domingo, 17 de mayo de 2015

ASCENSIÓN DEL SEÑOR


La cincuentena pascual nos permite centrar la atención en el Misterio de la Muerte y Resurrección de Jesús rompiendo con la visión cronológica (cuarenta y cincuenta días), para fijarnos en la Unidad del Misterio de la Pascua como acontecimiento indivisible, que supera las categorías temporales y nos sitúa en una dimensión nueva.

No estamos realmente ante un calendario festivo, sino ante un acontecimiento que revela tres aspectos de la Pascua, ocurridos el mismo día, como expresa Juan en su Evangelio: Jesús resucitado sube al Padre y derrama el Espíritu sobre los suyos. Así lo había anunciado y cumple su promesa. Hoy celebramos el segundo aspecto del misterio pascual: la Ascensión.

Parece que conviene no romper el sentido unitario de la Pascua aunque por pedagogía separemos los aspectos, la intención es ahondar más y mejor en el Misterio de la Muerte y Resurrección De este modo podremos descubrir mejor cómo se llena de sentido nuestra vida y cómo somos unidos a la Misión de Jesús a favor de toda la humanidad.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

La ascensión del Señor es como una gran parábola de nuestra vida. Quizás nos quedemos mirando hacia “el cielo”, en aquellos momentos en que nos parece que el Señor nos ha dejado y solo nos queda un sentimiento de soledad, vacío y ausencia. Sin embargo, el Señor no se ha ido. Él vuelve, siempre vuelve, porque siempre está. Solo escuchemos la voz de este ángel: “¿Qué miran para arriba? El Señor no los abandonará, nunca”.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 1, 1-11

En mi primer Libro, querido Teófilo, me referí a todo lo que hizo y enseñó Jesús, desde el comienzo, hasta el día en que subió al cielo, después de haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus últimas instrucciones a los Apóstoles que había elegido. Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les apareció y les habló del Reino de Dios. En una ocasión, mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: “La promesa, les dijo, que yo les he anunciado. Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días”. Los que estaban reunidos le preguntaron: “Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?”. Él les respondió: “No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra”. Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 46, 2-3. 6-9

R. El Señor asciende entre aclamaciones.

Aplaudan, todos los pueblos, aclamen al Señor con gritos de alegría; porque el Señor, el Altísimo, es temible, es el soberano de toda la tierra. R.

El Señor asciende entre aclamaciones, asciende al sonido de trompetas. Canten, canten a nuestro Dios, canten, canten a nuestro Rey. R.

El Señor es el Rey de toda la tierra, cántenle un hermoso himno. El Señor reina sobre las naciones el Señor se sienta en su trono sagrado. R.

II LECTURA

Cristo resucitado es el signo del triunfo del plan de Dios. Ya sabemos que la muerte no es “lo definitivo” ni es la última de la historia. La muerte es el paso obligado hacia el triunfo.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 1, 17- 23

Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza. Éste es el mismo poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, elevándolo por encima de todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro. Él puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la Plenitud de Aquél que llena completamente todas las cosas.
Palabra de Dios.
ALELUYA        Mt 28, 19a-20b

Aleluya. “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

 “El resucitado no abandona el mundo de los hombres, sino que, manifestándose a los discípulos, se adueña de su palabra y por ello su acción se extiende ‘a todo lugar’. Habría mucho qué decir a este propósito de la actualidad de la resurrección de Jesús y de la manera con que la fuerza divina que en ella se revela logra manifestarse a través del testimonio de los creyentes” (Jean Delorme, El evangelio según san Marcos, Ed. Verbo Divino).

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 16, 15-20

Jesús resucitado se apareció a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: Arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán”. Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA.

Conviene no separar el sentido de la cincuentena pascual y puesto que el domingo de Pascua el evangelio de Juan nos sitúa en el comienzo del acontecimiento y se cierra la celebración pascual con el texto de la efusión del Espíritu al anochecer del primer día de la semana, con lo cual la unidad del mismo se pone de relieve.

•        Seréis mis testigos

Lucas nos señala algo muy importante en el diálogo que se establece una vez que comían juntos. Ellos preguntan por la realización del Reino y Jesús les plantea el reto de ser sus testigos. Lo esencial es ser testigo de lo que ha ocurrido a partir de la Resurrección. Llamados a ser testigos del Resucitado. ¿En dónde? No hay limitación de espacio y tiempo: en toda circunstancia; en todos los ambientes; en todas las relaciones que se puedan entablar, la condición de testigo es fundamental. No se trata de hablar de lo que oí, de lo que me han contado, sino de lo que he experimentado. No es fruto de una especulación, sino de lo que ha ocurrido en mí porque El, Jesús resucitado, lo ha hecho posible. Algo absolutamente nuevo que se va descubriendo progresivamente, adquiriendo certeza interior y que tiene sus consecuencias en todos los ambientes en que el bautizado se desenvuelve.

•        Una sabiduría que viene de arriba

Pablo experimenta la novedad de la salvación. Le desborda, va más allá de lo que, como judío esperaba, está absolutamente sorprendido. Por eso sólo puede dar gracias al Padre y suplicar. El contenido de esa súplica está en función de la percepción y la comprensión del Misterio Pascual. Necesitamos la luz de lo alto y la sabiduría que viene de arriba para poner nuestra confianza, sin fisuras, en el señorío de Jesús como Mesías. No se trata sólo de percibir este señorío, sino de darnos cuenta que somos incorporados a Jesús, el cual es nuestra Cabeza y la Iglesia-nosotros, su Cuerpo. Esta unidad deviene del Misterio de la Pascua y naturalmente, conforme nos dice Juan en su Evangelio, iremos progresando en el conocimiento de esta realidad temporalmente hasta llegar a la plenitud al final de nuestra existencia temporal.

•        Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

El relato de Marcos, con la sencillez que le caracteriza, vincula la ascensión a una aparición del Resucitado de la cual se desprende la misión: id al mundo entero y proclamad el Evangelio. La misión, que como en el caso del evangelio de Juan, ocurre en una aparición, tiene como finalidad la continuación de la obra de Jesús: reconciliar, unir, restablecer la comunión entre todos mediante la invitación a acoger el Evangelio. La fe es la respuesta que se verá confirmada por medio de las señales que realizan.
La descripción de las obras que llevarán a cabo, deberán estar relacionadas con la actividad realizada por el mismo Jesús, con lo que se resalta que la actividad del discípulo no es separable de la de Jesús. No sólo hay sintonía, sino que son las mismas obras. Y cuando esto ocurre se verán confirmadas con signos. No son sólo palabras, sino una vida que refleja la del mismo Jesús.

La presencia temporal de Jesús con sus discípulos concluyó con su muerte. Ahora resucitado está presente de un modo nuevo que tendrá que ser descubierto por cada discípulo y a partir de ahí, asumir responsablemente la misión de comunicar con alegría que es verdad que el Señor ha resucitado y hace posible la comunión entre los hermanos y el crecimiento hasta la plenitud de la vida que se manifestará al final de nuestra existencia temporal.


ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: Hechos 1,1-11
Marco: Este relato lucano es la descripción más detallada y completa del acontecimiento de la Ascensión ya que la sitúa en el tiempo y en el espacio con abundancia de detalles a pesar de su brevedad. La Ascensión del Señor forma parte de kerigma cristiano, pero subrayando sobre todo el resultado final, es decir, la afirmación de que está glorificado y sentado a la derecha del Padre. Pero la realidad de la Ascensión, es decir, la exaltación-coronación plena de Jesús está presente en todos los escritos del Nuevo testamento, comenzando por los primeros que fueron las cartas a los Tesalonicenses. En los primeros pasos se afirmaba el hecho teológico de la vuelta gloriosa de Cristo en las nubes del cielo (esto suponía que había ascendido allí, siempre según la concepción del espacio que tenían los hebreos); en un segundo momento se afirma el hecho de la glorificación definitiva de Jesús; en un tercer paso se afirma que está a la derecha del Padre pero sin detalles escenográficos de cómo ocurrió; en un cuarto paso se entendió la Ascensión como el momento que Jesús, después de haber recibido plenos poderes en el cielo y en la tierra (Mateo), envía a los apóstoles a evangelizar por todo el mundo; finalmente, Lucas ofrece un relato detallado de las circunstancias que rodearon en acontecimiento valiéndose de las imágenes que le proporcionaba la escritura: nubes, cielo, ángeles, etc.
Reflexiones:
1ª) ¡Dio numerosas pruebas de que estaba vivo!
Se les presentó después de su Pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Los cuarenta días significan un tiempo adecuado para conducir a los Apóstoles al pleno convencimiento de que estaba vivo. Esta referencia a los cuarenta días refleja algunos aspectos más importantes: en primer lugar, este número significa madurez acabada; una generación; la edad que ha de tener un rabino para poder ser ordenado como tal y ejercer con plena autoridad propia. Esto significa, en el lenguaje judío utilizado aquí por Lucas, que los Apóstoles han recibido y alcanzado una madurez suficiente para ser los testigos autorizados de Jesús. En segundo lugar, indica un estilo pedagógico. Jesús les ofrece durante ese tiempo todas las pruebas que necesitan para adquirir la plena seguridad de que estaba vivo y de la identidad entre el Crucificado y el Resucitado. Lo necesitaban los que habían de anunciar al mundo el más maravilloso reflejo del poder de Dios en favor de los hombres: la vuelta a la vida para siempre.
2ª) Incomprensión de los Apóstoles y necesidad del Espíritu.
Una vez que comían juntos les recomendó: No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Ellos le rodearon preguntándole: Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel? La incomprensión de los Apóstoles, indicada frecuentemente en el relato evangélico, aparece aquí de nuevo. Estimo que hay que tomarla en toda su seriedad y gravedad. Jesús ha muerto y ha resucitado y todavía no se han disipado las antiguas concepciones mesiánicas que llevan en el corazón. Así fue la realidad y hay que asumirla tal como se produjo. ¡Cuán difícil es comprender el plan de Dios y la misión y persona de Jesús! Puede antojársenos casi inaceptable, pero la pregunta de los Apóstoles hay que tomarla en serio: Lucas no hace más que recoger lo que le ha llegado a través de la tradición apostólica. La respuesta de Jesús es que necesitan el Espíritu que les "conduzca hasta la verdad completa" y "les interprete lo que falta por venir".

3ª) Testigos de Jesús animados por el Espíritu.
Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo. El mesianismo nacional queda superado por la misión universal. Su tarea tiene como meta a todo el mundo. Cristo en la Cruz y Resurrección ha roto las fronteras, "haciendo de los dos pueblos (judíos y gentiles) un sólo pueblo nuevo! (Ef 2,13ss). Pero este proyecto y plan de Dios ha de encarnarse en la historia. Y será una conquista lenta, en la que el Espíritu por una lado y las circunstancias históricas por otro, irán madurando en la mente y actuación de los Apóstoles. De todo ello da testimonio este mismo libro de los Hechos de los Apóstoles en la continuación de todo el relato.

4ª) Sentado a la derecha del Padre.
Dicho esto, lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse. Tres aspectos es necesario subrayar: en primer lugar, el estilo literario y el lenguaje utilizado: es un lenguaje claramente apocalíptico en el que las nubes cumplen una tarea de significación teológica, es decir, que el Hijo del hombre (como escribió Daniel) vendrá sobre las nubes del cielo. Las nubes son el escabel del trono de Dios. En la Ascensión de Jesús la imagen de las nubes colocándose debajo de sus pies revela que el que ahora asciende es el Juez Universal, el Hijo del hombre que recibe del Padre todo poder en el cielo y en la tierra (Mt 28,18-20). En segundo lugar, se presentaron dos hombres vestidos de blanco. En toda descripción apocalíptica, hay una aparición de seres que proceden del otro mundo pero con la misión de transmitir un mensaje, habitualmente de revelación de nuevas verdades y realidades. Es un elemento interpretativo importante. En tercer lugar, en toda descripción apocalíptica se transmite un mensaje: "Ese mismo que ahora asciende, volverá de nuevo" para cerrar la historia y manifestarse plenamente. La Ascensión supone la plena glorificación de Jesús.

Segunda lectura: Efesios 1,17-23.

Reflexiones:
1ª) ¡Somos llamados a una gran esperanza!
El acontecimiento de la Ascensión supone la rubrica final del cumplimiento del plan de Dios en favor de los hombres. Este acontecimiento corrobora la esperanza cristiana. En el relato lucano de Ascensión leído anteriormente (Hechos 1,1ss), los mensajeros celestes invitan a los Apóstoles a no seguir mirando al cielo. Es necesario volver a Jerusalén y emprender el camino y la tarea de la evangelización, es decir, anunciar a los hombres que es posible la esperanza, "y cuál la extraordinaria grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo". La Iglesia ha de ponerse en camino, pero sabe que está acompañada por el poder de Dios. La Ascensión es la fiesta por excelencia de la esperanza cristiana.
2ª) Jesús-Cabeza de la Iglesia, sentado a la derecha del Padre.
El autor de la Carta a los Efesios contempla la Ascensión en el resultado final, sin preocuparse de la descripción de cómo sucedió. El resultado final es que Jesús "está sentado a la derecha de Dios en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación. Y todo lo puso bajos sus pies y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo". Jesús es declarado por el Padre como Rey de reyes y Señor de los señores. Es una comprensión muy sobria a nivel de narración, pero densa en su teología: la declaración de la primacía exclusiva de Jesús, es la Cabeza. San Agustín nos recuerda que precisamente por tratarse de la plena glorificación de la Cabeza, es también la glorificación anticipada de la Iglesia. Realmente llegará al final, pero ya desde ahora la Iglesia vive en la certeza de seguir los pasos de su Señor y un día también ella, miembros de la cabeza, conseguirá la plena glorificación. El camino de la Iglesia no es solamente un "via crucis", sino principalmente un "via crucis-gloriae". En la historia siente la realidad de la cruz, pero esta no es el destino final. Hoy importa subrayar esta reflexión teológica que, tomando en serio el camino, lo contempla desde el final para alentar la esperanza.

Tercera lectura: Marcos 16,15-20.

Marco: El evangelista en este final (deuterocanónico lo llaman los estudiosos, es decir una adición cuando el evangelios estaba ya terminado) recoge en síntesis la última voluntad de Jesús Resucitado para sus discípulos: el envío a todo el mundo. Cada evangelista ha entendido este gesto importantísimo de Jesús desde su comprensión del mensaje total del maestro. Así Mateo aquella expresión: se me ha dado todo poder en el cielo y en el tierra; ahora id por el mundo invitando a los hombres a la salvación. Lucas enseña lo mismo con otra situación y otras palabras. Y lo propio hace Marcos en el fragmento que proclamamos hoy: id por el mundo que os acompañará mi presencia y mi fuerza.

Reflexiones:
1ª) ¡Id al mundo entero, se han derribado las fronteras!
Se apareció Jesús a los Once, y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. Jesús resucitado se hace presente al grupo de los Once, al grupo apostólico. A esta aparición se la suele calificar como de misión. Jesús resucitado se aparecía a sus Apóstoles con dos finalidades, según creemos: para que comprobaran que era el mismo que había vivido con ellos y que había sido crucificado (pero en una situación totalmente nueva) y para enviarles a la evangelización. Era necesario que Jesús les urgiera a la misión. El desconcierto sufrido con su muerte había sido muy profundo. Por eso ahora insiste que para eso os convoqué en su día. Y el horizonte de esta misión es el mundo entero y la creación entera. Esta visión global de este texto de Marcos sugiere una relación con la primera creación. La resurrección ha restaurado el proyecto original de Dios que era la oferta de vida permanente para todos y el equilibrio en toda la creación. Pablo nos recuerda estos pensamientos en su carta a los Romanos: Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino, por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto (8,19-22). En Cristo resucitado Dios ofrece la liberación, la restauración original a toda la creación.

2ª) ¡Creer en el Evangelio es participar en la salvación!
Proclamad el Evangelio al mundo entero, el que crea se salvará. Es la oferta de Dios a los hombres: en Cristo Jesús, sólo en su Nombre, conseguirá el hombre su salvación. El kerigma proclamará que Dios no ha dado otro nombre bajo el sol que nos pueda salvar. Esta referencia constante e imprescindible al Cristo glorioso que les envía es la garantía de su trabajo misionero. El se compromete a seguir con ellos. Ahora dispone de todo poder, porque ha sido agregado por el Padre en su gobierno del mundo. Jesús mismo es el Evangelio que se ofrece a los hombres. Evangelizar significa hacer presente a Jesús, su vida, sus palabras, sus gestos y su entrega total, pero también su exaltación gloriosa a la derecha del Padre como Señor. La Ascensión de Jesús significa la garantía de su presencia permanente entre ellos y en medio del mundo.

3ª) ¡Las señales de la verdadera evangelización!
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los signos que los acompañaban. Son los signos visibles que ya acompañaron la misión de Jesús. La salvación que Dios ofrece alcanza a todos los hombres y a todo el hombre. No se trata de la salvación de las almas, sino de la salvación de los hombres. Dios lo había creado a su imagen y semejanza en su ser humano total. Y ahora la salvación, que restaura lo perdido, alcanza también a todo el hombre. La presencia del poder de Jesús es que ninguna dificultad, ningún obstáculo impedirá el avance de la tarea evangelizadora. Así como los milagros de Jesús eran signos basileicos (es decir, que apuntaban e indicaban la presencia del Reino) así también los signos de los Apóstoles son signos evangelizadores (es decir, acompañan e indican hasta donde ha der llegar la oferta de salvación). Nadie puede refugiarse en una espiritualidad desencarnada; nadie puede inhibirse de la tarea de humanización de nuestro mundo; nadie puede actuar al margen del Jesús resucitado que envía a la misión y se compromete a estar presente. Desde la derecha del Padre sigue actuando, animando, acompañando la misión con su Espíritu. Es necesario proclamar y realizar este proyecto de Dios hoy: Dios quiere la salvación de todo el hombre inmerso en todas sus circunstancias.

Reflexión final: La Fiesta de la Ascensión es la oportunidad que se ofrece al creyente para alegrarse por su Rey: Se alegra Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey (salmo). La Iglesia celebra el triunfo de su Rey, de su Cabeza, de su Amigo. Y se siente en fiesta. Pero además contempla este misterio como el gran empuje de su misión evangelizadora por el mundo, tan necesitado del Evangelio que es el único que puede dar respuesta a sus graves y acuciantes interrogantes. Y se siente renovada en su esperanza teologal que le invita a dirigir su y sus pasos hacia lo difícil y arduo pero posible porque Dios anda por en medio con su Bondad, Fidelidad y Poder. Y, en el centro, Jesús glorificado que sigue en medio de nosotros hasta el fin del mundo. (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O. P.).








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