“No amemos
solamente de palabras sino con obras y de verdad”
El tiempo pascual es propicio para
revisar nuestra vida de discípulos y discípulas a luz de Jesús resucitado.
Tiempo de gracia para mirar nuestras prácticas comunitarias, eclesiales y personales.
¿Qué frutos estamos dando? ¿Nuestro amor cristiano puede verse en gestos y
acciones concretas? ¿Cómo reaccionamos antes las “purificaciones” que
recibimos en la vida? Y finalmente, ¿estamos glorificando a Dios con nuestras
vidas llenas de ilusión, esperanza y misericordia?
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Saulo,
el antiguo enemigo de la fe, se hizo cristiano. Fue difícil para la Iglesia
creer que esta conversión era sincera. El testimonio de Bernabé y la
experiencia compartida hicieron posible que Saulo fuera aceptado. La Iglesia
debe estar siempre dispuesta a dar una nueva oportunidad a quienes pecan, para
que así crezca la comunidad de los creyentes.
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 9, 26-31
En aquellos días: Cuando Saulo llegó a
Jerusalén, trató de unirse a los discípulos, pero todos le tenían desconfianza
porque no creían que también él fuera un verdadero discípulo. Entonces Bernabé,
haciéndose cargo de él, lo llevó hasta donde se encontraban los Apóstoles, y les
contó en qué forma Saulo había visto al Señor en el camino, cómo le había
hablado, y con cuánta valentía había predicado en Damasco en el nombre de
Jesús. Desde ese momento, empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén y
predicaba decididamente en el nombre del Señor. Hablaba también con los judíos
de lengua griega y discutía con ellos, pero estos tramaban su muerte. Sus
hermanos, al enterarse, lo condujeron a Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso.
La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba
consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el
Espíritu Santo.
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo 21, 26b-28. 30-32
R.
Te alabaré, Señor, en la gran asamblea.
Cumpliré mis votos delante de los fieles:
Los pobres comerán hasta saciarse y los que buscan al Señor lo alabarán. ¡Que
sus corazones vivan para siempre! R.
Todos los confines de la tierra se
acordarán y volverán al Señor; todas las familias de los pueblos se postrarán
en su presencia. R.
Todos los que duermen en el sepulcro se
postrarán en su presencia; todos los que bajaron a la tierra doblarán la
rodilla ante él. R.
Mi alma vivirá para el Señor, y mis
descendientes lo servirán. Hablarán del Señor a la generación futura,
anunciarán su justicia a los que nacerán después, porque esta es la obra del
Señor. R.
II
LECTURA
“La proclamación de que Dios es mayor que
nuestra conciencia, una de las más bellas de la carta, es la revelación del
amor total y misericordioso de Dios. De alguna manera anticipa la gran
revelación de que Dios es amor. El final pone de relieve que el don del
Espíritu es la gran realidad otorgada por Dios a los hombres. Es, a la vez,
principio interior y exigencia de la ley del amor y de la comunión cristiana”
(comentario de la Sagrada Biblia, Conferencia Episcopal Española).
Lectura
de la primera carta de san Juan 3, 18-24
Hijitos míos, no amemos con la lengua y
de palabra, sino con obras y de verdad. En esto conoceremos que somos de la
verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios aunque nuestra conciencia nos
reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas
las cosas. Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche,
podemos acercarnos a Dios con plena confianza, y él nos concederá todo cuanto
le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Su
mandamiento es éste: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos
amemos los unos a los otros como él nos ordenó. El que cumple sus mandamientos
permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos que él permanece en
nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
Palabra de Dios.
ALELUYA Jn 15, 4a. 5b.
Aleluya. Permanezcan en mí, como yo
permanezco en ustedes. El que permanece en mí, da mucho fruto. Aleluya.
EVANGELIO
“Mi Padre es el viñador”. El viñador cuida con
esmero la planta y está atento a su crecimiento. Todo lo que hace, lo hace para
que la planta llegue al máximo de su esplendor y pueda dar sus mejores frutos.
Así está el Padre cuidando de nosotros constantemente. Y para recibir este
cuidado, basta con permanecer unidos a la vid, que es Jesucristo.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Juan 15, 1-8
Durante la última Cena, Jesús dijo a sus
discípulos: Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos
mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más
todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié.
Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no
puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en
mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él,
da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no
permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge,
se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras
permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi
Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA
El texto del Evangelio de Juan nos
ofrece hoy una bella imagen para ilustrar la relación del discípulo con Jesús.
La imagen de la viña (vid-viñador) es una tradición muy presente en el Antiguo
Testamento y nos recuerda la relación de YHWH con su pueblo Israel. A esta viña
se pertenecía sólo por la sangre; en cambio, ahora Jesús afirma que Él es la
“verdadera” viña y a ésta se pertenece sólo por la fe, sin importar que sean
judíos o griegos; es decir, todos tienen la posibilidad de formar parte de la
vid verdadera.
Jesús es la verdadera vid y nosotros las
ramas. Nuestra vida espiritual, nuestra vida cristiana o nuestra vida de
discípulos y discípulas, no se puede comprender sin esta unión con la persona
de Jesús, la verdadera vid. De él recibimos toda la fuerza, toda la vitalidad y
todo el amor para ser fecundos.
En realidad la insistencia del evangelio
está en producir frutos y esto solo lo podemos lograr si permanecemos unidos a
la vid. Se repite varias veces la palabra “permanecer” porque aquí está la
clave para la fecundidad, una necesidad profundamente humana que nos toca a
todos.
Este “permanecer” no indica solamente el
estar presente, sino también incluye la unión recíproca, el conocimiento mutuo
y el amor como la relación que hay entre el Padre y el Hijo. De hecho, Jesús
también dice que el Padre permanece en El y El permanece en el amor del Padre.
El mismo verbo aparece más de una vez en la Primera Carta de Juan que leímos.
Todo discípulo está llamado a ser
fecundo, a producir frutos de buenas obras; es decir, no solo a amar de
palabras o de labios para afuera, sino con obras y de verdad, como nos recuerda
la segunda lectura.
En este camino de fecundidad es muy
interesante la acción de Dios Padre, el viñador, que nos purifica por medio de
la palabra de Jesús. ¡El Viñador poda las ramas para que den más frutos
todavía! Es un constante proceso de conversión y purificación para llegar a ser
discípulos de Jesús. El matiz del verbo griego (genesthe) también nos da una
pista de este proceso: llegar a ser.
El tiempo pascual es propicio para
revisar nuestra vida de discípulos y discípulas a luz de Jesús resucitado.
Tiempo de gracia para mirar nuestras prácticas comunitarias, eclesiales y
personales. ¿Qué frutos estamos dando? ¿Nuestro amor cristiano puede verse en
gestos y acciones concretas? ¿Cómo reaccionamos antes las “purificaciones” que
recibimos en la vida? Y finalmente, ¿estamos glorificando a Dios con nuestras
vidas llenas de ilusión, esperanza y misericordia?
Si las respuestas a estas preguntas no
son positivas, seguramente nos producirá cierto dolor, cierta tristeza. Esto ya
es el comienzo del trabajo del Viñador que ya empieza a podarnos e invitarnos a
permanecer en Jesús. Así llegaremos a ser discípulos para la gloria de Dios
Padre, el Viñador.
Personalizando esta palabra del
evangelio, podemos preguntarnos acerca de nuestros anhelos y deseos más
profundos como seres humanos. Si descubrimos esta necesidad de ser fecundos, de
pasar por la vida dejando huellas significativas, de ser útiles al semejante…
entonces ya estamos encaminados a ser discípulos de Jesús. Te propongo que
entregues al Señor resucitado tus anhelos, esfuerzos, ilusiones, trabajos,
frustraciones, etc., para que todo eso se llene de la Vida que él nos trae.
Sugiero estas palabras claves para la
reflexión personal: vid-sarmientos; purificación-palabra de Jesús-dar más
fruto; permanecer-frutos-llegar a ser discípulos. (Fr. Fray Edgar Amado D. Toledo Ledezma, OP).
ESTUDIO
BÍBLICO
Primera
lectura: Hechos de los Apóstoles 9,26-31
Marco: Es un fragmento, que sigue a la
vocación de Pablo, dramático y entrañable a la vez: la reacción de los
creyentes ante el antiguo perseguidor.
Reflexiones:
1ª) No se fiaban de que fuera realmente
discípulo.
Llegado Pablo a Jerusalén, trataba de
juntarse con los discípulos, porque no se fiaban de que fuera realmente
discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los Apóstoles. Pablo trataba de
juntarse con los discípulos. Era consciente de que no es fácil aceptar a un
ex-perseguidor y a la vez que sólo desde la comunidad podía ejercer su tarea de
proclamador a la que había sido llamado. También es explicable que los
discípulos expresaran graves reservas para aceptarlo. En el plano humano la
escena es de un realismo sobrecogedor, difícil y de una autenticidad
indiscutible. Entrar en comunión vital, aceptar en la propia familia a quien no
hace mucho los perseguía a muerte no es asunto liviano. La proclamación de esta
lectura hoy nos invita a una reflexión profunda sobre el nivel de acogida que
se da en nuestras comunidades religiosas, familiares y parroquiales. Debemos,
animados por el Espíritu, crear espacios para una verdadera comunión que acepta
al otro en su situación real. Esto sólo es posible en clave de Pascua.
2ª) Necesidad de la escucha y del
diálogo.
Saulo les contó cómo había visto al
Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado
públicamente el nombre de Jesús. Es necesario un diálogo franco y abierto de
las vidas, de las mentes, de los gestos y de las palabras. Pablo sabe que el
único camino para ser aceptado parte de su esfuerzo por acercarse. Y les cuenta
cómo fue sorprendido en el camino de Damasco por el Señor resucitado y cómo le
ha cambiado su vida radicalmente. Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues? Te es duro
dar coces contra el aguijón' (Hch 26,14). Pablo recuerda en sus Cartas que la
tarea ha supuesto para él un duro cambio, pero es un mandato del Señor:
Levántate y ponte en pie; pues me he aparecido a ti para constituirte servidor
y testigo tanto de las cosas que de mí has visto como de las que te manifestaré
(Hch 26,16). Marcha, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles (Hch 22,21).
Por eso está dispuesto a establecer la comunión con los dirigentes de la
Iglesia madre. Bernabé, futuro cooperador suyo durante el primer viaje
apostólico, hizo de mediador entre Pablo y la comunidad, ya que poseía
especiales dotes para la mediación y para crear la paz y la concordia. Hoy como
ayer no es fácil aceptar lo nuevo, lo sorprendente y lo inusitado.
3ª) El perseguidor predica a Jesús con
fuerte oposición.
Saulo se quedó con ellos y se movía
libremente en Jerusalén predicando públicamente el nombre del Señor. Hablaba y
discutía con los judíos de lengua griega, que se propusieron suprimirlo. Los
judíos de lengua griega son los procedentes de la diáspora (vivían entre los gentiles
pero mantenían su fidelidad a la fe en Dios). Aceptado por los dirigentes y por
la comunidad, Pablo dedicaba a predicar públicamente el nombre de Jesús, como
los apóstoles y Esteban. Hablaba y discutía, apoyado en la Escritura, con los
judíos de lengua griega para demostrarles que Jesús era el verdadero Mesías
esperado por Israel. Amenazado por la oposición y la persecución, Pablo debe
huir de Jerusalén. La vocación apostólica y la fe en Jesús lleva consigo las
marcas del maestro: la persecución y la muerte. El éxito humano y ostentoso no
son las señales del verdadero testigo de Jesús. Son testigos del Resucitado que
está sentado a la derecha del Padre y les reafirma con el don del Espíritu como
lo sigue haciendo ahora con la Iglesia y con los creyentes inmersos en un mundo
hostil y agresivo. Tampoco el creyente de hoy lo tiene fácil porque debe
mantener a la vez la necesidad de la encarnación y las exigencias de la fe en
Jesús; ambas realidades se necesitan para realizar la humanización auténtica del
mundo.
Segunda lectura: Primera Carta de san
Juan 3,18-24.
Marco: Vivir como hijos de Dios, de ahí
la experiencia de confianza en Dios que es Padre.
Reflexiones:
1ª) Obras son amores y no buenas
razones.
Hijos míos, no amemos de palabra ni de
boca, sino con obras y según la verdad. En las comunidades joánicas ha surgido
una grave crisis de carácter doctrinal y práctico. Se ha puesto en duda la
identidad de Jesús, es decir, la imposibilidad de que el Hijo de Dios, el
Revelador, se haya hecho realmente hombre y haya padecido una muerte salvadora.
Un grupo de disidentes han comprometido la unidad en la comunidad. El autor
recuerda que la verdadera fe se traduce en un compromiso ético de los miembros
de la comunidad que verifica la autenticidad de la doctrina. Jesús nos
recordaba, hablando de los fariseos, haced lo que dicen, pero no hagáis lo que
hacen. En nuestro mundo, dominado por la imagen, es necesario traducir en
realidades visibles la verdad que profesa el creyente. La Iglesia pide
solemnemente para que los creyentes sean testigos más convincentes en medio del
mundo actual ya que una de las causas del ateísmo práctico, tan extendido hoy,
es la falta de coherencia de los creyentes entre su fe y su vida. Vivir como
hermanos es un signo de que Cristo está vivo (Jn 17,21ss).
2ª) Caminar rectamente en la presencia
de Dios.
Si la conciencia no nos condena, tenemos
plena confianza ante Dios y cuanto pidamos lo recibiremos. Las espiritualidad
que se desprende de la enseñanza cristológica y eclesiológica de esta Carta
está marcada por la responsabilidad. El recurso permanente a los orígenes y a
la fidelidad, pone en guardia a los miembros de la comunidad: deben realizar
una respuesta madura y responsable. Sólo de esta manera estarán equipados para
el crecimiento interior y para dar cabal cuenta de la esperanza que profesan.
El recurso a la decisión procedente de una conciencia recta es un principio de
gran alcance para el compromiso ético y moral. Empuja y canaliza la auténtica
actuación cristiana en medio del mundo. Este modo de proceder posibilita la
plena confianza en Dios que se manifiesta en el modo de dirigirnos a él y en el
modo de respondernos: concediendo cuanto le pidamos. El autor de la carta lleva
tan hondamente la convicción de que somos hijos de Dios que le permite hacerlo
presente en todas las manifestaciones de la vida del creyente: un Padre siempre
escucha a sus hijos; la única condición que se exige es que sus vidas sean
coherentes con la filiación que han recibido.
3ª) ¡Es necesario expresar la fe en un
amor fraterno comprometido!
Este es su mandamiento: que creamos en
el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo
mandó. El mandamiento es para Juan la expresión de la voluntad de Dios. Esta es
la voluntad de Dios: que creamos en su Hijo Jesucristo, como su enviado. La
adhesión personal a Jesús es la obra que agrada al Padre celestial en primer
lugar: La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado (Jn 6,29). El autor
enseña en esta misma Carta (4,7-21) la raíz profunda del amor cristiano: la
experiencia del amor a los hombres manifestado en su Hijo Jesucristo. Y
precisamente la fe para san Juan es el encuentro personal con Dios que se
revela así en la historia. Nuestra noción de fe consistente en "creer lo que
no vemos" define sólo parcialmente el contenido y la motivación de la fe.
La fe es un encuentro interpersonal, una aceptación de Dios que se nos revela
como amor gratuito, raíz de todos los demás dones. Esa es su voluntad. Y como
consecuencia ha de expresarse en el amor mutuo. No olvidemos que para Juan
(aparecerá en el fragmento evangélico del próximo domingo) el amor urge el don
personal hasta de la propia vida. Y ese es un fruto preciado de la Pascua:
Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida en que amamos a los hermanos
(1Jn 3,14). Sabemos que nuestra celebración pascual (paso de la muerte a la
vida) se ajusta a la voluntad de Dios en que tomamos en serio el amor a los que
nos rodean y estamos dis-puesto a escucharles, a ocuparnos de ellos, a compartir
y servirles sin pedir nada a cambio.
Evangelio: según san Juan 15,1-8.
Marco: Este fragmento pertenece al
discurso de despedida según la versión joánica. Los mejores fragmentos
eclesiológicos de la escuela joánica se encuentran en este discurso. Y el
fragmento de hoy es uno de ellos: Jesús condensa en sí mismo todo el simbolismo
referido al pueblo de Israel revelándose como la cepa con sus sarmientos. Una
imagen fuerte para expresar la esencia de la Iglesia en sí misma.
Reflexiones:
1ª) Jesús es la auténtica vid, cultivada
por el Padre.
La auténtica vid soy yo y mi Padre es el
labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo poda para que dé más fruto.
El Antiguo Testamento utiliza la imagen de la viña para expresar la realidad
del pueblo de Dios (Is 5,1-7; Jr 2,21; Sal 80,9-20). Jesús condensa en su
persona los que significaba la viña como imagen de Israel. Pero realiza una
transposición muy significativa al afirmar que Él es la auténtica vid. Con esta
imagen se expresa la misma teología que Pablo cuando habla del Cuerpo de Jesús
(Cabeza) que es la Iglesia (todos los miembros). La referencia al Padre que
cultiva y cuida solícitamente esta viña es un motivo de confianza para la
Iglesia. Es el propio Padre quien se ocupa de sus miembros, de cuidarlos, de
vigilar su producción. Y los poda. En alguna otra ocasión la Escritura nos
recuerda que el Padre poda a los sarmientos para que produzcan su fruto: Yo a
los que amo, los reprendo y corrijo (Ap 3,19; cf.1Cor 11,32; Hb 12,4-11:
aconsejo la lectura reposada de este texto de la carta a los Hebreos). No se
suele entender esta pedagogía de Dios que, con frecuencia, produce rechazo. Es
misteriosa pero providencial y guiada por la ternura del Padre (como hacen los
verdaderos padres de la tierra responsables de su tarea) y con la finalidad de
producir mayores frutos. Sólo contemplando a Jesús resucitado se llega a
entender este modo del actuar de Dios con una fuerza irresistible para la vida
cotidiana.
2ª) Los discípulos son los sarmientos.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos;
el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí no
podéis hacer nada. Al que no permanece en mí... lo echan al fuego y arde.
El evangelista expresa varios
pensamientos que se engarzan entre sí: en primer lugar, la afirmación de que
los creyentes en Jesús son sarmientos de la misma cepa (no cepas de la misma
viña). Han recibido una oferta que les honra: son llamados a formar un ser vivo
con el propio Jesús. Habría que insistir una y otra vez en que ser sarmientos
de la misma cepa o miembros del mismo cuerpo es un honor para los sarmientos y
para los miembros. Y una responsabilidad. Las dos cosas inseparablemente
unidas, transformaría nuestra comprensión de la Iglesia a la que pertenecemos
los que hemos recibido el bautismo y escuchamos estas palabras. En segundo
lugar, sólo en una comunión vital con la cepa se asegura y garantiza la
producción de fruto. En el plano de la imagen cae de su peso. La traslación al
orden espiritual es coherente: sólo en comunión con la cepa y de unos
sarmientos con otros se garantiza el crecimiento de la Iglesia como un ser vivo
y en comunión. En tercer lugar, la afirmación de que sin Jesús no podemos hacer
nada. Esta afirmación escueta es, a la vez, una severa advertencia y un consuelo.
En cuarto lugar, el sarmiento que no da fruto es cortado y arrojado al fuego.
El sentido profundo de la imagen es una referencia a la decisión final. Durante
el camino, el Padre poda y limpia los sarmientos para que den más fruto.
3ª) Limpios por la Palabra.
Vosotros estáis limpios por las palabras
que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros. El evangelista Juan
desarrolla una teología de la Palabra para construir la Iglesia que le es muy
peculiar. Así lo expresa explícitamente en el versículo 7: Si permanecéis en mi
y mis palabras permanecen en vosotros. Hay dos afirmaciones paralelas en este
fragmento (15,4: permaneced en mi; 15,7: mis palabras permanezcan en vosotros y
vosotros en mis palabras) que es necesario subrayar para animar a nuestros
hermanos en la fe cuidar la comunión con Jesús personalmente y cuidar la
escucha, acogida y realización de la Palabra de Dios. Dos formas de cultivar la
vida que Él mismo nos ofrece y proyectarla eficazmente en servicio a los demás
como Él lo hizo. En Él mismo, iluminados por la Palabra, descubrimos a todo
hermano en cualquier situación en que se encuentre. Sólo a partir de esta clave
interpretativa se hace fecundo el ministerio, el servicio al otro a todos los
niveles: familiar, social, laboral, que es donde se desarrolla la vida de una
creyente en el mundo.
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