que con el principio de la
opción de Jesús. Dios es así: “… está loco y quiere que nosotros también nos
volvamos locos...” nos asemeja a Jesús… Nos envía a nuestra tierra, a nuestros
mares, a nuestras Galileas de nombres y apellidos concretos y reales, de calles
que pisamos de verdad, de ojos con los que nos cruzamos diariamente… es ahí
donde nos imagina trabajando, ahogando las sabias del dolor, de la indignidad.
Es ahí donde quiere poner su arcoíris. En la cotidiana tormenta es donde nos
invita a luchar por crear verdad, nos alienta a instalar la justicia, a vivir
con ternura, a practicar el codo con codo, el abrazo y la sonrisa… Es ahí donde
nos invita a CREER que se puede…
¡Juntos/as podemos!
ESTUDIO
BÍBLICO
Primera Lectura: (Génesis 9,8-15)
Marco: Gn 1-11 es calificado
habitualmente como «orígenes del mundo y prehistoria de la salvación». Estos
capítulos hay que leerlos prestando especial atención a los géneros literarios
utilizados en la Biblia: en un ropaje literario muy popular, el autor sagrado
quiere transmitir a sus lectores realidades muy importantes para el hombre.
Reflexiones
1) ¡Un proyecto de vida para todo
hombre!
Dios creó al hombre para la vida, no
para la muerte, libre, pero no desligado de El que es la fuente de la vida.
Este fue el proyecto de Dios. Los avatares de los primeros pasos del hombre
sobre la tierra ponían en riesgo paso a paso este proyecto. Primero, comiendo
del árbol de la ciencia el bien y del mal, es decir, queriendo desligarse de la
fuente y origen del que había recibido lo que es. Luego, el levantamiento del
mal contra el bien, que es lo que significa la historia de Caín y Abel, ponía
en riesgo la presencia del Dios bueno para el hombre. Otros relatos que revelan
la tensión del hombre frente a un Dios bueno y dador de vida. Toda la humanidad
es la universal familia de este Dios providente. El texto sagrado, con su
estilo popular; nos recuerda que el hombre poco a poco llevó la injusticia
hasta límites desbordantes. Roto el proyecto de Dios, se desequilibró peligrosa
y gravemente la relación del hombre con el hombre. En un lenguaje popular; el
autor sagrado expresa el «enfado» de Dios contra los hombres, el
«arrepentimiento» de haberlos creado. No quitemos nada del frescor de estos
términos con sentido antropomórfico bello y expresivo. En nuestro lenguaje
diríamos que la situación se hizo intolerable e irrespirable. El diluvio, un
símbolo elocuente, representa el combate contra el mal. Es necesario volver a
los orígenes y comenzar una humanidad nueva. Expresa la permanente tensión de
entonces, y de ahora, del mal contra el bien en todos los planos, que eso
significa «injusticia»: abarca todos los ámbitos de la vida del hombre.
2) ¡La fidelidad de Dios a toda prueba!
Yo hago un pacto con vosotros y con
vuestros descendientes... Noé es el comienzo de una primera nueva humanidad
(sólo Cristo realizará real y plenamente la nueva humanidad en la Pascua). El
sentido de la Cuaresma de este ciclo B es preparar y caminar hacia la Pascua,
definitiva alianza de Dios con la humanidad. Dios ha realizado una primera
alianza. La historia de la salvación está tejida en el cañamazo de la alianza.
Dios promete, se compromete y permanece fiel a sí mismo. Nada ni nadie puede
romper o destruir su proyecto. Un primer impulso de esperanza en el Dios fiel.
A pesar de todo, está ahí, dispuesto a reparar y renovar día a día su tierna y
delicada fidelidad. Ésta es la señal del pacto que hago con vosotros y con todo
lo que vive con vosotros, para todas las edades... En un tiempo y un mundo en
que valorarnos tanto lo audiovisual, la Escritura nos enseña cómo en la
pedagogía de Dios ha estado siempre presente lo audiovisual de forma primaria,
pero significativa. El pacto es con toda la tierra, universal. Dios lo es de
todos los hombres, aunque más tarde se elija un pueblo. Todo es obra de Dios y
todo está bajo la atenta mirada de la providencia. Todo el mundo interesa a
Dios porque todo es obra de su amor. En la Pascua definitiva en Cristo volverá
aparece esta verdad fundamental para la esperanza y la felicidad del hombre:
Pues Dios tuvo a bien hacer residir en Cristo toda la Plenitud, y reconciliar
por Él y para Él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz,
lo que hay en la tierra y en los cielos (Col 1,19-20). Y el mismo Jesús nos
declaró en la Cena que su Sangre derramada era la alianza nueva y eterna.
Segunda Lectura: (Primera Carta de Pedro
3,18-22)
Marco: 1 Pedro es una homilía
pascual-bautismal que procede de los orígenes, atribuida a Pedro (compuesta
originalmente en arameo) y que Silvano la estructura ahora como una carta. Es
un mensaje bautismal y pascual. Está dirigida a cristianos perseguidos a muerte
en Bitinia, Ponto y Galacia. El autor les alienta con este pensamiento central:
así como por el bautismo os incorporasteis sacramentalmente a la muerte y
resurrección de Jesús, ahora que experimentáis realmente la muerte sangrienta,
levantad vuestro ánimo y esperanza porque también participaréis realmente de su
resurrección.
Reflexiones
1) El inocente muere por los culpables
Cristo murió por los pecados una vez
para siempre... La primera lectura nos ha recordado que la humanidad había
colmado y desbordado la medida de su rechazo de Dios cometiendo la «injusticia»
(resumen de todos los pecados contra Dios y contra los hombres), pues bien,
ahora Cristo es el reparador de la situación de la humanidad. El pecado
destruye la dignidad humana. Podemos decir con seguridad que el pecado no es
«humano», es «antihumano», porque rebaja la dignidad de la persona humana o la
destruye. Jesús afrontó la muerte, el don total de su vida, para restaurar la
dignidad del hombre, de todos los hombres. Pero Él era inocente. Sólo su inocencia
podía restablecer las relaciones del hombre con Dios y de los hombres entre sí.
Para conducirnos a Dios en el que el hombre encuentra la vida, su verdadera
identidad y la dignidad de persona humana.
Jesús en la cruz nos libró de la ley,
del pecado y de la muerte. Entregada su vida por los hombres, era necesario
entablar el definitivo combate con el enemigo frontal del hombre: Así como los
hijos participan de la sangre y de la carne, así también participó Jesús de las
mismas, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al
Diablo, y libertar a cuantos por temor a la muerte, estaban de por vida
sometidos a esclavitud (I-lb 4,14ss). En la «agonía» (duro combate), Jesús
mantuvo una lucha frontal para llegar a la raíz del mal de la humanidad. Era
necesario que el hombre encontrara su propia identidad de ser libre hechura de
Dios. Pero estaba sometido a esclavitud. Esta imagen de la lucha de Jesús
contra el enemigo de la vida explica el sentido de la afirmación kerigmática
(que ha recogido nuestro credo actual) de la sepultura. La victoria pascual de
Cristo ha sido total. Es necesario que ahora nosotros realicemos adecuadamente el
camino que nos conduce a la Pascua liberadora y traducirlo en nuestro vivir de
cada día. La presencia del cristiano en el mundo es una permanente «agonía»
(duro combate), es decir; una lucha sin cuartel contra el mal en todas sus
manifestaciones (violencia, injusticia, pobreza, desamor) desde la fuerza del
bien.
2) Jesús el nuevo Noé; el bautismo la
nueva arca.
Aquello fue un símbolo del bautismo que
actualmente nos salva...
El autor de I Pe insiste en la seriedad
de lo que significa el bautismo cristiano. Relaciona este acontecimiento
sacramental con aquel acontecimiento del diluvio. Noé y su familia se salvaron de
las aguas por cl arca. Y se trataba de salvar una vida real y palpable. Pues
bien, el bautismo nos proporciona una salvación real que debe hacerse sensible,
palpable y creíble para cuantos realizan con nosotros el camino de esta vida.
El creyente se convierte, por el bautismo, en un testigo visible y fiable de la
acción salvadora de Dios a través del acontecimiento pascual acaecido en Jesús
y actualizado ahora con toda su fuerza por los signos sacramentales del
bautismo, Es un nuevo comienzo, como ocurrió entonces. El bautismo supone,
sacramentalmente, un nuevo comienzo, una nueva criatura, una forma nueva de
amar y de contemplar al hombre y al mundo.
Evangelio: (Marcos 1,12-15)
Marco: Jesús acaba de ser bautizado en
el Jordán. En una visión apocalíptica, se nos brinda la oportunidad de
comprender en ella la llamada de Jesús a su misión y tarea de Siervo de Yahvé y
Mesías con el don del Espíritu que desciende sobre él. A continuación, Jesús se
retira al desierto y es tentado. El narrador afirma en este episodio que Jesús
es el Profeta esperado, el Siervo de Yahvé, el Mesías ungido por el Espíritu y
el Hijo de Dios.
Reflexiones
1) ¿Cuándo y por qué quiso ser tentado
Jesús?
El relato de las tentaciones es una
catequesis en la que se quiere reflejar cómo Jesús asume solidariamente los dos
grandes momentos de la etapa anterior: la historia de la humanidad que, allá en
el paraíso, sucumbe a la tentación y la gran peregrinación del pueblo de Dios
por el desierto durante cuarenta años. Jesús se solidariza con los
protagonistas de ambos acontecimientos, pero desde su singularidad, para darles
respuesta adecuada y coherente. Esta presentación catequética, hay que
desdoblarla y situarla en la vida histórica de Jesús, si se quiere comprender
el auténtico mensaje. Quiero decir; que, siguiendo tanto el relato sinóptico
como el joánico de la misión de Jesús, comprobamos que jesús fue tentado
durante todo su ministerio, para inducirlo al rechazo de la misión que en el
bautismo se le encomienda y que acepta: la salvación a través del verdadero
mesianismo y de la tarea de Siervo de Yahvé, que asume la responsabilidad
humana. Esta tarea es escandalosa y choca con la concepción en boga en tiempos
de Jesús.
2) Contenido de las tentaciones
¿Pan o Palabra de Dios? La primera, el
pan, remite al milagro del maná en el desierto. La esperanza judía en el Mesías
incluía la repetición y prolongación permanente del milagro del maná. Así lo
deja entender claramente Jn 6, según el cual la multiplicación de los panes
provoca esta exclamación de los participantes: Este es verdaderamente el
profeta que iba a venir al mundo (Jn 6,14). Jesús vence la tentación
retirándose a la montaña y afirmando después ante las gentes:
En verdad, en verdad os digo: vosotros
me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los
panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el
alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre.
La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado (Jn 6,26ss). Una
dramatización espléndida, pero que invita a una reflexión más atenta y
cuidadosa: el plan de Dios es más profundo, aunque los bienes materiales
proceden también de su bondad y son necesarios. He ahí el juego
tentación-superación. Ambas cosas son necesarias, pero la Palabra de Dios va
más lejos, abarca más hondamente al hombre; la Palabra le rehace más
globalmente como criatura de Dios.
¿Ostentación o silenciosa eficacia salvadora?
La segunda tentación es la oferta de un modo distinto de llevar adelante el
plan de Dios que el que Jesús se ha atrevido a adoptar. El pueblo judío tiene
otras expectativas, es decir, la liberación social, «manifestándose» como un
gran líder, que conduzca al pueblo a su liberación. Pero Jesús aparece como un
profeta galileo sin apariencias. Jesús es invitado a «manifestarse»
públicamente en Jerusalén (Jn 7), porque ese ha de ser el camino. Pero Jesús
sube a Jerusalén «en oculto». Esta dialéctica de manifestación ostentosa y de
ocultación es la tentación segunda. La victoria sobre esta tentación se ilumina
plenamente en la cruz liberadora de la ley, del pecado y de la muerte, pero que
provoca escándalo.
¿Poder temporal o salvación total y
universal? La tercera tentación hay que entenderla en un pueblo sometido
duramente por los romanos (roban, violan, extorsionan sin escrúpulo) que
necesita una liberación tangible que ha de realizar el Mesías. Y quieren
hacerle rey, le ofrecen el liderazgo político-militar. Los zelotas están detrás
de esta tentación. Ellos esperaban y colaboraban con Dios en una acción
sinergética que los enemigos fueran vencidos. Pero el plan de Dios tampoco en
este caso coincide con el de las expectativas de su pueblo. El poder de Dios sé
manifiesta de otra manera, y Jesús quiere encarnar y realizar ese plan: Te
compadeces de todos porque todo lo puedes y disimulas los pecados de los
hombres para que se arrepientan (Sb 11,23). En esta realidad de la historia
concreta de Jesús, las tentaciones recobran toda su viveza. Durante su
ministerio tuvo que enfrentarse constantemente con gentes que le tentaban, le
ponían a prueba insistentemente hasta abocar en la prueba final de la cruz,
como recuerda Lucas: Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un
tiempo (kairós) oportuno (Le 4,13).
Reflexión Final:
Este primer domingo, nos invita, a la
vez, a mirar a la primera alianza con otros ojos, y también a la alianza nueva
o última con nueva esperanza. Pero para conseguir esta mirada, el secreto está
en un acceso más asiduo y más auténtico a la Palabra. Cuaresma, tiempo de
escucha de la Palabra del Evangelio, de reflexión, de fidelidad. Y todo como
una preparación para la Pascua. Porque el creyente es invitado aquí y ahora a
vivir en camino hacia la Pascua, sin renunciar a su historia humana y en esa
historia de la salvación.(Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O. P.)