La cincuentena pascual nos permite
centrar la atención en el Misterio de la Muerte y Resurrección de Jesús
rompiendo con la visión cronológica (cuarenta y cincuenta días), para fijarnos
en la Unidad del Misterio de la Pascua como acontecimiento indivisible, que
supera las categorías temporales y nos sitúa en una dimensión nueva.
No estamos realmente ante un calendario
festivo, sino ante un acontecimiento que revela tres aspectos de la Pascua, ocurridos
el mismo día, como expresa Juan en su Evangelio: Jesús resucitado sube al Padre
y derrama el Espíritu sobre los suyos. Así lo había anunciado y cumple su
promesa. Hoy celebramos el segundo aspecto del misterio pascual: la Ascensión.
Parece que conviene no romper el sentido
unitario de la Pascua aunque por pedagogía separemos los aspectos, la intención
es ahondar más y mejor en el Misterio de la Muerte y Resurrección De este modo
podremos descubrir mejor cómo se llena de sentido nuestra vida y cómo somos
unidos a la Misión de Jesús a favor de toda la humanidad.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
La
ascensión del Señor es como una gran parábola de nuestra vida. Quizás nos
quedemos mirando hacia “el cielo”, en aquellos momentos en que nos parece que
el Señor nos ha dejado y solo nos queda un sentimiento de soledad, vacío y ausencia.
Sin embargo, el Señor no se ha ido. Él vuelve, siempre vuelve, porque siempre
está. Solo escuchemos la voz de este ángel: “¿Qué miran para arriba? El Señor
no los abandonará, nunca”.
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 1, 1-11
En mi primer Libro, querido Teófilo, me
referí a todo lo que hizo y enseñó Jesús, desde el comienzo, hasta el día en
que subió al cielo, después de haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus
últimas instrucciones a los Apóstoles que había elegido. Después de su Pasión,
Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante
cuarenta días se les apareció y les habló del Reino de Dios. En una ocasión,
mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de
Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: “La promesa, les dijo, que yo les
he anunciado. Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el
Espíritu Santo, dentro de pocos días”. Los que estaban reunidos le preguntaron:
“Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?”. Él les
respondió: “No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el
Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del
Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén,
en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra”. Dicho esto, los
Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. Como
permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les
aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Hombres de
Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y
fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”.
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo
46, 2-3. 6-9
R.
El Señor asciende entre aclamaciones.
Aplaudan, todos los pueblos, aclamen al
Señor con gritos de alegría; porque el Señor, el Altísimo, es temible, es el
soberano de toda la tierra. R.
El Señor asciende entre aclamaciones,
asciende al sonido de trompetas. Canten, canten a nuestro Dios, canten, canten
a nuestro Rey. R.
El Señor es el Rey de toda la tierra,
cántenle un hermoso himno. El Señor reina sobre las naciones el Señor se sienta
en su trono sagrado. R.
II
LECTURA
Cristo
resucitado es el signo del triunfo del plan de Dios. Ya sabemos que la muerte
no es “lo definitivo” ni es la última de la historia. La muerte es el paso
obligado hacia el triunfo.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 1, 17- 23
Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor
Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de
revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus
corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido
llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la
extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes,
por la eficacia de su fuerza. Éste es el mismo poder que Dios manifestó en
Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha
en el cielo, elevándolo por encima de todo Principado, Potestad, Poder y
Dominación, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este
mundo como en el futuro. Él puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó,
por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la Plenitud de
Aquél que llena completamente todas las cosas.
Palabra de Dios.
ALELUYA Mt 28, 19a-20b
Aleluya. “Vayan, y hagan que todos los
pueblos sean mis discípulos. Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del
mundo”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
“El resucitado no abandona el mundo de los
hombres, sino que, manifestándose a los discípulos, se adueña de su palabra y
por ello su acción se extiende ‘a todo lugar’. Habría mucho qué decir a este
propósito de la actualidad de la resurrección de Jesús y de la manera con que
la fuerza divina que en ella se revela logra manifestarse a través del
testimonio de los creyentes” (Jean Delorme, El evangelio según san Marcos, Ed.
Verbo Divino).
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Marcos 16, 15-20
Jesús resucitado se apareció a los Once
y les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la
creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y
estos prodigios acompañarán a los que crean: Arrojarán a los demonios en mi
Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos,
y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre
los enfermos y los sanarán”. Después de decirles esto, el Señor Jesús fue
llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar
por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los
milagros que la acompañaban.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA.
Conviene no separar el sentido de la
cincuentena pascual y puesto que el domingo de Pascua el evangelio de Juan nos
sitúa en el comienzo del acontecimiento y se cierra la celebración pascual con
el texto de la efusión del Espíritu al anochecer del primer día de la semana,
con lo cual la unidad del mismo se pone de relieve.
• Seréis
mis testigos
Lucas nos señala algo muy importante en
el diálogo que se establece una vez que comían juntos. Ellos preguntan por la
realización del Reino y Jesús les plantea el reto de ser sus testigos. Lo
esencial es ser testigo de lo que ha ocurrido a partir de la Resurrección.
Llamados a ser testigos del Resucitado. ¿En dónde? No hay limitación de espacio
y tiempo: en toda circunstancia; en todos los ambientes; en todas las
relaciones que se puedan entablar, la condición de testigo es fundamental. No
se trata de hablar de lo que oí, de lo que me han contado, sino de lo que he
experimentado. No es fruto de una especulación, sino de lo que ha ocurrido en
mí porque El, Jesús resucitado, lo ha hecho posible. Algo absolutamente nuevo
que se va descubriendo progresivamente, adquiriendo certeza interior y que tiene
sus consecuencias en todos los ambientes en que el bautizado se desenvuelve.
• Una
sabiduría que viene de arriba
Pablo experimenta la novedad de la
salvación. Le desborda, va más allá de lo que, como judío esperaba, está
absolutamente sorprendido. Por eso sólo puede dar gracias al Padre y suplicar.
El contenido de esa súplica está en función de la percepción y la comprensión
del Misterio Pascual. Necesitamos la luz de lo alto y la sabiduría que viene de
arriba para poner nuestra confianza, sin fisuras, en el señorío de Jesús como
Mesías. No se trata sólo de percibir este señorío, sino de darnos cuenta que
somos incorporados a Jesús, el cual es nuestra Cabeza y la Iglesia-nosotros, su
Cuerpo. Esta unidad deviene del Misterio de la Pascua y naturalmente, conforme
nos dice Juan en su Evangelio, iremos progresando en el conocimiento de esta
realidad temporalmente hasta llegar a la plenitud al final de nuestra
existencia temporal.
• Id
al mundo entero y proclamad el Evangelio
El relato de Marcos, con la sencillez
que le caracteriza, vincula la ascensión a una aparición del Resucitado de la
cual se desprende la misión: id al mundo entero y proclamad el Evangelio. La
misión, que como en el caso del evangelio de Juan, ocurre en una aparición,
tiene como finalidad la continuación de la obra de Jesús: reconciliar, unir,
restablecer la comunión entre todos mediante la invitación a acoger el
Evangelio. La fe es la respuesta que se verá confirmada por medio de las
señales que realizan.
La descripción de las obras que llevarán
a cabo, deberán estar relacionadas con la actividad realizada por el mismo
Jesús, con lo que se resalta que la actividad del discípulo no es separable de
la de Jesús. No sólo hay sintonía, sino que son las mismas obras. Y cuando esto
ocurre se verán confirmadas con signos. No son sólo palabras, sino una vida que
refleja la del mismo Jesús.
La presencia temporal de Jesús con sus
discípulos concluyó con su muerte. Ahora resucitado está presente de un modo
nuevo que tendrá que ser descubierto por cada discípulo y a partir de ahí,
asumir responsablemente la misión de comunicar con alegría que es verdad que el
Señor ha resucitado y hace posible la comunión entre los hermanos y el
crecimiento hasta la plenitud de la vida que se manifestará al final de nuestra
existencia temporal.
ESTUDIO
BÍBLICO
Primera lectura: Hechos 1,1-11
Marco: Este relato lucano es la
descripción más detallada y completa del acontecimiento de la Ascensión ya que
la sitúa en el tiempo y en el espacio con abundancia de detalles a pesar de su
brevedad. La Ascensión del Señor forma parte de kerigma cristiano, pero
subrayando sobre todo el resultado final, es decir, la afirmación de que está
glorificado y sentado a la derecha del Padre. Pero la realidad de la Ascensión,
es decir, la exaltación-coronación plena de Jesús está presente en todos los
escritos del Nuevo testamento, comenzando por los primeros que fueron las
cartas a los Tesalonicenses. En los primeros pasos se afirmaba el hecho
teológico de la vuelta gloriosa de Cristo en las nubes del cielo (esto suponía
que había ascendido allí, siempre según la concepción del espacio que tenían
los hebreos); en un segundo momento se afirma el hecho de la glorificación
definitiva de Jesús; en un tercer paso se afirma que está a la derecha del
Padre pero sin detalles escenográficos de cómo ocurrió; en un cuarto paso se
entendió la Ascensión como el momento que Jesús, después de haber recibido
plenos poderes en el cielo y en la tierra (Mateo), envía a los apóstoles a
evangelizar por todo el mundo; finalmente, Lucas ofrece un relato detallado de
las circunstancias que rodearon en acontecimiento valiéndose de las imágenes
que le proporcionaba la escritura: nubes, cielo, ángeles, etc.
Reflexiones:
1ª) ¡Dio numerosas pruebas de que estaba
vivo!
Se les presentó después de su Pasión,
dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo y, apareciéndoseles durante
cuarenta días, les habló del reino de Dios. Los cuarenta días significan un
tiempo adecuado para conducir a los Apóstoles al pleno convencimiento de que
estaba vivo. Esta referencia a los cuarenta días refleja algunos aspectos más
importantes: en primer lugar, este número significa madurez acabada; una
generación; la edad que ha de tener un rabino para poder ser ordenado como tal
y ejercer con plena autoridad propia. Esto significa, en el lenguaje judío
utilizado aquí por Lucas, que los Apóstoles han recibido y alcanzado una
madurez suficiente para ser los testigos autorizados de Jesús. En segundo
lugar, indica un estilo pedagógico. Jesús les ofrece durante ese tiempo todas
las pruebas que necesitan para adquirir la plena seguridad de que estaba vivo y
de la identidad entre el Crucificado y el Resucitado. Lo necesitaban los que
habían de anunciar al mundo el más maravilloso reflejo del poder de Dios en
favor de los hombres: la vuelta a la vida para siempre.
2ª) Incomprensión de los Apóstoles y
necesidad del Espíritu.
Una vez que comían juntos les recomendó:
No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de
la que yo os he hablado. Ellos le rodearon preguntándole: Señor, ¿es ahora
cuando vas a restaurar la soberanía de Israel? La incomprensión de los
Apóstoles, indicada frecuentemente en el relato evangélico, aparece aquí de
nuevo. Estimo que hay que tomarla en toda su seriedad y gravedad. Jesús ha
muerto y ha resucitado y todavía no se han disipado las antiguas concepciones
mesiánicas que llevan en el corazón. Así fue la realidad y hay que asumirla tal
como se produjo. ¡Cuán difícil es comprender el plan de Dios y la misión y
persona de Jesús! Puede antojársenos casi inaceptable, pero la pregunta de los Apóstoles
hay que tomarla en serio: Lucas no hace más que recoger lo que le ha llegado a
través de la tradición apostólica. La respuesta de Jesús es que necesitan el
Espíritu que les "conduzca hasta la verdad completa" y "les
interprete lo que falta por venir".
3ª) Testigos de Jesús animados por el
Espíritu.
Cuando el Espíritu Santo descienda sobre
vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea,
en Samaría y hasta los confines del mundo. El mesianismo nacional queda
superado por la misión universal. Su tarea tiene como meta a todo el mundo.
Cristo en la Cruz y Resurrección ha roto las fronteras, "haciendo de los
dos pueblos (judíos y gentiles) un sólo pueblo nuevo! (Ef 2,13ss). Pero este
proyecto y plan de Dios ha de encarnarse en la historia. Y será una conquista
lenta, en la que el Espíritu por una lado y las circunstancias históricas por
otro, irán madurando en la mente y actuación de los Apóstoles. De todo ello da
testimonio este mismo libro de los Hechos de los Apóstoles en la continuación
de todo el relato.
4ª) Sentado a la derecha del Padre.
Dicho esto, lo vieron levantarse hasta
que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo
irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron:
Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha
dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse. Tres
aspectos es necesario subrayar: en primer lugar, el estilo literario y el
lenguaje utilizado: es un lenguaje claramente apocalíptico en el que las nubes
cumplen una tarea de significación teológica, es decir, que el Hijo del hombre
(como escribió Daniel) vendrá sobre las nubes del cielo. Las nubes son el
escabel del trono de Dios. En la Ascensión de Jesús la imagen de las nubes
colocándose debajo de sus pies revela que el que ahora asciende es el Juez
Universal, el Hijo del hombre que recibe del Padre todo poder en el cielo y en
la tierra (Mt 28,18-20). En segundo lugar, se presentaron dos hombres vestidos
de blanco. En toda descripción apocalíptica, hay una aparición de seres que
proceden del otro mundo pero con la misión de transmitir un mensaje,
habitualmente de revelación de nuevas verdades y realidades. Es un elemento
interpretativo importante. En tercer lugar, en toda descripción apocalíptica se
transmite un mensaje: "Ese mismo que ahora asciende, volverá de
nuevo" para cerrar la historia y manifestarse plenamente. La Ascensión
supone la plena glorificación de Jesús.
Segunda lectura: Efesios 1,17-23.
Reflexiones:
1ª) ¡Somos llamados a una gran
esperanza!
El acontecimiento de la Ascensión supone
la rubrica final del cumplimiento del plan de Dios en favor de los hombres.
Este acontecimiento corrobora la esperanza cristiana. En el relato lucano de Ascensión
leído anteriormente (Hechos 1,1ss), los mensajeros celestes invitan a los
Apóstoles a no seguir mirando al cielo. Es necesario volver a Jerusalén y
emprender el camino y la tarea de la evangelización, es decir, anunciar a los
hombres que es posible la esperanza, "y cuál la extraordinaria grandeza
del poder de Dios para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su
fuerza poderosa, que desplegó en Cristo". La Iglesia ha de ponerse en
camino, pero sabe que está acompañada por el poder de Dios. La Ascensión es la
fiesta por excelencia de la esperanza cristiana.
2ª) Jesús-Cabeza de la Iglesia, sentado
a la derecha del Padre.
El autor de la Carta a los Efesios
contempla la Ascensión en el resultado final, sin preocuparse de la descripción
de cómo sucedió. El resultado final es que Jesús "está sentado a la
derecha de Dios en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y
dominación. Y todo lo puso bajos sus pies y lo dio a la Iglesia, como Cabeza,
sobre todo". Jesús es declarado por el Padre como Rey de reyes y Señor de
los señores. Es una comprensión muy sobria a nivel de narración, pero densa en
su teología: la declaración de la primacía exclusiva de Jesús, es la Cabeza.
San Agustín nos recuerda que precisamente por tratarse de la plena
glorificación de la Cabeza, es también la glorificación anticipada de la
Iglesia. Realmente llegará al final, pero ya desde ahora la Iglesia vive en la
certeza de seguir los pasos de su Señor y un día también ella, miembros de la
cabeza, conseguirá la plena glorificación. El camino de la Iglesia no es
solamente un "via crucis", sino principalmente un "via
crucis-gloriae". En la historia siente la realidad de la cruz, pero esta
no es el destino final. Hoy importa subrayar esta reflexión teológica que,
tomando en serio el camino, lo contempla desde el final para alentar la
esperanza.
Tercera lectura: Marcos 16,15-20.
Marco: El evangelista en este final
(deuterocanónico lo llaman los estudiosos, es decir una adición cuando el
evangelios estaba ya terminado) recoge en síntesis la última voluntad de Jesús
Resucitado para sus discípulos: el envío a todo el mundo. Cada evangelista ha
entendido este gesto importantísimo de Jesús desde su comprensión del mensaje
total del maestro. Así Mateo aquella expresión: se me ha dado todo poder en el
cielo y en el tierra; ahora id por el mundo invitando a los hombres a la
salvación. Lucas enseña lo mismo con otra situación y otras palabras. Y lo
propio hace Marcos en el fragmento que proclamamos hoy: id por el mundo que os
acompañará mi presencia y mi fuerza.
Reflexiones:
1ª) ¡Id al mundo entero, se han
derribado las fronteras!
Se apareció Jesús a los Once, y les
dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. Jesús
resucitado se hace presente al grupo de los Once, al grupo apostólico. A esta
aparición se la suele calificar como de misión. Jesús resucitado se aparecía a
sus Apóstoles con dos finalidades, según creemos: para que comprobaran que era
el mismo que había vivido con ellos y que había sido crucificado (pero en una
situación totalmente nueva) y para enviarles a la evangelización. Era necesario
que Jesús les urgiera a la misión. El desconcierto sufrido con su muerte había
sido muy profundo. Por eso ahora insiste que para eso os convoqué en su día. Y el
horizonte de esta misión es el mundo entero y la creación entera. Esta visión
global de este texto de Marcos sugiere una relación con la primera creación. La
resurrección ha restaurado el proyecto original de Dios que era la oferta de
vida permanente para todos y el equilibrio en toda la creación. Pablo nos
recuerda estos pensamientos en su carta a los Romanos: Pues la ansiosa espera
de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación,
en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino, por aquel que
la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción
para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que
la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto (8,19-22).
En Cristo resucitado Dios ofrece la liberación, la restauración original a toda
la creación.
2ª) ¡Creer en el Evangelio es participar
en la salvación!
Proclamad el Evangelio al mundo entero,
el que crea se salvará. Es la oferta de Dios a los hombres: en Cristo Jesús,
sólo en su Nombre, conseguirá el hombre su salvación. El kerigma proclamará que
Dios no ha dado otro nombre bajo el sol que nos pueda salvar. Esta referencia
constante e imprescindible al Cristo glorioso que les envía es la garantía de
su trabajo misionero. El se compromete a seguir con ellos. Ahora dispone de
todo poder, porque ha sido agregado por el Padre en su gobierno del mundo.
Jesús mismo es el Evangelio que se ofrece a los hombres. Evangelizar significa
hacer presente a Jesús, su vida, sus palabras, sus gestos y su entrega total,
pero también su exaltación gloriosa a la derecha del Padre como Señor. La
Ascensión de Jesús significa la garantía de su presencia permanente entre ellos
y en medio del mundo.
3ª) ¡Las señales de la verdadera
evangelización!
A los que crean, les acompañarán estos
signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas. Ellos fueron y
proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y
confirmaba la Palabra con los signos que los acompañaban. Son los signos
visibles que ya acompañaron la misión de Jesús. La salvación que Dios ofrece
alcanza a todos los hombres y a todo el hombre. No se trata de la salvación de
las almas, sino de la salvación de los hombres. Dios lo había creado a su
imagen y semejanza en su ser humano total. Y ahora la salvación, que restaura
lo perdido, alcanza también a todo el hombre. La presencia del poder de Jesús
es que ninguna dificultad, ningún obstáculo impedirá el avance de la tarea
evangelizadora. Así como los milagros de Jesús eran signos basileicos (es
decir, que apuntaban e indicaban la presencia del Reino) así también los signos
de los Apóstoles son signos evangelizadores (es decir, acompañan e indican
hasta donde ha der llegar la oferta de salvación). Nadie puede refugiarse en
una espiritualidad desencarnada; nadie puede inhibirse de la tarea de
humanización de nuestro mundo; nadie puede actuar al margen del Jesús
resucitado que envía a la misión y se compromete a estar presente. Desde la
derecha del Padre sigue actuando, animando, acompañando la misión con su
Espíritu. Es necesario proclamar y realizar este proyecto de Dios hoy: Dios
quiere la salvación de todo el hombre inmerso en todas sus circunstancias.
Reflexión final: La Fiesta de la
Ascensión es la oportunidad que se ofrece al creyente para alegrarse por su
Rey: Se alegra Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey (salmo). La
Iglesia celebra el triunfo de su Rey, de su Cabeza, de su Amigo. Y se siente en
fiesta. Pero además contempla este misterio como el gran empuje de su misión
evangelizadora por el mundo, tan necesitado del Evangelio que es el único que
puede dar respuesta a sus graves y acuciantes interrogantes. Y se siente
renovada en su esperanza teologal que le invita a dirigir su y sus pasos hacia
lo difícil y arduo pero posible porque Dios anda por en medio con su Bondad,
Fidelidad y Poder. Y, en el centro, Jesús glorificado que sigue en medio de
nosotros hasta el fin del mundo. (Fr.
Gerardo Sánchez Mielgo O. P.).
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