domingo, 31 de mayo de 2015

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


“Estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”

¿Y por qué nosotros nos sentimos solos? Hoy la Iglesia celebra la solemnidad de la Santísima Trinidad y, como Madre, nos regala la comunidad. Cristo nos dijo que está con nosotros, y él no se contradice. ¿No será que nos faltan unos ojos nuevos para verlo vivo y resucitado en nuestra vida?

Un lugar donde puedes palpar su presencia viva es en un monasterio de clausura, en una comunidad de vida contemplativa. Entregados totalmente a Cristo. Nada les justifica: "sólo Dios basta". Ellos están en continuo contacto con lo divino para después poder mostrar al mundo la riqueza de este Dios que se encarna para que tú tengas vida, para ser un reflejo de su Amor.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Moisés recurre a la experiencia del pueblo para proclamar la grandeza de Dios. No se puede olvidar lo que Dios hizo por nosotros. Caminando por sus huellas podemos encontrarnos con él y su misterio.

Lectura del libro del Deuteronomio 4, 32-34. 39-40

Moisés habló al pueblo diciendo: Pregúntale al tiempo pasado, a los días que te han precedido desde que el Señor creó al hombre sobre la tierra, si de un extremo al otro del cielo sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante. ¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste tú, y pudo sobrevivir? ¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra, con milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo fuerte, y realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ti en Egipto, ante tus mismos ojos? Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios –allá arriba, en el cielo, y aquí abajo, en la tierra– y no hay otro. Observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás feliz, tú y tus hijos después de ti, y vivirás mucho tiempo en la tierra que el Señor, tu Dios, te da para siempre.
Palabra de Dios.

Salmo 32, 4-6. 9. 18-20. 22

R. ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia!

La palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. R.

La palabra del Señor hizo el cielo, y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales; porque él lo dijo, y el mundo existió, él dio una orden, y todo subsiste. R.

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.

Nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.

II LECTURA

“Este es el regalo que nos hace Jesús, poder contemplar cara a cara a Dios Padre y tratar de amistad con quien sabemos que nos ama. En esa intimidad nos mete a nosotros el Espíritu, por puro regalo. Y toda la vida es una oportunidad para aprender a decir con el corazón, con todos los hombres y la creación entera, Abbá, Padre, Madre” (“¡Abba! Padre, Madre”, CIPE; http://www.cipecar.org/es/c/?iddoc=239).

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 8, 14-17

Hermanos: Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios “¡Abbá!”, es decir, “¡Padre!”. El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.
Palabra de Dios.

ALELUYA        cf. Apoc 1, 8

Aleluya. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene. Aleluya.

EVANGELIO

El final del evangelio de Mateo es el inicio de la Iglesia y su compromiso evangelizador y sacramental. El bautismo es el signo constructor de la unidad de la humanidad misma.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 28, 16-20

Después de la Resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

Con la fiesta de la Santísima Trinidad, la Iglesia hace algo que nosotros repetimos muchas veces cuando oramos, y es terminar este ciclo de grandes fiestas litúrgicas con un “Gloria” solemne al Dios Uno y Trino. Primero vino la Navidad; después, la Pasión, Muerte y Resurrección; finalmente, el regalo del Espíritu Santo. Ante esto, la Iglesia entera responde: "Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo."

Cuando se habla de la Trinidad, estamos demasiado acostumbrados a que lo que más se subraye sea el hecho de que es un misterio, es decir, incomprensible. Y eso hace que nos desentendamos: ¡si no se puede entender, mejor no pensar en ello! Sin embargo, ¡no es así! El Papa Benedicto XVI en una de sus catequesis nos explicó que, cuando la Iglesia dice «misterio», no quiere decir "algo oscuro y difícil", sino "realidad luminosa y bella, aunque inabarcable". Nuestra propia vida, nuestras relaciones, son misteriosas, en el mismo sentido en el que Dios es misterioso.

Desde que el hombre existe sobre la tierra ha estado abierto a lo divino, a lo sagrado, a lo misterioso. Cuando la razón da un paso mayor en la Historia de los hombres, estos se empiezan a dar cuenta de que Dios tiene que ser alguien que sea capaz de explicar todas las cosas y, por lo tanto, no puede haber muchos dioses. Dios tiene que ser un 'primer principio' que explique realmente todo.

Pero hay algo que el que el 'primer principio' deja sin explicar: el amor humano. Deja sin explicar la paternidad, la maternidad o el amor esponsal. Sirve para explicar cómo nace el mundo físico, pero no sirve para explicar el amor.

Descubrir que Dios es una comunión de Personas tiene dos consecuencias enormes para la vida humana. La primera: Dios ya no es un ser solitario, Dios es un desbordar de Amor; y la Creación no es para cubrir ningún vacío de Dios, sino para comunicarse. Y la segunda: que Dios es Amor hace entender que la vida y el ideal de la vida humana es donación. Y que la persona humana es, ante todo, relación. El ideal de una sociedad constituida como una comunidad de personas que se aman sólo puede construirse sobre la Trinidad.

El rostro de Dios que nos ha revelado Jesucristo es que Dios es Amor, comunión de vida y de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y el Dios que es Amor no vive para sí: ha querido hacer partícipe de su misma vida de amor al hombre, al que crea a su imagen y semejanza. Así pues, el ser humano no es fruto del azar, sino que es creado por amor y para el amor, que tiene su fuente y su meta en el Dios Uno y Trino. Hemos de recuperar este sentido de Dios Trinidad en nuestras vidas. Porque lo importante, lo decisivo, la única y verdadera realidad es Dios y la vida en Dios, que es el Amor. Esto es lo fundamental para el cristiano, esto es lo nuclear para la Humanidad.

Puede parecer un ideal irrealizable, pero, una vez más, el Señor ha dado el primer paso. En la Eucaristía está todo el amor de Dios Trinitario que se derrama sobre cada uno y que, a su vez, nosotros debemos comunicar a los demás. Es ahí, en la cruz, donde se debe definir qué es el amor para descubrir que son inseparables el amor de Dios y el amor a los hombres. "No se trata ya, dijo Benedicto XVI, de un 'mandamiento' externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor".

Somos distintos, venimos de procedencias diversas, con nuestra particular manera de pensar, atravesando situaciones diferentes; y, sin embargo, todos estamos unidos en una unidad en torno al Señor, presente, real, con su cuerpo y alma, con su divinidad entera, en el Pan de la Eucaristía. Cristo nos atrae a sí, nos hace salir de nosotros mismos para hacer de todos nosotros uno con Él. De este modo descubrimos que la comunión con el Señor siempre es también comunión con los hermanos.

Nuestra fe no es para vivirla con miedo ni con temor, sino con alegría y esperanza, porque nos permite dirigirnos a Dios como hijos, sabiendo que de antemano somos amados, esperados y queridos por el Padre. No creemos en un Dios que se desentiende de nosotros, sino que nos acompaña, nos habla y nos escucha sobre todo aquello que nuestro corazón tiene necesidad de confiarle. Jesús nos ha comunicado su Espíritu para que nos ayude a orar y a conversar con el Padre tal como Él lo hacía. Si resulta admirable que nos podamos dirigir a Dios como Padre, no lo es menos que nos podamos sentir hijos, y aún, llenos de su mismo Espíritu.

Dios Padre, a través del Hijo y de quienes Él ha llamado a su seguimiento, inicia una nueva Humanidad con un diluvio de amor y de bondad. Todos los cristianos, llamados a hacer camino con el Hijo, escucharán y verán; creerán y dudarán, pero Él les dirá: "Id, convertid a todos los pueblos, enseñándoles todo lo que habéis aprendido de mí. Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo".

En este día de oración por la vida contemplativa recordamos nuestros monasterios, donde las hermanas se ganan el pan de cada día trabajando con sus manos. No son piezas de museo para dar lustre a nuestras viejas ciudades. El tañido de su campana nos recuerda que ahí existe siempre el regalo de una sonrisa amiga, limpia y transparente, susurros de Dios, bocanadas de aire fresco, reflejos del amor gratuito e incondicional del Señor. Su vida fraterna quiere ser, aunque pobre y humildemente, profecía y anticipo de la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo hacia la que nos encaminamos.

ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: Dt 4,32-34. 39-40

Nota previa: El enfoque que la historia de la salvación nos ofrece es que Dios (Uno y Trino) se vuelca en la salvación de los hombres. Convendría recalcar este sentido dinámico ("ad extra" que supone la realidad "ad intra") de la presentación de la Trinidad.

Marco: El fragmento pertenece al primer discurso pronunciado por Moisés (Dt 4,1-4,43). La gran preocupación de los teólogos-predicadores deuteronomistas, que ponen en boca de Moisés este discurso, fue la insistencia en que sólo hay un Dios, un pueblo, una elección, un templo, una esperanza. La raíz es la proclamación firme del monoteísmo: sólo hay un Dios y Señor.

Reflexiones:

1ª) ¡Israel tiene profundas raíces!

Habló Moisés al pueblo y dijo: Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra. La fe en un solo y único Dios volcado en la salvación de los hombres es una conquista armónica y lentamente entretejida de revelación del Espíritu y maduración histórica. Los Profetas alertaban y denunciaban el peligro de la idolatría. Aceptar y reconocer un solo Dios llevaba consigo el compromiso de realizar y vivir su alianza (las diez cláusulas de la alianza = los diez mandamientos). El contacto con los pueblos vecinos ponía a prueba diariamente la pureza de la fe monoteísta (Dios no puede ser representado en imágenes visibles). Su Dios le liberó de Egipto, pactó con él una alianza. En el culto al único Dios Israel podía y debía encontrar la fuente de la auténtica libertad y sentido de su vida. Una advertencia para nuestro caminar: la Iglesia, heredera de Israel en la fe monoteísta, debe seguir caminando en la fe en un sólo Dios que puede verse amenazada no por la idolatría, sino por otros elementos que cuestionan esa fe en un Dios Salvador que Jesús nos ha revelado como Padre.

2ª) ¡Israel es un pueblo privilegiado!

¿Hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego y haya sobrevivido? ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación... como Dios hizo con vosotros en Egipto? El Dios de Israel, trascendente, entra en la historia para vivir en comunión cercana con su pueblo. Esta es una de las convicciones más preciadas de la verdadera religión de Israel. La iniciativa la toma Dios mismo. Aunque es trascendente, el Dios verdadero no es un ser lejano. La religión de Israel es una religión histórica porque Dios se hace presente y lo dirige en la historia. La historia de la salvación intenta una y otra vez acoger esta revelación absolutamente gratuita como un don y una garantía de presencia. Dios está ahí, no alejado del hombre, sino al lado de su mejor criatura que es su imagen y semejanza. Y Dios quiso hacerlo con el pueblo más pequeño y más pobre en recursos culturales y poder humano. Lo ha elegido como signo de salvación para todo el mundo. Un Dios que se interesa por nosotros. ¡Así es nuestro Dios! Más tarde, en la plenitud de los tiempos, se realizará la cercanía jamás soñada: que ese Dios se haría hombre verdadero y vivirá entre los pobres de modo preferente, aunque no exclusivo: porque es el Salvador universal y para todos.

3ª) ¡El Señor es el único Dios en cielo y tierra!

Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro. La unicidad de Dios la descubre Israel como un don y como conquista laboriosa y dolorosa. Esta es la grandeza de la revelación del AT que culmina en el Nuevo. Aquella etapa pedagógica nos enseña el proceso de la revelación de la acción de Dios y de las dificultades por parte del hombre para llegar a esta convicción. Por el bien del hombre ("por su salvación", dirá la Dei Verbum) Dios se manifiesta como el único punto de referencia para que el hombre adquiera su plena humanización, ya que fue creado a su imagen y semejanza y sólo en la adhesión y confesión del único Dios puede llegar a la comprensión del sentido de su auténtica existencia humana. Esta referencia al único Dios garantiza su realización como criatura libre. Este mensaje de la unicidad de Dios tiene consecuencias irrenunciables para la convivencia entre los hombres y las naciones. Babel, rechazo del único Dios por el hombre, tuvo como resultado el enfrentamiento, la división, la insolidaridad y la guerra que atenaza permanentemente a la humanidad. Volver la mirada al único Dios (historia de Abraham) supone reemprender el camino de la unidad y la solidaridad entre todos los hombres. La aceptación de un sólo Dios repercute en el comportamiento ético: Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos, después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor tu Dios te da para siempre.

Segunda lectura: Romanos 8,14-17.

Marco: Todo el capítulo 8 de esta carta se centra en la vida del creyente guiado por el Espíritu. En este capítulo trata de responder a los graves interrogantes que suscita el nuevo ser cristiano injerto en un ser humano, desarrollando la acción del Espíritu en el hombre creyente: el Espíritu se hace presente como principio vivificante; nos abre las puertas a la esperanza de la gloria futura y nos garantiza en la intimidad del corazón que somos hijos de Dios.

Reflexiones.

1ª) ¡Somos hijos de Dios guiados por el Espíritu!

Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Es un privilegio de la revelación neotestamentaria, todavía de una manera embrionaria, la afirmación de un solo Dios y a la vez tres Personas. El Nuevo Testamento nos enseña que hay un Dios que en su acción liberadora se manifiesta como tres que actúan armónicamente en favor del hombre. En este fragmento de la carta a los Romanos se asigna al Espíritu una tarea que ya la había realizado, en cierto modo, con Jesús mismo ya que toda su vida fue acompañada por la acción del Espíritu. El relato del Bautismo es especialmente iluminador: después de la consagración de Jesús como Mesías y Siervo de Dios por la unción del Espíritu afirman los evangelistas que fue conducido al desierto por el Espíritu. El Apóstol Pablo nos recuerda que quien se deja guiar por el Espíritu es verdaderamente hijo de Dios que ha de seguir los pasos del Hijo. El Espíritu guía firme y suavemente el camino de los discípulos de Jesús como lo hizo con el Maestro.

2ª) ¡El Espíritu nos certifica de nuestra libertad de hijos de Dios!

Habéis recibido no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos. La realidad más profunda que Jesús nos ha conseguido con su vida y su entrega hasta la muerte es la de ser hijos de Dios y hermanos unos de otros. El hombre es imagen de Dios por la creación, pero es hijo de Dios por la redención. El Espíritu Santo es el encargado por el Padre para mantener la conciencia de los creyentes en Jesús despierta. El Apóstol afirma que esta experiencia de Dios como Padre conseguida por el Hijo y reafirmada constantemente por el Espíritu es una experiencia de libertad. San Juan nos recuerda en su evangelio: Si os mantenéis fieles a mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres... Todo el que comete pecado es esclavo del pecado. Y el esclavo no forma parte de la familia de modo permanente; el hijo, por el contrario, es siempre miembro de la familia. Por eso, si el Hijo os da la libertad, seréis verdaderamente libres (Juan 8,31-36). El Espíritu ha recibido el encargo de parte del Padre de mantener en la conciencia de los creyentes viva y operante esta libertad de los hijos que el Hijo nos consiguió por su muerte y resurrección.

3ª) ¡Dios es nuestro Abbá = Papá y nosotros herederos!

El Espíritu nos hace clamar: ¡Abbá! (Papá). Sabemos que Jesús se dirigía siempre a su Padre invocándole como Abbá. Mc ha conservado la invocación en su lengua original (arameo) en el relato de la oración de Getsemaní (Mc 14,36: Abbá, Padre) y con lo que estamos seguros que Jesús llamaba a su Padre con el término ternísimo de Abbá. Y lo verdaderamente revelador es que Jesús asocia a sus discípulos en esta forma de dirigirse al Padre cuando les enseñó el Padrenuestro. Y ahora el Espíritu es el encargado de mantener suave pero firmemente en esta convicción profunda del creyente en su conciencia. Sólo porque Jesús nos lo enseñó y porque el Espíritu se hace presente en el corazón de sus discípulos podemos dirigirnos así a Dios. La cercanía de Dios ha llegado a la más alta cima posible para el hombre. Y los hijos son coherederos con pleno derecho de los bienes del Padre a través del Hijo que es el heredero por naturaleza: Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y si somos hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo. El Espíritu garantiza con su acción suave y firme que la herencia prometida está plenamente asegurada (nos adelanta las "arras": para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna (Tt 3,7). La esperanza pone en acción todas las virtudes asociadas a ella: fortaleza, paciencia, longanimidad, perseverancia, constancia, aguante, cuyo resultado es la garantía que da sentido a este camino.

Evangelio: Mateo 28,16-20.

Marco: Jesús ha recibido del Padre todo poder en el cielo y en la tierra, es decir, por la Exaltación de Jesús a la derecha del Padre se han roto definitivamente todas las fronteras y todas las barreras de los hombres entre sí y de los hombres y Dios. El envío a la misión universal: ahora ya es posible la evangelización a todas las gentes. La invitación a la fe y al bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. La garantía de la presencia de Jesús.

Reflexiones:

1ª) ¡Cristo glorioso derriba todos los muros y barreras de separación!

Jesús les dijo: se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. El relato mateano revela el proceso hasta llegar a la apertura total al mundo que es el proyecto del Padre y que garantizará el Espíritu. Al comenzar el relato, Mateo indica con especial cuidado que Jesús es el hijo de David, de Abraham. Sabemos que Abraham es el padre y origen del pueblo elegido. Jesús se enraíza en el judaísmo. Hay que recordar brevemente, para comprender el final, que el judaísmo se cerró cada vez más en sus propias prácticas e instituciones. Sobre todo después del Exilio de Babilonia, al verse amenazada su identidad. Pero sus posiciones desbordaron todos los límites previstos por la misma Escritura. En esta situación la apertura a los paganos era casi imposible. Pues bien, tras la muerte-resurrección de Jesús que, en frase de Pablo, ha derribado todos los muros de separación (Ef 2,13ss) se ha realizado aquella promesa hecha a Abraham (Gn 12,1ss) de ser una bendición para todos los pueblos. El pleno poder que Jesús recibe del Padre está orientado a la salvación del hombre, a realizar en la historia aquella promesa antigua hecha a Abraham.

2ª) El envío a la misión universal a todos los hombres

Id y haced discípulos de todos los pueblos. Ahora es posible la misión universal. Esta misión estará presidida y acompañada por los Tres. El Padre ha enviado al Hijo al mundo para que el mundo participe y experimente la salvación: Tanto amó Dios al mundo, que le envió a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Pues no envió Dios a su Hijo para dictar sentencia de condenación contra el mundo, sino para que por medio de él se salve el mundo (Jn 3,16-17). La misión apostólica hunde sus raíces en la misión del Hijo por el Padre y tiene como tarea hacer presente hasta los últimos rincones del mundo y hasta lo más hondo del corazón del hombre la conciencia de que todo es fruto del amor de Dios. El Hijo envía de junto al Padre al Espíritu para que haga posible la plena reconciliación de los hombres con su Dios-Padre, es decir, la nueva creación: Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros. Sopló sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar (Jn 20, 20ss). Los dos evangelistas (Mateo y Juan) nos enseñan en qué consiste la misión y a quiénes son enviados los Apóstoles: para anunciar la Buena Noticia de la nueva creación realizada por Cristo y actualizada por el Espíritu a todos los hombres sin excepción. ¡La Trinidad siempre volcada en favor de los hombres!

3ª) ¡El bautismo en nombre de la Trinidad es la puerta del Reino para todos los hombres!

Bautizadlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñadles a guardar todo lo que os he mandado. El bautismo es un sello firme e imborrable de la presencia, comunión y actuación de los Tres en favor del hombre. Bautizar en su nombre significa que somos propiedad de los Tres (en la Biblia el nombre representa a la persona). El bautismo nos introduce en la vida e intimidad de los Tres. Pero una vez más se nos advierte cómo hacer fecunda esa generosidad gratuita de Dios: cumplir cuanto a él le grada que se manifiesta plásticamente nuestra pertenencia a El y es la garantía de nuestra auténtica libertad y responsabilidad de hijos. En ese Dios uno y trino somos recreados para pertenecer a su propia familia. Por tanto, obedecer a los Tres y realizar su voluntad (mandamientos) nos conduce por los caminos de la verdadera libertad. Es necesario que toda nuestra vida esté real y vitalmente sellada, animada y presidida por la presencia y actuación de los Tres. Y esta presencia es inalterable y definitiva: Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Así se cierra el relato evangélico de Mateo (28,20). (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O.P.).









domingo, 24 de mayo de 2015

PENTECOSTÉS 2015


Propio del ser humano es dirigir su vida de forma consciente, libre y autodeterminativa, viviendo no como una isla, sino formando comunidades de diversa índole, hasta sentirse unido a todos los hombres en una globalización solidaria. El Espíritu Santo, viene a habitar en nosotros como dador de fortaleza divina, santificador y revelador de la intimidad divina. Así nos va llevando a la adultez y consumación cristiana en la comunión con los otros cristianos y en la interrelación con todos los hombres y culturas.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

 “Aquella efusión, si bien extraordinaria, no permaneció única y limitada a aquel momento, sino que es un evento que se ha renovado y se renueva todavía. Cristo glorificado a la derecha del Padre continúa realizando su promesa, enviando sobre la Iglesia el Espíritu vivificante, que nos enseña, nos recuerda, nos hace hablar” (Papa Francisco, homilía de Pentecostés del 8/6/2014).

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 1-11

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: “¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 103, 1ab. 24ac. 29b-31. 34

R. Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.

Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡La tierra está llena de tus criaturas! R.

Si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. R.

¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras! Que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor. R.

II LECTURA

Construir la Iglesia desde los dones recibidos es considerar que la comunidad es más importante que la propia comodidad y bienestar. Poner en común lo que se es y lo que se tiene constituye un gran signo de generosidad, porque significa que entendemos que no vivimos solos y que todos necesitamos de los demás.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 3b-7. 12-13

Hermanos: Nadie puede decir: “Jesús es el Señor”, si no está impulsado por el Espíritu Santo. Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo –judíos y griegos, esclavos y hombres libres– y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
Palabra de Dios.

SECUENCIA  

Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz.
Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz.
Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma, suave alivio de los hombres.
Tú eres descanso en el trabajo, templanza de las pasiones, alegría en nuestro llanto.
Penetra con tu santa luz en lo más íntimo del corazón de tus fieles.
Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente.
Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, sana nuestras heridas.
Suaviza nuestra dureza, elimina con tu calor nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos.
Concede a tus fieles, que confían en ti, tus siete dones sagrados.
Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría.

ALELUYA      

Aleluya. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Aleluya.

EVANGELIO

 “Hubo una nueva inteligencia en la conciencia de los apóstoles, simples hombres, cobardes, escondidos por el miedo a la persecución, cuando recibieron este espíritu de Cristo –ya que el evangelio de san Juan quiere unir en un solo acto de Cristo su resurrección y su Pentecostés porque las dos fiestas separadas por 50 días en nuestro Año litúrgico no son más que una sola realidad–. Esto es la glorificación de Cristo, es el hombre-Dios que está convertido en un Creador, para crear de aquellos apóstoles el origen de una nueva creación” (Mons. Romero, homilía del 14/5/1978).

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-23

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

De repente resonó un ruido del cielo, como un viento recio: el Espíritu de la fortaleza divina

La “carne” en la Biblia significa a veces lo débil, lo flojo. En contraposición, el “espíritu” significa lo fuerte, lo dinámico. Así, Jesús nos enseña que “el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mt 26,42). A nosotros aquí nos interesa ver la personalidad del Espíritu Santo. Es en el Nuevo Testamento donde es revelada plenamente. Pero dicha revelación fue precedida en el Antiguo por una realidad polifacética a la que denominaron ruah. Uno de los significados de esta palabra es la de viento. El viento implica muchas veces la fuerza. Así lo proclaman Moisés y los israelitas al ver el exterminio del ejército del Faraón: “Al soplo de tu nariz se amontonaron las aguas, las corrientes se alzaron como un dique, las olas se cuajaron en el mar. Sopló tu aliento y los cubrió el mar” (Ex15,8.10) . Con la fuerza del espíritu de Dios infundido en Sansón, éste “despedazó un león como se despedaza un cabrito” (Jue 14,6). En el Misterio de Pentecostés el Espíritu Santo se manifiesta en la fuerza de “un viento recio”. Los discípulos se habían recogido en el Cenáculo atemorizados, presos de miedo. Al recibir el Espíritu Santo su miedo se cambia en fortaleza que da testimonio del Señor. El mismo Señor había anunciado a los discípulos: El Espíritu que os enviaré desde el Padre “dará testimonio de mí y también vosotros daréis testimonio”, como vemos en el evangelio de hoy. Nosotros lo hemos recibido en el bautismo y, más aún, en la confirmación. La fortaleza recibida de él nos impulsa a vencer todo miedo y a dar testimonio de Jesucristo con la misma valentía de los apóstoles.

Anden según el Espíritu: el Espíritu santificador

Dirigiéndose a los Gálatas, san Pablo nos habla en la segunda lectura de otro efecto que produce la acogida de la acción del Espíritu en nosotros: la transformación del hombre que es llevado por la “carne” en hombre regenerado. “Carne” aquí significa el hombre que se deja dominar por los impulsos desordenados que existen en el ser humano, “caído” desde el pecado de los primeros padres. El Espíritu y la “carne” son dos realidades contrapuestas, pero no del mismo nivel: el Espíritu es superior a la “carne” y con su acción transforma al “hombre caído” en hombre regenerado, santificado, “espiritualizado”, del que brotan los frutos de la caridad, la paz, el dominio de sí. En el fondo, es la misma enseñanza que nos presenta san Juan en el diálogo de Jesús con Nicodemo: “el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu” (Jn 3.5-6). Aquí “carne” significa el simple hombre: lo que nace de un hombre es sólo hombre, no un hombre que está animado y transformado por la actuación del Espíritu. Lo mismo encontramos en la Epístola a Tito al hablarnos del “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, que (el Padre) derramó con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos, en esperanza, herederos de vida eterna (Tit 3,5-7).

El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena: el Espíritu consumador

El Espíritu Santo, al actuar en nosotros, no se contenta con medias tintas, sino que, como leemos en el evangelio de hoy, progresivamente nos va llevando “hasta la verdad plena”, es decir, a la comprensión y vivencia perfecta del misterio de Jesucristo, encarnándolo en nuestra vida personal y en la historia del mundo, en la pluralidad de culturas de nuestro mundo. Va llevando los hombres a una comunión o compenetración que se realiza en diversos niveles. No en vano desea san Pablo a los corintios que “la comunión del Espíritu Santo” esté con todos ellos (II Cor 13,13). El Espíritu Santo consuma la vida y obra del mismo Jesucristo (= Jesús el Ungido), consuma la vida cristiana de cada uno de nosotros, sus discípulos, consuma el Misterio de la Iglesia en sí misma y en su misión evangelizadora y consuma los no cristianos que se dejan guiar por su voz, que resuena en la conciencia, la cual, como nos dice el concilio Vaticano II es “el sagrario del hombre” (GS 16), aunque éste a veces no sea consciente de ello. Respecto a los cristianos, san Pablo nos enseña que el Espíritu Santo habita en nosotros, pasando así a ser su templo (cf. I Cor 3,16; 6,19). Como Maestro Interior, toma la iniciativa en nuestras vidas, nos conduce por medio de sus “dones” y con su unción nos enseña acerca de todas las cosas (cf. I Jn 2,27), llevándonos sucesivamente “hasta la verdad plena”.



ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: Hechos 2,1-11.

Nota: Para valorar adecuadamente la Fiesta de Pentecostés hay que recordar algunos elementos importantes que ayuden a centrar la atención.

1) Esta fiesta judía actualizaba litúrgicamente dos cosas distintas: originalmente se la llamada Fiesta de la Siega porque se ofrecían a Dios las primeras gavillas de la nueva cosecha y se le daban gracias por los frutos de la tierra (también se llamaba Fiesta de las Semanas, porque se celebraba siete semanas después de Pascua, de ahí Pentecostés: quincuagésimo día). Luego se la espiritualizó y se celebraba en ella la estipulación y promulgación de la Alianza en el Sinaí entre Dios (Soberano) y su pueblo (vasallo).

2) Breve historia de la actuación del Espíritu: está presente en la creación haciendo visible como Fuerza y Dinamismo; el Espíritu dirige las grandes gestas de la salvación (suscitando y animando a los dirigentes carismáticos); el Espíritu prepara y acompaña a los profetas en su misión; el Espíritu (en Exilio y después del Exilio de Babilonia) se entiende como una gran promesa de futuro.

En todo este proceso de sus intervenciones el Espíritu de Yahvé (todavía no se le llama Santo) se hace presente de forma intermitente, temporal y sólo para los dirigentes del pueblo (gobernantes y profetas). Pero en la etapa central de la salvación, cuando Dios realice su plan (en Cristo) se promete el don del Espíritu para el Mesías (Gobernante y Profeta ideal) para toda la comunidad, para cada uno de los miembros de la comunidad y una posesión permanente.

Esto nos permitirá entender mejor los textos que a continuación vamos a escuchar, proclamar e interpretar para el pueblo de Dios que hoy está presente y sigue siendo levadura en el mundo y sigue necesitando urgentemente de la renovación profunda que proporciona el Espíritu.

Marco: El relato de Pentecostés.
Reflexiones:
1ª) ¡Todos unánimes y en oración!

Todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés, con María la Madre de Jesús. En el capítulo anterior de este mismo libro, Lucas nos recuerda que estaban todos juntos, unánimes, en oración con María la Madre Jesús y sus hermanos. María, Madre de la Iglesia, estaba presente. Era necesaria su presencia en la ausencia de su Hijo. Como sigue siendo necesaria hoy en medio de la Iglesia. Jesús les había mandado que no se alejasen de Jerusalén, que esperasen allí la Promesa del Padre, es decir, al Espíritu Santo y así lo han cumplido. Pero el autor subraya explícita y enfáticamente que estaban juntos, unánimes. En armonía completa. El autor de Hechos se complace en insistir en la actitud de armonía que reinaba en la primera comunidad cristiana. Y lo propone como modelo para toda comunidad cristiana. Esta misma actitud la retrotrae hasta los días de preparación para la recepción del Espíritu. Juntos han experimentado que Jesús está vivo y juntos esperan la venida del Espíritu que sellará definitivamente la obra salvadora. A Lucas le gusta recordar que la venida del Espíritu Santo acontece cuando están juntos y en oración (Hechos 4 y 13). Es el clima apropiado para recibir el Don del Padre. En la oración se recibe al Espíritu y en la oración se renueva constantemente su presencia.

2ª) La fuerza del Espíritu.
De repente un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. En el desarrollo del pensamiento sobre el Espíritu en la historia de la salvación se puede verificar que allá en los orígenes de esa reflexión aparece el viento tempestuoso y huracanado como manifestación del poder y de la soberanía de Dios. Es el punto de partida. Más adelante se descubrió en el respirar de los seres vivos como manifestación de la vida. En este momento se recuerda aquellas primeras manifestaciones para indicar que el acontecimiento entra dentro de los planes de la manifestación del poder soberano de Dios. El Espíritu todo lo penetra y todo lo llena con su presencia. Lucas ha utilizado el lenguaje que le ofrece la tradición bíblica y dentro de ella hay que comprender lo que quiere decir. El Espíritu es inasible, desborda todo intento de querer encuadrarlo, poseerlo o dominarlo. Es soberano y dinámico. Es pura fuerza y actividad con firmeza pero suavidad a la vez.

3ª) ¡El Espíritu, Don escatológico!
Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo. Para la comprensión de esta acción del Espíritu es también necesario recordar su modo de actuación en la historia de la salvación. En el Antiguo Testamento, cuando se quiere expresar esta actuación, se le contempla en tres líneas fundamentales: de salvación o testimonio, profética, y promesa escatológica. En primer lugar, la línea de actuación de la salvación manifiesta su poder en aquellos que fueron elegidos para llevar adelante la salvación del pueblo de Dios. El Espíritu actúa en ellos pero no de modo permanente y sólo como representantes del pueblo. En segundo lugar, el Espíritu actúa en los profetas para prepararles a la misión y para que pudieran realizarla superando todas las dificultades y contradicciones. En tercer lugar, el Espíritu aparece como la gran promesa escatológica (Isaías, Ezequiel y Joel), es decir, como un don para el final de los tiempos. Esta promesa se concretiza en tres grupos de personas: en el Mesías, en toda la comunidad y en cada uno de sus miembros, en todos ellos estará de manera permanente. Así se comprende mejor la afirmación de Lucas todos quedaron llenos del Espíritu Santo y unas lenguas como llamaradas que se posaban sobre cada uno de ellos. Se cumple la segunda y tercera parte de la gran promesa. La primera se había cumplido en Jesús desde su concepción (el Espíritu Santo vendrá sobre ti, Lc 1,35).

4ª) El Espíritu que empuja a la evangelización
Empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería... cada uno le oía hablar en su propio idioma... cada uno les oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua. Este milagro del Espíritu está más en los oídos de los oyentes que en los labios de los Apóstoles (glosolalia). La finalidad de este fenómeno está en relación con la enumeración de los pueblos que se encuentran representados en Jerusalén. Se trata de una lista que incluye la totalidad de los pueblos entonces conocidos. Pues bien, Lucas quiere hacer notar sutilmente que se restaura la comunión rota en Babel y que esta comunión entre los pueblos se llevará a cabo por la evangelización impulsada por el Espíritu. Cuando se anuncia el Evangelio en cualquier parte del mundo se está rubricando este don del Espíritu.

Segunda lectura: 1 Corintios 12,3b-7.12-13.

Marco: El fragmento pertenece a un conjunto donde Pablo intenta salir al paso de los excesos que se producen en Corinto por el mal uso de los carismas. Con esta ocasión, el Apóstol escribe para clarificar la finalidad y el valor de los carismas en la Iglesia. El ambiente polémico es la ocasión para afirmar algo importante para la Iglesia de todos los tiempos.
Reflexiones:
1ª) El Espíritu al servicio de la fe cristológica.
Nadie puede decir "Jesús es Señor", si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Esta tarea del Espíritu es fundamental para la Iglesia. El Espíritu es el continuador de la obra de Jesús, el que había de facilitar la comprensión de la identidad de Jesús y el sentido profundo de sus palabras. Pues bien, el Apóstol Pablo recuerda en este fragmento que la confesión pública (reconocer a Jesús como Señor) sólo es posible en el Espíritu Santo. Tanto en la confesión solemne ante los tribunales como en el testimonio el mismo Espíritu Santo es quien acompaña y empuja a los creyentes a realizar este acto de fe. Sólo con y en el Espíritu Santo es posible realizar esta confesión. La expresión no significa una simple jaculatoria. Es algo más amplio y más profundo.
2ª) Diversidad de dones para un mismo bien común
Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu...En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. El Espíritu es soberano para distribuir los carismas y los dones para el bien de la Iglesia. Acoger esta diversidad de dones es acoger la acción providente del Espíritu. En la primera Iglesia como en la actual abundan los dones. Todos los carismas, con su distinta función y misión, proceden del mismo Espíritu. Pero Pablo nos advierte severamente, apoyado en la experiencia dolorosa de su querida comunidad de Corinto, que nadie se arrogue carismas que no ha recibido, que nadie se vanagloríe de su carisma como si le fuera concedido por méritos propios. Y que nadie los utilice para crear división. Todo ello estaría fuera del proyecto del Espíritu cuando concede los carismas. Estos carismas manifiestan la diversidad para conseguir la comunión y la unidad.
3ª) El Espíritu rompe separaciones y nos hermana a todos
Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. El nuevo título de la pertenencia al pueblo de Dios ya no es la sangre heredada, sino el bautismo. Este sacramento de regeneración hermana a todos los pueblos que aceptan el mensaje, porque es un nuevo nacimiento en el Espíritu y, por tanto, se establecen nuevas relaciones. Por eso el bautismo en un mismo Espíritu anula y hace desaparecer las diferencias antiguas. Todos formamos un mismo cuerpo. Pentecostés nos invita de diversas maneras a abrir fronteras y ensanchar horizontes.

Tercera lectura: Juan 20,19-23.

Marco: Forma parte del conjunto de las apariciones del Resucitado. Es la versión joánica de una aparición de misión del resucitado. Cada evangelista lo ha entendido de modo diferente según su reflexión teológica y las necesidades de sus comunidades (véase Mt 28, 16ss; Mc 16,9ss; Lc 24, 36ss).
Reflexiones:
1ª) ¡Reconocimiento de que está vivo!
Les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Como el Padre me ha enviado así os envío yo a vosotros. En la escuela joánica se insiste de modo particular en la misión. El Padre envía al Hijo al mundo para salvarlo y no para condenarlo. El Padre y el Hijo envían al Espíritu, y juntos a los Apóstoles. La cadena de la misión se prolonga hasta la vuelta del Señor Glorioso al final de los tiempos. Este carácter teológico de la misión se traduce en un sentido misionero profundo que invade el Evangelio. Y que invita a la Iglesia de nuestro momento histórico a tomar en serio la misión para hacer presente aquella cadena que comenzando en el Padre terminará en El al final de los tiempos
2ª) El Espíritu realiza la nueva creación
Jesús les dijo: Paz a vosotros. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos. Aliento y viento se expresan en hebreo con el mismo término ("Ruaj"= "Espíritu"-viento). Es necesario observar algunos detalles para la comprensión del fragmento: a) Jesús es el transmisor del Espíritu; se ha cumplido la era mesiánica y Jesús, verdadero Mesías, dispone del Espíritu recibido del Padre y lo entrega a sus discípulos. b) El verbo "exhalar" remite a dos momentos importantes en el pan del Dios creador y salvador: la creación del hombre (Gn 2,7): Dios sopla en las narices de la imagen elaborada con la arcilla y se convierte en un ser vivo y a la visión de los huesos secos que vuelven a la vida (Ez 37). Los huesos secos representan a la casa de Israel que ha perdido su esperanza. De nuevo aparece el Espíritu y de nuevo la misma expresión verbal "soplar". Este acontecimiento histórico, pasa a ser símbolo de la nueva creación por obra del Espíritu. Estos datos precedentes nos ayudan a valorar las expresiones de Juan cuando nos transmite que Jesús resucitado se hace presente entre sus discípulos, "sopla" su aliento sobre ellos y les entrega el Espíritu. Nos permite comprender que se trata del Espíritu Creador que va a llevar adelante la nueva creación.
3ª) Nueva creación y perdón de los pecados
Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. El pecado es el que malogró, en el paraíso, el proyecto de Dios sobre el hombre. El Espíritu Santo, llevando adelante su actividad de perdonar los pecados a través de los Apóstoles y de la Iglesia, hará presente en el mundo la nueva creación; manifestará en el mundo el verdadero proyecto de Dios. El pecado no está en la textura original del hombre. Por eso podemos afirmar que el pecado no es humano, es decir, no entra en el proyecto original de hombre. Y por eso se puede decir que Jesús no lo pudo tener como hombre (porque como Dios le repugnaba frontalmente, aun cuando fue igual a nosotros en todo). Con la reconciliación universal, obra de la Muerte-Resurrección de Jesús y que se actualiza siempre por el Espíritu Santo, aparece de nuevo cuál fue el sentido del hombre cuando salió de las manos del creador. Pentecostés recuerda la presencia de una fuerza renovadora y vivificadora en nuestro mundo. Hoy más que nunca necesitamos de la experiencia del Espíritu que con sus dones y sus frutos empuja a la humanidad a un nuevo proceso de humanización y de renovación del respeto por la persona humana, por toda persona humana. Y una fuerza renovadora para toda la Iglesia que es enviada en servicio salvador a este mundo. (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O. P.)











domingo, 17 de mayo de 2015

ASCENSIÓN DEL SEÑOR


La cincuentena pascual nos permite centrar la atención en el Misterio de la Muerte y Resurrección de Jesús rompiendo con la visión cronológica (cuarenta y cincuenta días), para fijarnos en la Unidad del Misterio de la Pascua como acontecimiento indivisible, que supera las categorías temporales y nos sitúa en una dimensión nueva.

No estamos realmente ante un calendario festivo, sino ante un acontecimiento que revela tres aspectos de la Pascua, ocurridos el mismo día, como expresa Juan en su Evangelio: Jesús resucitado sube al Padre y derrama el Espíritu sobre los suyos. Así lo había anunciado y cumple su promesa. Hoy celebramos el segundo aspecto del misterio pascual: la Ascensión.

Parece que conviene no romper el sentido unitario de la Pascua aunque por pedagogía separemos los aspectos, la intención es ahondar más y mejor en el Misterio de la Muerte y Resurrección De este modo podremos descubrir mejor cómo se llena de sentido nuestra vida y cómo somos unidos a la Misión de Jesús a favor de toda la humanidad.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

La ascensión del Señor es como una gran parábola de nuestra vida. Quizás nos quedemos mirando hacia “el cielo”, en aquellos momentos en que nos parece que el Señor nos ha dejado y solo nos queda un sentimiento de soledad, vacío y ausencia. Sin embargo, el Señor no se ha ido. Él vuelve, siempre vuelve, porque siempre está. Solo escuchemos la voz de este ángel: “¿Qué miran para arriba? El Señor no los abandonará, nunca”.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 1, 1-11

En mi primer Libro, querido Teófilo, me referí a todo lo que hizo y enseñó Jesús, desde el comienzo, hasta el día en que subió al cielo, después de haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus últimas instrucciones a los Apóstoles que había elegido. Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les apareció y les habló del Reino de Dios. En una ocasión, mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: “La promesa, les dijo, que yo les he anunciado. Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días”. Los que estaban reunidos le preguntaron: “Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?”. Él les respondió: “No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra”. Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 46, 2-3. 6-9

R. El Señor asciende entre aclamaciones.

Aplaudan, todos los pueblos, aclamen al Señor con gritos de alegría; porque el Señor, el Altísimo, es temible, es el soberano de toda la tierra. R.

El Señor asciende entre aclamaciones, asciende al sonido de trompetas. Canten, canten a nuestro Dios, canten, canten a nuestro Rey. R.

El Señor es el Rey de toda la tierra, cántenle un hermoso himno. El Señor reina sobre las naciones el Señor se sienta en su trono sagrado. R.

II LECTURA

Cristo resucitado es el signo del triunfo del plan de Dios. Ya sabemos que la muerte no es “lo definitivo” ni es la última de la historia. La muerte es el paso obligado hacia el triunfo.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 1, 17- 23

Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza. Éste es el mismo poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, elevándolo por encima de todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro. Él puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la Plenitud de Aquél que llena completamente todas las cosas.
Palabra de Dios.
ALELUYA        Mt 28, 19a-20b

Aleluya. “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

 “El resucitado no abandona el mundo de los hombres, sino que, manifestándose a los discípulos, se adueña de su palabra y por ello su acción se extiende ‘a todo lugar’. Habría mucho qué decir a este propósito de la actualidad de la resurrección de Jesús y de la manera con que la fuerza divina que en ella se revela logra manifestarse a través del testimonio de los creyentes” (Jean Delorme, El evangelio según san Marcos, Ed. Verbo Divino).

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 16, 15-20

Jesús resucitado se apareció a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: Arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán”. Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA.

Conviene no separar el sentido de la cincuentena pascual y puesto que el domingo de Pascua el evangelio de Juan nos sitúa en el comienzo del acontecimiento y se cierra la celebración pascual con el texto de la efusión del Espíritu al anochecer del primer día de la semana, con lo cual la unidad del mismo se pone de relieve.

•        Seréis mis testigos

Lucas nos señala algo muy importante en el diálogo que se establece una vez que comían juntos. Ellos preguntan por la realización del Reino y Jesús les plantea el reto de ser sus testigos. Lo esencial es ser testigo de lo que ha ocurrido a partir de la Resurrección. Llamados a ser testigos del Resucitado. ¿En dónde? No hay limitación de espacio y tiempo: en toda circunstancia; en todos los ambientes; en todas las relaciones que se puedan entablar, la condición de testigo es fundamental. No se trata de hablar de lo que oí, de lo que me han contado, sino de lo que he experimentado. No es fruto de una especulación, sino de lo que ha ocurrido en mí porque El, Jesús resucitado, lo ha hecho posible. Algo absolutamente nuevo que se va descubriendo progresivamente, adquiriendo certeza interior y que tiene sus consecuencias en todos los ambientes en que el bautizado se desenvuelve.

•        Una sabiduría que viene de arriba

Pablo experimenta la novedad de la salvación. Le desborda, va más allá de lo que, como judío esperaba, está absolutamente sorprendido. Por eso sólo puede dar gracias al Padre y suplicar. El contenido de esa súplica está en función de la percepción y la comprensión del Misterio Pascual. Necesitamos la luz de lo alto y la sabiduría que viene de arriba para poner nuestra confianza, sin fisuras, en el señorío de Jesús como Mesías. No se trata sólo de percibir este señorío, sino de darnos cuenta que somos incorporados a Jesús, el cual es nuestra Cabeza y la Iglesia-nosotros, su Cuerpo. Esta unidad deviene del Misterio de la Pascua y naturalmente, conforme nos dice Juan en su Evangelio, iremos progresando en el conocimiento de esta realidad temporalmente hasta llegar a la plenitud al final de nuestra existencia temporal.

•        Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

El relato de Marcos, con la sencillez que le caracteriza, vincula la ascensión a una aparición del Resucitado de la cual se desprende la misión: id al mundo entero y proclamad el Evangelio. La misión, que como en el caso del evangelio de Juan, ocurre en una aparición, tiene como finalidad la continuación de la obra de Jesús: reconciliar, unir, restablecer la comunión entre todos mediante la invitación a acoger el Evangelio. La fe es la respuesta que se verá confirmada por medio de las señales que realizan.
La descripción de las obras que llevarán a cabo, deberán estar relacionadas con la actividad realizada por el mismo Jesús, con lo que se resalta que la actividad del discípulo no es separable de la de Jesús. No sólo hay sintonía, sino que son las mismas obras. Y cuando esto ocurre se verán confirmadas con signos. No son sólo palabras, sino una vida que refleja la del mismo Jesús.

La presencia temporal de Jesús con sus discípulos concluyó con su muerte. Ahora resucitado está presente de un modo nuevo que tendrá que ser descubierto por cada discípulo y a partir de ahí, asumir responsablemente la misión de comunicar con alegría que es verdad que el Señor ha resucitado y hace posible la comunión entre los hermanos y el crecimiento hasta la plenitud de la vida que se manifestará al final de nuestra existencia temporal.


ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: Hechos 1,1-11
Marco: Este relato lucano es la descripción más detallada y completa del acontecimiento de la Ascensión ya que la sitúa en el tiempo y en el espacio con abundancia de detalles a pesar de su brevedad. La Ascensión del Señor forma parte de kerigma cristiano, pero subrayando sobre todo el resultado final, es decir, la afirmación de que está glorificado y sentado a la derecha del Padre. Pero la realidad de la Ascensión, es decir, la exaltación-coronación plena de Jesús está presente en todos los escritos del Nuevo testamento, comenzando por los primeros que fueron las cartas a los Tesalonicenses. En los primeros pasos se afirmaba el hecho teológico de la vuelta gloriosa de Cristo en las nubes del cielo (esto suponía que había ascendido allí, siempre según la concepción del espacio que tenían los hebreos); en un segundo momento se afirma el hecho de la glorificación definitiva de Jesús; en un tercer paso se afirma que está a la derecha del Padre pero sin detalles escenográficos de cómo ocurrió; en un cuarto paso se entendió la Ascensión como el momento que Jesús, después de haber recibido plenos poderes en el cielo y en la tierra (Mateo), envía a los apóstoles a evangelizar por todo el mundo; finalmente, Lucas ofrece un relato detallado de las circunstancias que rodearon en acontecimiento valiéndose de las imágenes que le proporcionaba la escritura: nubes, cielo, ángeles, etc.
Reflexiones:
1ª) ¡Dio numerosas pruebas de que estaba vivo!
Se les presentó después de su Pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Los cuarenta días significan un tiempo adecuado para conducir a los Apóstoles al pleno convencimiento de que estaba vivo. Esta referencia a los cuarenta días refleja algunos aspectos más importantes: en primer lugar, este número significa madurez acabada; una generación; la edad que ha de tener un rabino para poder ser ordenado como tal y ejercer con plena autoridad propia. Esto significa, en el lenguaje judío utilizado aquí por Lucas, que los Apóstoles han recibido y alcanzado una madurez suficiente para ser los testigos autorizados de Jesús. En segundo lugar, indica un estilo pedagógico. Jesús les ofrece durante ese tiempo todas las pruebas que necesitan para adquirir la plena seguridad de que estaba vivo y de la identidad entre el Crucificado y el Resucitado. Lo necesitaban los que habían de anunciar al mundo el más maravilloso reflejo del poder de Dios en favor de los hombres: la vuelta a la vida para siempre.
2ª) Incomprensión de los Apóstoles y necesidad del Espíritu.
Una vez que comían juntos les recomendó: No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Ellos le rodearon preguntándole: Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel? La incomprensión de los Apóstoles, indicada frecuentemente en el relato evangélico, aparece aquí de nuevo. Estimo que hay que tomarla en toda su seriedad y gravedad. Jesús ha muerto y ha resucitado y todavía no se han disipado las antiguas concepciones mesiánicas que llevan en el corazón. Así fue la realidad y hay que asumirla tal como se produjo. ¡Cuán difícil es comprender el plan de Dios y la misión y persona de Jesús! Puede antojársenos casi inaceptable, pero la pregunta de los Apóstoles hay que tomarla en serio: Lucas no hace más que recoger lo que le ha llegado a través de la tradición apostólica. La respuesta de Jesús es que necesitan el Espíritu que les "conduzca hasta la verdad completa" y "les interprete lo que falta por venir".

3ª) Testigos de Jesús animados por el Espíritu.
Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo. El mesianismo nacional queda superado por la misión universal. Su tarea tiene como meta a todo el mundo. Cristo en la Cruz y Resurrección ha roto las fronteras, "haciendo de los dos pueblos (judíos y gentiles) un sólo pueblo nuevo! (Ef 2,13ss). Pero este proyecto y plan de Dios ha de encarnarse en la historia. Y será una conquista lenta, en la que el Espíritu por una lado y las circunstancias históricas por otro, irán madurando en la mente y actuación de los Apóstoles. De todo ello da testimonio este mismo libro de los Hechos de los Apóstoles en la continuación de todo el relato.

4ª) Sentado a la derecha del Padre.
Dicho esto, lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse. Tres aspectos es necesario subrayar: en primer lugar, el estilo literario y el lenguaje utilizado: es un lenguaje claramente apocalíptico en el que las nubes cumplen una tarea de significación teológica, es decir, que el Hijo del hombre (como escribió Daniel) vendrá sobre las nubes del cielo. Las nubes son el escabel del trono de Dios. En la Ascensión de Jesús la imagen de las nubes colocándose debajo de sus pies revela que el que ahora asciende es el Juez Universal, el Hijo del hombre que recibe del Padre todo poder en el cielo y en la tierra (Mt 28,18-20). En segundo lugar, se presentaron dos hombres vestidos de blanco. En toda descripción apocalíptica, hay una aparición de seres que proceden del otro mundo pero con la misión de transmitir un mensaje, habitualmente de revelación de nuevas verdades y realidades. Es un elemento interpretativo importante. En tercer lugar, en toda descripción apocalíptica se transmite un mensaje: "Ese mismo que ahora asciende, volverá de nuevo" para cerrar la historia y manifestarse plenamente. La Ascensión supone la plena glorificación de Jesús.

Segunda lectura: Efesios 1,17-23.

Reflexiones:
1ª) ¡Somos llamados a una gran esperanza!
El acontecimiento de la Ascensión supone la rubrica final del cumplimiento del plan de Dios en favor de los hombres. Este acontecimiento corrobora la esperanza cristiana. En el relato lucano de Ascensión leído anteriormente (Hechos 1,1ss), los mensajeros celestes invitan a los Apóstoles a no seguir mirando al cielo. Es necesario volver a Jerusalén y emprender el camino y la tarea de la evangelización, es decir, anunciar a los hombres que es posible la esperanza, "y cuál la extraordinaria grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo". La Iglesia ha de ponerse en camino, pero sabe que está acompañada por el poder de Dios. La Ascensión es la fiesta por excelencia de la esperanza cristiana.
2ª) Jesús-Cabeza de la Iglesia, sentado a la derecha del Padre.
El autor de la Carta a los Efesios contempla la Ascensión en el resultado final, sin preocuparse de la descripción de cómo sucedió. El resultado final es que Jesús "está sentado a la derecha de Dios en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación. Y todo lo puso bajos sus pies y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo". Jesús es declarado por el Padre como Rey de reyes y Señor de los señores. Es una comprensión muy sobria a nivel de narración, pero densa en su teología: la declaración de la primacía exclusiva de Jesús, es la Cabeza. San Agustín nos recuerda que precisamente por tratarse de la plena glorificación de la Cabeza, es también la glorificación anticipada de la Iglesia. Realmente llegará al final, pero ya desde ahora la Iglesia vive en la certeza de seguir los pasos de su Señor y un día también ella, miembros de la cabeza, conseguirá la plena glorificación. El camino de la Iglesia no es solamente un "via crucis", sino principalmente un "via crucis-gloriae". En la historia siente la realidad de la cruz, pero esta no es el destino final. Hoy importa subrayar esta reflexión teológica que, tomando en serio el camino, lo contempla desde el final para alentar la esperanza.

Tercera lectura: Marcos 16,15-20.

Marco: El evangelista en este final (deuterocanónico lo llaman los estudiosos, es decir una adición cuando el evangelios estaba ya terminado) recoge en síntesis la última voluntad de Jesús Resucitado para sus discípulos: el envío a todo el mundo. Cada evangelista ha entendido este gesto importantísimo de Jesús desde su comprensión del mensaje total del maestro. Así Mateo aquella expresión: se me ha dado todo poder en el cielo y en el tierra; ahora id por el mundo invitando a los hombres a la salvación. Lucas enseña lo mismo con otra situación y otras palabras. Y lo propio hace Marcos en el fragmento que proclamamos hoy: id por el mundo que os acompañará mi presencia y mi fuerza.

Reflexiones:
1ª) ¡Id al mundo entero, se han derribado las fronteras!
Se apareció Jesús a los Once, y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. Jesús resucitado se hace presente al grupo de los Once, al grupo apostólico. A esta aparición se la suele calificar como de misión. Jesús resucitado se aparecía a sus Apóstoles con dos finalidades, según creemos: para que comprobaran que era el mismo que había vivido con ellos y que había sido crucificado (pero en una situación totalmente nueva) y para enviarles a la evangelización. Era necesario que Jesús les urgiera a la misión. El desconcierto sufrido con su muerte había sido muy profundo. Por eso ahora insiste que para eso os convoqué en su día. Y el horizonte de esta misión es el mundo entero y la creación entera. Esta visión global de este texto de Marcos sugiere una relación con la primera creación. La resurrección ha restaurado el proyecto original de Dios que era la oferta de vida permanente para todos y el equilibrio en toda la creación. Pablo nos recuerda estos pensamientos en su carta a los Romanos: Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino, por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto (8,19-22). En Cristo resucitado Dios ofrece la liberación, la restauración original a toda la creación.

2ª) ¡Creer en el Evangelio es participar en la salvación!
Proclamad el Evangelio al mundo entero, el que crea se salvará. Es la oferta de Dios a los hombres: en Cristo Jesús, sólo en su Nombre, conseguirá el hombre su salvación. El kerigma proclamará que Dios no ha dado otro nombre bajo el sol que nos pueda salvar. Esta referencia constante e imprescindible al Cristo glorioso que les envía es la garantía de su trabajo misionero. El se compromete a seguir con ellos. Ahora dispone de todo poder, porque ha sido agregado por el Padre en su gobierno del mundo. Jesús mismo es el Evangelio que se ofrece a los hombres. Evangelizar significa hacer presente a Jesús, su vida, sus palabras, sus gestos y su entrega total, pero también su exaltación gloriosa a la derecha del Padre como Señor. La Ascensión de Jesús significa la garantía de su presencia permanente entre ellos y en medio del mundo.

3ª) ¡Las señales de la verdadera evangelización!
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los signos que los acompañaban. Son los signos visibles que ya acompañaron la misión de Jesús. La salvación que Dios ofrece alcanza a todos los hombres y a todo el hombre. No se trata de la salvación de las almas, sino de la salvación de los hombres. Dios lo había creado a su imagen y semejanza en su ser humano total. Y ahora la salvación, que restaura lo perdido, alcanza también a todo el hombre. La presencia del poder de Jesús es que ninguna dificultad, ningún obstáculo impedirá el avance de la tarea evangelizadora. Así como los milagros de Jesús eran signos basileicos (es decir, que apuntaban e indicaban la presencia del Reino) así también los signos de los Apóstoles son signos evangelizadores (es decir, acompañan e indican hasta donde ha der llegar la oferta de salvación). Nadie puede refugiarse en una espiritualidad desencarnada; nadie puede inhibirse de la tarea de humanización de nuestro mundo; nadie puede actuar al margen del Jesús resucitado que envía a la misión y se compromete a estar presente. Desde la derecha del Padre sigue actuando, animando, acompañando la misión con su Espíritu. Es necesario proclamar y realizar este proyecto de Dios hoy: Dios quiere la salvación de todo el hombre inmerso en todas sus circunstancias.

Reflexión final: La Fiesta de la Ascensión es la oportunidad que se ofrece al creyente para alegrarse por su Rey: Se alegra Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey (salmo). La Iglesia celebra el triunfo de su Rey, de su Cabeza, de su Amigo. Y se siente en fiesta. Pero además contempla este misterio como el gran empuje de su misión evangelizadora por el mundo, tan necesitado del Evangelio que es el único que puede dar respuesta a sus graves y acuciantes interrogantes. Y se siente renovada en su esperanza teologal que le invita a dirigir su y sus pasos hacia lo difícil y arduo pero posible porque Dios anda por en medio con su Bondad, Fidelidad y Poder. Y, en el centro, Jesús glorificado que sigue en medio de nosotros hasta el fin del mundo. (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O. P.).