Propio del ser humano es dirigir su vida
de forma consciente, libre y autodeterminativa, viviendo no como una isla, sino
formando comunidades de diversa índole, hasta sentirse unido a todos los
hombres en una globalización solidaria. El Espíritu Santo, viene a habitar en
nosotros como dador de fortaleza divina, santificador y revelador de la
intimidad divina. Así nos va llevando a la adultez y consumación cristiana en
la comunión con los otros cristianos y en la interrelación con todos los
hombres y culturas.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
“Aquella efusión, si bien extraordinaria, no
permaneció única y limitada a aquel momento, sino que es un evento que se ha
renovado y se renueva todavía. Cristo glorificado a la derecha del Padre continúa
realizando su promesa, enviando sobre la Iglesia el Espíritu vivificante, que
nos enseña, nos recuerda, nos hace hablar” (Papa Francisco, homilía de
Pentecostés del 8/6/2014).
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 2, 1-11
Al llegar el día de Pentecostés, estaban
todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante
a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban.
Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado
sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron
a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Había
en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse
este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los
oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: “¿Acaso
estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de
nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que
habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en
Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los
peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos
proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”.
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo
103, 1ab. 24ac. 29b-31. 34
R.
Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.
Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios
mío, qué grande eres! ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡La tierra está llena
de tus criaturas! R.
Si les quitas el aliento, expiran y
vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie
de la tierra. R.
¡Gloria al Señor para siempre, alégrese
el Señor por sus obras! Que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el
Señor. R.
II
LECTURA
Construir
la Iglesia desde los dones recibidos es considerar que la comunidad es más
importante que la propia comodidad y bienestar. Poner en común lo que se es y
lo que se tiene constituye un gran signo de generosidad, porque significa que
entendemos que no vivimos solos y que todos necesitamos de los demás.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 3b-7.
12-13
Hermanos: Nadie puede decir: “Jesús es
el Señor”, si no está impulsado por el Espíritu Santo. Ciertamente, hay
diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de
ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el
mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta
para el bien común. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es
uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo,
así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo
Espíritu para formar un solo Cuerpo –judíos y griegos, esclavos y hombres
libres– y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
Palabra de Dios.
SECUENCIA
Ven, Espíritu Santo, y envía desde el
cielo un rayo de tu luz.
Ven, Padre de los pobres, ven a darnos
tus dones, ven a darnos tu luz.
Consolador lleno de bondad, dulce
huésped del alma, suave alivio de los hombres.
Tú eres descanso en el trabajo,
templanza de las pasiones, alegría en nuestro llanto.
Penetra con tu santa luz en lo más
íntimo del corazón de tus fieles.
Sin tu ayuda divina no hay nada en el
hombre, nada que sea inocente.
Lava nuestras manchas, riega nuestra
aridez, sana nuestras heridas.
Suaviza nuestra dureza, elimina con tu
calor nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos.
Concede a tus fieles, que confían en ti,
tus siete dones sagrados.
Premia nuestra virtud, salva nuestras
almas, danos la eterna alegría.
ALELUYA
Aleluya. Ven, Espíritu Santo, llena los
corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Aleluya.
EVANGELIO
“Hubo una nueva inteligencia en la conciencia
de los apóstoles, simples hombres, cobardes, escondidos por el miedo a la
persecución, cuando recibieron este espíritu de Cristo –ya que el evangelio de
san Juan quiere unir en un solo acto de Cristo su resurrección y su Pentecostés
porque las dos fiestas separadas por 50 días en nuestro Año litúrgico no son
más que una sola realidad–. Esto es la glorificación de Cristo, es el
hombre-Dios que está convertido en un Creador, para crear de aquellos apóstoles
el origen de una nueva creación” (Mons. Romero, homilía del 14/5/1978).
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Juan 20, 19-23
Al atardecer del primer día de la
semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los
judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz
esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los
discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de
nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los
envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el
Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen,
y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS.
De repente resonó un ruido del cielo,
como un viento recio: el Espíritu de la fortaleza divina
La “carne” en la Biblia significa a
veces lo débil, lo flojo. En contraposición, el “espíritu” significa lo fuerte,
lo dinámico. Así, Jesús nos enseña que “el espíritu está pronto, pero la carne
es débil” (Mt 26,42). A nosotros aquí nos interesa ver la personalidad del
Espíritu Santo. Es en el Nuevo Testamento donde es revelada plenamente. Pero
dicha revelación fue precedida en el Antiguo por una realidad polifacética a la
que denominaron ruah. Uno de los significados de esta palabra es la de viento.
El viento implica muchas veces la fuerza. Así lo proclaman Moisés y los
israelitas al ver el exterminio del ejército del Faraón: “Al soplo de tu nariz
se amontonaron las aguas, las corrientes se alzaron como un dique, las olas se
cuajaron en el mar. Sopló tu aliento y los cubrió el mar” (Ex15,8.10) . Con la
fuerza del espíritu de Dios infundido en Sansón, éste “despedazó un león como
se despedaza un cabrito” (Jue 14,6). En el Misterio de Pentecostés el Espíritu
Santo se manifiesta en la fuerza de “un viento recio”. Los discípulos se habían
recogido en el Cenáculo atemorizados, presos de miedo. Al recibir el Espíritu
Santo su miedo se cambia en fortaleza que da testimonio del Señor. El mismo
Señor había anunciado a los discípulos: El Espíritu que os enviaré desde el
Padre “dará testimonio de mí y también vosotros daréis testimonio”, como vemos
en el evangelio de hoy. Nosotros lo hemos recibido en el bautismo y, más aún,
en la confirmación. La fortaleza recibida de él nos impulsa a vencer todo miedo
y a dar testimonio de Jesucristo con la misma valentía de los apóstoles.
Anden según el Espíritu: el Espíritu santificador
Dirigiéndose a los Gálatas, san Pablo
nos habla en la segunda lectura de otro efecto que produce la acogida de la
acción del Espíritu en nosotros: la transformación del hombre que es llevado
por la “carne” en hombre regenerado. “Carne” aquí significa el hombre que se
deja dominar por los impulsos desordenados que existen en el ser humano,
“caído” desde el pecado de los primeros padres. El Espíritu y la “carne” son
dos realidades contrapuestas, pero no del mismo nivel: el Espíritu es superior
a la “carne” y con su acción transforma al “hombre caído” en hombre regenerado,
santificado, “espiritualizado”, del que brotan los frutos de la caridad, la
paz, el dominio de sí. En el fondo, es la misma enseñanza que nos presenta san
Juan en el diálogo de Jesús con Nicodemo: “el que no nazca de agua y de
Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne;
lo nacido del Espíritu, es espíritu” (Jn 3.5-6). Aquí “carne” significa el
simple hombre: lo que nace de un hombre es sólo hombre, no un hombre que está
animado y transformado por la actuación del Espíritu. Lo mismo encontramos en
la Epístola a Tito al hablarnos del “baño de regeneración y de renovación del
Espíritu Santo, que (el Padre) derramó con largueza por medio de Jesucristo
nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos,
en esperanza, herederos de vida eterna (Tit 3,5-7).
El
Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena: el Espíritu consumador
El Espíritu Santo, al actuar en
nosotros, no se contenta con medias tintas, sino que, como leemos en el
evangelio de hoy, progresivamente nos va llevando “hasta la verdad plena”, es
decir, a la comprensión y vivencia perfecta del misterio de Jesucristo,
encarnándolo en nuestra vida personal y en la historia del mundo, en la
pluralidad de culturas de nuestro mundo. Va llevando los hombres a una comunión
o compenetración que se realiza en diversos niveles. No en vano desea san Pablo
a los corintios que “la comunión del Espíritu Santo” esté con todos ellos (II
Cor 13,13). El Espíritu Santo consuma la vida y obra del mismo Jesucristo (=
Jesús el Ungido), consuma la vida cristiana de cada uno de nosotros, sus
discípulos, consuma el Misterio de la Iglesia en sí misma y en su misión
evangelizadora y consuma los no cristianos que se dejan guiar por su voz, que
resuena en la conciencia, la cual, como nos dice el concilio Vaticano II es “el
sagrario del hombre” (GS 16), aunque éste a veces no sea consciente de ello.
Respecto a los cristianos, san Pablo nos enseña que el Espíritu Santo habita en
nosotros, pasando así a ser su templo (cf. I Cor 3,16; 6,19). Como Maestro
Interior, toma la iniciativa en nuestras vidas, nos conduce por medio de sus
“dones” y con su unción nos enseña acerca de todas las cosas (cf. I Jn 2,27),
llevándonos sucesivamente “hasta la verdad plena”.
ESTUDIO
BÍBLICO
Primera
lectura: Hechos 2,1-11.
Nota: Para valorar adecuadamente la
Fiesta de Pentecostés hay que recordar algunos elementos importantes que ayuden
a centrar la atención.
1) Esta fiesta judía actualizaba
litúrgicamente dos cosas distintas: originalmente se la llamada Fiesta de la
Siega porque se ofrecían a Dios las primeras gavillas de la nueva cosecha y se
le daban gracias por los frutos de la tierra (también se llamaba Fiesta de las
Semanas, porque se celebraba siete semanas después de Pascua, de ahí
Pentecostés: quincuagésimo día). Luego se la espiritualizó y se celebraba en
ella la estipulación y promulgación de la Alianza en el Sinaí entre Dios
(Soberano) y su pueblo (vasallo).
2) Breve historia de la actuación del
Espíritu: está presente en la creación haciendo visible como Fuerza y
Dinamismo; el Espíritu dirige las grandes gestas de la salvación (suscitando y
animando a los dirigentes carismáticos); el Espíritu prepara y acompaña a los
profetas en su misión; el Espíritu (en Exilio y después del Exilio de
Babilonia) se entiende como una gran promesa de futuro.
En todo este proceso de sus
intervenciones el Espíritu de Yahvé (todavía no se le llama Santo) se hace
presente de forma intermitente, temporal y sólo para los dirigentes del pueblo
(gobernantes y profetas). Pero en la etapa central de la salvación, cuando Dios
realice su plan (en Cristo) se promete el don del Espíritu para el Mesías
(Gobernante y Profeta ideal) para toda la comunidad, para cada uno de los
miembros de la comunidad y una posesión permanente.
Esto nos permitirá entender mejor los
textos que a continuación vamos a escuchar, proclamar e interpretar para el
pueblo de Dios que hoy está presente y sigue siendo levadura en el mundo y
sigue necesitando urgentemente de la renovación profunda que proporciona el
Espíritu.
Marco: El relato de Pentecostés.
Reflexiones:
1ª) ¡Todos unánimes y en oración!
Todos los discípulos estaban juntos el
día de Pentecostés, con María la Madre de Jesús. En el capítulo anterior de
este mismo libro, Lucas nos recuerda que estaban todos juntos, unánimes, en
oración con María la Madre Jesús y sus hermanos. María, Madre de la Iglesia,
estaba presente. Era necesaria su presencia en la ausencia de su Hijo. Como
sigue siendo necesaria hoy en medio de la Iglesia. Jesús les había mandado que
no se alejasen de Jerusalén, que esperasen allí la Promesa del Padre, es decir,
al Espíritu Santo y así lo han cumplido. Pero el autor subraya explícita y
enfáticamente que estaban juntos, unánimes. En armonía completa. El autor de
Hechos se complace en insistir en la actitud de armonía que reinaba en la
primera comunidad cristiana. Y lo propone como modelo para toda comunidad
cristiana. Esta misma actitud la retrotrae hasta los días de preparación para
la recepción del Espíritu. Juntos han experimentado que Jesús está vivo y
juntos esperan la venida del Espíritu que sellará definitivamente la obra
salvadora. A Lucas le gusta recordar que la venida del Espíritu Santo acontece
cuando están juntos y en oración (Hechos 4 y 13). Es el clima apropiado para
recibir el Don del Padre. En la oración se recibe al Espíritu y en la oración
se renueva constantemente su presencia.
2ª) La fuerza del Espíritu.
De repente un ruido del cielo, como de
un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. En el desarrollo
del pensamiento sobre el Espíritu en la historia de la salvación se puede
verificar que allá en los orígenes de esa reflexión aparece el viento
tempestuoso y huracanado como manifestación del poder y de la soberanía de
Dios. Es el punto de partida. Más adelante se descubrió en el respirar de los
seres vivos como manifestación de la vida. En este momento se recuerda aquellas
primeras manifestaciones para indicar que el acontecimiento entra dentro de los
planes de la manifestación del poder soberano de Dios. El Espíritu todo lo
penetra y todo lo llena con su presencia. Lucas ha utilizado el lenguaje que le
ofrece la tradición bíblica y dentro de ella hay que comprender lo que quiere
decir. El Espíritu es inasible, desborda todo intento de querer encuadrarlo,
poseerlo o dominarlo. Es soberano y dinámico. Es pura fuerza y actividad con
firmeza pero suavidad a la vez.
3ª) ¡El Espíritu, Don escatológico!
Vieron aparecer unas lenguas, como
llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos
del Espíritu Santo. Para la comprensión de esta acción del Espíritu es también
necesario recordar su modo de actuación en la historia de la salvación. En el
Antiguo Testamento, cuando se quiere expresar esta actuación, se le contempla
en tres líneas fundamentales: de salvación o testimonio, profética, y promesa
escatológica. En primer lugar, la línea de actuación de la salvación manifiesta
su poder en aquellos que fueron elegidos para llevar adelante la salvación del
pueblo de Dios. El Espíritu actúa en ellos pero no de modo permanente y sólo
como representantes del pueblo. En segundo lugar, el Espíritu actúa en los
profetas para prepararles a la misión y para que pudieran realizarla superando
todas las dificultades y contradicciones. En tercer lugar, el Espíritu aparece
como la gran promesa escatológica (Isaías, Ezequiel y Joel), es decir, como un
don para el final de los tiempos. Esta promesa se concretiza en tres grupos de
personas: en el Mesías, en toda la comunidad y en cada uno de sus miembros, en
todos ellos estará de manera permanente. Así se comprende mejor la afirmación
de Lucas todos quedaron llenos del Espíritu Santo y unas lenguas como
llamaradas que se posaban sobre cada uno de ellos. Se cumple la segunda y
tercera parte de la gran promesa. La primera se había cumplido en Jesús desde
su concepción (el Espíritu Santo vendrá sobre ti, Lc 1,35).
4ª) El Espíritu que empuja a la
evangelización
Empezaron a hablar en lenguas
extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería... cada uno le
oía hablar en su propio idioma... cada uno les oímos hablar de las maravillas
de Dios en nuestra propia lengua. Este milagro del Espíritu está más en los
oídos de los oyentes que en los labios de los Apóstoles (glosolalia). La
finalidad de este fenómeno está en relación con la enumeración de los pueblos
que se encuentran representados en Jerusalén. Se trata de una lista que incluye
la totalidad de los pueblos entonces conocidos. Pues bien, Lucas quiere hacer
notar sutilmente que se restaura la comunión rota en Babel y que esta comunión
entre los pueblos se llevará a cabo por la evangelización impulsada por el
Espíritu. Cuando se anuncia el Evangelio en cualquier parte del mundo se está
rubricando este don del Espíritu.
Segunda
lectura: 1 Corintios 12,3b-7.12-13.
Marco: El fragmento pertenece a un
conjunto donde Pablo intenta salir al paso de los excesos que se producen en
Corinto por el mal uso de los carismas. Con esta ocasión, el Apóstol escribe
para clarificar la finalidad y el valor de los carismas en la Iglesia. El
ambiente polémico es la ocasión para afirmar algo importante para la Iglesia de
todos los tiempos.
Reflexiones:
1ª) El Espíritu al servicio de la fe
cristológica.
Nadie puede decir "Jesús es
Señor", si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Esta tarea del
Espíritu es fundamental para la Iglesia. El Espíritu es el continuador de la
obra de Jesús, el que había de facilitar la comprensión de la identidad de
Jesús y el sentido profundo de sus palabras. Pues bien, el Apóstol Pablo
recuerda en este fragmento que la confesión pública (reconocer a Jesús como
Señor) sólo es posible en el Espíritu Santo. Tanto en la confesión solemne ante
los tribunales como en el testimonio el mismo Espíritu Santo es quien acompaña
y empuja a los creyentes a realizar este acto de fe. Sólo con y en el Espíritu
Santo es posible realizar esta confesión. La expresión no significa una simple
jaculatoria. Es algo más amplio y más profundo.
2ª) Diversidad de dones para un mismo
bien común
Hay diversidad de dones, pero un mismo
Espíritu...En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. El
Espíritu es soberano para distribuir los carismas y los dones para el bien de
la Iglesia. Acoger esta diversidad de dones es acoger la acción providente del
Espíritu. En la primera Iglesia como en la actual abundan los dones. Todos los
carismas, con su distinta función y misión, proceden del mismo Espíritu. Pero
Pablo nos advierte severamente, apoyado en la experiencia dolorosa de su
querida comunidad de Corinto, que nadie se arrogue carismas que no ha recibido,
que nadie se vanagloríe de su carisma como si le fuera concedido por méritos
propios. Y que nadie los utilice para crear división. Todo ello estaría fuera
del proyecto del Espíritu cuando concede los carismas. Estos carismas
manifiestan la diversidad para conseguir la comunión y la unidad.
3ª) El Espíritu rompe separaciones y nos
hermana a todos
Todos nosotros, judíos y griegos,
esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un
solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. El nuevo título de la
pertenencia al pueblo de Dios ya no es la sangre heredada, sino el bautismo.
Este sacramento de regeneración hermana a todos los pueblos que aceptan el
mensaje, porque es un nuevo nacimiento en el Espíritu y, por tanto, se
establecen nuevas relaciones. Por eso el bautismo en un mismo Espíritu anula y
hace desaparecer las diferencias antiguas. Todos formamos un mismo cuerpo.
Pentecostés nos invita de diversas maneras a abrir fronteras y ensanchar
horizontes.
Tercera
lectura: Juan 20,19-23.
Marco: Forma parte del conjunto de las
apariciones del Resucitado. Es la versión joánica de una aparición de misión
del resucitado. Cada evangelista lo ha entendido de modo diferente según su
reflexión teológica y las necesidades de sus comunidades (véase Mt 28, 16ss; Mc
16,9ss; Lc 24, 36ss).
Reflexiones:
1ª) ¡Reconocimiento de que está vivo!
Les enseñó las manos y el costado. Y los
discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Como el Padre me ha enviado
así os envío yo a vosotros. En la escuela joánica se insiste de modo particular
en la misión. El Padre envía al Hijo al mundo para salvarlo y no para
condenarlo. El Padre y el Hijo envían al Espíritu, y juntos a los Apóstoles. La
cadena de la misión se prolonga hasta la vuelta del Señor Glorioso al final de
los tiempos. Este carácter teológico de la misión se traduce en un sentido
misionero profundo que invade el Evangelio. Y que invita a la Iglesia de
nuestro momento histórico a tomar en serio la misión para hacer presente
aquella cadena que comenzando en el Padre terminará en El al final de los
tiempos
2ª) El Espíritu realiza la nueva
creación
Jesús les dijo: Paz a vosotros. Y dicho
esto, exhaló su aliento sobre ellos. Aliento y viento se expresan en hebreo con
el mismo término ("Ruaj"= "Espíritu"-viento). Es necesario
observar algunos detalles para la comprensión del fragmento: a) Jesús es el
transmisor del Espíritu; se ha cumplido la era mesiánica y Jesús, verdadero
Mesías, dispone del Espíritu recibido del Padre y lo entrega a sus discípulos.
b) El verbo "exhalar" remite a dos momentos importantes en el pan del
Dios creador y salvador: la creación del hombre (Gn 2,7): Dios sopla en las
narices de la imagen elaborada con la arcilla y se convierte en un ser vivo y a
la visión de los huesos secos que vuelven a la vida (Ez 37). Los huesos secos
representan a la casa de Israel que ha perdido su esperanza. De nuevo aparece
el Espíritu y de nuevo la misma expresión verbal "soplar". Este
acontecimiento histórico, pasa a ser símbolo de la nueva creación por obra del
Espíritu. Estos datos precedentes nos ayudan a valorar las expresiones de Juan
cuando nos transmite que Jesús resucitado se hace presente entre sus
discípulos, "sopla" su aliento sobre ellos y les entrega el Espíritu.
Nos permite comprender que se trata del Espíritu Creador que va a llevar
adelante la nueva creación.
3ª) Nueva creación y perdón de los
pecados
Recibid el Espíritu Santo; a quienes les
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les
quedan retenidos. El pecado es el que malogró, en el paraíso, el proyecto de
Dios sobre el hombre. El Espíritu Santo, llevando adelante su actividad de
perdonar los pecados a través de los Apóstoles y de la Iglesia, hará presente
en el mundo la nueva creación; manifestará en el mundo el verdadero proyecto de
Dios. El pecado no está en la textura original del hombre. Por eso podemos
afirmar que el pecado no es humano, es decir, no entra en el proyecto original
de hombre. Y por eso se puede decir que Jesús no lo pudo tener como hombre
(porque como Dios le repugnaba frontalmente, aun cuando fue igual a nosotros en
todo). Con la reconciliación universal, obra de la Muerte-Resurrección de Jesús
y que se actualiza siempre por el Espíritu Santo, aparece de nuevo cuál fue el
sentido del hombre cuando salió de las manos del creador. Pentecostés recuerda
la presencia de una fuerza renovadora y vivificadora en nuestro mundo. Hoy más
que nunca necesitamos de la experiencia del Espíritu que con sus dones y sus
frutos empuja a la humanidad a un nuevo proceso de humanización y de renovación
del respeto por la persona humana, por toda persona humana. Y una fuerza
renovadora para toda la Iglesia que es enviada en servicio salvador a este
mundo. (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O. P.)
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