"Dios todo lo creó para que subsistiera"
En este domingo
la liturgia nos habla del Dios de la vida, que todo lo hizo para comunicar a
los demás seres lo que él mismo es. Todo le pareció bueno (Gén 1) y no quiso la
muerte para nadie. El ser humano salió de sus manos como un reflejo de su
propio ser inmortal. Si la muerte existe, es porque la envidia del demonio la
provocó (Sab 2, 23) al inducir al hombre a pecar.
Sin embargo, las
cosas no quedaron así. Cuando llegó el momento previsto por él, Dios envió a su
Hijo para restablecer el proyecto original que tuvo sobre el mundo. Jesús
manifestó su compenetración con el Dios de la vida realizando muchos signos de
dominio sobre el mal y la muerte (Mc 5), y culminando con su propia
resurrección la misión que el Padre le había encomendado.
Ese Dios, que se
hizo humano y frágil para elevar al hombre a la participación de su propia vida
divina, se despojó también de su riqueza inagotable, asumiendo la pobreza humana
para enriquecer al hombre desde su propia condición de criatura indigente. Con
ello nos enseñó también a compartir la pobreza de aquellos hermanos que la
padecen en el mundo, ayudándoles a superarla (2 Cor 8).
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Este
sabio nos transmite su profunda certeza: Dios no quiere la muerte. Él nos ama
porque somos sus criaturas y nos ha formado. Las curaciones de Jesús son un
signo de lo que Dios quiere que experimentemos en el Reino: la vida en
plenitud.
Lectura
del libro de la Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24
Dios no ha hecho la muerte ni se
complace en la perdición de los vivientes. Él ha creado todas las cosas para
que subsistan; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas ningún
veneno mortal y la muerte no ejerce su dominio sobre la tierra. Porque la
justicia es inmortal. Dios creó al hombre para que fuera incorruptible y lo
hizo a imagen de su propia naturaleza, pero por la envidia del demonio entró la
muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla.
Palabra de Dios.
Salmo
29, 2. 4-6. 11-12a. 13b
R.
Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste.
Yo te glorifico, Señor, porque tú me
libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me
levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan
al sepulcro. R.
Canten al Señor, sus fieles; den gracias
a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R.
Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a
ayudarme, Señor. Tú convertiste mi lamento en júbilo. ¡Señor, Dios mío, te daré
gracias eternamente! R.
II
LECTURA
San
Pablo establece entre las comunidades cristianas el principio de reciprocidad. La
intención es que ninguno se aproveche de su situación o abuse de la generosidad
de otros. Esta caridad mutua debe estar siempre fundada en el amor generoso de
Jesucristo, quien nos ha enriquecido con su pobreza.
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 8, 7. 9.
13-15
Hermanos: Ya que ustedes se distinguen
en todo: en fe, en elocuencia, en ciencia, en toda clase de solicitud por los
demás, y en el amor que nosotros les hemos comunicado, espero que también se
distingan en generosidad. Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo
que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su
pobreza. No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la
abundancia, sino de que haya igualdad. En el caso presente, la abundancia de
ustedes suple la necesidad de ellos, para que un día, la abundancia de ellos
supla la necesidad de ustedes. Así habrá igualdad, de acuerdo con lo que dice
la Escritura: “El que había recogido mucho no tuvo de sobra, y el que había
recogido poco no sufrió escasez”.
Palabra de Dios.
ALELUYA cf. 2Tim 1, 10b
Aleluya. Nuestro Salvador Jesucristo
destruyó la muerte e hizo brillar la vida, mediante la Buena Noticia. Aleluya.
EVANGELIO
Estos
dos milagros tienen varios elementos en común. Uno de ellos es la fe: la de la
mujer sangrante, que sabe interiormente que Jesús es capaz de sanarla, y la de
Jairo, que viene hasta el Maestro a pedir por su hijita. Ambos creen firmemente
que en Jesús se manifiesta el Dios de la vida. Ambos tienen una fe activa, que
los hace salir de su lugar para acercarse hasta Jesús. En este dinamismo, está
el comienzo del milagro. Vayamos hasta Jesús con nuestros dolores y nuestras
agonías, confiando en que en él se nos revelará la vida.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos 5, 21-43
Cuando Jesús regresó en la barca a la
otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al
mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo,
se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi hijita se está muriendo;
ven a imponerle las manos, para que se sane y viva”. Jesús fue con él y lo
seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí
una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho
en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al
contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó
por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: “Con sólo tocar
su manto quedaré sanada”. Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en
su cuerpo que estaba sanada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la
fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud,
preguntó: “¿Quién tocó mi manto?”. Sus discípulos le dijeron: “¿Ves que la
gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?”. Pero él
seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer,
muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a
arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: “Hija, tu fe
te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad”. Todavía estaba
hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le
dijeron: “Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?”.
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: “No
temas, basta que creas”. Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro,
Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga.
Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo:
“¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme”. Y se
burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a
la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La
tomó de la mano y le dijo: “Talitá kum”, que significa: “¡Niña, yo te lo
ordeno, levántate!”. En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y
comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó
insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran
de comer a la niña.
Palabra del Señor.
O bien, más breve:
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Marcos 5, 21-24. 35b-43
Cuando Jesús regresó en la barca a la
otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al
mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo,
se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi hijita se está muriendo;
ven a imponerle las manos, para que se sane y viva”. Jesús fue con él y lo
seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Llegaron unas
personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: “Tu hija ya murió;
¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?”. Pero Jesús, sin tener en cuenta
esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que creas”. Y sin
permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de
Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y
gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: “¿Por qué se alborotan y
lloran? La niña no está muerta, sino que duerme”. Y se burlaban de él. Pero
Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y
a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo:
“Talitá kum”, que significa: “¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!”. En seguida
la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos,
entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se
enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS
Hemos sido creados para vivir
La vida es un maravilloso don de Dios,
que nunca agradeceremos bastante, aunque no siempre podamos disfrutarlo de
manera placentera. Sabemos que, en muchas ocasiones, esa vida se nos hace
penosa, se convierte en una carga pesada, difícil de soportar. Incluso hay
quien, en tales circunstancias, no desea ya vivir.
En realidad, somos el fruto de un amor
de predilección. Dios nos creó por amor, y a las demás criaturas por amor nuestro.
Todas ellas están asociadas a nuestro destino de inmortalidad (cf. Rom 8,
19-21). La mirada de Dios sobre todos nosotros ha sido y sigue siendo de
complacencia. Las penalidades innegables de este mundo no podrán oscurecer
nunca del todo este designio de amor y de vida sobre cuanto existe.
Y, no obstante, el sufrimiento y la
muerte son una realidad insoslayable. Unos la "viven" con
resignación, otros con rebeldía. Un cristiano la acepta como algo inherente a
su frágil condición humana, herida además por el pecado. Esta situación penosa
trastorna también nuestra relación con las demás cosas. Pero, por encima de
todo, para el creyente la muerte nos abre definitivamente a la vida dichosa que
Dios quiso para nosotros.
Cristo nos comunica la verdadera
vida
En el fondo, la cuestión decisiva no es
nuestra muerte física, vivir más o menos tiempo en la tierra. Si nuestro
corazón está puesto en los bienes definitivos, "en las cosas de allá
arriba", como dice san Pablo, nuestra aspiración más profunda es vivir para
siempre, y no de cualquier manera, sino siendo plenamente felices.
El pecado nos sometía a la muerte, a la
"muerte espiritual" (es decir, al alejamiento de Dios), de la cual la
muerte física es su eco más tangible. Pero Cristo nos ha liberado del pecado y,
en consecuencia, de la muerte, de esa muerte que consiste en vivir sin él aquí
y allá, en nuestra etapa histórica y en nuestra consumación escatológica (= a
la hora de nuestro fin mundanal). De esa liberación que vino a procurarnos nos
dio diversas señales a lo largo de su vida: el evangelio de hoy nos habla de
dos.
"Tu fe te ha curado",
"basta que tengas fe"; la fe es el requisito fundamental a través del
cual Jesús libera del pecado y sus consecuencias: el mal, el sufrimiento, la
muerte. La curación de la mujer que padecía flujos de sangre o la resurrección
de la hija de Jairo son sólo indicios -pero son ya un anticipo- de la salud
definitiva, de la vida eterna, que Jesús nos promete y que él mismo inauguró
con su resurrección.
La vida definitiva se prepara
ayudando a vivir
"Esto no es vida", dicen
aquellos que, aun pudiendo todavía respirar, moverse y relacionarse, llevan una
existencia tan precaria que les impide disfrutar mínimamente de ese maravilloso
don de Dios. La vida biológica no proporciona en sí misma suficiente aliciente
para sentirse verdaderamente vivo. Es necesario, por ejemplo, poder disponer de
unos recursos que permitan una vida digna.
Es lo que Pablo deja entrever en su
discreta recomendación a los cristianos de Corinto: los hermanos de la
comunidad de Jerusalén están pasando necesidad, debéis ayudarles. Y les da tres
razones. La principal: Jesucristo se despojó de su riqueza eterna para
enriqueceros a vosotros, con unos bienes que no podíais siquiera sospechar.
Además, la situación en que ellos se encuentran puede ser la vuestra algún día.
Y por último: la Escritura habla de igualdad, por encima de la escasez o la
acumulación.
En consecuencia, para que la vida
definitiva sea deseada por todos, es necesario que estemos dispuestos a hacer
deseable a todos la vida presente. No podemos desear vivir para siempre si la
vida que ahora tenemos no nos merece en absoluto la pena. ¿Por qué habríamos de
apetecer una vida más allá de la muerte, si la única que conocemos no nos
permite vislumbrar en modo alguno su atractivo? (Fray Emilio García
Álvarez O. P. )
ESTUDIO
BÍBLICO
Tema general de este domingo: el
proyecto de Dios sobre la humanidad fue y sigue siendo de vida y no de muerte,
porque de Él sólo puede proceder la vida.
Primera lectura: Sabiduría
1,13-15; 2,23-25.
Marco: El Libro de la
Sabiduría fue compuesto a mediados del s. I a.C. El autor de este libro,
literariamente bello y teológicamente profundo, es un creyente judío
alejandrino que cree en la inmortalidad y en la vida futura. El fragmento que
proclamamos hoy está enmarcado en la parte primera cuyo tema general es una
reflexión sobre la Sabiduría y la inmortalidad. La muerte no proviene de Dios,
sino del enemigo del hombre que provocó el pecado en el mundo. Es ciertamente
una declaración consoladora para todo hombre.
Reflexiones
1ª: ¡Dios ha creado al hombre para la
vida!
Dios no hizo la muerte, ni se recrea en
la destrucción de los vivientes; todo lo creó para que subsistiera.. Dios creó
al hombre incorruptible, le hizo imagen de su misma naturaleza. La justicia es
inmortal! Estas afirmaciones remiten y recuerdan las primeras páginas del
Génesis donde se manifiesta el auténtico proyecto de Dios. El Dios verdadero es
un Dios vivo y que crea para proyectar su vida y su ser feliz. Es una convicción
profunda que recorre la Escritura. Esta revelación sale al encuentro de la
preocupación más profunda del hombre: después de esta vida ¿qué nos espera? El
autor de la Sabiduría contesta: la vida y la inmortalidad. Ésta será la
respuesta de Jesús cuando le planteen la misma pregunta: los hombres serán como
ángeles de Dios y están destinados a la resurrección. La firme esperanza de la
humanidad, apoyada en la revelación de Dios, es saberse destinada a la vida sin
fin en la inmortalidad y en la felicidad. Es una verdad segura y que necesitan
los hombres de nuestro tiempo más que nunca.
Segunda lectura: Segunda Carta a
los Corintios 8,7-9.13-15.
Marco: Para la más adecuada comprensión
de este fragmento es necesario recordar lo que Pablo nos dice en su Carta a los
Gálatas sobre las decisiones tomadas en el Concilio de Jerusalén (que tuvo
lugar en el año 49 d.C.):... nos dieron la mano a Bernabé y a mí en señal de
comunión... tan sólo nos pidieron que nos acordásemos de sus pobres, cosa que
he procurado cumplir con gran solicitud (Gl 2,9-10). Esta Segunda Carta a los
Corintios está formada, probablemente, por varias cartas de Pablo. El capítulo
8 es una carta especialmente dedicada al tema de la colecta. Era importante
esta empresa porque para Pablo puesto que significaba su profunda preocupación
por mantener la unidad, también visible, de la Iglesia. Por eso, más allá del
remedio y el alivio que representaba para los hermanos de Jerusalén, reflejaba
la unidad real de la Iglesia. El compartir los bienes era y es un importante
signo visible de la comunión más honda en la fe en Jesús y en los bienes que de
ella se derivan.
Reflexiones:
1ª: ¡Pablo desea captar la benevolencia
de los corintios!”
Ya que sobresalís en todo... distinguíos
también ahora por vuestra generosidad. Bien sabéis lo generoso que ha sido
nuestro señor Jesucristo; siendo rico... se hizo pobre. Esta apelación al
corazón de los corintios tiene para Pablo especial relevancia dadas las graves
dificultades que se crearon entre él y su querida comunidad, por una parte y,
por otra, para disipar las dudas que surgieron acerca de su persona y su misión
entre los paganos proclamando la liberación de las exigencias judías para
pertenecer a la Iglesia y participar en la salvación: circuncisión y prácticas
mosaicas. Esta comunidad estaba enriquecida por muchos dones del Espíritu,
ciertamente. Pero era necesario expresarlo a través de la generosidad en el
compartir los bienes materiales. Es la razón profunda que mueve y empuja la
comunión de bienes en la Iglesia. Y el modelo más profundo: Jesús. Quiso
compartir con los pobres libremente, despojándose temporalmente de su rango de
riqueza suma por ser Dios. Esta referencia disipa cualquier duda o dificultad
en el compartir de los bienes. Por eso la comunión entre los cristianos es
cristocéntrica y realista a la vez. Porque Jesús fue realmente pobre siendo
realmente rico. Es un ideal, una utopía, pero posible desde la realidad humana
de Jesús.
Tercera lectura: Marcos 2,21-43.
Marco: El fragmento que
hoy proclamamos pertenece a la segunda sección de la primera parte del
evangelio de Marcos: Jesús el Mesías que se manifiesta en las palabras y en los
gestos. Y precisamente este fragmento contiene dos acontecimientos engarzados
por Marcos en un solo relato. Es propio del estilo narrativo de Marcos. La meta
del viaje será la casa de Jairo, donde yace moribunda la hija. El relato de la
mujer que sufre flujos de sangre es introducido como para llenar narrativamente
el espacio que separa a Jesús de la casa de Jairo. Con este modo típico y
peculiar de redactar, Marcos consigue un clima de tensión y de expectativa
sumamente significativo. Con ambos relatos, el evangelista trata de subrayar el
poder de Jesús sobre la enfermedad y sobre la muerte. De camino hacia la casa
de Jairo donde se encuentra su hija en extrema gravedad (que termina en la
muerte) se produce otro acontecimiento sanador de Jesús. Volvemos al tema de la
primera lectura: el dominio de la vida sobre la enfermedad y a muerte.
Reflexiones.
1ª: ¡El encuentro del hombre, atenazado por la muerte, con Jesús que proporciona la vida!
1ª: ¡El encuentro del hombre, atenazado por la muerte, con Jesús que proporciona la vida!
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se
llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia: Mi
niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y
viva. Este breve relato del encuentro de Jairo con Jesús supone la convicción y
seguridad en Jairo de que Jesús tiene poder para vencer la enfermedad y la
muerte. Marcos pone especial cuidado en que esto sea bien entendido. Jesús se
pone en camino hacia la casa de Jairo yéndose con él, acompañado de mucha gente
que le apretujaba. Con el episodio de la mujer que padece flujos de sangre,
Marcos introduce un nuevo elemento en su narración consistente en que las
gentes saben que Jesús posee un singular poder contra la enfermedad. Y así lo
cree la mujer. Jesús realiza milagros siempre a favor del bienestar humano.
Pero no es su misión central hacerlo a través del milagro. Este sólo es un
signo y anticipo de una liberación más global y completa que sólo se realizará
a través de la Cruz. Porque en la cruz es liberado el hombre, principalmente,
del miedo a la enfermedad y a la muerte puesto que éstas son manifestaciones de
la limitación y caducidad actual e histórica del hombre. Pero en la Cruz
aparece con todo su esplendor el amor del Dios de la vida que dura para
siempre. Todo el itinerario terreno de Jesús está iluminado por la Cruz, según
la visión teológica del evangelista Marcos. No es a través del triunfalismo
pasajero y efímero de los milagros como el hombre conseguirá su total
liberación de la muerte, sino a través de la oferta permanente del amor del
Dios de la vida a través de la Cruz de Jesús. Esta nueva interpretación de la
historia humana coloca al hombre en su verdadera dimensión frente a Dios y le
ofrece la definitiva respuesta al sufrimiento y a la muerte que tanto le cuesta
entender.
2ª: ¡Basta con tener fe!
Llegaron de casa del jefe de la sinagoga
para decirle: Tu hija se ha muerto... No temas; basta que tengas fe. A lo largo
de la Sagrada Escritura se nos enseña que la fe consiste en un encuentro
personal con el Dios salvador e invisible que se manifiesta al hombre que
suscita su respuesta confiada adhiriéndose a Dios. Marcos, un excelente
narrador dramático, presenta una situación límite. La niña ha muerto. Ya no es
necesario molestar al Maestro. Jesús sólo le pide al padre que siga confiando,
a pesar de las evidencias en contra. Pronto descubrirá que Jesús no sólo tiene
poder sobre la enfermedad (curación de la mujer con flujo de sangre), sino que
también lo tiene sobre la muerte. Dios es el dueño de la vida y de la muerte. Y
Él es su lugarteniente en la tierra. ¿Te lo crees así? Le dice Jesús. Deja de
temer, basta con que tengas fe. La oferta de Dios llega a lo más profundo del
hombre: al límite entre la vida y la muerte. Y su poder vivificante se
manifiesta eficaz incluso en la propia muerte. Esta es la gran novedad de Jesús
y del evangelio predicado por él con gestos y palabras.
3ª: ¡Niña, levántate!
Niña, levántate. La niña se puso en pie
inmediatamente. Marcos nos enseña en este acontecimiento dos verdades vitales
para el hombre: la vida es posible incluso más allá de la muerte, y esto es una
novedad total. Y segundo, que la vida y la liberación del hombre es integral,
es decir, que alcanza a todo el ser del hombre y no solo a su parte espiritual.
Esta es la respuesta que la humanidad necesita. Pero ahora se le ofrece sólo en
el plano del signo. Más tarde la oferta será real y universal. Marcos ha
logrado un clima altamente dramático en este relato complejo y tejido de dos
acontecimientos que se suceden en el tiempo y en la intensidad teológica de la
experiencia de fe: curación y resurrección. Sufrimiento y muerte. Siguiendo su
modo peculiar de narrar, Marcos ha logrado transmitir su modo peculiar de
comprender la fe en el Dios de la vida y dador de vida. (Fr. Gerardo
Sánchez Mielgo O.
P.).