La multitud
incontable
Hoy la Iglesia
nos propone celebrar y recordar, en una fiesta única a todos los Santos, los
conocidos y desconocidos. La minoría de los “canonizados” son los más conocidos
seguramente pero la inmensa mayoría de ellos son desconocidos. Hoy estamos
invitados a recordarlos; son hermanos y hermanas nuestros que han vivido con
fidelidad las bienaventuranzas proclamadas por Jesús de Nazareth: mártires,
niños, jóvenes, esposas, esposos, religiosos, religiosas, obispos, papas;
laicos y consagrados, pertenecientes a la jerarquía de la Iglesia y también
grandes anónimos… es la multitud de la que habla el Apocalipsis, entre los
cuales estarán, sin duda, familiares y amigos nuestros. ¿Quién no ha conocido
gente “santa”, humilde, pacífica, anónima y servicial alguna vez?
Muchos piensan
que la santidad es cosa “seria”, solo para algunos pocos elegidos, para una
élite, para poca gente... Descartemos esta idea, ya que el Concilio Vaticano II
nos enseña que “es, completamente claro que todos los fieles, de cualquier
estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la
perfección de la caridad, y esta santidad suscita un nivel de vida más humano
incluso en la sociedad terrena” (LG 40). “Quedan, invitados y aun obligados
todos los fieles cristianos a buscar insistentemente la santidad y la
perfección dentro del propio estado” (LG 42). ¿Qué concepto tengo de la
santidad? ¿Me siento llamado a la santidad?
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA
I
LECTURA
Esta descripción nos muestra a
los santos, que están ante el trono de Dios. Allí se encuentran los que pertenecen
a “las doce tribus de Israel” y los que provienen de todas las naciones de la
tierra. Con la vestidura blanca que recibimos en el bautismo, nosotros también
esperamos llegar a cantar algún día ante el trono de Dios.
Lectura
del libro del Apocalipsis 7, 2-4. 9-14
Yo, Juan, vi a un ángel que subía del
Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a
los cuatro ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar:
“No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el
sello la frente de los servidores de nuestro Dios”. Oí entonces el número de
los que habían sido marcados: eran 144.000 pertenecientes a todas las tribus de
Israel. Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada
por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie
ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban
palmas en la mano y exclamaban con voz potente: “¡La salvación viene de nuestro
Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!”. Y todos los ángeles que
estaban alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivientes,
se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios,
diciendo: “¡Amén! ¡Alabanza, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor,
poder y fuerza a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!”. Y uno de los ancianos me
preguntó: “¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas
blancas?”. Yo le respondí: “Tú lo sabes, Señor”. Y él me dijo: “Estos son los
que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han
blanqueado en la sangre del Cordero”.
Palabra
de Dios.
Salmo
23, 1-6
R. ¡Benditos
los que buscan al Señor!
Del Señor es la tierra y todo lo que hay
en ella, el mundo y todos sus habitantes, porque él la fundó sobre los mares,
él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.
¿Quién podrá subir a la Montaña del
Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro
el corazón; el que no rinde culto a los ídolos ni jura falsamente. R.
Él recibirá la bendición del Señor, la
recompensa de Dios, su Salvador. Así son los que buscan al Señor, los que
buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.
II
LECTURA
Hay muchos santos en este mundo
que viven como hijos e hijas de Dios. Su condición aún no se ha manifestado
plenamente, porque en esta tierra siempre habrá males y pecados que impidan que
se vea claramente su santidad. A pesar de ello, quienes sabemos que somos
amados por Dios, queremos hacer presente su amor en el mundo.
Lectura
de la primera carta de san Juan 3, 1-3
Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó
el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente.
Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él. Queridos míos,
desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos
tal cual es. El que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es
puro.
Palabra
de Dios.
ALELUYA
Mt 11, 28
Aleluya. “Vengan a mí todos los que
están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
“Manso tiene, con mucha
frecuencia, el sentido de pobre. Es una manera de representar a quienes están
bien dispuestos para reconocer y aceptar la pobreza del rey mesías, según los
proyectos insondables y muchas veces desconcertantes de Dios. La mansedumbre es
puesta por Jesús como expresión del camino para acceder al reino definitivo”
(Ángel Macín, “Felices los
mansos”, en La
Palabra está muy cerca de ti, Ed. Ppc).
✜
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo 4, 25—5, 12
Seguían a Jesús grandes multitudes, que
llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la
Transjordania. Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus
discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles,
diciendo: “Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece
el Reino de los Cielos. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices
los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen
hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos,
porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque
verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos
de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a
ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados
y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense
y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo;
de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”.
Palabra
del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA DE DIOS.
Y le siguió una gran muchedumbre…
Mateo nos da el detalle no menor: una
multitud de varios lugares seguía a Jesús. Viendo esta multitud, Jesús comienza
a desgranar su proyecto del Reino de Dios; desde la montaña, como un “nuevo
Moisés” anima al pueblo con el ideal más alto y humano al que están llamados
sus seguidores si quieren construir y/o formar parte del Reino. Es el programa
de vida de todo discípulo y discípula.
Es muy interesante que Jesús no empieza
dando una serie de mandamientos ni normas a cumplir, sino que alaba, declara
felices (makarioi) a gente inesperada... Jesús sorprende, descoloca, invierte
los valores convencionales de la sociedad de su época y de la nuestra también.
Es un discurso muy humano.
En nuestra lengua tenemos varias
traducciones de la primera bienaventuranza, es un detalle a tener en cuenta:
“pobres de espíritu”, “alma de pobres”, “pobres de corazón”, “pobres en
espíritu”, “espíritu del pobre”… El texto original tiene todas estas
posibilidades y esto nos debe invitar a pensar y reflexionar, orar y escudriñar
la Palabra que nos es dada. ¡El significado es inagotable!
Jesús declara “felices” a aquellos que
son marginados, olvidados, dejados de lado, ignorados, desechados, maltratados,
excluidos, etc. Sabemos que el pobre real de la época de Jesús habría conocido
muy poco de la felicidad. Hoy también. Al pobre no le queda otra salida que
poner su confianza en Dios, su único auxilio, ya que este mundo normalmente no
le tiene en cuenta. Tener espíritu de pobre o un alma de pobre es una actitud
vital de abandono y confianza en Dios, Padre y Madre que cuida de sus hijos,
aunque, muchas veces, la evidencia diga lo contrario (en griego ptojói, tiene
un significado preciso, rico, pero no ambiguo, los que no tienen nada,
equivalente a mendigos).
El pobre es el manso y sufrido, es
también el que llora; el que tiene hambre y sed de justicia; es el que tiene
misericordia y compasivamente se relaciona con el otro; es también el que tiene
su corazón limpiado por las lágrimas del sufrimiento y del dolor, propios o
ajenos; es el que trabaja por la paz entre todos sus hermanos y hermanas. El
pobre es el perseguido por este mundo que no tiene aprecio por quien reclama y
exige un poco de justicia en su barrio, su ciudad o su país. Todas estas
características están presentes en el pobre real y en aquellos que tienen alma
de pobres. ¿Cómo vemos a los pobres de nuestra sociedad?, ¿Cómo vemos al que
llora, al que lucha por la justicia, al que es compasivo, a los que trabajan
por la paz? ¿Conocemos gente así? Están con nosotros… y si queremos ser
discípulos y discípulas de Jesús, debemos aprender de ellos…
Vivir las bienaventuranzas es un desafío
fuerte y actual para mí, hoy, en este momento.
Vivir el Evangelio en su radicalidad
exige de mí, encarnar estas cualidades en mi vida, y esto puede traer
problemas, persecuciones, calumnias y difamaciones de todo tipo.
Querer ser un poco más humanos en esta
sociedad tan deshumanizada y deshumanizante tiene su precio… ¿estoy
dispuesto/a?
Alégrense y regocíjense: una
Iglesia compasiva que busca ser bienaventurada
Vivir la santidad no es otra cosa que
encarnar en nosotros las bienaventuranzas de Jesús, no nos compliquemos con
cosas, normas, estructuras caducas, etc., que solo dificultan el anuncio de la
Buena Nueva en el mundo de hoy. Nuestra Iglesia necesita hoy más que nunca
mostrarse compasiva, misericordiosa, acogedora y alegre, que busca la felicidad
y el regocijo de todos sus hijos e hijas. Una Iglesia que se embarra por
rescatar y acompañar a sus hijos; una comunidad que sufre y llora con las
injusticias de este mundo y busca incansablemente la paz, entre todos sus
miembros, y no genera divisiones por motivos secundarios e intrascendentes, es
una iglesia que vive las bienaventuranzas. Una Iglesia que acoge con caridad a
los pobres, perseguidos, afligidos, sufridos, mansos, humildes, constructores
de paz y que no persiga a sus mismos hijos…esa es la Iglesia declarada
“Bienaventurada”. ¿Estás dispuesto/a un proceso de conversión en el cual el
Señor invierta tus valores y te regale un corazón de pobre?
Las bienaventuranzas de Jesús son humanas,
demasiado humanas, quizás por eso se nos complica tanto. No habla de fe, de
mandamientos, de normas ni disciplinas; esto es un aspecto central que merece
nuestra reflexión más atenta… Algunos autores afirman que la santidad es
humanidad, es decir, a más santidad más humanidad. Si la santidad es
directamente proporcional a la humanidad, entonces ¿cómo estamos? ¿Somos más
humanos/as después de cada Eucaristía, cada día, cada semana, cada año?
Recordemos la promesa que se hace realidad aquí y ahora pero que será
plenificada algún día: la recompensa será grande en los cielos…
ESTUDIO
BÍBLICO
Saber ser hijos de Dios como
programa de santidad
La liturgia de este día nos brinda la
celebración de una de las fiestas más populares y entrañables: la festividad de
todos los Santos y, a la vez, la ocasión para reconsiderar nuestra vida
cristiana mirando hacia adelante, hacia el final de la historia de cada uno y
de la humanidad.
Iª Lectura: Apocalipsis
(7,2-4.9-14):El canto de los redimidos
I.1. En la primera lectura, en dos
visiones, se nos muestra la apertura del misterio de la historia con la visión
del ángel que trae el sello para guardar a aquellos que deben ser liberados de
la destrucción. El libro del Apocalipsis, como sucede en la literatura de este
tipo, literatura religiosa por excelencia, pero radicalmente mítica, necesita
ser interpretado con la riqueza de los símbolos. Este tipo de literatura se
produce en tiempos de crisis y debemos estar atentos a no confundir simbolismo
con realidad. El sello sobre los siervos de Dios sella su pertenencia a El y,
por lo mismo, la garantía de ser salvados.- La visión de la multitud inmensa,
incontable, es un paso más en este simbolismo y probablemente propone algo que
se relaciona con las diferencias entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre
la antigua y la nueva Alianza. Por eso se dice que, si en la primera visión se
habla 144.000, era para hablar del pueblo de la Antigua Alianza, mientras que
el “número incontable” representa al nuevo pueblo de Dios que ha ganado Cristo,
el Cordero sacrificado, con su sangre. Los ángeles, los mensajeros de Dios,
realizan sus planes del juicio y de salvación. Por eso, cuatro de ellos están
en los cuatro puntos cardinales, dispuestos a desencadenar los vientos que
destruyan el mal de la historia; pero de Oriente llega otro mensajero (donde
nace el Sol: Dios), que trae la gran noticia, de que antes deben poner un señal
en las puertas como sucedió a los israelitas en el momento de la Pascua de
Egipto. Estamos, pues, ante una famosa liturgia Pascual, del día del Señor, en
la que el autor nos ha querido situar al principio de su obra.
I.2. En el texto se nos quiere hablar de
mártires, pero también de todos aquellos que han pasado por la tribulación de
la historia, se han lavado en el bautismo, en nombre de Jesucristo, en el
misterio Pascual...y están ante el trono de Dios. Las palmas, en la antigüedad,
son signo de los vencedores. Y, aunque pudiera centrarse en los que han sido
martirizados y han vencido por el martirio, no se puede pensar que todos son mártires.
Por eso, más bien se trata de una palma para alabar a Dios y a Cristo que son
los auténticos vencedores de la historia. El tema que se propone es el de la
salvación (aparece aquí y en Ap 12,10 y 19,1). Se insinúa algo de los Salmos
118,25, 3,9. El sentido es que Dios ha liberado a los hombres del poder del
mal, representado en el Imperio, como Satanás y como la gran prostituta en las
otras dos citas que hemos mencionado. La victoria, pues, de los hombres y de
los mártires pertenece muy especialmente al Cordero, quien ha dado su vida
precisamente para que sea vencido el poder de los hombres que engendra el odio
y la muerte.
I.3. Pero la “palma” se la lleva el
himno que es una confesión de fe: la salvación se debe a Dios y al Cordero. La
salvación, la liberación... no dependen de los hombres, sino que es una gracia
de Dios que ellos han acogido y se han mantenido fieles a la fuerza salvífica
del amor crucificado, de la Pascua. Por eso lo proclaman en la liturgia
celeste. Y entonces, toda la asamblea celeste (ángeles, ancianos y vivientes),
se prosternan ante Dios y lo adoran cantando: Amen… Bendición y gloria,
sabiduría y acción de gracias, honor, poder y fortaleza a nuestro Dios por los
siglos de los siglos. Amen (v. 12). Los que han muerto fieles a Dios y a
Cristo, bien en el martirio, bien en su fidelidad a la fe cristiana centrada en
el misterio Pascual, han pasado por la tribulación de la historia, donde reina
el poder del mal. Pero ahora gozan de la fidelidad eterna, aunque hayan pasado
por la muerte. Lavar sus vestiduras en la sangre del Cordero es una teología
bautismal, también eucarística, inspirada en algunos textos del AT (Ex
19,10.14).
I.4. La muerte y la resurrección de
Cristo son el punto clave de la teología del bautismo y de la eucaristía. La
imagen que se ha escogido para expresar la felicidad es que están ante el
trono: y Dios los cobija en su tienda, la shekiná, la presencia de Dios, como
Jn 1,14 había escogido para expresar el misterio de la encarnación. Ahora es
cuando se cumple la profecía del Enmanuel verdaderamente, porque Dios estará
con los resucitados para siempre. No tendrán más hambre, ni tendrán más sed:
expresiones de debilidad, de necesidad; ni caerá sobre ellos el sol, como si
estuvieran en el desierto, porque Dios mismo es la razón de su existencia. Y
Cristo, el Cordero, será el que apaciente a su pueblo, será pastor siendo
Cordero, para llevarlos a las fuentes de agua viva. Efectivamente, los vv.
15-17 son las imágenes escogidas por el autor del Ap para hablar de la vida futura,
escatológica, de la victoria sobre la muerte según muchas expresiones que
podemos encontrar en los textos del AT (v.g. Is 25, 8) y de la teología joánica
(Jn 4,14; 7,38), que son las fuentes de la revelación.
IIª Lectura: Iª de Juan (3,1-3):
La imagen de hijos de Dios
II.1. Este texto es una teología sobre
la vida cristiana que se representa bajo la imagen y la experiencia de “ser
hijos de Dios”. Se trata de una alta teología como corresponde al círculo de
las comunidades cristianas de Juan, tanto del evangelio como de las cartas. Y
en este marco teológico deberíamos pensar que, precisamente el misterio de la
santidad que hoy se celebra hace referencia directa a que lo más importante de
la vida cristiana es ser, y no perder, la imagen de hijos de Dios.
II.2. Si el título cristológico más
coherente de la teología joánica, justamente, es lo que afecta a la filiación
divina de Jesús, también para sus seguidores debe existir una posibilidad de
vivir en el ámbito de las relaciones entre el Padre y el Hijo. Por ello se dice
que seremos semejantes a Él. Muchos santos ,desconocidos para nosotros, lo son
porque han sabido guardar sencillamente la imagen de hijos de Dios en sus
vidas. Por eso, la expresión “veremos a Dios tal cual es” viene a ser una de
las afirmaciones más teológicas. El misterio de Dios se hará luz y “hijos de
Dios” no tendremos miedo de contemplar el “rostro” de Dios, la intimidad de
Dios, la misericordia de Dios. Para eso se nos ha creado y para eso hemos
nacido. ¡Vivamos con esperanza!
Evangelio: Mateo (5,1-12): Las
opciones del Reino
III.1. El evangelio de esta fiesta es ya
proverbial; se trata de las bienaventuranzas de Mateo, cuyo texto, además,
tiene la solemnidad de una proclamación, sobre un monte (de ahí el Sermón de la
Montaña en que está contextualizado), y para toda la multitud, como sería la
multitud incontable del texto de Apocalipsis ( primera lectura). Es la carta
magna del discipulado, de la vida cristiana, del seguimiento de Jesús, de la
salvación futura. Las bienaventuranzas son creativas, no cuantitativas. Son los
puntos más determinantes con los cuales Jesús ha pretendido una nueva
humanidad, un nuevo pueblo. No se trata de proponer algo exótico, mágico o
taumatúrgico, sino algo bien humano. No obstante, es verdad que se plantea un
auténtico esfuerzo por conquistar la gloria, la libertad y la paz. Se propone
la pobreza que libera el corazón de muchas ataduras, la misericordia que
introduce en las relaciones humanas la benevolencia y el perdón, la limpieza de
corazón para juzgar y ser juzgados, la lucha por la justicia, porque Dios es
justo. Se proclaman bienaventurados por haber elegido lo que el mundo no elige,
simplemente porque odia; por haberse decidido por el sentido mejor de la vida.
Se trata de una posibilidad de santidad que se debe vivir ya desde ahora, aquí
en nuestra historia; no queda para después de que todo haya acabado.
III.2. Se ha insistido mucho en los
aspectos literarios y exegéticos de las bienaventuranzas de Mateo (5,1-12) y de
Lucas (6,20-22) sobre el tenor original, es decir, aquellas que están más cerca
de las palabras de Jesús. Sin duda, todo tiene su sentido, pero quedan muchas
preguntas sobre la mesa, porque se permiten diferentes interpretaciones. El
texto original que se tomó del texto de Q (sea simplemente Documento o Evangelio
como algunos defienden hoy) podría estar bien representado en Lucas, pero no es
algo absoluto. Sabemos que las bienaventuranzas tienen un ámbito muy coherente
en la literatura sapiencial, la que enseña a vivir, a comportarse, a elegir lo
que da o no da sentido a la vida. La propuesta de Jesús, por lo tanto, no está
lejos de este contexto sapiencial: con las bienaventuranzas Jesús quiere
proclamar el Reino de Dios y quiere enseñar a vivir en ese Reino al que dedica
su vida. Son expresiones que nos muestran a un Jesús “profeta escatológico” (no
necesariamente apocalíptico), que quería anunciar lo que debería cambiar esta
historia.
III.3. Algunos especialistas han hecho
una traducción sobre las bienaventuranzas en las que siempre es determinante el
verbo “elegir”. Considero que puede ser discutible, pero es esclarecedor. Eso
significa que proclamar bienaventurado (makários) a alguien no es porque sí,
por su cara bonita, porque es un desgraciado o porque es o ha nacido en esta o
aquella situación. En las bienaventuranzas, por su tono sapiencial, son muy
importante las opciones: elegir ser pobre y no rico en este mundo; elegir la
justicia y no otra cosa; elegir la paz. Aquí están representados los valores
del reino, los valores de la vida ante Dios. Esto, independientemente de las
bienaventuranzas auténticas de Jesús o las añadidas por la tradición
catequética de la comunidad de Mateo. Es verdad que el término “elegir” no está
en el texto, pero lo implica necesariamente. ¿Por qué? Porque no se trata de una
proclamación sin contar con la voluntad soberana del hombre que vive y hace la
historia.
III.4. Un factor muy importante de
lectura e interpretación sería hacer el intento de traducir a un lenguaje de
hoy el texto de las bienaventuranzas; teniendo en cuenta ese sentido sapiencial
del que hemos hablado y esa “opción” o “elección” que hemos planteado como
necesaria. Debemos conservar las palabras del evangelio, de Mateo o de Lucas,
si es posible en su tenor y en su sentido original. Pero hoy debemos enriquecer
nuestra comprensión de las mismas con el “espíritu” que emana de ellas. Es como
cuando hemos vivido y atravesado un puente romano durante todo la vida, pero
ahora, sin destruir ese puente, porque la ciudad ha crecido, hacemos uno nuevo,
con tecnología punta. Subsisten los dos, pero quizás por el romano no pueden
pasar todos los vehículos pesados de hoy. Los limpios de corazón, por ejemplo,
son dichosos porque están abiertos a los demás y los valoran como hijos de
Dios. Es decir, seamos creativos y proféticos al interpretar las
bienaventuranzas del Reino. (Fray Miguel de Burgos Núñez O. P.).
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