Reiniciamos hoy los domingos del Tiempo
Ordinario. Las tres lecturas se centran en el compromiso de Dios con los
hombres. La primera nos recuerda la antigua alianza de Dios con el pueblo de
Israel. Ezequiel, en una etapa de desorientación y pesimismo del pueblo
elegido, después del cautiverio de Babilonia, anuncia un renacer espectacular
con la promesa de la restauración de Jerusalén y del Templo. El Evangelio, se
centra en la presentación de Jesús como el Mesías anunciado por los profetas, garantía
de una nueva Alianza de Dios con la humanidad. No es casual que Marcos, al
principio de su evangelio, anuncie “la buena noticia de Jesús”, el Hijo de
Dios, destacando su función mesiánica. Esta es la Novedad de la Alianza, el
anuncio del Reino de los Cielos o Reinado de Dios.
En este pasaje evangélico, Jesús resalta
la acción de Dios en el mundo comparándola con una semilla que aun siendo algo,
insignificante lleva en sí, como un embrión, una potencia misteriosa capaz de
trasformar la relación de Dios con el hombre. El interrogante para los que
escuchan su Palabra va a ser preguntarse cuál es el papel del hombre, como
acoger el mensaje del Reino. Así se inicia en la humanidad un tiempo de gracia
a través de la confianza y la fidelidad al mensaje recibido a través de Jesús
hecho hombre.
DIOS NOS HABLA.
CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
1ª
LECTURA
Dios
se presenta como un jardinero, capaz de cortar, trasplantar y cuidar un brote.
Su confianza en este brote y su trabajo por él hacen que ese retoño crezca y se
transforme en un gran árbol. Este árbol es signo de su pueblo, que, aunque es
maltratado y humillado, logrará ponerse de pie y mostrar lo que Dios ha hecho
por él.
Lectura
de la profecía de Ezequiel 17, 22-24
Así habla el Señor: Yo tomaré la copa de
un gran cedro, cortaré un brote de la más alta de sus ramas, y lo plantaré en
una montaña muy elevada: Lo plantaré en la montaña más alta de Israel. Él
echará ramas y producirá frutos, y se convertirá en un magnífico cedro. Pájaros
de todas clases anidarán en él, habitarán a la sombra de sus ramas. Y todos los
árboles del campo sabrán que yo, el Señor, humillo al árbol elevado y exalto al
árbol humillado, hago secar al árbol verde y reverdecer al árbol seco. Yo, el
Señor, lo he dicho y lo haré.
Palabra de Dios.
Salmo
91, 2-3. 13-16
R.
Es bueno darte gracias, Señor.
Es bueno dar gracias al Señor, y cantar,
Dios Altísimo, a tu Nombre; proclamar tu amor de madrugada, y tu fidelidad en
las vigilias de la noche. R.
El justo florecerá como la palmera,
crecerá como los cedros del Líbano: Trasplantado en la Casa del Señor,
florecerá en los atrios de nuestro Dios. R.
En la vejez seguirá dando frutos, se
mantendrá fresco y frondoso, para proclamar qué justo es el Señor, mi Roca, en
quien no existe la maldad. R.
II
LECTURA
El
texto de san Pablo nos orienta. Lo definitivo de nuestra vida no está en este
presente, sino en “lo que viene”, lo cual no vemos pero creemos. Pero este
caminar en la fe no hace que dejemos de atender nuestra realidad. Vivimos un
presente, entonces, pero poniendo nuestro mirada en el futuro.
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 5, 6-10
Hermanos: Nosotros nos sentimos
plenamente seguros, sabiendo que habitar en este cuerpo es vivir en el exilio,
lejos del Señor; porque nosotros caminamos en la fe y todavía no vemos
claramente. Sí, nos sentimos plenamente seguros, y por eso, preferimos dejar
este cuerpo para estar junto al Señor; en definitiva, sea que vivamos en este
cuerpo o fuera de él, nuestro único deseo es agradarle. Porque todos debemos
comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, de acuerdo con
sus obras buenas o malas, lo que mereció durante su vida mortal.
Palabra de Dios.
ALELUYA
Aleluya. La semilla es la palabra de
Dios, el sembrador es Cristo; el que lo encuentra permanece para siempre.
Aleluya.
EVANGELIO
No
hay caso: Es Dios quien hace crecer las cosas. Por lo tanto, no nos elogiemos a
nosotros mismos cuando veamos frutos del trabajo de Dios en nosotros. Sin
dudas, nosotros ponemos nuestra semilla, pero debemos convencernos de que es
Dios quien hace crecer lo que sembramos.
✙Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 4, 26-34
Jesús decía a sus discípulos: “El Reino
de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: Sea que duerma o se
levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa
cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al
fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en
seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha”. También decía:
“¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para
representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más
pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y
llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas
que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra”. Y con muchas parábolas como
éstas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No
les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les
explicaba todo.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS.
Jesús aparece en un momento histórico de
máxima expectativa en el pueblo judío que espera un Mesías triunfante que lo
libere del dominio romano y se establezca, definitivamente, en Israel el Reino
prometido por Dios. Esta idea mesiánica era defendida por la clase social más
elevada, más culta e influyente, pero estaba también presente en la mente del
pueblo sencillo y pobre que soportaba la presión social de la clase dominante y
además tenía que pagar a los romanos unos impuestos muy superiores a sus posibilidades.
En este ambiente Jesús inicia su vida pública presentándose como el Mesías
enviado por Dios y empieza hablando del Reino de los cielos o Reinado de Dios.
Pero al explicar lo que es el Reinado de Dios lo expresa de una manera
desacostumbrada para la mentalidad del momento ya que el reino no vendrá de una
forma espectacular, tampoco a través de un triunfo político que acabe con el
dominio de Roma, en una palabra rompe los esquemas de sus paisanos que lo
escuchan.
Empieza diciéndoles que el Reino ya está
ahí, que ya ha comenzado, y que además está dentro de ellos mismos… No niega
que él sea el Mesías prometido, pero es ante todo un servidor que viene a
liberar a los oprimidos. Les habla de un Dios cercano, que es padre. Es el Dios
de Israel, pero de otra forma, no es el Dios del Sinaí sino un padre es
cercano, ama y se preocupa por sus hijos. Es tan cercano que podemos dirigirnos
a él, como hacen los niños, llamándole Abba. Por eso lo compara con un padre
bueno que abraza a un hijo perdido, que ha vivido al margen de toda norma moral
y le perdona sus pecados. Pero sigue la novedad, Jesús con su actuar les hace
ver que el Reino ya está presente en medio del pueblo, porque se compadece de
las carencias y necesidades de aquellos que son sus hijos y viene a liberar de
la culpa pero también de sus agobios y carencias, de ahí que junto al anuncio
del reino surjan los milagros, que son una señal de la llegada de los tiempos
mesiánicos que está indicando la novedad del Reino de Dios.
En esta línea están las dos parábolas
que hoy comentamos. La semilla y el grano de mostaza aparentemente son
insignificantes pero llevan en sí unas posibilidades de crecimiento y de
trasformación insospechadas. También en ellas hay una novedad, el Reinado de
Dios tiene en sí una virtud, una fuerza misteriosa, este es el mensaje más
importante de la parábola. La semilla parece que ha desaparecido en el seno de
la tierra, se “pudre”, pero sigue viva; primero echa raíces, después vendrá el
tallo y finalmente la espiga. Es la fuerza de Dios, que actúa por sí misma, sin
que nosotros sepamos cómo, es una vida nueva que se nos da gratuitamente, sin
merito alguno por nuestra parte. Como se ve Jesús en su predicación da un
vuelco a las cosas y a las ideas preestablecidas, incluyendo nuestros prejuicios,
que tienden a sobrevalorar nuestras posibilidades y las circunstancias humanas,
olvidando la intervención de un Dios siempre cercano, que está ahí, que no es
ajeno a nuestros problemas...
La Parábola de la semilla, tiene unas
claves que vamos a subrayar:
• “El
hombre duerme de noche y se levanta por la mañana y la semilla va creciendo sin
que él sepa cómo”. Parece que esta explicación es contraria al trabajo y al
compromiso personal por el reinado de Dios en el mundo, pero la intención de la
parábola es otra, quiere señalar la fuerza de Dios que actúa por sí misma. El
reino nos es dado, está presenta en la semilla, es como el embrión que debe
llegar a término. El labrador también habrá de esforzarse en cultivar la
tierra, no puede estar al margen sentado en la espera. Ese dormir del hombre
hemos de interpretarlo como una espera que para el creyente es algo más que una
espera, es lo que llamamos la virtud de la Esperanza cristiana, que genera un
estado interior de paz y confianza en un Dios providente que nos dice que no
estamos solos, que se compromete con la humanidad, por eso la parábola habla
del dormir del hombre que descansa y se libera de la inquietud y ansiedad ante
los retos presentes y futuros que no puede controlar.
• “Cuando
la cosecha está a punto el labrador, mete enseguida la hoz, porque ha llegado
la siega”. Jesús habla del tiempo de la siega, es un momento gozoso para el
labrador que recoge sus frutos. Jesús en su predicación sobre el Reinado de
Dios habla de un tiempo histórico, que hay que aprovechar, pero también habla
del final del tiempo de nuestra vida presente y del encuentro con el padre. En
este primer momento conviene darse cuenta que se nos pide trabajar en la
implantación del Reino, en un crecimiento diario en humanidad y en solidaridad
con nuestro entorno, trabajando por crear un clima fraterno que hace visibles
los signos del Reino, como son el amor, la verdad, la justicia y la paz.
Pero al hablar de la siega, hay una
referencia clara sobre el final de los tiempos. Es un tiempo de hacer balance y
de enfrentarnos a nuestra realidad humana, que se deteriora y termina. Los
creyentes en Cristo también hemos de vivir estas etapas finales de la vida con
gozo y alegría, como el labrador de la parábola, es el momento de la siega, es
el final de etapa, pero también es el encuentro definitivo con Dios.
La parábola que hoy nos propone la
Iglesia es un buen momento para reflexionar desde la fe sobre esta realidad
postrera de la existencia, porque en nuestra sociedad se pasa muy ligeramente
sobre estos temas, se evita hablar de todo lo que se relaciona con la muerte,
parece que no es de buen gusto, y pocos lo viven con el gozo del encuentro
definitivo con Dios que da plenitud a toda una vida. Por eso es importante
recordar temas trascendentales de nuestra fe, como son la Resurrección de Jesús
y nuestra esperanza de vida eterna ya que si no, se corre el riesgo de que
estas verdades se miren con cierto escepticismo o indiferencia ambiental y, en
definitiva, no jueguen un papel relevante en la propia vida, aunque se afirme
tener fe, pero no se es consecuente con ella, no hay una adhesión existencial o
vivencial, todo queda entre la duda y interpretación personalista.
•
“La semilla brota y se hace la más alta de las demás hortalizas y echa ramas
tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas”. Es la plenitud
del Reino que trasciende y se hace evidente, se habla de un crecimiento
esplendido fruto de la pequeña semilla. Pero esto no significa una vuelta al
triunfalismo soñado por los profetas antiguos. No es el cedro en la cumbre del
monte, del que nos habla hoy la primera lectura, es más bien la acción callada
de Dios en el mundo, que se encamina de una forma misteriosa hacia la plenitud
del Reino, hasta tal punto que las aves más variopintas acuden a protegerse en
sus ramas. Es la acción de Dios a lo largo del caminar de la humanidad. Pero, a
su vez, es también el fruto de tantos hombres y mujeres que a lo largo de la
historia están trabajando por un mundo mejor. Nadie tiene el monopolio de esos
valores del Reino, a todos se les ofrece una tarea para crear una sociedad más
humana y más justa, aunque no se llamen cristianos ni conozcan a Dios.
ESTUDIO
BÍBLICO
• Iª
Lectura (Ezequiel 17,22-24): Algo nuevo surge de lo viejo, por obra de Dios.
El texto de Ezequiel debemos situarlo
como una promesa de restauración después de la catástrofe. Todo el c. 17 tiene
esa dimensión y se explica ante la calamidad del destierro de Babilonia que
tiene sus etapas. Ezequiel, con este enigma del "águila y el cedro"
va a plantar cara a ciertas expectativas de algunos que pensaban que la
salvación podría venir de Egipto al que algunos miraban, bien en el destierro,
bien en la misma tierra de Judá que todavía no habían sido desterrados hasta la
caída de Sedecías. Estamos en el año 588 a. C. y la parábola del "cogollo
del cedro" viene a responder, a su manera, a los que no han entendido la
verdadera historia de lo que ha pasado.
Y esa historia de ruina solamente la
puede arreglar Dios, contando con un pueblo que se fíe de su palabra
manifestada por los profetas verdaderos. Dios es capar de lo viejo, de lo
antiguo, sacar algo nuevo y entonces lo viejo dejará su arrogancia, como el
cedro altísimo. De un cogollo insignificante nacerá un cedro nuevo, en lo más
alto de la montaña que no puede ser más Sión, Jerusalén. Esta teología de lo
viejo y lo nuevo tiene sus resonancias, ya que de esa manera siempre se
mantiene la promesa y la fidelidad de Dios.
• II.ª
Lectura (II. Corintios 5,6-10): Lo mortal será revestido de vida.
Las reflexiones escatológicas de Pablo
frente a su ministerio siguen siendo las claves de este texto de 2Cor. Se habla
del encuentro con el Señor "post mortem", en el mismo momento de la
muerte. Es verdad que la antropología subyacente a este conjunto de 2Cor
4,7-5,10 se nos escapa un poco entre las manos. Expresiones como el
"hombre interior" sugieren un lenguaje propio de la filosofía griega,
pero también hay diferencias notables, en cuanto no se está hablando en este
caso con un leguaje dualista de alma y cuerpo. Por eso mismo debemos
interpretar el misterio de la "interioridad" en una relación de
interconexión con los conceptos soma y ánthrópos, que son claves en toda esta
perícopa. El sóma es la persona en su integridad. En toda esta trama de
conceptos antropológicos y apocalípticos, lo más decisivo es la expresión de
2Cor 5,4: "para que así esto mortal sea consumido (katapothe) por la
vida". El sentido del verbo katapínó, en aoristo pasivo, debe tener la
fuerza de la acción de Dios. Como muchas veces ocurre en el NT por el aoristo
pasivo, y más cuando se trata de los temas escatológicos, no debemos olvidar
que es Dios el sujeto de esa acción. De hecho, no nos seduce la traducción que
escoge el sentido de "tramar" o "devorar", porque no es la
vida lo que engulle lo mortal; es la vida en cuanto acción de Dios sobre toda
muerte y sobre todo los hombres que pasan por la muerte. Esto se confirma muy
bien por el v. 5, que pone a Dios como garante de ello, dándonos las
"arras" del Espíritu. La vida está sembrada en nuestro cuerpo mortal,
en nuestra mismidad. No vamos a la nada, porque Dios nos garantiza, pues, que
hemos sido creados, hemos nacido, para la vida y no para la muerte.
La garantía para el cristiano es, sin
duda, el Espíritu, que es un adelanto de todo lo que nos espera en la nueva
vida, en la vida escatológica. Es verdad que aquí no se habla de resurrección,
que es un concepto mas apocalíptico y que está mucho más presente en 1 Cor 15.
Digamos, mejor, que se contempla el paso de la muerte a la vida como una "transformación"
personal, no al final de los tiempos, ni en el momento de la Parusía como se da
a entender en I Tes 4,15 1 Cor 15,51. ¿Por qué? Porque eso va desapareciendo
poco a poco del horizonte de los textos paulinos. Ello significa que en Pablo
se produce una evolución personal en este tema escatológico. No obstante,
mientras todo eso llega, vivimos de la fe, exiliados del Señor. Quiere decir de
la vida total y especial que tiene ahora el Señor, Cristo. Se usa la expresión
de ir a "habitar junto al Señor (v. 8), es decir, nos revestiremos,
poseeremos la vida que ahora tiene el Señor, porque la identificación entre
Cristo y la vida lo podemos ver en 2Cor 4,1 1. Pablo se está expresando, sin
duda, en una mística cristológica de tonos proféticos. ¡No hay miedo a la
muerte! Después de las expresiones que había inventado sobre el particular, en
1 Cor 15,55, sobre la victoria de la muerte, esta mística cristológica es un
cántico a la victoria de la vida en Cristo.
• Evangelio
(Marcos 4,26-34): El Reino como un grano que crece en esperanza
Las parábolas de Jesús son toda una excusa
para hablar del misterioso crecimiento del reino que anuncia. Es verdad que
había anunciado con una seguridad inquebrantable que "ya está aquí" o
que "en medio de vosotros". Mc 1, 14-15 lo pone como frontispicio de
todo y como programa, a la vez que exige conversión y confianza en ese anuncio.
Pero podían preguntarle, como de hecho sucedió ¿dónde está ese Reino? De allí
que las dos parábolas del crecimiento, mediante los símbolos de un grano
(aunque un grano es pequeño, no se resalta este punto) y una semilla de mostaza
(que es como una cabeza de alfiler) vengan a decirnos algo significativo de sus
comienzos, de sus logros y de su consumación. Se da una cierta disimilitud y
contraste en el final de las dos comparaciones: la del grano en lo que se
refiere a lo que, a causa del crecimiento y la consumación final, no tendrá
sentido (se desechará) y la de la mostaza nos habla del Final en términos más
positivos, porque se hará grande y vendrá a ser "hogar" y protección
de multitudes de pájaros.
El reino está ya aquí, pero solo como
una semilla que es confiadamente un final grandioso o apropiado. No son
parábolas o comparaciones deslumbrantes, pero están llenas de sentido. Debemos
aceptar la misma naturalidad de este mensaje en cuando es algo que ya está
sembrando, que está creciendo y por eso tiene misterio. Como tiene misterio la
comparación de la levadura (cf Mt 13,33; Lc 13,29-21) que poco a poco impregna
la masa. Eso quiere decir que está "germinando" y por eso se
alumbrará un mundo nuevo, tanto en el caso de acabar algo que no tiene sentido
en la historia (y por eso de meterá la hoz) o en el caso de que se construya un
"hábitat" donde vengan todas las aves a protegerse. Incluso
deberíamos entender que se trata de toda clase de aves y por lo mismo que se
estaría apuntando a los paganos. Son los dos aspectos del Reino y de su
transformación de la historia: algo quedará caduco, pero lo más importante es
la imagen de los pájaros que anidan.
Es ese final bueno y liberador el que
debemos proponer como mensaje de las parábolas de hoy. Es verdad que se nos
habla de "meter la hoz”, pero es lógico que esta historia humana debe
dejar aquí todo aquello que no tiene sentido, que es opuesto al proyecto y a la
plenitud del Reino de Dios. Pero en la parábola de la mostaza, que comienza con
el sentido de la "nimiedad" de lo insignificante y de lo mínimo, todo
se transforma hasta ofrecernos la imagen de un árbol cósmico donde todos puedan
encontrar no solamente el hábitat humano, sino la verdadera felicidad del
Reino. Así, pues, quiere decirnos Jesús, son las cosas de Dios. Esta es la
propuesta de esperanza que forma parte de la entraña del Reino, por
insignificante que parezca. En estas metáforas, pues, proponía Jesús un mensaje
que llenaba los corazones de los sencillos. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O.
P.).
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