“Estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo”
¿Y por qué nosotros nos sentimos solos?
Hoy la Iglesia celebra la solemnidad de la Santísima Trinidad y, como Madre,
nos regala la comunidad. Cristo nos dijo que está con nosotros, y él no se
contradice. ¿No será que nos faltan unos ojos nuevos para verlo vivo y
resucitado en nuestra vida?
Un lugar donde puedes palpar su
presencia viva es en un monasterio de clausura, en una comunidad de vida
contemplativa. Entregados totalmente a Cristo. Nada les justifica:
"sólo Dios basta". Ellos están en continuo contacto con lo divino
para después poder mostrar al mundo la riqueza de este Dios que se encarna para
que tú tengas vida, para ser un reflejo de su Amor.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I LECTURA
Moisés
recurre a la experiencia del pueblo para proclamar la grandeza de Dios. No se
puede olvidar lo que Dios hizo por nosotros. Caminando por sus huellas podemos
encontrarnos con él y su misterio.
Lectura
del libro del Deuteronomio 4, 32-34. 39-40
Moisés habló al
pueblo diciendo: Pregúntale al tiempo pasado, a los días que te han precedido
desde que el Señor creó al hombre sobre la tierra, si de un extremo al otro del
cielo sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante. ¿Qué
pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste tú, y pudo
sobrevivir? ¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de
otra, con milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo
fuerte, y realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ti en
Egipto, ante tus mismos ojos? Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor
es Dios –allá arriba, en el cielo, y aquí abajo, en la tierra– y no hay otro.
Observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás feliz,
tú y tus hijos después de ti, y vivirás mucho tiempo en la tierra que el Señor,
tu Dios, te da para siempre.
Palabra de Dios.
Salmo 32, 4-6. 9. 18-20. 22
R. ¡Feliz
el pueblo que el Señor se eligió como herencia!
La palabra del
Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor. R.
La palabra del
Señor hizo el cielo, y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales; porque
él lo dijo, y el mundo existió, él dio una orden, y todo subsiste. R.
Los ojos del
Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.
Nuestra alma
espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor
descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.
II LECTURA
“Este es
el regalo que nos hace Jesús, poder contemplar cara a cara a Dios Padre y
tratar de amistad con quien sabemos que nos ama. En esa intimidad nos mete a
nosotros el Espíritu, por puro regalo. Y toda la vida es una oportunidad para
aprender a decir con el corazón, con todos los hombres y la creación entera,
Abbá, Padre, Madre” (“¡Abba! Padre, Madre”, CIPE;
http://www.cipecar.org/es/c/?iddoc=239).
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 8, 14-17
Hermanos: Todos
los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no
han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el
espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios “¡Abbá!”, es decir, “¡Padre!”.
El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos
hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y
coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.
Palabra de Dios.
ALELUYA
cf. Apoc 1, 8
Aleluya. Gloria
al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene.
Aleluya.
EVANGELIO
El final
del evangelio de Mateo es el inicio de la Iglesia y su compromiso evangelizador
y sacramental. El bautismo es el signo constructor de la unidad de la humanidad
misma.
+ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 28, 16-20
Después de la
Resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña
donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin
embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: “Yo he recibido
todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos
sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré con
ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA
Con la fiesta de la Santísima Trinidad,
la Iglesia hace algo que nosotros repetimos muchas veces cuando oramos, y es
terminar este ciclo de grandes fiestas litúrgicas con un “Gloria” solemne al
Dios Uno y Trino. Primero vino la Navidad; después, la Pasión, Muerte y
Resurrección; finalmente, el regalo del Espíritu Santo. Ante esto, la Iglesia
entera responde: "Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo."
Cuando se habla de la Trinidad, estamos
demasiado acostumbrados a que lo que más se subraye sea el hecho de que es un
misterio, es decir, incomprensible. Y eso hace que nos desentendamos: ¡si no se
puede entender, mejor no pensar en ello! Sin embargo, ¡no es así! El Papa
Benedicto XVI en una de sus catequesis nos explicó que, cuando la Iglesia dice
«misterio», no quiere decir "algo oscuro y difícil", sino
"realidad luminosa y bella, aunque inabarcable". Nuestra propia vida,
nuestras relaciones, son misteriosas, en el mismo sentido en el que Dios es misterioso.
Desde que el hombre existe sobre la
tierra ha estado abierto a lo divino, a lo sagrado, a lo misterioso. Cuando la
razón da un paso mayor en la Historia de los hombres, estos se empiezan a dar
cuenta de que Dios tiene que ser alguien que sea capaz de explicar todas las
cosas y, por lo tanto, no puede haber muchos dioses. Dios tiene que ser un
'primer principio' que explique realmente todo.
Pero hay algo que el que el 'primer
principio' deja sin explicar: el amor humano. Deja sin explicar la paternidad,
la maternidad o el amor esponsal. Sirve para explicar cómo nace el mundo
físico, pero no sirve para explicar el amor.
Descubrir que Dios es una comunión de
Personas tiene dos consecuencias enormes para la vida humana. La primera: Dios
ya no es un ser solitario, Dios es un desbordar de Amor; y la Creación no es
para cubrir ningún vacío de Dios, sino para comunicarse. Y la segunda: que Dios
es Amor hace entender que la vida y el ideal de la vida humana es donación. Y
que la persona humana es, ante todo, relación. El ideal de una sociedad
constituida como una comunidad de personas que se aman sólo puede construirse
sobre la Trinidad.
El rostro de Dios que nos ha revelado
Jesucristo es que Dios es Amor, comunión de vida y de amor entre el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo. Y el Dios que es Amor no vive para sí: ha querido
hacer partícipe de su misma vida de amor al hombre, al que crea a su imagen y
semejanza. Así pues, el ser humano no es fruto del azar, sino que es creado por
amor y para el amor, que tiene su fuente y su meta en el Dios Uno y Trino.
Hemos de recuperar este sentido de Dios Trinidad en nuestras vidas. Porque lo
importante, lo decisivo, la única y verdadera realidad es Dios y la vida en
Dios, que es el Amor. Esto es lo fundamental para el cristiano, esto es lo
nuclear para la Humanidad.
Puede parecer un ideal irrealizable,
pero, una vez más, el Señor ha dado el primer paso. En la Eucaristía está todo
el amor de Dios Trinitario que se derrama sobre cada uno y que, a su vez,
nosotros debemos comunicar a los demás. Es ahí, en la cruz, donde se debe
definir qué es el amor para descubrir que son inseparables el amor de Dios y el
amor a los hombres. "No se trata ya, dijo Benedicto XVI, de un
'mandamiento' externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de
amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser
ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor".
Somos distintos, venimos de procedencias
diversas, con nuestra particular manera de pensar, atravesando situaciones
diferentes; y, sin embargo, todos estamos unidos en una unidad en torno al
Señor, presente, real, con su cuerpo y alma, con su divinidad entera, en el Pan
de la Eucaristía. Cristo nos atrae a sí, nos hace salir de nosotros mismos para
hacer de todos nosotros uno con Él. De este modo descubrimos que la comunión
con el Señor siempre es también comunión con los hermanos.
Nuestra fe no es para vivirla con miedo
ni con temor, sino con alegría y esperanza, porque nos permite dirigirnos a
Dios como hijos, sabiendo que de antemano somos amados, esperados y queridos
por el Padre. No creemos en un Dios que se desentiende de nosotros, sino que
nos acompaña, nos habla y nos escucha sobre todo aquello que nuestro corazón
tiene necesidad de confiarle. Jesús nos ha comunicado su Espíritu para que nos
ayude a orar y a conversar con el Padre tal como Él lo hacía. Si resulta
admirable que nos podamos dirigir a Dios como Padre, no lo es menos que nos
podamos sentir hijos, y aún, llenos de su mismo Espíritu.
Dios Padre, a través del Hijo y de
quienes Él ha llamado a su seguimiento, inicia una nueva Humanidad con un
diluvio de amor y de bondad. Todos los cristianos, llamados a hacer camino con
el Hijo, escucharán y verán; creerán y dudarán, pero Él les dirá: "Id,
convertid a todos los pueblos, enseñándoles todo lo que habéis aprendido de mí.
Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo".
En este día de oración por la vida
contemplativa recordamos nuestros monasterios, donde las hermanas se ganan el
pan de cada día trabajando con sus manos. No son piezas de museo para dar
lustre a nuestras viejas ciudades. El tañido de su campana nos recuerda que ahí
existe siempre el regalo de una sonrisa amiga, limpia y transparente, susurros
de Dios, bocanadas de aire fresco, reflejos del amor gratuito e incondicional
del Señor. Su vida fraterna quiere ser, aunque pobre y humildemente, profecía y
anticipo de la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo hacia la que
nos encaminamos.
ESTUDIO
BÍBLICO
Primera
lectura: Dt 4,32-34. 39-40
Nota previa: El enfoque que la historia
de la salvación nos ofrece es que Dios (Uno y Trino) se vuelca en la salvación
de los hombres. Convendría recalcar este sentido dinámico ("ad extra"
que supone la realidad "ad intra") de la presentación de la Trinidad.
Marco: El fragmento pertenece al primer
discurso pronunciado por Moisés (Dt 4,1-4,43). La gran preocupación de los
teólogos-predicadores deuteronomistas, que ponen en boca de Moisés este
discurso, fue la insistencia en que sólo hay un Dios, un pueblo, una elección,
un templo, una esperanza. La raíz es la proclamación firme del monoteísmo: sólo
hay un Dios y Señor.
Reflexiones:
1ª)
¡Israel tiene profundas raíces!
Habló Moisés al pueblo y dijo: Pregunta,
pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios
creó al hombre sobre la tierra. La fe en un solo y único Dios volcado en la
salvación de los hombres es una conquista armónica y lentamente entretejida de
revelación del Espíritu y maduración histórica. Los Profetas alertaban y
denunciaban el peligro de la idolatría. Aceptar y reconocer un solo Dios
llevaba consigo el compromiso de realizar y vivir su alianza (las diez
cláusulas de la alianza = los diez mandamientos). El contacto con los pueblos
vecinos ponía a prueba diariamente la pureza de la fe monoteísta (Dios no puede
ser representado en imágenes visibles). Su Dios le liberó de Egipto, pactó con
él una alianza. En el culto al único Dios Israel podía y debía encontrar la
fuente de la auténtica libertad y sentido de su vida. Una advertencia para
nuestro caminar: la Iglesia, heredera de Israel en la fe monoteísta, debe
seguir caminando en la fe en un sólo Dios que puede verse amenazada no por la
idolatría, sino por otros elementos que cuestionan esa fe en un Dios Salvador
que Jesús nos ha revelado como Padre.
2ª)
¡Israel es un pueblo privilegiado!
¿Hay algún pueblo que haya oído, como tú
has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego y haya sobrevivido?
¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación... como Dios hizo con
vosotros en Egipto? El Dios de Israel, trascendente, entra en la historia para
vivir en comunión cercana con su pueblo. Esta es una de las convicciones más
preciadas de la verdadera religión de Israel. La iniciativa la toma Dios mismo.
Aunque es trascendente, el Dios verdadero no es un ser lejano. La religión de
Israel es una religión histórica porque Dios se hace presente y lo dirige en la
historia. La historia de la salvación intenta una y otra vez acoger esta
revelación absolutamente gratuita como un don y una garantía de presencia. Dios
está ahí, no alejado del hombre, sino al lado de su mejor criatura que es su
imagen y semejanza. Y Dios quiso hacerlo con el pueblo más pequeño y más pobre
en recursos culturales y poder humano. Lo ha elegido como signo de salvación
para todo el mundo. Un Dios que se interesa por nosotros. ¡Así es nuestro Dios!
Más tarde, en la plenitud de los tiempos, se realizará la cercanía jamás
soñada: que ese Dios se haría hombre verdadero y vivirá entre los pobres de
modo preferente, aunque no exclusivo: porque es el Salvador universal y para
todos.
3ª)
¡El Señor es el único Dios en cielo y tierra!
Reconoce, pues, hoy y medita en tu
corazón que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en
la tierra; no hay otro. La unicidad de Dios la descubre Israel como un don y
como conquista laboriosa y dolorosa. Esta es la grandeza de la revelación del
AT que culmina en el Nuevo. Aquella etapa pedagógica nos enseña el proceso de
la revelación de la acción de Dios y de las dificultades por parte del hombre
para llegar a esta convicción. Por el bien del hombre ("por su
salvación", dirá la Dei Verbum) Dios se manifiesta como el único punto de
referencia para que el hombre adquiera su plena humanización, ya que fue creado
a su imagen y semejanza y sólo en la adhesión y confesión del único Dios puede
llegar a la comprensión del sentido de su auténtica existencia humana. Esta
referencia al único Dios garantiza su realización como criatura libre. Este
mensaje de la unicidad de Dios tiene consecuencias irrenunciables para la
convivencia entre los hombres y las naciones. Babel, rechazo del único Dios por
el hombre, tuvo como resultado el enfrentamiento, la división, la insolidaridad
y la guerra que atenaza permanentemente a la humanidad. Volver la mirada al
único Dios (historia de Abraham) supone reemprender el camino de la unidad y la
solidaridad entre todos los hombres. La aceptación de un sólo Dios repercute en
el comportamiento ético: Guarda los preceptos y mandamientos que yo te
prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos, después de ti, y prolongues
tus días en el suelo que el Señor tu Dios te da para siempre.
Segunda
lectura: Romanos 8,14-17.
Marco: Todo el capítulo 8 de esta carta
se centra en la vida del creyente guiado por el Espíritu. En este capítulo
trata de responder a los graves interrogantes que suscita el nuevo ser
cristiano injerto en un ser humano, desarrollando la acción del Espíritu en el
hombre creyente: el Espíritu se hace presente como principio vivificante; nos
abre las puertas a la esperanza de la gloria futura y nos garantiza en la
intimidad del corazón que somos hijos de Dios.
Reflexiones.
1ª)
¡Somos hijos de Dios guiados por el Espíritu!
Los que se dejan llevar por el Espíritu
de Dios, esos son hijos de Dios. Es un privilegio de la revelación
neotestamentaria, todavía de una manera embrionaria, la afirmación de un solo
Dios y a la vez tres Personas. El Nuevo Testamento nos enseña que hay un Dios
que en su acción liberadora se manifiesta como tres que actúan armónicamente en
favor del hombre. En este fragmento de la carta a los Romanos se asigna al
Espíritu una tarea que ya la había realizado, en cierto modo, con Jesús mismo
ya que toda su vida fue acompañada por la acción del Espíritu. El relato del
Bautismo es especialmente iluminador: después de la consagración de Jesús como
Mesías y Siervo de Dios por la unción del Espíritu afirman los evangelistas que
fue conducido al desierto por el Espíritu. El Apóstol Pablo nos recuerda que
quien se deja guiar por el Espíritu es verdaderamente hijo de Dios que ha de
seguir los pasos del Hijo. El Espíritu guía firme y suavemente el camino de los
discípulos de Jesús como lo hizo con el Maestro.
2ª)
¡El Espíritu nos certifica de nuestra libertad de hijos de Dios!
Habéis recibido no un espíritu de
esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos. La
realidad más profunda que Jesús nos ha conseguido con su vida y su entrega
hasta la muerte es la de ser hijos de Dios y hermanos unos de otros. El hombre
es imagen de Dios por la creación, pero es hijo de Dios por la redención. El
Espíritu Santo es el encargado por el Padre para mantener la conciencia de los
creyentes en Jesús despierta. El Apóstol afirma que esta experiencia de Dios
como Padre conseguida por el Hijo y reafirmada constantemente por el Espíritu
es una experiencia de libertad. San Juan nos recuerda en su evangelio: Si os
mantenéis fieles a mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres... Todo el que comete pecado
es esclavo del pecado. Y el esclavo no forma parte de la familia de modo
permanente; el hijo, por el contrario, es siempre miembro de la familia. Por
eso, si el Hijo os da la libertad, seréis verdaderamente libres (Juan 8,31-36).
El Espíritu ha recibido el encargo de parte del Padre de mantener en la
conciencia de los creyentes viva y operante esta libertad de los hijos que el
Hijo nos consiguió por su muerte y resurrección.
3ª)
¡Dios es nuestro Abbá = Papá y nosotros herederos!
El Espíritu nos hace clamar: ¡Abbá!
(Papá). Sabemos que Jesús se dirigía siempre a su Padre invocándole como Abbá.
Mc ha conservado la invocación en su lengua original (arameo) en el relato de
la oración de Getsemaní (Mc 14,36: Abbá, Padre) y con lo que estamos seguros
que Jesús llamaba a su Padre con el término ternísimo de Abbá. Y lo
verdaderamente revelador es que Jesús asocia a sus discípulos en esta forma de
dirigirse al Padre cuando les enseñó el Padrenuestro. Y ahora el Espíritu es el
encargado de mantener suave pero firmemente en esta convicción profunda del
creyente en su conciencia. Sólo porque Jesús nos lo enseñó y porque el Espíritu
se hace presente en el corazón de sus discípulos podemos dirigirnos así a Dios.
La cercanía de Dios ha llegado a la más alta cima posible para el hombre. Y los
hijos son coherederos con pleno derecho de los bienes del Padre a través del
Hijo que es el heredero por naturaleza: Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un
testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y si somos hijos, también
herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo. El Espíritu garantiza
con su acción suave y firme que la herencia prometida está plenamente asegurada
(nos adelanta las "arras": para que, justificados por su gracia,
fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna (Tt 3,7). La
esperanza pone en acción todas las virtudes asociadas a ella: fortaleza,
paciencia, longanimidad, perseverancia, constancia, aguante, cuyo resultado es
la garantía que da sentido a este camino.
Evangelio:
Mateo 28,16-20.
Marco: Jesús ha recibido del Padre todo
poder en el cielo y en la tierra, es decir, por la Exaltación de Jesús a la
derecha del Padre se han roto definitivamente todas las fronteras y todas las
barreras de los hombres entre sí y de los hombres y Dios. El envío a la misión
universal: ahora ya es posible la evangelización a todas las gentes. La
invitación a la fe y al bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo. La garantía de la presencia de Jesús.
Reflexiones:
1ª)
¡Cristo glorioso derriba todos los muros y barreras de separación!
Jesús les dijo: se me ha dado pleno
poder en el cielo y en la tierra. El relato mateano revela el proceso hasta
llegar a la apertura total al mundo que es el proyecto del Padre y que
garantizará el Espíritu. Al comenzar el relato, Mateo indica con especial
cuidado que Jesús es el hijo de David, de Abraham. Sabemos que Abraham es el
padre y origen del pueblo elegido. Jesús se enraíza en el judaísmo. Hay que
recordar brevemente, para comprender el final, que el judaísmo se cerró cada
vez más en sus propias prácticas e instituciones. Sobre todo después del Exilio
de Babilonia, al verse amenazada su identidad. Pero sus posiciones desbordaron
todos los límites previstos por la misma Escritura. En esta situación la apertura
a los paganos era casi imposible. Pues bien, tras la muerte-resurrección de
Jesús que, en frase de Pablo, ha derribado todos los muros de separación (Ef
2,13ss) se ha realizado aquella promesa hecha a Abraham (Gn 12,1ss) de ser una
bendición para todos los pueblos. El pleno poder que Jesús recibe del Padre
está orientado a la salvación del hombre, a realizar en la historia aquella
promesa antigua hecha a Abraham.
2ª)
El envío a la misión universal a todos los hombres
Id y haced discípulos de todos los
pueblos. Ahora es posible la misión universal. Esta misión estará presidida y
acompañada por los Tres. El Padre ha enviado al Hijo al mundo para que el mundo
participe y experimente la salvación: Tanto amó Dios al mundo, que le envió a
su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida
eterna. Pues no envió Dios a su Hijo para dictar sentencia de condenación
contra el mundo, sino para que por medio de él se salve el mundo (Jn 3,16-17).
La misión apostólica hunde sus raíces en la misión del Hijo por el Padre y
tiene como tarea hacer presente hasta los últimos rincones del mundo y hasta lo
más hondo del corazón del hombre la conciencia de que todo es fruto del amor de
Dios. El Hijo envía de junto al Padre al Espíritu para que haga posible la
plena reconciliación de los hombres con su Dios-Padre, es decir, la nueva
creación: Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros. Sopló sobre ellos
y les dijo: recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les
quedarán perdonados; a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar
(Jn 20, 20ss). Los dos evangelistas (Mateo y Juan) nos enseñan en qué consiste
la misión y a quiénes son enviados los Apóstoles: para anunciar la Buena
Noticia de la nueva creación realizada por Cristo y actualizada por el Espíritu
a todos los hombres sin excepción. ¡La Trinidad siempre volcada en favor de los
hombres!
3ª)
¡El bautismo en nombre de la Trinidad es la puerta del Reino para todos los
hombres!
Bautizadlos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo y enseñadles a guardar todo lo que os he mandado. El
bautismo es un sello firme e imborrable de la presencia, comunión y actuación
de los Tres en favor del hombre. Bautizar en su nombre significa que somos
propiedad de los Tres (en la Biblia el nombre representa a la persona). El
bautismo nos introduce en la vida e intimidad de los Tres. Pero una vez más se
nos advierte cómo hacer fecunda esa generosidad gratuita de Dios: cumplir
cuanto a él le grada que se manifiesta plásticamente nuestra pertenencia a El y
es la garantía de nuestra auténtica libertad y responsabilidad de hijos. En ese
Dios uno y trino somos recreados para pertenecer a su propia familia. Por
tanto, obedecer a los Tres y realizar su voluntad (mandamientos) nos conduce
por los caminos de la verdadera libertad. Es necesario que toda nuestra vida
esté real y vitalmente sellada, animada y presidida por la presencia y
actuación de los Tres. Y esta presencia es inalterable y definitiva: Sabed que
yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Así se cierra el
relato evangélico de Mateo (28,20). (Fr.
Gerardo Sánchez Mielgo O.P.).